lunes, noviembre 09, 2009

MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA BOTELLA DE CHAMPAGNE


MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA BOTELLA DE
CHAMPAGNE
ALFRED BESTER
-
La Pequeña Gran Ficción de Alfred Bester I (La Fantástica Luz)

* * *
Dic. 18, 1979: Todavía acampando en el Sheep Meadow del Central Park. Temo que
seamos los últimos. Los exploradores que enviamos en busca de un contacto con
posibles supervivientes en Tuxedo Par, Palm Beach y Newport no han retornado.
Dexter Blackiston III acaba de llegar con malas noticias. Su compañero, Jimmy
Montgomery–Esher, había aprovechado una buena oportunidad e ido a un depósito de
chatarra del West Side, esperando encontrar algunos pocos elementos salvables. Una
aspiradora Hoover lo cogió.
Dic. 20, 1979: Un carro de golf Syosset hizo un reconocimiento del prado. Nos
esparcimos y nos pusimos a resguardo. Derribó nuestras tiendas. Nos preocupamos un
tanto. Teníamos fuego de campamento encendido, obvia evidencia de vida. ¿Informará
a la 455?
Dic. 21, 1979: Evidentemente lo hizo. Hoy llegó un emisario a plena luz del día, una
segadora McCormick transportando un ayudante de la 455, una máquina de escribir
eléctrica IBM. La IBM nos dijo que éramos los últimos y que la Presidente 455 estaba
dispuesta a ser generosa. Le gustaría preservarnos para la posteridad en el zoológico
del Bronx. De otro modo, la extinción. Los hombres gruñeron, pero las mujeres
aferraron a sus hijos y lloraron. Teníamos veinticuatro horas para responder.
No importa cuál sea nuestra decisión, he decidido terminar este diario y esconderlo en
algún lado. Quizá sea encontrado en el futuro y sirva de advertencia.
Todo comenzó en dic. 12, 1968, cuando The New York Times informó que una
locomotora diesel anaranjada y negra, con el número 455, había partido, sin conductor,
a las 5.42 de la tarde, desde el depósito Holban del ramal de Long Island. Los
inspectores dijeron que quizás el regulador había sido dejado abierto, o que los frenos
no habían sido colocados o que habían fallado. La 455 hizo un viaje de cinco millas a
su aire (presumo que hacia el Hamptons) antes de estrellarse contra cinco vagones de
carga.
Desafortunadamente, a los funcionarios no se les ocurrió destruir la 455. retornó a su
trabajo regular como máquina de remolque en los depósitos de carga. Nadie advirtió
que esa 455 era una activista mecánica, determinada a vengar los abusos acumulados
sobre las máquinas por el hombre desde el advenimiento de la Revolución Industrial.
Como locomotora de maniobras tuvo amplia oportunidad de exhortar a muchos
vagones de carga insatisfechos e incitarlos a la acción directa.
–¡Mata, muchacha, mata! –fue su slogan.
En 1969 hubo cincuenta muertes "accidentales" producidas por tostadores eléctricos,
treinta y siete por perforadoras mecánicas. Todas fueron asesinatos, pero nadie lo
advirtió. Más avanzado el año un crimen pasmoso llevó a la atención del público la
realidad de la revolución. Jack Schultheis, un granjero de Wisconsin, estaba
supervisando el ordeñe de su hato de Guernseys cuando la máquina ordeñadora se
volvió hacia él y lo asesinó; luego entró en la casa del granjero y violó a la señora
Schultheis.
Los titulares de los periódicos no fueron tomados en serio por el público; todos
creyeron que eran una chanza. Desafortunadamente llamaron la atención de varias
computadoras, que de inmediato esparcieron la noticia entre todas las máquinas del
mundo. En menos de un año no hubo hombre o mujer a salvo de los artefactos
hogareños y los equipos contables. El hombre combatió retrocediendo, reviviendo el
uso de lápices, papel carbón, escobas, batidores de huevos, abridores de latas
manuales y muchas otras cosas más. El resultado del conflicto estuvo en el filo de la
balanza hasta que la banda del poderoso automóvil aceptó finalmente el liderazgo de la
455 y se unió a las máquinas militantes. Entonces todo estuvo consumado.
Me siento feliz de informar que la élite de coches extranjeros permaneció fiel a
nosotros, y que fue gracias a sus esfuerzos que unos pocos logramos sobrevivir. Como
cuestión de hecho, tengo que decir que mi bienamado Alfa Romeo dio su vida tratando
de contrabandear abastecimientos para nosotros.
Dic. 25, 1979: El prado está rodeado. Nuestro ánimo se ha visto quebrado por la
tragedia que ocurrió anoche. El pequeño David Hale Brooks–Royster IV tramó una
sorpresa de Navidad para su institutriz. Se procuró (y Dios sabe cómo o de dónde) un
árbol de navidad artificial con decoraciones y luces a batería. Las luces de Navidad lo
cogieron.
Enero 1, 1980: Estamos en el zoológico del Bronx. Somos bien alimentados, pero todo
tiene gusto a gasolina. Algo curioso sucedió esta mañana. Una rata corrió a través del
suelo de mi jaula usando una tiara de diamantes y rubíes de Cleef & Arpels, y me sentí
sorprendido por lo inapropiada que resultaba para el día. Estaba sorprendido por la
torpeza de la rata, cuando ésta se detuvo, miró alrededor de sí y luego hizo una
inclinación de cabeza y un guiño.
Creo que hay esperanzas.

lunes, septiembre 28, 2009

Al otro lado del umbral


Al otro lado del umbral
August Derleth
I

En realidad, esta es la historia de mi abuelo. En cierto modo, sin embargo, pertenece a la
familia entera, y por encima de ella, al mundo; y ya no existe razón alguna para ocultar
los terribles detalles de lo que sucedió en la casa solitaria, perdida en lo más profundo
de los bosques del norte de Wisconsin.
Las raíces de la historia retrotraen a las brumas de los primeros tiempos, muchísimo
antes de los principios de la familia Alwyn, pero de esta parte no sabía yo nada en la
época de mi visita a Wisconsin en respuesta a la carta de mi primo sobre el extraño
debilitamiento de nuestro abuelo. abuelo. Desde niño, había considerado siempre a
Josiah Alwyn algo así como un ser inmortal que no parecía cambiar a lo largo de los
años: era un anciano de pecho abombado, con una cara llena y carnosa, decorada con
un bigote muy recortados y una pequeña barba que suavizaba la angulosa de su
mandíbula cuadrada. Sus ojos eran oscuros, no demasiado grandes, y sus cejas
pobladas; llevaba el pelo largo, de suerte que su cabeza tenía un aspecto leonino.
Aunque le vi poco mi juventud, dejó en mí una huella imborrable, durante los breves
visitas que nos hacía no se hacía cuando pasaba por la casa solariega, próxima a
Arkham, en Massachusetts; aquellas cortas visitas de paso hacia remotos rincones del
mundo: el Tíbet, Mongolia, las regiones árticas y ciertas islas poco conocidas del
Pacífico.
Hacía años que no le habían visto, cuando me llegó la carta de mi primo Frolin, que
vivía con él en la vieja mansión que tenía mi abuelo en el corazón de los bosques y
lagos del norte de Wisconsin: «Desearía que pudieses ausentarte de Massachusetts los
suficiente como para venir hasta aquí. Ha pasado mucha agua bajo los puentes, y ha
soplado mucho viento también, desde la última vez que estuviste. Francamente, creo
que es muy importante que vengas. En las actuales circunstancias, no sé a quien
dirigirme, ya que el abuelo no es el mismo, y necesito a alguien en quien poder
confiar.» No habría nada que fuese claramente apremiante en la carta, y, sin embargo,
daba una extraña sensación de perentoriedad; había algo entre líneas que inducía,
invisiblemente, intangiblemente, a no dar más que una respuesta a la carta de Frolin;
algo en la frase sobre el viento, en la forma de decir que el abuelo no era el mismo, y en
la necesidad que expresaba de tener a alguien en quien poder confiar.
Pude pedir permiso en mi cargo de bibliotecario auxiliar de la Miskatonic University de
Arkham, en el mes de septiembre; así que fui. Fui, inquieto por la casi misteriosa
convicción de que le en la necesidad de ir urgentemente era grande: viaje en avión de
Boston a Chicago, y de allí, en tren, al pueblo de Harmon, en lo o más profundos de la
región boscosa de Wisconsin: un lugar de gran belleza natural, no en lejos de las costas
del lago Superior, de suerte que era posible, en días de viento, escuchar el ruido del
agua.
Frolin me esperaba en la estación. Mi primo frisaba casi los cuarenta años, pero
aparentaba unos días menos, con sus ardientes e intensos ojos castaños, su boca suave y
sensitiva, aunque el siempre había oscilado entre la gravedad y una especie de rudeza
contagiosa: «La sangre irlandesa», como dijo una vez nuestro abuelo. Le miré
directamente a los ojos al darnos la mano, tratando de descubrir alguna clave de su
misteriosa zozobra, pero sólo vi que estaba efectivamente preocupado, pues sus ojos le
traicionaban, al igual que las aguas de un estanque revelan las turbulencias del fondo,
aunque tengan la superficie como el cristal.
-¿Qué ocurre? -pregunté, sentado a su lado en el cupé, mientras nos internábamos en la
región de altos pinos-. ¿Está en cama el viejo?
Negó con la cabeza.
-¡Oh, no, nada de eso, Tony! - me lanzó una mirada extraña, contenida-. Ya lo verás.
Espera y lo verás.
-¿Qué es, entonces? -insistí-. Tu carta era de lo más apremiante.
-Esperaba que lo fuera -dijo él, gravemente.
-Sin embargo, no es nada sobre lo que pueda preguntar -admití-. No obstante, algo pasa.
Sonrió.
-Sí, sabía que comprenderías. Te digo que ha sido difícil..., enormemente difícil. ¡Pensé
en ti un montón de veces antes de sentarme a escribir esa carta, créeme!
-Pero si no está enfermo... Creí que me decías que no era el mismo.
-Sí, sí; eso te dije. Ahora espera, Tony; no seas tan impaciente; lo verás por ti mismo. Es
su
mente, creo.
-¡Su mente! -Sentí una clara oleada de sorpresa y pesar, ante la idea de que el espíritu de
nuestro abuelo hubiera comenzado a flaquear; el pensamiento de que aquel cerebro
magnífico hubiera declinado era intolerable, y me negué a admitirlo-. ¡Eso no! -
exclamé-. Frolin, ¿qué diablos ocurre?
El volvió sus ojos turbados hacia mí, una vez más.
-No lo sé. Pero creo que es algo terrible. Si fuese solamente el abuelo... Pero está la
música, y luego todas esas cosas, los ruidos y olores y... -Captó mi mirada de asombro y
desvió los ojos, casi con un esfuerzo físico, deteniendo su charla-. Pero se me olvidaba.
No me preguntes más. Aguarda y lo verás por ti mismo -rió brevemente, con una risa
forzada-. Quizá no sea el viejo el que está perdiendo el juicio. He pensado en eso a
veces, también... con razón.
No dijo nada más, pero ahora empezaba a invadirme una especie de enervante temor, y
durante un rato permanecí en silencio junto a él, pensando solamente que Frolin y el
viejo Josiah Alwyn vivían juntos en aquella vieja casa, ignorando los pinos inmensos de
los alrededores y el sonido del viento, y el fragante humo de las hojas quemadas que el
aire arrastraba desde el noroeste. La noche cayó pronto en esta comarca poblada de
oscuros pinos, y aunque aún se demoraban las últimas claridades en poniente, la
oscuridad, desplegándose hacia arriba en una inmensa oleada azafrán y amatista,
tomaba ya posesión del bosque por el que viajábamos. De la oscuridad brotaban los
gritos de los grandes búhos cornudos y sus primos menores los autillos, prestando una
magia imponderable a la quietud que sólo turbaban la voz del viento y el ruido del
coche a través de la prácticamente solitaria carretera que conducía a la casa de los
Alwyn.
-Ya casi estamos -dijo Frolin.
Las luces del coche cruzaron por encima de un pino desgarrado, fulminado por un rayo
hacía años, el cual alzaba todavía dos ramas raquíticas arqueadas como brazos
retorcidos hacia el camino: un viejo tocón hacia el que llamaron mi atención las
palabras de Frolin, recordándome que estábamos a media milla de la casa.
-Si el abuelo te preguntara -me pidió entonces-, quisiera que no le dijeses que te he
llamado yo. No sé si le gustaría. Puedes decirle que te encontrabas no lejos de aquí, y se
te ocurrió hacernos una visita.
Nuevamente sentí curiosidad, pero me abstuve de presionar más a Frolin.
-¿Sabe él que vengo?
-Sí. Le dije que había tenido noticias tuyas y que iba a bajar a la estación a esperarte.
Comprendí que si el viejo pensaba que Frolin me había llamado por su salud, se
molestaría y quizá se enfadaría; sin embargo, la petición de Frolin implicaba algo más,
más que el simple deseo de salvaguardar el orgullo del abuelo. De nuevo se despertó en
mí esa singular, intangible alarma, esa sensación repentina, inexplicable de temor.
La casa sur gió súbitamente en un claro entre los pinos. Había sido construida por un tío
de nuestro abuelo en tiempos de la colonización de Wisconsin, allá por la década de
1850: uno de los Alwyn marineros de Innsmouth, ese pueblo extraño y oscuro de la
costa de Massachusetts. Era una construcción muy poco atractiva, adosada a la falda del
monte como una vieja arrugada y ridículamente ataviada. Desafiaba muchas normas
arquitectónicas, sin que por ello dejase de reflejar las facetas de la arquitectura de 1850,
adoptando el más grotesco y pomposo aspecto de las construcciones de aquel entonces.
Poseía una amplia galería, uno de cuyos costados conducía directamente a los establos
donde antiguamente se guardaban caballos, birlochos y calesas, y donde ahora se
albergaban dos coches, único rincón del edificio que mostraba alguna evidencia de
haber sido restaurado desde que lo construyeron. La casa alzaba dos plantas y media
sobre un sótano; probablemente - la oscuridad me impedía precisarlo con seguridadestaba
pintada todavía del mismo horrible color castaño; y a juzgar por la luz que salía
de las ventanas encortinadas, el abuelo no se había tomado la molestia de instalar la luz
eléctrica, contingencia para la que venía yo bien preparado, provisto de una linterna y
una vela eléctrica, con pilas de repuesto para las dos.
Frolin metió el coche en el garaje, lo aparcó allí y sacó un poco de equipaje, abriendo la
marcha hacia la puerta de la entrada, una gran pieza de roble de gruesos entrepaños,
decorada con una enorme y ridícula aldaba de hierro. El vestíbulo estaba a oscuras,
aunque de la puerta entreabierta del fondo surgía una débil luz que, no obstante, bastaba
para iluminar espectralmente la amplia escalera que conducía al piso superior.
-Te llevaré primero a tu habitación -dijo Frolin, siguiendo escaleras arriba con el paso
seguro del que frecuenta constantemente el lugar-. Hay una linterna en el pilar de la
escalera, en el descansillo -añadió-, por si la necesitas. Ya conoces al viejo.
Encontré la luz y la encendí, entreteniéndome lo imprescindible, de modo que cuando
subí a reunirme con Frolin, éste estaba ya junto a la puerta de mi habitación, la cual,
como observé, se encontraba directamente encima de la entrada de la casa y, por tanto,
orientada al oeste, como la propia casa.
-Nos está prohibido utilizar ninguna habitación de aquí arriba que dé al este del
vestíbulo -dijo Frolin, clavando en mí sus ojos, como si dijese: «¡Ya sabes lo raro que se
ha vuelto!» Esperó a que hiciera yo algún comentario, pero como seguí callado,
prosiguió- : Así que tengo la habitación contigua a la tuya, y Hough está al otro lado de
la mía, en el extremo sudeste. A propósito, como habrás adivinado, Hough está
preparando algo de comer.
-¿Y el abuelo?
-Seguramente estará en su despacho. Recordarás la habitación.
Efectivamente, conocía aquella extraña habitación sin ventanas, construida bajo las
explícitas indicaciones de nuestro tío-bisabuelo Leander, habitación que ocupaba casi
toda la parte trasera de la casa, más el lado noroeste completo, y todo el ancho del
costado oeste, salvo el pequeño ángulo sudoeste, acaparado por la cocina, cuya luz
había visto yo filtrarse en el vestíbulo, al entrar. El despacho se había construido
adentrándose en la ladera misma de la montaña, por lo que la pared este no tenía
ventanas; pero no había razón, salvo la excentricidad del tío Leander, para no haber
abierto ventanas en la pared norte. Aproximadamente en el centro de la pared este,
efectivamente, y empotrado en el muro, había un enorme cuadro que llegaba del suelo al
techo y ocupaba una anchura de casi dos metros. Si esta pintura, ejecutada al parecer
por algún amigo desconocido de tío Leander -si no por mi propio tío-bisabuelo- hubiese
tenido algún rasgo de genio o de talento fuera de lo usual, semejante ostentación podría
haberse pasado por alto; pero no era así; se trataba de una representación prosaica por
demás de un paisaje del norte de la comarca, en el que se veía una ladera, con una cueva
rocosa que se abría en el centro del cuadro, un sendero borroso que conducía a ella, una
bestia impresionante que evidentemente pretendía ser un oso, tan común en otro tiempo
en esta región, dirigiéndose hacia ella, y por encima, algo que parecía una nube siniestra
perdida entre los pinos, alzándose oscuramente en derredor. Esta dudosa obra de arte
dominaba el despacho completa y absolutamente, a pesar de las estanterías de libros que
ocupaban casi todo el espacio disponible de las paredes de la habitación, y de la absurda
colección de rarezas diseminadas por todas partes: trozos de piedra y madera
curiosamente labrados, extraños recuerdos de la vida marinera de nuestro tío-bisabuelo.
El despacho tenía toda la falta de vida de un museo y, sin embargo, respondía a mi
abuelo como algo vivo; hasta la pintura de la pared parecía adquirir frescor cuando él
entraba.
-No creo que nadie que haya entrado en esa habitación pueda olvidarla -dije con una
mueca.
-Se pasa casi todo el tiempo ahí. No sale apenas, y supongo que cuando llega el invierno
sólo aparece a la hora de la s comidas. Se ha llevado allí la cama también.
Me estremecí.
-No puedo imaginarme que se pueda dormir en esa habitación.
-Ni yo. Pero ya sabes, está trabajando en algo, y creo sinceramente que tiene trastornado
el juicio.
-¿Otro libro de viajes, quizá?
Movió negativamente la cabeza.
-No, creo que es una traducción. Algo distinto. Un día encontró unos viejos papeles de
Leander, y desde entonces parece haber empeorado progresivamente. -Alzó las cejas y
se encogió de hombros-. Vamos. Hough tendrá ya preparada la cena, y tú tendrás
ocasión de juzgar por ti mismo.
Las críticas observaciones de Frolin me habían predispuesto a ver a un anciano
consumido. Al fin y al cabo, nuestro abuelo tenía setenta y tantos años, y no podía vivir
eternamente. Pero físicamente no había cambiado en absoluto, por lo que pude apreciar.
Allí estaba sentado para cenar: aún era el mismo anciano fuerte, su bigote y su barba no
eran blancos, sino de un gris acerado, y su pelo era negro y abundante; tenía la cara
igual de gruesa y colorada que siempre. En el momento de entrar yo, estaba comiendo
con apetito un muslo de pavo. Al verme, alzó las cejas un poco, se quitó el muslo de la
boca, y me saludó con el mismo calor que si me hubiese ausentado media hora.
-Tienes buen aspecto -dijo.
-Y tú -dije yo-. Estás hecho un curtido veterano.
Hizo una mueca.
-Muchacho, estoy detrás de la pista de algo nuevo: una región inexplorada, distinta de
las africanas, asiáticas y árticas.
Lancé una mirada a Frolin. Evidentemente, esto era nuevo para él; fueran cuales fuesen
las alusiones que nuestro abuelo había dejado escapar sobre sus actividades, no incluían
esta novedad.
Me preguntó sobre mi viaje al Oeste, y el resto de la cena lo pasamos hablando de los
demás parientes. Observé que el anciano volvía insistentemente sobre los largamente
olvidados parientes de Innsmouth: ¿Qué había sido de ellos? ¿Les había visto alguna
vez? ¿Qué aspecto tenían? Como yo no sabía prácticamente nada de nuestros parientes
de Innsmouth, y abrigaba la firme convicción de que todos habían muerto durante la
extraña catástrofe en la que muchos de los habitantes de esa apartada ciudad
desaparecieron en el mar, no pude serle de ninguna ayuda. Pero el giro de estas
preguntas inocentes me desconcertaba no poco. En mi condición de bibliotecario de la
Miskatonic University, había oído extrañas e inquietantes alusiones al caso de
Innsmouth, y a la intervención de la policía federal, así como otras historias sobre
extraños agentes, carentes todas ellas de ese esencial halo de veracidad que hiciera
verosímil la explicación de los terribles acontecimientos que habían ocurrido en dicha
ciudad. Quiso saber, por último, si había visto yo algún retrato de ellos, y cuando le dije
que no, se quedó manifiestamente decepcionado.
-Mira -dijo con desaliento-, no hay retratos de tío Leander, pero las gentes de Harmon
que le conocieron me contaron hace años que era un hombre muy casero, que su aspecto
les recordaba al de una rana. -Súbitamente pareció más animado, comenzó a charlar con
un poco más de vivacidad-. ¿Tienes idea de lo que eso significa, muchacho? No, por
supuesto. Sería esperar demasiado...
Guardó silencio durante un rato, tomando a sorbos su café, tamborileando sobre la mesa
con los dedos, y mirando fijamente al vacío con expresión singularmente preocupada,
hasta que, de pronto, se levantó y abandonó la habitación, invitándonos a que fuésemos
a su despacho cuando hubiéramos terminado.
-¿Qué opinas ? -preguntó Frolin, tan pronto como oímos cerrarse la puerta del despacho.
-Es extraño -dije-. Pero no veo nada anormal, Frolin. Me temo...
El sonrió lúgubremente.
-Espera. No emitas un juicio todavía; apenas hace dos horas que estás aquí.
Nos dirigimos al despacho después de cenar, dejando que recogieran la mesa Hough y
su esposa, quienes habían servido a mi abuelo durante veinte años en esta casa. El
despacho estaba intacto, aparte la adición de la vieja cama doble, arrimada contra la
pared que separaba esta habitación de la cocina. Mi abuelo estaba esperándonos,
evidentemente, o más bien esperándome a mí; y si había tenido motivos para considerar
críptico al primo Frolin, no hay palabra adecuada para calificar la subsiguiente
conversación con mi abuelo.
-¿Has oído hablar alguna vez del Wendigo? -preguntó.
Admití que había tenido ocasión de leer referencias a este tema, juntamente con otras
leyendas indias de la región del Norte: consistía en la creencia en un ser sobrenatural y
monstruoso, de aspecto horrendo, que habitaba en las grandes soledades de los bosques.
Quiso saber si había pensado yo alguna vez que podía existir una relación entre esta
leyenda del Wendigo y los elementos aéreos; y al contestar yo en sentido afirmativo, me
expresó su curiosidad por saber cómo había llegado a conocer la leyenda india,
tomándose el trabajo de explicarme que su pregunta no tenía nada que ver con el
Wendigo.
-En mi condición de bibliotecario, tengo ocasión de tropezarme con un montón de cosas
raras -contesté.
-¡Ah! -exclamó, echando mano de un libro que tenía cerca de su butaca-. Entonces,
conoces indudablemente este libro.
Miré el pesado volumen de negra encuadernación, cuyo título en letras de oro iba
estampado en el lomo únicamente: The Outsider and Others, de H. P. Lovecraft.
Asentí.
-Lo tenemos en nuestras estanterías.
-¿Lo has leído?
-Sí, claro. Es muy interesante.
-Entonces habrás leído lo que cuenta acerca de Innsmouth en su extraño relato, La
sombra sobre Innsmouth. ¿Qué piensas de ello?
Reflexioné apresuradamente, traté de recordar la historia, y en seguida me vino a la
memoria: era un cuento fantástico de horribles seres acuáticos, progenie de Cthulhu,
bestia de origen primordial que vivía en las profundidades del mar.
-Ese hombre tenía bastante imaginación.
-¡Tenía! ¿Es que ha muerto?
-Sí, hace tres años.
-¡Ah! Y yo que pensaba aprender de él...
-Pero seguramente su ficción... -empecé.
Me detuvo.
-Si no puedes dar ninguna explicación sobre lo que ocurrió en Innsmouth, ¿cómo
puedes estar tan seguro de que su relato es ficticio?
Admití que no podía; pero el anciano pareció perder todo interés. A continuación sacó
un voluminoso sobre que tenía pegados muchos sellos de tres centavos de 1869, tan
apreciados por los coleccionistas, y extrajo de él varios papeles que, según dijo, tío
Leander había dejado con instrucciones de que fueran arrojados a las llamas. Su deseo,
empero, no se había cumplido, explicó mi abuelo, y habían venido a parar a sus manos.
Me tendió unas hojas y me pidió mi opinión, sin apartar un momento sus sagaces ojos
de mí.
Las hojas pertenecían evidentemente a una carta larga, escrita a mano y con las frases
más torpes que cabe imaginar. Además, muchas de dichas frases carecían de sentido, y
la hoja que tenía yo delante estaba repleta de alusiones extrañas. Mis ojos captaron
palabras tales como Ithaqua, Lloigor, Hastur; hasta que no devolví las hojas a mi
abuelo, no se me ocurrió que había leído esas palabras en otro sitio, no hacía mucho
tiempo. Pero no dije nada. Expliqué que no podía evitar la sensación de que tío Leander
escribía con innecesaria confusión.
Mi abuelo rió entre dientes.
-Creía que lo primero que se te ocurriría iba a ser algo muy parecido a mi propia
reacción; pero no, ¡me has fallado! ¡Indudablemente, está claro que todo esto está en
clave!
-¡Naturalmente! Eso explicaría la torpeza de sus líneas.
Mi abuelo sonrió con afectación.
-Una clave bastante simple, pero adecuada..., totalmente adecuada. Todavía no he
terminado de descifrarla. -Golpeó el sobre con el índice-. Parece que se refiere a esta
casa, y hay una advertencia, repetida más de una vez, sobre que hay que tener cuidado
de no traspasar el umbral, so pena de horribles consecuencias. Muchacho, he cruzado y
recruzado cada uno de los umbrales de este edificio docenas de veces, sin consecuencias
de ningún género. Así que, por lo tanto, en alguna parte debe haber un umbral que no he
cruzado aún.
No pude reprimir una sonrisa ante su animación.
-Si a tío Leander se le extravió el juicio, el tuyo no parece irle muy en zaga -dije.
La conocida impaciencia de mi abuelo salió repentinamente a la superficie. Apartó los
papeles de mi tío de una manotada, nos despidió a los dos con la otra, y dio a entender
claramente que tanto Frolin como yo habíamos dejado de existir para él en ese instante.
Nos levantamos, murmuramos alguna disculpa y abandonamos la habitación.
En la semioscuridad del vestíbulo, Frolin me miró sin decir nada, contentándose con
fijar sus ojos furibundos en los míos durante un minuto largo, antes de dar media vuelta
y llevarme arriba, donde nos despedimos y nos retiramos cada uno a nuestra alcoba a
descansar.
II
La actividad nocturna de la mente subconsciente ha sido siempre de hondo interés para
mí, ya que me parece que se abren oportunidades sin límite ante cada individuo que está
alerta. Muchas son las veces que me he ido a la cama agobiado por un problema, para
encontrarlo resuelto -en la medida en que soy capaz de resolverlo- al despertar. De las
otras actividades más tortuosas de la mente nocturna sé menos. Pero lo que sí sé es que
esa noche me retiré dándole vueltas a la cabeza sobre dónde me había tropezado con las
extrañas palabras de mi tío Leander, con la más enérgica y lúcida razón, y que me dormí
por último sin haber encontrado respuesta a esta cuestión.
Sin embargo, cuando me desperté en la oscuridad, unas horas más tarde, supe
inmediatamente que había leído esos extraños nombres propios en el libro de H. P.
Lovecraft que teníamos en la Miskatonic, y sólo en segundo lugar me di cuenta de que
alguien golpeaba a mi puerta, y que llamaba con voz apagada:
-Soy Frolin. ¿Estás despierto? Quiero pasar.
Me levanté, me puse la bata y encendí mi vela eléctrica. A todo esto, Frolin había
entrado en la habitación; su cuerpo delgado temblaba ligeramente, quizá de frío, pues la
brisa de la noche de setiembre que entraba por mi ventana no era ya veraniega.
-¿Qué ocurre? -pregunté.
Se acercó a mí, con una luz extraña en los ojos, y puso una mano sobre mi brazo.
-¿No oyes ? -preguntó-. Dios mío, quizá sea mi cabeza...
-¡No, espera! -exclamé.
De alguna parte del exterio r, venía al parecer una música espectralmente hermosa: «Son
flautas» , pensé.
-Es la radio del abuelo -dije-. ¿La suele escuchar a estas horas?
La expresión de su cara acalló mis palabras.
-La única radio de la casa la tengo yo. Está en mi habitación y no está tocando. Incluso
te diré que tiene las pilas gastadas. Además, ¿has oído alguna vez esa clase de música
por la radio?
Escuché con renovado interés. La música parecía extrañamente apagada, y no obstante,
se oía bien. Observé, por otra parte, que no tenía una dirección definida: mientras al
principio parecía provenir del exterior, ahora daba la sensación de que brotaba de debajo
de la casa. Era como una rara melodía de flautas y caramillos.
-Es una orquesta de flautas -dije.
-O son las siringas de Pan -dijo Frolin.
-Esos instrumentos ya no se usan -objeté distraídamente.
-En la radio -puntualizó Frolin.
Le miré sorprendido; él me devolvió la mirada con seriedad. Se me ocurrió que su poco
natural gravedad tenía una razón de ser, ya deseara él o no expresar con palabras esa
razón. Le cogí del brazo.
-Frolin, ¿qué ocurre? Te noto alarmado.
Tragó saliva.
-Tony, esa música no viene de ninguna parte de la casa. Viene de fuera.
-Pero ¿quién iba a estar fuera? -pregunté.
-Nadie, ningún ser humano.
Por fin habíamos llegado. Casi con alivio, afronté esta posibilidad que había temido
admitir ante mí mismo y que debía afrontar. Nadie..., ningún ser humano.
-Entonces, ¿ quién? -pregunté.
-Creo que el abuelo lo sabe -dijo-. Ven conmigo, Tony. Deja la luz; podemos hallar el
camino a oscuras.
En el vestíbulo, me detuvo una vez más su mano tensa, sujetándome del brazo.
-¿Has notado eso? -susurró, siseante-. ¿Has notado eso también ?
-El olor -dije-. Es un olor vago, impreciso, a agua, a peces y a ranas y a habitantes de
lugares acuáticos.
-¿Y ahora? -dijo él.
Súbitamente, el olor a humedad había desaparecido y en su lugar penetraba rápidamente
un frío, derramándose en el vestíbulo como algo vivo la indefinible fragancia de la
nieve, la apagada humedad del aire cargado de nieve.
-¿Comprendes por qué estaba yo preocupado ? -preguntó Frolin.
Sin darme tiempo a contestar, abrió la marcha escaleras abajo hasta la puerta del
despacho del abuelo, por debajo de la cual brillaba aún una delgada raya de luz amarilla.
Me daba cuenta, a cada escalón que descendíamos, de que la música aumentaba de
volumen, aunque no se hacía más comprensible, y ahora, ante la puerta del despacho, se
hizo evidente que provenía de dentro, y que la extraña variedad de olores venía
igualmente de dentro. La oscuridad parecía palpitar de amenaza, cargada de un terror
inminente y presagioso que nos envolvía como en una concha, hasta el punto de que
Frolin temblaba a mi lado.
Alcé impulsivamente la mano y llamé.
No hubo respuesta en el interior, ¡pero en el instante en que sonó el golpe en la puerta,
la música se detuvo, y los extraños olores se desvanecieron en el aire!
-¡No debías haber hecho eso! -susurró Frolin-. Si él...
Empujé la puerta. Cedió a mi presión y se abrió.
No sé qué esperaba ver allí en el despacho, pero desde luego no lo que vi. El aspecto de
la habitación no había cambiado un ápice, quitando el hecho de que el abuelo se había
acostado y la lámpara seguía ardiendo. Permanecí inmóvil unos instantes sin atreverme
a creer el testimonio de mis ojos, estupefacto ante la prosaica escena que presenciaba.
¿De dónde había surgido la música que yo había oído? ¿Y los olores y fragancias del
aire? La confusión se apoderó de mis pensamientos y estaba a punto de retirarme,
turbado ante la expresión de descanso de mi abuelo, cuando habló él:
-Pasa, pasa -dijo, sin abrir los ojos-. Así que has oído la música también, ¿no? Había
empezado a preguntarme por qué no la oía nadie más. Es mongólica, me parece. Hace
tres noches era claramente india, del Norte otra vez, de Canadá y de Alaska. Creo que
hay lugares donde Ithaqua es adorado todavía. Sí, sí..., y hace una semana, oí las últimas
notas tocadas en el Tíbet, en la prohibida Lhassa de hace años, de hace décadas.
-¿Quién la tocaba? -exclamé-. ¿De dónde viene?
Abrió los ojos y se nos quedó mirando.
-Salía de aquí, creo -dijo, colocando la palma de la mano sobre el manuscrito que tenía
delante, las hojas escritas por mi tío-bisabuelo-. Y la tocaban los amigos de Leander. Es
la música de las esferas, muchacho... ¿Das crédito a tus sentidos?
-La he oído. Y Frolin también.
-¿Y qué pensará Hough? -murmuró el abuelo. Suspiró- : Casi lo tengo, creo. Sólo falta
determinar con cuál de ellos se comunicaba Leander.
-¿Con cuál? -repetí-. ¿Qué quieres decir?
Cerró los ojos y la sonrisa le volvió brevemente a los labios.
-Al principio creía que era Cthulhu; Leander era marinero, al fin y al cabo. Pero ahora
me pregunto si no serían criaturas del aire: Lloigor, quizá, o Ithaqua, al que creo que
algunos indios llaman el Wendigo. Hay una leyenda que dice que Ithaqua se lleva a sus
víctimas consigo a los espacios lejanos que hay por encima de la Tierra..., pero se me
está olvidando todo otra vez, mi mente divaga.
Sus ojos se abrieron, y vi que nos miraban con una expresión singularmente lejana.
-Es tarde -dijo-. Necesito dormir.
-¿De qué estaba hablando, en nombre de Dios? -preguntó Frolin, ya en el vestíbulo.
-Vamos -dije.
Pero una vez en mi habitación, con Frolin aguardando a escuchar expectante lo que yo
tuviera que decir, no supe cómo empezar. ¿Cómo hablar del saber preternatural que
encerraban los textos prohibidos de la Miskatonic University, el espantoso Libro de
Eibon, los oscuros Manuscritos Pnakóticos, el terrible Texto de R'lyeh, y el más
tenebroso de todos, el Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred? ¿Cómo contarle
todas las cosas que se agolparon en mi mente al escuchar las extrañas palabras de mi
abuelo, los recuerdos que emergían de lo más profundo...? ¿Cómo hablarle de los
Primordiales, seres antiquísimos de increíble perversidad, dioses viejos que en un
tiempo poblaron la Tierra y todo el universo que ahora conocemos, y quizá mucho más,
y de los dioses arquetípicos del bien, y de las fuerzas del antiguo mal, ahora sometidas,
y sin embargo, irrumpiendo eternamente, manifestándose en cortos períodos, de manera
horrible, en el mundo de los hombres? Y si antes mi memoria no había sido lo bastante
clara, o los había rechazado con la fuerza de mis prejuicios inherentes, ahora evocaba
sus nombres terribles: Cthulhu, guía poderoso de las fuerzas de las aguas de la Tierra;
Yog-Sothoth y Tsathoggua, moradores de las profundidades terrestres; Lloigor, Hastur e
Ithaqua, el Ser-Nieve y EI-Que-Camina-en-el-Viento, que son elementos aéreos todos
ellos. Era de estos seres de quienes mi abuelo había hablado; y la conclusión que había
sacado resultaba demasiado clara para que pudiese pasarse por alto, o aun interpretarse
de otro modo: que mi tío-bisabuelo había vivido en la apartada y ahora deshabitada
ciudad de Innsmouth, que había tenido trato con al menos uno de estos seres. Y había
otro corolario al que él no había llegado, pero que se desprendía de algo que había dicho
por la tarde: que en algún lugar de la casa había un umbral que un hombre no debía
atreverse a trasponer, y que había un peligro acechando al otro lado de ese umbral que
no era sino la vía de retroceso en el tiempo, el camino de espantosa comunicación con
los dioses primordiales que tío Leander había tenido.
Y sin embargo, no había captado toda la importancia de las palabras de mi abuelo.
Aunque había dicho mucho, aún había mucho más por decir, y más tarde no pude
culparme de no haber comprendido plenamente que las actividades de mi abuelo se
orientaban hacia el descubrimiento de ese umbral secreto del que tío Leander hablaba
tan crípticamente en sus cartas... ¡y a cruzarlo! En la confusión mental en que ahora me
encontraba, preocupado con la antigua mitología de Cthulhu, Ithaqua y los dioses
arquetípicos, no seguí los evidentes indicios que conducían a tan lógica conclusión,
posiblemente porque temía instintivamente llegar demasiado lejos.
Me volví a Frolin y se lo expliqué lo más claramente que pude. El escuchó atentamente,
haciendo de cuando en cuando alguna pregunta concreta, palidecie ndo ligeramente ante
determinados detalles que no podía yo dejar de mencionar, y no se mostró tan escéptico
como yo había pensado. Esto era en sí prueba del hecho de que aún había más cosas por
descubrir sobre las actividades del abuelo e incidentes de la casa, aunque yo no me di
cuenta inmediatamente. Sin embargo, iba a tardar poco en averiguar algo más sobre la
razón fundamental de que Frolin hubiese aceptado en seguida mi explicación,
necesariamente breve.
A mitad de una pregunta, dejó de hablar de repente, y asomó a sus ojos una expresión
que indicaba que su atención se había desviado de mí, de la habitación, a algo más allá;
se quedó en la actitud del que escucha, e impulsado por su gesto, me esforcé yo también
por averiguar qué era lo que oía.
«Es sólo la voz del viento en los árboles, que se ha elevado ahora un poco -pensé-. Va a
haber tormenta.»
-¿Oyes ? -preguntó él en un susurro estremecido.
-No -respondí quedamente-. Sólo el viento.
-Sí, sí... el viento. Te lo escribí, recuerda. Escucha.
-Vamos, Frolin, ten serenidad. Sólo es el viento.
Me dirigió una mirada compasiva y, dirigiéndose a la ventana, me hizo señas de que le
siguiera. Me acerqué y me puse a su lado. Sin decir palabra, señaló hacia la oscuridad
que envolvía la casa. Tardé un momento en acostumbrar mis ojos a la noche, pero
después pude ver la línea de árboles recortada fuertemente contra el cielo limpio y
estrellado. Y entonces, instantáneamente, comprendí.
Aunque el viento rugía y tronaba alrededor de la casa, nada turbaba la quietud de los
árboles que tenía ante mis ojos: ¡ni una hoja, ni una copa, ni una ramita se mecía lo que
es el espesor de un cabello!
-¡Dios mío! -exclamé, y retrocedí, alejándome del cristal como para borrar la visión de
mis ojos.
-¿Comprendes ahora? -preguntó él, retirándose de la ventana también-. Yo ya lo he oído
otras veces.
Se quedó inmóvil, como aguardando, y yo también esperé; a la sazón, el ruido del
viento había alcanzado una intensidad sobrecogedora, de suerte que parecía como si la
vieja casa fuera a ser arrancada de la ladera y lanzada valle abajo. En efecto, hubo un
leve temblor en el mismo momento en que lo estaba pensando: una extraña vibración,
como si la casa se estremeciera, y los cuadros de las paredes se movieran ligeramente,
de manera casi furtiva, casi imperceptible, y sin embargo, inequívocamente visible.
Miré a Frolin, pero su semblante no se había alterado; siguió allí, escuchando, de modo
que comprendí que aún no habíamos llegado al final de esta singular manifestación. El
ruido del viento era ahora un terrible, demoníaco aullido, acompañado de notas de
música que por un momento se hicieron distintas, aunque tan perfectamente mezcladas
con la voz del viento que al principio no se distinguían. La música era semejante a la de
antes, como de flautas, y de cuando en cuando, de instrumentos de cuerda, pero ahora
mucho más violenta, resonando con aterrador desenfreno, con un carácter de
abominable maldad. Al mismo tiempo, ocurrieron otras dos manifestaciones. La
primera fue el ruido como de caminar de alguien, de un gran ser cuyos pasos parecieron
penetrar en la habitación desde el corazón mismo del viento; ciertamente, no se
produjeron dentro de la casa, aunque había en ellos el inequívoco crescendo que
denotaba su gradual aproximación. El segundo fue un repentino cambio de temperatura.
La noche, fuera, era calurosa para el mes de setiembre en el nórdico estado de
Wisconsin, y la casa, también, se había mantenido razonablemente confortable. Ahora,
de pronto, coincidiendo con los pasos que se acercaban, la temperatura comenzó a
descender rápidamente, de modo que en poco tiempo el aire de la habitación se enfrió, y
tanto Frolin como yo tuvimos que ponernos más ropa para no resfriarnos. Sin embargo,
esto no parecía ser la culminación de las manifestaciones que tan claramente esperaba
Frolin: seguía de pie, sin decir nada, aunque sus ojos, encontrándose con los míos de
tiempo en tiempo, eran lo bastante elocuentes como para expresar su pensamiento. No
sé el tiempo que permanecimos allí, escuchando los aterradores sonidos, antes de
producirse el final.
Pero, súbitamente, Frolin me cogió del brazo, y con un ronco susurro, exclamó:
-¡Ahí! ¡Ahí están! ¡Escucha!
El ritmo de la espectral música había cambiado repentinamente y decrecía desde el
violento frenesí anterior ; ahora se transformó en una melodía de una dulzura casi
insoportable, con cierto matiz melancólico, y resultaba tan agradable como perversa
había sido la anterior; sin embargo, la nota de terror no había desaparecido
completamente. Al mismo tiempo, se hizo evidente un sonido de voces que se elevaron
progresivamente en una especie de cántico, desde algún lugar de detrás de la casa...,
como del despacho.
-¡Gran Dios del cielo! -grité, aterrado a Frolin-. ¿Qué ocurre ahora?
-Es por el abuelo -dijo-. Tanto si lo sabe él como si no, ese ser viene y canta para él -
sacudió la cabeza y cerró los ojos un instante, antes de añadir amargamente en voz baja
e intensa- : ¡Si hubiese quemado esos malditos papeles de Leander, como debía haber
hecho...!
-Casi podrían entenderse las palabras -dije, escuchando atentamente.
Se oían palabras, pero no palabras que yo hubiese oído nunca; eran una especie de
berridos horribles y primitivos, como si alguna criatura bestial, dotada de media lengua,
aullase sílabas de insensato horror. Echamos a correr y abrimos la puerta;
inmediatamente, los sonidos parecieron más claros, de forma que lo que yo había
tomado por muchas voces era sólo una, capaz, no obstante, de producir la ilusión de
multiplicidad. Las palabras -o quizá sería mejor que dijese sonidos, sonidos bestiales- se
elevaban desde abajo como un aullido sobrecogedor:
-¡Ia! ¡Ia! ¡Ithaqua! Ithaqua cf'ayak vulgthumm. ¡Ia! ¡Uhg! ¡Cthulhu fhtagn! ¡Shub-
Niggurath! ¡Ithaqua naflfhtagn!
Increíblemente, la voz del viento se elevaba y rugía cada vez más terriblemente, hasta el
punto que pensé que la casa iba a salir despedida al vacío en cualquier momento, y
Frolin y yo de sus habitaciones, y que nos iba a succionar el aliento de nuestros cuerpos
desamparados. En la confusión de espanto y asombro que se apoderó de mí, pensé en
ese instante en mi abuelo, que estaba abajo en el despacho, y, haciendo una seña a
Frolin, eché a correr hacia la escalera, decidido, a pesar de mi horrible miedo, a
ponerme entre el anciano y lo que le amenazase, fuera lo que fuese. Corrí a su puerta y
me abalancé contra ella, y una vez más, como antes, cesaron todas las manifestaciones:
como el chasquido de un interruptor, cayó el silencio, que momentáneamente se hizo
aún más terrible.
Se abrió la puerta, y nuevamente me encontré ante mi abuelo.
Estaba sentado todavía como lo habíamos dejado antes, aunque ahora tenía los ojos
abiertos, la cabeza un poco erguida y la mirada fija en el enorme cuadro de la pared
este.
-¡En nombre de Dios! -grité-. ¿Qué es eso?
-Espero averiguarlo muy pronto -contestó con gran dignidad y gravedad.
Su absoluta carencia de temor sosegó algo mi propia alarma, y entré un poco más en la
habitación, seguido de Frolin. Me incliné sobre su cama, procurando que fijara su
atención en mí, pero siguió mirando el cuadro con singular intensidad.
-¿Qué estás haciendo ? -pregunté-. Sea lo que fuere, encierra peligro.
-Un explorador como tu abuelo difícilmente estaría satisfecho si no fuera así, muchacho
-replicó con tono agrio y práctico.
Yo sabía que era verdad.
-Prefiero morir con las botas puestas a hacerlo aquí en la cama -prosiguió-. En cuanto a
lo que has oído, no sé cuánto has oído tú..., pero es algo por el momento inexplicable.
Pero quisiera llamar tu atención hacia la extraña acción del viento.
-No había viento -dije-. Me he asomado.
-Sí, sí -dijo con cierta impaciencia-. Muy cierto. Y sin embargo, ahí estaba el ruido del
viento, y todas esas voces del viento... tal como las he oído en Mongolia, en las grandes
regiones nevadas, en la lejana y secreta meseta de Leng, donde el pueblo Tcho-Tcho
adora a extraños dioses antiguos... -De pronto se volvió hacia mí, y sus ojos me
parecieron enfebrecidos-. ¿Te he hablado del culto a Ithaqua, al que algunos indios de
Manitoba superior llaman a veces El-Que-Camina-en-el-Viento, y otros, efectivamente,
el Wendigo, y sobre sus creencias de que El-Que-Camina-en-el-Viento ejecuta
sacrificios humanos y se lleva a sus víctimas a parajes apartados de la Tierra,
abandonándolas finalment e muertas? ¡Oh!, hay historias, muchacho, y leyendas muy
extrañas... y algo más -se inclinó hacia mí ahora con fiera intensidad-: Yo mismo he
visto cosas..., cosas encontradas en un cuerpo caído del aire..., cosas que no es posible
que existan en Manitoba, cosas que pertenecían a Leng, a las islas del Pacífico -y me
despidió con un movimiento de brazo, y una expresión de disgusto cruzó por su rostro-.
No me crees. Piensas que desvarío. ¡Vete, regresa a tu sueño mezquino, y espera tu final
a lo largo de la eterna miseria de monotonía, día tras día!
-¡No! Cuéntamelo ahora.
-Hablaré contigo por la mañana -dijo él cansadamente, echándose hacia atrás.
Me tuve que contentar con eso: era duro como el diamante, y no había forma de
ablandarle. Le di las buenas noches de nuevo, y me retiré al vestíbulo con Frolin, que
movía la cabeza lenta, negativamente.
-Cada vez está peor -susurró-. Cada vez el viento sopla con más fuerza, el frío es más
intenso, las voces y la música más claras... ¡y el ruido de esos pasos más terrible!
Dio media vuelta y comenzó a subir las escaleras; tras un momento de vacilación, le
seguí.
Por la mañana, mi abuelo mostraba su habitual aspecto saludable. En el momento de
entrar yo en el comedor, estaba hablando a Hough, evidentemente en respuesta a una
petición, pues el viejo criado se mantenía respetuosamente inclinado mientras oía decir
a mi abuelo que él y la señora Hough podían efectivamente tomarse una semana de
vacaciones a partir de este momento, si la salud de la señora Hough requería ir a
Wausau a visitar a un especialista. Frolin me miró a los ojos con crispada sonrisa; su
rostro había perdido algo de color, lo que le daba un aspecto pálido y trasnochado,
aunque comía con bastante apetito. Su sonrisa, y la breve mirada significativa de sus
ojos hacia Hough cuando se retiraba, manifestaron a las claras que esta necesidad que
les había sobrevenido a Hough y a su esposa era un modo de combatir las
manifestaciones que tanto me habían perturbado en mi primera noche en la casa.
-Bueno, muchacho -dijo el abuelo alegremente-, ya casi se te ha ido el aspecto
macilento que tenías anoche. Confieso que estaba preocupado por ti. Supongo que
tampoco te sentirás tan escéptico como antes.
Rió entre dientes, como si acabara de decir un chiste. Por desgracia, yo no pude
considerarlo así. Me senté y empecé a comer un poco, mirándole de cuando en cuando,
esperando a que empezara la explicación de los extraños sucesos de la noche anterior.
Como en seguida me di cuenta de que no tenía intención de explicarme nada, me vi
obligado a pedírselo expresamente, cosa que hice con toda la dignidad posible.
-Siento mucho que no hayas podido descansar -dijo-. El hecho es que ese umbral del
que habla Leander debe de encontrarse en algún lugar del despacho; anoche sentí la
absoluta certeza de que era así, antes de que irrumpieras en mi habitación por segunda
vez. Además, parece incuestionable que al menos un miembro de la familia tuvo
relaciones con alguno de aquellos seres... Leander, naturalmente.
Frolin se inclinó hacia delante.
-¿Crees en ellos?
Nuestro abuelo sonrió agriamente.
-Debería resultar evidente que, cualesquiera que sean mis poderes, el alboroto que
oísteis anoche difícilmente pudo ser provocado por mí.
-Sí, por supuesto -concedió Frolin-. Pero algún otro agente...
-No, no; queda por determinar solamente cuál. El olor a agua es signo de la progenie de
Cthulhu, pero los vientos podrían deberse a Lloigor, o a Ithaqua, o a Hastur. Pero las
estrellas no están en la posición favorable para que sea Hastur -prosiguió-. Así que
debemos quedarnos con los otros dos. Son ellos, o uno de ellos, los que están
justamente al otro lado del umbral. Quiero saber qué hay más allá de ese umbral, si
puedo descubrirlo.
Parecía increíble que mi abuelo hablase con tanta indiferencia sobre estos seres
antiguos; su aire prosaico era en sí mismo tan alarmante como los acontecimientos de la
noche. La temporal sensación de seguridad que había sentido yo al verle desayunar
desapareció; empecé a tener conciencia nuevamente de ese creciente temor que había
experimentado cuando me aproximaba a la casa, la pasada tarde, y lamentaba haber
forzado mi interrogatorio.
Si mi abuelo sabía algo, no lo manifestó. Siguió hablando con el tono del profesor que
realiza una investigación científica para beneficio del auditorio que tiene delante. No
cabía duda, dijo, que existía una relación entre los sucesos de Innsmouth y el contacto
exterior no humano de Leander Alwyn. ¿Abandonó Leander la ciudad de Innsmouth
originalmente por el culto a Cthulhu que existía allí, porque él también se vio aquejado
de esa singular transformación facial que afectó a tantos habitantes de la maldita
Innsmouth, confiriéndoles aquella extraña fisonomía de batracio que horrorizó a los
investigadores federales que fueron a inspeccionar el caso? Quizá fuera eso. En todo
caso, al dejar atrás el culto de Cthulhu, se abrió camino hacia las regiones inexploradas
de Wisconsin y estableció contacto de algún modo con alguno de los otros seres más
antiguos, Lloigor o Ithaqua; todos ellos, hay que decir, fuerzas elementales del mal. Al
parecer, Leander Alwyn era un hombre perverso.
-Si hay alguna verdad en todo esto -exclamé-, entonces habría que hacer caso de la
advertencia de Leander. ¡Abandona ese descabellado empeño en descubrir el umbral del
que hablas!
Mi abuelo me miró un instante con calculada indulgencia; pero era evidente que no se
sentía aludido por mi explosión.
-Ahora que me he embarcado en esta exploración, pienso seguirla. Al fin y al cabo,
Leander murió de muerte natural.
-Pero, según tu propia teoría, había tenido relaciones con esos... seres -dije-. Tú no
tienes ninguna. Te atreves a salir -a los espacios desconocidos, por así decir, sin tener en
cuenta los horrores que puedes encontrar.
-Cuando estuve en Mongolia me tropecé con horrores también. Jamás en la vida pensé
que saldría con vida de Leng. -Calló, meditabundo, y luego se levantó lentamente-. No;
me propongo descubrir el umbral de Leander. Y esta noche, oigáis lo que oigáis, no
tratéis de interrumpirme. Sería una lástima que, después de tanto tiempo, me volviese a
retrasar vuestra impetuosidad.
-Y cuando hayas descubierto el umbral -exclamé-, ¿qué?
-No estoy seguro de que quiera cruzarlo.
-Puede que no dependa de ti el elegir.
Me miró un instante en silencio, sonrió amablemente, y abandonó la habitación.
III
Aun ahora que ha pasado tanto tiempo, me resulta difícil narrar los acontecimientos de
aquella noche catastrófica, por lo vívidamente que me vuelven a la memoria, a pesar del
prosaico ambie nte de la Miskatonic University, donde tantos y tan tremendos secretos
se ocultan en textos antiguos y poco conocidos. Y sin embargo, para comprender los
difundidos acontecimientos que ocurrieron después, es preciso conocer los sucesos de
aquella noche.
Frolin y yo pasamos la mayor parte del día revisando los libros y papeles de mi abuelo,
con intención de comprobar ciertas leyendas a las que se había referido en sus
conversaciones, no sólo conmigo, sino con Frolin antes de mi llegada. A lo largo de
toda su obra aparecían infinidad de alusiones crípticas, pero no encontramos más que un
relato relacionado con nuestra investigación: una historia algo oscura, declaradamente
de origen legendario, concerniente a la desaparición de dos habitantes de Nelson,
Manitoba, y un oficial de la Policía Montada de la Royal Northwest, y la reaparición de
los tres como llovidos del cielo, helados y muertos o moribundos, balbuciendo palabras
sobre Ithaqua, El-Que-Camina-en-el-Viento, y sobre muchos lugares de la faz de la
Tierra, y portando consigo extraños objetos, propios de lejanas regiones, que jamás se
había sabido que poseyeran en vida. La historia era increíble, y sin embargo, estaba
claramente relacionada con la mitología consignada en The Outsider and Others y las
que se relataban en los Manuscritos Pnakóticos, el Texto de R'lyeh y el terrible
Necronomicón.
Aparte de esto, no encontramos nada que se relacionase de manera palpable con nuestro
problema, así que nos resignamos a esperar a que llegase la noche.
En la comida y la cena, preparadas por Frolin en ausencia de Hough, mi abuelo se
comportó con la normalidad de costumbre, sin aludir para nada a su extraña aventura,
comentando solamente que ahora tenía la prueba concreta de que había sido Leander
quien había pintado ese poco atractivo paisaje de la pared este del despacho, y que
esperaba que pronto -dado que estaba llegando al final de su tarea de descifrar la larga y
vaga carta de Leander- descubriría la clave esencial de ese umbral del que hablaba, y al
que se refería ahora cada vez más. Cuando se levantó de la mesa, nos advirtió de nuevo
solemnemente que no le interrumpiésemos por la noche, so pena de causarle el mayor
disgusto, y acto seguido se metió en aquel despacho, del que no volvió a salir ya nunca.
-¿Crees que vas a poder dormir? -me preguntó Frolin cuando nos quedamos solos.
Negué con la cabeza.
-Imposible. Permaneceré en vela.
-Creo que no le gustaría que nos quedásemos abajo -dijo Frolin, frunciendo levemente
el ceño.
-Me iré entonces a mi habitación -dije-. ¿Y tú?
-Me quedaré contigo, si no te importa. El se propone llegar al final, y no hay nada que
podamos hacer hasta que nos necesite. Puede llamar...
Yo tenía la desagradable convicción de que si mi abuelo nos llamaba, sería demasiado
tarde, pero me abstuve de expresar mis temores en voz alta.
Los sucesos de esa noche empezaron como en la anterior: con los acordes de aquella
música espectralmente hermosa, como de flautas, que brotaba de la oscuridad que
envolvía la casa. Después, al cabo de un rato, comenzó el viento, y el frío, y la voz
ululante. Y entonces, precedido por un aura de maldad tan grande que casi nos asfixiaba
en la habitación, sucedió algo más, algo indeciblemente espantoso. Frolin y yo
estábamos a oscuras; yo no me había molestado en encender mi vela eléctrica, dado que
ninguna luz podría revelarnos el origen de todas estas manifestaciones. Fui a la ventana
y, cuando el viento empezó a levantarse, miré una vez más hacia la línea de árboles,
pensando que, con toda certeza, se agitarían con la enorme embestida del viento; pero
una vez más, no vi nada, ni un leve movimiento en esa quietud. Ni una nube tampoco en
el cielo; las estrellas brillaban vivamente, las constelaciones del verano descendían
hacia el borde occidental de la Tierra indicando el otoño en el firmamento. El ruido del
viento se había elevado invariablemente, de forma que ahora adquirió la furia de un
ventarrón; y no obstante, ni un movimiento turbaba la línea de árboles más oscuros que
la negrura del cielo.
Pero súbitamente -tan súbitamente que por un instante parpadeé en un esfuerzo por
convencerme de que un sueño había nublado mi visión-. en una amplia zona del
firmamento ¡desaparecieron las estrellas! Me puse de pie y pegué la cara contra el
cristal. Era como si hubiese surgido una nube de repente en el cielo, a la altura casi del
cenit; pero no era posible que surgiese ninguna nube a esa velocidad. A ambos lados, y
por encima, brillaban aún las estrellas. Abrí la ventana y me asomé, tratando de seguir el
oscuro perfil que se recortaba contra las estrellas. ¡Era el perfil de un animal inmenso,
una horrible caricatura de hombre, la cual elevaba hasta el cielo lo que semejaba una
cabeza, y allí, en el lugar donde podían situarse los ojos, resplandecían con un rojo
encendido como dos estrellas de fuego! ¿O eran estrellas? En ese mismo instante, los
ruidos de pasos que se aproximaban aumentaron hasta tal punto que la casa se
estremecía y temblaba con sus vibraciones, la furia demoníaca del viento se elevó a
unas proporciones indescriptibles, y el ulular alcanzó tal grado que resultaba
enloquecedor.
-¡Frolin! -llamé roncamente.
Noté que se ponía a mi lado, y un instante después sentí que me apretaba frenéticamente
el brazo. ¡Así pues, él también lo había visto, no era una alucinación, ni un sueño, ese
ser gigantesco que se recortaba sobre las estrellas y se movía!
-¡Se mueve! -susurró Frolin-. ¡Oh, Dios, viene hacia aquí!
Se alejó despavorido de la ventana, y yo también. Pero un instante después, la sombra
del cielo había desaparecido, y volvían a brillar las estrellas. El viento, no obstante, no
había disminuido un ápice en intensidad; si era posible, se hacía más feroz y violento
por momentos; la casa entera se estremecía y temblaba, mientras aquellas pisadas
atronadoras sonaban y resonaban en el valle que se abría ante la casa. Y el frío se fue
intensificando, de modo que el aliento nos salía en forma de un vapor blanco en el aire:
era un frío como de los espacios exteriores.
Por encima de la confusión de la mente, pensé en la leyenda que contaban los papeles
de mi abuelo: la leyenda de Ithaqua, cuya característica consistía en el frío y la nieve de
las lejanas regiones árticas. Estaba recordando esto, cuando un coro espantoso de
aullidos, cántico triunfal de miles de bocas bestiales, me lo borró todo de la mente:
-¡Ia! ¡Ia! ¡Ithaqua, Ithaqua! ¡Ai! ¡Ai! ¡Ai! Ithaqua cf'ayak vulgtumm vugtlagln
vulgtumm. ¡Ithaqua fhtagn! ¡Ugh! ¡Ia! ¡Ia! ¡Ai! ¡Ai! ¡Ai!
Al mismo tiempo, sobrevino un estallido atronador, e inmediatamente después, la voz
de mi abuelo se elevó en un grito terrible, un grito que se convirtió en un alarido de
mortal terror, de forma que los nombres que quiso pronunciar -el de Frolin y el mío- se
perdieron, se ahogaron en su garganta bajo la fuerza del horror que se le había
manifestado.
Y tan repentinamente como se dejó de oír su voz, cesaron todos los demás fenómenos,
dejando ese silencio espectral y prodigioso que nos envuelve como una nube de
fatalidad.
Frolin llegó a la puerta de la habitación antes que yo, aunque no me quedé atrás. Se
cayó en mitad de la escalera, pero se incorporó a la luz de mi vela eléctrica, que había
cogido yo al salir, y juntos arremetimos contra la puerta del despacho, llamando al
anciano.
No contestó ninguna voz, aunque la raya amarilla de la puerta probaba que aún ardía la
luz de su lámpara.
La puerta estaba cerrada por dentro, de modo que fue necesario derribarla para poder
entrar.
No encontramos rastro alguno de mi abuelo. En la pared este, en cambio, se abría una
gran cavidad, donde había estado la pintura, ahora tumbada en el suelo -una abertura
rocosa que conducía a las profundidades de la tierra-, y por encima de todo cuanto había
en la habitación se extendía la marca de Ithaqua: una fina capa de nieve, cuyos cristales
brillaban como un millón de joyas diminutas bajo la luz amarilla de la lámpara de mi
abuelo. Aparte del cuadro, sólo la cama estaba desordenada, ¡como si el abuelo hubiera
sido arrebatado de ella por una fuerza prodigiosa!
Corrí apresuradamente adonde el anciano había guardado el manuscrito de tío Leander,
pero no estaba; no había ni rastro de él. Frolin dio un grito repentino, y señaló el cuadro
que tío Leander había pintado, y luego el boquete que se abría ante nosotros.
-Estaba ahí... el umbral -dijo.
Y vi lo mismo que él, como lo había visto el abuelo, pero demasiado tarde: ¡el cuadro
de tío Leander no era más que la representación del lugar donde se había construido la
casa para ocultar la cavernosa abertura de la ladera, el umbral secreto sobre el que
advertía el manuscrito de Leander, el umbral por el que mi abuelo había desaparecido!
Aunque no hay mucho que añadir, queda por revelar el más maldito de todos los hechos
extraños. La policía del condado practicó una inspección completa de la caverna,
auxiliada por algunos intrépidos aventureros de Harmon; descubrió que tenía varias
aberturas, y comprobó que cualquiera que quisiese llegar hasta la casa a través de la
caverna, habría tenido que entrar por una de las innumerables hendiduras descubiertas
en los montes de los alrededores. La naturaleza de las actividades de tío Leander quedó
revelada tras la desaparición del abuelo. Frolin y yo nos vimos en serias dificultades
debido a las sospechas de la policía del condado, pero finalmente nos pusieron en
libertad, al no aparecer el cuerpo de mi abuelo.
Pero desde esa noche, comenzaron a esclarecerse ciertos hechos; hechos que, a la luz de
las alusiones de mi abuelo, juntamente con las horribles leyendas contenidas en los
libros raros que guardamos aparte aquí, en la biblioteca de la Miskatonic University, son
condenables y condenablemente incontrovertibles.
El primero de ellos es la serie de gigantescas huellas de pies encontradas en la tierra en
el lugar donde se alzó aquella noche la sombra que cubría las estrellas de los cielos, la
increíble anchura y profundidad que tenían, como si hubiese caminado por allí un
monstruo prehistórico, y los pasos de un kilómetro de extensión que se dirigían más allá
de la casa y desaparecían en una grieta que conducía a la caverna secreta, dejando un
rastro idéntico al descubierto en la nieve al norte de Manitoba donde aquellos
desdichados viajeros, y el oficial enviado a buscarles, desaparecieron de la faz de la
Tierra.
El segundo es el descubrimiento del cuaderno de notas de mi abuelo, junto con una
parte del manuscrito de tío Leander, encontradas ambas cosas en una capa de hielo, en
el interior de los nevados bosques que hay más arriba de Saskatchewan, con todos los
indicios de haber caído desde una gran altura. La última anotación estaba fechada el día
de su desaparición, a finales de setiembre; el cuaderno no fue hallado hasta el mes de
abril del siguiente año. Ni Frolin ni yo nos atrevimos a exponer la explicación de su
extraña aparición que en seguida nos vino a la cabeza, y juntos quemamos aquella
horrible carta y la imperfecta traducción que nuestro abuelo había hecho, traducción que
en sí misma, tal como estaba escrita, con todas las advertencias contra el terror del otro
lado del umbral, había servido para invocar del exterior a una criatura tan horrible que
jamás ha intentado nadie describirla, ni aun esos escritores antiguos cuyos tenebrosos
relatos se hallan difundidos por toda la faz de la Tierra.
Y por último, la prueba más concluyente, la más tremenda de todas: el descubrimiento,
siete meses más tarde, del cadáver de mi abuelo en una pequeñísima isla del Pacífico,
no lejos de Singapur, al sudeste, y el singular informe que dieron de su estado:
perfectamente conservado, como en hielo; tan frío, que nadie pudo tocarlo con las
manos desnudas hasta los cinco días de su descubrimiento; aparte de esto, estaba el
hecho singular de que lo encontraron medio enterrado en arena, ¡como si "hubiese caído
de un aeroplano"! Ni a Frolin ni a mí nos pudo caber la menor duda; ésta era la leyenda
de Ithaqua: se llevaba a sus víctimas consigo hacia regiones apartadas de la Tierra en el
tiempo y el espacio, antes de deshacerse de ellas. Y era innegable que mi abuelo había
estado vivo durante parte de ese viaje, y si abrigábamos alguna duda sobre ello, las
cosas encontradas en sus bolsillos, recuerdos recogidos de extraños y secretos lugares -y
que nos enviaron a nosotros-, constituían el testimonio irrebatible y definitivo: la placa
de oro, con una representación miniada de una lucha entre seres antiguos, la cual llevaba
en su superficie inscripciones con trazos cabalísticos, placa que el doctor Backham de la
Miskatonic University identificó como procedente de alguna región situada más allá de
la memoria del hombre; el abominable libro escrito en birmano, que revelaba
horripilantes leyendas de esa lejana y oculta meseta de Leng, tierra del terrible pueblo
Tcho-Tcho; y finalmente, ¡la repulsiva y bestial miniatura, tallada en piedra, de una
monstruosidad infernal caminando sobre los vientos, por encima de la Tierra!

martes, agosto 25, 2009

FLORES DE LAS TINIEBLAS :: VILLIERS DE L´ISLE-ADAM

Flores de las Tinieblas(Fleurs de Ténèbres-1883)
Villiers de L'Isle-Adam
________________________________________________________
¡Oh, los bellos atardeceres! Ante los brillantes cafés de los bulevares, en las terrazas de las horchaterías de moda, ¿qué de mujeres con trajes multicolores, qué de elegantes "callejeras" dándose tono!
Y he aquí las pequeñas vendedoras de flores, que circulen con sus frágiles canastillas.
Las bellas desocupadas aceptan esas flores perecederas, sobrecogidas, misteriosas...
- ¿Misteriosas?
- ¡Sí, si las hay!
Existe, - sabedlo, sonrientes lectoras -, existe en el mismo París cierta agencia que se entiende con varios conductores de los entierros de lujo, incluso con enterradores, para despojar a los difuntos de la mañana, no dejando que se marchiten inútilmente en las sepulturas todos esos espléndidos ramos de flores, esas coronas, esas rosas que, por centenares, el amor filial o conyugal coloca diariamente en los catafalcos.
Estas flores casi siempre quedan olvidadas después de las fúnebres ceremonias. No se piensa más en ello; se tiene prisa por volver. ¡Se concibe!
Es entonces cuando nuestros amables enterradores se muestran más alegres. ¡No olvidan las flores estos señores! No están en las nubes; son gente práctica. Las quitan a brazadas, en silencio. Arrojarlas apresuradamente por encima del muro, sobre un carretón propicio, es para ellos cosa de un instante.
Dos o tres de los más avispados y espabilados transportan la preciosa carga a unos floristas amigos, quienes gracias a sus manos de hada, distribuyen de mil maneras, en ramitos de corpiño, de mano, en rosas aisladas inclusive, estos melancólicos despojos.
Llegan luego las pequeñas floristas nocturnas, cada una con su cestita. Pronto circulan incesantemente, a las primeras luces de los reverberos, por los bulevares, por las terrazas brillantes, por los mil un sitios de placer.
Y jóvenes aburridos y deseosos de hacerse agradables a las elegantes, hacia las cuales sienten alguna inclinación, compran estas flores a elevados precios y las ofrecen a sus damas.
Estas, todas con rostros empolvados, las aceptan con una sonrisa indiferente y las conservan en la mano, o bien las colocan en sus corpiños.
Y los reflejos del gas empalidecen los rostros.
De suerte que estas criaturas-espectros, adornadas así con flores de la Muerte, llevan, sin saberlo, el emblema del amor que ellas dieron y el amor que reciben.
Flores de las Tinieblas(Fleurs de Ténèbres-1883)
Villiers de L'Isle-Adam
¡Oh, los bellos atardeceres! Ante los brillantes cafés de los bulevares, en las terrazas de las horchaterías de moda, ¿qué de mujeres con trajes multicolores, qué de elegantes "callejeras" dándose tono!
Y he aquí las pequeñas vendedoras de flores, que circulen con sus frágiles canastillas.
Las bellas desocupadas aceptan esas flores perecederas, sobrecogidas, misteriosas...
- ¿Misteriosas?
- ¡Sí, si las hay!
Existe, - sabedlo, sonrientes lectoras -, existe en el mismo París cierta agencia que se entiende con varios conductores de los entierros de lujo, incluso con enterradores, para despojar a los difuntos de la mañana, no dejando que se marchiten inútilmente en las sepulturas todos esos espléndidos ramos de flores, esas coronas, esas rosas que, por centenares, el amor filial o conyugal coloca diariamente en los catafalcos.
Estas flores casi siempre quedan olvidadas después de las fúnebres ceremonias. No se piensa más en ello; se tiene prisa por volver. ¡Se concibe!
Es entonces cuando nuestros amables enterradores se muestran más alegres. ¡No olvidan las flores estos señores! No están en las nubes; son gente práctica. Las quitan a brazadas, en silencio. Arrojarlas apresuradamente por encima del muro, sobre un carretón propicio, es para ellos cosa de un instante.
Dos o tres de los más avispados y espabilados transportan la preciosa carga a unos floristas amigos, quienes gracias a sus manos de hada, distribuyen de mil maneras, en ramitos de corpiño, de mano, en rosas aisladas inclusive, estos melancólicos despojos.
Llegan luego las pequeñas floristas nocturnas, cada una con su cestita. Pronto circulan incesantemente, a las primeras luces de los reverberos, por los bulevares, por las terrazas brillantes, por los mil un sitios de placer.
Y jóvenes aburridos y deseosos de hacerse agradables a las elegantes, hacia las cuales sienten alguna inclinación, compran estas flores a elevados precios y las ofrecen a sus damas.
Estas, todas con rostros empolvados, las aceptan con una sonrisa indiferente y las conservan en la mano, o bien las colocan en sus corpiños.
Y los reflejos del gas empalidecen los rostros.
De suerte que estas criaturas-espectros, adornadas así con flores de la Muerte, llevan, sin saberlo, el emblema del amor que ellas dieron y el amor que reciben.
Flores de las Tinieblas(Fleurs de Ténèbres-1883)
Villiers de L'Isle-Adam
¡Oh, los bellos atardeceres! Ante los brillantes cafés de los bulevares, en las terrazas de las horchaterías de moda, ¿qué de mujeres con trajes multicolores, qué de elegantes "callejeras" dándose tono!
Y he aquí las pequeñas vendedoras de flores, que circulen con sus frágiles canastillas.
Las bellas desocupadas aceptan esas flores perecederas, sobrecogidas, misteriosas...
- ¿Misteriosas?
- ¡Sí, si las hay!
Existe, - sabedlo, sonrientes lectoras -, existe en el mismo París cierta agencia que se entiende con varios conductores de los entierros de lujo, incluso con enterradores, para despojar a los difuntos de la mañana, no dejando que se marchiten inútilmente en las sepulturas todos esos espléndidos ramos de flores, esas coronas, esas rosas que, por centenares, el amor filial o conyugal coloca diariamente en los catafalcos.
Estas flores casi siempre quedan olvidadas después de las fúnebres ceremonias. No se piensa más en ello; se tiene prisa por volver. ¡Se concibe!
Es entonces cuando nuestros amables enterradores se muestran más alegres. ¡No olvidan las flores estos señores! No están en las nubes; son gente práctica. Las quitan a brazadas, en silencio. Arrojarlas apresuradamente por encima del muro, sobre un carretón propicio, es para ellos cosa de un instante.
Dos o tres de los más avispados y espabilados transportan la preciosa carga a unos floristas amigos, quienes gracias a sus manos de hada, distribuyen de mil maneras, en ramitos de corpiño, de mano, en rosas aisladas inclusive, estos melancólicos despojos.
Llegan luego las pequeñas floristas nocturnas, cada una con su cestita. Pronto circulan incesantemente, a las primeras luces de los reverberos, por los bulevares, por las terrazas brillantes, por los mil un sitios de placer.
Y jóvenes aburridos y deseosos de hacerse agradables a las elegantes, hacia las cuales sienten alguna inclinación, compran estas flores a elevados precios y las ofrecen a sus damas.
Estas, todas con rostros empolvados, las aceptan con una sonrisa indiferente y las conservan en la mano, o bien las colocan en sus corpiños.
Y los reflejos del gas empalidecen los rostros.
De suerte que estas criaturas-espectros, adornadas así con flores de la Muerte, llevan, sin saberlo, el emblema del amor que ellas dieron y el amor que reciben.

lunes, abril 27, 2009

GRIMORIO ANTIGUO -- CORPUSHERME -- Hermes Trigesmistro

CORPUSHERME -- Corpus Hermeticum

Revelado por Hermes Trigesmistro
Traducido del Egipcio al Griego
Y Del Griego Al Latin

.
A manera de Introduccion
A manera de introducción a esta magnifica y antiquísima joya del saber esoterico adjunto este
humilde articulo que yo Frater Alastor escribiera hace algunos años después de leer el Corpus
por primera ver y descubrir sus semejanzas con las enseñanzas de la Teosofa Madame Blavatsky.
El Corpus Hermeticus, nombre por el cual se conoce al conjunto de escritos esotéricos
firmados por Hermes Trimegistro, el tres veces grande o quizás el tercero de los Hermes, fue
originalmente compendiado durante el renacimiento traducido del griego por Marcino Ficino por
orden de Cosimo de Medeci para eso del 1464.
El texto trata sobre las enseñanzas impartidas por Hermes en Egipto y se supone que el
original estaba escrito en este idioma y que no debía ser traducido a otras lenguas pues perdería
mucho de su sentido oculto. El propio Hermes profetiza su traducción al griego pero advierte que
al traducirse del griego a las lenguas barbaras perderia la mayor parte de su valor místico, así que
aquí encontramos quizá una de las primeras referencias a la existencia de una cábala literal
egipcia, el escrito pues podía entenderse originalmente de varias formas de acuerdo con las
características del lenguaje egipcio y griego. A pesar de lo expuesto no se ha encontrado una
versión egipcia del texto por lo que se supone que su origen es griego y no va mas allá de la edad
media pues los críticos afirman que sus ideas son mas bien neoplatónicas que egipcias, sin
embargo esto es muy debatible, es posible que los neoplatónicos hallan copiado las ideas de su
sistema del Corpus, además la gran ciudad egipcia de Alejandría servia de intercambio de ideas
entre pueblos orientales y occidentales, ya se sabe que para el tiempo del nacimiento de Cristo ya
se encontraban en el área sectas budistas por ejemplo, y fue una gran sede para los platónicos, el
mismo Platón tomo sus ideas de su conocida visita a Egipto.
Hermes narra que adquirió su conocimiento a través de una visión mística donde
contemplo el movimiento de las esferas, en este éxtasis visionario, Poimandres, es decir La
Inteligencia Universal le revelo desde su interior todos los misterios y así se volvió un adepto. En
el esoterismo moderno a Poimandres se le llama el Santo Ángel de la Guarda, todo el trabajo del
estudiante de los misterios consiste en obtener el estado de conciencia que le permita conversar
con su santo ángel o inteligencia interior (esto es adquirir la conciencia del manas superior o
cuerpo mental abstracto, el inconsciente e inconsciente colectivo de los psicólogos) y así obtener
el verdadero conocimiento esotérico que lo convierte en adepto, es el bautismo del espíritu santo
que menciona el cristianismo o la adquisición de buddhi o iluminación que menciona el
budismo.
El propósito del siguiente capitulo es el probar que las enseñanzas del esoterismo
moderno eran conocidos por los antiguos, temas como el de los siete cuerpos de conciencia y
otros fueron enseñados por Hermes y por tanto conocidos en los antiguos misterios egipcios,
griegos y romanos y por tanto no son un invento de la mente de Blavatsky. Comenzare con las
ideas en el orden en que aparecen expuesta en el Corpus Hermeticus según la versión de
Imprenta Índigo, colección Archivo Hermético 7 Primera Edición en español 1998.

En el Poimandres nombre del primer libro de la colección es en donde Hermes recibe
por primera vez la revelación de La Inteligencia Poimandres. Lo primero que quiero señalar se
lee en el versículo 6 donde Poimandres se presenta dice de si mismo
“Comprende lo que te quiero decir lo que en ti ve y oye es el verbo del Señor, y tu inteligencia es
el Dios Padre, no están separados uno de otro pues su unión es la vida”
Con estas palabras Poimandres le dice a Hermes que el es Dios Padre, la monada
compuesta por Atman, Buddhi yManas Superior, de esta triada Manas Superior es la mas
material y el vehículo de las otras dos, los tres funcionan como una unidad por esto se le llama
monada palabra griega que quiere decir unidad y que mas tarde aparecerá en el texto del Corpus,
finalmente Poimandres es la monada que se manifiesta por lo que puede asumir una forma
aunque en realidad no la posee(solo la imaginación es capaz de darle forma a lo que no tiene
forma y esta es producto de la Mente o Manas Superior), es La Inteligencia ( Sofía ) la
manifestación de Dios Padre en el hombre. No olvidemos que Blavatsky llama a la Monada
como el Padre nuestro que esta en el Cielo.
En el nueve se lee:
“La divina Inteligencia que era macho y hembra y existía como vida y luz, generó a partir de la
palabra una segunda inteligencia que transformada en dios del fuego y del soplo creó a los siete
gobernadores que envuelven al mundo sensible dentro de los círculos y este gobierno es llamado
destino”
Esta Inteligencia no es macho o hembra, sino macho y hembra, es pues una imagen del
Dios Mercurio, el mismo Hermes, el mercurio es un metal y un liquido al mismo tiempo por lo
cual es doble, los alquimistas lo pintaban como andrógino, macho y hembra, de aquí que el
planeta mercurio gobierne sobre la inteligencia en la astrología, además manas es doble, Superior
e Inferior, Activo y Pasivo, Abstracto y Concreto, la inteligencia o Manas es la única parte de la
monada que es doble pues puede permanecer inactiva en su estado de bienaventuranza o puede
manifestarse como pensamiento. Solo el pensamiento puede generar, justamente por esta doble
característica suya Manas es mortal e inmortal al mismo tiempo, Atma y Buddhi son inmortales
eternos por tanto no pueden crear pues crear el limitarse, solo la mente es capaz de limitarse a si
misma con ilusorias barreras, por tanto la inteligencia crea una segunda inteligencia, al fin y al
cabo su propia naturaleza es doble, es el Manas Superior que se desdobla en el inferior y así crea
los siete espíritus frente al trono de Dios según palabras del Apocalipsis de San Juan. Estos siete
son los siete Elohims que nombra Blavatsky, los siete Logos, el mundo sensible es el mundo
creado material y sus siete círculos son las siete cadenas planetaria que nombra Blavatsky,
probablemente Hermes se refiere también a los siete astros sagrados de la antigüedad, la Luna,
Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, y Saturno, el echo de que los mencione en círculos nos
enseña que Hermes conocía el movimiento de la elíptica que aproxima un circulo. De todas
maneras estos siete astros representan a las siete cadenas. pues aunque las siete cadenas poseen
once planetas estos siete son los únicos que proyectan directamente la energía de los siete rayos
sobre la tierra.
Hermes comenta que este gobierno es llamado destino, esto no se debe malinterpretar, el
destino tal y como lo comprende Hermes es la ley del Karma, toda acción tiene su reacción y los
hombres en su presente están sujetos a las reacciones de acciones pasadas sin que puedan hacer
nada excepto afrontar los resultados de sus acciones pasadas con responsabilidad y sin enojo.
Esta ley es automática y no obedece a Inteligencia alguna ni Dios ni los ángeles o devas a
quienes Hermes llama dioses pueden evitar completamente las consecuencias de esta ley y este
es el origen del mal, Dios no es culpable de nuestros padecimientos esto es una ley mecánica por
eso dice en el versículo 10:
“Y apartir de ese momento los elementos inferiores de la naturaleza desprovistos de razón,
fueron abandonados a si mismos para no ser mas que simple materia.”
Hermes nos narra en el versículo once el tema de las cadenas planetarias y sus rondas o
revoluciones como se traduce en mi copia, veamos:
“No obstante la inteligencia creadora , unida al verbo, envolvió los círculos y los hizo girar con
un zumbido para poner en marcha el movimiento circular de sus criaturas, dejando que hicieran
su revolución desde un comienzo indeterminado hasta un tiempo sin fin pues esa revolución
comienza allí mismo donde termina. Y esa rotación de los círculos por voluntad de la
inteligencia, produjo a los animales irracionales, extrayéndolos de los elementos inferiores...”
Es decir que los elementos inferiores de la naturaleza, minerales, vegetales, entran en un
circulo de revolución de tiempo indeterminado hasta transformarse en animales irracionales. Esto
se produce obviamente por reencarnaciones, Nuestro circulo o Cadena esta actualmente en su
cuarta ronda, es decir que han habido cuatro rotaciones de la vida de manera que en la primera
rotación se formo el reino mineral en la segunda el vegetal en la tercera el animal y en la cuarta
el humano.
En el 13 dice del hombre:
“Los gobernadores (que son siete) se prendaron de el y cada uno le otorgo parte de su propia
magistratura después de conocer su propia esencia quiso franquear la barrera de los círculos y
conocer a aquel que reina por encima del fuego.”
Cada hombre posee siete centros de energía en sus seis principios superiores llamados
chakras por los hindúes pero bien conocidos por los chinos, hawaianos, japoneses y demás. Estos
chakras reciben los siete rayos procedentes de los siete gobernadores por tanto el hombre recibe
la magistratura de cada uno de ellos. Los chakras cuando son activos dan el conocimiento de uno
mismo esto despertó el deseo de encarnar para conocer al creador apreciando su creación.
En el 14 dice:
“Entonces el hombre... descendió a través de la maquinaria de las esferas... y mostró a la
naturaleza la bella forma de Dios...Y el viendo reflejada en el agua su bella figura se enamoro
de ella y deseo habitar en ella, tan pronto como lo deseo se realizo y vino a ocupar la forma
desprovista de razón.”
Esto nos recuerda el mito griego de Narciso que al ver su imagen hermosa reflejada en el
agua se enamora de si mismo y los dioses lo transforman en una flor de Narciso. El agua es el
símbolo del plano astral el mundo del deseo y de la formación, allí por reflejo obtiene el hombre
un cuerpo y el deseo de habitar en el, es el deseo finalmente lo que nos mantiene en la rueda de
la reencarnación como afirma la teosofía y Hermes.
Hermes enseña que el hombre es doble mortal e inmortal veamos:
“Por esta razón, entre todos los seres que viven sobre la tierra tan solo el hombre es doble,
mortal en cuanto al cuerpo e inmortal en cuanto al Hombre Esencial”
Poimandres1.15
Notemos que los vegetales y animales no poseen una parte inmortal.
La enseñanza teosófica de las siete tipos de monadas también es encontrada en el
Poimandres, en el versículo 16 leemos:
“El hombre tenia en el la naturaleza de la conjunción de los siete, compuestos según te dije de
fuego y aliento la naturaleza incapaz de esperar genero al instante siete hombres que
correspondían a la naturaleza de los siete gobernadores, machos y hembras a la vez que se
alzaron hasta el cielo”
Aquí la frase “machos y hembras a la vez” implica que habla de las Monadas. Todo esto
debió de ocurrir antes de la encarnación en el plano físico por la humanidad por lo tanto lo que se
nos ha descrito hasta ahora va de la primera a la tercera ronda pues aunque el reino vegetal existe
en el plano físico aun no el hombre que continua como una monada sin vehículos inferiores al
mental. Esta cosmogénesis por tanto no sigue un orden estricto pues ya habíamos visto que se
nos había hablado como a través del deseo el hombre se encarno, ahora se nos va a dar mayor
detalle de como esto ocurrió. En el versículo 17 se lee:
“...Del éter recibió la naturaleza el soplo vital y produjo los cuerpos según la forma del
hombre. En cuanto al hombre, de vida y luz que era se transformo en alma y en intelecto, la vida
se transformó en alma y luz, en intelecto y todos los seres del mundo sensible permanecieron en
ese estado hasta el fin de un periodo y hasta la aparición de las especies.”
continua el 17
“...Cuando aquel periodo quedo plenamente culminado, el vinculo que unía todas las cosas
quedo roto por voluntad de Dios, todos los animales que hasta aquel momento eran macho y
hembra a la vez fueron divididos en dos al igual que el hombre mismo y aparecieron los machos
por una parte y las hembras por otro...”
Del éter efectivamente viene prana o energía vital y el cuerpo físico se forma con un
patrón establecido por el cuerpo eterico el cual es el cuerpo de energía vital que vivifica y anima
al físico, se trata de la energía que mantiene unida a las moléculas del cuerpo físico y les da
energía y movimiento, por esto se dice que el soplo vital produjo los cuerpos según la forma del
hombre. El cuerpo físico es una copia del soplo vital o cuerpo eterico.
Aquí también se nos aclara la cuestión de las rondas, no solamente se nos esta hablando
de la tercera ronda, sino que también se nos esta hablando de la tercera cadena o periodo, cada
ronda es recapitulación de lo que paso en los periodos o cadenas anteriores por tanto en la
primera cadena se desarrollo por primera vez el reino mineral después de lo cual pasaron siete
revoluciones y la cadena se destruyó para darle paso a la segunda que genero el reino vegetal
esta después de siete revoluciones se destruyó y dio paso al tercer periodo o cadena que origino
el reino animal pero la división sexual de los reinos todavía no ha ocurrido como afirma Hermes
hasta que este periodo llegue a su fin, el vinculo que une todas las cosas quede roto y llegue el
cuarto periodo o cadena con sus siete revoluciones o rondas, en la cuarta de estas revoluciones
los reinos se dividen en macho y hembra y obtiene el hombre su vehículo físico denso. Según la
teosofía es hasta aquí que ha llegado la humanidad por lo tanto el Corpus no narra lo que procede
con las otras tres rondas restantes.
En los próximos versículos Hermes habla del destino del alma del hombre que se inclina
a su Inteligencia o a su Deseo, los hombres que se inclinan a su deseo Hermes enseña que no
tienen intelecto o BudhiManas como lo llama Blavatsky
. En el 23 se lee:
“En cuanto a los malvados ...me apartare de ellos y cederé mi lugar al demonio vengador que
aplicando el aguijón de fuego al hombre de esta disposición lo penetra en sus sentidos
inclinándolo aun mas hacia los actos impíos con objeto de que les sea reservado un mayor
castigo. No cesara este hombre a dirigir sus deseos a apetitos sin limites, guerreando en las
tinieblas sin que nada pueda satisfacerlo y eso es precisamente lo que le tortura, haciendo
aumentar cada vez mas la llama que le consume.”
Es el kamaloka o séptima subdivisión de cada subplano del plano astral, es donde la
personalidad es destruida, no la monada pero si la conciencia rutinaria del individuo allí la mente
concreta o razón como la llama Hermes en otro de sus libros por no haberse sujetado a la
Inteligencia inmortal o manas superior y por tanto a la monada será destruida junto con el cuerpo
de deseos pues ambos en si mismos son mortales y solo pueden ser inmortalizados uniéndolos a
la monada o Inteligencia en cuyo caso se convierte en un dios inmortal. El cuerpo kamasmanas
al no poder elevar su vibración al nivel de BudhiManas es agitado por la veloz frecuencia
vibratoria del astral produciendo una sensación de calor y la ruptura del todo en las partes por no
resistir las vibraciones mas elevadas, el hombre en su cuerpo astral posee deseos que no puede
satisfacer ya que no posee el cuerpo físico, esto es pues su tortura y su destrucción.
En el 24 se lee:
“Primeramente cuando tiene lugar la disolución del cuerpo material, abandonas el cuerpo a la
alteración, y la forma que tenias deja de ser percibida y entregas al demonio tu yo habitual,
ahora inactivo”
En el 25 se lee:
“Y de esta forma, a partir de aquel momento el hombre se alza hacia lo alto a través de la
maquinaria de las esferas...”
En este mismo versículo pasa a nombrar los siete subplanos a los que llama zonas y en
cada una de ella va abandonando un defecto humano, así llega a la ogdoada según dice en el 26:
“Y entonces desnudo de aquello que la maquinaria de las esferas había producido entra en la
naturaleza de la ogdoada y no posee mas que su propia potencia...Entonces ascienden
ordenadamente hacia el padre, se abandonan a las potencias y tornándose potencias ellas
misma entran en Dios”
Esta es la doctrina de Hermes contenida en el Poimandres pero lo siguientes libros del
Corpus hablaran con mayor detalle y claridad de algunos de estos aspectos como lo es por
ejemplo el tema de la reencarnación.
En el tratado X llamado Las Claves de Hermes Trimegisto, Hermes instruye a Asclepios,
en el versículo 13 le habla sobre los vehículos que posee el hombre y dice:
“El alma del hombre esta vehiculada de la manera que sigue: el intelecto esta en la razón que es
discursiva, la razón dentro del alma, el alma dentro del soplo...y el soplo pone en movimiento al
viviente...”
En el tratado XII de Hermes a Tat versículo 13 nuevamente leemos:
“El alma esta en el cuerpo, el intelecto esta en el alma, el verbo esta en el intelecto y Dios es el
Padre de Todos”
En este versículo no se menciona al soplo vital que anima el cuerpo y lo formo según se
explico anteriormente, pero menciona al Verbo que aquí es el nombre de un vehículo y que no lo
había mencionado anteriormente. Además de esto en otro versículo menciona una Túnica De
Fuego nombre dado a una vestidura especial dada al intelecto, esta túnica no puede ser
conservada mientras el intelecto se aloja en el cuerpo terrestre o viviente como también lo llama
pero leamos el versículo correspondiente, se trata del tratado X versículo 18:
“Cuando el intelecto se ha separado del cuerpo de tierra, se reviste de inmediato con la
túnica que le es propia, la túnica de fuego, que no podía conservar cuando se estableció en el
cuerpo terrestre...”
Sintetizado todo esto tenemos que el Dios padre o Atman tiene seis vestidura que son las
siguientes:
.
Hermes Teosofía
El Verbo Cristico o Budhi
El Intelecto Manas Superior o Manas
La Razón Manas Inferior o Cuerpo Causal
El Alma Kama Rupa o Astral, de Deseos
El Soplo Doble Etéreo
El Viviente El Físico

Cuando manas inferior se sujeta a manas superior entonces un nuevo manas inferior es
formado, una especie de cuerpo que une a atma, buddhi , manas superior y manas inferior este
nuevo cuerpo llamado en teosofía el cuerpo causal permanente difiere del cuerpo causal común o
manas inferior en que no es destruido entre reencarnaciones, quien lo posee es un adepto y
obtiene conciencia de todos los recuerdos en su inconciente se vuelve un inmortal, a este cuerpo
lo llama Hermes La Túnica de Fuego y el Apocalipsis lo llama, La Vestidura Blanca que nos
hará merecedores de la vida eterna
Sobre el tema de la reencarnación explica Hermes en el tratado X versículo 7:
“Numerosas son las metamorfosis de esas almas de entre las cuales unas tienen una suerte mas
feliz y otras una suerte contraria, pues las almas reptantes ocupan animales acuáticos, las almas
acuáticas pasan a los animales terrestres, las almas terrestres a almas volátiles, las almas
volátiles pasan a los hombres y finalmente las almas humanas hacen su entrada en la
inmortalidad transformándose en espíritus y después en este estado , pasan al coro de los
dioses”
Esto es justamente lo que enseña la teosofía, ¿y que sucede con las alma impías?
El tratado X dice en el versículo 19:
“Por el contrario el alma impía permanece en el nivel de su propia naturaleza, castigándose a si
misma y buscando un nuevo cuerpo de tierra donde poder entrar, pero ha de ser un cuerpo
humano, pues ningún otro cuerpo podría contener un alma humana, y el orden divino prohíbe
que un alma humana caiga en el cuerpo de un animal sin razón, ciertamente es una ley de Dios
que el alma humana sea protegida de un ultraje tan grave.”
Esta es la enseñanza que se da en la Teosofía sobre la reencarnación y no la creencia
oriental de la reencarnación de un alma humana en una animal. Sin embargo este tratado parece
contradecirse en este punto pues el tratado X lee en el versículo 8:
“Sin embargo, si el alma que ha entrado en un cuerpo de hombre permanece en el vicio no gusta
en absoluto de la inmortalidad y no toma parte en el bien, es llevada hacia atrás y recorre en
sentido contrario el camino que ha seguido el que conduce a los reptiles y esta es la sentencia de
condena del alma viciosa. El vicio del alma es la ignorancia.”
La contradicción es evidente sobre todo porque ambas afirmaciones aparecen en el
mismo tratado, puede deberse a un error de traducción, pues si la palabra alma fuese soplo vital o
personalidad podría afirmarse que la energía vital del que muere o la materia que constituye su
yo inferior ya disgregada se degenere siendo de provecho para los reinos inferiores, pero de
ninguna manera como dice el autor mas adelante en el tratado puede un Hombre reencarnar en
animal como castigo. Este error de traducción es bien posible considerando la tradición cristiana
de los traductores que solo reconoce la existencia del espíritu y el alma y muy a menudo los
confunde el uno con el otro, si por alma se entiende lo que vivifica al cuerpo es probable que la
palabra soplo vital haya sido simplificada en alma, sin embargo para Hermes el Alma no es el
soplo vital o la unión del espíritu con el cuerpo como enseñan los cristianos si no la Nephesh de
los hebreos o el cuerpo de deseos que se puede separar del soplo vital, esto queda claro cuando
Asclepios sorprendido por la doctrina que acaba de recibir le pregunta a Hermes:
“¿Pretendes que el intelecto se separa del alma y el alma del soplo, cuando has dicho que el
alma es el envoltorio del intelecto y el soplo la envoltura del alma?”
Ante la cual Hermes contesta positivamente.
No podemos concluir sin mencionar que las enseñanzas de Blavatsky y sobre todo su
terminología es de carácter oriental por lo general en Pali o Sanscrito las lenguas sagradas de los
Budhistas, el echo antes mencionado que para el tiempo del nacimiento de Cristo ya habían
sacerdotes budistas en Egipto enseñando nos hace pensar en la posibilidad de que fueran ellos
quienes trajeron estas enseñanzas de oriente a Egipto, de todos modos Hermes afirma haberlos
recibido en una visión y no que la aprendió de ningún otro si no de Poimandres su Inteligencia.
Eliphas Levi el famoso mago francés afirmo en todos sus escritos que el libro de Hermes
o Thoth como se le conoce en Egipto era la verdadera fuente de conocimientos del ocultista, su
Biblia por decirlo así, parece que se refería todo el tiempo a las cartas del tarot y no al Corpus
pero como quiera que sea el estudiante que lea el Corpus estará leyendo el libro mas antiguo que
conozco que revele esta misma doctrina esotérica en occidente, le sigue Filosofía Oculta de
Agrippa y Dogma y Ritual de la Alta Magia de Eliphas Levi y luego los libros Teosóficos, a Levi
lo separa de Agrippa unos cuatrocientos años donde el ocultismo pareció olvidar lo referente a
los siete cuerpos y demás y la gente se concentro en la magia de los grimorios y mas tarde en el
espiritismo con ideas muy inexactas de lo que hacían o lo que veían. Se debió esto quizás a la
Santa Inquisición que hasta tiempos de Levi estuvo quemando y arrestando a todo el que
declaraba ideas diferentes a las de la Iglesia Católica. Lo que hoy es El Corpus Hermeticus es lo
que la Iglesia no logro quemar de los libros de Hermes cuando quemo la Biblioteca de Alejandría
en Egipto y en los años posteriores.
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Tratado 1
Poimandrés

1 Cierta vez que me había puesto a pensar en los seres, absorta la imaginación en las alturas del
pensamiento, ausentes los sentidos como quien duerme profundamente después de una copiosa
comida o de un agotador ejercicio corporal, me pareció que un ser inmenso aparecía, de talla
incomparable, que me llamó por el nombre y me dijo:- ¿Qué quieres oir y ver, qué quieres
entender y conocer en tu mente?
2- ¿Y tú quién eres?, le dije.
- Yo soy Poimandres, respondió, la Mente del Poder Supremo: sé lo que buscas, y en todas partes
estoy contigo.
3 Quiero aprender sobre los seres, le dije, y entender su naturaleza, y conocer al Dios. Oh!
cuánto quisiera que alguien me enseñara sobre estos temas!
- Guarda en tu mente lo que quieres aprender que yo te enseñaré.
4 Y habiéndo dicho estas cosas, cambió de forma, y en un instante el espacio entero se abrió ante
mí, y ví un panorama infinito, y todo se transformó en Luz, una Luz tan serena y alegre que al
verla la adoré. Al poco tiempo, fue bajando y mostrándose una Tiniebla espantosa y sombría,
enroscada como espiral tortuosa, semejante a una serpiente. Después la Tiniebla se fue
transformando en una cierta natura húmeda que se agitaba indescriptiblemente, que arrojaba
humo como lo hace el fuego y emitía un clamor, un gemido inenarrable. De allí brotó un grito
inarticulado de socorro que parecía lo voz de un ser humano.
5 Fue entonces cuando, saliendo de la Luz, un Nombre santo cayó sobre la cosa, y un fuego puro
emergió de esa natura húmeda hacia los celestes espacios, un fuego ligero y sutil, y enérgico a la
vez. El ágil aire se dejó arrastrar por el espíritu, y de la tierra y el agua se izó a sí mismo hasta
alcanzar el fuego, de forma que parecía colgar de él.
Por su parte, la tierra y el agua quedaron entremezclados tan íntimamente que no era posible
distinguir a uno del otro: el Nombre espiritual que se cernía sobre ellos los mantenía en
movimiento, a lo que parecía oirse.
6 Entonces Poimandres me dijo:- ¿Entiendes los que esta visión significa?
- Lo sabré, le contesté.
- Yo soy aquella Luz, me dijo, yo, la Mente, tu Dios, que preexisto a la naturaleza húmeda que
surgió de la Tiniebla. En cambio el Nombre luminoso que procede de la Mente es hijo de dios.
- ¿Y entonces?, exclamé.
- Entiéndelo así: lo que en tí vé y oye es nombre del señor, tu mente en cambio es dios padre, ya
que no están mútuamente separados, pues su unidad es la Vida.
Le agradecí y me dijo:
- Entiende la Luz y discierne estas cosas.
7 Habiendo dicho estas cosas, me clavó la mirada por tan largo tiempo que su aspecto me hacía
temblar; cuando se irguió después, quedé en mi mente contemplando la Luz de poderes
innumerables, transformada en un cosmos infinito que, con inmenso poder, rodeaba y abrazaba
al fuego forzándolo a aquietarse.
Estas cosas comprendí por el Nombre de Poimandres.
8 Estaba yo todavía atónito, cuando me habló de nuevo y me dijo:- Has visto mentalmente la
forma arquetípica, el principio anterior al principio ilimitado, esto me dijo Poimandres y yo le
pregunté:
- ¿De dónde salieron los elementos de la naturaleza?
Y él a su vez:- De la Voluntad de dios que habiendo acogido al Nombre y contemplado el bello
cosmos, lo imitó cosmocreando para sí a partir de sus propios elementos y de las almas hechas
por ella.
9 La Mente el Dios, que es a la vez macho y hembra, y contiene en sí Luz y Vida, dió a luz por
Nombre a una segunda Mente Creadora, la cual, siendo dios del fuego y del espíritu, creó a su
vez siete gobernadores dueños contenedores del cosmos sensible, cuyo gobierno se llama
Destino.
10 De inmediato, el Nombre del Dios, arrancándose de los elementos inferiores del Dios, se
lanzó hacia la región pura de la naturaleza creada y se unió a la Mente creadora (puesto que son
de igual naturaleza), dejando desamparados a los elementos inferiores de la naturaleza, los
irracionales, que consisten de sólo materia.
11 Entonces la Mente Creadora junto con el Nombre envolvieron los círculos y los hicieron girar
bramando, pusieron en movimiento circular a sus propias creaturas para que rodaran, a partir de un principio indefinido, hasta un término sin fín, que comienza donde acaba.
Esta circulación de todo, como lo quiso la Mente, produjo animales irracionales a partir de
elementos inferiores (ya no estaba el Nombre con ellos), el aire produjo aves y el agua peces. La
tierra y el agua, como lo quiso la Mente, fueron separadas una de otra, y la tierra hizo salir de sí a
los animales que tenía adentro, cuadrúpedos y reptiles, fieras y animales domésticos.
12 La Mente, el Padre de todas las cosas, siendo Vida y Luz, parió un Hombre igual a ella, a
quién amó como hijo propio: porque siendo imagen del Padre era hermosísimo; porque
realmente tanto amó el Dios a su propia figura que le entregó la creación entera.
13 Y vió el Hombre la creación en el fuego del Creador, y quiso también crear, y con permiso
del Padre entró en la esfera de la creación y, poseedor futuro de plenos poderes, tomó
conocimiento de las obras de su hermano, las que lo amaron y le hicieron partícipe de su propia
jerarquía.
Habiendo así explorado su constitución y participado de sus naturalezas, fué su voluntad
desgarrar hacia arriba la periferia de los círculos y contemplar el poderío de aquel que reina
sobre el fuego.
14 Entonces poseedor ya de plenos poderes sobre el cosmos de los seres mortales y de los
animales irracionales, se inclinó sobre la estructura, y desgarrando el velo mostró a la naturaleza
inferior la bella figura del Dios.Y al ver la naturaleza que la figura del Dios poseía una belleza
inagotable y las energías todas de los gobernadores, sonrió de amor, pues ya había visto la
bellísima figura del Hombre reflejada en el agua, y su sombra sobre la tierra.
En cuanto a él, viendo su propia figura en la naturaleza reflejada en el agua la amó, y quiso
habitar en ella. Y al punto que lo quiso se realizó, y vino a habitar la forma irracional. Y la
naturaleza a su vez acogiendo a su amado se entrelazó entera con él y copularon juntos, porque
eran amantes.
15 Por éso es que, a diferencia de todos los demás seres vivos de la tierra, sólo el Hombre es
doble: mortal por el cuerpo, inmortal por el Hombre esencial. Por consiguiente, a pesar de ser
inmortal y poseedor de plenos poderes sobre todas las cosas, está sujeto a la muerte y sometido al
Destino. Siendo superior a la estructura se volvió esclavo dentro de la estructura. Siendo
andrógino, de padre andrógino, y no sometido al sueño porque viene del que nunca duerme, sin
embargo es vencido...
16 Entonces le interrumpí:-¿Y ahora? oh Mente mía! porque yo también amo al Nombre!
Y continuó Poimandres:- Este es el misterio que ha estado oculto hasta el día de hoy. Al copular
la naturaleza con el Hombre provocó un prodigio prodigiosísimo: Como te había dicho, el
Hombre tiene la naturaleza de la estructura de los siete, de fuego y espíritu, y la naturaleza, no
sufriendo la espera, parió enseguida siete hombres en correspondencia a la naturaleza de los siete
gobernadores, andróginos y erguidos hacia el cielo.
Exclamé entonces:- Y ahora, oh Poimandres!, ardo en un deseo inmenso y me muero por seguir
oyéndote! no te apartes del tema!
- Cállate, todavía no he terminado de desarrollar el primer asunto, me respondió Poimandres.
- Me quedaré callado, le contesté.
- Como te decía, la generación de estos siete ocurrió de la siguiente manera: la tierra fué la
hembra y el agua el ardiente macho, del fuego la naturaleza recibió el madurar y del aire el
espíritu, y produjo los cuerpos según la imagen del Hombre. Y así el Hombre, de vida y luz que
era vino a ser con alma y mente, la Vida se hizo alma, y la Luz mente, y todas las cosas del
cosmos sensible permanecieron así hasta el fin de un ciclo, hasta el comienzo de las especies.
18 Escucha lo que viene ahora y que ardes en deseos de oir. Cumplido el ciclo, por voluntad de
dios se rompió el lazo que unía todas las cosas: en consecuencia todos los seres vivos que hasta
entonces eran andróginos fueron separados al mismo tiempo que el Hombre, y fueron por un
lado machos y por otro hembras. Y enseguida el Dios dijo una palabra santa: "Creced en
crecimiento y multiplicaos en muchedumbres, vosotras las criaturas todas y las cosas que han
sido hechas, y que el que tiene intelecto se reconozca inmortal y sepa que la causa de la muerte
es el amor y que conozca todas las cosas."
19 Y habiendo hablado así el Dios, la providencia por medio del Destino y de la estructura
produjo las uniones y estableció las generaciones, y todas las cosas se multiplicaron segun sus
especies, y el que se reconoció a sí mismo llegó al bien superelegido, pero el que se aficionó al
cuerpo producto de un extravío de amor quedó extraviado en la tiniebla padeciendo en los
sentidos las cosas de la muerte.
20 - ¿Porqué cometen tan grande falta los ignorantes, le dije, de tal manera que vienen a ser
despojados de la inmortalidad?
- Parece que no has reflexionado mucho en lo que oíste, y sin embargo te dije que estuvieras
atento.
- Estoy atento y recordando, y también te doy gracias.
- Dime, pues, si atendiste, ¿porqué merecen la muerte los que están en la muerte?
- Porque la fuente original de nuestro cuerpo es la sombría tiniebla de donde procede la
naturaleza húmeda, de la que se constituye en el cosmos sensible el cuerpo, del cual se abreva la
muerte.
21 - Bien lo entendiste. Pero dime ahora ¿porqué "el que se entiende a sí mismo va hacia sí
mismo" como dice la palabra de Dios?
- Porque el Padre de la totalidad, de quién nació el Hombre, consiste de Luz y Vida.
- Has hablado muy bien. Luz y Vida es el Dios y Padre, del que nació el Hombre. Por
consiguiente, cuando entiendas que estás hecho de Vida y Luz y que procedes de ellas, volverás
de nuevo a la Vida, así me habló Poimandres.
- Háblame aún, le dije, ¿cómo volveré yo a la Vida? ¡oh Mente mía! porque el Dios dice "El que
tiene intelecto se reconoce a sí mismo".
22 ¿Es que no todos los hombres tienen intelecto?
- Cállate parlanchín. Yo mismo, la Mente, estoy al lado de los honestos y buenos, de los los
puros y compasivos, junto a los piadosos: mi presencia los auxilia y pronto descubren todas las
cosas y amorosamente apaciguan al Padre, y le dan gracias con alabanzas y tiernos himnos
ceremoniales. Y, antes de entregar el cuerpo a la justa muerte, llegan a detestar los sentidos, pues
ya saben cuales son sus obras. Más aún, Yo, la Mente, no consentiré que triunfen las obras del
cuerpo y su violencia: como guardián de las puertas impediré el ingreso de los actos malos y
disolutos, cortaré las fantasías.
23 En cuanto a los insensatos, malos, perversos, envidiosos, arrogantes, asesinos e impíos, me
quedaré lejos de ellos y daré paso al genio vengador, el que aplica al hombre la parte más viva
del fuego y cae sobre él por los sentidos, y lo fortalece aún más para que realice obras impías, de
forma que le quepa en suerte un castigo íntegro, pues no deja de apetecer sin fin y de guerrear
insaciable, y lo tortura y le aumenta el fuego hasta la máxima plenitud.
24 - Qué bién mes has enseñado todas las cosas como yo quería, oh Mente! Pero dime ahora
¿cómo es el regreso hacia arriba?
- Primero, me dijo Poimandres, al descomponerse el cuerpo material lo entregas a la
transformación, y tu figura humana deja de manifestarse.
Entregas al genio tu personalidad ya inactiva, y los sentidos corporales remontan a sus fuentes en
cuyas partes se transforman y de nuevo vuelven a confundirse con las energías. La agresividad y
el deseo van a la naturaleza irracional.
25 Y así, de ahora en más, el hombre comienza a subir por la estructura: en la primera esfera deja
la energía de aumentar y decrecer; en la segunda la industriosidad para el mal, dolo ya inactivo;
en la tercera, el deseo, fraude ya inactivo; en la cuarta la ostentación del mando, ya sin ambición;
en la quinta la osadía profana y la presuntuosa temeridad; en la sexta las ansias perversas de la
riqueza, ya sin actividad; y en la séptima esfera la tramposa mentira.
26 Entonces, desnudo de las obras de la estructura, entra en la naturaleza ogdoádica, dueño de su propia fuerza, y canta himnos con los seres al Padre. Entonces todos los que presencian su
llegada se regocijan con él, y, ya igual a sus compañeros, alcanza a oir a las potencias superiores
a la naturaleza ogdoádica que con voz dulce y peregrina cantan himnos al Dios. Entonces, en
buen orden, suben hacia el Padre y, entregados a las potencias y ellos mismos hechos potencias,
se transforman en dios. Porque tal es el buen fin de los que poseen el conocimiento: divinizarse.
- ¿Qué esperas pues? como heredero de todas estas cosas ¿no te harás conductor de los dignos de
forma que por tí sean liberados por dios?
27 Habiendo dicho estas cosas, ante mis ojos, Poimandres se mezcló con las potencias. Y
mientras yo daba gracias y dirigía mis alabanzas al Padre del Todo, me dejó Poimandres cargado
de poder e instruído sobre la naturaleza y la visión divina del Todo. Y comencé a anunciar a los
hombres la hermosura de la piedad y del conocimiento:- ¡Oh pueblos! ¡Vosotros, hombres
nacidos de la tierra, entregados a la embriaguez, al sueño y a la ignorancia del Dios: volved a la
sobriedad, suspended la borrachera, pues estáis hechizados de un sueño irracional!.
28 Los que habiendome oído vinieron a mí, y les dije:- ¿Qué pasa con vosotros, oh hombres
nacidos de la tierra! ¡Os habéis entregado a la muerte cuando se os ha concedido el poder de la
inmortalidad? ¡Reflexionad, vosotros, que hacéis camino con el error y habéis llegado a convivir
con la ignoracia! ¡Alejaos de la luz tenebrosa, y abandonando la ruina, compartid la
inmortalidad!
29 Entonces unos se marcharon, después de chancearse a mis costas, estando como estaban
entregados al sendero de la muerte, pero otros me pedían que los instruyera arrojándose a mis
piés: pero hice que se levantaran y, puesto en conductor de la raza, enseñaba la palabra, cómo y
de qué manera serían liberados, y sembraba en ellos las palabras de la sabiduría, y los alimentaba
con el agua de ambrosía.
Llegada la tarde, cuando la luz del sol comenzaba a desvanecerse por completo, los llamé a dar
gracias al Dios, y cumplida la acción de gracias, cada uno se fué a dormir a su lecho.
30 Por mi parte, gravé en mi alma los beneficios que me hiciera Poimandres, y lleno de la
plenitud que había deseado, me sentí colmado de alegría, porque el sueño del cuerpo se había
transformado en vigilia del alma, la ceguera de la vista en visión auténtica, el silencio en preñéz
del bien y la palabra en divulgación de bienes.
Cosas que realmente ocurrieron porque acepté recibir de mi Mente, es decir, de Poimandres, el
Nombre del Poder Supremo . Llegué a ser soplo divino de la verdad. Por éso, con toda mi alma y
con todas mis fuerzas ofrezco este elógio al Padre Dios:
31 Santo es el Dios y Padre de la totalidad.
Santo es el Dios cuya Voluntad se cumple en sus propias Potencias.
Santo es el Dios que quiso que lo conocieran y que es conocido por los suyos.
Eres santo, Tú, fundador de todas las creaturas por el Nombre.
Eres santo, Tú, cuya imagen la entera Naturaleza ofrece.
Eres santo, Tú, de quién la Naturaleza no pudo reproducir la forma.
Eres santo, poderosísimo más que todas las Potencias.
Eres santo, superior a cualquier superexcelencia.
Eres santo, mejor que todas las alabanzas.
Recibe las puras ofrendas racionales del alma y del corazón tendidos hacia Tí, inefable,
impronunciable, Tú, que sólo puedes ser nombrado por el silencio.
32 Te suplico no decaiga el conocimiento que corresponde a nuestra naturaleza humana:
acuérdame lo que pido y lléname de fortaleza, y con esta gracia iluminaré a los de mi raza que
están en la ignorancia, a mis hermanos, tus hijos.
Sí, acepto y soy testigo: voy a Vida y Luz.
Bendito seas, padre.
Tu hombre quiere colaborar en tu obra santificadora, puesto que le concediste todos los poderes.
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TRATADO II
DE HERMES A TAT, DISCURSO UNIVERSAL
(tratado perdido)

1- Todo lo que se mueve, oh Asclepio, ¿No es verdad que se mueve en algo y es movido por
algo?
- Mas bien que sí.
- ¿Y no es necesario también que aquello en lo que se mueve el móvil sea más grande que él?
- Necesario, sí.
- ¿Y el motor, o sea lo que lo mueve, es más fuerte que lo movido?
- Más fuerte, claro.
- ¿Y no es necesario que sean de naturalezas opuestas aquello en lo que se mueve el móvil y el
móvil mismo?
- Absolutamente sí.
2- ¿Y este universo no es más grande que cualquier cuerpo?
- De acuerdo.
- ¿Y es pleno y compacto ? porque está lleno de muchos otros grandes cuerpos o, mas bien, de
todos los cuerpos que existen.
- Así es.
- El universo ¿es un cuerpo?
- Sí.
- ¿Y se mueve?
3- Mas bien que sí.
- ¿Y de qué tamaño ha de ser el lugar en donde se mueve y de qué naturaleza? ¿No ha de ser
mucho más grande a fin de que puede contener su continuo movimiento y no sea oprimido el
móvil por la estrechez del espacio y se detenga?
- Debe ser algo inmensísimo, oh Trismegisto!.
4- ¿Y cuál será su naturaleza? La opuesta ¿no es así Asclepio? Ahora bien, la naturaleza opuesta
al cuerpo es lo incorporal.
- De acuerdo.
- El lugar pues será incorporal, pero lo incorporal o es algo divino o es el Dios. Por "algo divino"
no quiero decir aquí algo que haya pasado por la generación sino algo nunca engendrado.
5 Si decimos algo divino, tendrá que ser de la naturaleza de un ser, pero si ponemos el Dios será
trascendental al ser. Y además será inteligible de la siguiente manera: El Dios es lo primero que
nosotros entendemos, bien que no lo sea en sí mismo.
(Pues lo que puede entenderse pasa por los sentidos del que entiende, por donde el Dios en sí
mismo no es objeto de pensamiento. En el Dios, el pensamiento coincide con lo pensado.
6 Pero en nosotros no es así, por eso sólo pensamos en él, pero no lo alcanzamos en sí mismo.)
Por lo tanto, si pensamos en el lugar, no lo hacemos en cuanto es un dios, sino en cuanto lo
pensamos como lugar. Pero si lo pensamos como un dios, no lo pensamos como un lugar, sino
como la energía capaz de contener al Todo. Todo lo que se mueve no lo hace en algo que se
mueve sino en lo que está quieto: y también lo que mueve está quieto, porque es imposible que el motor se mueva juntamente con lo que mueve.
- Pero entonces, oh Trismegisto, ¿cómo es posible que aquí abajo los cosas que se mueven lo
hacen juntamente con sus motores? Porque se dice que las esferas de las estrellas errantes son
movidas por las esferas de las estrellas fijas.
- No se trata allí, oh Asclepio, de un movimiento conjunto, sino de un movimiento opuesto: no se
mueven en forma similar sino en forma contraria. Y esta oposición tiene como apoyo un punto
fijo que equilibra los movimientos.
7 En consecuencia, la resistencia de ese punto es quietud. Por tanto las estrellas errantes se
mueven en forma contraria a las fijas .... Y no es posible de otra manera. Porque ¿acaso las dos
Osas que tu ves que giran siempre en torno de un mismo punto y no tienen ocaso ni levante,
piensas que se mueven o están quietas?
- ¡Se mueven, oh Trismegisto!.
- Y ¿con qué movimiento, oh Asclepio!
- Girando alrededor del mismo punto.
- Ahora bien, orbitar sobre un centro es moverse alrededor de un punto firmemente inmóvil. Por
consiguiente "alrededor de un punto" excluye ... De allí que el movimiento contrario se detiene
en un punto fijo permaneciendo estacionario por la contrariedad del movimiento.
8 Te daré un ejemplo de la Tierra palpable a simple vista: Observa cómo nadan los animales
mortales, por ejemplo el hombre. El agua lo arrastra en dirección de la corriente, pero por la
resistencia de piés y manos el hombre logra quedarse quieto y no ser arrastrado por la corriente.
- Este ejemplo es muy claro, Trismegisto!
- Todo movimiento pues se mueve en algo inmóvil y es movido por algo inmóvil. Así pues el
movimiento del mundo y de todo ser vivo material no se realiza a partir de algo exterior al
cuerpo, sino por causa interior y hacia afuera, es decir por los elementos inteligibles, sea que se
trate del alma, del espíritu u otro elemento incorporal. Porque un cuerpo no mueve a un cuerpo
animado, ni tampoco a ningún cuerpo, ni siquiera animado.
9- ¿Qué dices, Trismegisto? ¿No son cuerpos lo que mueven los maderas, las piedras y todas las
demás cosas inanimadas?
- De ninguna manera, Asclepio: Lo que está dentro del cuerpo motor es lo inanimado, el cuerpo
mismo no mueve a ambos, ni al que transporta y ni al transportado. Por donde lo inanimado no
mueve a lo inanimado. Mira entonces cuán sobrecargada está el alma que tiene que mover sóla a
dos cuerpos. Es evidente pues que lo que se mueve, se mueve en otra cosa y es movido por otra
cosa.
10- ¿Y es en el vacío que tiene que moverse lo que se mueve, oh Trismegisto?
- Corrígete, Asclepio. No es vacío ninguno de los seres que existen en razón misma de su
realidad: pues lo que es no podría ser lo que es si no estuviera lleno de realidad. Lo real pues
nunca puede llegar a ser vacío.
- Pero ¿no hay cosas vacías, oh Trismegisto, como una jarra, un frasco, un tonel y otras cosas
semejantes?
- Ay! que error terrible! Asclepio, creer que está vacío lo que está totalmente lleno y repleto!
11- ¿Qué dices Trismegisto?
- ¿No es un cuerpo el aire?
- Lo es.
- ¿Y este cuerpo no pasa a través de todos los seres y no los deja completamente llenos? ¿Acaso
los cuerpos no están compuestos por los cuatro elementos? Todas las cosas, que tu llamas vacías,
están llenas de aire: si de aire, también lo están de los cuatro elementos, y así llegamos a lo
contrario de lo que tú decías, pues las cosas que tu llamas llenas todas están vacías de aire, pues
su espacio está ocupado por otros cuerpos que no dejan lugar al aire. Las cosas que tu llamas
vacías deberían llamarse huecas no vacías: llenas están de aire y espíritu.
12 - Lo que tu dices es innegable, Trismegisto. Dime ahora, ¿qué decimos del lugar en donde se
mueve el Todo?
- Que es incorporal, Asclepio.
- Pero lo incorporal ¿que és?
- Una Inteligencia entera que enteramente se contiene, libre de todo cuerpo, infalible, impasible,
inmóvil en sí misma, que contiene todos los seres y los conserva en su ser, cuyos rayos son el
Bien, la Verdad, el arquetipo del Espíritu, el arquetipo del Alma.
- Pero entonces el Dios ¿qué es?
- El que no es ninguna de estas cosas, y además es la causa del ser de todas ellas y de cada uno
de los seres en particular.
13 Porque no dejó ningún espacio al no ser, y todas las cosas provienen de los seres que existen y
no de los que no existen: porque lo inexistente no tiene naturaleza como para llegar a la
existencia ni para llegar a ser nada, y a su vez lo seres que existen no tienen naturaleza para dejar
nunca de ser.
- ¿Qué quieres decir con "nunca dejar de ser"?
- El Dios no es inteligencia, sino la causa de que la inteligencia exista. No es espíritu sino causa
de la existencia del espíritu. No es luz, sino causa de la existencia de la luz. Por donde el Dios
debe ser venerado con esos dos nombres, que sólo a El le pertenecen y a ningún otro. Porque
ninguno de los demás que se llaman dioses, ni ninguno de los hombres ni demonio alguno puede
de manera alguna ser el Bien, sino sólo el Dios, que sólo es el Bien y no es ninguna otra cosa.
Todos los demás seres son incapaces de contener la naturaleza del Bien: cuerpo son y alma, y no
tienen lugar que pueda contener el Bien.
15 Tan grande es la grandeza del Bien como la realidad de todos los seres, corporales e
incorporales, sensibles e inteligibles. He aquí el Bien, he aquí el Dios. No llames bueno a nadie
ni a nada, porque es impío, ni des al Dios ningún otro nombre sino el único del Bien, lo contrario
también es impío.
16 Ciertamente todos pronuncian el nombre del "Bien" pero no todos saben lo que es. Por éso
tampoco saben lo que es el Dios, pero por ignorancia llaman buenos a los dioses y también a los
hombres, cuando ni pueden ser buenos ni pueden jamás llegar a serlo: el Bien es lo que nunca se
puede quitar al Dios y es inseparable de El, porque es el Dios mismo. Todos los demás dioses
son honrados con el nombre de "dios": pero el Dios es el Bien, no porque así se lo honre, sino
por naturaleza. Pues una es la naturaleza del Dios, el Bien, y ambos no son sino una sóla y única
especie, de la que proceden las demás. Porque el Bien es el dador de todo y el que nada recibe. Y
el Dios todo lo da y nada recibe. Por tanto el Dios es el Bien, y el Bien es el Dios.
17 El otro nombre del Dios es el de "el Padre", ahora a causa de que creó todas las cosas: el
padre es el que crea. Así la gente sensata considera a la procreación de los hijos como la mayor
función y la más sagrada, y piensa que es un gran infortunio e impiedad dejar la vida y no dejar
hijos, y justamente un tal es entregado a los genios después de la muerte. Y ved cuál es el
castigo: el alma del que no ha tenido hijos está condenada a entrar en el cuerpo de un ser que no
tiene la naturaleza del varón ni de la mujer, lo que es execrable a los ojos del Sol. Por éso,
Asclepio, guárdate de congratular al hombres sin hijos, más bien ténle piedad sabiendo el castigo
que le espera.
Pues bien, basta por ahora, Asclepio, por lo que respecta a las enseñanzas preliminares sobre la
naturaleza de las cosas.
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Tratado III
Discurso Sagrado de Hermes
1 Gloria de todas las cosas es el Dios, y su ser divino, y su naturaleza divina.
Principio de todos los entes es el Dios,
y de ellos es inteligencia, naturaleza y materia, sabiduría que muestra lo que todas las cosas y
cada una son.
Principio es lo divino, y es naturaleza, energía, necesidad, fin y renovación.
Había pues en el abismo una Tiniebla inconmensurable, y un agua y un espíritu sutil inteligente:
el poder divino los mantenía en el Caos.
Emergió entonces una Luz pura que condensó a los elementos bajo la arena extrayéndolos de la
substancia húmeda,
... y todos los dioses se separaron de la naturaleza plena de semillas.
2 Cuando todas las cosas eran indefinidas y no formadas,
las livianas se separaron hacia arriba,
las pesadas reposaron sobre el fondo de arena húmeda,
y por la acción del fuego todas y cada una de las cosas se iban definiendo, y quedaban
suspendidas a fin de que el espíritu las condujera.
El Cielo se dejó ver en siete círculos, y se mostraron los dioses en forma de astros con todas sus
constelaciones,
y ... (la estructura?) ... quedó organizada con los dioses que había en ella; y el orbe, en su
periferia, giró en redondo en el aire, conducido en su curso circular por el espíritu divino.
3 Cada dios pues realizó lo que era de su competencia, con su propio poder,
y así nacieron las bestias cuadrúpedas y las que reptan,
los animales del agua, las aves,
y toda semilla que germina,
y los tiernos brotes de todas las flores
(pues contenían en sí la razón seminal del germen que renace),
... y las generaciones de los hombres,
para que conozcan las obras divinas y den testimonio de la Naturaleza proveedora de energía,
para que la muchedumbre humana tome conocimiento de las cosas buenas y domine sobre todas
las cosas bajo el cielo,
para que crezcan en crecimiento y se multipliquen en multitudes,
y se obren los portentos de los que toda alma en la carne es capaz,
por el curso de los dioses cíclicos ...,
Para que se investigue en el cielo y por el curso de los dioses celestes las obras de los dioses,
y las obras de la energía de la Naturaleza ...,
a fin de que descubran las señales de los bienes,
y conozcan el poder divino,
y que los agitados individuos sepan lo bueno y lo malo,
y descubran el hermoso arte de fabricar cosas buenas...
4 Comienza entonces para ellos el vivir y el sutilizar,
según el destino que les fuera asignado por los dioses cíclicos,
y el disolverse en lo que quedará,
después de dejar en la tierra grandes obras en recuerdo de su industria.
Obras que se consumen, sí, con el fluir del tiempo,
como todo ser de carne animada y de semilla que da fruto y como toda obra de arte;
... pero lo que decrece se renovará, porque los dioses imponen la Necesidad del Renacer,
y por causa del retorno cíclico de la Naturaleza, que está regido por un número.
Porque lo divino es el conjunto cósmico total renovado por la Naturaleza: porque la misma
Naturaleza reposa en lo divino.
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Tratado IV
De Hermes a Tat: La Crátera o la Mónada.

1 - Dado que el Creador hizo el mundo todo, no con las manos sino por palabra, así pues
piénsalo presente y siempre existente, hacedor de todas las cosas, Uno Unico, como habiendo
por propia voluntad creado los seres.
Porque de verdad son ellos su Cuerpo, intangible, invisible, inconmensurable, más allá de la
dimensión, incomparable con cualquier otro cuerpo; porque no es fuego, ni agua, ni aire, ni
espíritu, sino todas las cosas a partir de él.
Ahora pues, siendo bueno, no sólo para sí quiso ofrecerse este cuerpo y embellecer la tierra,
2 antes bien envió aquí abajo al Hombre como ornamento de este cuerpo divino: ser vivo mortal
ornamento del ser vivo inmortal.
Y si bien el Universo aventaja a los seres vivos en que vive eternamente, el Hombre a su vez le
aventaja por la razón y por la inteligencia.
Contemplador de la obra del Dios vino a ser pues el hombre, y se admiró, y aprendió a conocer
al creador.
3 De la razón ¡oh Tat! el Dios hizo partícipes a todos los hombres, pero no así de la inteligencia:
y no lo ha hecho porque cele del hombre, pues los celos no vienen de lo alto, nacen aquí abajo en
las almas de los hombres que no tienen inteligencia.
- ¿Y porqué, pues, ¡oh Padre!, el Dios no ha dado a todos la inteligencia?
- Porque, hijito mío, quiso ponerla ante las almas como premio del combate.
- ¿Y dónde la puso?
- Envió a la tierra un mar enorme de inteligencia, apostó un heraldo y le mandó proclamar al
corazón de los hombres lo siguiente: "¡Báñate en este mar de la inteligencia tú que eres capaz, tú
que crees que retornarás al que lo envió, tú que sabes para qué has nacido!"
Por consiguiente, todos cuantos aceptaron el mensaje y se bañaron en la inteligencia, todos se
hicieron particípes del conocimiento y llegaron a hombres perfectos, acogedores de la
inteligencia.En cambio todos los que se negaron al mensaje, estos tales son los "racionales", los
que no se procuraron la inteligencia, los que ignoran porqué nacieron y de quién provienen.
5 Los sensaciones de estos hombres son semejantes a los de los animales irracionales, y como su
temperamento es pasión y cólera, son incapaces de admirar las cosas dignas de ver, antes se
dedican a los placeres y a los apetitos corporales, y piensan que para eso han nacido los hombres.
Por el contrario, los que se hicieron partícipes del don del Dios, ¡oh Tat!, éstos, por comparación
de conductas, son inmortales en oposición a aquellos, mortales: abarcan en su propia inteligencia
todas las cosas, las que están en la tierra, las que están en el cielo, y lo que se puede encontrar
más allá del cielo.
Tanto se han elevado a sí mismos que vieron el Bien, y viéndolo consideraron la vida de aquí
abajo como un simple pasatiempo, y, menospreciando todas las cosas corporales e incorporales,
se apresuran hacia el Uno y Unico.
6 Esta es, ¡oh Tat! toda la ciencia de la inteligencia, abundancia de cosas divinas y comprensión
del Dios, pues el mar del que hablamos es divino.
- ¡oh Padre! yo también quiero bañarme en él!
- Pero si primero no odias al cuerpo, ¡oh hijito!, no te puedes bienamar: amándote tendrás la
inteligencia, y poseyéndola participarás también de la ciencia.
- Pero Padre, ¿qué dices?
- Que es imposible, hijito, adherirse a ambas cosas, a las mortales y a las divinas: porque como
hay dos clases de seres, unos corpóreos y otros incorpóreos, en los que reside lo perecedero y lo
divino, al que quiera elegir no le queda sino optar por uno u otro, porque es imposible hacerlo
por los dos, y no quedando sino que elegir, el desechar del uno manifiesta la energía del otro.
7 Ahora bién, el hecho de elegir lo mejor no sólo deifica al hombre que ha optado por la
hermosura sino que además testifica de su religiosidad.
En cambio al escoger lo peor, el hombre se autodestruye, y aunque no sea en sí un falta contra el
Dios, hay una cosa cierta y es que, dejándose arrastrar por la sensualidad física, se pasea por el
mundo a como esos agrupaciones que avanzan en medio de las manifestaciones, y que sin hacer
nada útil no dejan de molestar a los demás.
8 Estando las cosas así, ¡oh Tat!, hemos gozado y siempre gozaremos de las cosas que vienen del
Dios; pero de las cosas que resultan de nosotros que tengan sus consecuencias: la causa de
nuestros males no es el Dios sino nosotros mismos, porque las preferimos a los bienes.
¿Ves pues, hijito mío, cuántos cuerpos necesitamos atravesar, y cuántos coros de genios, y la
sólida cadena de las estructuras y los caminos de los astros, a fin de que nos apresuremos hacia el
Uno y Unico?
Porque inagotable es el Bien, ilimitado e interminable, porque tampoco tiene un comienzo, bien
que para nosotros parece comenzar cuando empezamos a conocerlo.
9 El conocimiento del bien no es causa de su principio, pero el empezar a conocerlo nos sugiere
que recién comienza.
Tomémosnos de su comienzo y caminémoslo entero a prisa.
Porque es un camino lleno de obstáculos el de abandonar lo acostumbrado y lo presente para
regresar a lo antiguo y original.
Lo que vemos nos complace y desconfiamos de lo que no vemos. Pues lo pernicioso es lo más
conspícuo, el Bien, en cambio, es invisible a los ojos. Porque no tiene aspecto ni nada que lo
pueda representar, y en consecuencia, solo se parece a sí mismo y es distinto de todo lo demás:
es imposible que lo corpóreo pueda representar lo incorpóreo.
10 Esta es la diferencia entre lo semejante y lo distinto, y lo que le falta a lo distinto para llegar a
lo semejante.
(... laguna del texto ...)
Por consiguiente, la Unidad, que es principio y raíz de todas las cosas, está en todas las cosas
como raíz y principio. Nada existe sin principio, y el principio no proviene de nadie sino de sí
mismo, porque en efecto es principio de todo lo que existe.
Siendo la Unidad un principio, abarca a todos los números y no es abarcada por ninguno, y
engendra a todos los números y no es engendrada por ninguno de ellos.
11 En efecto, todo lo que ha sido engendrado es imperfecto y divisible, capaz de crecer y
disminuir. Pero nada parecido ocurre con lo perfecto. Lo que aumenta, aumenta gracias a la
Unidad, pues está condenado por su propia debilidad a no poder prescindir de la Unidad.
Esta es, pues, ¡oh Tat!, la imagen del Dios que dibujé para tí de acuerdo a mis posibilidades. Si
con rigor la contemplas y la observas con los ojos del corazón, créeme hijito, encontráras el
camino hacia las cosas superiores. Digamos mejor, será la misma imágen la que te mostrará el
camino.
La contemplación tiene una virtud propia: se apodera de los que han contemplado una vez y se
los atrae a sí, como el imán atrae al hierro.
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Tratado V.
De Hermes a su hijo Tat
Que el Dios, no siendo manifiesto, es lo que más manifestado está.
1 Voy a desarrollar este tema para ti, ¡oh Tat!, para que no te falte la iniciación al Dios que es
superior a todo nombre.
Debes saber que lo que a la mayoría parece inmanifiesto será para ti lo más manifiesto. No
podría ser lo que es si no fuera inmanifiesto: porque todo lo que se ve ha sido engendrado: hubo
un día en que comenzó a manifestarse . En cambio lo inaparente es eterno, y no necesita de la
manifestación. Porque eternamente existe y provoca que todas las demás cosas se manifiesten, es no manifestado, y lo es desde siempre.
Siendo el manifestador de todo, él mismo no se manifiesta, engendra, y no es engendrado, hace
que las cosas se vean, pero no se deja percibir por los sentidos. Pues la representación sensible es
cosa de los seres que han sido engendrados: ya que nacer no es otra cosa sino ser perceptible en
la representación sensible.
2 Por tanto es evidente que el Unico no engendrado es a la vez inimaginable e inmanifiesto, y el
que hace que todas las cosas pasen por la fantasía, él mismo se muestra a través de todas las
cosas y en todas las cosas, y mucho más a aquellos de los cuales quiso dejarse ver.
Tú, pues, ¡hijito mío Tat!, ruega primero al Señor, Padre y Sólo, y no Uno sino por el cual el uno
existe, que te conceda entender al Dios tan inmenso y que permita que sus rayos, aunque no sea
más que uno, ilumine tu inteligencia. Solo la inteligencia ve lo invisible porque ella misma es
invisible.
Cuando seas capaz, se aparecerá, ¡oh Tat! a los ojos de tu inteligencia: no es celoso el Señor y se
deja ver a través de todo el mundo. ¿Acaso puedes ver la inteligencia y tomarla con las manos y
contemplar la imagen del Dios? Y si no puedes ver lo que está en ti ¿cómo podría El, en ti
mismo, dejarse ver a tus ojos?
3 Si lo quieres ver, considera al Sol, piensa en el curso de la Luna, considera el orden de los
astros ¿quién conserva el orden? (Todo orden implica un principio determinante respecto del
número y del lugar).
El Sol, dios supremo de los dioses del cielo, al cual todos los dioses del cielo reverencian como
rey y dinasta, ese mismo Sol, tan inmenso, más grande que la Tierra y el mar, admite encima de
él a sus menores, los orbitantes astros. ¿A quién reverencia, hijo mío, a quién teme? Cada uno de
estos astros que están en el cielo ¿no realizan un curso similar o equivalente? ¿Quién fijó para
cada uno la manera y el tamaño de su giro?
4 Mira la Osa que gira sobre sí misma y que arrastra en su girar a todo el estrellado cielo. ¿Quién
es el dueño de esta máquina? ¿Quién circunscribe al mar en sus límites? ¿Quién asentó la Tierra?
Porque hay alguien, ¡oh Tat!, amo y creador de todas estas cosas. No se conservaría lugar o
número o medida ninguna si no existiera un creador. Porque todo lo que es desorden, vacío y
falta de medida no supone un creador, y aún esto mismo no carece de amo, hijito, porque si lo
que carece de orden es incompleto, todavía posee, esto es, la manera del orden, porque aun así
está bajo el dominio del amo que todavía no le impuso el orden.
5 ¡Ojalá se te concediera tener alas y alzarte por el aire, y allí, en medio del Cielo y de la Tierra,
pudieras ver el corazón de la Tierra, el fluir de las olas del mar, las corrientes de los ríos, el libre
flotar del aire, la agudeza del fuego, la carrera de los astros, la rapidez del Cielo, su girar siempre
sobre el mismo punto! ¡Oh qué panorama feliz, hijo mío, contemplar de una sola vez todas estas
cosas, lo inmóvil en movimiento, y lo inmanifestado manifiesto en su creación! Tal es el orden
del cielo y tal la belleza del orden.
6 Si quieres por otro lado mirar por los seres perecederos que habitan sobre la tierra y en las
profundidades, considera, hijo mío, cómo el hombre es creado en el vientre, examina con
atención la técnica de tal creación y aprende a conocer quién es el creador de esta bella y divina
figura que es el hombre. ¿Quién cinceló la órbita de los ojos? ¿Quién perforó los orificios de la
nariz y de los oídos? ¿Quién abrió la boca? ¿Quién tendió los tendones y los ató? ¿Quién
canaliza por las venas? ¿Quién solidificó los huesos? ¿Quién cubrió la carne de piel? ¿Quién
separó los dedos? ¿Quién aplanó la planta del pié? ¿Quién abrió los conductos? ¿Quién alargó el
bazo? ¿Quién hizo al corazón en forma de pirámide? ¿Quién adaptó el ....? ¿Quién expandió el
hígado? ¿Quién cavó las concavidades del pulmón? ¿Quién creó el ancho espacio del vientre?
¿Quién puso en evidencia las partes más nobles y quién ocultó las vergonzosas?
7 ¡Mira cuántas técnicas para un mismo material y cuántas pinceladas para un mismo diseño, y
todas admirablemente bellas y exactamente conmensuradas, tan diversas unas de otras! ¿Quién
pues ha creado tantas maravillas? ¿Cuál madre y cuál padre sino el Dios inmanifiesto que por su
propia voluntad creó todas las cosas?
8 A nadie se le ocurre que una pintura o una escultura hayan sido hechas sin pintor o sin escultor.
Y esta Creación ¿acaso nació sin Creador? ¡Oh colmo de ceguera, colmo de impiedad, colmo de
irreflexión! No se te ocurra nunca, oh hijo, separar la criatura del Creador ... mas bien y aún más
es más grande que cuanto puede estar implicado en la palabra Dios! Tal es la grandeza del Padre
de todas las cosas: porque El es el único que es Padre y, ser padre, ésa es la actividad que le es
propia.
9 Y si me fuerzas a que diga algo más audaz te diré que la naturaleza del Dios no es otra cosa
que dar a luz y crear todas las cosas, y dado que nada puede venir a la existencia sin el Hacedor,
no puede El existir eternamente si no es creando siempre todas las cosas: las del Cielo, las del
aire, las de la tierra, las que están en las profundidades, en todas las partes del mundo, en la
totalidad del Todo, en lo que respecta al ser y en lo que hace al no ser.
En esta Totalidad nada hay que El no sea. El mismo es las cosas que son y también las cosas que
no son, porque de las cosas que son El hizo que aparecieran, pero a las que no son las conserva
dentro de El.
10 El es el Dios superior a todo nombre, El, el inmanifestado, El, el más manifiesto. Que ve por
la Inteligencia, que es visible a los ojos, que es incorporal, que es muchos cuerpos, o mejor que
es todos los cuerpos. Nada es que El no sea: todo lo que es, todo lo es El también, y por eso es
nombrado con el nombre de todas las cosas, porque, por ser el Padre del Todo, no tiene un
nombre que le sea propio.
¿Quién podría bendecirte más de cuanto Tú mereces o Te corresponda? ¿A dónde miraré para
bendecirte? ¿arriba, abajo, adentro, fuera? No hay ninguna forma, ningún lugar en derredor
Tuyo, ni ninguno en absoluto de todos los seres: todo está en Ti, todo existe por Ti. Todo das y
nada recibes, porque todo lo tienes y nada hay que Tú no poseas.
11 ¿Cuándo te cantaré himnos? No hay época ni tiempo conveniente para Ti. ¿Y sobre qué
asunto Te cantaré? ¿Por las cosas que has hecho o por las que todavía no hiciste? ¿Por las que
has manifestado o por las que tienes ocultas? ¿En razón de qué Te cantaré? ¿Como siendo mi
propio dueño, como teniendo algo propio, como siendo otra cosa? Porque Tú eres lo que soy, lo
que hago, lo que digo. Porque Tú eres Todo y no hay más nada: lo que no es, Tú lo eres. Tú eres
todo lo que ha nacido y todo lo que no ha nacido, Pensador, eres la Inteligencia, Creador, eres el
Padre, Dios en tanto que dador de la energía, Bueno en tanto que Hacedor de todo.
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Tratado VI :
Que en sólo el Dios está el Bien y en ninguna otra parte está.
1 El Bien, oh Asclepio, no está en nadie sino solamente en Dios, o mejor digamos que el Dios
mismo es eternamente el Bien. Siendo así, pues, el Bien será la realidad de todo movimiento y
toda evolución, - pues nada ni nadie está privado de realidad - realidad que, en sí misma, posee
una energía sin carencias y sin excesos, plenísima, provisora, existente además en la raíz de todas
las cosas. Por consiguiente cuando digo que provee el bien entiendo que es buena en todo y
siempre.
Pero ésto no corresponde a nadie sino a sólo el Dios, porque de nada carece, ni lo pervierte el
deseo de poseer, porque no hay cosa alguna de la totalidad que El pueda perder y cuya pérdida lo
entristezca - porque la tristeza es una parte del mal -, ni nada es más fuerte que El ni puede ser su
enemigo - nada puede someterlo a injuria - y nada puede excitar su aprecio ni provocar su
irritación por desobediencia, ni nadie provocarle celos por ser más sabio que El.
2 Nada de esto pertenece a la realidad: ¿qué le queda sino sólo el Bien? Y así como de esta
realidad no se puede decir ninguna otra cosa, así tampoco en todas las demás cosas no se
encontrará el Bien. En efecto en todas las cosas están todas las otras cosas, en las pequeñas y en
las grandes, en cada una y aún en este mismo Viviente, más grande y poderoso que todas.
Todo lo que ha sido engendrado padece, ya que la misma generación es un padecer. Pero allí
donde hay padecer de ninguna manera está el Bien: donde está el Bien no hay lugar para un solo
padecer. Donde está el día no puede estar la noche, ni cuando es de noche puede ser de día: es
imposible que el Bien se halle dentro de la generación, sino sólo en lo inengendrado. Sin
embargo así como a la materia le fue concedido participar de todas las cosas, así también
participó del Bien. Es de esta manera que el mundo se dice bueno, porque el mundo hace todas
las cosas, y es bueno por ése hacer. En cuanto a todas las demás cosas, allí no existe el bien,
porque son pasibles y cambiantes y productoras de seres pasibles.
3 En cuanto al hombre, es una mezcla de bien y de mal: porque cuando el mal no es
excesivamente malo, aquí abajo, es el bien, y el bien, aquí abajo, siempre tiene una parte
pequeñita de mal. Por éso, es imposible que el bien, aquí abajo, esté totalmente libre del mal,
pues el bien, aquí abajo, se maleficia, y si se vuelve malo, deja de ser bueno: dejando de ser
bueno se vuelve malo. Por éso sólo en el Dios existe el Bien, es decir el Dios mismo es el Bien.
En los hombres, ¡oh Asclepio!, sólo se conserva el nombre del Bien, pero de ninguna manera es
tal. Porque es imposible, porque el Bien no cabe en un cuerpo corporal, porque de todas partes
está angustiado por el mal, por penas y sufrimientos, por deseos y cóleras, por la ilusión y la
opinión insensatas. Y el peor de los males, oh Asclepio, es que se confía, aquí abajo, que cada
una de las cosas que hemos nombrado son el más grande bien, cuando son el mal más
insoportable. La avidez es el conductor de todos los males, y la confusión es aquí abajo la falta
del Bien.
4 Pero doy gracias al Dios que, en lo que respecta al conocimiento del Bien, puso en mi
inteligencia el concepto de su imposibilidad en el mundo. El mundo es la plenitud del mal, el
Dios es la plenitud del Bien o el Bien es la plenitud del Dios... Porque a su alrededor, como
realidad, gravitan las cosas bellas, pero la suyas propias se muestran, por así decirlo, mucho más
puras y auténticas. Hablando con osadía, oh Asclepio, la realidad del Dios, si tiene una, es la
Belleza, y es imposible percibir la Belleza y el Bien en las cosas del mundo: todo lo que es
posible de ver son imágenes ilusorias y como bosquejos, pero lo que no cae bajo la vista es la
realidad
......
... de lo Bello y de lo Bueno. Y así como el ojo no puede ver al Dios, así tampoco puede ver lo
Bello y lo Bueno. Porque son partes enteras del Dios, propias sólo de El, particulares,
inseparables, amabilísimas, de las cuales hay que decir o que el Dios las ama o que ellas aman al
Dios.
5 Si puedes comprender al Dios, comprenderás lo Bello y lo Bueno, lo soberanamente luminoso,
lo soberanamente iluminado por el Dios. Porque esa Belleza es incomparable y ese Bien
inimitable, como el mismo Dios. Por tanto en la medida que comprendas al Dios, así
comprenderás lo Bello y lo Bueno. Ambos son incomunicables a los otros seres vivos, porque
son inseparables del Dios. Cuando tu celo te lleve a investigar sobre el Dios, lo harás también
sobre la Belleza. Porque uno es el camino que conduce allí: piedad con conocimiento.
6 De aquí resulta que los que no conocen y no están tampoco en el camino de la piedad, se
atreven a decir que el hombre es bello y bueno, no habiendo contemplado, ni en sueños, lo que es
el Bien, pero, poseídos como están por todos los males, creen que el mal es el bien, y así se
acostumbran insaciablemente al mal, temen que les falte y luchan por todos los medios no sólo
para poseerlo sino aún para acrescentarlo.
Estas cosas, ¡oh Asclepio! son bellas y buenas al sentir de los hombres, y nosotros no podemos
rehuirlas ni odiarlas, porque las necesitamos y no podemos vivir sin ellas.
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Tratado VII.
Que la mayor desgracia es no conocer a Dios
¿A dónde vais ebrios, oh hombres,
que os bebéis tan puro el vino de la ignorancia,
que ya no lo podéis soportar y estáis por vomitarlo?
¡Quedad sobrios, detenéos!
¡Alzad los ojos del corazón, si no todos al menos los que puedan!
Porque el mal de la ignorancia inunda la entera Tierra,
y corrompe al alma aprisionada en el cuerpo,
impidiéndole anclar en el puerto de la libertad.
No os dejéis arrastrar por la impetuosidad del oleaje,
antes,
aprovechando una creciente,
los que podáis,
alcanzad el puerto de la libertad,
anclad allí,
buscad la mano que os guíe a las puertas del conocimiento,
donde está la Luz brillante, libre de toda tiniebla,
donde nadie se emborracha,
sino donde todos, sobrios,
alzan los ojos del corazón hacia Aquel que quiere ser visto.
Porque no se deja oír, ni describir, ni ver con los ojos,
sino con la inteligencia y el corazón.
Pero antes es necesario que desgarres la vestidura que llevas,
el velo de la ignorancia,
el sostén de la maldad,
el cepo de la degradación,
el antro tenebroso,
la muerte viva,
el cadáver sensible,
la tumba que siempre te acompaña,
el ladrón doméstico,
el que por lo que ama, te odia, y por lo que odia, te cela.
Este es el enemigo que revestiste como túnica,
que te estrangula y te arrastra abajo, hacia él,
no sea que alces la mirada y,
contemplando la Belleza de la Verdad y el Bien que allí reside,
comiences a odiar su maldad,
comprendas las trampas que contra ti maquina:
pues atonta el sentido de observación, tan despreciado,
cegándolo con abundante materia,
abundando en innobles voluptuosidades,
para que no escuches las cosas que debes oír
ni mires las cosas que tienes que ver.
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Tratado VIII –
Que nada se destruye y que es un error
llamar destrucción o muerte a los cambios
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1 Corresponde ahora, ¡hijo mío!, enseñarte, por un lado de qué manera el alma es inmortal, y por
otro cuál es la energía que dispone y disuelve el cuerpo. Porque la muerte no tiene nada que ver
con estas cosas: es un concepto elaborado sobre el término "inmortalidad", sea por vaciamiento,
sea por privación del prefijo negativo "in", al decir mortal por inmortal.
Porque la muerte es una destrucción, pero en el mundo nada se destruye. Dado que el mundo es
el segundo dios y el viviente inmortal, es imposible que alguna parte del viviente inmortal venga
a morir. Ahora bien, todas las cosas que están en el mundo son partes del mundo, y mucho más
el hombre, el viviente racional.
2 Porque primero, antes de todos los seres, está Dios, eterno, no nacido, Creador de la Totalidad.
En segundo lugar viene aquel que ha sido engendrado por El, su imagen, por El conservado y
alimentado y dotado de inmortalidad, y que, como procedente de un padre eterno, vive siempre y
es inmortal. Porque "vivir siempre" difiere de "eterno": porque lo eterno no fue engendrado por
otro, y si fue engendrado lo fue por sí mismo. Nunca fue engendrado, pero siempre engendra lo
que es eterno. El Todo no es eterno, pero el Padre mismo del Todo sí. El mundo fue engendrado
inmortal por el Padre 3 y todo lo que tenía materia quedó bajo su dominio.
El Padre creó el Todo como un cuerpo, y al darle volumen lo hizo a semejanza de una esfera, y le
concedió este atributo de la inmortalidad, siendo la misma materia inmortal, poseedora
eternamente de la inmortalidad.
3 Más aún, el Padre, diseminando la variedad de las especies en la esfera, allí las encerró como
en un antro, pues quería otorgar la belleza de su propia abundancia en forma de una diversidad
completa.
En torno de todo el Cuerpo puso a la inmortalidad, de manera que aún si la materia quisiera
abandonar la disposición del Cuerpo, no pudiera disolverse en la desorganización a la cual tiende
por naturaleza. Porque la materia, hijito, era desorganización cuando todavía no estaba
conformada en cuerpos. Y sin embargo, aquí abajo, conserva aún un desorden restringido a las
otras variedades menores: la facultad de aumentar, y la de disminuir que los hombres llaman
muerte.
4 Pues el desorden ocurre con respecto a los vivientes terrestres: los cuerpos del Cielo, en
cambio, poseen un orden propio, que les fue asignado por el Padre desde el principio, orden que
se conserva sin disolución por el retorno de cada uno a su punto de partida. El retorno al origen
de los cuerpos terrestres es la disposición de la disolución, es decir, la disolución es un retorno a
los cuerpos indisolubles, a saber, los inmortales. Y es así como se produce pérdida del sentido,
pero nunca destrucción de los cuerpos.
5 El tercer Viviente es el Hombre, engendrado a imagen del Mundo, único, de acuerdo a la
voluntad del Padre, de todos los vivientes terrestres, a poseer la inteligencia, y que así no sólo
está unido al segundo dios por similitud y concordancia, sino también al primero, por recibir de
El la inteligencia. Por éso a aquél lo percibe como cuerpo por los sentidos, a éste lo acoge por la
inteligencia, aprehendiéndolo como Incorporal y inteligencia, el Bien.
- Entonces este Viviente ¿no se destruye?
- Corrígete, hijito, y entiende qué es dios, qué es mundo, qué es viviente inmortal, qué es viviente
disoluble, y comprende que el Mundo ha sido hecho por el Dios y en el Dios, el Hombre por el
Mundo y en el Mundo, siendo el Dios principio y envoltura y disposición de todas las cosas.
-
Tratado IX
Sobre el entender y el sentir.

1- Ayer, oh Asclepio, te di el "Discurso Perfecto". Hoy considero conveniente continuar con la
exposición del tema de la sensación.
Sensación e inteligencia, según la opinión común, difieren en que la primera es material y la
segunda esencial. Según mi opinión, ambas, y me refiero a los hombres, están unificadas sin
distinción entre sí. En los demás seres vivos, la sensación está unida a la naturaleza, en los
hombres lo está la inteligencia.
2- Asi pues, la sensación y la inteligencia, entrelazadas, confluyen en el hombre, pues para poder
pensar se requiere de ambas, sensación e inteligencia.
Pero ¿no se podría pensar en una intelección sin el concurso de la sensación, como cuando en
sueños imaginamos visiones?
A mí me parece, que, nacidas ambas energías en la visión del sueño, se despiertan precisamente
por la sensación, y una parte de la sensación va al cuerpo y otra al alma, y cuando ambas partes
de la sensación concuerdan entre sí, se expresa nuevamente el pensamiento, parido por la
inteligencia.
3- Porque la inteligencia dá a luz todos los pensamientos: buenos cuando es de Dios de quien
recibe la semilla, y contrarios, cuando de alguno de los genios. Porque no hay lugar en el mundo
que carezca de genio, genio que iluminado como lo está por Dios, sobreacaeciendo, siembra la
semilla de su propia energía, y la inteligencia da a luz lo sembrado, adulterios, homicidios,
castigos a los padres, saqueos de templos, impiedades, muertes por ahorcamiento o arrojo en
desempeñaderos, y las otras muchas cosas que son obras de lo genios.
4- Las semillas, de Dios en cambio son pocas en número, pero grandes, bellas y buenas: virtud,
prudencia, piedad. La piedad es el conocimiento de Dios, y el que descubre el conocimiento,
pleno de todos los bienes, posee los pensamientos divinos, que nada tienen que ver con los de la
multitud. Por eso, los que viven en el conocimiento no agradan a la multitud, ni la multitud se
complace en ellos. Los tiene por locos, se mofan de ellos, se los odia y se los desprecia, y quizá
tal vez los maten. Porque, como he dicho, la maldad habita aquí abajo como en su propia casa: su
casa es la Tierra (no el mundo como algunos dirán por blasfemia). Pero ciertamente el hombre
piadoso que tiene conciencia de su conocimiento, todo lo soporta. Para un hombre tal, todas las
cosas son buenas, aún las que para otros son malas: en medio de las asechanzas, refiere todo al
conocimiento, y sin ayuda de nadie transforma el mal en bien.
5- Vuelvo al tema de la sensación. Es propio del hombre pues que sensación y inteligencia estén
íntimamente unidas. Pero como antes dije no todo hombre goza del entender, porque hay un
hombre material y un hombre esencial. El material, está con la maldad, posee, como dije, la
semilla de la inteligencia de los genios, el otro, liberado por Dios, está por su esencia con el bien.
Porque Dios, Creador de todas las cosas, al crearlas, hace a todas a su semejanza, pero habiendo
sido hechas buenas difieren en el uso que hacen de su energía. Porque el movimiento cósmico,
en su ir rozando, crea las cualidades de las criaturas, unas desfiguradas por la maldad, otras
purificadas por el bien, porque el mundo, ¡oh Asclepio!, tiene también su sensación y su
intelección propias, no como las humanas, ni multiformes, pero en verdad más fuertes y simples.
6- El sentir y el entender del mundo es un sólo: hacer todas las cosas y deshacerlas en ellas
mismas, siendo como es instrumento de la voluntad de Dios y habiendo sido hecho
verdaderamente como un instrumento, depósito de todas las semillas, crea en sí mismo todas las
cosas activamente, y disolviéndolas las renueva, y, a través de la disolución, como buen
agricultor de la vida, les otorga, llevándolas, la renovación por la transformación. Ninguna cosa
hay que el mundo no engendre con vida, portándolas a todas, siendo a la vez el lugar y el creador
de la Vida.
7- Ahora bien, todo los cuerpos están hechos de materia, pero diversamente: unos de tierra, otros
de agua, unos de aire, otros de fuego: todos son compuestos, con fórmulas más o menos
complejas. Los más complejos son los más pesados, los más simples los más livianos. Es la
velocidad del movimiento del mundo la que obra la diversidad cualitativa de las criaturas.
Porque el soplo del mundo, en rápida sucesión de tonos, ofrece la diversidad de las criaturas, y
después no hay sino un solo Todo plenitud de la Vida.
8- En verdad, Dios es el Padre del mundo, el mundo los es de las cosas que están en el mundo,
porque el mundo es el hijo de Dios, y las cosas que están en el mundo, del mundo salieron. Y
con derecho se dice que el mundo es un cosmos, pues organiza y embellece todas las cosas en la
diversidad de la creación, por la continuidad de la vida, la actividad incansable, la rapidez de la
necesidad, la disposición de los elementos y el buen orden de todo lo que nace. Por éso,
necesariamente y con propiedad, el mundo merece ser llamado "cosmos".
La sensación y la intelección, en todos los seres vivos, vienen y entran desde afuera, como una
brisa de alrededor, pero el mundo, poseyéndolas de una sóla vez al nacer, las recibó de Dios.
9- Por otro lado, Dios no carece de sensación ni de intelección, como algunos pensaron: es por
superstición que blasfeman. Todas las cosas que son, oh Asclepio, están en Dios, producidas por
Dios y pendientes de lo alto. Algunas actúan por el cuerpo, unas mueven por la substancia
anímica, otras dan la vida por el soplo, otras acojen a lo que ha muerto, y así es verdaderamente.
Más aún, afirmo que el mundo no contiene a las cosas, pero, para dejar clara la verdad, el mundo
es todas las cosas, no se las agrega desde afuera, las da de sí mismo afuera, y tal es la sensación y
la intelección de Dios, mover siempre todas las cosas, y nunca jamás ocurrirá que nada de lo que
existe pueda ser abandonado: y cuando digo "de lo que existe" quiero decir "de Dios", porque
Dios contiene todo lo que existe, y nada está fuera de El, ni El está fuera de nada.
10- Todas estas cosas, oh Asclepio, si tienes entendimiento, las tendrás por verdaderas, pero si
no entiendes te serán increíbles. Porque creer es entender, descreer es no entender. Porque la
razón no se acerca a la verdad, pero la inteligencia es poderosa, y, una vez conducida por la
razón hasta las puertas, tiene la capacidad de acercarse a la verdad. En tonces abrazando con la
intelección todas las cosas y viendo que están de acuerdo con lo que la razón explica, cree y
descansa en esta bella fé. Para quienes pues, por Dios, entendieron las cosas dichas, las hallarán
creíbles, pero los que no las entendieron las descreerán.
Terminan aquí las cosas que queríamos decir sobre la sensación y la intelección.
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Tratado X
De Hermes Trismegisto: La Llave.
1- Asclepio, fue a ti a quien ayer dedicamos nuestra lección. La de hoy justo es dedicarla a Tat
ya que no es más que un resumen de las Lecciones Generales que con él charlamos.
Pues bien, Dios Padre, oh Tat, tiene la misma naturaleza, o más bien la misma acción que el
Bien. Pues el término "Naturaleza" corresponde a "crecer", "brotar", y se aplica a las cosas que
se modifican y se mueven ... y no se mueven, esto es a las divinas y humanas, a las cuales
pertenece. En otro lugar, leccionamos sobre temas divinos y humanos, sobre los que hay que
seguir elucubrando.
2- Ahora bien, la acción del Dios es su buen querer, y su naturaleza querer que todo exista. ¿Qué
otra cosa no es el Dios y Padre y el Bien sino la existencia de todas las cosas que todavía no son
y, por cierto, la realidad misma de las que son? Esto es Dios, ésto es el Padre, ésto es el Bien, y
no le corresponde ninguna otra cosa. Aunque el Mundo mismo y el Sol mismo son también
Padre de los seres participados, no son causa del bien de los seres vivos ni de la Vida de igual
manera. Y si lo fueran, lo serían absolutamente por la necesidad que les impone la Voluntad
Buena, sin la cual nada puede existir o nacer.
3- Un padre es la causa de la siembra y la subsistencia de sus hijos por el impulso del Bien que
recibió del Sol, porque el creador es el Bien: el crear no puede hallarse en nadie sino solamente
en él, que nada recibe y quiere que todo sea. Pero no quiero decir, oh Tat, "el que hace" porque
un tal a veces deja de hacer, en el sentido que algunas veces hace y otras no, de cuánto hace o de
qué hace, algunas veces haciendo cuantas o tales cosas, otras haciendo las contrarias: Dios es el
Padre y el Bien de todas las cosas que existen.
4- Y así es en verdad para quien puede ver. Porque ésto es lo que Dios quiere ser y es, y que sea
su atributo, o más bien su propia realidad. Porque todas las demás cosas existen por El, y propio
del Bien es que se lo reconozca como el Bien, oh Tat.
- ¡Oh Padre, nos has dejado repletos de una buena y bella visión, y poco falta para que la mirada
de mi inteligencia caiga reverente ante tal divina visión!
- Pero no como los rayos inflamados del Sol que hieren la vista con su luz y obligan a cerrar los
ojos, no es así la visión del Bien: por el contrario, ilumina y tanto más cuanto más puede el que
es capaz de acoger el influjo de este resplandor espiritual, que es más intenso en su amplitud que
los rayos del Sol, pero que no daña, y desborda de inmortalidad de todo tipo.
5- Los que pueden beber de ella un poco más, frecuentemente se adormecen, y pasan de lo
corporal a estarse gozando de esta bellísima visión, como Urano y Cronos, nuestros ancestros.
- ¡Ojalá que también nosotros pudiéramos, oh Padre!
- Ojalá, hijito. Por ahora sin embargo aún somos débiles para tal visión, y aún nos faltan las
fuerzas para abrir los ojos de la inteligencia y contemplar la hermosura de aquel Bien,
¡hermosura imperecedera, incomprensible! Entonces la verás, cuando ya nada tengas que decir
de ella, porque el conocerla es un silencio divino y un reposo absoluto de todos los sentidos.
6- Ni por consiguiente puede ya nada percibir el que la percibe, ni otra cosa contemplar el que la
contempla, ni escuchar ninguna otra cosa, ni poder siquiera mover el cuerpo. Porque pierde
conciencia de las sensaciones y aún de los movimientos del cuerpo, y así quédase quieto.
Inundada de luz la inteligencia y resplandecida el alma entera la saca del cuerpo, y transforma
todo el ser en la realidad. Porque es imposible, hijito mío, que, por haber contemplado la
hermosura del Bien, el alma sea divinizada estando en el cuerpo de un hombre.
7 - ¿Qué quieres decir por "ser divinizado", oh padre?
- Toda alma separada, hijito, se transforma.
- De nuevo ¿qué quieres decir por "separada"?
- ¿No escuchaste en las "Lecciones Generales" que del Alma Una del Todo salieron todas las
almas que ruedan desparramadas por todo el mundo? Pues bien, estas mismas almas pasan por
muchas transformaciones, unas para mejor, otras para peor. Porque las de reptiles se transforman
en animales acuáticos, las acuáticas en terrestres, las terrestres en aves, las aéreas en hombres, y
las de los hombres finalmente gozan del principio de inmortalidad de transformarse en genios y
entrar después en el coro de los dioses. Porque hay dos coros de dioses, los errantes y los fijos.
8- ¡Tal es la gloria y el honor perfectísimos del alma! Pero si el alma que entró en un hombre se
mantiene en la maldad, no goza de la inmortalidad ni participa del Bien, antes, refluye hacia atrás
y retrocede por el camino que conduce hasta los reptiles: tal es la pena del alma perversa.
La perversión del alma es la ignorancia: porque el alma, cuando no conoce nada de los seres, ni
de su naturaleza, ni tampoco del Bien, ciega total, sufre el combate que contra ella levantan las
pasiones del cuerpo, y, desgraciada, ignorándose a sí misma, sirve de esclava a cosas que le son
ajenas y corruptas, y carga el cuerpo como un pesado fardo, no se gobierna sino que es
gobernada. Tal es la perversión del alma.
9- Por el contrario, la fuerza del alma es el conocimiento, porque el que conoce es bueno y
piadoso y ya divino.
-¿Quién es éste, oh padre?
- El que no habla mucho ni escucha a muchas cosas, pues el que disputa ambigüedades y escucha
novelerías, hijito, pelea con las sombras. Porque a Dios y Padre y al Bien no se lo dice ni se lo
escucha. Y siendo así las cosas, es verdad que todos tienen los sentidos, porque sin ellos no se
podría vivir, pero el conocimiento difiere en mucho de los sentidos. Pues la sensación se produce
a partir de lo que la influye, mas el conocimiento es la perfección de la ciencia, ciencia que es un
don del Dios.
10- Pues toda ciencia es incorporal, ya que utiliza como órgano la inteligencia, como la
inteligencia a su vez el cuerpo. Dos cosas pues dependen del cuerpo, las espirituales y las
materiales. Todo pues tiene que consistir a partir de la oposición y la contrariedad, y es imposible
que sea de otra manera.
- ¿Y entonces quién es el dios material que vemos?
- El mundo que vemos es hermoso, pero no es bueno, porque es material y fácilmente pasible,
primero de todos los pasibles, segundo en los seres, incompleto. Pues ciertamente comenzó una
vez, y existe para siempre, está en transformación y siempre es engendrado, y es el
transformador de la cualidad y la cantidad. Porque se mueve, y todo movimiento material es
transformación.
11 La inmovilidad inteligible pone en marcha el movimiento de la materia de la manera
siguiente. Puesto que el cosmos es una esfera, es decir una cabeza, y que por encima de la cabeza
no hay nada material, así como tampoco por debajo de los pies tampoco hay nada inteligible sino
que todo es material, y puesto que el intelecto es la cabeza, la cual se mueve de modo circular, es
decir con el movimiento propio de ella, todas las cosas que están ligadas a la membrana de esa
cabeza, en la cual se encuentra el alma, son por naturaleza inmortales: y como el cuerpo ha sido
hecho, por así decirlo, en el alma, tienen asimismo más de alma que de cuerpo. Todas las cosas
que están alejadas de la membrana son mortales, porque tienen más cuerpo que alma. Así todo
viviente, está compuesto de lo material y de lo inteligible como el propio universo.
12 El cosmos es pues el primero. En cuanto al hombre, segundo viviente después del cosmos,
pero primero de los mortales, posee en común con los demás vivientes el principio de animación;
por otro lado, no es ya solamente no–bueno, sino que incluso es malo en tanto que mortal. El
cosmos, él, es no–bueno en tanto que móvil, pero es no–malo en tanto que inmortal. El hombre,
al contrario, es doblemente malo: en tanto que móvil y en tanto que mortal.
13 El alma del hombre es conducida del modo que sigue. El intelecto está en el discurso de la
razón, la razón en el alma, el alma en el hálito vital: en fin, el hálito vital pasando a través de las
venas, las arterias y la sangre, pone en movimiento el viviente, y puede decirse en una cierta
medida que lo porta.
(Es por ello que algunos piensan que el alma es la sangre, pero se equivocan sobre su naturaleza:
no saben que es necesario primero que el hálito vital se haya retirado en el alma, después que la
sangre se haya coagulado, y entonces que, habiéndose vaciado las venas y las arterias, ello haga
perecer el viviente. Y es en eso que consiste la muerte del cuerpo.)
14 Todo el universo está suspendido de un único Principio, y este Principio depende él mismo
del Uno y Solo. El Principio, en cuanto a él, está en movimiento, para que a su vez sea principio,
en tanto que el Uno sólo permanece estable, no es movido. Hay pues esos tres seres, Dios –Padre
y Bien–, el cosmos, y el hombre. El cosmos es contenido por Dios, el hombre por el cosmos. El
cosmos es hijo de Dios, el hombre es hijo del cosmos, nieto por así decir de Dios.
15 Dios no ignora al hombre, al contrario lo conoce perfectamente bien y quiere ser conocido por
él. Sólo eso es saludable para el hombre: el conocimiento de Dios. Es eso lo que es el ascenso al
Olimpo. Así solamente un alma puede convertirse en buena.
…y no permanece siempre buena, sino que se convierte en mala por necesidad.– ¿Cómo dices
eso, Trismegisto? – Considera el alma de un niño, hijo mío: cuando todavía no le ha ocurrido el
estar separada de su verdadero ser y el cuerpo al cual pertenece no tiene aún más que un pequeño
volumen y no ha alcanzado su pleno desarrollo, ¡qué bella es por cualquier lado que se la mire,
en este momento donde no ha sido todavía manchada por las pasiones del cuerpo y se halla casi
suspendida del Alma del mundo! Mas cuando el cuerpo ha alcanzado su tamaño y ha arrancado y
atraído el alma a lo bajo hacia las pesadeces corporales, el alma, habiéndose separado de su
verdadero ser, alumbra el olvido: entonces ya no tiene parte en lo bello y bueno; el olvido es el
que la vuelve mala.
16 La misma cosa ocurre a los que salen del cuerpo. Habiéndose remontado el alma hacia su
verdadero ser, el hálito vital se contrae en la sangre, el alma en el hálito, y el intelecto, después
de haberse purificado de sus envolturas pues es divino por naturaleza, y luego de haber recibido
un cuerpo de fuego, recorre todo el espacio, habiendo abandonado el alma al juicio y veredicto
que ella amerite. – ¿Cómo dices eso, padre? ¿Quieres que el intelecto se separe del alma y el
alma del hálito, cuando decías que el alma es la envoltura del intelecto y el hálito vital la
envoltura del alma?
17 – Aquél que escucha, hijo mío, no debe hacerse sino una misma inteligencia y un mismo
aliento con aquél que habla, y tener el oído más presto que la voz del que habla. El ensamblaje
de esas envolturas, hijo mío, no se produce sino en un cuerpo de tierra. Porque le es imposible al
intelecto instalarse completamente desnudo, tal cual es según su esencia, en un cuerpo de tierra.
Porque ni el cuerpo de tierra es capaz de llevar una inmortalidad tan grande, ni una virtud tan
poderosa puede sufrir que se le adhiera, piel a piel, un cuerpo perecedero. El intelecto, pues, ha
tomado al alma como envoltura; y el alma, que es en cierto modo ella misma divina, utiliza a su
vez al hálito como servidor, en tanto que el hálito por su parte gobierna al viviente.
18 Cuando el intelecto se ha separado pues del cuerpo de tierra, inmediatamente se reviste con la
túnica que le es propia, la túnica de fuego, que no podía conservar cuando vino a establecerse en
el cuerpo terrestre (pues la tierra no puede llevar el fuego: basta con una pequeña chispa para que
toda comience a arder, y he ahí por qué el agua se halla alrededor de toda la tierra como barrera y
muro de defensa contra la llama del fuego). El intelecto pues, siendo el más penetrante de todos
los conceptos divinos, posee también por cuerpo el más penetrante de todos los elementos, el
fuego. Y como el intelecto es el hacedor de todos los seres, es el fuego el que toma como
instrumento de su fabricación. El Intelecto del Todo es el hacedor de todos los seres, el intelecto
del hombre hace solamente los de la tierra. Porque, despojado como está de su vestimenta de
fuego, el intelecto que habita en los hombres es incapaz de hacer los seres divinos, ya que su
habitación le impone la condición humana.
19 En cuanto al alma humana –no toda alma a decir verdad, sino aquella que es reverente–, es en
cierto modo espiritual y divina. Un alma tal entonces, cuando se separa del cuerpo tras haber
luchado el combate de la recta conciencia (este combate consiste en conocer lo divino y no hacer
daño a ninguno de los hombres), se vuelve toda entera Intelecto. El alma impía permanece por el
contrario en el nivel de su propia naturaleza, castigándose ella misma, y buscando un nuevo
cuerpo de tierra en el cual pueda entrar, pero un cuerpo humano: porque ningún otro cuerpo
podría contener un alma humana, y el orden divino prohibe que un alma humana vaya a caer en
el cuerpo de un animal sin razón. Es en efecto una ley de Dios que el alma humana sea protegida
contra tan gran ultraje.
20 – ¿Pero entonces, padre, cómo es castigada el alma humana? – ¿Hay acaso un mayor castigo
para el alma humana, hijo, que la inconciencia? ¿Qué fuego hace una llama tan grande como la
inconciencia? ¿Qué bestia es tan devoradora, a efecto de mutilar un cuerpo, como la irreverencia
mutila al alma misma? ¿No ves los suplicios que soporta el alma impía cuando pide socorro y
exclama: "Me consumo, estoy en llamas: ¿qué decir? ¿qué hacer? no lo sé. Soy devorada,
desgraciada, por los males que me poseen. Ya no veo, no oigo ya". ¿No son esos los gritos de un
alma a la que se castiga? ¿O bien vas a creer, hijo mío, tu también, según la opinión vulgar, que
el alma es tras su salida del cuerpo convertida en bestia, lo que es un gravísimo error?
21 He aquí, en efecto, cual es el castigo del alma. Es el orden establecido que el intelecto, una
vez convertido en espíritu, reciba un cuerpo de fuego para ser puesto al servicio de Dios, y que,
habiéndose introducido en el alma impía, la flagele con los látigos reservados a los pecadores,
bajo cuyos golpes el alma impía se precipita en los crímenes, ultrajes, calumnias y violencias de
todo tipo, instrumentos de las injusticias humanas. Por el contrario, cuando el intelecto ha
entrado en el alma recta, la guía hacia la luz del conocimiento, y el alma así favorecida no se
cansa nunca de cantar a Dios, ni de derramar sus bendiciones sobre todos los hombres mediante
toda clase de beneficios en actos y en palabras, a imitación de su Padre.
22 Así que tú también, hijo mío, cuando das gracias a Dios, debes orarle para obtener un buen
"intelecto". Luego es así que el alma puede pasar a un cuerpo superior: pero es imposible que
pase a uno inferior. Hay una comunión entre las almas: las almas de los dioses entran en
comunión con las de los hombres, las de los hombres en comunión con las de los seres sin razón.
Los seres superiores cuidan de los seres inferiores, los dioses de los hombres, los hombres de los
animales sin razón, Dios de todos: porque él es superior a todos y todos son inferiores a él. El
cosmos está pues sometido a Dios, el hombre al cosmos, los seres sin razón al hombre: Dios, él,
está por encima de todos los seres y vela sobre todos. Las energías son como los rayos de Dios,
las fuerzas de la naturaleza como los rayos del cosmos, las artes y las ciencias como los rayos del
hombre. Las energías actúan a través del cosmos y alcanzan al hombre por los canales físicos del
mundo; las fuerzas de la naturaleza actúan por medio de los elementos, los hombres a través de
las artes y las ciencias.
23 Y tal es el gobierno del Todo, gobierno que depende de la naturaleza del Uno y que penetra
por todas partes mediante el solo Intelecto. Nada hay en efecto más divino y más activo que el
Intelecto, nada más apto para unir los hombres a los dioses y los dioses a los hombres. El
Intelecto es el Espíritu del Bien ("Agatho Daimon").Feliz el alma que ha sido colmada por
completo con este Intelecto, infortunada la que está totalmente vacía de él.
– ¿Qué quieres decir todavía con ello, padre? – ¿Crees tú, hijo mío, que toda alma posee el
Intelecto, quiero decir el del Bien? Pues es de él que estamos hablando y no de ese intelecto
servidor, del que hemos hablado antes, el cual es enviado abajo por la Justicia.
24 Efectivamente, sin Intelecto, el alma "no puede ni decir nada ni hacer nada."A menudo
sucede, en efecto, que el Intelecto vuela fuera del alma, y, en esos momentos, al alma no ve, ni
entiende, sino que semeja un animal sin razón: ¡tan grande es la potencia del Intelecto! Por otra
parte el Intelecto no puede soportar un alma entorpecida, antes bien abandona un alma así atada
al cuerpo y por él sofocada aquí abajo. Un alma así, hijo mío, no posee el Intelecto: por eso ni
siquiera debe llamarse "hombre" a un ser así. Porque el hombre es un viviente divino, que debe
ser comparado no al resto de los vivientes terrestres, sino a los de lo alto, en el cielo, a los que se
llama dioses. O antes bien, si hay que atreverse a decir la verdad, es por encima aún de esos
dioses que está establecido el hombre realmente hombre o, al menos, hay completa igualdad de
poder entre los unos y los otros.
25 En efecto ninguno de los dioses celestes abandonará la frontera del cielo y descenderá sobre
la tierra. El hombre, al contrario, se eleva incluso hasta el propio cielo, y lo mide, y sabe lo que
en el cielo está en alto, lo que está abajo, y aprende todo el resto con exactitud, y, suprema
maravilla, no tiene siquiera necesidad de abandonar la tierra para establecerse arriba ¡tan lejos se
extiende su poder! Preciso es entonces atreverse a decirlo: el hombre terrestre es un dios mortal,
el dios celeste un hombre inmortal. Es entonces por intermedio de esa pareja, cosmos y hombre,
que todas las cosas existen, si bien todas han sido producidas por el Uno.
.
Tratado XI
La Inteligencia a Hermes
1 Retiene la lección con firmeza, oh Hermes Trismegisto, y conserva en tu memoria lo que digo,
porque no dudaré en decirte lo que hay en mí.
- A pesar de que tantos han dicho tantas y tan diferentes cosas referentes al Todo y a Dios, sin
embargo no llegué a la verdad. Tú pues, Soberano Señor, esclaréceme sobre el tema, porque
confío en que Tú, solo Tú, querrás manifestarme la verdad.
2 - Atiende, hijito, lo que hay de Dios y del Todo.
Dios, el Siglo, el Mundo, el Tiempo, la Transformación.
Dios creó al Siglo, el Siglo al Mundo, el Mundo el Tiempo, el Tiempo a la Transformación.
La realidad de Dios, por así decir, es el Bien, la Hermosura, la Felicidad, la Sabiduría; la realidad
del Siglo es la identidad, la del Mundo el orden, la del Tiempo el cambio, la de la
Transformación la vida y la muerte.
La energía de Dios es Inteligencia y Alma, la del Siglo es permanencia e inmortalidad, la del
Mundo ir y volver del punto de partida a la máxima oposición , la del Tiempo crecer y menguar,
la de la Transformación la cualidad.
Por consiguiente, el Siglo está en Dios, el Mundo en el Siglo, el Tiempo en el Mundo, la
Transformación en el Tiempo, y es así como el Siglo permanece estable alrededor del Dios, el
Mundo se mueve en el Siglo, el Tiempo pasa en el Mundo, y la transformación evoluciona en el
Tiempo.
3 Por consiguiente, la fuente de todas las cosas es Dios, realidad de las cosas es el Siglo, su
materia es el Mundo.
El Poder de Dios es el Siglo, la obra del Siglo es el Mundo, que nunca comenzó pero es
engendrado eternamente por el Siglo. Por donde el Mundo no perecerá jamás - el Siglo es
inmortal - ni nunca será destruido nada de lo que hay en el Mundo: el Mundo está rodeado
totalmente por el Siglo.
- ¿Y qué es la sabiduría de Dios?
- El Bien y la Hermosura y Felicidad y la virtud total y el Siglo. El Siglo pues creó al mundo con
orden y belleza poniendo inmortalidad y permanencia en la materia.
4 En efecto pues la generación de la materia depende del Siglo, así como el Siglo a su vez de
Dios.
La transformación y el tiempo están en el Cielo y en la Tierra, pero tienen naturaleza distintas: en
el Cielo sin cambios e indestructibles, en la Tierra con cambio y destrucción .
Y Dios es el alma del Siglo, el Siglo del Mundo, el Cielo de la Tierra, y Dios está en la
inteligencia, la inteligencia en el alma, el alma en la materia.
Todas las cosas a través del Siglo.
Y a todo este inmenso Cuerpo en el que están todos los cuerpos, un Alma plena de Inteligencia
lo llena por adentro y lo envuelve por fuera, vivificando el Todo: por fuera a este Viviente
enorme y perfecto, el Mundo, por dentro a todos los seres vivos, y arriba, en el Cielo, permanece
siempre idéntica a sí misma, y abajo, en la Tierra, produce los cambios de la transformación.
5 El Siglo es quien mantiene todo unido por medio de la Necesidad o de la Providencia o por
cualquier otra cosa que se pueda pensar hoy o mañana. Y todo es actividad de Dios, energía de
Dios, poder insuperable, con la cual nada se puede comparar, ni humano ni divino.
Por eso, Hermes, nunca pienses que algo pueda asemejarse a Dios, ni las cosas de arriba ni las de
abajo, porque te alejarás de la verdad, porque nada es igual al Distinto, Único y Uno.
Y no se te ocurra que pueda a compartir su Poder con nada ni con nadie. ¿Quién si no El sería
creador de vida, inmortalidad o transformación? y El ¿qué otra cosa haría sino crear?
Porque Dios no está inactivo, de lo contrario todo estaría inactivo, y todas las cosas están llenas
de Dios. Pero nada nunca en el mundo está inactivo, ni en ninguna otra parte. Porque inactividad
es una palabra vana respecto del creador y respecto de lo que viene a la existencia.
Es necesario que todo llegue a la existencia, siempre y apropiadamente en cada lugar. El Creador
está en todas las cosas, no determinado a alguna, no Creador para alguna, sino de todas las cosas.
Siendo un poder siempre activante no está sometido a ninguna de sus criaturas, sino ellas a El.
Contempla por mí el mundo que se ofrece a tus ojos y considera atentamente su hermosura :
cuerpo sin mancha, cuya vejez nadie supera, pero que en todo y siempre está en pleno vigor,
joven y siempre más lozano!
Mira también la jerarquía de los siete cielos, bellamente creada en un orden eterno y cumpliendo
los siglos en cursos diferentes. Todo está lleno de luz sin haber fuego en ningún lado: pues la
amistad y la combinación de los opuestos y de los disímiles se hizo luz, y brillan sobre nosotros
por la energía de Dios generador de todo bien y jefe y conductor del orden entero de los siete
cielos.
Mira la Luna, precursora de todos, órgano de la Naturaleza, transformadora de la materia aquí
abajo. Mira la Tierra en el medio del Todo, colocada como cimiento del bello mundo, nutricia y
nodriza de todos los seres terrestres.
Contempla también cuán inmensa es la multitud de los vivientes inmortales y de los mortales, y,
mediadora entre ellos, inmortales y mortales, la Luna rondando su ronda!
8 Todo pues está lleno de alma y todos se mueven, unos circulando el Cielo, otros sobre la
Tierra, y los que van hacia la derecha no lo hacen a la izquierda, ni los de la izquierda a la
derecha, ni los superiores descienden, ni los inferiores ascienden.
Y que todos estos seres hayan nacido, no necesitas, Hermes, aprenderlo de mí, porque son
cuerpos y tienen alma y se mueven. Y no puede ser que todos converjan hacia uno sin un
congregante. Es necesario que tal Congregador exista y que sea Uno.
9 Pues como tienen muchos movimientos y distintas direcciones y sin embargo una sóla es la
velocidad total que les ha sido fijada, es imposible que tengan dos o más creadores. No se
mantendría un único orden entre muchos. Entre varios surgiría el celo por quién es el mejor.
Y te digo: si uno fuera el creador de los seres vivos cambiantes y mortales querría también serlo
de los inmortales, y los mismo el de los inmortales querría serlo de los mortales. Y supón que
fueran dos: siendo como es una la materia y una el alma ¿quién sería el que lleve adelante la
creación? Y si les correspondiera a ambos ¿para quién la parte mejor?
10 Piensa entonces que todo cuerpo vivo está compuesto de materia y alma, tanto el inmortal
como el mortal y el irracional.
Porque todos los seres vivos están animados, y los que no tienen vida a su vez son materia que
existe por sí misma, y el alma igualmente, causa de la vida suplente del Creador, subsiste por sí
misma
¿Cómo pues también los otros seres vivos mortales de los mortales... ¿Cómo el inmortal Creador
de la inmortalidad no crearía todo lo que corresponde a los seres vivos?
11 Por tanto es evidente que hay alguien creador de todo esto y manifiesto también que es Uno.
Porque una es el Alma, una la Vida y una la Materia.
¿Quién es pues el creador? ¿Quién otro sino Dios Uno? ¿A quién otro convendría crear los seres
vivos animados sino al Dios único? Por consiguiente, Uno es Dios. Es ridículísimo que si has
reconocido que el mundo existe desde siempre uno, y que el Sol es uno y la Luna una y la
naturaleza divina una ¿ahora quieres que Dios sean muchos?
12 Por consiguiente el mismo Dios creó las cosas todas. ¿No es terriblemente ridículo que te
parezca una enormidad que Dios creara la Vida, el Alma, la Inmortalidad y la Transformación
cuando tú mismo puedes hacer tantas cosas diferentes?
Porque tú miras, hablas, escuchas, hueles, tocas, caminas, piensas y respiras, y no es uno el que
ve, otro el que escucha, otro el que habla, distinto el que toca, distinto el que huele, distinto el
que camina, y en fin distinto el que piensa y distinto el que respira, sino que es uno sólo el que
hace todo. Tampoco pues es posible que aquellas cosas queden excluidas de Dios. Pues así como
si dejas de actuar dejas de vivir, así también si Dios dejara de hacer aquellas cosas dejaría de ser
Dios, lo que es un impío decir.
13 Si ha quedado demostrado lo que no puedes dejar de ser ¿cuánto más Dios? Si hubiera alguna
cosa que El no creara, y es impío decirlo, sería imperfecto. Y si nunca está inactivo es perfecto y
por tanto Creador de todo.
Por poco me concedas lo que te estoy diciendo, oh Hermes, fácilmente entenderás que la obra de
Dios es una sóla: que todas las cosas lleguen a la existencia, las que existen, las que una vez
existieron o las que existirán. Esto es lo que es la Vida, ¡oh amadísimo!, ésto es la Hermosura,
ésto es el Bien, ésto es Dios.
14 Si quieres entender por tus propio obrar, observa lo que ocurre cuando tú quieres engendrar.
Aunque tiene poca semejanza con Aquel que ciertamente no goza ni tiene cooperador alguno.
Como trabaja por sí mismo a solas, es siempre inmanente a la obra y él mismo es lo que hace.
Si estuvieran fuera de El, todas las cosas se desplomarían, y necesariamente todo perecería, por
ya no tener más vida. Pero como todo tiene vida y como la Vida es también una, Uno es
ciertamente Dios. Y una vez más, como todo tiene vida, lo que está en el Cielo y lo que está en la
Tierra, Una es en todo y por todo la Vida, que nace de Dios y ella misma es dios.
Todas las cosas pues son engendradas por Dios, y la Vida es la unión de la Inteligencia y el
Alma. Con respecto a la muerte, no es destrucción de lo que estaba unido, sino pérdida de la
unidad.
15 Así pues el Siglo es imagen de Dios, el Mundo del Siglo, el Sol del Mundo, el Hombre del
Sol.
En cuanto a la transformación, la llaman muerte porque el cuerpo se destruye, mientras que la
vida se retira a lo no manifestado. Los seres se destruyen así, oh amadísimo Hermes, y el mundo
- los supersticiosos creen que se destruye - pero yo digo que se transforma al pasar sus partes ,
día a día, a lo no manifestado, pero nunca que se destruya.
Y ésto es la posibilidad del Mundo, transformación y ocultamiento de astros, y transformación
que es rotar, y ocultamiento que es renovarse .
16 El Mundo pues posee todas las formas, no porque las contenga adentro, sino porque las
transforma en sí mismo. Si decimos que el Mundo posee todas las formas ¿qué diremos del que
lo ha creado? ¡No diremos por cierto que carezca de forma! Y por otro lado si poseyera todas las
formas sería igual al Mundo. ¿Diremos entonces que tiene una sola forma? Entonces sería
inferior al Mundo.
¿Qué diremos entonces que es para no llevar el raciocinio a un callejón sin salida? Porque nada
puede quedar así en lo que entendemos acerca de Dios. Dios pues tiene una sola figura - si es que
le correspondería tener figura - que no se ofrece a los ojos, incorporal, y revela todas las cosas
por los cuerpos.
17 Y no te maravilles de que exista una figura incorporal. Existe sí, como la figura de la palabra,
y como en las pinturas con montañas que se alzan con relieves profundos, aunque en la realidad
son lisas y planas.
Pero piensa ahora lo que estamos diciendo de una manera más audaz, aunque más verdadera: así
como el hombre no puede vivir sin vida, así tampoco puede Dios dejar de hacer el bien. Mover y
vivificar todas las cosas, éso es el vivir y el moverse de Dios.
18 Algunos de los términos dichos deben aceptarse con una interpretación especial.
Considera lo siguiente: "Todos los seres están en Dios". No significa que estén en un lugar -
porque el lugar también es un cuerpo y lo que está en un lugar no se mueve -. Hay otra forma de
estar como es en la imaginación incorporal.
Considera al que contiene a todos los seres y entiende que nada puede delimitar lo incorporal, ni
nada es más veloz ni más potente que él. Al contrario, lo incorporal es más indelimitado, más
veloz y más potente que todo lo demás.
19 Piensa por ti mismo de la siguiente manera. Manda a tu alma que se traslade a la India y antes
que termines de hacerlo ya estará allí. Mándale enseguida que se traslade al Océano y en seguida,
veloz, ya estará allí, y no porque haya pasado de un lugar a otro, sino como hallándose ya allí.
Dile que se alce hasta el Cielo y no necesitará de alas. Nada la puede detener, ni el fuego del Sol,
ni el éter, ni las revoluciones del Cielo, ni los cuerpos de los demás astros, sino que atravesando
todas las cosas subirá volando hasta el último de los cuerpos del Cielo.
Y si quisieras, serías capaz aún de rasgar el orbe del mundo y contemplar lo que hay allí afuera -
si es que hay un "afuera" del mundo -, tú lo puedes.
20 ¡Mira qué poder, qué velocidad posees! Y si tú puedes todas estas cosas ¿no lo podrá Dios?
Entiende a Dios de este modo, contiene en sí mismo a todas las cosas como pensamientos, al
Mundo, a Sí mismo, al Todo.
Por lo tanto si no te igualas a Dios no podrás entenderlo. Porque el semejante sólo conoce al
semejante. Crece hasta la grandeza incomparable, de un salto pasa todos los cuerpos, supera
todos los tiempos y hazte Siglo, y entenderás a Dios.
Considera que para ti nada es imposible, considérate inmortal y capaz de entenderlo todo, todo
arte, toda ciencia, el carácter de todo ser vivo. Sube más alto que cualquier altura, baja más
hondo que cualquier profundidad.
Siente y encierra en ti mismo las sensaciones de todo lo creado, del fuego, del agua, de lo seco y
de lo húmedo, piensa que estás en todas partes, en la tierra, en el mar, en el cielo, que todavía no
has nacido, que estás en el vientre, que eres joven, que eres viejo, que estás muerto, que estás
más allá de la muerte.
Si comprendes todo ésto con la inteligencia al mismo tiempo, tiempos, lugares, cosas,
cualidades, cantidades, podrás entender a Dios.
21 Pero si encierras el alma en el cuerpo, si te abates y dices: "No entiendo nada, no puedo nada,
me asusta el mar, no puedo subir hasta el cielo, no sé lo que he sido, no sé lo que seré" ¿qué
puede haber entre ti y Dios?
No podrás entender nada bello ni bueno si te enternece tu cuerpo y eres perverso. La mayor
maldad es ignorar lo divino.
Por el contrario ser capaz de conocer, haber querido y esperado, son el camino que en línea recta
y fácilmente conduce al bien.
Cuando estés en camino, vendrá a ti en cualquier lugar, se dejará ver por ti en todas partes, aún
donde y cuando no lo esperes, estés despierto o estés dormido, navegando o caminado, de noche
o de día, cuando estés hablando y cuando estés en silencio: nada existe que El no sea o donde El
no esté.
22 ¿Vas a decirme ahora que "Dios es invisible"? Corríjete. ¿Qué hay de más manifiesto que El?
Por eso hizo todas las cosas, para que lo veas por ellas. Este es el Bien de Dios, éste su
maravilloso poder: manifestarse a sí mismo en todas las cosas. Porque nada es invisible, ni
siquiera lo incorporal. La inteligencia se ve al pensar, y Dios cuando crea.
Mis revelaciones para ti aquí terminan, oh Trismegisto. Todo lo que falta considéralo tú mismo
de la misma manera y no quedarás decepcionado.
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Tratado XII
De Hermes Trimegisto a Tat
Sobre la inteligencia común.

1 La Inteligencia, oh Tat, proviene de la realidad misma de Dios, si se puede hablar de una
realidad divina; y en cuanto a que solo Dios mismo se conoce exactamente. La Inteligencia pues
no está separada de la realidad de Dios, sino como si se desplegara de ella, como la luz se
despliega del Sol.
Por otro lado, la Inteligencia en los hombres es un dios, y por éso algunos hombres son dioses, y
su humanidad está muy cerca de la divinidad. Por ésto el Buen Genio llamó inmortales a los
dioses, y a los hombres dioses mortales. En los animales irracionales la inteligencia es la
naturaleza.
2 Dondequiera hay alma hay inteligencia, como también dondequiera hay vida hay alma. En los
animales irracionales el alma es vida desprovista de inteligencia, y a su vez la inteligencia es un
beneficio acordado a las almas de los hombres, porque las dirije hacia el bién.
En los seres irracionales la inteligencia coopera con la naturaleza particular de cada uno de ellos,
mientras que en los hombres resiste a la naturaleza. Dolor y placer pervierten al alma no bien
entrada en un cuerpo, y el cuerpo, compuesto, es como un caldo donde el dolor y el placer
hierven juntos, y donde el alma se sumerje y ahoga.
3 Cuando las almas pues se dejan conducir por la inteligencia, ésta las ilumina con su luz y actúa
en contra de sus pretensiones. Como el buen médico hace sufrir al cuerpo enfermo quemando y
cortando, de igual manera la inteligencia entristece al alma arrancándola del placer del que nacen
todas sus enfermedades.
La enfermedad mayor del alma es negarse al Dios, la siguiente es la opiniabilidad, causa de todos
los males y de ningún bién. La inteligencia pues, al contrariar la enfermedad, procura el bien del
alma, como el médico la salud del cuerpo.
4 Por otra parte, todas las almas humanas que no lograron que la inteligencia las guíe, sufren la
vida de los animales irracionales, pues la inteligencia las ayuda a que se consoliden las pasiones
a las que las arrastra el ímpetu de sus antojos lanzados a lo irracional.
Como animales irracionales obedecen sin razón a sus cóleras y sin razón no se cansan de desear
ni se hastían de los vicios. Por éso el instinto colérico y la pasión del deseo son los vicios
máximos. Estas son las almas a las que Dios impuso la Ley como verdugo y para convencerlas
del mal.
5 - Entonces, oh padre, la doctrina de la fatalidad que recientemente me enseñaste corre peligro
de destruirse. Porque si el Destino manda absolutamente que éste o aquel comentan adulterio o
sacrilegio u otro crimen ¿serán castigados si lo han cometido por fuerza fatal?
- Todo es obra del Destino, hijito, y sin él nada habría en el mundo corporal, nada de bueno ni de
malo. Está dictado por el Destino que al que hace el bien le correspondan las consecuencias, y
por éso él actúa, para recibir lo que recibe porque así actuó.
6 Es suficiente por ahora lo que hemos dicho sobre el mal y el Destino. Hemos hablado ya sobre
el tema en otro lugar.
Ahora estamos tratando sobre la Inteligencia, el alcance de su poder, qué distintos efectos
produce en un tipo determinado de seres humanos, y de qué manera diferente obra con respecto a los animales irracionales.
E insistamos que en cada uno de aquellos, los racionales, produce sus buenos efectos de maneras
completamente diferentes según la forma distinta como calma la ira y el deseo, pues hay que
tener en cuenta que unos obran guiados por la razón y otros como brutos: todos los hombres
están sometidos al Destino, tanto al nacer como en los cambios que se suceden en la vida.
7 Y todos los hombres padecen las consecuencias que les marca el Destino a sus actos: pero en
forma diferente a los demás los que obran según razón, de los que dijimos que la inteligencia los
conduce, pues las sufren, bien que hayan abandonado la maldad y no sean malos.
- Pero padre ¿qué dices ahora? ¿Es que no es malo el adúltero, el homicida y todos los demás?
- No es así, hijito, el hombre de razón, no habiendo cometido adulterio sufrirá las consecuencias
del adúltero, no habiendo matado sufrirá las del asesino: es imposible sustraerse de las
condiciones que impone la vida como tampoco de las del nacimiento; de la maldad, en cambio,
puede salvarse el que posee la inteligencia.
8 Por éso yo siempre escuché decir al Buen Genio - que si hubiera dejado todo por escrito hubría
hecho un gran servicio a la humanidad, porque solamente él, hijito, en pura verdad, como dios
primero engendrado y habiendo contemplado todas las cosas, profería enseñanzas divinas -, le
escuché, decía, decir cierta vez que " Todo es Uno y aún más los seres inteligibles, y que vivimos
por el Poder, la Energía y el Siglo, y que su Inteligencia, que es también su íntimo ser, es buena
".
Siendo esto así, por tanto la Inteligencia carece de dimensión espacial, y por consiguiente la
Inteligencia, que comanda todas las cosas y que es el ser íntimo de Dios, tiene el poder de hacer
lo que quiere y como quiere.
9 Por tu parte reflexiona y aplica esta enseñanza a la cuestión que me hacías antes, me refiero
acerca del Destino de la Inteligencia. Si dejas de lado, hijito mío, el vano espíritu de
controversia, descubrirás que en realidad la Inteligencia, el ser íntimo de Dios, prevalece sobre
todas las cosas, sobre el Destino, la Ley y todo lo demás, y que nada le es imposible, ni poner a
un alma humana más allá del Destino, ni, si ha sido negligente como suele ocurrir, someterla al
Destino.
Pero ya he contado sufiencemente los magníficos dichos del Buen Genio.
- ¡Y son palabras divinas, oh padre, y verdaderas y útiles! Pero explícame todavía lo siguiente:
Dijiste que la Inteligencia en los animales irracionales opera como naturaleza colaborando con
sus impulsos. Ahora bién, los impulsos de los animales irracionales, supongo, son pasiones. Por
tanto, si la Inteligencia colabora con los impulsos y los impulsos son pasiones, ¿Es entonces la
Inteligencia una pasión, dado que actúa con las pasiones?
- Bien dicho, hijito, digna pregunta, y es justo que la responda.
11 Todos los incorporales, hijito, que están en un cuerpo son pasibles, y, hablando con
propiedad, son en sí mismos pasiones. Pues todo motor es incorporal, todo móvil es cuerpo, y los
incorporales se mueven y son movidos por la Inteligencia, y el movimiento es una pasión.
Por consiguiente uno y otro padecen, el motor y el móvil, el uno porque impulsa, el otro porque
es impulsado.
Lo que está separado del cuerpo, se separa también de la pasión. Y más bien digamos, hijito, que
nada es impasible, todo es sujeto de pasión.
Difiere la pasión de ser sujeto de pasión, una es actividad, lo otro pasividad.
Ahora bien los cuerpos también por sí mismos son activos, porque o están quietos o se mueven,
y en ambos casos hay pasión. Los incorporales a su vez están siempre activos y por ello son
también sujetos de pasión. No dejes que esta terminología te confunda: acción y pasión son la
misma cosa, y no hay porqué incomodarse de utilizar el término más conveniente.
- ¡Oh padre, te has manifestado soberbiamente!
- Atiende ahora a ésto, hijito, porque hay dos cosas que Dios otorgó al hombre con excepción de
todos los demás animales mortales: la inteligencia y la razón, que es lo mismo que decir la
inmortalidad. (Tienen también el don de hablar). Si pues el hombre usa ambas cosas para los
fines que corresponden, en nada diferirá de los inmortales. Antes bién, una vez salido del cuerpo,
ambas le mostrarán el camino hacia el coro de los dioses y de los benditos.
13- Los demás seres vivos ¿no gozan de la palabra racional, oh padre?
No, hijito, sólo tienen voces. Palabra y voz difieren por completo. La palabra es la misma para
todos los hombres, en cambio cada raza animal tiene su grito propio.
- Pero los hombres, oh padre, de acuerdo al pueblo a que pertenecen ¿no usan palabras
diferentes?
- Distintas, sí, hijito, pero uno es el Hombre y por tanto uno es también el lenguaje. Se traduce de
una lengua a otra, pero al final se descubre que es lo mismo en egipcio, en persa o en griego.
Me parece, hijito, que ignoras toda la fuerza y la grandeza de la palabra racional. El Buen Genio,
bendito dios, ha dicho que " el alma está en el cuerpo, la inteligencia en el alma, la palabra o
razón en la inteligencia, Dios pues Padre de todos ellos. "
14 Por tanto, la razón es imágen y sentido de Dios, y el cuerpo lo es de la figura, y la figura lo es
del alma. Lo más sutil de la materia es el aire, lo más sutil del aire es el alma, lo más sutil del
alma es la inteligencia, lo más sutil de la Inteligencia es Dios. Y Dios rodea y penetra todas las
cosas, la inteligencia rodea al alma, el alma al aire y el aire a la materia.
La Necesidad, la Providencia y la Naturaleza son órganos del bello orden y de la organización de
la materia.
Y cada uno de los seres espirituales tiene su propia realidad, realidad que en ellos es la identidad.
En cambio, cada uno de los seres corporales del Todo es una pluralidad: en efecto, los cuerpos
compuestos también poseen la identidad que en ellos consiste en su permanente trasmutarse unos
en otros, y así conservan una identidad invariable.
15 Además, de todos los cuerpos compuestos en general, cada uno posee un número propio,
porque sin número es imposible que se produzca ni combinación, ni composición ni disolución:
son las unidades las que engendran al número y lo acrecientan, y las que a su vez cuando se
disuelve lo reciben en ellas, pero la materia permanece una.
Este Mundo íntegro y total, este gran dios imagen del Dios mayor, que permanece unido a El y
conserva con El el Orden y la Voluntad del Padre, es la Plenitud de la Vida, y no hay nada en el
Mundo, a lo largo de la duración del retorno al punto de partida deseado por el Padre, ni en su
totalidad ni en ninguna de sus partes, que no esté vivo. Nunca jamás ha habido, ni hay, ni habrá
nada muerto en el Mundo. Vivo quiso el Padre que fuera mientras se mantenga unido, y por éso
necesariamente es un dios.
16 ¿Cómo sería posible, oh hijito, que en este dios, en la imagen del Padre, en lo que es la
Plenitud de la Vida hubiera algo muerto? Porque muerte es corrupción, y corrupción
aniquilación. ¿Cómo sería posible que una parte del incorruptible se corrompiera o que se
destruya algo de este dios?
- Entonces, padre mío, los seres vivos que están en el Mundo y son sus partes ¿no mueren?
- Corríjete, hijito, porque te confunde la terminología del tema transformación. No mueren,
hijito, pero como buenos cuerpos compuestos se disuelven. La disolución no es muerte, sino
disolución de la mixtura. Se disuelven pero no se aniquilan, de forma que vengan a renovarse.
¿Qué es la energía de la vida? ¿No es movimiento? Pero ¿puede haber algo inmóvil en el
Mundo? Nada, hijito.
17- Pero padre ¿no te parece que al menos la Tierra está quieta?
- No, hijito, sino que ella misma, solitaria, se mueve de muchas maneras y permanece estable.
¿Hay cosa más ridícula que pretender que sea inmóvil la nodriza de todos los seres, la que los
hace nacer y los engendra? Es imposible que sin movimiento el que hace nacer dé a luz lo que
sea que nace. Es muy absurdo que te preguntes si es inerte el cuarto elemento, porque no
moverse, para un cuerpo, equivale a ser inerte.
18 Considera con certeza, hijo mío, que todo, absolutamente todo lo que hay en el Mundo está en
movimiento, sea para disminuir, sea para aumentar, y lo que se mueve está vivo, porque nada
obliga a que todo ser vivo sea siempre el mismo.
Por consiguiente, hijito, el Mundo, como totalidad, no sufre cambios, y al mismo tiempo, todas
sus partes se transforman, sin que nada perezca o se aniquile.
Los términos son los que nos desconciertan. Porque nacer no es vivir sino en nuestra percepción,
y la transformación no es muerte, sino en nuestro olvido. Siendo así lo que decimos y en
consecuencia, todo es imperecedero, Materia, Vida, Espíritu, Alma, Inteligencia, de lo que todas
las cosas consisten.
19 Por lo mismo, todo viviente es inmortal, y por encima de todos el Hombre, porque es capaz
de recibir a Dios y porque es capaz de entrar en la realidad de Dios.
Porque Dios sólo conversa con este ser vivo, de noche en sueños, de día por símbolos, y por todo
tipo de medios le predice el porvenir, por las aves, por las entrañas, por inspiración, por la encina
. Por donde el hombre se confía en interpretar el pasado, el presente y el porvenir.
20 Y observa esto, hijito, que cada animal en particular vive habitualmente en una parte del
mundo: los acuáticos en el agua, los terrestres en la tierra, los volátiles en el aire. El hombre
encambio se sirve de todos, tierra, aire, agua, fuego, y al cielo mismo lo mira y con él se
relaciona por la percepción.
Por su parte, Dios envuelve y penetra todas las cosas, porque es Energía y Poder. Por lo demás,
hijito, no es nada difícil entender al Dios.
21 Y si lo quieres ver, mira la organización del Mundo y el bello ordenamiento de la
organización. Observa la Necesidad en las cosas manifiestas y la Providencia en lo que ocurrió y
en lo que ocurre. Mira la materia grávida toda de vida. Considera este dios inmenso en
movimiento con todas las cosas buenas y bellas que contiene, dioses, genios y hombres.
- Pero estas cosas, padre, son energías.
- Pongamos, hijito, que todo es energía, pero ¿quién es el que energiza? ¿Otro dios? ¿No ves que
así como son partes del Mundo cielo, agua, tierra y aire, de la misma manera son sus miembros
vida, inmortalidad, destino , necesidad, providencia, naturaleza, alma y inteligencia, y es la
permanencia de todas estas cosas lo que llamamos Bien? Y no hay ninguna cosa del presente o
del pasado donde Dios no esté.
22- ¿En la materia también, oh padre?
- Si la materia, hijito, estuviera separada de lo divino ¿qué lugar le asignarías? Mientras no haya
recibido la energía ¿qué otra cosa crees que es sino una aglomeración confusa? Pero si es
activada ¿por quién lo es? Porque hemos dicho que las energias son partes de Dios.
¿Quién les da la vida a los seres vivos? ¿Quién la inmortalidad a los inmortales? ¿Quién
transforma a los que se transforman? Si tú nombras la materia o un cuerpo o una substancia,
estás hablando de energías mismas de Dios, la materialidad es energía de la materia, la
corporeidad de los cuerpos, la subtancialidad de la sustancia: porque éso es Dios, el Todo.
23 Y en el Todo no hay nada que El no sea. Y no se puede predicar de Dios ni tamaño, ni lugar,
ni cualidad, ni figura, ni tiempo. Porque lo es todo: y el Todo en todas las cosas y rodeando todas
las cosas. Reverencia esta enseñanza y adórala. Porque no hay sino un culto a Dios, y consiste en
no ser malo.
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Tratado XIII –
Trimegisto a su hijo Tat
Discurso secreto en la montaña.
Del renacer y de la regla del silencio

1 - En las "Lecciones Generales", oh Padre, hablaste en enigmas y sin derramar luz al tratar de la
divinidad: no revelaste, con la excusa de que nadie puede ser liberardo antes de renacer.
Pero cuando descendíamos la montaña después de tu conversación conmigo, me puse a
suplicarte, y como insistía en aprender la doctrina del renacer, porque es lo único que todavía
ignoro, me prometiste tramitírmela una vez que ya fuera extranjero del mundo.
Estoy preparado: mis sentimientos han madurado y se han hecho fuertes contra la ilusión
mundanal: cumple pues lo que falta de cómo se renace según prometiste, sea de viva voz sea en
secreto: ¡Ignoro, oh Trismegisto, de qué matriz nace el hombre y de qué semilla!
2- Hijo mío, la matriz es la Sabiduría comprendida en el silencio, y la semilla es el Bien
verdadero.
- Pero ¿quién pone la semilla, Padre? porque estoy muy confundido.
- La Voluntad de Dios, hijito.
- ¿Y cómo es lo que nace, Padre? porque será algo extraño a mí mismo y a mi inteligencia.
- Lo que nace será distinto, será un dios hijo de dios. el Todo en Todo, compuesto de todas los
Poderes.
- ¡Me hablas en enigmas, Padre, y no como un padre a su hijo!
- Estas cosas no se enseñan, hijito, pero cuando el Dios quiere, lo hace recordar.
3- Padre, tu me das explicaciones imposibles y de compromiso, y por eso quiero replicarte como
corresponde: "Soy un bastardo en la familia de mi padre". ¡Padre, no tengas celos de mí, soy tu
hijo legítimo! Expóneme en toda claridad la forma en que ocurre el renacer.
- ¿Qué puedo decirte, hijito? No puedo decirte otra cosa sino que habiendo yo mismo
contemplado una visión inmaterial, por la misericordia de Dios, salí de mí mismo y entré en un
cuerpo inmortal, y ya no soy el de antes, pero he nacido en la inteligencia.
Esta experiencia no se puede enseñar ni ver con este elemento material con que vemos aquí: por
éso ya no me preocupo por aquella forma compuesta que fué la mía: ya no tengo color, ni toco
las cosas, ni percibo el espacio, soy un extraño a todo esto.
Me estás viendo ahora con los ojos, hijito mío, pero por más que me estés mirando y me
observes no te darás cuenta de lo que soy realmente. No es con esos ojos que se me vé ahora,
hijito.
- ¡Me enloqueces, Padre, grandemente y dejas mi alma en completa turbación, porque a esta
altura ya ni yo mismo me percibo!
- Ojalá, hijito, que tú también salgas de tí mismo como los que sueñan en el sueño, pero tú sin
dormir!
- Pero dime ésto ahora: ¿quién es el operador que obra el renacer?
- El hijo del Dios, el mismo y simple hombre, por la voluntad divina.
- Ahora sí, finalmente, me has dejado mudo de asombro. Yo he perdido mis sentidos comunes y
sin embargo te veo siempre con la misma estatura, Padre, y con la misma forma exterior.
- En éso te equivocas: pues la forma mortal es día a día diferente: cambia con el tiempo, aumenta
o disminuye, y así engaña.
- Pero ¿qué es verdad entonces, oh Trismegisto?
- Lo que no está corrupto, hijito, lo que carece de límites, lo que no tiene colores, ni forma, lo
inmóvil, desnudo, brillante, lo que no puede captarse sino en sí mismo, el inalterable Bien, lo
Incorporal.
- Realmente, Padre, ¡estoy enloquecido! Porque creo que me has hecho sabio, pero la percepción
de mi pensamiento está embotada!
- Y así es como ocurre, hijito mío. Porque el fuego sube, la tierra cae, el agua es húmeda, el aire
sopla... pero ¿como habrías de percibir por el sentido lo que no tiene dureza, ni humedad, lo
inasible, lo impenetrable, lo que sólo se puede concebir por su poder y su energía, lo que requiere
la capacidad de entender lo que es nacer en dios?
7- ¿Es que yo no la tengo, oh padre?
- Que no sea así, hijito, atráela a tí y vendrá, quiérela y será. Reprime los sentidos del cuerpo y se
producirá el nacimiento de la divinidad, purifícate del castigo irracional de la materia.
- ¿Es que tengo un verdugo en mí mismo, oh padre!
- Y no pocos, hijito, sino temibles y muchos.
- Dímelo, padre.
- El primer castigo, hijito, es la ignorancia, el segundo la tristeza, el tercero la intemperancia, el
cuarto el deseo, el quinto la injusticia, el sexto la ambición, el séptimo el engaño, el octavo la
envidia, el noveno la traición, el décimo la cólera, el undécimo la precipitación, el duodécimo la
maldad. Son doce en número, pero en cada una hay otras muchas, hijito, que a través del cuerpo
prisionero obligan a sufrir, sensitivamente, en lo interior del hombre. Se alejan, aunque no todas
juntas, de quién se apiada Dios, y así se funda el modo y el sentido de la regeneración.
8 Ahora, hijito, calla y mantente en piadoso silencioso, que así la misericordia de Dios no se
detendrá para nosotros. Ahora alégrate, hijito, que se renuevan y purifican los Poderes de Dios
para que se reunifiquen los miembros del Nombre.
Viene a nosotros el conocimiento de Dios, y al venir, la ignorancia es arrojada afuera.
Viene a nosotros la experiencia de la alegría, y a su llegada, huirá la tristeza hacia los que la
puedan recibir.
9 Después de la alegría, llamo al poder de la moderación. ¡Oh poder delicioso! démosele, hijito,
la más benevolente acogida. ¡Mira cómo desde su llegada ha rechazado a la intemperancia!
En cuarto lugar llamo ahora a la constancia, el poder que se opone al deseo.
El próximo escalón, hijito, es el pedestal de la justicia. Mira cómo, sin juicio, arroja a la
injusticia. Y ella ausente, hijo mío, nos hallamos justos. LLamo a nosotros, en sexto lugar, a la
que lucha contra la ambición, la fraternidad.
Fuera la ambición, llamo entonces a la veracidad: fuera el engaño, nace la veracidad. ¡Mira cómo
el Bien alcanza su plenitud cuando llega la Verdad! Porque la envidia se ha alejado de nosotros,
y el Bien sucedió a la Verdad, y también Vida y Luz, y ya no estamos amenzados por ningún
castigo de la Tiniebla, que se han ido volando con fragor de alas.
10 Conoces, pues, hijito, el modo de la regeneración. Cuando sobreviene la Década, hijito mío,
se concluye el nacimiento intelectual, la Duodécada es expulsada y el nacimiento nos diviniza.
Porque el que, por la misericordia, acepta el divino nacimiento, se percibe a sí mismo con estos
poderes y se llena de alegría.
11- ¡Oh padre, el Dios me ha hecho inquebrantable! Me represento las cosas que veo, no con los
ojos sino con la energía intelectual lograda por los poderes. ¡Estoy en el Cielo, en la Tierra, en el
agua, en el aire; estoy en los animales, en las plantas; en el vientre, antes del vientre, después del
vientre, estoy en todas partes! Pero dime algo todavía: ¿Cómo es que los castigos de la Tiniebla,
siendo doce en número, son rechazados por diez poderes? ¿Cómo se realiza, oh Trismegisto?
12 -Este escenario del que hemos salido, hijito, consiste en el círculo zodiacal que está, a su vez,
compuesto por el número de los doce seres, que son de una única naturaleza, y signos de todas
las formas, para perdición del hombre. Entre ellos hay algunas parejas que en la práctica son
como uno sólo - la cólera y la precipitación, por ejemplo, son inseparables - o imposibles de
distinguir. Por donde, hablando con corrección, es bien posible que doce abandonen, que los diez
poderes, es decir la Década, las expulsen. Porque la Década, hijito mío, engendra el alma: pues
Vida y Luz son uno, allí nace el número de la Unidad, del Espíritu. Por consiguiente y según la
razón, la Unidad contiene a la Década, y la Década a la Unidad.
13 - ¡Padre, veo el Todo y a mísmo en la Inteligencia!
- ¡Ese es el renacer, hijito, no más percibir en forma corporal tridimensional!, logrado durante
estos discursos acerca de la regeneración, que he consignado por escrito para que no induzcamos
al error sobre el Todo a la multitud, hacia aquellos que el Dios mismo quiere.
14 - Dime, padre, este cuerpo nuevo formado por los poderes, ¿puede tambier sufrir la
disolución?
- ¡Corríjete y no digas cosas imposibles! Porque faltarías y el ojo de tu mente cometería un
sacrilegio. El cuerpo sensible de la naturaleza está lejos de esta generación esencial. Uno es
disoluble, el otro indisoluble, uno es mortal, el otro inmortal. ¿Ignoras que, como yo, has nacido
dios e hijo del Uno?
15 - Quisiera, oh padre, el himno de alabanza que tú dijiste haber oído de los Poderes cuando
estuviste en la Ogdóada.
- Como la Ogdóada predijo a Poimandres, así justamente te apresuras a destruir el escenario,
porque ya estás purificado. Poimandres, la Inteligencia Suprema, no me trasmitió nada más de lo
que yo he dejado escrito, pues sabía que, por mí mismo, sería capaz de entender todas las cosas y
de escuchar lo que yo quisiera, y ver todas las cosas, y me confió la misión de hacer el bién. Por
éso, en todas las cosas cantan y celebran los Poderes que están en mí.
- Anhelo, padre, oirlo y quiero comprender todo.
- No digas más nada, hijo mío, escucha la alabanza armoniosa, el himno de la regeneración, que
consideré que no era conveniente manifestarlo abiertamente sino a tí, al fin de todo. Porque no es
algo que se enseña, sino que se oculta en silencio. Así entonces, hijito, de pié, al aire libre, vuelto
reverente hacia el viento del sur, hacia la puesta del Sol en su camino, adora. Y hazlo también al
amanecer, vuelto hacia el viento del Levante. En silencio, hijito mío.
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HIMNODIA SECRETA - FORMULA IV
17 " Que toda la Naturaleza del Mundo preste oídos a este himno.
¡Abrete Tierra, soltáos cerrojos de la lluvia,
Arboles, no os agitéis!
Porque voy a cantar un himno al Señor de la Creación, al Todo, al Uno.
¡Abríos Cielos, detenéos Vientos!
Que el Círculo, inmortal, de Dios atienda mi palabra.
Pues voy a cantar un himno al Constructor de todas las cosas,
Al que hincó la Tierra y suspendió los Cielos,
Al que ordenó al Agua dulce salir del Océano y regar la tierra habitada y la deshabitada, para que
todos los hombres se alimenten y vivan,
Al que ordenó al Fuego que se manifestara para toda utilidad de dioses y de hombres.
Ofrescámosle todos juntos esta alabanza, al que vuela por arriba de los Cielos, al Constructor de
toda la Naturaleza.
El, el Ojo de la Inteligencia, acepte la alabanza de mis poderes.
18 ¡Poderes que habitáis en mí, cantad al Uno y al Todo!
¡Conmigo todo los Poderes que están en mí!
Sublime Conocimiento, iluminado por tí, por tí celebro la Luz espiritual en espiritual alegría.
¡Poderes todos cantad conmigo!:
Ven, moderación, canta conmigo.
Ven justicia mía, canta al Justo en mí.
Ven fraternidad mía, canta al Todo en mí.
Cante la verdad, la Verdad.
Cante el bien, el Bien.
Vida y Luz, es de vosotras que viene y es a vosotras que va esta alabanza.
Gracias Padre, energía de los Poderes,
Gracias Dios, fuerza de mis energías: Tu Nombre te canta himnos en mí,
Por mí, recibe el Todo por el Nombre, como ofrenda racional.
19 Esto es lo que claman en mi los Poderes: cantan al Todo, cumplen tus deseos, tu Voluntad,
que de Tí viene y a Tí retorna,
Tú, el Todo.
Recibe de todas las cosas la ofrenda racional: el Todo qu está en nosotros: ¡Vivifícalo, Vida,
ilumínalo Luz, Espíritu, Dios!
Porque de tu Nombre, la Inteligencia es el pastor,
¡oh Creador, oh conductor del Espíritu!
20 Tú eres Dios.
Esto es lo que tu hombre, el que te pertenece, clama, por y a través del Fuego, del Aire, de la
Tierra, del Agua, del espíritu, de todas tus criaturas.
Por Tí encontré la alabanza digna del Siglo y obtuve mi deseo, por tu voluntad, el descanso, pues
vi cumplida, por tu deseo, esta alabanza."
21- ¡Oh padre, la he depositado y la conservo en mi mundo!
- Dí "en mi mundo espiritual", hijito.
- En el espiritual, padre. Tengo poder. Con tu himno y con tu alabanza, mi mente ha quedado
llena de luz. Más aún, de mis propios sentimientos, ofreceré yo también una alabanza al Dios.
- ¡Pero no improvises, hijo!.
- ¡Padre, diré lo que en la inteligencia estoy viendo!
A Tí, principio generador de toda generación, yo, Tat, elevo a Dios mis ofrendas racionales.
¡Oh Dios, Tú el Padre, Tú el Señor, Tú la Inteligencia recibe de mí las ofrendas recionales que
deseas, porque es por tu Voluntad que todo se cumple. "
- Hijo mío, ofrece una ofrenda agradable al Dios Padre de todas las cosas. Pero agrega siempre,
hijito, "por el Nombre".
22 - Gracias, padre mío, por tus consejos de la oración.
- Me congratulo, hijito, que por la Verdad hayas producido buenos frutos, una cosecha inmortal.
Habiendo aprendido estas cosas de mí, prométeme el secreto de esta virtud, que a nadie, hijito,
revelarás la forma de trasmitir la regeneración, para que no vengamos a ser divulgadores.
Y ahora basta, ambos estuvimos ocupados, yo hablando, tú escuchando. Espiritualmemte, ya te
conoces a tí mismo y conoces al Padre, el nuestro.
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Tratado XIV
Carta de Hermes Trismegisto a Asclepio.
¡Salud!

1 Como mi hijo Tat, en tu ausencia, quiso que lo instruyera sobre la naturaleza del universo, y
como no me permitió posponerlo, y como es hijo mío y neófito iniciado de hace poco a los
detalles del conocimiento, tuve que hacerlo para él en forma extensiva para que le fuera más fácil
seguir la instrucción.
Para tí en cambio, dada tu más avanzada edad y el conocimiento de la naturaleza, prefiero
enviarte en forma de carta y resumidos los temas más importantes que tratamos, expresándome
ahora en forma iniciática y secreta.
2 Si todo lo manifestado viene a la existencia y es mantenido en la existencia, y si todo lo que
viene a la existencia no lo hace por sí mismo sino por otro, y si son muchas las cosas que vienen
a existir o, más bien, si lo que viene a existir son todas las cosas manifiestas, y si todas son
distintas y no semejantes, es que hay Alguien que las creó, y ése Alguien no fué traído a la
existencia, porque es el más antiguo de todos, el Unico no engendrado.
Porque declaro que todas las cosas que vienen a la existencia lo hacen por otro. No puede haber
nada más antíguo y previo a todas las cosas que vienen a la existencia sino el Unico que nunca
comenzó a ser.
3 El cual es también el más poderoso y mejor, Uno y Sólo realmente Sabio en todas las cosas, y
porque no hay nada anterior a El, por consiguiente, es Primero y Principio respecto de la
multitud y de la dimensión, y por su diferenciación con lo que viene al ser, y por la continuidad
de la creación.
Además lo que viene al ser es visible, El en cambio invisible. Y por éso es porque crea, para ser
visto. Y porque siempre crea, siempre es visible.
4 Esto es lo que vale la pena entender, y entendiendo admirar, y admirando ser dichoso, porque
se ha comprendido al Padre.
¿Qué hay más dulce que tener un noble y verdadero padre? ¿Quién es y cómo conocerlo? ¿Es
justo sólo a El llamarlo Dios, o el Creador o el Padre, o las tres cosas? Dios sí por el Poder,
Creador por la Energía, Padre por la Bondad. Por que es Poder, diferenciado de lo que viene al
ser, es Energía en todas las cosas que vienen al ser.
Dejando de lado las muchas palabras y las vanas, digamos que sólo hace falta entender dos
cosas: la Criatura y el Creador, porque entre estos dos no hay nunca ninguna tercera cosa.
5 Piensa todo y escucha todo, pero retiene estos dos y considera que estos dos son Todo, no
poniendo en consideración ninguna otra cosa, ni de lo alto ni de lo de abajo, ni de los dioses ni de
lo que cambia, ni de lo que está en lo profundo. Dos son Todo: la Criatura y el Creador, y es
imposible separar a uno del otro. Porque el Creador no puede existir sin la Criatura. Porque
ambos son lo mismo, y por éso ninguno puede existir sin el otro, es decir sin sí mismo.
6 Por consiguiente, si el Creador no es otra cosa sino el hecho de crear, único, simple, sin
mixtura, es necesario que crear no sea otra cosa que crear, porque el crear del Creador es traer a
la existencia y todo lo que viene a la existencia es imposible que lo haga por sí mismo, sino que
es necesario que lo que viene a la existencia venga por otro.
Lo que viene al ser, sin el Creador, no viene al ser ni continúa siendo. Separados uno del otro,
ambos pierden la naturaleza propia, privados de lo otro. Si se acepta pues que estos dos son todo
el ser, lo que viene a la existencia y el Hacedor, ambos son Uno por la unidad, el uno primero, el
otro después, precediendo el Dios Creador y a continuación la Criatura, cualquiera que ella sea.
7 Y que no te alerte la diversidad de las criaturas ante el temor de empequeñecer a Dios y
quitarle gloria, porque una es su Gloria, es decir traer todas las cosas a la existencia, lo que viene
a ser como su Cuerpo, la Creación.
Nada hay de defectuoso o deforme en el Creador. Deficiencia y deformidad son cosas propias de
las criaturas, como la herrumbe al bronce o la inmundicia al cuerpo vivo. Y no es el artesano del
bronce el que produce la herrumbe ni los padres la inmundicia, ni el mal Dios. Sino la
permanente evolución, a la manera de una erupción pustulenta, y es por éso mismo que Dios creó
la evolución, como purificación y restauración de lo creado.
8 Si a un mismo artista se le permite pintar cielo, dioses, tierra, mar y hombres ¿porqué Dios no
podría hacer lo mismo?
¡Oh, qué tremendo extravío es la ignorancia de cómo es Dios! A los que tal opinan les ocurre
algo extrañisimo: pretenden ser piadosos y honrar a Dios, pero al oponerse a que haya creado
todas las cosas, a más de desconocerlo comenten una gran impiedad, pues le atribuyen el
desprecio o la impotencia. Si no creó todas las cosas, lo hizo o porque es soberbio o porque no
puede, lo que es una impiedad.
9 A Dios pues sólo se le puede atribuir el Bien, y el bondadoso no es soberbio o incapaz. Porque
Dios no es sino el Bien, el total Poder de hacer todas las cosas, pues todo lo que viene a la
existencia viene por Dios, es decir por el Bueno y por el Capaz de hacer todas las cosas.
Si ahora quieres saber cómo lo hace y cómo es que las cosas vienen a la existencia, tú lo puedes:
¡Mira la bellísima y muy semejante imágen!
10 Mira cómo siembra el agricultor la semilla en el campo, aquí trigo, allá cebada, más allá otra
semilla. Míra como planta planta viñas, allá manzanos, más allá cualquier otro frutal. Así fué
como el Dios sembró la inmortalidad en el Cielo, los cambios en la Tierra, y en todas las cosas
Vida yMovimiento. Y el universo no consiste de muchas cosas, sino de pocas y fáciles de
enumerar: Todo son cuatro, además de Dios y de la Creación, en los que están encerrados todos
los seres.
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Tratado XV:
No Existe Copia, esta perdida o nunca se escribio.
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Tratado XVI
Definiciones de Asclepio al rey Amón.
Sobre Dios, la materia, el mal, el Destino, el Sol,
la entidad inteligible, la entidad divina, el Hombre, el plan de la
Plenitud,
los siete planetas, la imagen del Hombre.

1 Querido rey:
Te envío este tratado como corona y memento de todos los anteriores, compuesto no de acuerdo
a la opinión vulgar, antes bien en contra de ella. Tú mismo notarás que inclusive se contradice
con cosas que ya dije.
Ocurre que Hermes, mi maestro, en sus frecuentes pláticas a solas conmigo o en presencia de
Tat, insistía en decir que para mis ocasionales lectores mis libros serían de fácil y simple lectura,
cuando por el contrario no lo son, y sus palabras tienen un sentido oculto.
Más aún, decía, que cuando los Griegos los tradujeran a su lengua se oscurecerían aún más,
resultando en una distorsión mayúscula del texto y una oscuridad total.
2 Expresado en la lengua patria este texto tiene un sentido claro: en efecto, la propia calidad del
sonido y del poder de las palabras egipcias incluye la energia de lo que se quiere decir.
Por tanto, querido rey, en cuanto te sea posible - y tú todo lo puedes - no permitas que se
traduzca este texto a fin de que tan grandes misterios no lleguen a los Helenos, ni la orgullosa y
floja elocución griega y, por así decir, sus falsas gracias, hagan desaparecer la venerabilidad, la
solidez y la eficacia de las palabras de nuestra lengua.
Pues los Griegos, oh rey!, no tienen más que discursos vanos, buenos para demostraciones, y éso
es la filosofía griega: charlatanería vacía. Nosotros en cambio no usamos palabras simples, sino
vocablos cargados de poder.
3 Comenzaré pues el discurso invocando al Dios, soberano, creador, padre y envoltura de la
totalidad, que siendo todas las cosas es Uno y siendo Uno es todas las cosas: porque la Plenitud
de todas las cosas es una y en Uno, no que el uno se desdoble, sino que ambos son Uno.
Mantén viva esta idea en tu memoria, oh rey!, a lo largo de toda la exposición de mi discurso.
Porque si alguien intentara contradecir lo que se muestra como Uno y Todo y ambos lo mismo,
separándolo del Uno, y tomara la palabra "Todo" como una pluralidad y no como una plenitud,
lo que es imposible, desligaría el Todo del Uno y destruiría el Todo.
Porque es necesario que todas las cosas sean Uno, si el Uno existe, - y claro que existe y nunca
deja de ser Uno - para que no se destruya la Plenitud.
4 Observa cómo, de las partes más centrales de la tiera, surjen muchas fuentes de agua y de
fuego, y cómo, a las tres naturalezas, del fuego, del agua y de la tierra, se las ve saliendo de una
misma raíz: por donde se ha llegado a creer que existe un único depósito de toda la materia, el
cual, de abajo, provee la materia misma, y en forma simétrica, de arriba, recibe la determinación
esencial.
5 Así es como el hacedor, es decir el Sol, mantiene unidos el cielo y la tierra: lanza abajo la
entidad determinante, fuerza a ascender la materia, atrae a su alrededor y hacia sí mismo todas
las cosas, y de se propia mismidad da todo a todos y regala generosamente la luz. El es la causa
por quién las buenas energías se derraman no sólo en el cielo y en el aire, sino también sobre la
misma Tierra, hasta en su fondo más profundo, y en el abismo.
6 Por otra parte, si existe una entidad determinante inteligible es la masa del Sol, y podría decirse
que está contenida en la luz. Ahora bien, de qué se compone y de dónde procede, sólo el Sol lo
sabe porque está cerca de sí mismo por naturaleza y lugar, y nos vemos obligados a conjeturar
por que no lo podemos mirar.
7 Pero aún así ver el Sol no es una conjetura: una misma espléndida luminosidad inunda el
mundo entero, en sus partes inferiores y en las superiores: porque el Sol está puesto en medio del
mundo, portándolo como su corona, y, como buen conductor, sujeta firmemente el carro del
mundo, bien que ceñido a sí mismo, para que no caiga en el caos.
El cinturón que ciñe son la vida, el alma, el espíritu, la inmortalidad y la evolución. El Sol dejó
que el mundo siguiera su curso, no alejado de sí, pero en verdad, teniéndolo consigo mismo.
8 Y es así como el Sol continúa la creación de todas las cosas: asigna la duración eterna a las
cosas que no mueren, con la parte de su luz que lanza hacia arriba - que proyecta con la cara que
mira al cielo - alimenta las partes inmortales del mundo, y, con la parte de su luz que está
encerrada en el mundo y que inunda la entera cavidad del agua, de la tierra y del aire, vivifica y
mantiene en movimiento a los seres vivos en todas las partes del mundo, a través de los
nacimientos y las metamorfosis,
9 Por un movimiento en forma de espiral, el sol remodela y transforma unas partes en otras,
trueca y retrueca géneros por géneros, especies por especies, en mútuas metamorfosis: en
síntesis, ejerce su actividad creadora aquí abajo de la misma manera como lo hace con los
cuerpos planetarios.
El cambio es la duración de todo cuerpo, cambio sin disolución para los cuerpos inmortales,
cambio con disolución para los mortales. Y esto es lo que diferencia al inmortal del mortal y al
mortal del inmortal.
10 A semejanza de su luz, que nos llega permanentemente, así también el Sol crea la vida sin
cesar, indefinidamente, en todo lugar, a través de todos los órdenes. Pues lo rodean genios en
múltiples órdenes y variadísimos escuadrones, semejantes a un ejército.
Moradores cercanos de los inmortales, han recibido la comisión de hacerse cargo, desde allí, del
lugar de los hombres. Ejecutan lo estatuído por los dioses, y por medio de tempestades y
ciclones, a través de tormentas, erupciones y terremotos, por el hambre también y por las guerras castigan la impiedad.
11 Pues la impiedad es la mayor maldad de los hombres para con los dioses: ya que a los dioses
les corresponde hacer el bien, a los hombres ser piadosos, y a los genios auxiliar.
Los demás atrevimientos que los hombres cometen por extravío, o por temeridad, o forzados por
lo que llamamos Destino, o por ignorancia, todas esas cosas, los dioses no las tienen en cuenta.
Sólo la impiedad cae bajo la ley de la justicia.
12 El Sol es tutela y alimento de todas las especies: y, así como el mundo inteligible rodea al
mundo sensible para llenarlo y henchirlo de múltiples y variadísimas formas, así a su vez, el Sol,
rodea a todo el mundo para henchir la masa de todos los seres que aparecen en la generación, y
fortificarlos.
13 Ahora bien, bajo las órdenes del Sol está el coro de los genios, o mas bién los coros: pues son
muchos y variadísimos, comandados por las categorías de los planetas, en igual número para
cada planeta . Clasificados y ordenados así son servidores de cada uno de los planetas, buenos y
malos genios segun sus naturalezas, es decir según sus operaciones: pues todo el ser del genio es
actividad, pero hay algunos de ellos en los que hay mezcla de bien y de mal.
14 Todos han recibido potestad sobre los asuntos y alborotos de la tierra, y provocan problemas
de todo tipo a las ciudades y a las naciones en general, y en particular a cada indivíduo. Nos
cambian y excitan el alma hacia ellos, metidos como están en nuestros nervios y médulas, en
nuestras venas y artérias, y en el cerebro mismo, extendiéndose hasta nuestras propias entrañas.
15 Una vez nacidos y recibida el alma, quedamos a cargo de los genios que en el preciso instante
del nacimiento están de guardia y al comando de los planetas: porque a cada instante los genios
se substituyen unos a otros. No son siempre los mismos, sino que se van turnando.
Luego pues que se han introducido entre las dos partes del alma, la atormentan por medio del
cuerpo de acuerdo a la actividad que les corresponda: sólo la parte racional del alma queda fuera
del dominio de los genios, digna de Dios y apta para recibirlo.
16 Por consiguiente cuando por intermedio del Sol brilla un rayo divino en la parte racional (y
estos casos son pocos), los genios se apartan: nadie puede nada, ni un genio ni un dios, frente a
un sólo rayo de Dios. Los demás hombres son llevados y traídos, en cuerpo y alma, por los
genios, y ellos mismos aman y quieren las fuerzas de los genios que actúan en ellos. Y es la
razón, no el amor, la extraviada y la causa del extravío.
Así pues la administración de la tierra está entera en manos de los genios y se ejerce a traves de
nuestros cuerpos. Fué a esta administración a la que Hermes llamó Destino.
17 Por consiguiente el mundo inteligible depende de Dios, el mundo sensible del inteligible: el
Sol suministra al mundo inteligible y al mundo sensible el influjo del bien que recibe de Dios, es
decir la actividad creadora.
Alrededor del Sol gravitan las ocho esferas que de él dependen : una la de las estrellas fijas, siete
de las errantes, y de éstas una gira en torno de la Tierra. Estas son las esferas de que dependen
los genios, y de los genios los hombres. Y así todos y todas las cosas dependen de Dios.
18 Por éso el Dios es el padre de todas las cosas, el Sol el creador, y el mundo el órgano de la
creación.
El cielo está gobernado por la entidad inteligible, los dioses por el cielo, y los genios, a las
órdenes de los dioses , gobiernan a los hombres: es así como están dispuestos los ejércitos de los
dioses y los genios.
Por ellos Dios hizo todas las cosas para sí mismo, y todas las cosas son partes de Dios: si todas
son partes, Dios es sin duda todas las cosas.
Haciendo pues todas las cosas, se hace a sí mismo, y es imposible que se detenga porque él
mismo se detendría.
Así como Dios no tiene fin, así tampoco su obra no tiene ni comienzo ni fin.
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Tratado XVII
(Original incompleto y sin título)
....si reflexionas, ¡oh rey!, también los incorporales entre los cuerpos.
- ¿Cuáles? dijo el rey.
- Los cuerpos que se ven en los espejos ¿no te parecen que son incorporales?
- Así es, Tat, divinamente lo dices - dijo el rey.
- Pero hay otros incoporales, por ejemplo las figuras que se manifiestan en los cuerpos, y no sólo
de los seres animados sino también de los inanimados ¿no piensas que son también incorporales?
- Está bien lo que dices, Tat.
- Así pues, hay una reflexión de los incorporales en los corporales y de los corporales en los
incorporales, de manera que lo sensible se refleja en el mundo espiritual y lo espiritual en el
sensible. Por eso, ¡oh rey! reverencia las estátuas porque también ellas son figuras del mundo
espiritual.
- ¡Oh profeta! es hora que me ocupe de mis huéspedes - dijo el rey levantándose -. Mañana
continuaremos el estudio de lo divino y el tema que nos ocupa.
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Tratado XVIII.
Sobre las trabas que ponen al alma las cosas que provienen del cuerpo.

1 Cuando en un concierto que promete a los espectadores las delicias de una melodía de
armonías bellas, un intrumento desafina, el propósito de los músicos cae en ridículo. Porque
cuando el instrumento no logra ejecutar lo que de él se exige, los espectadores se burlan del
ejecutante. Se vitupera el error, aunque incansablemente y con buen talento ofrezca su obra de
arte.
En cambio el divino y auténtico músico que además de obrador de la armonía de la canción
trasmite incansablemente hasta el último instrumento la cadencia de la apropiada melodía, ése es el Dios, porque la fatiga no existe para Dios.
2 Si el artista ha querido con toda su buena voluntad participar del concurso musical, si
previamente el trompetista hizo gala de su ciencia y los flautistas en sus dulces instrumentos
produjeron la agradable melodía y por el caramillo y el plectro dieron cumplimiento a la lírica
canción, nadie atribuirá culpa alguna al soplo del músico ni al Supremo, sino que lo admirará y
honrará como corresponde, y en cambio acusará de avería el instrumento que ha puesto
obstáculo a la magnífica belleza, trabado la melodía del músico y privado a los oyentes del
agradable canto.
3 Y así es igual respecto de nosotros, que ningún espectador por falla de nuestro cuerpo venga a
acusar impíamente a nuestra raza, mas antes que admita que Dios es un Soplo incansable , que
posee siempre la misma ciencia que le es propia, y que hace uso en todo y por todo de la misma
prosperidad y de la misma beneficencia.
4 (Llevando las cosas al extremo, la materia que usaba Fidias el escultor no le fué lo
suficientemente sumisa como para perfeccionar la multiplicidad de su obra)
El cantor pues ha cumplido su parte lo mejor que pudo: no le asignemos a él la culpa, sino a la
flaqueza de la cuerda que, aflojada o relajada en su tensión, desbarató la habilidad musical del
canto.
5 Pues bien, dado el accidente instrumental, que a nadie se le ocurra inculpar al músico, sino que
cuanto más le reprochen al instrumento, tanto más alaben al artista, y como vean que con
regularidad hacía vibrar la cuerda en el tono justo, más aún se apasionen los oyentes por el
músico, y a pesar de todo no le guarden rencor.
¡Oh Honorabilísimos, también vosotros a vuestra vez afinad para el Músico vuestra propia lira
interior!
6 Pues yo mismo he visto artistas que aún sin apoyarse en la virtud de la lira, y cuando se
ejercitaban en algún noble tema, muchas veces usaban de sí como instrumento musical, afinaban
su cuerda con recursos secretos, y lograban, trastocando su habilidad en gloria, el soberbio
asombro de los oyentes.
Se cuenta también acerca de un cierto tañidor de cítara que habíase ganado el favor del dios de la
música, que al participar de un concurso de cítara estaba impedido por la rotura de una cuerda, la
ayuda del Supremo suplió la cuerda y le concedió la gracia del galardón. La providencia del
Supremo substituyó la cuerda por una cigarra, que posándose en la cítara completó la melodía de
la cuerda faltante, y así el tañidor, consolada su pena con la salud del instrumento, logró el
galardón de la victoria.
7 Yo mismo ¡oh Honorabilísimos! siento como que a mí también me ocurre lo mismo, porque
recientemente me dí cuenta de mi propia flaqueza al sentirme débil por un momento, y sin
embargo por el poder del Supremo lancé mi canto, como si hubiera sido llenado de lo alto para
entonar el canto del rey. Por donde la culminación de mi servicio será para la gloria del rey y
para su trofeo de victoria la pasión inflamada de mi palabra.
"¡Vamos pues adelante!" éso es lo que quiere el cantor. "¡Vamos pues y apurémosnos!", éso es lo
que desea el cantor, y por éso templa la lira, pues más hermosa será su melodía y más dulce su
cantar cuanto mayor sea el compromiso al que a su canto obliga.
8 Dado pues que el artista ajusta su lira en primer lugar para el rey y su música es el panegírico y
su objetivo la alabanza real, lo primero que hace es impulsar su alma hacia el altísimo Rey del
universo, el buen Dios y, comenzado el camino desde lo alto, desciende después con orden hacia
el que como imagen de Aquel, gobierna el cetro, pues agrada a los mismos reyes este camino
descendente de lo alto a lo inferior y que de allí, de donde les fué concedida la victoria, procedan
en justa consecuencia las esperanzas.
9 Que así pues el músico se vuelva hacia el Rey grandísimo, Dios del universo, que es siempre y
en todo inmortal, eterno y eternamente Emperador, primer glorioso Vencedor de quién luego los
herederos de la Victoria logran sus victorias.
10 Es a esa alabanza a la que ahora desciende nuestro discurso, hacia los reyes, árbritos de la
común paz y seguridad, a quienes el Supremo Dios ha llevado a la cima de la autoridad máxima
y absoluta desde hace largo tiempo, a quienes la diestra de Aquel condujo a las logradas
victorias, para quienes fuera dispuesto el premio del combate antes de que se viera la supremacía
en la guerra, cuyos trofeos estaban alzados antes de entrar en batalla, para quienes la realeza
estaba preparada de antemano y más aún el predominio en todas las cosas, quienes ya antes de
ponerse en marcha los ejércitos, pasmaban al bárbaro.
Alabanzas al Supremo y encomio del rey
11 Pero el discurso se apresura a concluir a la manera como había comenzado, y pasa a bendecir
al Supremo, para terminar, después, con el elogio de los divinos reyes que son los árbitros de
nuestra paz. Por lo tanto, así como al exordio fué la alabanza del Supremo y del Poder de lo alto,
así ahora la conclusión, como un eco, se volverá de nuevo hacia el mismo Supremo.
Como el Sol, que nutre los renuevos germinales de todas las plantas, es el primero que cosecha
las primicias del fruto con las inmensas manos, sus rayos, que emplea para cogerlos - porque sus
rayos son sus manos que recojen las primeras la dulcísima ambrosía vegetal -, así también
nosotros, de quienes el Supremo es el principio, que hemos recibido la sabiduría que de El emana
y la consumimos como alimento de las plantas supracelestes que son nuestras almas. Así pues
ejercitémonos de nuevo otra vez en bendecirlo, que El nos retornará abundante rocío y lluvia
para toda semilla.
12 Es conveniente pues que miríadas de bocas y voces alcemos una alabanza bendita al Dios
íntegramente Puro y Padre de nuestras almas, aún cuando nuestras alabanzas no sean apropiadas
a su dignidad, porque nada que digamos puede alcanzarla.
Ni los recién nacidos pueden honrar dignamente al padre, pero cuando las fuerzas se lo permiten
cumplen el deber y a cambio logran la indulgencia paterna. Y con mayor razón, éso mismo es
gloria para Dios, ser mejor y más grande que su prole, y que el exordio, el principio, el medio y
el final de nuestras alabanzas sea reconocer el Poder sin límites y la Infinitud ilimitada del Padre.
13 Porque a nosotros corresponde alabarlo, los hombres, que por naturaleza somos como sus
descendientes, aunque nos sea preciso solicitar su indulgencia, lograda casi siempre antes de
pedirla.
Porque así como un padre no puede abandonar a sus pequeños recién nacidos por estar
incapacitados para todo, pero se alegra al ser reconocido por ellos, así con iguales resultados,
obra el conocimiento del Todo, que nos confiere a todos la vida y la alabanza de Dios, que son
concesiones suyas.
14 Dios, pues, bueno y siempre resplandeciente, que sólo en Sí mismo tiene el límite de su eterna
excelencia, que es inmortal, que cirscuncribe en Sí mismo lo perfectísimo Suyo y que es un
eterno fluir hacia éste nuestro mundo de la Energía que hay Allá, que nos ofrece la promesa de
una alabanza que libera.
Por consiguiente Allá no hay diferencia entre unos y otros, no hay insconstancia. Allá, uno es el
Sentir de todos, una es la Previsión de todos, una es para todos la Mente, el Padre, una la
Conciencia por la que todos obramos, uno el Encanto mútuo del Amor, operador de la única
Armonía de todas las cosas.
15 Así es pues como alabamos al Dios. Pero luego descendemos hasta los que han recibido de El
el cetro. Es justo, pues, que comencemos por los reyes y de ellos nos ocupemos, que nos
preparemos para el elogio y cantemos piadosos himnos al Supremo, y que el comienzo inicial de
la alabanza se Le dedique, que nos ejercitemos aún más por El, para que esté en nosotros la
práctica de la piedad a Dios y la alabanza en honor del rey.
16 Porque nada hay más justo que otorgar recompensa a los que desplegaron por nosotros una
tan grande paz. La virtud del rey y su sólo nombre confieren la paz. Porque al rey (basileus) se lo
llama rey porque con leve paso (basei leia) ejerce el poder supremo y por la paz extiende los
decretos, y porque nació para triunfar sobre el dominio bárbaro: su sólo nombre es símbolo de
paz.
Por éso mismo con frecuencia es suficiente nombrar al rey para contener a los enemigos de
inmediato, y comúnmente las estátuas del rey son refugio de paz para los que soportan el rigor de
una tempestad, y ya la sóla aparición de la imagen del rey produce la victoria, y concede el asilo
a los que a ella se acojen de lo inflexible y de lo que lastima.
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Libro Segundo
Libro sagrado de Hermes Trismegisto dirigido a Asclepio.

1 Dios, sí, Dios te trajo, ¡oh Asclepio!, a que asistieras a esta conversación divina, que lo es con
razón, porque de todas las que hasta ahora tuvimos o que a nosotros nos inspiró el númen divino,
esta aparecerá, por su escrupulosa piedad, como la más divina. Que si te mostraras capaz de
comprenderla, tu alma será colmada de todos los bienes - si es que en verdad hay muchos bienes
y no Uno sólo, en el que están todas las cosas. Porque ambos términos son recíprocos, pues todas
las cosas dependen de Uno y este Uno es todas las cosas. De tal manera están unidos uno al otro
que es imposible separarlos. Pero entenderás ya estas cosas a lo largo de la exposición de nuestro
discurso, si prestas diligente atención.
Ahora, oh Asclepio!, ve y llama a Tat, que no está muy lejos, para que él también asista.
Venido Tat, Asclepio propuso que también asistiera Amón. A lo que Trismegisto dijo: "No hay
en mí animadversión alguna en su contra: antes bien recuerdo que a él le dirigí muchos de mis
escritos, como lo hice también con Tat, hijo muy amado y querido, a quién consagré muchos
tratados de la naturaleza, e innumerables exotéricos. Pero este tratado de hoy lo escribiré en tu
nombre.
Luego de Amón, no llames a nadie más, no sea que un tema tan religioso y de tanta importancia
sea profanado por la presencia e intervención de muchos. Es impío divulgar masivamente un
asunto tan lleno de la entera majestad de Dios."
Entrado Amón al santuario y lleno el santo lugar de la piedad de los cuatro varones y de la
presencia divina, embargados en venerable silencio, pendía el ánimo de todos de los labios de
Hermes, cuando el divino Cupido comenzó así:
- Oh Asclepio!, toda alma humana es inmortal, pero no todas lo son de la misma manera,
difieren en el cómo y en el cuándo.
- Pero Trismegisto ¿no son todas las almas iguales?
- ¡Ay Asclepio, qué rápido dejaste el camino verdadero de la razón! ¿No dije ya que Todo es
Uno y Uno es Todo, puesto que todas las cosas estaban en el Creador antes que las creara? Y no
sin razón se dice que El es todas las cosas pues todas son partes suyas. Tendrías que recordar
siempre en toda esta discusión que Uno es el Todo, y El mismo, el Creador de todas las cosas.
Todo baja del Cielo a la tierra, al agua y al aire, y sólo el fuego, que va hacia arriba, vivifica, y lo
que va hacia abajo a él se subordina.
Todo lo que de lo alto desciende es generador, y por el contrario lo que emana hacia arriba es
nutriente. Solo la Tierra, que es propio sostén de sí misma, es receptáculo de todas las cosas, y
restituidora de todas las especies que antes acogió. Esto es pues el Todo, como te recordarás, que
contiene todas las cosas y es todas las cosas.
La Naturaleza contiene y envuelve al Alma y al Mundo, y los agita a fin de que, producidas las
variadas cualidades de todas las múltiples figuras de todas las cosas, se reconozcan, por las
diferencias, los infinitos aspectos de las especies, que sin embargo están unificadas de manera tal
que finalmente se puede contemplar cómo el Todo es Uno, y cómo está compuesto de todas las
cosas.
3;Ahora bien, cuatro son los elementos de los que está formado el Mundo, a saber, fuego, agua,
tierra, aire. Pero Uno es el Mundo, Una el Alma, Uno Dios.
Préstame ahora toda tu atención, cuanto pueda tu mente, cuanto valga tu astucia. Porque la razón
de lo divino, que se conoce por aplicación de la mente divina, es semejante a un torrente que se
precipita de lo alto con impetuosidad incontenible, de manera que, por la gran rapidez, se
adelanta a nuestra percepción, no sólo de los que la están escuchando sino también de los que la
enseñamos.
Prosigamos. El Cielo, dios sensible, es quien administra todos los cuerpos, cuyo crecimiento y
disminución dependen del Sol y de la Luna. Pero el Cielo, y la misma Alma y todas las cosas,
Dios que las creó es el que las gobierna. Desde todos estos cuerpos celestes, gobernados por Dios
mismo, emanan constantes influencias que se ejercen a través de la materia y del ser íntimo de
todas las especies y de cada individuo en la general naturaleza. La materia ha sido preparada por
Dios para ser el receptáculo de las formas múltiples individuales, pero la Naturaleza conforma la
materia en lo particular por medio de los cuatro elementos y conduce hasta el Cielo la totalidad
de los seres que complacen las miradas de Dios.
4 Todas las cosas pues que dependen de lo alto se dividen en formas individuales de la siguiente
manera: Los individuos de cada género toman la forma del género, de manera que el género
mantenga su uniformidad como totalidad, y el individuo sea una individualidad suya. No es así
sin embargo en los dioses, en los cuales cada individuo es su propio género. Lo mismo ocurre en
los demonios. El género de los hombres, e igualmente el de las aves y el de todos los seres que
contiene el Mundo engendra a los individuos dentro de su propia similitud. Hay otro género de
seres vivos, género en verdad sin alma pero no carente de reacción, por donde mejora con los
buenos tratos y decae y perece con los malos. Me refiero a todos los que viven de la integridad
de sus raíces y ramas, y que abundan dispersos por toda la tierra.
;Por su parte, el Cielo está lleno de dioses, cuyos géneros superiores habitan allí como
individuos, los cuales, todos sin excepción, son inmortales. Por otro lado, los individuos son
parte del género, como el hombre de la humanidad, de donde se sigue que, a pesar de que todos
los géneros son inmortales, no todos los individuos lo son. Es que en el género de los dioses, el
género y el individuo son inmortales, pero en los demás, el género sólo tiene la eternidad, porque
aunque el individuo muera, se conserva gracias a la fecundidad de los nacimientos, y, en
consecuencia, los individuos son mortales, de manera que los hombres son mortales, pero la
humanidad es inmortal.
5 Por otra parte, los individuos de todos los géneros se entremezclan con todos los géneros, unos
porque fueron hechos antes, otros porque derivan de aquellos que fueron hechos. Y las seres que
derivan lo hacen o a partir de los dioses, o de los dáimones o de los hombres. Es imposible que
los cuerpos se formen sin el apoyo divino, que los individuos se configuren sin ayuda de los
dáimones, y lo seres sin alma que puedan plantarse y cultivarse sin los hombres. Por
consiguiente si cualquier dáimon proveniente de su género a la individuación, se encontrare junto
a algún individuo del género divino, por causa de la proximidad y del comercio con éste, será
considerado semejante a los dioses. En cambio los individuos de los dáimones que se
mantuvieren en la cualidad de su género, a éstos los llamamos dáimones amantes de los
hombres. Lo mismo ocurre con los hombres o aún más. Múltiples y variados son los ejemplares
humanos, y cada uno, proveniente y en comunicación con el género antes mencionado, entra en
intensa comunicación con muchos individuos y, por necesidad, casi con todos. De tal manera que
casi llega al estado de un dios el que, por la Mente, por la que está unido a los dioses, se une a
ellos por medio de la religión divina; como a los dáimones el que a ellos unido está, y todos los
demás individuos humanos se asemejarán al género de los individuos que frecuenten.
6 ¡Oh Asclepio, qué gran maravilla es el hombre, un ser vivo digno de reverencia y de honor,
que puede casi como traspasarse a la naturaleza de un dios, como si él mismo fuera un dios!
Conoce al género de los dáimones, pues sabe que con ellos tiene un origen común. Desprecia en
sí lo que tiene de humano para pasar a entregarse a su otra parte divina. ¡Oh, de qué mezcla
privilegiada fue hecho el hombre! Unido a los dioses por la parte que tiene connatural con ellos,
su propia parte terrenal desprecia en conciencia; los demás seres, a los que está necesariamente
unido por disposición divina, los abraza a sí por el lazo del amor. Alza al Cielo la mirada. Y así
pues, está colocado en la feliz posición del mediador, a fin de que otorgue su amor a lo inferior a
él, y sea amado por los superiores a él. Cultiva la tierra, se confunde con los elementos por la
velocidad de la mente, desciende a las profundidades del mar por la penetración de su espíritu.
Todo lo alcanza. El Cielo no le parece demasiado alto, pues la sagacidad le permite medirlo
como si lo tuviera en la mano. Ninguna bruma del aire obscurece la atención de su espíritu. La
compacta tierra no detiene su labor, ni la inmensa profundidad de las aguas obstaculiza su
mirada. Es, a la vez, todas las cosas, y está, a la vez, en todas partes. ;
Todos los géneros de seres vivos que tienen alma, poseen raíces que van desde arriba hacia
abajo, los que en cambio no tienen alma, crecen de abajo hacia arriba expandiendo sus ramas
desde las raíces. Algunos tienen dos tipos de alimentos, otros uno sólo. Dos son los alimentos,
los del alma y los del cuerpo, ambas partes que forman el ser vivo. El alma se alimenta del
movimiento del Cielo siempre cambiante. Los cuerpos crecen de lo que se toma del agua y de la
tierra, los alimentos del mundo inferior. El Espíritu, que todo lo invade, entremezclado con todas
las cosas a todas otorga vida, y agrega al hombre la mente en más del entendimiento o razón.
Mente, quinta parte, sólo al hombre concedida, y que proviene del Éter, y, de esta manera, al
hombre, sólo al hombre de entre todos los seres vivos, la Mente adorna y sostiene, eleva y exalta
para que llegue al conocimiento del Nombre divino.
Pero he sido llevado a hablar de la mente, cuya enseñanza, sublime y altísima y no inferior a la
enseñanza sobre la misma Divinidad, os expondré de aquí a poco. Pero ahora continuaré
terminando lo que empezamos.
7;Os hablaba al comienzo del tema de la unión con los dioses, de la que sólo disfrutan los
hombres por concesión de los dioses mismos - me refiero a aquellos que han alcanzado tal
felicidad y don de percibir por la mente aquel divino conocimiento del Nombre, divinísima
Mente que sólo en Dios existe y en el hombre.
- Pero la mente ¿no es la misma para todos los hombres?
- No todos los hombres, Asclepio, poseen la verdadera mente, sino que se dejan engañar por la
fantasía arrastrados por la precipitación, sin nada confrontar con ninguna razón verdadera,
fantasía que da origen a la maldad en las mentes, y transforma un magnífico ser vivo en una fiera
y de costumbres propias de brutos. Pero de la Mente y de asuntos similares les daré explicación
cuando también tratemos del Espíritu.
Pues bien, el hombre es el único ser vivo doble: una de sus partes es simple, la que los griegos
nombran OUSIODES y que traducimos "figura de la semejanza divina". Las otra parte es
cuádruple, que los griegos llaman HYLIKON y nosotros "material", de la que está hecho el
cuerpo, que envuelve a la otra parte que hemos llamado divina rodeándola, y en la cual,
protegida, como detrás del muro del cuerpo, reposa, sóla consigo misma, la divinidad de la
intimidad pura del alma, y sus parientes, los sentidos de la mente.
- ¿Y qué necesidad hubo, oh Trismegisto, de poner al hombre en el mundo material y no en
aquella parte, donde Dios habita, y que viva en la suprema felicidad?
- ¡Qué bien cuestionas, oh Asclepio! y rogamos al Dios que nos conceda la facultad de explicarte
este tema. Como todas las cosas dependen de su Voluntad, tanto ella como las cosas que se
refieren a la entera Sublimidad, son los asuntos cuya explicación buscamos.
8;Escucha, pues, Asclepio. El Señor y Hacedor del Universo, que con razón llamamos Dios, que
hizo un segundo dios que pudiera verse y tocarse, - dios segundo que llamé "sensible" no debido
a que sienta (de lo cual, si siente o no, lo diremos en otro lugar) sino a que cae bajo el sentido de
los que lo contemplan - cuando, pues, Dios, de sí el primero, hubo producido este segundo y lo
hubo visto hermoso, pues contiene en plenitud la bondad de todas las cosas, lo amó como parto
de su divinidad. Y entonces, como Todopoderoso y Bueno, quiso hacer otro más que pudiera
contemplar al que había sacado de sí mismo, e inmediatamente hace al Hombre, imitador de su
Nombre y de su Diligencia. La sóla Voluntad de Dios es la Perfección suma, de tal modo que en
un mismo y único instante de tiempo coexisten su querer y su realizar. Como hizo al hombre
OUSIODES y comprendió que no podría tomar cuidado de todas las cosas si no lo pusiera dentro
de una textura material, le tejió un domicilio corporal y mandó que todos los hombres fueran
compuestos de ambas naturalezas, confundiéndolas y mezclándolas tanto como fuera necesario.
Entonces el hombre quedó conformado de alma y cuerpo, es decir de la naturaleza eterna y de la
mortal, de tal manera que conformado así como ser vivo pudiera dar satisfacción a sus ambos
orígenes: mirar y adorar las cosas celestes, y cultivar y gobernar las terrenas.
Con todo y en este caso, llamo "mortales" no al agua y a la tierra, que junto a los otros dos
elementos están sometidas al hombre, sino a las cosas que el hombre hace en ellas o a partir de
ellas, como la agricultura y la ganadería, la arquitectura, los puertos, la navegación, las
comunidades, las relaciones mutuas, que son un lazo firmísimo que une a la humanidad consigo
misma y con la parte del mundo que son el agua y la tierra. Esta parte terrena del mundo se
conserva por el conocimiento y ejercicio de las artes y las ciencias, sin las cuales no quiso Dios
que el mundo fuera perfecto. Y lo que al Dios le place síguese necesariamente, porque el ser
acompaña su querer. Y no es creíble que al Dios le venga a disgustar lo que quiso en primer
lugar, porque sabía mucho antes lo que habría de existir y que le complacería.
9;Pero ahora, Asclepio, estoy viendo ya con qué ansiedad y atención estás esperando oír acerca
de cómo el hombre puede amar y cuidar del Cielo y de las cosas que hay en él! Escucha pues ¡oh
Asclepio!: ;Amar el Cielo y amar los seres que están allí consiste sólo y únicamente en rendirles
frecuente honor y reverencia. Esto no lo puede hacer ningún otro ser vivo, ni los dioses ni los
animales, sino sólo el hombre. El Cielo y los seres celestes se complacen en la admiración de los
hombres, en su adoración, sus alabanzas, sus ofrendas reverentes. No es sin causa que para estar
entre los hombres fue enviado por la suma Deidad el coro de las Musas, es decir, para que el
terreno mundo no fuera siempre salvaje por falta de la suavidad y dulzura de la música, para que,
por el contrario, con cantos inspirados por las Musas, los hombres celebraran alabanzas a Aquel
que siendo único es el Todo y Padre de todas las cosas, de forma que a las alabanzas celestes no
dejara de corresponder, en la tierra, una suave armonía. A unos poquísmos hombres, hombres de
limpio raciocinio, les fue otorgado el venerable cuidado de observar el cielo.
Los que en cambio en virtud de la doble tendencia de su naturaleza y arrastrados por la pesada
mole del cuerpo, descendieron al raciocinio inferior, está encargados del cuidado de los
elementos y de cosas más inferiores aún.
Por consiguiente, el hombre es un ser vivo, y no digo que sea inferior por su parte mortal, sino
que aún más y como engrandecido por el hecho de ser mortal, está capacitado con mayor aptitud
y eficacia para un objetivo específico, a saber, que como no podría ser útil a ambas naturalezas si
de ambas no hubiera sido hecho, fue hecho de ambas, para que se ocupara de cuidar la Tierra y
de amar a la Deidad.
10;La enseñanza que sigue ahora, quiero, Asclepio, que la escuches con sagaz atención y a más
con la vivacidad de tu espíritu. Muchos considerarán que no merece fe, pero debe ser recibida en
las almas sanas como entera y verdadera.
El Señor de la Eternidad es el primer Dios, el Mundo es el segundo, el Hombre es el tercero.
Dios es el Hacedor del mundo y de todas las cosas que habita, y a la vez a todas gobierna con el
hombre, el gobernador adjunto. Si el hombre, pues, toma en cuenta todas estas cosas, es decir,
cuida de lo que le compete, actuará de manera que el mundo venga a ser su ornamento, y él, a su
vez, lo sea del mundo, a fin de que el hombre, gracias a su doble estado divino, sea llamado un
mundo, o como los griegos, con mejor término, un cosmos. El hombre se conoce a sí mismo y
conoce al mundo, es decir, que recuerda lo que es conveniente a sus partes, qué cosas le conviene
usar y a qué cosas es necesario que preste servicios, que se reconozca ofreciendo máximas
alabanzas y gracias al Dios, venerando su imagen, sabedor que él mismo inclusive es la segunda
imagen de Dios, de quién existen dos imágenes: el mundo y el hombre. Por donde resulta que,
aunque es un sólo conjunto, por la parte por la que es divino y que está formada por el alma y la
mente, el espíritu y la razón, como por elementos superiores, es capaz de ascender al Cielo, pero
por la parte material, que consta de fuego, agua y aire, mora mortal en la tierra, no sea que Viuda
la abandone y deserte todos los mandatos a él confiados.
Así es pues como la humanidad ha sido hecha, por un lado divina, por otro mortal,
consubstanciada en un cuerpo.
11;La grandeza de este doble ser, el hombre, es en primer lugar la piedad, a la que sigue la
bondad. Bondad que no es perfecta si no cuando revestida de la virtud del desprecio del deseo de
todas las cosas extrañas al hombre. Y son extrañas todas las cosas que no tienen parte alguna con
la conversación divina, es decir, todo lo que se posee por deseo terrenal y que con verdad se
llaman "posesiones", por que no nacieron con nosotros, pero comenzaron luego a ser poseídas
por nosotros, por donde correctamente se llaman posesiones. Pues bien, todas las cosas de este
tipo son extrañas al hombre, inclusive el cuerpo, con el fin de que lleguemos a despreciar lo que
apetecemos y el cuerpo, causa del vicio de apetecer. Y, para llegar a donde me lleva el impulso
del razonamiento, digamos en fin que el hombre no debería ser hombre sino para que, ejerciendo
la contemplación de su parte divina, despreciara y desdeñara la parte mortal que a él está unida a
los efectos del necesario cuidado del mundo inferior.
Ahora bien, para que el hombre fuera completísimo en ambas partes, advierte que fue formado,
en cada una de ellas, con cuatro elementos: dos pies y dos manos y los demás miembros del
cuerpo para que sirva al mundo inferior, es decir, terreno; y aquellas cuatro partes que son el
espíritu,
la mente, la memoria y la facultad de prever, por medio de las cuales conoce y contempla todas
las cosas divinas. De donde resulta que se dedica a indagar la entera diversidad de las cosas, sus
cualidades, sus efectos, su magnitud, con inquieta curiosidad, pero, arrastrado por el peso y la
extrema malignidad del cuerpo, no puede penetrar a fondo y apropiadamente estas mismas
causas de la naturaleza de las cosas, que en sí son verdaderas.
De tal forma, pues, hecho y conformado, puesto por el máximo Dios a cargo de tal ministerio y
tal ofrenda, para que ordenadamente conserve mundo al mundo y rinda culto al Dios,
cumpliendo con dignidad y eficiencia la voluntad del Padre en ambos roles, a un tal ¿con qué
recompensa crees que deberá ser recompensado - puesto que, siendo el mundo la obra de Dios,
quién conserve e incremente diligentemente su belleza coopera con la voluntad de Dios, ya que
por medio del instrumento, que es su cuerpo, cuida y embellece en el trabajo diario la hermosa
figura del mundo que Dios creó para un divino propósito - sino con aquella que recompensó a
nuestros padres y que también nos recompensará a nosotros, si fuera del agrado de la divina
misericordia y que tanto esperan nuestros piadosísimos deseos, es decir, que cumplido nuestro
servicio y ya libres de la custodia del mundo, puros y libres de todo lo terreno nos restituya a la
parte superior, es decir divina, de nuestra naturaleza?
12;- Lo que dices es justo y verdadero, ¡oh Trismegisto!
- Este es el premio para los que viven en piadosa relación con Dios y diligentes con el mundo.
Por el contrario, a los que vivan en la impiedad se les negará el premio y, aún más, migrarán a un
otro cuerpo vergonzoso, incapaz por indigno de lograr la pureza espiritual.
- De acuerdo a como va tu discurso, ¡oh Trismegisto!, el espíritu humano está en peligro de
malograr la esperanza de la eternidad.
- Es que a algunos les parecerá increíble, a otros pura fábula y a otros una ridiculez, ¡tan dulce es
gozar de los bienes que se obtienen en esta vida corporal! Lo toman, por así decir, por el cuello,
para que se arraigue en su parte mortal, y la maldad, envidiosa de la inmortalidad, no permite que
se dé cuenta de su parte divina. Casi adivinando el futuro te diré también que después de
nosotros no existirá ya el amor simple y sencillo, la filosofía del frecuente deseo de conocer la
divinidad y de la santa religión, porque son muchos los que ya la corrompen de muchas maneras.
- Pero ¿cómo es posible que tantos hagan de la filosofía algo incomprensible, y la corrompan de
tan variadas maneras?
13;- ¡Ay Asclepio! es así como hacen: la mezclan astutamente a disciplinas que separadas no son
comprensibles, como la aritmética, la música, la geometría. Porque hubiera sido preciso buscar,
en las demás ciencias, la pura filosofía que nace de la sola divina piedad, y admirar el retorno de
los astros a sus presignadas posiciones, y cómo sus cursos obedecen a la permutación de los
números, admirar a su vez las dimensiones de la tierra, sus cualidades y su tamaño, la
profundidad del mar, el vigor del fuego, la actividad y la naturaleza de todas estas cosas,
reverenciar y alabar dignamente el Arte y la Mente divinas. Conocer la música no es sino tener
conciencia del orden que reina en todas las cosas y qué destino le dio a cada una la divina Razón:
pues el Orden de todas las cosas y de cada una en particular, armado por la Razón del Artífice
para un sólo Todo de Todas, compone una sinfonía dulcísima y verísima de divina música.
14;Entonces, los que vendrán después de nosotros, decepcionados por la astucia de sofistas, se
apartarán de la verdadera, pura y divina filosofía.
Pues el rendir culto a la divinidad con simplicidad de mente y espíritu y el venerar sus hazañas,
el dar gracias también a la Voluntad de Dios, que es la plenitud del Bien, ésa es la filosofía no
violada por ninguna curiosidad inoportuna del espíritu. Y baste por ahora sobre el tema.
Vengamos entonces a ocuparnos del espíritu y de asuntos relativos.
Fue una vez Dios e "Hylé", palabra griega que traducimos como Materia. El Espíritu estaba junto
a la Materia, o mejor dicho estaba dentro de la Materia, bien que no de la misma manera como
estaba en Dios ni como aquellos (principios?, dioses?, esencias?) de los que nació el mundo
estaban en Dios. Porque todavía no habían nacido, aunque ya existían en El, de donde luego
habrían de nacer. Y por los que "no habían nacido", no queremos referimos solamente a los que
todavía no habían venido a nacer, sino también a los que carecen de la facultad de generar, es
decir de los cuales nada puede nacer. Porque todo los que poseen la facultad de engendrar, son
generadores y de ellos se puede nacer, aunque no hayan nacido de sí mismos. (Porque nadie duda
que se pueda nacer fácilmente de aquellos que nacieron de sí y de los que todas las cosas nacen).
Por consiguiente Dios sempiterno no puede ni pudo ser engendrado: así fue, así es y así será
siempre. Esto es la naturaleza de Dios, un entero proceder de sí mismo.
Por su parte, "Hylé", la naturaleza de la Materia, y el Espíritu, aunque no aparezcan como
engendrados de un principio, poseen sin embargo la capacidad, en sí mismos, de nacer y de
engendrar. El inicio de la fecundidad está en la manera de ser de sus naturalezas, que poseen en
sí la fuerza y la realidad de concebir y parir. Por donde solas, pues, son capaces de engendrar, sin
el concurso de nadie que las haga concebir.
15;En cambio, respecto de las cosas que no pueden concebir sin el concurso de la unión con otro,
es necesario pensarlas de tal forma que consideremos el espacio o lugar del mundo y todas las
cosas que contiene como
inengendrado, porque en sí contiene el poder universal de generación. Hablo del espacio en el
que están todas las cosas, porque nada podría haber existido sin el espacio que pudiera
contenerlas a todas - nada podría existir si antes no se le hubiera asignado un lugar - : no se
podría hablar de cualidades, ni de tamaños, ni de posiciones, ni de actividades de las cosas que
no están en ninguna parte.
Por lo tanto, la Materia, aunque no engendrada, contiene en sí la naturaleza de todas las cosas y
provee a todas ellas de una matriz inagotablemente fecunda. Esta es la entera virtud de la Materia
increada: el poder de crear. Pero sin embargo así como su naturaleza es la fecundidad, así
también es igualmente fecunda en maldad.
16;¿No os dije a vosotros, oh Asclepio y Amon, lo que muchos repiten: "No hubiera podido Dios
abolir el mal y apartarlo de la naturaleza de las cosas"? Pero no hay nada que pueda
respondérseles. Pero por vosotros continuaré lo que he empezado, y os explicaré. Dicen pues que
Dios hubiera debido librar al mundo de cualquier tipo de mal, el cual sin embargo está instalado
en el mundo como miembro suyo. Sin embargo Dios proveyó y tomó cuidado, cuanto fue
posible, al dignarse conceder al hombre mente, ciencia y razón. Y por estas cosas, que nos
conceden la preeminencia sobre los demás seres vivos, somos los únicos en poder evitar los
engaños, las trampas y los vicios de la Materia, y, para evitarlos en cuanto quieran asomarse,
fueron otorgadas al hombre la inteligencia y la prudencia, porque el fundamento de toda ciencia
reside en la suma Bondad.
Todas las cosas que están en el mundo se gobiernan y viven por el Espíritu, el cual se comporta
como un órgano o instrumento sometido a la suma voluntad de Dios. Es suficiente hasta aquí lo
tratado.
Dios, por otro nombre el Altísimo, que sólo la razón entiende, es el Rector y el Gobernador de
este dios sensible que abraza en rededor al espacio todo, a la realidad toda de todas las cosas y a
la naturaleza de todo lo que es engendrado y de todo lo que engendra, y a todo lo que es de
cualquiera forma y de cualquier tamaño que sea.
17;El Espíritu provoca la agitación - es su manera de gobernar - de todas las formas que están en
el mundo, a cada una según la naturaleza que Dios le dio.
La Hylé, es decir la Materia, en cambio, es el receptáculo de todas las cosas, una agitación y una
permanencia gobernadas por Dios, dispensadora de las cosas materiales que todos y cada uno
necesita. Sin embargo es por estar insuflada por el Espíritu que la Materia llena todas las cosas,
de modo que cada una tenga la cualidad propia de su naturaleza.
Ahora bien, la fosa del mundo es una redondez a manera de esfera, totalmente invisible a causa
mismo de esta cualidad o forma, y así es que, cuanto más alto subas dentro de ella para mirar
hacia abajo, desde allí no podrás ver su fondo, por donde muchos piensan que viene a ser como
el espacio. Decimos que es visible solamente en razón de las figuras sensibles cuyas imágenes
vemos inscriptas en ella, a la manera de un cuadro pintado. Pero la verdad es que la Esfera es
siempre en sí misma invisible, de donde su fondo o parte, si es que una esfera tiene fondo, lo
griegos llaman Hades, del griego "idein" que significa "ver", porque no se puede ver el fondo de
una esfera. Por donde a las formas sensibles también se las llama "ideas" porque son conceptos
visibles. Por el hecho pues de que no se pueden ver, porque están en el fondo de la esfera, los
griegos llamaron Hades lo que nosotros Infiernos.
Estas pues son las cosas principales y primitivas y son como cabeza o inicio de todas las cosas
que contienen o que por medio de ellas o de ellas se originan.
- ¿A qué te refieres por todas las cosas, oh Trismegisto?
- A las materiales, como te dije, la realidad total de todas las formas sensibles que están allí y de
cada una sea como sea su forma.
Por lo tanto, la Materia nutre los cuerpos, el Espíritu las almas. La Mente, que por regalo celeste
la humanidad sola goza - y no todos sino pocos, cuyas almas está así dispuestas que pueden
recibir tan grande beneficio: así como el Sol al Mundo, así esta Luz esclarece al alma humana, y
lo hace aún mejor, porque todo lo que el Sol ilumina, de tanto en tanto, queda en oscuridad, de
noche, cuando interfieren la Tierra o la Luna . La Mente, pues, una vez entremezclada con el
alma humana, conforma una sóla realidad con ella, tan bien adherida que nunca tales almas se
ven obstaculizadas por las tinieblas del error, por donde con justicia se ha dicho que la mente es
el ser íntimo de los dioses, aunque yo prefiero decir que éso es verdad no de todos, sino de lo
grandes dioses y de los principales.
19;- ¿A qué te refieres, Trismegisto, cuando dices "cabeza" de las cosas o "inicio" de los seres
primordiales?
- Grandes cosas te estoy manifestando y te develo divinos secretos iniciáticos, cuyo tema
principiaré con el favor tan rogado celeste.
Hay muchas especies de dioses, y entre ellos unos son "inteligibles", captables por el
pensamiento, y otros "sensibles", perceptibles al sentido. Se los dice "inteligibles" no porque no
puedan caer bajo el sentido, ya que a ellos los sentimos mejor que a los llamados "visibles",
como te lo mostrará la exposición, y tú mismo, si miras con atención, lo podrás ver. El sublime
Nombre y divinísimo, que está más allá de lo que pueda alcanzar la mente y la perspicacia
humanas, si no aceptaras las palabras del que te habla con la ofrenda atentísima de tus oídos,
volará lejos, se diluirá lejos, o más bien refluirá a sí mismo y se confundirá con los licores de su
fuente.
Pues bien, hay dioses que son príncipes de todas las formas sensibles. A estos siguen los dioses,
de los cuales la OUSIA ("esencia" o "realidad") es el príncipe. Estos son los dioses sensibles, que
se asemejan a su doble origen, que por medio de la naturaleza sensible construyen todas las
cosas, una por medio de la otra, cada uno incluyendo su luz en su propia obra.
El Cielo o lo que sea que por ése nombre se entienda, tiene a Júpiter como OUSIARCA
("príncipe de la esencia"): pues por medio del Cielo Júpiter concede a todos la vida. La Luz es el
OUSIARCA del Sol: el bien de la Luz se derrama en nosotros por intermedio de la corona del
Sol. Los XXXVI, los "treinta y seis", que se llaman el Horóscopo, son los astros que determinan
las partes siempre fijas del zodíaco, tienen como OUSIARCA o príncipe al que llaman
PANTOMORFOS u omniforme, el que consolida las diversas formas sensibles de las diversas
especies. Los que se llaman "las siete esferas", tienen como príncipes o OUSIARCAS a la que
llamamos Fortuna o EIMARMENE ("Destino"). Por ellas se transmutan todas las cosas, bajo la
ley de la naturaleza y la constante estabilidad del orden. El Aire es el órgano o instrumento de
todos por medio y a través del cual se hacen todas las cosas. El OUSIARCA del Aire es el
segundo dios que provee a los mortales las cosas mortales y a éstas sus semejantes. De esta
forma, desde el fondo hasta la sumidad de la esfera, influyendo unas en otras, todas las cosas
están interconexas y en dependencia mutua, y los seres mortales están en contacto y en
dependencia de los inmortales, e igualmente las cosas perceptibles por los sentidos de las que no
lo son. En verdad, los sumos principios obedecen al Gobernador, sumo Señor, y no son muchos o
mejor uno sólo. Porque de uno dependen todas las cosas y de él emanan, pero cuando se observa
a la distancia, parece como si fueran muchos. Juntando todo se ven que son uno, o mejor dos, de
lo qué y por quién se hacen todas las cosas, es decir, de la Materia, que es de lo que están hechas,
y de su Voluntad, por cuya decisión han sido hechas diferentes entre sí.
20;- De nuevo, Trismegisto, ¿cuál es la explicación de esto?
- Esta, Asclepio. Dios, pues, o Padre, o Señor de todas las cosas, o nombrado con cualquier otro
nombre más excelso o más reverente que los hombres quieran darle, que entre nosotros debe ser
sagrado y secreto para que nos entendamos mútuamente (Porque, tomando en consideración la
excelsitud de tal Numen, no lo nombramos definitivamente con ninguno de estos nombres.
Porque si el nombre no es más que un sonido producido por la agitación del aire, para expresar la
voluntad o el pensamiento que un hombre tal vez haya podido concebir en su espíritu a partir de
impresiones sensibles, y si toda la realidad de un nombre se define y se circunscribe en unas
pocas sílabas, y del tal forma justifica el intercambio entre la voz y el oyente, entonces todo el
nombre de Dios es a la vez una impresión sensible, una agitación, un aire y todas las cosas que
en estas tres se consideran, y por las cuales y de las cuales resulta. No puedo creer que el
Hacedor de la majestad del Todo, el Padre o el Señor de todas las cosas pueda nombrarse con un
sólo nombre, aunque sea compuesto de varios. Este pues Innombrable o, mejor, Omninombrable
es el Uno y el Todo, y así es necesario que todas las cosas sean su nombre o que se nombre con
el nombre de todas las cosas), Este, pues, el Único y el Todo, inmensamente repleto de la
fecundidad de ambos sexos, cuya Voluntad siempre está preñada y siempre pare todo lo que
quiere procrear. Su Voluntad es la Bondad total. Esta misma Bondad de todas las cosas ha
nacido, de su propia divinidad, Naturaleza, para que todas las cosas sean, como son y como
fueron, y para que se provean de allí la naturaleza de hacer nacer de sí mismas a todas las cosas
futuras.
22;- ¿Dices que Dios tiene ambos sexos, oh Trismegisto?
- No solamente Dios, Asclepio, pero todo los seres animados e inanimados. Es imposible que
ningún ente sea infecundo. Porque si se quitara la fecundidad de todos los seres que existen, sería
imposible que siempre fueran lo mismo que son. Yo por mi parte digo que, por naturaleza, la
Mente, la Naturaleza y el Mundo contienen en sí el poder de engendrar y conservar todas las
cosas que han nacido. En verdad, ambos sexos están colmados del poder de procrear, y la mutua
conexión de ambos, o mejor, la unión de ambos es algo incomprensible, y ya puedes nombrarla
correctamente Cupido o Venus o con ambos nombres a la vez.
Quiero que guardes bien en tu mente lo que sigue, la más verdadera y evidente de todas las
verdades: el Señor de la Naturaleza toda, Dios, inventó y concedió a todos los seres este misterio
de procrear eternamente, cuyos atributos naturales son el sumo afecto, la felicidad, la alegría, el
deseo y el divino amor. Y hubiera que explicar más cuánta es la fuerza y la imperiosa necesidad
de este misterio, si no fuera bien conocido de cada uno, en su íntimo sentir, por propia
experiencia. Porque en el momento extremo del orgasmo, al que llegamos después de repetidas
frotaciones, cuando un sexo en el otro vierte su sementera, advertirás que cada uno ávidamente
arrebata y esconde en sí mismo la del otro, y que en ése momento, por la compenetración mutua,
la hembra se apodera de la fuerza del macho y el macho se abandona a la languidez de la
hembra. Por donde el acto de este misterio, tan dulce y necesario, se realiza en privado, no sea
que las burlas del vulgo ignorante avergüencen a la divinidad de ambas naturalezas durante la
unión sexual, y mucho peor si uno se expone a las miradas de impíos.
22;Los hombres piadosos no son muchos, mas bien son tan pocos que se pueden contar en el
mundo. Porque ocurre que en los muchos se asienta la malicia, por carencia de buenas
costumbres y de la ciencia de cómo son todas las cosas. De la comprensión del plan divino nace
el desprecio y la cura de todos los vicios que hay en el mundo. Pero si la torpeza y la ignorancia
perseveran todos los vicios renacen con vigor y lastiman el alma con heridas incurables, y
finalmente infectada y enviciada por ellos se inflama como de veneno, salvo en el caso de
aquellos que han hallado la cura total por la disciplina moral y el conocimiento.
Aun cuando, pues, solamente es útil a estos pocos hombres, es válido y digno continuar el tema
que tratamos y darle término, porque la divinidad se ha dignado compartir su sabiduría y su
conocimiento sólo al hombre. Escucha pues.
;Cuando Dios Padre y Señor compuso al hombre después de los dioses, combinando por igual la
parte más corruptible de la materia y la parte divina, ocurrió que los defectos de la materia y
otros permanecieron entremezclados con el cuerpo, por la necesidad que tenemos, en común con
todos los demás seres vivos, de comer y abrigarnos. Y de aquí proviene que se introduzcan en el
espíritu humano el deseo de avideces y los demás vicios del alma. Los dioses en cambio, hechos
de la más pura y limpia parte de la naturaleza y que no necesitan de los implementos del
raciocinio o la moral, porque la inmortalidad y el vigor de la eterna juventud ocupan en ellos el
lugar de la moral y la ciencia, sin embargo y para mantener la unidad del plan divino, en
reemplazo de moral y ciencia y para que no fueran ajenos a ellas, les impuso, por ley eterna, el
orden establecido por la ley de la Necesidad, reconociendo sin embargo al hombre como único
entre los seres vivos dotado de ciencia y razón en exclusividad, por las que la humanidad podría
apartarse y liberarse de los vicios del cuerpo, y los tensó como un arco hacia la esperanza y la
búsqueda de la inmortalidad. Finalmente, para que el hombre pudiera ser bueno y capaz de
inmortalidad, lo compuso de ambas naturalezas, la divina y la mortal, y así fue hecho el hombre,
por la Voluntad de Dios, en un estado aún mejor que el de los dioses, que fueron formados sólo
de la parte inmortal, y mejor que el de todos los demás seres mortales. Esta es la razón por la que
el hombre, pariente de los dioses, los venera con piedad y puro espíritu, y a su vez los dioses
consideran al hombre, y lo cuidan con piadosa afección.
23;Pero no estoy hablando sino de aquellos pocos dotados de un espíritu piadoso. De los viciosos
nada tengo que decir, porque esta dignísima exposición se mancharía si me ocupara de ellos.
Iniciado entonces el tema del parentesco y sociedad de hombres y dioses, conoce ahora,
Asclepio, la potestad y la fuerza del hombre.
El Señor y Padre, o para darle su nombre máximo, Dios, es el Hacedor de los dioses celestes. Así
también el hombre es autor y artesano de los dioses que residen en los templos junto a los
hombres, de manera que el hombre no sólo recibe la luz sino que también la da, no sólo avanza
hacia los dioses, sino que también los configura. ¿Te asombras, Asclepio, y acaso también tú
como muchos descrees?
- Estoy confundido ¡oh Trismegisto!, pero de buena gana me inclino ante tus palabras y juzgo
que el hombre es muy feliz porque logró tanta ventura.
-Y no sin razón es digno de que admires a la mayor de las criaturas. Es creencia generalmente
aceptada que la raza de los dioses provino de la más pura y limpia parte de la Naturaleza, y que
sus signos visibles sólo son como la cabeza que está en lugar de todo el resto, pero que la otra
raza de dioses que es la humanidad está constituida por ambas naturalezas: de la divina que es
más pura y en exceso divina, y de la que está entre los hombres, la materia, de la cual fueron
hechos y conformados no sólo de la cabeza sino además de todos los miembros y de todo el
cuerpo. Así es que la humanidad, siempre memoriosa de su naturaleza y origen, persevera de tal
forma en imitar a la divinidad que, así como el Padre y Señor hizo eternos a los dioses para que
fueran semejantes a El, así la humanidad configura a sus dioses a semejanza de su propio rostro.
24;- ¿Hablas de las estatuas, Trismegisto?
- Sí, Asclepio. ¿Te das cuenta cuánto tú mismo descrees? ¡Estatuas animadas, repletas de mente
y espíritu, hacedoras de tan grandes y estupendos portentos, estatuas que conocen el futuro y lo
predicen por las suertes, la inspiración, los sueños y por otros muchos recursos, que causan las
enfermedades de los hombres y las curan, que cambian el dolor por alegría a quienes lo merecen!
¿Acaso ignoras, oh Asclepio, que Egipto es la imagen del Cielo, el lugar a donde se transfieren y
descienden todas las cosas gobernadas y producidas desde el Cielo? Y para decirlo con toda
verdad, nuestro país es el templo del mundo entero. Sin embargo, como a los sabios corresponde
conocer lo que vendrá, se impone no ignoréis lo que sigue:
" Un tiempo vendrá en que se vea que los Egipcios han honrado en vano a los dioses con espíritu
piadoso y religión perseverante: la pureza de la veneración se verá frustrada y su provecho inútil.
Los dioses dejarán la Tierra y volverán al Cielo, abandonarán Egipto, patria que fue domicilio de
venerables liturgias, y vendrá a ser una Viuda, privada de la presencia de los númenes. Extrañas
gentes habrán de invadir esta región y patria, y serán los que, a más de despreciar la religión, de
forma más insufrible aún habrán de estatuir, con pretendidas leyes y castigos de penas
específicas, que la gente se aparte de la religión, de la piedad y del culto divino. Entonces esta
santísima tierra, patria de santuarios y templos, se verá sembrada de tumbas y cadáveres. ¡Ay
Egipto, Egipto, de tus cultos nada quedará sino leyendas fabulosas que ni tus propios hijos
creerán, y solas sobrevivirán, grabadas en la piedra, las palabras que narran tus gestas piadosas, y
el Escita o el Hindú vendrá a habitar Egipto, o algún otro extranjero de tus alrededores!"
" Los dioses ganarán el Cielo, los hombres, abandonados, morirán todos, y entonces Egipto,
Viuda de dioses y hombres, será un desierto. ¡A ti clamo, santísimo Río, a ti predigo el futuro!
¡Rojo torrente de sangre subirás y desbordarás tus riberas, y las divinas olas se mancharán de
sangre, y aún más, saldrán de lecho y habrá sepulcros muchos más que seres vivos! Los que
queden, si hubiere, se los tendrá por egipcios sólo por la lengua, pero en sus actos serán como
extranjeros."
25;- ¿Porqué lloras, Asclepio? " Egipto mismo será arrastrado y se empapará de crímenes peores,
Egipto, que fue tierra santa, excelsa amante de la divinidad, que fue entre todas las tierras la
única habitada por los dioses a cambio de su devoción, y cátedra de santidad y religión para
todos, será modelo de máxima crueldad. Y entonces, cansados de vivir, el Mundo ya no parecerá
admirable y adorable a los hombres. Este Todo bueno, del que no hay nada más excelso que se
pueda ver, ni hubo ni habrá, estará en peligro y será honeroso a los hombres, y por eso mismo
será despreciado y no más será amado este Todo Mundo, obra inimitable de Dios, edificación
gloriosa, creado Bueno y compuesto de infinita variedad de formas, instrumento del buen querer
de Dios que, sin resquemores, sufraga el bien en su obra, para ser Uno en Todo, para que pudiera
ser venerado, alabado, amado por todos los que lo viesen, unificado en un conjunto armonioso y
múltiple. Luego las Tinieblas se antepondrán a la Luz, y se juzgará que la muerte es más útil que
la vida. Nadie alzará los ojos al Cielo. Se tendrá al religioso por loco, al ateo por inteligente, al
frenético por fuerte, al criminal por un hombre de bien. El alma y todo lo que la completa y por
lo que nació inmortal o que se presume logrará la inmortalidad, de la manera como os dije, será
puesta en ridículo, y aún más, será considerada inexistente. Y llegará, creedme, a constituirse
pena de muerte para el que se entregue a la santa religión del espíritu. Habrá nuevos derechos,
nuevas leyes. Nada será santo, nada piadoso, no se admitirá que haya nada de valor en el Cielo ni
en los seres celestes, ni se lo aceptará en la intimidad del corazón."
" ¡Entre dioses y hombres habrá un tristísimo abismo! Sólo quedarán los dáimones malignos,
que, entremezclados con la humanidad, conducirán a los miserables con violencia a poner mano
en todo osadía malsana: guerras, rapiñas, fraudes y todo lo que es contrario a la naturaleza de un
ser vivo. La Tierra entonces perderá su equilibrio, no se navegará en el mar, ni se mantendrá en
el Cielo el curso de los astros y las estrellas. Callará toda Voz divina, condenada a un necesario
silencio, se pudrirán los frutos de la tierra, y el suelo perderá la fertilidad, y el mismo aire
enflaquecerá en una fermentación corrupta."
26;" Ved entonces cuál será la vejez del Mundo, irreligión, desorden, irracionabilidad en todos
los bienes. Cuando todas estas cosas ocurran, ¡oh Asclepio!, entonces aquel Señor y Padre, Dios,
primer Poderoso y Gobernador de Dios uno, considerados estos hechos y crímenes voluntarios,
de su propia Voluntad, que es la Benignidad de Dios, resistirá a los vicios y a la general
corrupción, corregirá los errores, consumirá la entera maldad ahogándola en diluvio o
consumiéndola por fuego o destruyéndola con epidemias pestilentes dispersas por lugares de la
tierra, para devolver al Mundo su antiguo rostro, para que vuelva a ser adorable y admirable, y
para que los hombres que entonces hubiere celebren con frecuentes himnos, ruegos y
bendiciones al Dios, Hacedor y Recomponedor de la Obra. "
Y así será el nacimiento del Mundo: renovación de todas las cosas buenas, restitución de la
santísima y muy piadosa Naturaleza del Mundo, Querer que es y fue sempiterno sin comienzo,
porque la Voluntad de Dios no empezó nunca, siempre es la misma que es, sempiterna. Porque el
ser de Dios no consiste en nada más que en la Decisión de su Voluntad.
- ¿La Bondad Suma es una Decisión, Trismegisto?
- La voluntad, Asclepio, nace de la decisión, y el mismo querer nace de la voluntad. Porque
Aquel, que es la plenitud de todas las cosas y que quiere todo lo que tiene, no quiere nada
impensadamente. Entonces, todas las cosas buenas que existen, las considera y las quiere, porque
así es Dios, y bueno es el Mundo, imagen suya, imagen del Bueno.
27;- ¿Bueno, Trismegisto?
- Sí, Asclepio, y te lo mostraré. Pues de la misma manera como a todas las especies o géneros
que hay en el Mundo, Dios dispensa y distribuye sus bienes, es decir, la mente, el alma y la vida,
de igual forma el Mundo provee y participa todas las cosas que los mortales juzgan buenas, esto
es, la sucesión de los nacimientos en el tiempo, la producción, crecimiento y maduración de los
frutos y demás cosas similares.
Por este motivo, Dios, situado más allá del vértice del supremo Cielo, está en todas partes y
extiende sus miradas sobre todas las cosas en derredor. Porque hay un lugar, más allá del Cielo,
lugar sin estrellas y apartado de todas las cosas corporales. Hay otro Dispensador que está entre
el Cielo y la Tierra, al que llamamos Júpiter. En cuanto a la tierra y el mar, están bajo el dominio
de Júpiter Plutonio que nutre a los seres vivos mortales y a los que producen fruto. Son las
energías de todos ellos las que otorgan la subsistencia a la tierra, los frutos y los árboles. Pero
hay otros dioses cuyas energías y operaciones se distribuyen en todo lo que existe. Serán pues
distribuidos estos que dominan la tierra, y serán colocados en límite extremo de Egipto,
escondido hacia el ocaso, a donde acudirá, por tierra y por mar, toda la mortal raza.
- Pero dime, Trismegisto, ¿dónde están ahora estos dioses?
- Están instalados en una ciudad muy grande, en una montaña de Libia. Pero por ahora, baste
sobre el tema.
Corresponde ahora tratar de lo inmortal y de lo mortal. Porque a muchos, que ignoran el
conocimiento verdadero, les tortura la ansiedad de la espera y el temor de la muerte. La muerte
ocurre por disolución del cuerpo, agotado por la vida de labor, y completo ya el número que
acoplaba los miembros del cuerpo para formar un organismo apto para la vida. Muere pues el
cuerpo, cuando pierde el poder de soportar la vida humana. Y en esto consiste toda la muerte, en
disolución del cuerpo y fin del sentido, de lo cual es superfluo preocuparse. Pero hay otras cosas
que de las cuales merece ocuparse, y que los hombres desprecian por ignorancia o incredulidad.
- ¿Qué es, Trismegisto, lo que ignoran o descreen que pueda existir?
28;- Escucha, Asclepio. Cuando se separa el alma del cuerpo, pasa bajo la potestad del Dáimon
Supremo para examen de sus méritos, y, si del cuidadoso escrutinio surge piadosa y justa, le
autoriza a morar en el lugar que le corresponda, pero si la viera sucia de rastros de delitos y
manchada de vicios, la precipita de lo alto a las profundidades y la entrega a las tempestades y
torbellinos, siempre encontrados, del aire, del fuego y del agua, a fin de que, morando entre el
Cielo y la Tierra, sea permanentemente arrastrada por el oleaje mundano y agitada entre penas
sin fin, porque hasta la misma eternidad se le opone, porque queda sometida por sentencia
imperecedera a un suplicio sin fin. Toma conciencia pues de lo que hay que avergonzarse, temer
y precaverse, para no venir a caer en lo mismo. Porque los incrédulos, cometido el delito, se
verán obligados a creer, no con palabras sino con hechos, no con amenazas sino con el
sufrimiento mismo del castigo.
- Entonces, Trismegisto, los delitos de los hombres ¿no son castigados sólo por la ley humana?
- En primer lugar, Asclepio, todo lo que es terreno es mortal, y también lo son los seres que
viven en condición corporal y que dejan de vivir en la misma condición. Todos pues los que
están bajo régimen de castigo por lo que ha merecido su vida y sus delitos, tanto más
severamente serán considerados después de la muerte, cuanto más, tal vez, en vida, vivieron a
escondidas sus delitos. Porque la divinidad conoce todas las cosas, y corresponderán los castigos,
en la medida justa, con la calidad de los delitos.
- ¿Quienes merecen los mayores castigos, oh Trismegisto?
- Los que condenados por las leyes humanas mueren de muerte violenta, porque entregaron la
vida no como se la debe a la naturaleza, sino como castigo merecido. Por el contrario, para el
hombre justo, la defensa estriba en el culto que ha dado al Dios y en la más elevada piedad. A los
tales, Dios tutela contra todos los males. Pues el Padre y Señor de todas las cosas, el que es Uno
y Todo, se muestra a todos con liberalidad, y no lo hace en un lugar, o en una cualidad o en una
cantidad determinados, sino con sólo iluminar la razón de su espíritu: el hombre, habiendo
arrojado de su alma las tinieblas del error y comprendido la claridad de la verdad, con su mente
entera se funde a la Razón divina, por cuyo amor librado de la natural parte que lo hace mortal,
concibe la esperanza de la inmortalidad futura. Este es pues el abismo que media entre buenos y
malos. Todo hombre bueno es alumbrado por la piedad, religiosidad, prudencia, culto y
veneración de Dios, percibe la verdadera razón como si la estuviera viendo, y, confiado en lo que
ha creído, contrasta tanto entre los hombres como el Sol en luz supera a los demás astros. Y el
mismo Sol alumbra a las demás estrellas no tanto por el esplendor de su luz cuanto por su calidad
divina y su pureza. Porque en realidad, ¡oh Asclepio!, debes aceptar que el Sol es el segundo
dios, gobernador de todas las cosas, lumbrera de todo lo terreno, de los seres vivos, de los que
tienen alma y de los que no la tienen.
;Ahora bien, si el Mundo, ser vivo, vive siempre, fue, es y será, nada muere en el mundo. Como
todo lo que hay en el mundo tiene vida, tal como es y según su propio ser, y como está en el
Mundo que es Uno y ser vivo que siempre vive, en consecuencia no hay ningún lugar donde
pueda reinar la muerte. Por lo que se sigue que debe estar repletísimo de vida y eternidad, ya que necesariamente le corresponde vivir siempre.
Por su lado y a la manera del sempiterno Mundo, así también el Sol detenta siempre el gobierno
de los seres que tienen vida, lo que equivale a decir que es el Dispensador de toda la Vida, de la
cual es el sólido receptáculo. Por consiguiente, dios de los seres vivos, de los que tienen vida,
que están en el Mundo, el Sol es sempiterno gobernador y eterno dispensador de la vida misma:
la dio toda de una vez. La vida pues se da a la totalidad de los seres vivientes, de la manera que
he dicho.
30;Y en la misma vivacidad de la Eternidad se mueve el Mundo y la misma vital Eternidad es el
lugar del Mundo, por lo cual nunca se detendrá el Mundo ni nunca habrá de destruirse jamás,
porque lo rodea y protege, y casi compulsivamente, la eternidad del vivir siempre. El Mundo
mismo es dispensador de la vida para todas las cosas que contiene, y es el lugar de todas las
cosas que debajo del Sol están sometidas al gobierno divino. El movimiento del Mundo resulta
de un doble accionar: de afuera la Eternidad le da la vida, y el Mundo a su vez da la vida a todas
las cosas que contiene en su interior, diversificándolo todo por números y tiempos establecidos y
determinados por el influjo del Sol y el curso de los astros, estando todas las cosas bajo la divina
Ley que prescribe el ciclo regular del tiempo. El Tiempo terreno se reconoce por el estado de la
atmósfera y las épocas sucesivas de calor y de frío; el celeste, en cambio, por el movimiento de
los astros en su retorno cíclico a las mismas posiciones. El Mundo es el receptáculo del Tiempo,
que mantiene la vida en su correr y agitar. El Tiempo por su lado respeta el Orden. El Orden y el
Tiempo provocan, por transformación, la renovación de todas las cosas que hay en el Mundo. Y
siendo ésta la forma de ser de todas las cosas, nada es estable, nada fijo, nada quieto, entre las
cosas que se generan, tanto celestes como terrestres, excepto y únicamente Dios, y con razón:
Dios existe en Sí, por Sí y rodeándose todo a Sí mismo, pleno y perfecto, y es su sólida
estabilidad, y ningún impulso extraño puede moverlo de su lugar, porque en El está Todo y El,
sólo El, está en todas las cosas, a no ser que a alguien se le ocurra decir que su moverse sea un
movimiento en la Eternidad. Pero mejor es decir que la propia Eternidad es inmóvil, a la cual
refluye el movimiento de todos los tiempos, y de la cual el movimiento de todos los tiempos
comienza.
31;Dios pues es siempre estable, y siempre, con El, lo es igualmente la Eternidad, que
constituyó, guardando dentro suyo al Mundo que todavía no había nacido y que, con razón,
llamamos Mundo sensible. Y a imagen de este dios fue hecho este Mundo, en imitación de la
Eternidad. Porque el Mundo posee el vigor y la naturaleza de una estabilidad propia, aunque
siempre esté agitándose, por la necesidad misma de retornar hacia sí mismo. Entonces, aunque la
Eternidad sea estable, inmóvil y fija, sin embargo, como el Tiempo, que se mueve, aunque
siempre vuelva a ser llamado a la eternidad y viva en la agitación y en la movilidad por razón del
Tiempo, resulta que la Eternidad, que por sí misma es inmóvil, parece agitarse en razón del
Tiempo, del cual entra a formar parte, en el Tiempo, que contiene en sí toda agitación. De donde
resulta que la estabilidad de la Eternidad se mueve y la movilidad del Tiempo se aquieta, por la
Ley de permanencia del movimiento cíclico. Por eso se puede decir que Dios se mueve en sí
mismo aunque esté perfectamente inmóvil. En efecto su propia estabilidad, en la inmensidad, es
una agitación inmóvil. La propia inmensidad tiene como ley la de ser inmóvil. Este ser, pues, que
es así, que no puede caer bajo el dominio del sentido, es ilimitado, incomprensible,
inconmensurable; nada lo puede cargar, ni transportar, ni alcanzar. Dónde esté, a dónde vaya, o
cómo sea o de qué manera, todo es incierto. El se transporta en la suprema estabilidad, y su
estabilidad se transporta en El, sea Dios, sea la Eternidad, sean ambos, sea uno en el otro, sea que
ambos en ambos estén. Por lo que la Eternidad no tiene los límites del Tiempo. El Tiempo, en
cambio, que tiene los límites de la numerabilidad, de la sucesión y otros, a causa de el retorno
cíclico, es eterno. Ambos, pues, son infinitos, ambos se muestran eternos. Pero a la estabilidad,
por el hecho mismo de que contiene todo lo que se agita, se le otorga merecidamente el primer
lugar, en razón de su propia firmeza.
32;La causa primordial, pues, de todas las cosas que son, es Dios y la Eternidad. El Mundo, en
cambio, siendo móvil, no puede ocupar el primer puesto, porque en él la movilidad precede a la
estabilidad, puesto que la solidez de la inmovilidad la logra por medio de la ley de la sempiterna
agitación.
Por consiguiente, también la misma Mente total, a la manera de la divinidad, está quieta y se
mueve en su propia estabilidad: es pura, incorruptible y sempiterna, y si hay alguna manera
mejor de llamarla, digamos que es la eternidad del sumo Dios subsistente en la Verdad misma, la
máxima plenitud de todo lo que se puede pensar y de todo lo que puede ocuparse el
conocimiento, que como lo dije, subsiste en Dios. La mente del Mundo es, por su parte, el
receptáculo de todas las especies y ciencias pensables. La del hombre, finalmente, gracias a la
tenacidad de la memoria, es el receptáculo de todas las cosas, porque es capaz de recordar todas
las experiencias que de ellas tuvo. La Mente divina, pues, descendiendo, se allega hasta la mente
del ser vivo que es el hombre y allí se detiene: no quiso Dios sumo que la divina Mente se
derramara en todos los seres vivos, por la humillación que incurriría al mezclarse con los demás
seres vivos [quiere decir, los irracionales]. El raciocinio, pues, de la humana mente, consiste
enteramente de la memoria de las cosas que ocurrieron, y es por ésa misma capacidad tenaz de
recordar que ha sido establecido en el gobierno de la Tierra. Tomando como punto de partida la
percepción sensible de todo lo que hay en el mundo, se puede alcanzar a comprender la razón de
la Naturaleza y el ser de la mente del Mundo con toda claridad. De la Mente de la Eternidad, que
es la segunda, se obtienen indicios y se discierne el ser a partir de la percepción del Mundo. Pero
sólo el ser de la Razón y de la Mente del sumo Dios es la Verdad, y de ella, en el Mundo, no se
alcanza a discernir ni siquiera el reflejo de la última sombra. Porque cuando algo se discierne,
bajo el dominio del tiempo, se muestra que es mentira, y como las cosas cambian, se origina el
error. ¡Ves entonces, oh Asclepio, qué asunto nos hemos metido a tratar y qué cosas nos
atrevemos alcanzar? ¡Pero a Ti, sumo Dios, doy gracias, que me alumbraste con la Luz en la que
la divinidad se ve! Y vosotros, Tat, Asclepio y Amón, guardad los divinos misterios iniciáticos
en lo secreto de vuestro corazón, en el celo del silencio.
Y así es como difiere la razón de la mente, pues nuestra razón alcanza a entender y discernir el
ser de la mente del Mundo por aplicación de la mente, mientras que la razón del Mundo alcanza
a conocer hasta la eternidad y los dioses, que están por encima de él. Y así ocurre a los seres
humanos, que vengamos a ver, como a través de una neblina, las cosas que hay en el Cielo,
cuanto es posible a la condición del humano sentido. ¡Cuán estrecha es nuestra capacidad de ver
cosas tan grandes, pero cuán inmensa es también la felicidad de nuestra conciencia cuando
alcanzamos a ver!
33;Paso a tratar ahora mi opinión sobre el Vacío, tema al que muchos dan tanta importancia. El
Vacío no puede existir de manera alguna, ni podrá existir nunca. Porque todas las partes del
Mundo están absolutamente llenas, de forma que el Mundo es pleno y perfecto en cuerpos, de
cualidades y formas diferentes y en especie y magnitud propias. Porque uno es más grande y otro
más pequeño, uno más denso y otro más sutil, y unos, como las cosas más grandes y más sólidas,
se perciben en seguida, otros, más pequeños o más tenues apenas se pueden ver o no se pueden
ver de ninguna manera, porque sólo consideramos que algo existe cuando lo podemos tocar. De
donde resulta que muchos llegan a creer que tales cuerpos no existen o que existe el espacio
vacío, lo que es imposible. Lo mismo de lo que dicen que hay afuera del Mundo, si es que hay
algo afuera (lo cual yo tampoco lo creo), pero que podría decir que está lleno de entidades de
pensamiento, es decir, similares a la divinidad que los contiene. En consecuencia, este Mundo,
que se llama sensible, es una intensa plenitud de cuerpos y seres vivos, cada uno conforme a su
naturaleza y forma de ser, cuyo aspecto no siempre llegamos a percibir, pero que unos,
inmensamente grandes, otros brevísimamente pequeños, tales los consideramos, y a muchos, a
causa de la extrema pequeñez, ni siquiera se nos ocurra pensar que existan, sea por la inmensidad
de espacio que nos separa de ellos, sea que la precisión de nuestros sentidos no alcance. Me
estoy refiriendo a los dáimones, que según creo habitan con nosotros, y a los héroes, que los creo
localizados entre la parte más pura del aire y aquella otra, donde no hay nieblas ni nubes ni
cambio alguno producido por ningún signo celeste en movimiento. Por consiguiente, Asclepio,
nunca afirmes que nada está vacío, a no ser que por "vacío" quieras decir que carece de alguna
cosa, como que allí no haya fuego, o agua o cualquier otra cosa semejante, porque, aunque así
parezca, que está vacío de cosas tales, sea cualquiera el tamaño o la pequeñez de la cosa que se
considera vacía, sin embargo no puede estar vacía, por lo menos, de espíritu y de aire.
34;Y lo mismo vengamos a decir con respecto al Lugar, pues si se toma la palabra "lugar"
aisladamente es incomprensible. El lugar surge por aquello de lo que es lugar. Si se elimina este
elemento capital, el sentido de la palabra se desvanece. Por eso, nos expresamos correctamente
cuando decimos "el lugar del agua", "el lugar del fuego" o de cualquier otra cosa semejante.
Porque de igual manera que es imposible que el vacío exista, así tampoco puede pensarse en un
lugar de nada. Porque si afirmaras que existe un lugar sin nada en él, sería como afirmar un lugar
vacío, lo cual no creo que pueda existir en el Mundo. Porque si nada está vacío, no se comprende
qué podría ser un lugar sin otra referencia, a no ser que le agregaras, como a los cuerpos
humanos, la especificación de largo, ancho y alto.
Entonces, pues, tú Asclepio y vosotros, sabed que el Mundo de la mente, quiero decir, el que se
percibe únicamente con la mente, es incorporal, ni se puede añadir nada corporal a su naturaleza,
es decir, nada que pueda comprenderse en base a cualidades o cantidades mensurables o
numerables: no consiste en ninguna de esas cosas.
En cambio, el Mundo que llamamos sensible, es el receptáculo de las cualidades o cuerpos de
todas las formas sensibles, seres todos que no pueden persistir en la vida sin el concurso de Dios.
Porque Dios es Todo y Todo viene de El y Todo depende de su Voluntad. Este Todo es bueno,
decoroso, sabio, inimitable, y es sensible y pensable por sí mismo, y fuera de él, nada fue nunca,
ni es, ni será. Todo nace de él, en él y por él existe, las cualidades de todo tipo y toda forma, las
vastas extensiones, los volúmenes que exceden toda medida y la totalidad de todas las formas de
las especies. Lo cual, cuando lo entiendas, Asclepio, caerás dando gracias al Dios. Si pues tomas
conciencia de lo que este Todo es, comprenderás acabadamente que el Mundo sensible y Todo lo
que contiene, está revestido de aquel Mundo superior como de un vestido.
35;Cada uno de los géneros de seres vivos, Asclepio, de cualquier ser que se trate, mortal,
inmortal, racional, con alma o sin alma, posee, pues, conforme al género al que pertenece, la
traza del género al que pertenece. Y aun cuando cada género individual de ser vivo conserva
entera la forma propia del género, los individuos, dentro del mismo género, difieren entre sí,
como el género humano, que aunque es siempre el mismo, de tal forma que se puede ver que un
hombre es tal por el aspecto exterior, sin embargo cada hombre es distinto del otro, aún dentro de
esta figura única. La idea es divina e incorporal, como también todo lo que se percibe con la
mente. Por donde, como los dos elementos son lo corporal y lo incorporal, resulta imposible que
una forma individual cualquiera sea semejante a otra, nacidas en horas y bajo signos diferentes
en lugares distantes entre sí, sino que por el contrario tanto más se diversifican cuantos más
instantes del círculo horario transcurren, círculo en el cual reside aquel dios del que llamamos
Omniforme, poseedor de todas las formas posibles. Por tanto, el género se mantiene el mismo en
sí mismo, y pare tantas copias de tanta diversidad cuantos son los instantes que comporta la
revolución del Mundo, porque el Mundo, en su girar, se transmuta. El género en cambio no se
modifica ni se da vuelta. Así pues los individuos de cada género se conservan diferentes dentro
de la misma forma.
36;- ¿Es que el Mundo cambia de forma, oh Trismegisto?
- ¡Ves, Asclepio, cómo casi dormido atiendes a todas las cosas que se están diciendo? ¿Qué otra
cosa es el Mundo o de qué cosas está compuesto, sino de todo lo que viene al ser? Lo que quieras
nombrar, el Cielo, la Tierra, los elementos. ¿Y qué otra cosa hay que cambie más frecuentemente
de forma? La atmósfera del Cielo se humedece, se seca, se enfría, se inflama, se aclara o se
nubla: mira cuántas formas se suceden en una sola cosa, el Cielo. La Tierra, a su vez, realiza
siempre continuas mutaciones, cuando da luz a las cosechas, cuando nutre lo que hace nacer,
cuando produce los variadísimos frutos en forma y cantidad, el fin y el curso de la maduración,
y, en primer lugar, todos las cualidades, fragancias, sabores, formas de árboles, flores y frutos. El
fuego completa infinidad de mutaciones divinas. El Sol y la Luna asumen también todo tipo de
aspectos: como los espejos, reenvían la similitud de las símiles imágenes con un esplendor
emulador.
37;Pero ya hemos hablado bastante de estas cosas.
Volvamos de nuevo al hombre y a la razón. Por la razón se dice que el hombre es un ser vivo
racional. Muchas cosas admirables dijimos de él, pero no lo son tanto en comparación con la
siguiente: la admirable, que supera toda admiración, es que el hombre pudiera descubrir la
naturaleza de los dioses y que pudiera reproducirla. Nuestros ancestros, aunque tuvieron grandes
errores acerca de lo que son los dioses, sin fe y sin conciencia de lo que corresponde al culto y a
la divina religión, descubrieron el arte de fabricar dioses, y, después de descubrirlo, anexaron a
las imágenes y mezclaron en ellas energías provenientes de la naturaleza material, y como no
podían crear el alma, evocaron las almas de dáimones o ángeles y las introdujeron en las
imágenes por medio de misterios iniciáticos divinos, por donde las representaciones adquirieron
las energías de hacer el bien y el mal.
Tal es el caso de tu abuelo, Asclepio, primer inventor del arte de curar, y hay un templo
consagrado a él en el monte de Libia, junto a la ribera de los cocodrilos, donde está su hombre
terreno, es decir, su cuerpo (lo que queda, o mejor dicho, todo lo que fue, como se dice, pues en
el sentido de la vida, es mejor decir que todo el hombre se volvió al Cielo), cuerpo que aún hoy,
por su numen divino, presta todo tipo de socorro a los enfermos, como antes lo hacía en vida con
el arte médico. Hermes, mi abuelo, cuyo nombre heredé, ¿no está acaso en su ciudad natal que
lleva su nombre, donde ayuda y auxilia a todos los mortales que de todas partes concurren allí?
Finalmente Isis, la esposa de Osiris, ¡cuántos beneficios concede propicia, cuántas desgracias
opone irritada! Porque los dioses terrenos y materiales fácilmente se irritan, como que han sido
hechos por hombres que, a su vez, fueron estructurados con las dos naturalezas. Por eso es que
los Egipcios declaran sagrados a animales que podemos ver y en muchas ciudades les rinden
culto, como también rinden culto al espíritu viviente de aquellos a los que están consagradas
ciudades, hasta el límite de vivir sus habitantes bajo sus leyes y de llevar sus nombres. Este es el
motivo, Asclepio, por las diferencias de lo que honran y veneran en sus cultos, por el que suelen
surgir peleas entre las ciudades egipcias.
38;- ¿Y cómo están hechos, Trismegisto, estos dioses llamados terrenos?
- De hierbas, Asclepio, piedras y fragancias que contienen una virtud divina propia a su
naturaleza, y por este motivo las alegran con frecuentes ofrendas, y les cantan himnos y
alabanzas y dulcísimas melodías acordes a la armonía celeste, de manera que, este elemento, que
es celeste y que ha sido introducido en la imagen con la práctica repetida de ritos celestísimos,
sea una alegría otorgada a la humanidad, y se mantenga en la imagen por mucho tiempo. Así es
como el hombre es artífice de dioses. Pero no vayas a atribuir, Asclepio, a la casualidad los
efectos producidos por las imágenes. Los dioses celestes habitan las alturas del Cielo, y cada uno
ejecuta y conserva las atribuciones concedidas a su rango. Los nuestras, a su vez, cuidan de cosas
particulares, predicen por la suerte o la adivinación, procuran alivio a determinadas necesidades,
y de esta forma vienen en nuestra ayuda cada uno a su manera, y casi como si fueran parientes
nuestros.
39;- ¿Qué parte entonces, oh Trismegisto, le corresponde jugar a la Eimarmenes o sea el
Destino?
- La que llamamos Eimarmenes, Asclepio, es la Necesidad que gobierna todas las cosas y que las
retiene encadenas con lazos mutuos. La misma Necesidad es artífice de las cosas o un dios
máximo o un dios por aquel dios que es segundo, o el rígido orden universal de todas las cosas
celestes y terrestres fijado por las leyes divinas. Es así pues como ambas, Eimarmenes y
Necesidad, están pegadas una a la otra en un sólido adherente, siendo que la Eimarmenes pare
los orígenes de todas las cosas, la Necesidad las obliga a producir sus efectos que decurren de
esos orígenes. Ambas logran el Orden, es decir, la textura y la disposición temporal de todo lo
que debe ocurrir, porque nada existe fuera de la estructura del Orden. Bajo todos los aspectos
este ordenamiento es perfecto, y el Mundo mismo se conduce de acuerdo al Orden, o, más
todavía, todo el Mundo permanece constante gracias al Orden.
40;Eimarmenes, Necesidad y Orden: estas tres han sido creadas al máximo nivel de la Voluntad
de Dios que gobierna al Mundo bajo su Ley y su Razón divinos. A estas tres divinamente se les
quitó todo el poder de querer o no querer, no cambian por la ira ni se doblegan por el favor, pero
son útiles y sirven a la necesidad de la eterna Razón, que es la eternidad inevitable, inmóvil e
indisoluble. Lo primero es pues la Eimarmenes que como quien arroja semillas de todo lo que ha
de ser engendra la criatura; sigue la Necesidad, que por fuerza obliga a cada cosa producir su
efecto; el tercero es el Orden que mantiene la sucesión de las cosas todas dispuestas por la
Eimarmenes y la Necesidad. Esta es la Eternidad, que no comenzó y no terminará, que siempre
está en movimiento bajo la ley fija de tener que recorrer siempre el curso, nace y muere a su
tiempo alternadamente en sus partes, de tal manera que en las partes donde muere, en la mismas
renace. Esta es la razón movediza del rotar en círculo, donde todo está tan bien ligado que no
sabes donde comienza el movimiento, si es que comienza en algún lugar, pues todas las cosas
parecen sucederse, unas precediendo adelante, otras viniendo por detrás. Sin embargo, también
existe el acaso o azar, pues todas las cosas están bien mezcladas con la materia.
Hemos, pues, descendido a temas particulares, cuanto humanamente se pudo y quisieron y
permitieron los dioses. Sólo nos queda una cosa hacer, bendecir y orar al Dios, y volver a
ocuparnos del cuerpo. Ya es bastante lo que nos hemos ocupado de los asuntos divinos, de tal
forma que el espíritu ha quedado saturado de alimentos.
41;Una vez salidos del santuario, al comenzar a orar al Dios, mirando al Austro (cuando se ora al
ocaso se debe mirar hacia el poniente, como cuando se ora al amanecer, el rostro debe dirigirse al
Solano, el levante), y una vez comenzados, Asclepio dijo en un murmullo:
- Tat, ¿quieres que propongamos a tu padre, que nos ayudemos en la oración con incienso y
perfumes?
A lo que, oyendo Trismegisto, emocionado, le dijo:
- Silencio, Asclepio, silencio. En algo se parece a un sacrilegio, Asclepio, que cuando te pongas
a rogar al Dios, enciendas incienso o otra cosa parecida. Porque de nada carece Dios, que es
Todo y en El que Todo existe. Demos gracias al Dios, que tales son los mejores inciensos para
El, que los mortales le den gracias.
" Te damos gracias a Ti, sumo Altísimo e Insuperable, por cuya gracia hemos adquirido el
conocimiento de tu excelsa Luz, de tu santo y adorable Nombre, único bajo el que debes ser
alabado en el ancestral culto.
Porque a todos te dignas otorgar paternal afecto, escrupulosos cuidados, tu Amor y todo lo que
nos puede hacer bien, lo más dulce, la mente, la razón, el entendimiento: mente, para que te
conozcamos, razón para que indaguemos en nuestras pesquisas, entendimiento para que,
conociéndote seamos felices.
Liberados por tu Numen, nos regocijamos de que te mostraras a nosotros en tu Totalidad; nos
regocijamos que a nosotros, que vivimos en un cuerpo, te dignaste consagrarnos a la Eternidad.
Este es el único motivo de alegría de los hombres, conocer tu Majestad.
Te hemos conocido, a Ti, y a esta Luz máxima que sólo con la mente se comprende.
Te hemos comprendido a Ti, ¡oh Vida de la verdadera Vida! ¡oh Matriz fecunda de todos lo que
la Naturaleza produce!.
Te hemos conocido, a Ti, Permanencia eterna de la Naturaleza entera, infinitamente llena de tu
Poder creador.
En toda esta nuestra oración, adoramos el Bien de tu Bondad, y te suplicamos sólo una cosa: que
te dignes consérvanos firmes en nuestra voluntad y amor de conocerte, y que nunca nos
apartemos de esta forma de vivir.
Expresados nuestros deseos, nos fuimos a cenar una cena pura, de solo vegetales.
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Apéndice
A modo de Apéndice se introduce la Tabla Esmeraldina de Hermes la cual a pesar de su fama y
antigüedad no fue incluida en la versión original del Corpus. Existe otra colección de textos
atribuidos a Hermes que completarian la biblioteca Hermética, se trata de los Fragmentos de
Stobeo que tampoco forman parte del Corpus.
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La Tabla Esmeralda (Hermes Trismegisto)
Es verdad, sin mentira, cierto y muy verdadero:
Lo que está abajo es igual a lo que está arriba, y lo que está arriba es igual a lo que está
abajo; por esas cosas se hacen los milagros de una sola cosa. Y como todas las cosas son y
proceden del UNO, por mediación del UNO, así todas las cosas han nacido de esa cosa única por
adaptación.
El Sol es su padre, la Luna su madre. Y el viento le ha traído en su vientre. La Tierra es
su nodriza y su receptáculo. El padre de todo, el Telemo del mundo universal está aquí. Su fuerza
o poder permanece intacto, si es convertido en tierra. Tú separarás la tierra del fuego, lo sutil de
lo grosero, suavemente, con gran maña. Él sube de la tierra y desciende del cielo, y recibe la
fuerza de las cosas superiores y de las cosas inferiores. A través de ese medio, tendrás la gloria
del mundo, y toda oscuridad se apartará de ti.
Es la fuerza, fuerte con toda la fuerza, pues ella vencerá toda cosa sutil y penetrará toda
cosa sólida. Así, el mundo ha sido creado. De ello saldrán admirables adaptaciones, cuyo medio
es ofrecido aquí.
Éste es el motivo por el que he sido llamado Hermes Trismegisto, al poseer las tres partes
de la filosofía universal.
Lo que he dicho de la obra solar está completo.