jueves, junio 16, 2011

Los Jóvenes Jedi EL JEDI MÁS OSCURO







STAR WARS



Los Jóvenes Jedi



EL JEDI MÁS OSCURO


1

Los árboles massassi que se alzaban sobre las junglas de Yavin 4 eran más pequeños que los enormes árboles wroshyr del mundo natal de los wookies, pero Bajocca opinaba que, a falta de ellos, no había nada mejor que los árboles massassi..., especialmente cuando necesitaba estar a solas en un lugar donde pudiera poner algo de orden en sus pensamientos.
Mientras el crepúsculo iba cayendo sobre la jungla, cubriéndola con una manta de colores que se iban volviendo cada vez más oscuros e intensos, Bajie ascendió a uno de los árboles más gruesos y de copa más frondosa de los alrededores del Gran Templo, la sede de la Academia Jedi de Luke Skywalker. Con sus garras retractiles y sus musculosos brazos de wookie, se fue agarrando a las ramas y fue izando su largo y desgarbado cuerpo por un nivel detrás de otro, incrementando la distancia que se interponía entre él y el suelo. Casi parecía como si le bastara con seguir subiendo para poder llegar hasta las estrellas..., y estar más cerca del hogar.
Bajie se detuvo unos momentos para descansar y extendió una mano hacia una liana verdosa de aspecto curiosamente velludo. Tiró de ella para asegurarse de que aguantaría su peso, y después la utilizó para subir todavía más arriba. Tenía que llegar hasta el final de la copa. El final de la copa era el mejor sitio.
No había otro lugar mejor para pensar.
Bajie llevaba mucho tiempo sin poner los pies en Kashyyyk, el mundo de los wookies. No había visto a su familia desde que partió para Yavin 4 a fin de iniciar su adiestramiento como Caballero Jedi. A Bajie le encantaba pasar horas y más horas jugando con los ordenadores —al igual que a su hermana y a sus padres—, pero lo que deseaba por encima de todo era encontrar una utilidad a esos talentos especiales e indefinibles que poseía, aquel potencial para utilizar la Fuerza que muy pocos wookies de su familia habían mostrado jamás.
Cuando llegó a la Academia Jedi, solo y un poco desorientado, su tío Chewbacca le había regalado un saltacielos T-23 para que pudiera viajar por la jungla. A veces Bajie llevaba consigo a sus amigos Jacen, Jaina y Tenel Ka. Pero en otras ocasiones necesitaba estar solo, lejos de todo el mundo..., y ésta era una de aquellas ocasiones.
Echaba mucho de menos a su familia y especialmente a Sirrakuk, su hermana pequeña. Un momento muy peligroso de la vida de la joven se estaba aproximando rápidamente...
Bajie usó un largo brazo en un potente tirón para subir su cuerpo hasta un nido de ramas llenas de hojas, donde su presencia asustó a una aullante horda de los voraces roedores arbóreos conocidos con el nombre de estintariles. Aquellas criaturas normalmente se comían cualquier cosa que tuvieran a su alcance o que se moviera..., pero cuando Bajie obsequió a los estintariles con su mejor rugido wookie, los roedores se dispersaron por los árboles entre chillidos, levantando nubes de hojas y tallos rotos.
Bajie, rodeado por los cada vez más débiles colores del ocaso, por fin separó la última capa de hojas que se extendía por encima de él. Colocó sus enormes pies sobre una sólida rama, alzó su cabeza por encima de las copas de los árboles y se quedó inmóvil en esa posición, con los ojos ávidamente clavados en la lejanía. El joven wookie contempló la inmensa jungla que se desplegaba en todas direcciones, extendiéndose a su alrededor como un océano de verdor interrumpido ocasionalmente por las ruinas de los templos que sobresalían de ella. Percibió los húmedos aromas de la noche que se aproximaba, y aspiró el perfume de las flores que se abrían durante las horas de oscuridad en las lianas que se enroscaban a través de las hojas y el intenso olor a mojado de los mismos árboles massassi, una tenue neblina que se alzaba por encima del dosel selvático como si la misma jungla estuviera respirando en su sueño.
Yavin, el impresionante gigante gaseoso de un color rojizo anaranjado, brillaba en el cielo como un ascua agonizante, una inmensa esfera de gases arremolinados suspendida muy cerca del horizonte. No muy lejos del planeta y moviéndose en una rápida órbita a su alrededor, aunque invisible a los ojos de Bajie, se hallaba la Estación Buscadora de Gemas, el complejo minero de Lando Calrissian que extraía valiosas gemas corusca del núcleo del gigante gaseoso.
Pero la mirada de Bajie se apartó del planeta que se ponía en el horizonte cuando una noche más oscura fue impregnando el cielo. Las motitas de la luz estelar mancharon el telón color azul medianoche, cubriéndolo con un espolvoreo de finas partículas.
Encontró un sitio cómodo para apoyarse en la enorme copa del árbol massassi y se quedó inmóvil, respirando profundamente y extrayendo un inexplicable consuelo del interminable panorama de árboles..., y pensando en Kashyyyk.
Eso hubiera debido calmarle, pero estaba muy preocupado por su hermana. No podía hacer nada para ayudarla, y la joven tenía que tomar sus propias decisiones..., y enfrentarse a sus consecuencias. Aun así, Bajie era muy consciente de los peligros a los que tenía intención de enfrentarse en los niveles inferiores de la selva del planeta de los wookies.
Bajie deslizó sus largos y fuertes dedos sobre las hebras perlinas de su cinturón de fibras, que había sido tejido con las tiras vegetales obtenidas de las letales fauces de la carnívora planta syrena. Conseguir aquellas fibras le había obligado a pasar por una prueba muy difícil, pero Bajie había salido triunfante de ella..., y sin la ayuda de nadie.
El joven wookie siguió inmóvil mientras el aire se iba enfriando y los ruidos de la jungla se intensificaban poco a poco. Los insectos y depredadores nocturnos empezaron a removerse y entraron en acción.
Teemedós, el androide traductor miniaturizado, guardaba silencio junto a él. Había sido desconectado para que Bajie pudiera reflexionar sobre lo que tanto le preocupaba sin ser interrumpido por el parloteo sintetizado. El joven wookie se apoyó en una rama, y el tiempo fue transcurriendo. Llegaría tarde para la cena en la Academia Jedi, pero no le importaba.
En aquel momento tenía cosas mucho más importantes en las que pensar.
Cuando Jaina Solo terminó de cenar dentro del Gran Templo, la mayoría de estudiantes Jedi ya habían abandonado el comedor. La joven, que tenía el rostro fruncido en una mueca de preocupación, engulló los últimos trozos de nueces de cangrejo tostadas y frutos de boffa sazonados, y después rebañó los jugos del plato con una rebanada de pan recién cocido.
Jacen, su hermano gemelo, todavía estaba a mitad de su cena: una gotita de almíbar verdoso estaba bajando lentamente por su mentón sin que el joven, sentado junto a Jaina, se diera cuenta de ello. De repente Jacen le habló en un tono lleno de excitación, abriendo y cerrando a toda velocidad sus ojos de un suave color marrón dorado mientras se pasaba una mano por entre los mechones de su despeinada cabellera castaña.
Y he conseguido capturar a ese lagarto aguijoneador en el hangar —dijo—. He necesitado semanas para sacarlo de su escondite. Ahora está dentro de esa nueva caja que construiste para mí, pero no estoy muy seguro de qué come.
Jacen hizo una breve pausa para meterse un poco más de comida en la boca.
Jaina asintió, aunque no le estaba escuchando con demasiada atención. Bajocca no había venido a cenar, y eso la preocupaba. Su amigo wookie se había mostrado bastante reservado últimamente: Bajie pasaba muchos ratos a solas y hablaba muy poco, incluso con sus amigos más íntimos.
¡Por no mencionar el hecho de que algunos de los capullos de mis mariposas-escarabajo ya están a punto de abrirse! —siguió diciendo Jacen—. Creo que dejaré marchar a la mayoría, pero quiero quedarme con dos como especimenes para averiguar si ponen huevos en cautividad. ¡Y tendrías que ver esos fascinantes hongos azules que encontré en una grieta entre algunas piedras del río!
Engulló un poco más de zumo y después alzó un dedo de repente, como si acabara de acordarse de algo.
Oh, sí, quería preguntarte una cosa... ¿Podrías echar un vistazo a la jaula de mi serpiente de cristal? Creo que está tramando algo, e incluso es posible que esté intentando volver a escapar..., y ya sabes los problemas que causaría eso.
Jaina no pudo evitar soltar una risita al acordarse de todo el jaleo que aquella serpiente casi invisible había organizado la última vez que consiguió escapar: la serpiente había mordido a Raynar, un estudiante muy altivo y presumido, y su mordedura había dejado instantáneamente dormido al chico. Pero no todas las mascotas de Jacen causaban problemas. Otra serpiente de cristal había ayudado a evitar que Qorl, el piloto de cazas TIE perdido, pudiera concluir con éxito su ataque contra la Academia Jedi poco después de que los gemelos hubieran encontrado a Qorl viviendo en un exilio autoimpuesto en las junglas de Yavin 4.
Jaina había albergado la esperanza de que el piloto de cazas TIE pudiera sentir un cierto afecto hacia ellos después de lo mucho que se habían esforzado por ayudarle, pero Qorl había decidido no convertirse en su aliado. De hecho, el lavado de cerebro imperial al que había sido sometido volvió a emerger de las profundidades de su mente y quedó todavía más firmemente enraizado en ella. El piloto había vuelto a los restos del Imperio, y se había unido a la Academia de la Sombra.
De acuerdo —dijo con un asentimiento de cabeza, saliendo de su distracción para volver a la realidad—. Le echaré un vistazo a la jaula de tu serpiente de cristal.
Un instante después la vocecita mecánica de Teemedós hizo que se volviera bruscamente.
Amo Bajocca, debo instarle a que ingiera una nutrición más variada —estaba diciendo el pequeño androide traductor—. Según las necesidades alimentarias de su especie, esos alimentos no bastan para que un wookie que está creciendo mantenga un nivel de energía lo bastante elevado..., aunque debo admitir que últimamente se ha dedicado a no hacer nada y poner cara de mal humor en vez de llevar a cabo actividades físicas. Su dieta debería consistir básicamente en grandes cantidades de carne fresca, que posee un contenido de proteínas sustancialmente superior al de las frutas y verduras que está consumiendo en este momento.
Bajocca respondió con un débil gruñido carente de entusiasmo mientras llevaba su cena al comedor. Sin ni siquiera buscar a sus amigos entre los otros estudiantes Jedi, el joven wookie se sentó a una mesita pegada al muro de piedra para comer a solas.
¡Bajie! —Jaina se levantó y fue a toda prisa hacia el wookie de pelaje color canela—. Estábamos preocupados por ti. No viniste a cenar con nosotros.
Bajie gruñó algo demasiado breve para que Teemedós pudiera traducirlo.
Jaina cogió una silla de madera que colocó delante de su amigo wookie y se sentó en ella, poniéndose de cara al respaldo y apoyando los brazos en él. Después contempló con preocupación la peluda cabeza de Bajie mientras se recogía detrás de la oreja derecha un largo mechón de lacios cabellos castaños. El wookie bajó sus ojos color oro y se dedicó a examinar la fruta y las verduras de su plato.
Bajie, por favor... ¿No quieres decirnos qué es lo que va mal? —preguntó Jaina—. Puedes hablar con nosotros. Somos amigos, ¿recuerdas? Los amigos se ayudan los unos a los otros.
Teemedós habló antes de que Bajocca pudiera replicar.
No le responderá, ama Jaina —dijo—. Ni siquiera yo he conseguido arrancarle una respuesta. Me temo que nunca comprenderé la conducta de los wookies. ¿Es que todas las criaturas biológicas padecen estos inexplicables cambios de humor?
Jacen se sentó al lado de su hermana.
Eh, Bajie tal vez sólo quiere que lo dejen a solas.
El joven wookie soltó un gruñido e inclinó la cabeza, visiblemente abatido. Jaina suspiró, y poco a poco fue comprendiendo que quizá lo mejor que podía hacer por su amigo sería respetar los deseos de Bajie y permitir que resolviera sus problemas por su cuenta. Bajie sabía que podía hablar con Jacen y Jaina cuando lo deseara..., pero de momento no quería hacerlo.
Muy bien —dijo Jaina, manteniendo su expresión de profunda preocupación—. Pero recuerda que estamos aquí para ayudarte siempre que nos necesites.
Bajie asintió, y después alargó un brazo peludo para estrechar la mano de Jaina entre sus dedos. La manaza del wookie cubrió por completo la mano de la joven. Jaina examinó a su amigo mediante la Fuerza durante el breve contacto, esperando descubrir algo que le permitiera entender la extraña conducta de Bajie, pero lo único que percibió fue afecto y amistad.
Jaina se incorporó e hizo una seña a su hermano.
Venga, Jacen. Vamos a echar un vistazo a la jaula de esa serpiente de cristal.
Las espadas de luz llamearon en la noche y su claridad rebotó en los viejos muros de piedra del Gran Templo. Tenel Ka aferró el diente de rancor tallado que había convertido en la empuñadura de su nueva arma mientras su resplandeciente haz turquesa palpitaba a través del cristal activador, una preciosa gema arco iris de Gallinore que había sacado de su tiara real.
La joven guerrera estaba inmóvil en el centro del patio que se extendía al lado de la pirámide escalonada del templo, una zona de adiestramiento recién despejada que los estudiantes habían reclamado a la jungla que siempre amenazaba con engullirlo todo. Los diligentes candidatos a convertirse en Caballeros Jedi habían limpiado y sacado brillo a las piedras meticulosamente encajadas entre sí, pensando precisamente en aquel tipo de ejercicios.
Tenel Ka clavó la mirada en los extraños ojos color madreperla, los rasgos de elfo y la larga cabellera plateada de su oponente: se estaba enfrentando a Tionne, la maestra e historiadora Jedi que solía ayudar al Maestro Skywalker. La Jedi usaba su espada de luz con gran precisión, devolviendo cada golpe de Tenel Ka sin dejarse sorprender en ningún momento.
La espada de luz de la joven guerrera, que no estaba lo suficientemente bien construida, había estallado accidentalmente en una etapa anterior de su adiestramiento, y la hoja de la espada de luz de su amigo Jacen le había atravesado el brazo izquierdo. Tenel Ka había pasado a tener que vivir y luchar con una sola mano. Pero blandía su resplandeciente hoja de energía con vigor y confianza en sí misma.
Biotécnicos de gran habilidad le habían ofrecido el mejor brazo protésico que se podía encontrar en todo el Cúmulo de Hapes como sustituto, pero Tenel Ka los había rechazado. La joven guerrera se enorgullecía de ser ella misma y de confiar en sus habilidades, su fuerza y sus proezas. No quería contar con la ayuda artificial de un miembro biomecánico. En vez de confiar en ella, Tenel Ka había elegido alterar los medios para alcanzar su objetivo. Estaba decidida a ser todo lo fuerte y capaz que había llegado a ser antes.
Y cuando Tenel Ka decidía hacer algo, normalmente se salía con la suya.
Los potentes focos de la parrilla de descenso abierta en la jungla delante del templo iluminaban la vegetación, atrayendo a millares de insectos nocturnos y a los depredadores volantes que se alimentaban de ellos. Pero en el patio de losas de piedra, sólo los destellos y chispazos producidos por el entrechocar de las hojas de las espadas de luz perturbaban la noche, bañando la zona con una deslumbrante claridad multicolor.
Tionne detuvo un nuevo golpe de la joven guerrera.
Muy bien, Tenel Ka —dijo la instructora—. Estás aprendiendo a concentrarte más en la precisión que en la simple fuerza bruta, y a prever mis movimientos y tus propias reacciones utilizando la Fuerza.
Tenel Ka asintió, y sus gruesas trenzas dorado rojizas bailaron alrededor de su cabeza. Las cuentas con que las había adornado tintinearon y chocaron unas con otras. La joven luchó todavía con más ahínco, percibiendo el control y la habilidad de aquella Jedi mucho mayor que ella y que ya llevaba diez años entrenándose.
Unos cuantos estudiantes habían salido del templo para contemplar los ejercicios. Todos los candidatos a convertirse en Caballeros Jedi del Maestro Skywalker habían intensificado sus esfuerzos, ya que la Nueva República estaba segura de la creciente amenaza que suponían la Academia de la Sombra y el Segundo Imperio. Los Caballeros Jedi habían sido las fuerzas defensoras de la luz en la galaxia durante más de mil generaciones, y Luke Skywalker estaba decidido a continuar la tradición.
Tionne hizo girar su arma en un gesto lleno de fluida calma y tan inesperado que Tenel Ka apenas consiguió reaccionar a tiempo. No había percibido ninguna intención de contraatacar en la estudiosa de los cabellos plateados, y como consecuencia Tionne había conseguido sorprenderla. Sus hojas se encontraron con un potente chisporroteo..., y después Tionne hizo retroceder su espada de luz.
Alto —dijo, y desconectó su arma, dejando a la joven guerrera inmóvil delante de ella con su espada de luz ardiendo en su mano.
Tionne alzó un brazo hacia el cielo nocturno de Yavin 4. Los estudiantes que habían permanecido inmóviles alrededor del patio de losas de piedra se levantaron para mirar. Jacen y Jaina aparecieron debajo de un pequeño arco de piedra en un lado del Gran Templo en ese mismo instante. Los gemelos habían venido con la esperanza de poder observar a Tenel Ka durante sus ejercicios. Pero en vez del adiestramiento, lo que vieron fue una luz muy intensa que avanzaba hacia ellos tan velozmente como un pequeño meteorito.
¡Es una nave! —exclamó Jacen.
Y no es una nave cualquiera —añadió Jaina—. ¡La reconocería en cualquier sitio!
Jacen parpadeó.
¡Eh, papá no nos dijo que iba a venir aquí!
Unos momentos después la nave descendió en un rápido picado, bajando entre un rugido de sus motores sublumínicos y con los haces repulsores a plena potencia. El disco prolongado por dos púas que era el Halcón Milenario se posó sobre la pista de descenso con un ruidoso siseo.
Hablando nerviosamente el uno con el otro, Jacen y Jaina salieron corriendo del patio y cruzaron a la carrera la hierba y maleza cuidadosamente recortadas de la pista de descenso para saludar a su padre. La rampa de abordaje del carguero ligero modificado brotó del casco, y Han Solo bajó por ella. Una sonrisa torcida apareció en sus labios apenas vio el enloquecido entusiasmo con que era saludado por sus hijos.
Cuando Chewbacca bajó corriendo por la rampa, Tenel Ka oyó un grito de bienvenida procedente de detrás de ella. Se volvió para ver a Bajocca inmóvil sobre una de las cornisas de la pirámide de piedra que se alzaba por encima de la zona de entrenamiento. El joven wookie se descolgó de la cornisa con un ágil salto y empezó a descender por la pendiente de bloques de piedra para llegar al suelo. Chewbacca rugió una respuesta dirigida a su sobrino.
Bajocca había estado muy preocupado recientemente, y Tenel Ka pudo percibir un gran número de pensamientos muy complicados que se agitaban en las profundidades de su cerebro. La joven había decidido honrar a su amigo wookie permitiéndole librar sus propias batallas..., a menos que pidiera ayuda. Pero cuando vio las expresiones que aparecieron en los rostros de Chewbacca y Bajie, Tenel Ka descubrió algo tan extraño como interesante.
Aunque los gemelos se habían sorprendido ante la inesperada aparición del Halcón Milenario, Bajocca ya sabía que la nave venía hacia allí.
2

Jaina se dio cuenta de que estaba sonriendo como una boba mientras abrazaba a su padre.
¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó—. Ni siquiera sabíamos que ibas a venir.
Jacen, que estaba junto a ella, contemplaba con gran asombro las maltrechas telas y pieles que constituían el nada usual atuendo de su padre. Han Solo llevaba los cabellos muy cortos, y tenía un aspecto general mucho más duro y temible que de costumbre.
¡Por todos los rayos desintegradores, papá! ¿Por qué vas vestido así?
Jaina miró detrás de él antes de que Han Solo tuviera una oportunidad de contestar. Estaba bastante oscuro, pero aun así pudo ver que algunas planchas del Halcón Milenario habían sido sustituidas por trozos de oscuro metal anodizado, y que había nuevos módulos de almacenamiento y un segundo plato de transmisión instalados en la popa. La joven se quedó tan sorprendida que notó cómo se le aflojaba la mandíbula.
¿Y qué le has hecho al Halcón? Parece tan... ¡tan distinto!
Procurad hacer las preguntas de una en una, chicos —dijo Han, riendo y extendiendo las manos con las palmas hacia arriba a la altura del pecho, como si intentara repeler un ataque inminente—. Últimamente ha habido algunos problemas en el Borde Exterior, así que la jefe de Estado de la Nueva República, en el ejercicio de su cargo...
Te refieres a mamá —dijo Jacen.
Exacto. —La sonrisa de Han estaba tan llena de traviesa malicia como la de un muchacho—. Bien, el caso es que Leia ha estado insistiendo en que Luke y yo debíamos hacer algunas averiguaciones en su nombre. Dice que he de mantenerme ocupado para no envejecer demasiado deprisa. Y desde que vuestro tío puso en marcha esta Academia Jedi, ha adquirido la costumbre de pasar algún tiempo lejos de Yavin 4 para asegurarse de que todas sus habilidades Jedi siguen en plena forma. Aun así, pensamos que sería buena idea pasar lo más desapercibidos posible, por lo que...
Te disfrazaste y disfrazaste al Halcón Milenario —dijo Jacen, terminando la explicación por él.
Jaina seguía con la mirada clavada en todas las aparatosas modificaciones de aspecto altamente improvisado que se habían hecho en el carguero ligero.
Y Luke también se disfrazó —dijo Han Solo, volviendo la cabeza e inclinándola en un asentimiento dirigido al tío de los gemelos, que llevaba un mono de vuelo marrón lleno de arrugas y acababa de salir de la base del templo.
¡Eh, Han! —gritó Luke—. ¿Has traído los últimos componentes para esos nuevos generadores de escudo?
El Maestro Jedi deslizó una mano manchada de grasa por la pechera de su sucio traje de vuelo. Parecía un piloto de reputación algo dudosa que acabara de desertar.
Puedes apostar a que sí, Luke —replicó Han—. El Segundo Imperio anda haciendo de las suyas y Leia está bastante preocupada por tu Academia Jedi, así que hemos de instalar esos generadores nuevos y conseguir que proporcionen la energía suficiente para detener un ataque.
Sigo pensando que mis Caballeros Jedi sabrían defenderse bastante bien por sí solos si tuvieran que hacerlo —dijo Luke, sonriendo a los estudiantes que permanecían inmóviles alrededor del templo—. La Academia de la Sombra cometería un gran error si nos subestimara.
Han se encogió de hombros.
Da igual lo que digas, Luke: hazme caso aunque sólo sea por una vez, o Leia no pegará ojo.
Luke se rió y llamó a los estudiantes Jedi para que descargaran los pesados componentes del hangar de almacenamiento del Halcón.
Haré que algunos de mis estudiantes instalen los sistemas mientras tú y yo recorremos el espacio.
El Maestro Jedi disfrazado fue hacia la pareja de wookies, que estaban absortos en su conversación. Luke pareció despedirse de Chewbacca. Jaina creyó oírle decir que ya faltaba muy poco, pero su hermano habló antes de que la joven pudiera preguntar qué quería decir con eso.
Pero ¿qué hay de Chewie? —preguntó Jacen—. ¿No va a ser tu copiloto esta vez?
La pregunta pareció hacer que su padre se sintiera un poco incómodo.
Bueno, ya me las arreglaré sin él. Se podría decir que Chewie y Bajie tienen una especie de emergencia familiar en Kashyyyk.
¿Una emergencia? —exclamó Jaina—. ¿Alguien se encuentra mal?
No, no es nada tan sencillo. No conocéis a Sirra, la hermana de Bajie, ¿verdad? —Han levantó el mentón para señalar a su copiloto wookie, que seguía absorto en su conversación con Bajocca—. Bueno, antes tenemos que darles una oportunidad de hablar. Después... Bien, tengo el presentimiento de que Bajie os lo contará todo. Mientras tanto, he traído mensajes de vuestra madre y de Anakin..., y tengo un par de sorpresas para vosotros a bordo del Halcón.
Oh, oh —dijo Jaina—. ¿Más sorpresas a bordo del Halcón?
Han soltó una risita y deslizó los brazos sobre los hombros de los gemelos.
Sí, y son regalos para vosotros.
¡Si, eso me recuerda una cosa! —exclamó Jacen—. Tengo un chiste nuevo. ¿Queréis oírlo? —Antes de que su hermana o su padre pudieran tratar de convencerle de que no era necesario que se lo contara, Jacen ya estaba hablando a toda velocidad—. ¿Qué tienen los jawas que no tiene ninguna otra criatura de la galaxia? ¿Os rendís? —Enarcó las cejas—. ¡Jawas pequeñitos!
Incluso su padre tuvo cierta dificultad para fingir que el chiste le había hecho gracia. Jaina contempló a su hermano en silencio durante unos instantes, y después se volvió hacia Han para seguir hablando del tema que más la interesaba.
Bueno, ¿qué estabas diciendo de esos regalos que nos has traído?
He traído un compañero para ese lagarto tan raro de Jacen, junto con unos cuantos capullos de esa flor estelar que tanto les gusta comer, así como un micromotivador remodelado que todavía necesita unas cuantas ajustes. Naturalmente, tendréis que luchar entre vosotros para decidir quién se queda con cada regalo —añadió, revolviéndoles los cabellos mientras subían por la rampa de abordaje caminando el uno al lado del otro.
Jaina dejó escapar un potente resoplido.
Oh, no creo que necesitemos mucho tiempo para decidirlo.
Tenel Ka estaba sentada en su habitación, fascinada por la diminuta imagen holográfica del pequeño Anakin Skywalker en la que el niño de cabellos oscuros sostenía un manojo de fibras multicolores. No tenía ni idea de qué razón podía haber tenido el hermano pequeño de los gemelos para enviarle un mensaje. Sólo había visto a Anakin en una ocasión, en Coruscant no hacía mucho tiempo.
Ya sé lo independiente que eres, Tenel Ka, así que espero que no te moleste que haga esto —dijo la voz grabada de Anakin—. Pero cuando Jacen y Jaina me contaron lo difícil que te resulta trenzarte los cabellos desde que tuviste ese accidente, me lo tomé como un problema a resolver. Puede que una gran parte de esto ya se te haya ocurrido sin necesidad de ayuda... —una leve sonrisa curvó los labios del rostro holográfico de Anakin—, pero aunque ya sepas cómo hacerlo, era todo un desafío, y lo pasé muy bien resolviéndolo.
Los gemelos Solo, que habían entregado el mensaje holográfico a Tenel Ka después de haber pasado un buen rato hablando con su padre, estaban sentados junto a ella en el suelo de su habitación. Jaina puso los ojos en blanco y soltó una risita.
Ése es mi hermano pequeño.
Eso es un hecho comprobado —dijo Tenel Ka, y volvió a concentrar su atención en el holograma que relucía en el aire delante de ellos.
La imagen del niño alzó las fibras multicolores en una mano y fue deslizando los dedos de la otra mano por entre ellas, separando pulcramente los colores en distintos grupos. Tenel Ka se llevó la mano a la cabeza sin darse cuenta de lo que hacía y metió los dedos por entre algunos mechones por trenzar de su cabellera dorado rojiza.
Moviéndose con deliberada precisión, Anakin fue bajando las manos a lo largo de las fibras de vivos colores, entrelazándolas con los dedos de una mano mientras hablaba.
¿Ves? Puede hacerse, siempre que enfoques la tarea desde una perspectiva distinta. —La secuencia volvió a repetirse, esta vez a cámara lenta, y Anakin siguió hablando—. He probado varias maneras de añadir adornos, pero siempre obtuve los mejores resultados poniéndome la cuenta o la pluma en la boca antes de empezar. De esa manera no tenía que soltar la trenza para coger el adorno.
Ah. —Tenel Ka asintió, aprobando la lógica del pequeño—. Aja.
Sus dedos empezaron a experimentar, trenzando unos cuantos mechones de cabellos mediante la técnica de una sola mano que Anakin había inventado.
El holograma pasó a mostrar una escena distinta en la que Anakin estaba de pie junto a una cascada de largos y lustrosos cabellos castaños, que habían sido recogidos en una docena de las trenzas típicas de una guerrera de Dathomir y estaban adornados con plumas y cuentas. El encuadre del holograma retrocedió y Anakin señaló su obra con una mano, pareciendo tan complacido como un poquito incómodo.
Como puedes ver, mamá me ha permitido practicar con ella.
La diminuta imagen holográfica de Leia Organa Solo, la jefe de Estado de la Nueva República, se volvió hacia ellos con una cálida sonrisa en los labios, y después giró en una grácil pirueta para ofrecer una mejor visión de sus trenzas.
Tenel Ka asintió solemnemente mientras la holograbación llegaba a su fin, pensando en la nueva técnica y diciéndose que podría acabar dominándola con un poco de práctica.
Un potente gruñido de interrogación resonó en la entrada de sus aposentos. Tenel Ka alzó la mirada para ver a Bajocca inmóvil bajo el arco de la puerta.
Entra, amigo —dijo Tenel Ka, señalando un lugar en el suelo junto a ella—. Siéntate con nosotros si lo deseas.
¿Va todo bien, Bajie? —preguntó Jaina, visiblemente preocupada.
El desgarbado wookie de pelaje color canela fue hacia ellos y se sentó en el suelo, entre Tenel Ka y Jaina. Ninguno de los compañeros habló durante un buen rato. Después Bajocca alargó la mano hacia su cinturón y movió un pequeño interruptor en la parte de atrás de Teemedós.
Ah, gracias, amo Bajocca —dijo Teemedós—. Este ciclo de desconexión me ha dejado realmente muy descansado, aunque ha sido notablemente más largo de lo que me había esperado. Oh, vaya... Tenemos compañía.
Bajocca interrumpió al pequeño androide con un gruñido y un corto ladrido.
Por supuesto que sí, amo Bajocca. Me encantaría proporcionar una traducción. Ésa es mi función primaria, ¿sabe? Domino con gran fluidez más de seis formas de comunicación.
Bajocca estaba tan preocupado que ni siquiera se molestó en reñir al androide traductor. El wookie empezó a hablar, al principio bastante despacio y en tono vacilante, y Teemedós fue traduciendo lo que decía.
El amo Bajocca sabe que su reciente... inquietud ha resultado obvia para todos ustedes, y que les ha causado una considerable preocupación..., compartida por mí, debería añadir.
Jaina puso una mano sobre el hombro de Bajocca.
Bueno, la verdad es que nos tenías bastante preocupados. Queríamos que pudieras hablar con nosotros.
Somos tus amigos —añadió Jacen.
Tenel Ka se limitó a asentir y esperó a que Bajocca siguiera hablando.
El joven wookie irguió los hombros y prosiguió con su explicación.
Durante los últimos meses ha surgido un asunto familiar que ha hecho que el amo Bajocca se preocupara enormemente por la seguridad de su hermana Sirrakuk.
»Como tal vez recuerden, ocasionalmente los jóvenes wookie deciden llevar a cabo una hazaña que encierra gran peligro y dificultad, ya sea en solitario o acompañados por amigos. Eso hace que sean muy respetados, especialmente en un momento en el que están eligiendo el camino a seguir en la vida.
»El amo Bajocca decidió demostrar su valía con uno de esos actos de bravura, dado que sabía que a muchos wookies les resultaría difícil aceptar su decisión de entrenarse en la Academia Jedi en vez de seguir una llamada más convencional. Estaba tan orgulloso de sus capacidades intelectuales que decidió confiar únicamente en su ingenio, y descendió a los niveles inferiores de la selva de Kashyyyk sin decírselo a ninguno de sus amigos. Allí, solo y sin la ayuda de nadie, obtuvo estas fibras de la peligrosa planta syrena. Aunque el amo Bajocca volvió ileso y con el trofeo que quería conseguir, ahora admite que esa expedición en solitario fue una locura y una temeridad. Y teme que Sirrakuk sea considerablemente más impulsiva e impetuosa que él.
Bajocca hizo una pausa para acariciar las relucientes fibras de su cinturón trenzado. El complicado entrelazamiento hizo que Tenel Ka se acordara del mensaje que le había enviado Anakin, y de su técnica para trenzar con una sola mano.
Jaina miró fijamente a Bajie.
Ah. Así que ahora temes que tu hermana pueda tratar de ir sola meramente porque tú lo hiciste, ¿no?
Bajocca clavó la mirada en el suelo y dejó escapar una serie de gruñidos y ladridos ahogados. Con los dos codos apoyados en sus peludas rodillas, el joven wookie se sostuvo la cabeza con las manos mientras hablaba.
Me temo que la situación es bastante más seria de lo que supondría el que sólo se tratara de eso, y el amo Bajocca cree que la responsabilidad es principalmente suya —dijo Teemedós—. Verán, Raabakkysh, o Raaba, como la llamaba la familia del amo Bajocca, había sido la mejor amiga de Sirra desde la infancia: era inteligente, decidida, hermosa y amante de las aventuras. De hecho, el amo Bajocca siempre había tenido la impresión de que... ¡Bueno, siga! —exclamó el pequeño androide con voz apremiante—. ¿Qué había pensado? ¡No puede detenerse a mitad de una frase!
Bajie soltó un suave gemido y volvió a hablar. La franja de pelos más oscuros que tenía encima de las cejas se erizó, indicando con ello lo nervioso y preocupado que estaba.
Hace aproximadamente un mes, Raaba se preparó para demostrar qué era capaz de hacer ante esa clase de peligros, dado que quería entrar en una escuela de pilotaje muy selecta y rigurosa, con la esperanza de llegar a convertirse en capitana de su propia nave algún día. Sirra y Raaba habían acordado acompañarse la una a la otra..., pero la noche anterior a aquella en la que planeaban ir a la jungla, Raaba decidió ir sola en un impulso repentino.
»Descendió en secreto a los niveles inferiores de la jungla durante la noche, dejando detrás de ella sólo un breve mensaje para explicar a Sirra lo que había hecho y por qué. Según su nota, Raaba esperaba que repetir la proeza de valor de Bajocca podría llegar a impresionarle lo suficiente para que algún día la considerase una compañera digna de un Jedi..., cuando fueran lo suficientemente mayores. Pero...
Bajocca hizo otra pausa y dejó escapar un largo suspiro antes de continuar.
Pero... ¡Oh, cielos! Me temo que Raaba nunca regresó de aquella prueba —siguió diciendo Teemedós—. Cuando su familia la buscó, sólo encontraron la mochila de sus herramientas manchada de sangre. No encontraron nada más. Raaba había desaparecido.
Oh, Bajie... —murmuró Jaina, y apoyó la cabeza en el hombro de su amigo wookie.
Tenel Ka miró a su amigo y percibió su dolor.
Ah —dijo—. Y por eso te sientes responsable.
Bajocca volvió a hablar, esta vez con voz ahogada.
Desde la... pérdida de Raaba —siguió traduciendo Teemedós—, Sirra se ha ido volviendo cada vez más temeraria e imprudente, como si apenas le importara si vive o muere. Sirra ha rechazado todas las ofertas de otros amigos que estaban dispuestos a acompañarla en su rito de iniciación, y ha insistido en que Raaba era la única en quien confiaba lo suficiente para que fuese con ella. Hace algún tiempo el amo Bajocca acabó sintiéndose tan desesperado que le envió un mensaje preguntándole si le aceptaría como sustituto adecuado. Chewbacca acaba de traer su respuesta. —Teemedós guardó silencio durante un momento—. ¡Oh, alabada sea la galaxia! Ha aceptado.
Eh, eso es estupendo —dijo Jacen, sintiéndose muy aliviado.
Oh, ciertamente —trinó la vocecita de Teemedós.
Bajocca no respondió de inmediato. El joven wookie parecía estar absorto en la contemplación de una diminuta grieta en las losas del suelo.
Hay algo que te sigue preocupando, Bajie —dijo Jaina.
Tenel Ka bajó la mirada hacia el muñón de su brazo izquierdo amputado, y después sus ojos llenos de comprensión se posaron en Bajie.
Temes enfrentarte a tu pérdida —dijo—. Temes enfrentarte a la pérdida de Raaba.
Es eso, ¿verdad? —preguntó Jaina—. Regresar a Kashyyyk va a ser muy doloroso para ti porque tu amiga Raaba no estará allí, y te sientes responsable porque ella murió intentando imitar algo que tú hiciste.
Después de la respuesta de Bajie, Teemedós volvió a hablar.
Al amo Bajocca también le preocupa que su pena por la pérdida de Raabakyysh pueda volverle menos capaz de ayudar a su hermana en este momento tan difícil. Comprende que tal vez no sea factible, pero albergaba la esperanza de que podría convencer a alguno de sus compañeros para que asumiese la pesada responsabilidad de acompañarle a su mundo natal.
Tenel Ka respondió de inmediato.
Tú viniste cuando te necesitaba después de mi accidente. Yo no puedo hacer menos, amigo mío.
La joven alargó la mano hasta tocar la de Bajocca.
Eh, yo también vendré —dijo Jacen, poniendo su mano sobre las de sus dos amigos—. Juntos somos más fuertes. Todos somos más fuertes cuando estamos juntos.
Jaina puso su mano sobre las de los demás.
Supongo que entonces iremos todos —dijo—. Sí, juntos somos más fuertes...
Bajocca se había quedado un poco atrás y estaba al lado del Halcón Milenario disfrazado mientras los gemelos Solo se despedían de su padre.
Han Solo obsequió a sus hijos con una de sus habituales sonrisas torcidas.
Bueno, la verdad es que tenía la corazonada de que todos os ofreceríais voluntarios para ir con Bajocca —dijo—. En cuanto Chewie me contó la situación, hablé con vuestra madre y lo arreglé todo. Además, esto debería ser una buena oportunidad para que hagáis algunos progresos en la comprensión del lenguaje de los wookies.
Luke Skywalker salió en ese preciso instante del hangar, llevando el mismo mono de vuelo arrugado de antes y con Chewbacca caminando a su lado. Bajie pudo captar el olor de las manchas de grasa y disolventes esparcidas sobre la vieja tela.
¿Todo listo? —preguntó el Maestro Skywalker.
Bueno, por mucho que hagamos nunca llegaremos ha estar más preparados que ahora —replicó Han Solo con otra sonrisa—. Supongo que tú y Chewie ya habréis acabado de preparar la Cazadora de Sombras para el despegue, ¿no?
Luke se volvió hacia Chewbacca, que se había detenido junto a él.
La Cazadora es una buena nave —dijo—. No permitas que le pase nada.
El enorme wookie se encogió de hombros y emitió un ladrido de asentimiento.
Han Solo fue hacia él y le dio una potente palmada en la espalda.
Cuídate mucho, Chewie. Te confío a mis chicos, ya sabes... Procura que sigan enteros, ¿de acuerdo? Os veremos dentro de un par de semanas.
Después Han dio un último abrazo a los gemelos y subió al Halcón Milenario.
Antes de subir por la rampa, el Maestro Skywalker se volvió hacia los jóvenes Caballeros Jedi para lanzarles una mirada llena de tranquila confianza.
No olvidéis que juntos sois fuertes —dijo—. Que la Fuerza os acompañe.
Cuando el Halcón hubo partido y no fue más que un puntito lejano envuelto en el resplandor blanco de sus motores sublumínicos, Bajocca dejó escapar un suspiro y dirigió un gruñido de interrogación a Jaina.
La joven se rió.
Tienes toda la razón —dijo—. ¿A qué estamos esperando?
3

La esbelta Cazadora de Sombras, aquella nave diseñada por el Imperio cuyo blindaje cuántico relucía como el aceite, brilló bajo el sol de primera hora de la mañana mientras Chewbacca la iba sacando lentamente del espacioso hangar subterráneo excavado debajo del Gran Templo.
Jacen estaba inmóvil al lado de su hermana y de Tenel Ka, y contemplaba cómo la silenciosa energía de los motores impulsaba la nave. Teniendo en cuenta la naturaleza de la reciente preocupación de Bajie, Jacen se alegró de que su tío Luke les hubiera permitido utilizar la Cazadora de Sombras, que era precisamente la clase de nave veloz y difícil de detectar necesaria para una misión urgente. Se sentía orgulloso de que Bajie quisiera que fuesen con él, y de que él, su hermana y Tenel Ka pudieran ser de alguna ayuda a su amigo wookie.
Bajie se encontraba al otro extremo del claro, agitando sus peludos brazos para dirigir las maniobras de Chewbacca. La Cazadora de Sombras se detuvo con su rampa de entrada extendida. Chewbacca apareció al final de la rampa y movió sus brazos cubiertos de pelaje marrón anaranjado mientras soltaba un rugido.
El amo Chewbacca solicita cordialmente que todos subamos a bordo —tradujo Teemedós, con la voz temblándole un poco debido a las sacudidas que sufría con cada veloz zancada de Bajie, que ya había echado a correr.
Jacen se echó al hombro la bolsa de viaje que contenía sus pertenencias. Después se volvió para ver si podía ayudar en algo a Tenel Ka, pero cuando vio el brillo de decisión en los ojos grises de la joven guerrera, decidió que más le valía no preguntárselo.
Todos subieron a la Cazadora de Sombras y agitaron las manos en una breve despedida dirigida a los otros estudiantes y Tionne, quien se despidió a su vez alzando la mano. Antes de que la nave estuviera totalmente sellada v preparada para el despegue, Tionne ya se había llevado a los estudiantes para continuar su adiestramiento. Con la amenaza del Segundo Imperio suelta por la galaxia, los nuevos Caballeros Jedi no podían perder ni un segundo.
Con una suave oleada de aceleración, tan poderosa y al mismo tiempo tan suave que casi pareció deslizarse en contra de la gravedad, la Cazadora de Sombras dirigió su morro hacia arriba y salió disparada como una flecha para perderse en los cielos llenos de neblinas de la luna selvática.
Una vez iniciado el viaje a Kashyyyk, Jacen se dedicó a contemplar a Bajie y Chewbacca. Los dos wookies estaban sentados en los sillones delanteros de la reducida carlinga mientras la Cazadora de Sombras entraba en el hiperespacio con una leve sacudida. Cuando la pareja hablaba rápidamente en el lenguaje de los wookies, parecían dos bestias feroces desafiándose la una a la otra..., pero Jacen sabía que sólo se trataba de una conversación, aunque apenas podía entender unas cuantas palabras de ella. Teemedós había recibido instrucciones de no tomarse la molestia de traducir, por lo que Bajie y Chewie podían hablar sin que se les interrumpiera y en una relativa intimidad. Mientras su hermana jugueteaba con su multiherramienta, desmontando un diminuto artilugio que se había traído de su taller de Yavin 4, Jacen aprovechó aquella oportunidad para tratar de divertir a Tenel Ka. El joven decidió que en vez de contarle chistes, esta vez explicaría a la siempre solemne y seria muchacha de Dathomir el porqué ciertas cosas eran graciosas y por qué debía reírse al final de sus chistes..., o por lo menos al final de algunos de ellos. Jacen había empezado a preguntarse si no sería quizá que la joven sencillamente no entendía nada, y si ésa podía ser la razón por la que no se reía.
Después de todo, era imposible que no hubiera ni un solo chiste bueno en su repertorio.
Le explicó que se suponía que las respuestas ridículas a preguntas aparentemente serias resultaban graciosas. Después le mostró cómo el hacer cosas inesperadas con la comida o con alguna prenda podía ser considerado divertido.
Tenel Ka le observaba solemnemente con toda su atención concentrada en él y sin distraerse en ningún instante. Pero no sonrió ni una sola vez.
Jacen suspiró y le contó algunos de sus mejores chistes. Después la obsequió con algunos de los peores, intentando explicar la diferencia para que le sirviera como ejemplo. Tenel Ka tampoco se rió.
El joven, cada vez más desesperado, incluso pensó en ir a la unidad preparadora de comida, pedir una bandeja llena de pudding espumoso deneeliano bien frío y después tropezar cómicamente, de manera que todo el contenido de la bandeja acabara esparcido sobre su cara..., pero a esas alturas, Jacen ya estaba empezando a pensar que ni siquiera una payasada tan espectacular tendría ningún efecto sobre la joven guerrera.
Jacen meneó la cabeza en un gesto de rendición y decidió dejar en paz a Tenel Ka. De momento se distraería con alguna ocupación menos frustrante. Su estado de ánimo mejoró enseguida apenas desplegó sus sentidos Jedi y detectó algo interesante en la popa de la Cazadora de Sombras: estaba percibiendo el débil destello de una forma de vida, y captaba la presencia de alguna criatura que no hubiese debido estar en el compartimento motriz, Jacen decidió ir a echar un vistazo. De todas maneras, lo más probable era que nadie más se mostrara interesado.
Una vez dentro del compartimento blindado que ocupaba la popa de la nave por detrás de las literas para dormir y la zona de preparación de los alimentos, Jacen oyó el palpitar ahogado de los motores que vibraban suavemente mientras la Cazadora de Sombras avanzaba velozmente a través del hiperespacio. Echó un vistazo a los complejos paneles de control y parrillas de acceso, las baterías de armas cargadas con gas tibanna cuidadosamente sellado y los generadores del escudo que proyectaban un dosel de protección alrededor de la esbelta nave. Pero a pesar de todo el ruido y la vibraciones de los motores, todavía podía detectar las débiles emanaciones de alguna diminuta criatura perdida y asustada.
No tengas miedo —dijo, hablando con su voz al mismo tiempo que pensaba las palabras a través de la Fuerza—. Soy tu amigo. Puedo ayudarte. Deja que te vea. No te pasará nada.
Bajó la voz hasta dejarla convertida en un susurro mientras se agachaba para mirar en los huecos que había entre las parrillas de control. Jacen fue siguiendo las indicaciones de sus sentidos.
No te haré daño. Sólo quiero verte. Sé que tienes miedo. Puedes confiar en mí.
El muchacho deslizó los dedos sobre el frío metal de uno de los paneles de acceso, rozando suavemente los generadores del escudo iónico con su mente.
Un instante después percibió la presencia de la criatura que se escondía detrás del panel, temblando y protegiendo algo. ¿Un nido, quizá?
Eh, sólo soy yo —dijo Jacen—. Cálmate. Cuidaré de ti.
Sacó la plancha metálica que cubría el panel de acceso al generador del escudo iónico. Dentro, encima de un cómodo montoncito de restos multicolores, se agazapaba un peludo roedor de ocho patas, una criatura parecida a un ratón recubierta de fino pelaje color gris escarcha. El roedor alzó la cabeza hacia él y le contempló con un par de diminutos ojos negros que brillaban bajo la tenue luz. Después agitó su húmeda nariz. A juzgar por los dos largos dientes que brotaban del centro de su hocico, aquel roedor se alimentaba mordisqueando, y no comía carne.
Ven aquí —dijo Jacen—. Has escogido un sitio muy poco seguro para instalarte.
Metió la mano en el hueco y sacó al roedor, muy despacio y sin hacer movimientos bruscos. Las ocho patas de la criatura temblaron sobre la palma de su mano y le hicieron cosquillas como si acabara de coger a una gorda araña peluda, pero aquella «araña» no podía ser más pacífica y tímida.
Jacen le acarició la espalda, y después se inclinó para echar otro vistazo al nido. El roedor había masticado diminutas tiras de aislante de los cables de energía, arrancando hebras, hilillos y trocitos de plástico del generador del escudo para crear una especie de bolsa blanda dentro de la que se removían cuatro cilindros de piel rosada que parecían oruguitas: eran las crías del roedor.
Oh, qué nido tan bonito tienes aquí —dijo Jacen, usando el tono de voz más tranquilizador de que fue capaz—. Pero me parece que esos componentes no fueron puestos ahí para que los utilizaras. Necesitamos este generador de escudo iónico, ¿sabes? Protege toda la nave.
Siguió acariciando al roedor, y extrajo el nido con mucho cuidado para no asustar a las crías. Después sostuvo el nido en su mano y volvió a colocar a la madre encima de él, instalándola cómodamente encima de sus pequeños.
Cuidaré de ti —dijo—, pero tendremos que contarle esto a Jaina y Bajie para que puedan hacer las reparaciones necesarias.
Jacen volvió al compartimento delantero, con toda su atención concentrada en calmar a su nueva mascota. El joven fue hacia su hermana, que todavía estaba ocupada con algún incomprensible artefacto mecánico.
Eh, Jaina... Tengo algunas malas noticias para ti.
Jaina se volvió hacia él, sosteniendo una pequeña llave hidráulica en la mano.
¿Qué pasa?
Pero antes de que Jacen pudiera responder, la Cazadora de Sombras sufrió una violenta sacudida y se bamboleó como si acabara de chocar con un obstáculo invisible. La cubierta se inclinó hacia un lado, haciendo que Jacen cayera de rodillas. El muchacho se debatió, intentando proteger a su nueva mascota.
Los colores del hiperespacio ondulaban a su alrededor como una marea psicodélica esparcida sobre las ven lanillas. Cuando la Cazadora de Sombras sufrió otra violenta sacudida, Jacen salió despedido hacia atrás y cayó de espaldas sobre la cubierta, necesitando toda su concentración para proteger su precioso nido.
Eh... Olvídalo —dijo—. Pueden esperar.
Jaina se agarró a los brazos de su asiento mientras la nave se bamboleaba de un lado a otro. Sus herramientas y el sensor remoto dielectrónico que acababa de reparar salieron disparados contra los mamparos como si fuesen proyectiles explosivos para acabar cayendo sobre las planchas de la cubierta, totalmente destrozados.
La nave se estabilizó momentáneamente y su hermano se levantó, con la cabellera todavía más despeinada que de costumbre y acunando algo en un brazo. Enseguida se aseguró de que Tenel Ka estaba bien. La joven guerrera se levantó, plantó firmemente sus botas en el suelo separando los pies, y trató de mantener el equilibrio mientras la Cazadora de Sombras se estremecía y avanzaba a través de aquella misteriosa perturbación en una serie de violentos saltos.
¿Qué está pasando? —preguntó.
Bajie y Chewie intercambiaban rugidos en la carlinga mientras intentaban recobrar el control de la nave.
¿Una tormenta de iones? —exclamó Teemedós con un gemido electrónico—. ¿Están totalmente seguros? ¡Oh, entonces estamos perdidos!
Los labios de Jaina se fruncieron hasta formar una tensa línea.
Sí, no cabe duda de que es una tormenta de iones. Pura mala suerte... No había forma alguna de saberlo. Trazamos el rumbo más corto hasta Kashyyyk utilizando el ordenador de navegación. Los catálogos del banco de datos sólo muestran los peligros astronómicos estables, como los cúmulos estelares, los agujeros negros y las nebulosas de alta energía, pero las tormentas de iones vienen y van. No tienen ninguna posición fija, pero no cabe duda de que crean muchas ondulaciones en el hiperespacio cuando pasas a través de ellas.
¿Es grave? —preguntó Jacen. Gotitas de sudor aparecieron en su frente—. Esto me huele mal.
Tendremos que esperar y ver —dijo Jaina.
Tenel Ka se había quedado inmóvil con la mano sobre su cinturón de herramientas, preparada para enfrentarse a algún enemigo tangible con su daga, su espada de luz e incluso su fibrocable. Pero ninguna de esas tres cosas serviría de mucho contra una tormenta de iones.
Chewbacca y Bajie luchaban con los controles, y sus peludos dedos volaban sobre los paneles y tiraban de las palancas. La Cazadora de Sombras emergió del hiperespacio y entró en la periferia de la violenta tormenta de iones.
Oh, oh —dijo Jacen—. Se me olvidó decirte que nuestro generador de escudo iónico tal vez haya sufrido unos cuantos daños —explicó, y le enseñó el montoncito de cables y pedazos de aislante convertidos en un nido.
Jaina giró sobre sus talones, más preocupada que nunca.
¡Oh, no! Eso podría... La Cazadora de Sombras se sumergió en la tormenta espacial y enseguida quedaron rodeados por una telaraña de rayos de alta energía, potentes descargas que se arqueaban a través del nudo hirviente de gases recalentados que formaba aquel inesperado huracán interestelar. La nave se agitó como un bantha enloquecido, haciendo que sus pasajeros salieran despedidos de un lado a otro.
Jacen apoyó el hombro en una barra de control, y Tenel Ka cayó sobre él. El muchacho logró mantener erguida a la joven guerrera, pegando sus cuerpos a la pared mientras seguía sosteniendo la mascota que acababa de encontrar en una mano. Jaina, que estaba tratando de llegar a la carlinga, cayó de bruces sobre la cubierta.
Los motores traseros de la Cazadora de Sombras entraron en acción, y el impulsor sublumínico los alejó de la ondulante nube de iones. Chewbacca dejó escapar un gemido en el sillón de pilotaje, y aferró los controles en un intento de mantener la nave en una trayectoria recta, que sería el camino más corto para escapar del peligro.
Bajie gritó cuando uñas de electricidad color azul hielo se deslizaron sobre los paneles de control y fueron quemando un subsistema detrás de otro.
Los generadores del escudo iónico, que estaba siendo sometido a una gran tensión, soltaron un ruidoso chillido de rendición detrás de los mamparos de popa. Después se sumieron en el silencio con una potente detonación final.
Los colores ondulantes se fueron debilitando al otro lado de las ventanillas de la carlinga, y la Cazadora de Sombras siguió avanzando a toda velocidad, trazando una espiral que acabó llevándola al espacio abierto y la puso a salvo de la tormenta. Aun así, Jaina se estremeció al pensar en cuántos daños habrían causado los chorros de iones emitidos por la tormenta.
Jacen se quitó el polvo y se las arregló para dirigirle una sonrisa torcida algo forzada.
Y ahora, tal como estaba diciendo... Eh... Bueno, ese daño en los escudos iónicos... —Extendió la mano que sostenía el roedor de ocho patas, que se encogió en su nido como si comprendiera los problemas que había causado—. Encontré el nido de esta criatura en la maquinaria. La saqué de allí, pero necesitaba a uno de vosotros para que reparase los daños.
Al parecer ahora tenemos tiempo de sobras para hacer las reparaciones —dijo Tenel Ka—. Somos capaces de reparar los daños, ¿verdad?
Bajie y Chewie intercambiaron gruñidos en la carlinga, discutiendo la situación entre ellos.
¡Oh, excelente! —dijo Teemedós—. El amo Bajocca dice que hemos tenido mucha suerte. Nuestros sistemas de propulsión y apoyo vital están básicamente intactos, y pueden ser reparados sin ninguna dificultad. Vaya, qué noticia tan maravillosa...
Teemedós se calló de repente mientras los wookies seguían hablando, y después volvió a intervenir.
Disculpe, amo Bajocca... ¿Qué ha dicho? ¡Oh, cielos! Sin embargo, parece ser que nuestro ordenador de navegación ha quedado totalmente inutilizado. Hemos perdido todas las coordenadas que necesitaríamos para ir desde aquí a cualquier otro sitio. Oh, oh. Estamos... Estamos perdidos en el espacio.
Tanto Chewbacca como Bajie respondieron a las palabras del androide traductor con rugidos de furia, y Teemedós se apresuró a guardar silencio.
Bueno, supongo que debería encontrar reconfortante el hecho de que los dos tengan tanta confianza en sus dotes de navegantes espaciales —acabó murmurando pasados unos momentos.
Los dos wookies consultaron rápidamente el uno con el otro y empezaron a teclear y programar valores numéricos en el panel de control del ordenador, con cada uno de ellos comprobando los cálculos del otro. Antes de que transcurriera mucho rato, y después de que todo el mundo hubiera contribuido a las reparaciones provisionales, la Cazadora de Sombras volvió a avanzar por el espacio.
Al principio Jaina se sorprendió de que volvieran a estar en el curso previsto..., y un instante después comprendió que no debería haberse sorprendido. Después de todo, Kashyyyk era el único planeta wookie, y tanto Bajie como Chewbacca reverenciaban enormemente aquel lugar.
¿Por qué debía sorprenderla que los dos se hubieran aprendido de memoria las coordenadas de su mundo natal?
4

Zekk se mantenía orgullosamente erguido en una sala de reuniones secreta de la Academia de la Sombra mientras hacía grandes esfuerzos para ocultar cualquier señal de nerviosismo. El joven alzó el mentón, anhelando aquella recompensa que llevaba tanto tiempo esperando. El momento por fin había llegado.
El aire estaba impregnado por un tonificante olor a frío y metal. Haces de potente claridad caían del techo metálico, obligándole a entrecerrar sus ojos color verde esmeralda: los iris estaban rodeados por una corona más oscura, que parecía reflejar el contorno de sombras que envolvía su personalidad. Zekk echó hacia atrás su abundante cabellera, tan oscura que rozaba el negro absoluto, y alzó la mirada, parpadeando, mientras el gran Brakiss avanzaba hacia él bajo la áspera luz.
El señor de la Academia de la Sombra iba envuelto en una ondulante túnica plateada de una tela que bien podría haber sido tejida por enormes arañas mortíferas. Inmóvil junto a una pared, vestida con su reluciente capa negra adornada con pinchos, estaba Tamith Kai, la temible y orgullosa comandante de las nuevas Hermanas de la Noche. Sus ojos violeta ardían bajo una generosa melena de cabellos color ébano.
Junto a Tamith Kai aguardaban dos de las Hermanas de la Noche más poderosas: Garowyn, atractiva y no muy alta, y la musculosa Vonnda Ra, ambas del planeta Dathomir. Con sus capas provistas de pinchos y nervaduras negras y sus corazas de piel de lagarto, las tres Hermanas de la Noche le recordaban a unas hambrientas aves de presa.
Al lado de las Hermanas de la Noche estaba Qorl, el veterano piloto de cazas TIE, inmóvil en posición de firmes y rodeado por una escolta de soldados de las tropas de asalto elegida entre sus estudiantes imperiales más prometedores. Debajo de la armadura blanca, uno de los más corpulentos de aquellos soldados era Norys, quien no hacía mucho tiempo había sido líder de la banda de los Perdidos en Coruscant. Mientras los otros soldados permanecían rígidamente inmóviles en posición de firmes con las armas al hombro, Norys parecía estar irritado y daba la impresión de no sentirse muy a gusto formando parte de aquella ceremonia. Con los sentidos agudizados por su propio nerviosismo, Zekk pudo captar los ásperos murmullos que resonaban detrás del casco blanco del matón.
Recolector de basuras... Siempre tiene suerte aunque no se lo merezca.
Qorl alzó su potente mano protésica en un movimiento silencioso y discreto y la posó sobre el hombro de la armadura del soldado de las tropas de asalto, en un gesto lleno de firmeza que estaba claramente calculado para hacer callar al matón. Zekk sabía que el brazo androide de Qorl era lo suficientemente poderoso para aplastar la armadura blanca como si fuese la cáscara de un huevo. Norys guardó silencio, aunque resultaba obvio que seguía estando bastante enfadado.
A Zekk le daba igual. Aquél era su momento de gloria, y sonrió levemente al pensar en lo mucho que había cambiado en sólo unos meses..., y en que por fin había llegado a la cima de su triunfo.
Zekk se había puesto su nuevo uniforme de cuero para asistir a aquella mezcla de presentación e iniciación; gruesos remaches redondos adornaban las hombreras reforzadas, creando una especie de piel blindada. Sus manos estaban recubiertas por gruesos guantes negros, que producían un crujido muy satisfactorio y agradable cada vez que abría y cerraba los puños.
Una sonrisa de orgullo iluminó la blanca perfección de porcelana del rostro de Brakiss. El señor de la Academia de la Sombra le alargó un regalo, una ondulante capa negra con un forro de color carmesí tan oscuro como la sangre recién derramada.
Joven Zekk, te ofrezco esta capa como símbolo de lo importante que eres para la Academia de la Sombra —dijo Brakiss—. Has demostrado ser un alumno entusiasta y ávido de aprender, y te has convertido en un valioso recurso del Segundo Imperio. Nuestros esfuerzos se verían considerablemente obstaculizados si no te hubieras unido a nuestra lucha. En tu duelo a muerte con Vilas, nuestro otro poderoso candidato, demostraste ser nuestro campeón y nuestra nueva esperanza: eres el más tenebroso de todos nuestros Caballeros Oscuros.
Zekk parpadeó e intentó contener las ardientes lágrimas de orgullo y felicidad por aquel gran logro mientras Brakiss colocaba la gruesa tela sobre sus hombros acolchados y sujetaba la capa en su garganta con un broche que tenía la forma de un temible escarabajo plateado.
Zekk volvió la mirada hacia Tamith Kai, una silueta inmóvil y tan tensamente llena de energía mortífera como un androide asesino incontrolado. Vio cómo la alta Hermana de la Noche se encogía un poco ante la mención de Vilas, quien había sido su estudiante y su candidato al puesto de campeón de la Academia de la Sombra. Pero Zekk había derrotado a ese joven tan hosco y excesivamente seguro de sí mismo, y era él quien llevaba la capa negra..., mientras que Vilas había quedado reducido a un puñado de polvo espacial expulsado por la compuerta de eliminación de desperdicios.
Brakiss retrocedió y juntó las manos delante de él. Las mangas plateadas fluyeron sobre sus muñecas, engulléndolas hasta ocultar sus manos impecablemente manicuradas.
Ha llegado el momento de que lleves a cabo tu primera misión de importancia para nosotros, Zekk —dijo—. Se te concederá el mando de un contingente de soldados para que demuestres tus capacidades.
Zekk sintió que el corazón le daba un vuelco. No creía poder soportar más emociones en un solo día.
¿Qué...? —balbuceó—. ¿Qué deseáis que haga?
Como última etapa en los preparativos para nuestro ataque contra las fortificaciones rebeldes, debemos hacer otra incursión a fin de obtener suministros de vital importancia. Dirigirás un equipo de asalto que irá al mundo wookie de Kashyyyk. Allí, en una de sus ciudades tecnológicas de los árboles, se encuentran las instalaciones que fabrican los ordenadores más sofisticados utilizados por las naves de nuestro enemigo.
Si tu incursión tiene éxito y logra obtener sistemas de guía y dirección táctica, contaremos con una enorme ventaja en nuestro conflicto global. Entonces podremos sembrar la confusión entre la flota rebelde y utilizar sus propios ordenadores contra ellos para transmitir señales disruptoras. También podremos utilizar esos sistemas para reproducir las pautas de identificación secreta de sus naves, a fin de que los cazas del Segundo Imperio puedan viajar con toda libertad por el territorio enemigo identificándose como naves rebeldes.
La importancia de esta misión es enorme, por lo que se te asignará un equipo muy poderoso. Te permitiré utilizar los nuevos disfraces holográficos que hemos desarrollado precisamente con vistas a ese tipo de intentos de infiltración. Todo depende de ti, Zekk. ¿Te sientes a la altura de la tarea?
Zekk asintió entusiásticamente.
¡Sí! Sí, puedo hacer lo que me pedís.
Tamith Kai dio un paso hacia adelante y entró en el charco de brillante claridad que caía sobre Zekk. El joven se volvió para contemplar a aquella mujer tan alta y ominosa. Los labios color vino de la Hermana de la Noche se curvaron hacia abajo en una mueca llena de seriedad. Tamith Kai habló en un tono tan solemne como si estuviera pronunciando la condena a muerte de Zekk.
El plan tiene otra parte —dijo—. Una transmisión que interceptamos nos ha permitido enterarnos de que esos jóvenes mocosos Jedi que tantos problemas nos han causado se dirigen hacia Kashyyyk. Enviaron un mensaje para despedirse de su madre, pero por suerte Qorl había estado vigilando todo el tráfico de comunicaciones entre los alrededores de Yavin 4 y el mundo capital.
La Hermana de la Noche clavó la mirada en sus uñas, tan largas que parecían garras, como si hubiera encontrado algo muy interesante en ellas.
Nuestro plan original era esperar unas semanas más antes de lanzar esta incursión, pero ahora... El momento no podía ser más adecuado. —Un destello de placer iluminó sus ojos violeta—. Tu segunda misión consiste en asegurarte de que Jacen, Jaina y sus molestos amigos son... eliminados, para que así podamos proseguir nuestra conquista de la galaxia sin tener que preocuparnos por sus intromisiones.
Zekk tragó saliva cuando oyó las nuevas órdenes, pero no dijo nada. Jacen, y especialmente su hermana Jaina, habían sido muy buenos amigos suyos durante una gran parte de su juventud. Pero sus caminos se habían separado cuando los gemelos fueron a la Academia Jedi, dejando abandonado a Zekk a su vida de miseria en el submundo de Coruscant. El muchacho no había tenido ni la más pequeña esperanza de poder mejorar su existencia hasta que fue encontrado por la Academia de la Sombra.
Muy bien —dijo en voz baja y un poco enronquecida. Zekk intentó hablar más alto, no queriendo que se le notaran las dudas que sentía. Había tomado una decisión, y tenía que mantenerse fiel a ella a pesar de las dificultades con que pudiera encontrarse su conciencia—. Muy bien —repitió—. ¿Cuándo nos vamos?
Lo más pronto posible —respondió Tamith Kai.
Tamith Kai y las otras dos Hermanas de la Noche estaban aprovisionando la nave para su misión de asalto en el hangar exterior de la Academia de la Sombra. El navío, que lucía insignias neutrales, era un pequeño carguero robado a un comerciante que había cometido el error de acercarse excesivamente a los Sistemas del Núcleo. Tamith Kai se preguntó sin demasiado interés si el comerciante seguiría languideciendo en una prisión imperial..., o si los guardias ya lo habrían ejecutado, dado que el Segundo Imperio nunca podría permitirse dejar en libertad a aquel hombre que había adquirido todos esos conocimientos sobre los Sistemas del Núcleo y el carguero requisado.
Qorl estaba inmóvil junto a los controles del campo de camuflaje en la burbuja de observación instalada sobre el hangar y supervisaba los preparativos para el lanzamiento de la misión. El viejo piloto no tomaría parte en ella, pero había elegido un puñado de los cazas TIE y bombarderos recién construidos por el Segundo Imperio para que fuesen introducidos en el compartimento de carga de la nave.
Pronto sabremos si Brakiss se equivocó al depositar su confianza en esa joven mascota suya —murmuró fa voz grave y melodiosa de Tamith Kai—. Sigo sin confiar en él. ¿Cómo le llama Norys..., recolector de basura? Tengo la sensación de que Zekk todavía no se ha entregado por completo al lado oscuro.
Vonnda Ra frunció el ceño, y una expresión de perplejidad se extendió por su rostro de rasgos toscos y muy marcados.
Pero después de todo lo que se ha esforzado y trabajado... Fíjate en cómo ha progresado durante su adiestramiento. ¿Cómo puedes dudar de las capacidades de Zekk?
Son sus motivos los que me inspiran dudas, no sus capacidades. No tenía ese tipo de dudas acerca de la lealtad de mi Vilas, y...
Garowyn la interrumpió.
Tal vez, Tamith Kai. Pero Vilas está muerto. Zekk demostró ser mejor luchador que él. Tal vez lo que ocurre es sencillamente que no sabes perder.
Los ojos de Tamith Kai ardieron como dos estrellas violetas a punto de estallar.
Sé aceptar la derrota —gruñó.
Obviamente no —replicó Garowyn, dándole la espalda con una sonrisa irónica en los labios.
Tamith Kai apretó los puños, visiblemente enfurecida.
Me parece que Zekk sigue sintiendo algo por esos molestos gemelos Jedi. Su amistad no es algo a lo que se pueda renunciar tan fácilmente. —Logró calmarse. Sus labios, tan oscuros como una fruta demasiado madura, se fruncieron en una sonrisa—. Por eso me he asegurado de que esta misión sea algo más que una simple incursión. Veamos qué tal lleva a cabo ese otro deber.
Vonnda Ra colocó una caja de armas dentro de la lanzadera de carga y fue a recoger los pesados cinturones en los que estaban instalados los generadores de los disfraces holográficos.
Creía que los sistemas tácticos y de guía por ordenadores eran nuestros objetivos más importantes.
Tal vez lo sean para ti y para el Segundo Imperio —dijo Tamith Kai, asintiendo distraídamente—, pero no para mí.
Garowyn cruzó sus nervudos brazos sobre sus pequeños senos.
Puede que seas mi superiora, Tamith Kai, pero yo también sé fijar mis propias prioridades. Te ayudaré en isla incursión, pero la razón principal por la que voy a tomar parte en ella es la de recuperar... lo que nos robaron.
¿De qué estás hablando? —preguntó Vonnda Ra, con los cinturones y los sistemas de control holográficos todavía colgando de sus brazos.
De nuestra mejor nave, la de diseño más ambicioso, la que tenía armadura cuántica y un armamento muy potente..., de la Cazadora de Sombras. Esa nave representa la cima de los progresos técnicos del Segundo Imperio, y es lo que más amo en todo el universo. ¡Pero Skywalker y esa joven traidora de Dathomir consiguieron meterme en un módulo de escape y me robaron mi nave delante de mis narices! La Academia Jedi la ha estado utilizando desde entonces. Ya casi había perdido la esperanza de recuperar lo que me pertenece, pero acabo de enterarme de que el wookie y los mocosos Jedi han ido a Kashyyyk en mi nave. Es la ocasión ideal para recuperar lo que es nuestro.
Bueno, si recuperas la Cazadora de Sombras, entonces tendremos más espacio disponible cuando regresemos en la lanzadera de asalto —dijo Vonnda Ra.
Tamith Kai dirigió una mirada helada a la Hermana de la Noche de los cabellos color bronce. Después acabó sonriendo con una sombra casi imperceptible de diversión.
Ya. Veo que cada una de nosotras tiene sus metas particulares que alcanzar —dijo—. Esperemos que todas lo consigamos.
5

Por supuesto que sí, amo Bajocca. Me encantaría poder prestar ese servicio —dijo Teemedós mientras se aproximaban a Kashyyyk—. El cálculo de esa trayectoria es realmente muy sencillo de hacer.
Bajie aceptó la información del pequeño androide y la introdujo manualmente en el panel de control de la Cazadora de Sombras. Su tío, que estaba sentado junto a él, hizo una profunda inspiración de aire cuando el planeta de color verde y marrón apareció en el visor, produciendo un sonido tan lleno de felicidad como si ya estuviera imaginándose los sabores, olores y sonidos del hogar. A pesar de las muchas preocupaciones que oprimían su corazón durante aquel regreso, Bajie también sintió una oleada de excitación y placer. Pronto estaría disfrutando de la apacible seguridad de las copas de los árboles de Kashyyyk.
¡Excelente, amos Bajocca y Chewbacca! —canturreó Teemedós.
Bajie, que todavía estaba cautivado por la visión del planeta, aceptó distraídamente su felicitación con un gruñido. Kashyyyk ofrecía un aspecto muy parecido al que había tenido el día en que se fue de allí a bordo del Halcón Milenario con su tío y Han Solo para convertirse en un estudiante Jedi. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde entonces?
Demasiado. El anhelo de ver a su familia que sentía Bajie se volvió casi insoportable. Los dos wookies siguieron manejando los controles de pilotaje con una premura que nacía de la alegre expectación. Mientras la Cazadora de Sombras se iba aproximando al grueso dosel de vegetación que se extendía por debajo de ellos, Chewbacca señaló con un gesto levemente melancólico la ciudad arbórea en la que habían crecido él y la madre de Bajie. Con todos los viajes por la galaxia que había llegado a hacer Chewie, Bajocca se preguntó si habría algún momento en el que su tío sintiera tanta nostalgia del hogar como la que sentía él ocasionalmente en Yavin 4. Sabía que Chewbacca se las arreglaría de alguna manera para encontrar algo de tiempo y hacer una visita a su ciudad y al resto de su familia durante los próximos días.
Los gemelos y Tenel Ka, que estaban detrás de él, dejaron escapar exclamaciones de admiración ante la belleza de Kashyyyk y el tamaño de los árboles.
Aunque he estado aquí antes, siempre me olvido de lo grandes que son —murmuró Jaina, poniendo los dedos sobre la ventanilla.
Es impresionante —asintió Tenel Ka—. Pero ¿dónde están las ciudades?
Chewbacca permitió que la nave descendiera un poco más, y Bajie señaló un lugar en el que macizos de aquellos árboles altísimos extendían sus copas por encima de los doseles de vegetación inferior. Acunadas en las masas de gruesas ramas eran visibles plataformas y torres resplandecientes, signos de vida inteligente que se adaptaban a las formaciones naturales de los árboles.
Ah —dijo Tenel Ka, pareciendo un poco sorprendida—. Aja.
Un buen truco, ¿eh? —dijo Jacen, acercándose un poco más a la joven guerrera—. Les gusta unir la naturaleza a la tecnología para que una ayude a la otra.
Bajie emitió un gruñido de asentimiento.
El amo Bajocca observa que la tecnología y la naturaleza no tienen por qué excluirse mutuamente —tradujo Teemedós—. Fundir la una con la otra puede resultar más agradable que separarlas.
Cuando divisó por fin su ciudad natal, Bajie sintió una renovada impaciencia. El joven wookie tuvo que hacer un considerable esfuerzo de voluntad para no quitarse de encima las tiras de su arnés de seguridad mientras Chewbacca guiaba su maltrecha nave hacia la plataforma de descenso más cercana.
Bajocca se levantó de un salto del asiento del copiloto en cuanto la Cazadora de Sombras se hubo posado, y fue corriendo hacia la escotilla de salida. Miró por la ventanilla y pudo ver a su familia esperándole sobre la plataforma: su padre, Mahraccor; su madre, Kallabow; y Sirrakuk, su hermana pequeña, ya estaban allí.
Bajie abrió la escotilla y permaneció inmóvil bajo la luz del sol durante una fracción de segundo, absorbiendo todos los detalles y olisqueando el aire mientras permitía que sus ojos fueran bombardeados por los intensos tonos marrones y verdes de las copas de los árboles. Después él y su familia rugieron un coro de saludos. Sus padres parecían estar bien y muy contentos de verle, aunque daban la impresión de estar un poco cansados. Los bondadosos ojos azules de su madre, rodeados por mechones de pelaje dorado rojizo, brillaban de orgullo. La franja oscura en el pelaje de su padre no mostraba ninguna señal del agrisamiento producido por la edad.
Sólo su hermana estaba distinta: era más alta, esbelta y bonita de como la recordaba el joven wookie, pero había una expresión de profunda tristeza en su rostro. Sirra se había recortado el pelaje siguiendo patrones que se salían de lo corriente, y había rasurado algunas partes de su cabeza y sus brazos para formar dibujos decorativos. Pero sus colmillos eran blancos y afilados, y el pelo de los alrededores de su hocico y su boca estaba muy largo y bien cuidado. No cabía duda de que Sirra estaba creciendo.
Su padre alzó los dos brazos por encima de la cabeza y emitió otra ruidosa bienvenida. Bajocca se la devolvió con un rugido y corrió hacia ellos.
Jacen contempló la mesa con los ojos llenos de consternación y deseó por décima vez poder entender mejor el lenguaje de los wookies. Incrustado entre Bajie y Sirra, su mirada fue hacia el otro lado de la mesa, donde Jaina y Tenel Ka estaban sentadas flanqueando a Chewbacca. El muchacho se preguntó si se sentirían tan confusas y abrumadas como él, y si también tendrían la impresión de estar perdidas en el centro de la ruidosa e incomprensible conversación de la cena.
Jaulas hechas con una fina rejilla transparente que contenían enjambres de diminutos insectos luminiscentes colgaban de las ramas del techo, proporcionando una cálida luz levemente nebulosa. El humo del incienso y las especias exóticas flotaba en la estancia y salía por la ventana abierta para impregnar el aire húmedo de la noche. La atmósfera estaba saturada por los deliciosos olores del banquete de bienvenida que habían preparado los padres de Bajie.
La mesa consistía en una enorme plancha de madera, una rebanada cortada de un árbol de tronco gigantesco: los hipnóticos anillos concéntricos indicaban durante cuánto tiempo había vivido el árbol. Todas las sillas y el mobiliario del hogar de Bajie parecían excesivamente grandes, pues habían sido construidos para cuerpos más grandes que el de un humano normal. Jacen se removió incómodamente sobre el banco colocado junto a la mesa.
Algo encajó por fin dentro de su cabeza.
Eh, ¿dónde está Teemedós? —preguntó—. Sus habilidades de traducción nos irían realmente muy bien aquí.
Jaina se ruborizó y su boca formó un pequeño «oh» de sorpresa.
Yo... Eh... Bueno, supongo que es culpa mía —balbuceó—. Tomé prestado a Teemedós y lo conecté a los sistemas de diagnóstico de la Cazadora de Sombras para que pudiera proporcionarnos una lectura de las partes de la nave que necesitamos reparar. —La joven se mordió el labio inferior—. Supongo que habría sido más cortés esperar a que hubiéramos tenido ocasión de charlar un rato con la familia de Bajie.
Jacen se encogió de hombros y cerró los ojos. Intentó concentrarse en aquel nuevo entorno e ir captando algunas palabras. Pero con cinco wookies ladrando, gritando, gruñendo y rugiendo, resultaba muy difícil entender lo que estaban diciendo. El muchacho respiró hondo e intentó relajarse, y decidió utilizar la Fuerza para averiguar si podía encontrarle algún sentido a la conversación.
Jacen podía oír cómo la lluvia cálida del atardecer que caía en el exterior deslizaba dedos suaves y delicados a través de las hojas de los majestuosos árboles wroshyr. Dentro proseguía la batalla de tonos, voces extrañas mezclándose con otras voces familiares. El muchacho se concentró en los matices más sutiles de aquellas voces y percibió alegría y aprensión, esperanza y pena. Sintió...
Entonces sintió el roce de una mano peluda en su brazo. Jacen, un poco avergonzado, alzó la mirada para encontrarse con que Sirra, la hermana de Bajie, le estaba ofreciendo un plato lleno de carne asada y verduras. Sirra dejó escapar un ladrido cortés pero impregnado de curiosidad.
¡Por todos los rayos desintegradores! Lo siento. ¿Este plato es para mí?
Bajie se rió, y después movió la mano en un gesto que abarcó toda la mesa para indicar que todos los demás ya habían sido servidos. Los platos de todos los wookies estaban llenos de carne fresca recién cortada y pequeñas montañas de verduras crudas. Jaina tenía un gran plato de comida similar al de Jacen, mientras que el de Tenel Ka contenía una mezcla de verduras y carnes, tanto crudas como cocidas. A Jacen le divirtió un poco ver que el apetito de Tenel Ka reflejaba las preferencias en conflicto mutuo de su educación primitiva y su crianza refinada. Kallabow y Mahraccor habían hecho un gran esfuerzo para satisfacer las preferencias dietéticas de sus invitados humanos. Jacen aceptó el plato que le ofrecía Sirra y le dio las gracias.
Después todos los wookies se callaron de repente y se volvieron hacia Bajocca con una visible expectación. Bajie alzó una mano peluda sobre su plato de comida mientras canturreaba en voz baja unas cuantas frases no muy largas. Jacen reconoció el discurso de agradecimiento ceremonial wookie que había oído con tanta frecuencia de labios de Chewbacca.
A continuación Bajie se levantó, alzó los brazos y extendió las manos como si estuviera formando un dosel de vegetación protectora sobre su familia y sus amigos, y repitió su breve discurso. La madre de Bajie dejó escapar un ronco gemido musical lleno de tristeza.
Un instante después, tanto los wookies como los humanos atacaron sus platos tan impacientemente como si ninguno de ellos hubiera disfrutado de una comida decente en varias semanas.
Al día siguiente Jaina murmuró algo ininteligible y contempló con expresión un poco dubitativa la lista que Teemedós había introducido en su cuaderno de datos. Jacen y Tenel Ka estaban sentadas junto a ella en la espaciosa habitación de Bajie, que había sido creada ahuecando una parte del tronco de un gigantesco árbol wroshyr. Bajie desconectó los cables del panel de diagnóstico, los introdujo en la carcasa de Teemedós y la cerró con un chasquido. Mientras Jaina y Bajie intentaban catalogar las averías sufridas por la Cazadora de Sombras, Chewbacca había aprovechado esa oportunidad para ir al otro lado del planeta a visitar al resto de su familia, a la que no había visto desde hacía algún tiempo.
Las últimas gotas de lluvia de otro corto chaparrón estaban acabando de caer al otro lado de la ventana abierta. Sirra también estaba allí, con su pelaje desigualmente recortado y lleno de zonas rasuradas erizado. Al parecer no quería estar sola, pero tampoco participaba demasiado en la conversación.
Echa un vistazo a esto, Bajie —dijo Jaina, alzando el cuaderno de datos.
El wookie estudió la lista de componentes averiados con un gruñido pensativo. Jacen y Tenel Ka también se acercaron para poder verla. Jacen dirigió una sonrisa maliciosa a su hermana.
Resulta difícil creer que una tormentita iónica de nada pueda causar tantos daños, ¿eh?
Jaina fulminó a su hermano con la mirada.
Si esa mascota peluda tuya no hubiera mordisqueado todos los circuitos...
¡Eh, eso no es justo! Nunca la había visto antes de que despegáramos de Yavin 4. —Jacen sacó a la criatura que parecía una pelota de pelos de la jaula provisional que había hecho para ella y sus crías. El roedor de ocho patas parecía sentirse muy a gusto en su nuevo nido, que era muy blando y cómodo—. Ella no quería causar ningún problema. ¿Verdad que no, Ion?
Sostuvo la bolita peluda delante de su rostro y la acarició con un dedo. La diminuta criatura emitió un débil sonido musical. Jacen dejaría en libertad al roedor cuando volvieran a Yavin 4, pero hasta entonces cuidaría lo mejor posible de la madre y sus crías.
Jacen no tuvo la culpa —dijo Tenel Ka en voz baja y suave—. Y culpar a la criatura de lo ocurrido no sirve de nada.
Jaina encogió un hombro.
Sí, lo sé. Lo siento. Ten bien escondido a ese bichito entrometido para que Chewie no lo vea cuando vuelva esta noche.
Bajie le devolvió el cuaderno de datos con un ladrido lleno de firme seguridad en sí mismo.
El amo Bajie cree que podemos obtener la mayor parte de esos componentes en las instalaciones locales, o crear sustitutos razonablemente adecuados —dijo Teemedós.
Jaina empezó a sentir una nueva esperanza.
¿Te refieres a la fábrica en la que trabajan tus padres?
¡Rayos desintegradores! —exclamó Jacen—. ¿Estás seguro? Hay montones de cosas en esa lista. Y, de todas maneras, ¿qué fabrican allí? Bajie movió las manos y gruñó una respuesta. Jaina pudo percibir vagamente lo que estaba diciendo.
La fábrica en la que trabajan los padres del amo Bajocca, así como la mayoría de habitantes de esta ciudad arbórea, produce una amplia gama de ordenadores muy sofisticados que son utilizados en un gran número de aplicaciones para el transporte.
El interés de Jaina se fue agudizando ante la idea de una fábrica llena de sistemas complicados y exóticos.
¿Como cuáles? —preguntó Jacen.
El muchacho volvió a colocar a Ión dentro de su jaula. El pequeño roedor inspeccionó a sus crías, y después se dedicó a hurgar entre las fibras y restos que formaban su blando nido.
Teemedós volvió a hablar después de una nueva serie de gruñidos y gesticulaciones por parte de Bajie.
Entre otras cosas, la fábrica produce sistemas de control para las torres de control planetario, subsistemas y equipos de apoyo navegacionales, sistemas tácticos, generadores de codificación de comunicaciones, transductores multifásicos...
Eh, creo que ya nos hacemos una idea. Gracias, Teemedós —le interrumpió Jacen.
Jaina intentó reprimir la risa. Su hermano, siempre tan curioso, había obtenido muchas más explicaciones de lo que esperaba.
Bajie, ¿hay alguna manera de que podamos acercar un poco más la Cazadora de Sombras a tu casa para que nos resulte más fácil trabajar en ella? El hangar en el que la dejamos se encuentra casi al otro lado de la ciudad. No es una situación muy conveniente para nosotros, ¿no te parece?
Bajie meneó la cabeza, pero gruñó una sugerencia.
El amo Bajocca propone... —empezó a decir Teemedós.
Sí, creo que lo he entendido —dijo Jaina, tratando de comprender algunas de las palabras del dialecto de los wookies—. Podemos ir sacando los subsistemas dañados de uno en uno, traerlos a casa de Bajie y trabajar en ellos. —Sus labios se curvaron en una gran sonrisa—. Es una idea realmente magnífica—. Bueno, ¿a qué estamos esperando?
6

La brisa de la mañana agitaba el pelaje color canela de Bajie mientras el joven wookie permanecía inmóvil con sus amigos sobre la plataforma de observación de la copa del árbol. La plataforma era muy espaciosa y su suelo, perfectamente liso y nivelado, se hallaba vacío de equipo o visitantes, lo cual la convertía en el lugar perfecto para que pudieran estirar sus músculos y llevar a cabo sus ejercicios Jedi al aire libre.
La atmósfera estaba perfumada por el olor de los brotes primaverales, las hojas nuevas y la madera calentada por el sol. Sirra, que estaba al lado de Bajie en la plataforma, se mantenía encogida en un silencio pensativo y observaba a los estudiantes Jedi mientras éstos iban llevando a cabo sus distintas rutinas de ejercicio individuales.
Bajie estaba intentando ocultar que no le quitaba los ojos de encima a Sirra. El joven wookie pensaba que una exhibición de preocupación excesiva por su parte probablemente sólo serviría para irritar a su hermana y reforzar su ya considerable tozudez. Había muchos temas pendientes de resolver entre ellos, pero Bajie sabía que pronto tendrían que hablar.
Los ojos dorados del joven wookie recorrieron la plataforma y se posaron en Jacen y Jaina, que estaban haciendo flexiones y practicaban volteretas gimnásticas.
Tenel Ka, tan ágil como siempre, se sostenía sobre una pierna y mantenía extendida la otra detrás de ella, levantada y apuntando hacia el cielo.
Bajie se inclinó, apoyó las manos sobre la madera calentada por el sol de la plataforma, alzó los pies en el aire y se mantuvo equilibrado en esa posición. Cuando Jaina pasó junto a él en una veloz serie de saltos mortales, se atrevió a echar otra mirada a Sirra. Su temeraria hermana menor apenas había hablado desde su llegada ayer, aunque había permanecido instintivamente cerca de él. Bajie no pudo evitar preguntarse qué estaría pensando. ¿Sentina alguna clase de resentimiento hacia él porque Bajie había heredado el potencial Jedi, mientras que ella no? ¿Culpaba a su hermano de la muerte de Raaba? ¿Le molestaba la presencia de los amigos que Bajie había traído a su casa?
Bajie y su hermana eran tan distintos que el joven wookie se preguntó si había habido algún momento en el que se comprendieran por completo el uno al otro. Bajie tenía un temperamento analítico, reflexivo y tendente a la introspección, mientras que Sirra era impetuosa, enérgica y muy sincera. Bajie prefería no llamar la atención, en tanto que a Sirra le encantaba sorprender a los demás con su apariencia. De no ser así, ¿por qué afeitarse el pelaje en los tobillos, las rodillas, las muñecas y un montón de lugares más del cuerpo de una manera tan extraña y aparentemente falta de toda lógica?
Aun así, Sirra y Bajie siempre habían confiado el uno en el otro. Pero ¿seguía confiando ella en él?
Tenel Ka atravesó a toda velocidad el campo visual de Bajie en una rápida sucesión de volteretas aéreas. El joven wookie notó que estaba empezando a perder el equilibrio, pero lo recuperó rápidamente y empezó a hacer flexiones en posición vertical.
¡Eh, Bajie! —gritó Jacen desde detrás de él—. ¿Le podrías robar un poco de concentración a tus ejercicios para enseñarnos unas cuantas palabras en vuestro dialecto wookie?
Bajie emitió un gruñido para indicar que estaba de acuerdo.
El amo Bajocca dice que no está en contra de la posibilidad de instruirles —tradujo Teemedós.
Jaina soltó una risita.
Vaya, Teemedós, eso tiene bastante gracia... A mí me ha parecido que lo único que dijo ha sido «sí».
Bueno, supongo que ésa también es una traducción posible —dijo Teemedós, pareciendo un poquito ofendido—. Aunque la encuentro bastante falta de imaginación.
Bajie soltó una seca carcajada wookie y volvió la mirada hacia Sirra para ver si había estado escuchando la conversación. Su hermana le devolvió la mirada durante un momento, y después le dio deliberadamente la espalda y se sentó en el borde de la plataforma, dejando colgar sus piernas sobre el dosel de hojas que se extendía muy por debajo de ellos. Sirra clavó los ojos en aquellas profundidades invisibles..., donde había desaparecido Raaba.
Bien, amo Bajocca —dijo Teemedós, en un tono que parecía indicar que se sentía muy dolido—, supongo que cuando haya enseñado su dialecto a los demás ya no necesitará de mis servicios.
Por supuesto que te seguiremos necesitando, Teemedós —dijo Jaina—. Nunca podremos entender todo lo que diga Bajie.
Bajie asintió distraídamente con un gruñido, sin apartar la mirada de los hombros encorvados de Sirra. De repente pensó que, aunque había vuelto a casa para prestarle su apoyo en aquellos días tan difíciles para ella, no tenía ni idea de cómo hacerlo. Estaba claro que no bastaba meramente con su presencia. Bajie quería tratar de hablar con Sirra, pero ¿y si su hermana tenía problemas que él era incapaz de resolver? ¿Y si él mismo formaba parte del problema, habiendo dado un peligroso ejemplo que su hermana se sentía obligada a seguir a pesar de que el hacerlo podía suponer su muerte?
Bajie, que seguía sosteniéndose con las manos pero estaba absorto en sus cavilaciones sobre Sirra, volvió a perder la concentración y el equilibrio, y esta vez con resultados bastante embarazosos. Se tambaleó precariamente durante un momento, intentando recuperar el equilibrio. Teemedós soltó un chillido de sorpresa y después Bajie se derrumbó, aterrizando sobre su trasero con un golpe bastante ruidoso.
Jaina fue corriendo hacia él, lo que hizo que el joven wookie se sintiera todavía más avergonzado.
¿Estás bien?
Bajie deseó que sus amigos hubieran ignorado todo aquel incidente. Aun así, en el caso de Jaina por lo menos había que reconocerle el mérito de que se fue a toda prisa en cuanto se hubo asegurado de que Bajie no había sufrido ningún daño y volvió a concentrarse en sus ejercicios, dedicándose con gran diligencia a fingir que no se enteraba de que Bajie se levantaba de los tablones de la plataforma y se quitaba el polvo del pelaje.
Bajie, todavía un poco avergonzado de su torpeza, le dijo a Teemedós que se desconectara para disfrutar de un ciclo de descanso y fue hacia el borde de la plataforma, donde se sentó al lado de Sirra y dejó que sus piernas colgaran en el vacío junto a las suyas. Después aguardó en silencio durante un rato con la esperanza de que su distante hermana diría algo, dado que no tenía ni idea de por dónde empezar. Mientras la vigilaba por el rabillo del ojo, Bajie volvió a cavilar en cuál podía ser la causa de que hubieran acabado siendo tan diferentes el uno del otro, y cómo era posible que dos hijos tan distintos pudieran tener los mismos padres.
Bajie poseía una gran aptitud para la Fuerza, mientras que Sirra no había mostrado ni el potencial para usar la Fuerza ni el más mínimo interés por los Caballeros Jedi. La naturaleza callada e introspectiva de Bajie siempre había contrastado agudamente con la confiada franqueza de su hermana..., hasta recientemente, desde luego, cuando Sirra se había vuelto tan silenciosa. Y mientras que Bajie era capaz de pasar horas absorto en las complejidades de un sistema de ordenadores, Sirra se cansaba de todo muy pronto y enseguida empezaba a desear aventuras y emociones. Además, Bajie siempre se había enorgullecido de ser obediente, y siempre había encontrado más fácil y cómodo hacer lo que se esperaba de él que gastar esfuerzos en actos de rebelión contra la autoridad carentes de sentido.
Ese pensamiento atrajo los ojos de Bajie hacia las bandas de pelaje recortado del cuerpo de Sirra. Que Bajie supiera, aquella moda no era seguida por ningún adulto, y sólo por muy pocos jóvenes. Acabó decidiendo hacerle alguna pregunta sobre aquel tema, con la esperanza de que eso serviría para iniciar una conversación. Bajie, hablando en un tono nervioso y algo atropellado, le preguntó si aquella manera de recortarse el pelaje la mantenía más fresca cuando hacía calor.
Sirra se encogió de hombros. No lo hacía por eso.
¿Un símbolo de luto, entonces? ¿Por Raaba?
La sugerencia arrancó un resoplido a Sirra.
¿Rebelión, entonces?
Sirra reflexionó durante unos instantes antes de dejar escapar un suspiro lleno de confusión, obviamente incapaz de explicarlo. Lo consideraba como..., como una forma de mostrar por fuera lo que no era visible en el interior: que era distinta.
Bajie pensó en lo que acababa de oír y dejó escapar un gruñido gutural. Hasta entonces había creído que ya estaba suficientemente claro que todo el mundo era distinto.
Sirra meneó la cabeza y se levantó de un salto. Bajie enseguida se dio cuenta de que estaba enfadada y de que no la había entendido, pues su hermana recorrió todo el borde de la plataforma antes de llamarle con un gesto de la mano. Cuando se reunió con ella, Bajie casi tuvo que echar a correr para mantenerse a su altura.
Sirra por fin volvió a hablar, y la agitación que sentía resultó claramente perceptible en su tono de voz. La joven wookie señaló sus muñecas y sus codos rasurados, y le explicó con más detalle que hacía aquello para mostrar a los demás que no era como ellos.
Bajie ladeó la cabeza y la contempló con expresión interrogativa mientras intentaba dar con una respuesta, pero Sirra enseguida prosiguió su explicación. Le dijo que, dado que no poseía el potencial para emplear la Fuerza, sus padres siempre se habían limitado a dar por sentado que trabajaría en la fábrica. Pero Sirra no sentía ningún deseo de trabajar allí como hacían todos los demás. No le gustaba montar ordenadores, y nunca había conseguido ir más allá de ser una programadora mediocre. La joven wookie alzó un puño y soltó un potente ladrido: ¡quería algo que fuese mucho más emocionante!
Bajie meneó la cabeza en una hosca negativa. Los wookies podían destacar en la ingeniería, la ciencia y el pilotaje y, de hecho, en cualquier cosa en la que desearan hacerlo. Pero ese éxito no llegaba con facilidad. El joven wookie señaló a sus amigos con una inclinación de cabeza para indicar el ahínco con el que se estaban ejercitando en aquellos instantes. Bajie y Sirra caminaron en silencio el uno al lado del otro durante un rato.
Jacen, Jaina y Tenel Ka terminaron sus ejercicios, se instalaron en el borde de la plataforma y bajaron la mirada hacia el hermoso dosel arbóreo. Jacen señaló con un dedo.
Eh, Bajie... ¿Cómo se pronuncia el nombre de esos árboles?
Bajie ladró la respuesta: wroshyr.
Después de que él y Sirra hubieran dejado de prestar atención al trío, Bajie preguntó a su hermana qué quería hacer con su vida. Sirra gruñó y se encogió de hombros, no sabiendo qué responder.
Bajie reflexionó durante unos instantes. Después le preguntó qué le gustaría hacer.
Sirra dejó escapar un largo suspiro y extendió sus peludos brazos en un gesto lo bastante amplio para abarcar todo el bosque y el cielo. Le encantaba disfrutar del aire libre y viajar, visitar nuevos lugares y aprender cosas nuevas. Era feliz sintiéndose libre, de la misma manera en que lo hacía Bajie cuando viajaba en su saltacielos sin llevar ningún pasajero. Y le gustaba tomar sus propias decisiones, sin que nadie le dijera lo que debía hacer y cuándo debía hacerlo.
Bajie gruñó los nombres de lejanas ciudades de Kashyyyk, y fue sugiriendo otras fábricas y otros trabajos. Sirra agitó una mano como descartando esa idea. Quería hacer algo importante, algo que se saliera de lo habitual. Un repentino resentimiento dirigido contra Bajie y sus amigos Jedi empezó a impregnar su voz. Les habían dado una tremenda oportunidad, y Sirra quería una oportunidad para ella.
Los gemelos y Tenel Ka se turnaron en proyectar zarcillos de la Fuerza para crear surcos temporales en el dosel de hojas que se extendía por debajo de ellos, como si una gigantesca ave de presa invisible estuviera moviéndose sobre las hojas en busca de su presa. Sirra soltó un gruñido de disgusto y señaló a los estudiantes Jedi que «hacían correr» sus surcos de Fuerza a través de las hojas, entrecruzándolos y uniéndolos unos a otros.
Sirra insistió en que ella nunca desperdiciaría el talento de esa manera. Sabiendo que tenía intención de demostrar muy pronto su valor y su fuerza enfrentándose a una planta syrena, Sirra expresó sus dudas de que los jóvenes Caballeros Jedi fueran capaces de sobrevivir ni aunque sólo fuese cinco minutos en los niveles inferiores de la selva. La joven wookie afirmó que si ésa era la forma en que los utilizaban, entonces sus poderes de la Fuerza no podrían evitar que sucumbieran.
Bajie lanzó una mirada desafiante a su hermana e intentó explicarle unos conceptos muy difíciles. Sus amigos sólo estaban «ejercitando» sus capacidades. El tiempo dedicado a aprender y practicar nunca era malgastado. Bajie insistió en que sus amigos eran mucho más fuertes de lo que parecían.
Jaina quitó importancia a su comentario con un encogimiento de hombros, y reanudó sus paseos de un lado a otro de la plataforma bañada por el sol. Bajie, exasperado, quiso saber cómo esperaba que la ayudara a resolver sus problemas.
Una intensa sorpresa apareció en el rostro de Sirra. No le había pedido una solución.
Esta vez le tocó el turno a Bajie de mostrarse perplejo. Si veía a su hermana sufriendo o sin saber qué hacer, le preguntó, ¿acaso no debía suponer que quería ayuda?
Sirra entrecerró los ojos. Con una rápida serie de secas palabras, le recordó el momento en que Bajie se había caído, hacía tan sólo unos minutos, y que el golpe le había dejado un poco dolorida... la dignidad. ¿Acaso había querido entonces que alguien resolviera su problema por él?
Bajie meneó la cabeza. Sirra enarcó las cejas y le preguntó si por fin lo entendía.
Bajie veía adonde quería ir a parar su hermana, pero también era consciente de que se trataba de dos cosas muy distintas. Él sabía que Sirra necesitaba ayuda.
Sirra volvió a sentarse en el borde de la plataforma y clavó la mirada en los árboles wroshyr. Bajie se acuclilló junto a su hermana, sintiéndose lleno de preocupación, y la expresión de Sirra se suavizó. La joven wookie le dijo que no quería que él resolviera su problema, pero eso no significaba que no la estuviera ayudando.
Bajie comprendió que el mero hecho de tener a alguien que la escuchara ya suponía una ayuda para ella.
Le apretó suavemente el hombro, y Sirra se acercó un poco más a él. De momento, eso parecía ser suficiente.
7

Jaina contempló la ciudad arbórea de alta tecnología desde una altura a la que no estaba nada acostumbrada, y comprendió hasta qué punto Kashyyyk parecía una versión orgánica de Coruscant.
En el nivel del dosel arbóreo, rodeada por las estructuras industriales y las viviendas de los wookies, Jaina podía ver los tubos de ventilación que se elevaban hasta muy arriba y las ventanas cristalinas que reflejaban el cielo gris blanquecino enturbiado por la calina. Las copas de árboles gigantescos se alzaban por encima del dosel principal como rascacielos cubiertos de follaje. Una enorme masa de majestuosa vegetación visible en la lejanía parecía una isla que se elevara sobre las oleadas de hojas de las copas de los árboles que se extendían sin ninguna interrupción en todas direcciones: desde aquella distancia, le recordó a las torres piramidales del Palacio Imperial.
Jaina se dio cuenta de que echaba de menos a su madre, y sintió una punzada de nostalgia. Pero cuando estuvieron por última vez en el mundo capital, ella y Jacen habían perdido a su amigo Zekk, que había sido capturado por la Academia de la Sombra...
Grupos de hogares wookies puntuaban el dosel arbóreo, sólidas moradas de aspecto muy compacto unidas al complejo de la fábrica de ordenadores por caminos naturales que se extendían a través de las copas de los árboles igual que los radios de una rueda. Banthas importados caminaban pesadamente por los anchos caminos de la selva, rozando las hojas que se introducían en ellos con sus flancos. Los banthas avanzaban lentamente a lo largo de las gruesas ramas desgastadas por sus pezuñas, moviéndose a centenares de metros por encima de los traicioneros niveles inferiores de la selva primigenia, que los wookies nunca usaban para desplazarse.
El bantha en el que ella y sus amigos habían ido desde el hogar de Bajie hasta el complejo de fabricación de ordenadores era lo bastante grande para que los cinco compañeros pudieran viajar en los asientos acolchados sujetos a la grupa de la bestia. El bantha desprendía un potente y levemente picante olor animal que le hacía cosquillas en las fosas nasales. Un arnés hecho de cintas rojas tintineaba con el sonido musical de las campanillas de latón unidas a él.
Su hermano Jacen dio unas palmaditas al duro y rígido pelaje color canela amarronado de la enorme bestia de carga. Cabalgar sobre aquel bantha parecía estar siendo la parte más agradable del viaje para él hasta ese momento. El guía del bantha, un sullustano de aspecto ratonil y enormes ojos oscuros que relucían bajo los rayos del sol, se mantenía encorvado entre los colosales cuernos llenos de nervaduras que se curvaban alrededor de la cabeza del bantha. La dócil bestia avanzaba a lo largo del camino de la selva sin prestar ninguna atención a la frondosa vegetación que la rodeaba por todas partes.
Los banthas fueron criados para viajar por el desierto —dijo Jacen—, pero a este chicarrón parece encantarle la selva.
Jaina pensó que el animal parecía lustroso y con muy buena salud, como si se sintiera muy a gusto transportan do pasajeros desde los distritos residenciales a la factoría principal. Pasaron junto a otros wookies que iban a trabajar y que devoraban la distancia con las zancadas de sus largas piernas.
Tenel Ka, sentada junto a ella sobre la estructura acolchada que acogía a los viajeros, miraba fijamente hacia adelante, preparada para cualquier cosa y con la expresión indescifrable pero siempre alerta. Bajie y Sirra se habían recostado en los almohadones, y estaban manteniendo una tranquila conversación en el lenguaje de los wookies.
Jaina tenía muchas ganas de iniciar el recorrido de la fábrica de ordenadores. Ardía en deseos de ver las maravillas de ingeniería y las instalaciones industriales que los wookies habían creado en su salvaje planeta. Bajie probablemente también habría tenido muchas ganas de ver todo aquello si no hubiera estado tan preocupado por su hermana.
El bantha se detuvo para que bajaran en un punto de control exterior que daba acceso al complejo técnico. Los cinco compañeros descendieron por la peluda grupa de la bestia de carga, usando los asideros que había en los asientos acolchados, y bajaron de un salto a la plataforma de madera. El sistema de transporte mediante banthas había sido concebido para el uso por los wookies, que eran muy altos, por lo que la caída resultó un metro más larga de lo que había esperado Jaina. La joven se preguntó cómo se las arreglaba el diminuto sullustano para trepar hasta la cabeza de la enorme criatura.
Bajie pagó al guía con unos cuantos créditos y el bantha inició su lento regreso por el camino abierto entre los árboles, dirigiéndose hacia las islas residenciales en busca de nuevos pasajeros.
Jaina contempló el conjunto de plataformas que componían la instalación industrial, y vio varios niveles colocados a manera de terrazas en las ramas más altas. Bajie dejó escapar un gruñido de excitación, y señaló una plataforma que se encontraba bastante por encima de ellos y un poco más atrás. Desde aquel ángulo Jaina no pudo ver nada en su superficie, pero un instante después una nave no muy grande despegó de la plataforma con un rechinante rugido de motores sublumínicos de supercarga.
Es un viejo ala-Y —dijo.
Había reconocido aquel diseño, que ya estaba bastante anticuado. El ala-Y tenía una carlinga triangular flanqueada por dos largos módulos motrices que proporcionaban su forma característica al caza, delineando la letra que le había dado el nombre. Aquel caza estelar había sido remodelado y mejorado, y sus potentes motores hacían mucho ruido. Los quemadores del caza entraron en acción detrás de los módulos motrices, y el ala-Y salió disparado hacia los cielos de Kashyyyk.
Otro caza idéntico despegó de la plataforma y quedó suspendido en el aire durante un instante mientras el piloto hacía algunos ajustes en los controles, y después se alejó a toda velocidad en pos de su compañero. Un tercer y un cuarto ala-Y también se perdieron en el cielo.
¿Cuántos alas-Y hay aquí? —preguntó Jacen.
Jaina estaba contemplándolos con los ojos llenos de admiración.
Probablemente un escuadrón entero —sugirió, y después se acordó de repente de algo que había oído—. Si vamos a enfrentarnos al Segundo Imperio, la Nueva República necesitará todo el poderío militar que pueda reunir. No disponemos de tiempo para construir nuevas naves, por lo que creo que están remodelando los viejos cazas que habían permanecido almacenados en los hangares desde la caída del Emperador.
¿Qué quieres decir con eso de que los estamos remodelando? —preguntó Jacen.
Bueno, en realidad los viejos alas-Y son perfectamente utilizables —dijo Jaina con un encogimiento de hombros—. Fueron unos cazas magníficos durante la Rebelión, pero con la nueva tecnología podemos modernizar los motores e incrementar la potencia de sus multiplicadores de hiperimpulsión. Dado que estamos en Kashyyyk, apostaría a que les están instalando ordenadores de navegación, sistemas tácticos y de guiado y procesadores centrales nuevos.
Bajie y Sirra asintieron vigorosamente con sus peludas cabezas para indicar que Jaina tenía razón. La joven alzó la mirada hacia el cielo y contempló cómo otro ala-Y salía disparado hacia las alturas en una espectacular exhibición aérea.
Sirra dijo algo más, y Teemedós se encargó de traducirlo.
El ama Sirra sugiere que nos quedemos aquí para mirar, dado que los navíos modernizados suelen probar sus nuevos sistemas. Nos asegura que es un espectáculo realmente impresionante.
Bajie soltó un potente grito wookie de asentimiento. Jaina, que sólo quería presenciar aquella demostración, también se mostró de acuerdo.
Cuando doce naves hubieron sido lanzadas al cielo y estuvieron trazando círculos sobre la instalación industrial construida entre las copas de los árboles, empezaron a volar en una apretada formación, avanzando una detrás de otra para formar una cadena de potentes cazas espaciales. Sus motores retumbaban como truenos lejanos en las capas superiores de la atmósfera. Los pilotos siguieron a su líder, lanzándose en ruidosos picados y haciendo chasquear el látigo de su escuadrilla por todo el cielo.
Los alas-Y formaron complejos ochos, volando tan cerca unos de otros que sus cascos casi se rozaban. Pero los nuevos motores y sistemas de guiado se comportaron tal como esperaban sus pilotos y no les fallaron. Los alas-Y remodelados hicieron una exhibición impecable, y Jaina sintió una cálida satisfacción interior. La joven contuvo el aliento, cada vez más asombrada ante lo que veía.
Jaina pensó que si Qorl y el Segundo Imperio pudieran ver aquella demostración de poderío, entonces tal vez se lo pensarían dos veces antes de tratar de enfrentarse a la Nueva República.
Una puerta del tipo iris se dilató en una de las estructuras de conexión que unían el perímetro de la plataforma a los niveles centrales de la instalación. Un androide excesivamente alto y muy delgado apareció por ella: sus largos brazos eran de color rojo cobre, y sus piernas parecían cañerías. El androide tenía una cabeza cuadrada con las esquinas redondeadas y sensores ópticos instalados en todos los lados. La máquina acabó de salir de la puerta y avanzó hacia ellos con la ágil gracia de una araña, equilibrando cuidadosamente los soportes redondos en que terminaban sus piernas a cada paso que daba sobre la cubierta.
Saludos, respetados invitados —dijo el androide, balanceándose sobre sus articulaciones traseras mientras caminaba—. Soy el androide del recorrido, y me complace poder estar a su servicio esta mañana. He recibido instrucciones de acompañarles en una inspección completa de nuestras instalaciones: de hecho, van a disfrutar del recorrido expandido para personalidades muy importantes.
Hablaré en básico, a menos que prefieran conversar en wookie, sullustano, bothano o algún otro lenguaje nativo.
Jaina meneó la cabeza.
El básico nos irá estupendamente, gracias.
El androide del recorrido giró sobre una larga pierna que parecía una vara, ejecutando un movimiento tan rápido como una pirueta, y Jaina supuso que los diseñadores del androide lo habían hecho tan alto a fin de que pudiera hablar cómodamente con los wookies.
A Jaina le encantaba averiguar cómo funcionaban las cosas, por lo que todas las zonas de trabajo del interior de la instalación le parecieron apasionantes. La joven se encontró rodeada por los interesantes olores de los lubricantes, las sustancias criogénicas y las soldaduras eléctricas. El aire estaba lleno de zumbidos y sonidos siseantes que se desplegaban sobre el telón de fondo de la estática producida por millares de complejos laboratorios de manufactura.
Jaina alzó la mirada hacia el techo que se extendía a gran altura por encima de sus cabezas y vio paneles luminosos incrustados en él que llenaban los pasillos con una constante claridad blanca. A intervalos regulares, allí donde se cruzaban los corredores, iban dejando atrás escotillas que proporcionaban acceso a los sistemas instalados debajo del suelo de la fábrica y rutas de evacuación hacia los niveles inferiores del bosque para casos de emergencia.
El androide del recorrido guió al grupo hasta una sala llena de cilindros transparentes que iban desde el suelo hasta el techo, extendiéndose en una interminable sucesión de grandes columnas llenas de un fluido burbujeante y matrices resplandecientes de apariencia diamantina.
Están viendo nuestros tanques de desarrollo de cristales —dijo el androide, aumentando el volumen de su zona de altavoces para hacerse oír por encima de los ruidos gorgoteantes y el zumbido de los ventiladores que hacían circular el aire—. Estos tanques meticulosamente modelados reciben impulsos eléctricos bajo la forma de corrientes específicas a través del fluido nutricio para distribuir las moléculas cristalinas de la solución. Eso las estimula a ir creciendo según una matriz muy exacta provista de facetas angulares y senderos electrónicos trazados por nuestros núcleos de ordenador, que son conocidos en toda la galaxia. Un edificio sólo es tan sólido como lo sean sus cimientos, y estos núcleos cristalinos forman los cimientos básicos de la arquitectura de nuestros ordenadores.
Jacen deslizó los dedos sobre la curva de un tanque, resiguiendo las trayectorias de las diminutas burbujas mientras se iban elevando hacia el techo.
Esto es magnífico —dijo.
Le ruego que tenga la bondad de no tocar los cilindros —dijo el androide del recorrido—. Las pequeñas descargas electrostáticas de su cuerpo podrían perturbar los procesos de cristalización que tienen lugar en el interior.
Jacen apartó la mano y miró a su hermana, sintiéndose visiblemente avergonzado. Pero Jaina no se tomó la molestia de reñirle, ya que había estado sintiendo el deseo de hacer exactamente lo mismo.
La sala siguiente estaba muy fría, con chorros de vapor blanquecino enroscándose alrededor del marco de la puerta. El aire olía a escarcha y metal helado. En el interior, unos brazos robóticos se movían rápidamente de un lado a otro e iban sumergiendo unos delgados discos metálicos en baños de oxígeno líquido, pasándolos por estanques de fluido ultrafrío que impedían que cualquier contaminante pudiera extenderse sobre la superficie.
Esos discos son tableros de circuitos, y son muy delicados —les explicó el androide del recorrido—. Constituyen un sustrato de pureza ideal sobre el que trazamos complejos mapas de memoria.
Jaina hizo una profunda inspiración de aquel aire helado y parpadeó. Sus gruesos pelajes de wookies no impidieron que Bajie y Sirra empezaran a temblar, pero Tenel Ka no dio ninguna señal de incomodidad a pesar de que sólo llevaba su reducida coraza de pieles de reptil.
Fascinante —dijo.
El androide del recorrido giró sobre sus soportes y guió al grupo a través de aquella gélida sala, avanzando por delante de ellos con sus largas zancadas de espantapájaros. La cámara siguiente era muy grande y estaba llena de wookies que trabajaban diligentemente: cada uno llevaba un traje especial hecho con una fina trama de alambres que se ceñían al cuerpo y ejercían presión sobre su pelaje para que no se moviera. Mascarillas de tela blanca cubrían las mitades inferiores de sus peludos rostros.
Los trabajadores alzaron la mirada y saludaron a los visitantes con una serie de roncos gruñidos. Bajie agitó una mano, reconociendo a su madre en uno de los puestos de trabajo. Kallabow asintió y sus ojos se abrieron y cerraron entre sus rizados mechones de pelaje oscuro, y después volvió a dedicar toda su atención a sus tareas, concentrándose nuevamente en los circuitos.
Durante los últimos meses nuestros trabajadores han estado haciendo turnos extra y han trabajado el mayor número de horas posible para satisfacer las cuotas de producción, que han sido considerablemente aumentadas a fin de preparar nuestras defensas contra el Segundo Imperio —dijo el androide del recorrido—. Aquí los wookies están instalando chips ya terminados. Esos trajes que ven cumplen la función de pantallas electrostáticas para evitar que ni siquiera la más diminuta partícula extraña pueda introducirse en el aire y quedar flotando en él. Cualquier contaminación podría resultar desastrosa, dado que estos componentes son muy complejos.
No me cuesta nada creerlo —dijo Jacen.
Los técnicos wookies se inclinaron sobre sus puestos de trabajo, y usaron delicados fórceps y pinzas para extraer chips diminutos que habían sido moldeados y cortados a partir de los discos relucientes que acababan de ver en el laboratorio criogénico.
Estos diseños básicos son utilizados para muchos sistemas distintos —dijo el androide del recorrido—. Estamos especializados en sistemas tácticos, ordenadores centrales de guiado y controles principales, pero algunos de nuestros chips también son utilizados en androides particularmente sofisticados. Pero la inmensa mayoría de androides se fabrican en los mundos industriales robóticos, como Mequis III.
¡Oh, cielos! ¿Le he oído pronunciar la palabra «androides»? —intervino Teemedós—. ¿Cree que alguno de mis componentes puede haber sido manufacturado aquí?
Bajie gruñó un comentario, y Jaina asintió.
Chewbacca ayudó a montarte, Teemedós —dijo—. Sospecho que un montón de tus componentes salieron de aquí.
Oh, oh... Supongo que no usaron ningún componente defectuoso o que no hubiese superado los controles de calidad, ¿verdad? —preguntó Teemedós. Bajie soltó una carcajada, y el pequeño androide le riñó—. Le aseguro que no estaba bromeando, amo Bajocca.
Después de que hubieran atravesado la gran cámara, Teemedós siguió exhibiendo su curiosidad.
Amo Bajocca, ¿le importaría ir dándose la vuelta muy despacio para que pueda ver toda la sala? Si éste es el sitio en el que nací, me gustaría echarle un buen vistazo... ¡Qué fascinante!
Bajie satisfizo su petición, y fue volviendo la cintura para que los sensores ópticos del pequeño androide traductor pudieran registrar todos los detalles.
Y yo que pensaba que este viaje iba a ser muy aburrido —dijo Teemedós—. Esto es mucho más interesante que todas esas aventuras peligrosas que insisten en tener.
Como final de su recorrido, el androide de largas piernas los llevó a la plataforma más alta de toda la instalación, la torre de control de transporte y envíos, una sala llena de ordenadores y puestos de trabajo situados a tanta distancia del suelo que quedaban a la altura de los ojos de Jaina y la joven apenas si podía llegar hasta ellos. Varios wookies estaban esparcidos por la sala y observaban el exterior a través de la cúpula transparente que se alzaba por encima de sus cabezas. La cúpula estaba reforzada mediante viguetas metálicas que se entrecruzaban, formando un dibujo triangular de líneas oscuras recortadas contra la neblinosa claridad del sol que caía sobre ellas.
Mantenemos un nivel de producción muy elevado —dijo el androide del recorrido—, por lo que siempre existe un flujo continuo de tráfico espacial en el complejo. Aquí inspeccionamos cada transporte que llega para asegurarnos de que no recibimos a ningún visitante no deseado. También contamos con satélites de seguridad en órbita preparados para defender Kashyyyk en cuanto reciban órdenes de la torre de control.
Los wookies que se encargaban del control de tráfico trabajaban en equipo, con sistemas de comunicación en sus peludas cabezas y receptores vocales colocados sobre sus gargantas. No apartaron la atención de su trabajo ni siquiera durante un momento cuando entraron los visitantes.
Antes de que el androide del recorrido pudiera seguir hablando, Chewbacca entró en la sala acompañado por Mahraccor, el padre de Bajie y Sirra. Mahraccor saludó a sus hijos: su franja de pelaje más oscuro era casi tan visible como la de Bajie. Chewbacca rugió un saludo y les mostró un objeto bastante grande que parecía haber quedado extrañamente deformado, un artefacto ennegrecido que en el pasado había sido un cristal minuciosamente pulimentado y de ángulos impecables.
Eso es el núcleo del ordenador de la Cazadora de Sombras —dijo Jaina.
Chewbacca asintió vigorosamente y soltó una retahíla de gruñidos ahogados.
Chewbacca y Mahraccor dicen que les han estado buscando —tradujo el androide del recorrido.
Disculpa, pero aquí el androide que ejerce las funciones de traducción soy yo —intervino Teemedós—. Después de regresar de un agradable paseo con su familia, el amo Chewbacca extrajo el núcleo procesador central del ordenador de navegación averiado de la Cazadora de Sombras. Como pueden ver, ha hablado con el amo Mahraccor, y han conseguido encontrar los componentes adecuados para sustituir a los dañados y volver a poner la nave en condiciones de funcionar. ¡Hurra!
Chewie señaló los senderos quemados en el núcleo del ordenador de navegación que había sacado de la Cazadora de Sombras. El padre de Bajie dijo algo más.
El amo Mahraccor afirma que este diseño es muy nuevo e interesante, y que se trata de una configuración imperial que no había visto nunca. Sin embargo, por fortuna confía en que las instalaciones de Kashyyyk podrán repararlo sin demasiadas dificultades.
El androide del recorrido se inclinó, doblando la desmesurada longitud de su cuerpo por la cintura.
Eres muy bueno traduciendo el lenguaje de los wookies, colega —dijo—, pero te falta la delicadeza y la diplomacia necesarias para ser un verdadero androide de guía del recorrido. No pareces poseer la capacidad de hacer comparaciones interesantes que los visitantes puedan comprender. Por ejemplo, podrías haber dicho lo siguiente: «Gracias a las instalaciones de que disponemos aquí, podemos introducir este núcleo dañado en uno de nuestros baños cristalinos, eliminar las impurezas y las partículas de carbono que lo han contaminado, y utilizar nuestros ordenadores principales para seguir el trazado de los circuitos y redibujar los senderos electrónicos. En resumen, y para abreviar, que les proporcionaremos un tanque bacta que curará el núcleo de su ordenador».
Teemedós no había quedado nada impresionado.
Está claro que no tienen ninguna necesidad de oír todo eso —replicó—. Nunca se me ocurriría decirte cómo tienes que hacer tu trabajo, desde luego —añadió—. Tenemos cosas más importantes que hacer.
El androide del recorrido no respondió al insulto, dado que sin duda se le había introducido una programación muy concienzuda en todo lo referente al tacto.
Gracias por el recorrido —dijo Jaina—. Ha sido muy interesante.
El androide guía se irguió cuan alto era, y los sensores ópticos instalados en todos los lados de su cabeza en forma de caja relucieron con un destello de placer.
Es el mejor elogio que podía hacerme, ama Jaina Solo.
8

Rodeado por la penumbra en su despacho particular, iluminado únicamente por la tenue claridad estelar de las grabaciones obtenidas en lugares lejanos de la galaxia, Brakiss meditaba en los planes del Segundo Imperio.
El tiempo dejó de tener significado para él a medida que se dejó absorber por sus pensamientos, transcurriendo sin que Brakiss se diera cuenta de su paso. Estaba totalmente concentrado en las posibilidades de hacer nuevas conquistas y las examinó una y otra vez en su mente, imaginándose la completa destrucción de los rebeldes y de su antiguo mentor, Luke Skywalker. Esas fantasías siempre tenían un efecto tranquilizador sobre él. Brakiss apoyó los codos en la lustrosa superficie negra de su escritorio, juntó las yemas de los dedos y sonrió.
Una señal repentina destruyó su concentración de manera tan efectiva como un rayo. La potente alarma volvió a sonar, y Brakiss utilizó sus capacidades Jedi para recuperar la calma que tanto necesitaba.
Aquí Brakiss —dijo, respondiendo a la señal.
Aquí Qorl —replicó una voz.
Una imagen apareció en la pantalla del comunicador incorporado a su escritorio. El antiguo piloto de cazas TIE parecía un poco inquieto..., y eso sorprendió a Brakiss todavía más de lo que lo había hecho la alarma. Qorl era uno de los oficiales más imperturbables del Segundo Imperio.
Un mensaje codificado acaba de llegar a la Academia de la Sombra, señor. Pertenece al nivel máximo de codificación. Todo indica que la transmisión es de la máxima importancia. Debe recibir el mensaje ahora mismo y responder personalmente a él.
Brakiss parpadeó.
¿Hay alguna indicación de la identidad de quién lo envía?
Un caos de pensamientos encontrados giró velozmente dentro de su cabeza. Tamith Kai y Zekk ya habían partido hacia Kashyyyk para llevar a cabo su misión, pero ni siquiera ellos eran capaces de enviar un mensaje de tan alto nivel.
No hay ninguna indicación, señor —replicó Qorl—, pero mi recomendación es que responda a él inmediatamente.
Voy ahora mismo —dijo Brakiss.
Cortó la comunicación y se levantó de su sillón en un solo y fluido movimiento.
Fue corriendo por los curvos pasillos metálicos y cogió una plataforma de ascensión automatizada para subir hasta la torre de transmisión y recepción, que contenía la maquinaria que proyectaba el campo de camuflaje alrededor de la estación erizada de antenas y protuberancias sensoras.
Unos cuantos soldados de las tropas de asalto se pusieron firmes cuando Brakiss entró a toda prisa en la torre de transmisión. Qorl estaba sentado delante del puesto de recepción, examinando las lecturas computarizadas y grabando la señal codificada. Brakiss se fijó en que estaba utilizando su mano derecha, la biológica, mientras permitía que su pesado miembro robótico colgara inmóvil junto a su costado. Qorl alzó la cabeza, parpadeó y contempló al líder de la Academia de la Sombra.
Han empezado a transmitir de nuevo, noble Brakiss —dijo—. Parece que no quieren esperar ni un segundo más de lo necesario.
Muy bien. Vamos a iniciar la rutina de decodificación.
Brakiss se quedó de pie junto a Qorl y tuvo que pensar durante un momento antes de recordar la serie de símbolos y números correspondiente. Después tecleó su contraseña para que los ordenadores de la Academia de la Sombra pudieran traducir el mensaje codificado de alto nivel.
Qorl le pasó unos auriculares provistos de receptor vocal.
El mensaje sólo debe ser escuchado por usted. Puede oírlo por este canal.
Qorl le ayudó a colocarse los auriculares y el micrófono para que pudiera utilizarlos lo más cómodamente posible.
Brakiss escuchó el crujir de la estática mientras el complejo mensaje pasaba por los algoritmos que descifrarían el código y acababa convirtiéndose en palabras coherentes. La voz chocó con sus tímpanos, áspera, casi reptiliana, rezumando maldad a cada sílaba.
Los ojos de Brakiss estuvieron a punto de salirse de sus órbitas y el miedo atravesó su mente como un clavo helado. Tuvo que carraspear dos veces antes de poder contestar.
Sí, mi señor —respondió por fin—. Sí, de inmediato.
Respiró hondo para poder seguir hablando, pero el transmisor ya había cortado la señal. Brakiss sólo oyó estática.
Permaneció rígidamente inmóvil, y usó todos sus poderes Jedi para no temblar. Qorl aguardaba en silencio junto a él, sin parpadear y con su rostro curtido por la intemperie vacío de toda expresión. Sólo una arruga casi imperceptible en la frente del antiguo piloto de cazas TIE indicaba lo preocupado que estaba.
Brakiss habló en voz muy baja, mirando a Qorl pero sabiendo que los guardias de las tropas de asalto también le estaban escuchando con toda su atención.
El Emperador... —dijo en un murmullo enronquecido—. ¡El Emperador va a venir aquí!
Una ominosa lanzadera de transporte surgió del hiperespacio muy cerca de la Academia de la Sombra. La lanzadera era de diseño imperial: estaba blindada con planchas de metal mate, y servía como nave privada de escolta del Emperador. Su configuración era similar a la de una lanzadera de transporte triangular de la clase Lambda, con la diferencia de que aquel aparato poseía armamento y sistemas sensores especiales y unos hiperimpulsores ultrapotentes. Pero incluso esas modificaciones tan extremas resultaban casi insignificantes en comparación con la importancia del pasajero que transportaba.
Brakiss esperaba en el hangar de atraque e intentaba controlar su preocupación. Durante todo aquel tiempo, y a pesar de haber servido con inquebrantable lealtad al Segundo Imperio, nunca se había encontrado cara a cara con el Emperador.
El Gran Líder del Segundo Imperio, el Emperador Palpatine, tenía que habérselas arreglado de alguna manera para escapar a la muerte años antes, aunque Brakiss había estado seguro de que el Emperador fue destruido..., varias veces, de hecho. No sabía qué secreto había utilizado Palpatine, o cómo había conseguido volver a la vida, pero en el fondo le daba igual: lo único que importaba era que el Segundo Imperio se hallaba en las manos más capaces imaginables.
El comunicador emitió un zumbido, y la voz de Qorl surgió de él. ... .
Noble Brakiss, el transporte privado del Emperador acaba de salir del hiperespacio. Aguardo sus órdenes.
Brakiss se inclinó sobre el altavoz mural.
Desconecten el campo de camuflaje de la Academia de la Sombra y transmitan nuestros saludos al Emperador Palpatine —dijo—. Vamos a ser honrados con su visita.
Sí, señor —dijo Qorl, y cortó la comunicación.
Brakiss no pudo sentir ninguna diferencia, ni siquiera a través de la Fuerza, cuando el escudo de invisibilidad se disolvió alrededor de la estación. El líder de la Academia de la Sombra siguió inmóvil en el hangar de atraque, rodeado por una guardia de honor de soldados de las tropas de asalto. El campo transparente de retención atmosférica brilló con un leve parpadeo luminoso.
Brakiss clavó la mirada en el espacio y contempló la lenta aproximación de aquella impresionante nave. Los soldados de las tropas de asalto adoptaron posturas todavía más rígidas, y sus botas entrechocaron secamente mientras sus armaduras blancas producían crujidos metálicos.
El transporte del Emperador siguió la señal de Qorl. La lanzadera triangular atravesó el campo de retención atmosférica, que chisporroteó y brilló cuando su perímetro se fue desplegando sobre el casco de la nave. El transporte imperial siguió avanzando hacia el centro de la gran cubierta metálica, y después descendió lentamente hasta quedar en una posición estable.
Brakiss tragó saliva, intentando eliminar el nudo que se le había formado en la garganta.
Vuelva a activar el escudo de camuflaje —dijo, abriendo el canal de comunicación con Qorl—. No queremos estar al descubierto más tiempo de lo estrictamente necesario.
Ya está activado, señor —respondió Qorl.
Los soldados de las tropas de asalto se llevaron las armas al hombro y permanecieron inmóviles en una apretada formación de filas impecables. Brakiss dio un paso hacia adelante para saludar al Emperador, pero se detuvo al ver que no ocurría nada. El transporte del Emperador siguió en silencio, salvo por unos cuantos chasquidos y crujidos debidos al enfriamiento del metal. Brakiss no vio ningún movimiento en el interior. La escotilla permaneció tozudamente cerrada. Brakiss aguardó alguna señal.
Y finalmente una voz ensordecedora surgió de los altavoces instalados en el casco de la lanzadera del Emperador.
¡Atención, personal de la Academia de la Sombra! El Emperador ha llegado. Como precaución de seguridad, debemos insistir en que todo el mundo abandone el hangar inmediatamente. El Emperador cuenta con una escolta privada de guardias imperiales, y no desea más contactos en estos momentos.
El anuncio pilló totalmente por sorpresa a Brakiss. Cuando se dio cuenta de que tenía la boca abierta en una estúpida mueca de asombro, la cerró con tal rapidez que sus dientes entrechocaron. El Emperador había venido a la Academia de la Sombra..., y de repente Palpatine rechazaba la escolta de honor de Brakiss. ¿Sería posible que el Gran Líder realmente no quisiera ver a nadie?
Brakiss se dio cuenta de que había estado titubeando en vez de obedecer inmediatamente las instrucciones de Palpatine. Horrorizado, y tratando de recuperar el tiempo perdido, se volvió hacia los soldados y dio una seca palmada.
¡Ya han oído las órdenes! Escolta: media vuelta. Salgan del hangar de atraque. El Emperador desea estar a solas.
Los soldados de las tropas de asalto giraron sobre sus talones y salieron del hangar con un estruendo ensordecedor de botas sobre la cubierta metálica para empezar a avanzar por los corredores curvados.
Había solicitado formar parte de la escolta personal del Emperador, señor —dijo uno de los soldados de las tropas de asalto, abandonando la formación para detenerse delante de Brakiss—. Me quedaré aquí para saludar al Emperador cuando desembarque.
Brakiss parpadeó, perplejo y escandalizado, mientras sus ojos registraban automáticamente el número de identificación del soldado. Reconoció a Norys, el estudiante que estaba siendo adiestrado por Qorl. El antiguo piloto de cazas TIE le había dicho que el corpulento joven era muy ambicioso y que perdía el control de sí mismo con facilidad, pero aun así Brakiss quedó atónito ante aquella impertinencia.
Obedecerá mis órdenes, soldado —dijo secamente—. En el Segundo Imperio no hay lugar para aquellos que no comprenden la disciplina. —Hizo una profunda inspiración de aire—. Si vuelvo a ver que desobedece una orden, será expulsado al espacio por la escotilla. ¿Ha quedado entendido?
Norys se fue sin decir palabra y sin ninguna reacción visible a la reprimenda de Brakiss, y el señor de la Academia de la Sombra se volvió hacia la silenciosa lanzadera imperial. Él tampoco podía entender por qué el Emperador había ido hasta allí si no tenía intención de mantener ningún tipo de contacto con la Academia de la Sombra o, por lo menos, de tener un encuentro personal con Brakiss.
Pero el Emperador era el dueño y señor de todo, y Brakiss jamás se atrevería a cuestionar las órdenes de Palpatine.
Giró sobre sus talones con un revoloteo de su túnica plateada, abandonando el hangar de atraque en último lugar cuando éste ya había quedado vacío.
Brakiss salió al pasillo antes de transmitir la señal que cerraba y sellaba las puertas del hangar.
Pero cuando se detuvo en el pasillo exterior, Brakiss tomó una decisión por su cuenta. Era el responsable de aquella estación..., y eso significaba que tenía el deber de mantenerse al corriente de lo que ocurría a bordo de ella, ¿no? Había seguido los deseos del Emperador al pie de la letra, pero necesitaba enterarse de lo que estaba ocurriendo. Brakiss fue hasta un monitor de vídeo concebido para la observación de las maniobras de carga y atraque.
Con el hangar vacío de soldados de las tropas de asalto y representantes de la Academia de la Sombra, las escotillas se abrieron por fin en la lanzadera del Emperador. Brakiss quedó impresionado al ver aparecer en el monitor a cuatro guardias imperiales, que avanzaron por el hangar con sus capas rojas aleteando a su alrededor. Los impresionantes guardias rojos habían sido el cuerpo de élite más temido de todas las fuerzas de Palpatine, y cuatro de ellos habían acompañado al Emperador hasta allí. Sus cabezas y sus hombros estaban recubiertos por corazas rojas tan lisas que parecían capuchones, y que recordaron a Brakiss las imágenes históricas de viejos uniformes mandalorianos que había visto en el pasado.
Los guardias rojos imperiales se desplegaron alrededor de la nave y adoptaron posiciones defensivas, con sus túnicas ondulando como llamas alrededor de ellos. Un estremecimiento recorrió la columna vertebral de Brakiss. Intentó percibir el chisporroteo de la potente fuerza oscura emanando del núcleo de la nave de transporte imperial. Brakiss sabía que el Emperador debía de estar ahí dentro, en algún lugar de la nave.
El receptor vocal instalado en el hangar le permitió oír un repentino estruendo metálico. Dos pares de androides de carga, unas máquinas achaparradas y muy poderosas, bajaron por la gran rampa que había brotado del casco transportando una cámara de aislamiento enorme mente pesada. Los androides de carga, que se reducían prácticamente a los poderosos brazos y patas instalados en un núcleo corporal con forma de caja, manejaban su carga sin ninguna queja o dificultad.
Los androides trataron la cámara de aislamiento con gran delicadeza, moviéndose con fluida gracia a pesar del inmenso poder contenido en sus miembros hidráulicos. Sacaron el enorme tanque de la nave imperial y lo introdujeron en el hangar de atraque. Los paneles laterales de las negras paredes recubiertas de remaches de la cámara de aislamiento brillaban con el parpadeo de muchas luces multicolores, y las pantallas de ordenador indicaban la situación de los monitores de signos vitales y comunicaciones exteriores.
Los cuatro guardias rojos se dispusieron alrededor de la cámara en una actitud de amenazadora protección. Después fueron hacia las enormes puertas —dos delante de la cámara, dos detrás— para dirigirse hacia el núcleo principal de la Academia de la Sombra.
Brakiss se apresuró a abrirles las puertas, pero los bloqueos conectados con el ordenador se desactivaron automáticamente de alguna manera inexplicable antes de que pudiera hacerlo. Las puertas se abrieron de golpe, como si estuvieran siendo controladas por los poderes del lado oscuro del Emperador.
Los guardias rojos avanzaron sin romper su formación inicial alrededor de los androides de carga. El gigantesco tanque de aislamiento silbaba, zumbaba y emitía pitidos mientras mil sistemas electrónicos observaban incesantemente al ocupante supremamente importante que había dentro de él.
Brakiss se detuvo delante de la primera pareja de guardias rojos imperiales.
Sean bienvenidos —dijo—. Soy Brakiss, señor de la Academia de la Sombra.
El líder de los guardias rojos volvió su cabeza acorazada hacia él, y Brakiss percibió el gélido escrutinio a que era sometido a través de la negra ranura ocular.
Deberá asegurarse de que nadie nos moleste —dijo—. Tenemos cosas muy importantes que hacer, y necesitamos estar a solas. Puede guiarnos hasta nuestras habitaciones..., y marcharse después.
Brakiss apenas consiguió ocultar su consternación.
Pero... Soy el señor de la Academia de la Sombra.
Y el Emperador es el señor de la galaxia —replicó el guardia rojo—. Desea estar a solas. Le sugerimos que no vaya en contra de sus deseos.
Brakiss retrocedió y se apresuró a inclinarse ante el guardia imperial.
Jamás se me ocurriría hacer tal cosa. Disculpe mi insolencia.
Después de que Brakiss les hubiera indicado los aposentos que se habían asignado a los visitantes —los camarotes más cómodos y lujosos que había en toda la estación—, los guardias rojos y los androides de carga entraron en las habitaciones, dejando a Brakiss solo en el pasillo.
Brakiss se sintió despreciado, insignificante y pisoteado, como si todos sus logros y todo su trabajo no significaran nada para el Emperador. No lo entendía. ¿Cuál podía ser el propósito de todo aquello? Brakiss frunció el ceño mientras los pensamientos giraban locamente dentro de su cabeza.
El Emperador había muerto en la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte, pero seis años después de su derrota, Palpatine había sido resucitado en una serie de clones, que —presumiblemente— también habían sido destruidos.
Después de haber visto el tanque de aislamiento, todo aquel secreto y la inexplicable conducta de los cuatro guardias imperiales, Brakiss empezó a sentir cómo un nuevo y más profundo miedo desplegaba sus anillos helados dentro de su cuerpo. Se preguntó si algo iba mal, si tal vez el Emperador volvía a tener serios problemas de salud...
En ese caso, no cabía duda de que el Segundo Imperio iba a enfrentarse a una situación muy delicada.
9

Como antiguo piloto de cazas TIE, Qorl había sido adiestrado a la manera imperial, y el entrenamiento había dejado firmemente grabadas las lealtades, deberes y respuestas en su personalidad. No había preguntas, y sólo existían las órdenes. Su mente había sido programada para convertir a Qorl en una máquina de combate perfecta para uso del Imperio.
La disciplina siempre había sido el bloque sobre el que se sostenía todo aquel entrenamiento..., y Qorl tenía muy clara una cosa: el joven que estaba inmóvil delante de él no había aprendido la lección de la disciplina.
Se preguntó si tal vez Brakiss y Tamith Kai no se habrían apresurado demasiado al aceptar a Norys y su banda de rufianes de Coruscant en la Academia de la Sombra para que fueran adiestrados como pilotos y soldados de las tropas de asalto. Cierto, las batallas para reconquistar la gloria perdida y reclamar los territorios robados que les aguardaban en el futuro exigirían emplear todas las manos capaces disponibles en beneficio del Segundo Imperio. Pero incluso suponiendo que Qorl consiguiese convertir al resto de la pandilla de los Perdidos en soldados y pilotos obedientes y eficaces, aquel chico iba a darles muchos problemas.
Qorl programó una nueva serie de objetivos en el panel de control de la cámara de simulación mientras Norys recargaba su rifle desintegrador. Qorl se había jurado a sí mismo que adiestraría a aquel chico, y que seguiría haciéndolo hasta que viera algún auténtico progreso en el ambicioso combatiente.
Sigo diciendo que deberían haberme enviado en la incursión con Tamith Kai —gruñó Norys, agitando su arma como si eso le hiciera sentirse más seguro de sí mismo—. Podría haber eliminado a unos cuantos enemigos y haberme cobrado algunas de las deudas pendientes que tiene nuestro bando. Sí, podría haber hecho arder algunos de esos árboles wookies tan grandes...
Qorl hizo que los objetivos simulados empezaran a moverse rápidamente: negro, naranja azul para los rebeldes, y blanco para los soldados de las tropas de asalto.
Es una incursión pequeña —dijo—. Zekk mandará las tropas. No había ninguna necesidad de que hubiera un segundo líder.
Norys centró la mira en un objetivo azul y falló el disparo. Las prácticas de tiro siempre le gustaban más cuando los objetivos eran simulaciones lentas, como los mynocks. Matarlos resultaba muy divertido.
Pues entonces tendrían que haberme enviado únicamente a mí, viejo. Ya soy mejor líder ahora de lo que nunca llegará a serlo ese recolector de basuras.
«Va a darnos muchos problemas —pensó Qorl—. Sí, no cabe duda de ello...»
¿Por qué dices eso?
Porque —dijo Norys, centrando la mira en un blanco de color naranja sin conseguir que el disparo hiciera algo más que pasar rozándolo— mis seguidores me tienen tanto miedo que nunca se atreverían a desobedecer mis órdenes. —Volvió a fallar—. ¿Qué le pasa a la mira de este desintegrador? ¿Es que se ha vuelto a desviar?
No te estás concentrando en tu objetivo —dijo Qorl, y después replicó al comentario del estudiante empleando un tono cuidadosamente neutral—. Tu ejemplo es un método de liderazgo, desde luego. Pero todavía te queda mucho por aprender.
Norys se enfureció y falló otro disparo. El joven se volvió hacia el antiguo piloto de cazas TIE y se encaró con él.
¿Como qué, viejo? —preguntó con un gruñido amenazador.
Qorl no se dejó impresionar y se mantuvo impasible. Se había enfrentado a adversarios mucho más temibles que aquel joven matón..., aunque quizá nunca se hubiese enfrentado a uno tan lleno de furia y brutalidad innata.
Podrías aprender a concentrarte en tu arma y a no percibir las distracciones. También podrías aprender a apuntar para acertar al objetivo que pretendes eliminar cada vez que disparas, en vez de limitarte a hablar de ello. —Qorl señaló con una mano—. Tal como estás disparando hoy, sólo habrías necesitado unos cuantos segundos de un combate de verdad para convertirte en una baja.
¿De veras, viejo?
Los labios de Norys se tensaron, formando una expresión que estaba a medio camino entre la mueca y la sonrisa. Se volvió hacia los objetivos y, moviendo el rifle desintegrador en un lento semicírculo, inundó la zona con un diluvio de haces desintegradores sin apartar el dedo del botón de disparo ni un solo instante. Cuando hubo terminado, todos los sensores de los objetivos indicaban que habían sufrido algún impacto. Había sido una matanza completa. Norys se volvió hacia Qorl con una sonrisita de satisfacción en los labios.
¿Cuántas horas más de práctica con objetivos necesito, viejo?
Las suficientes para que no destruyas a nuestras propias tropas durante una incursión —replicó Qorl.
Norys se encogió de hombros.
Todos tendremos que hacer unos cuantos sacrificios para alcanzar nuestras metas. —Volvió la mirada hacia los objetivos—. Me parece que no es un precio demasiado elevado a pagar.
Después arrojó el rifle desintegrador descargado a Qorl, quien lo pilló al vuelo con su brazo biológico.
«Problemas —pensó—. No cabe duda de que tendremos problemas...»
10

Las estrellas ardían en el cielo de medianoche como un millón de ascuas al rojo blanco esparcidas sobre una losa de mármol negro. Jacen, Jaina y Tenel Ka ya se habían ido a acostar hacía mucho rato..., pero Bajie no podía dormir. El joven wookie se había instalado cómodamente sobre la gruesa barandilla del porche superior, con los sonidos nocturnos de la selva esparcidos a su alrededor, y no apartaba los ojos de la ventana de su hermana.
Sirra seguía insistiendo en que quería imitar la hazaña de vencer a la planta syrena que había llevado a cabo Bajie, y su hermano no conseguía convencerla de que no lo hiciera. Bajie estaba empezando a temer que Sirra prescindiera de él en el último instante para iniciar su peligrosa empresa en solitario..., tal como había hecho Raaba. Pero hasta el momento no había visto ningún indicio de que su hermana estuviera planeando cometer tal estupidez.
Las cuotas de producción habían sido incrementadas para satisfacer las necesidades militares de la Nueva República, y sus padres se habían ofrecido para trabajar en el turno de noche de la fábrica de ordenadores. Kallabow y Mahraccor llevaban toda la vida haciendo aquel trabajo y se sentían satisfechos con él pese a la carencia de desafíos que traía consigo, y parecían no entender qué razón podía haber para que ninguno de sus hijos quisiera seguir sus pasos.
Pero Sirra necesitaba desafíos constantes, y hacía cuanto estuviera en sus manos para crear algunos cuando la vida no le proporcionaba la cantidad suficiente de ellos.
La luz de la habitación de Sirra brillaba como una cálida hoguera detrás de la sombra llena de hojas de la ventana. Había varias jaulitas de alambre esparcidas delante de su ventana, así como encima de distintas plataformas en los distritos residenciales de los wookies: aquellos recipientes estaban llenos de una sustancia aromática que había demostrado ser irresistiblemente atractiva para una especie de diminutos insectos luminosos llamados fomoscas. Cuando las pequeñas jaulas eran colocadas en el exterior, enjambres de los inofensivos insectos fosforescentes se arremolinaban a su alrededor para proporcionar una fuente de luz natural y libre de todo efecto contaminante.
Bajie había permanecido inmóvil bajo la claridad de las estrellas y había visto cómo la borrosa silueta de Sirra iba y venía por su habitación, paseándose de un lado a otro como si estuviera nerviosa, pero ya hacía un rato que no veía ni rastro de ella. El joven wookie pensó que su hermana tal vez estuviera intentando dormir.
Pero aunque un vago presentimiento chisporroteaba como una nube de estática dentro de su mente, a Bajie le gustaba estar solo en aquella oscuridad tan relajante y a una gran altura por encima del suelo, disfrutando de aquel lugar en el que por fin podía pensar. Estar en casa, en Kashyyyk, resultaba muy agradable. Bajie aspiró una gran bocanada de aire impregnado por el aroma de la madera y empezó a practicar una técnica de relajación Jedi, concentrando su voluntad en la lenta labor de eliminar la rigidez de sus tensos músculos...
... para saltar un metro en el aire cuando sintió el pinchazo helado de unas garras en la espalda. Bajie se levantó tambaleándose y se volvió hacia la barandilla, con todos sus instintos defensivos wookies entrando repentinamente en acción.
Sirra, temblando por el esfuerzo de reprimir sus carcajadas silenciosas, trepó por la barandilla hasta llegar al porche, escondió sus garras y felicitó a Bajie por sus excelentes reflejos. Por lo menos, le dijo, la había convencido de que podría serle de alguna ayuda durante su empresa. Bajie respondió con un gemido ahogado mientras intentaba contener el torrente de adrenalina que había inundado su organismo. Después le preguntó si la sorpresa tenía como objetivo ponerle a prueba.
Sirra pasó a emplear un tono de voz más serio y bajó la cabeza. Había querido demostrarle que podía salir de su habitación sin ser vista en el caso de que así lo deseara, y dejarle bien claro que no habría podido detenerla. Sirra alzó la cabeza hacia el cielo, y la luz de las estrellas brilló sobre el dibujo que formaban los mechones y las zonas rasuradas de su pelaje. Después miró a su hermano y le prometió que no se iría sin él.
Bajie volvió a sentarse en la barandilla y alzó la mirada hacia las estrellas. Después gruñó que Sirra tenía una forma francamente sorprendente de explicar las cosas.
Sirra ronroneó, agradeciéndole aquel extraño cumplido, y se acomodó junto a él.
Bajie respondió con un gruñido, no muy seguro de haber tenido la intención de que su observación fuese considerada como un elogio, pero el hecho de que el comentario hubiera complacido a Sirra aclaraba más cosas que largas horas de conversación. A Sirra le gustaba ser distinta, al igual que le ocurría a su amiga Raaba...
Como si percibiese la dirección que estaban tomando sus pensamientos, Sirra empezó a hablar de Raaba, y de cómo la esbelta joven wookie de oscuro pelaje siempre había amado las estrellas. Incluso cuando eran pequeñas, las dos jóvenes ya solían salir sigilosamente de sus habitaciones durante la noche y se pasaban horas enteras contemplando el cielo.
Bajie encorvó los hombros. Raaba no tendría que haber muerto. Había corrido un riesgo estúpido al ir sola.
Sirra gruñó, y observó que Bajie había corrido exactamente el mismo riesgo.
Bajie asintió con un ladrido ahogado. Cierto, y había sido un estúpido al hacerlo.
La voz de su hermana se volvió repentinamente seca y áspera. Si tuviera que volver a hacerlo, ¿cambiaría algo? ¿Se llevaría consigo a un amigo?
Bajie se apresuró a asentir. Sirra no dijo nada, pero incluso en la oscuridad Bajie pudo ver cómo la incredulidad erizaba su pelaje. El joven wookie acabó suspirando después de un largo silencio, y luego meneó la cabeza.
Hubo otra larga pausa, y Sirra le dijo a su hermano lo mucho que le admiraba Raaba y hasta qué punto había deseado ser como él.
Bajie volvió a alzar la mirada hacia el cielo y contempló las estrellas que Raaba había amado. Después emitió un gruñido de interrogación. Cuando se fue de Kashyyyk para ir a la Academia Jedi, Bajie y Raaba habían sido demasiado jóvenes para hablar de formar una unión de vida. Bajie todavía tenía todo su adiestramiento Jedi por delante de él... y Raaba también tenía planes, y sus planes incluían a Sirra.
En ese momento a Sirra se le quebró la voz. Dejó escapar un ronco lamento lleno de melancolía, al que siguió otro. Pasado un rato, Bajie añadió su voz a la suya y los dos jóvenes wookies, juntos bajo las estrellas, expresaron la terrible pena que sentían por una amiga perdida.
Unas horas después Bajie se sentía más descansado de lo que hubiese creído posible ni aun suponiendo que hubiera dormido toda la noche. Dedicar aquel tiempo a conocer mejor a su hermana había sido infinitamente preferible.
La voz de Sirra, grave y un poco enronquecida, interrumpió el curso de sus pensamientos para preguntarle por sus amigos Jedi. ¿Llorarían la pérdida de Bajie en el caso de que desapareciera, de la misma manera en que ella y Bajie habían llorado la pérdida de Raaba?
Bajie asintió enfáticamente, y Sirra le dijo que tenía mucha suerte al haber encontrado tales amigos.
Animado por sus palabras, Bajie le pidió que le contara algo más sobre los planes que habían hecho ella y Raaba.
Sirra permaneció en silencio durante tanto tiempo que Bajie temió haberla ofendido o haber vuelto a abrir una antigua herida, pero la joven wookie acabó explicándole que iban a ser pilotos espaciales y aventureras galácticas. Habían planeado trabajar a bordo de cargueros hasta haber acumulado los créditos suficientes para comprar su propia nave y explorar las estrellas. Podrían haberse convertido en ricas comerciantes espaciales. Sirra dejó escapar una carcajada llena de amargura. Raaba incluso había llegado a concebir la loca idea, más propia de una loca calva que de una joven wookie con un pelaje tan bonito, de que podrían llegar a ser famosas explorando nuevas rutas hiperespaciales y haciendo mapas de ellas.
El pelaje de Bajie se erizó, y comentó que aquella profesión era muy peligrosa.
Sirra respondió en un tono bastante seco y observó que el peligro nunca había detenido a su amiga Raaba. Después extendió las manos delante de ella y le confesó que ya no quería hacer eso..., no sin Raaba. No sabía qué quería hacer, pero tenía muy claro que no quería quedarse en Kashyyyk.
Sirra hizo una nueva pausa y alzó los ojos hacia el cielo. Bajie siguió la dirección de la mirada de su hermana y se preguntó si Sirra se estaba imaginando a Raaba entre las estrellas, explorando el espacio y viviendo las grandes aventuras en las que siempre habían soñado.
Sirra suspiró, y le dijo que perder a una amiga era algo terrible que costaba mucho de superar.
Bajie comprendió lo fácil que era aceptar la existencia de los amigos —y de la familia— como una parte más de la vida que siempre estaría ahí. También descubrió que le resultaba muy difícil llegar a imaginar lo sola que debía de sentirse su hermana.
Sirra le preguntó con voz algo vacilante si pasaría el día con ella mientras Chewbacca y Jaina continuaban reparando la Cazadora de Sombras.
Bajie se acordó de su presentimiento anterior, y accedió de buena gana.
11

Mientras el sol de mediados de la mañana disipaba las últimas hilachas de niebla que todavía permanecían adheridas a las copas de los árboles wroshyr, cuatro robustos wookies fueron hacia la torre de control de transportes del complejo de fabricación de ordenadores.
Los cuatro tenían el mismo aspecto que cualquier otro wookie adecuadamente vestido para trabajar en aquella fábrica de alta tecnología. Eran altos y musculosos, y no llevaban armas visibles. Los recién llegados teclearon los códigos de acceso vigentes y entraron en la torre de alta seguridad que se alzaba a gran altura por encima de las otras plataformas arbóreas. Habían calculado a la perfección el momento de su llegada para que coincidiera con el cambio de turno de la mañana.
Cuando pasaron por el punto de control de la torre central, los cuatro atravesaron una parrilla electrostática que filtraba el aire. Las imágenes de los cuatro wookies temblaron levemente durante un momento bajo la descarga invisible antes de que su apariencia recuperase la solidez anterior.
Nadie lo notó.
Los verdaderos wookies a los que se les había asignado el turno siguiente yacían inconscientes dentro de un pequeño almacén en una plataforma de carga exterior. Los wookies de servicio, cansados después de largas horas de controlar el tráfico de las naves que descendían en la fábrica de ordenadores y despegaban de ella, se alegraron de terminar su turno y poder volver a casa. Introdujeron la clave de finalización en sus paneles y confiaron el equipo a los cuatro wookies, quienes aceptaron la transferencia con secos gruñidos y gemidos wookies sintetizados.
El turno anterior se fue, dejando los puntos de control de la instalación, los sistemas de bloqueo y las funciones de los satélites defensivos de Kashyyyk en manos de los recién llegados.
Un wookie selló la puerta de la torre de control, empuñó un desintegrador que había permanecido escondido hasta ese instante y derritió los sistemas de alarma y los aparatos de detección de intrusos con el haz de energía. Chorros de chispas volaron por los aires. El metal y el plastiacero se fundieron, ennegreciéndose y desprendiendo nubes de humo. Después los cuatro wookies se llevaron una mano a la cintura y desconectaron los generadores holográficos ocultos allí. Sus imágenes temblaron entre un repentino estallido de iridiscencia, y acabaron disolviéndose para revelar a un grupo de comandos de la Academia de la Sombra.
Los disfraces holográficos han funcionado a la perfección —dijo Zekk, alegrándose de volver a ser él mismo mientras pasaba la mano por su coraza de cuero y alisaba su capa forrada de escarlata.
El soldado de las tropas de asalto se apostó junto a la puerta.
Los sistemas de alarma han dejado de funcionar —dijo—. No habrá problemas por ese lado.
Los otros dos infiltrados, las Hermanas de la Noche Tamith Kai y Vonnda Ra, fueron hacia los complejos sistemas de ordenadores. Los paneles, que habían sido instalados pensando en la altura de un wookie, las obligaron a estirar los brazos para poder usar los controles. Vonnda Ra estiró el cuello para examinar las lecturas e identificar los distintos sistemas.
Tamith Kai repasó mentalmente varios detalles con expresión pensativa y acabó uniendo sus manos de largas uñas.
Todo este plan debe llevarse a cabo según lo previsto —dijo—. Si se hace así, parece que el éxito nos sonreirá.
Triunfaremos —dijo Zekk con voz confiada—. No decepcionaré al noble Brakiss.
Vonnda Ra empezó a estudiar los teclados y pantallas diagnósticas de dos paneles de control. Una vez satisfecha, la Hermana de la Noche extrajo una hoja vibratoria aislada de la vaina de su cinturón y activó el cuchillo. Después se inclinó por debajo de los paneles y movió la hoja en un tajo lateral para cortar los cables de suministro energético. Un diluvio de brillantes chispazos surcó el aire, seguido por una nubécula de blanco humo eléctrico.
La Hermana de la Noche retrocedió, tapándose la nariz para proteger sus fosas nasales de la acre humareda, y después volvió a erguirse con visible satisfacción.
Los sistemas de defensa orbital de Kashyyyk han quedado permanentemente incapacitados.
Zekk señaló el panel de control destruido con una inclinación de la cabeza mientras sus verdes ojos chispeaban.
Su estado actual me parece muy permanente.
Estás al mando de esta misión, Zekk —dijo Tamith Kai, introduciendo un traductor manual en la consola de comunicaciones—. ¿No te parece que ya va siendo hora de que transmitas tu señal para atraer a esos mocosos Jedi hasta aquí, donde podremos ocuparnos de ellos?
La Hermana de la Noche parecía insoportablemente satisfecha de sí misma.
Zekk tragó saliva. Su mente se había convertido en un confuso caos de pensamientos contradictorios. Sabía que ese momento llegaría, y tenía que enfrentarse a él.
¿Percibo alguna vacilación? —preguntó secamente Tamith Kai.
No —respondió Zekk—. Sólo estoy tratando de decidir cuál sería el texto más adecuado para el mensaje. Deben sentirse intrigados y preocupados..., y tiene que ser convincente.
Zekk siguió inclinado sobre la consola de comunicaciones durante unos momentos, pensando en lo que iba a decir, y después introdujo el texto en el traductor que lo expresaría en el dialecto wookie adecuado y enviaría un mensaje de máxima prioridad al lugar en el que Jacen y Jaina se estaban alojando con sus amigos.
Zekk sabía que si había elegido correctamente las palabras, podía tener la seguridad de que los gemelos no tardarían en venir.
En el hogar wookie situado a gran altura entre los árboles, Jacen estaba haciendo cuanto podía para no quedar en ridículo ante sus amigos en el difícil juego de habilidad por ordenador. Pero los otros jugadores —Bajie, Sirra y Tenel Ka— estaban demostrando que sus reflejos eran mucho mejores que los suyos. Jaina, mientras tanto, había ido a trabajar en la nave averiada junto con Chewbacca.
Los amigos estaban sentados alrededor de una parrilla de control rectangular, uno en cada lado. Todos mantenían una mano sobre los pequeños sensores de movimientos flexibles que guiaban diminutas simulaciones de cazas espaciales proyectadas por láser. Estaban librando una recreación en miniatura de la batalla con la primera Estrella de la Muerte.
Bajie y Sirra pilotaban veloces cazas alas-X, mientras que Jacen y Tenel Ka habían tenido que conformarse con naves defensivas de flanqueo, dos alas-Y más lentos y de un modelo más antiguo. El ordenador se esforzaba al máximo para perseguirlos a todos, con sus cazas TIE simulados disparando repetidamente mientras los enormes cañones turboláser emplazados en la superficie surcada de trincheras de la Estrella de la Muerte entrecruzaban sus letales líneas de fuego por todo el espacio.
Jacen era bastante bueno en las prácticas de tiro, y él y Jaina habían usado con frecuencia el cañón láser cuádruple del Halcón Milenario para destruir restos espaciales en órbita alrededor de Coruscant. Pero Bajie y su hermana estaban más íntimamente familiarizados con aquellos complejos juegos de ordenador, y Tenel Ka poseía los reflejos magníficamente aguzados de una guerrera de Dathomir.
Los dedos de Jacen volaron sobre su detector de movimientos, desviando bruscamente a su ala-Y del curso que seguía..., pero un caza TIE se acercó a sus módulos motrices posteriores. Jacen volvió a cambiar el rumbo.
¡Eh, sal de mi cola! —gritó.
Por pura suerte, el caza TIE atravesó uno de los haces turboláser de los cañones de la trinchera, lo que salvó a Jacen justo en el momento más conveniente.
Deseando desviar la atención de los resultados no muy buenos que estaba obteniendo en el juego, Jacen intentó distraer a los otros jugadores de la manera más obvia. Entre giros, picados y disparos, contó un chiste.
Eh, chicos... ¿Sabéis qué sonido producen los wífidos cuando se besan?
Nunca he visto besarse a un par de wífidos, y jamás he oído el ruido que producen —replicó Tenel Ka.
El amo Bajocca dice estar totalmente seguro de que no desea verlo nunca, y además... —explicó Teemedós.
Vamos, vamos —le interrumpió Jacen—. Es un chiste. ¿Qué sonido producen los wífidos cuando se besan? —Hizo una breve pausa y enarcó una ceja—. ¡Ay!
Tenel Ka puso cara de perplejidad y Bajie soltó un gemido, pero Sirra consiguió que Jacen se sintiera en deuda con ella para siempre al reírse estrepitosamente de su chiste. Después, pasados sólo unos momentos, la joven wookie hizo avanzar su caza holográfico por delante del de Jacen y redobló sus esfuerzos.
Pequeñas lanzas verdes de fuego láser salieron disparadas hacia él, pero Jacen consiguió hacer girar su ala-Y a tiempo y escapó a la destrucción. Otra nave imperial se pegó a su cola, consiguiendo anotarse varios impactos y causando daños cada vez más graves a medida que se iba acercando inexorablemente. De repente el tozudo caza TIE estalló en una diminuta explosión, convirtiéndose en una nubécula de restos generados por ordenador un instante después de que Tenel Ka llegara con su ala-Y para rescatar a Jacen.
Parecía como si estuvieras necesitando un poco de ayuda, Jacen —dijo la joven.
Y la necesitaba... Gracias.
Jacen y Tenel Ka volaron el uno al lado del otro, siguiendo a los veloces alas-X pilotados por Bajie y Sirra. Su objetivo se fue aproximando y pronto pudieron ver la pequeña abertura del escape térmico, que parecía esperar a que dejaran caer un torpedo protónico en su interior para aniquilar así la horrenda superarma construida por el Gran Moff Tarkin y...
Y entonces el sistema de comunicaciones emitió una señal de alta prioridad. Sirra alargó la mano para pulsar el botón de pausa del juego, congelando las imágenes de los cazas en su posición dentro de la parrilla. Bajie se apresuró a recibir el mensaje, con sus ojos dorados parpadeando ante el repentino anuncio de una emergencia que acababa de aparecer en su pantalla.
Jacen y Tenel Ka se estaban acercando para echar un vistazo cuando Bajie soltó un chillido de alarma.
¿De qué se trata, amo Bajocca? Déjeme ver —dijo
Teemedós—. ¿Cómo puede esperar que lo traduzca si no me permite leer el texto?
Bajie pulsó un botón para que Jacen y Tenel Ka pudieran ver el mensaje. El sistema de comunicaciones tradujo las palabras de la pantalla al básico.
Sólo es un fragmento —dijo Jacen, sintiendo que se le helaba la sangre—. Algo ha interrumpido la transmisión.
Parece serio —dijo Tenel Ka.
Emergencia —leyó Jacen—. Hay varios heridos en el complejo de fabricación de ordenadores..., necesitamos vuestra ayuda..., venid inmediatamente, por favor. —Frunció el ceño y notó cómo su corazón empezaba a latir más deprisa—. Pero ¿quién lo ha enviado? ¿De quién puede proceder?
Fue enviado específicamente aquí, a esta casa —dijo Tenel Ka—. Alguien ha debido desear ponerse en contacto directo con nosotros.
Pero sólo Jaina y Chewie saben que estamos aquí —dijo Jacen—, y se fueron a uno de los muelles de reparaciones para trabajar en la Cazadora de Sombras, y no al complejo de fabricación de ordenadores.
Quizá cambiaron sus planes —dijo Tenel Ka.
Sirra soltó un chillido ahogado, y Bajie añadió su rugido a la exclamación de su hermana.
¡Oh, cielos! —exclamó Teemedós—. Los padres del amo Bajocca y el ama Sirra están en la fábrica.
No podemos ignorar este problema —dijo Tenel Ka—. Debemos ir ahora mismo y enfrentarnos a él.
Tienes razón —dijo Jacen.
Bajie presionó unos cuantas veces varios botones en los controles del sistema de comunicaciones, y después golpeó el panel con visible frustración.
El amo Bajocca dice que es incapaz de contestar al mensaje —dijo el androide traductor—. Algo parece andar mal en las comunicaciones de la fábrica. No pueden recibir ninguna transmisión del exterior.
Bajie se volvió hacia su hermana y le rugió que llamara al bantha más rápido de la zona mientras que él, Jacen y Tenel Ka se colgaban las espadas de luz de los cinturones, preparándose para lo peor. Los cuatro salieron corriendo por la puerta de la morada arbórea.
Un enorme y peludo bantha fue lenta y pesadamente hacia su plataforma en respuesta a la frenética llamada de Sirra. El sullustano agazapado sobre el grueso cuello de la bestia parecía profundamente cansado, como si se estuviera preparando para poner fin a su turno de trabajo..., pero cuando los dos jóvenes wookies le mostraron los dientes y rugieron que aquello era una emergencia, el alienígena de aspecto ratonil se despabiló al instante. Jacen subió al bantha y se inclinó hacia el suelo, ofreciendo su mano para ayudar a subir a Tenel Ka. La joven guerrera de Dathomir aceptó su ayuda sin protestar. Sirra y Bajie subieron de un salto a la espalda de la bestia de carga, y el bantha se puso en movimiento.
¡Este bicho puede ir más deprisa! —gritó Jacen—. Una vez vi una estampida de banthas en Tatooine.
Bajie ladró una orden, y el sullustano apremió a la criatura para que adquiriese más velocidad hasta que sus enormes pies hicieron vibrar toda la estructura de madera del camino.
Los satélites defensivos erizados de armamento diseñados para enfrentarse a las fuerzas enemigas invasoras flotaban alrededor de Kashyyyk en una órbita de gran altura. Pero los satélites permanecieron silenciosos e inmóviles mientras una lanzadera camuflada que acababa de aparecer ante ellos abría las puertas de su hangar para que un escuadrón de cazas TIE pudiera salir al espacio por ellas.
Con las armas activadas, los cazas imperiales conectaron sus motores iónicos gemelos con un tremendo rugido y salieron disparados hacia la frondosa jungla que se extendía por debajo de ellos, volando en una apretada formación. El plan de batalla general ya había sido introducido en sus ordenadores. Los imperiales tenían intención de atacar muy deprisa y con precisión quirúrgica, causando los mayores daños posibles en el mínimo de tiempo. Tenían que apoderarse de lo que habían ido a buscar y desaparecer en el espacio inmediatamente después.
Los satélites defensivos de Kashyyyk captaron la presencia del enemigo en sus sensores y transmitieron un informe urgente, una llamada para entrar en acción dirigida a la torre de control del complejo de fabricación de ordenadores. Los sensores continuaron siguiendo la trayectoria del enemigo, pero no recibieron ninguna instrucción de activar el armamento o una confirmación de ataque de la torre de control. El planeta guardó silencio. Los satélites no dispararon.
Aunque las armas de los satélites permanecieron inactivas, los sensores continuaron acumulando datos sobre el inminente ataque para que pudieran ser consultados en el futuro..., si alguien conseguía sobrevivir al ataque imperial lanzado contra Kashyyyk.
Cuando el cansado bantha llegó por fin a la fábrica, Bajie, Sirra, Tenel Ka y Jacen bajaron de su espalda de un salto y fueron corriendo hacia la entrada.
El alto y delgado androide del recorrido estaba inmóvil en ella. Al ver nuevos visitantes, el androide se desconectó de una conexión de recarga y adoptó su postura de seguridad, ya que el complejo no esperaba recibir ninguna visita en aquel momento.
¡Alto! —dijo.
¿Dónde es la emergencia? —gritó Jacen—. Tenemos que entrar.
Estamos respondiendo a la llamada de auxilio —dijo Tenel Ka.
Bajie y Sirra rugieron una explicación al unísono, creyendo que el androide del recorrido tal vez respondería mejor al wookie que al básico.
No se ha informado de ninguna emergencia —dijo el androide del recorrido, con sus brazos colgando de los hombros como varillas metálicas.
Tiene que haber una emergencia —insistió Jacen—. Hemos recibido una transmisión de alta prioridad diciéndonos que viniéramos inmediatamente.
Accediendo a los registros —dijo el androide del recorrido, e introdujo uno de sus dedos cilíndricos dentro de una conexión de ordenador. Después permaneció en silencio durante un momento mientras una borrosa serie de caracteres desfilaba a toda velocidad por la pantalla—. ¿Están seguros de que no se han equivocado de coordenadas? ¿Puedo ofrecerles algunos folletos promociónales?
Ah. Aja. —Tenel Ka, tan solemne como siempre, se volvió hacia Jacen—. Quizá hemos sido engañados.
¡Por todos los rayos desintegradores! —exclamó Jacen. Oyó un rugir en las alturas y señaló frenéticamente el cielo—. ¡Parece que está a punto de haber una auténtica emergencia!
Bajie echó la cabeza hacia atrás y mostró sus largos colmillos en un aullido lleno de rabia.
Una oleada de cazas TIE imperiales surgió de las nubes en un veloz picado y fue directamente hacia el complejo de fabricación de ordenadores. Sus armas empezaron a escupir llamas incluso antes de que llegaran a él.
12

Jaina pensó que resultaba muy agradable trabajar con alguien que amaba la maquinaria tanto como ella. Al parecer, la joven y Chewbacca eran los únicos que habían ido allí aquel día.
Una suave brisa entraba por las puertas abiertas del hangar. El aire fresco y el magnífico panorama del océano de hojas que se podía divisar desde allí hicieron que Jaina se alegrara de que hubiesen dejado abiertas las puertas del hangar. Construido sobre un grupo de árboles que se alzaban bastante por encima del nivel general de la vegetación, y situado en una zona un poco alejada del distrito residencial wookie y el complejo de fabricación de ordenadores, aquel hangar se utilizaba para las reparaciones más complicadas de las naves y vehículos aéreos.
Aparte de los ruidos que producían Jaina y Chewie mientras trabajaban, el cavernoso hangar de paredes de madera se hallaba relativamente silencioso y desierto. Para Jaina era la situación ideal. No había nada que le gustara más que poder pasar las horas con un sofisticado equipo electrónico, haciendo que las piezas encajaran adecuadamente y manipulando los componentes.
Y la Cazadora de Sombras representaba la cumbre del progreso tecnológico.
Cuando Chewbacca rugió una petición desde el extremo de la rampa de abordaje, Jaina salió a rastras de debajo del panel de control de la carlinga en el que estaba trabajando.
¡No he entendido lo que has dicho, Chewie! —respondió, también a gritos—. ¿Qué herramienta estás buscando?
Una gran cabeza peluda apareció en la entrada, y Chewbacca señaló las herramientas que necesitaba.
Ya casi he terminado aquí—dijo Jaina, levantando la caja de herramientas hasta allí donde el wookie pudiera alcanzarla—. Puedo acabar de hacer lo que falta con mi multiherramienta de bolsillo, así que llévate el resto.
Chewie respondió con un gruñido de agradecimiento mientras Jaina volvía a deslizarse debajo del panel. Jaina terminó lo que estaba haciendo, volvió a colocar el panel de acceso en su sitio y bajó trotando por la rampa para encontrarse con Chewbacca, que estaba limpiando el lubricante esparcido sobre la parte inferior del casco. El corpulento wookie le lanzó un gruñido interrogativo.
¿Me has preguntado si tengo hambre? —preguntó Jaina, luchando con el lenguaje de los wookies—. Claro —dijo sonriendo—. Trabajar con los inhibidores de variación modal siempre me da mucho apetito.
Chewie soltó otro gruñido, y después extendió los brazos y se encogió de hombros.
¿A qué estamos esperando? —tradujo Jaina con una risita—. Ni yo misma podría haberlo dicho mejor. —Oyó un tenue rugido, como el sonido de un trueno lejano, y volvió a reír—. ¿Eso ha sido tu estómago? Realmente debes de estar muy hambriento.
Chewbacca se quedó repentinamente inmóvil e inclinó la cabeza hacia un lado, como si estuviera aguzando el oído. El wookie entrecerró sus ojos azules. El sonido se repitió, esta vez puntuado por secas detonaciones muy parecidas a las que producirían salvas de rayos desintegradores cayendo sobre sus objetivos, todo ello acompañado por un débil zumbido de fondo que Jaina no logró identificar.
Eso viene de fuera —dijo—. ¿Qué puede...?
Chewbacca alzó la mano para pedirle que guardara silencio. El wookie soltó un ladrido ahogado y fue a grandes zancadas hacia la puerta del hangar, con Jaina pisándole los talones. Las copas de los árboles formaban una alfombra marrón y verde que se extendía muy por debajo del borde de la plataforma del hangar. Varias gruesas ramas que subían hacia el cielo sostenían la plataforma, que había sido construida a una gran altura por encima del resto del bosque.
Jaina clavó la mirada en el cielo lleno de calina y no tuvo ninguna dificultad para identificar aquellos sonidos que se superponían unos a otros: explosiones, haces desintegradores, el inconfundible aullido de un motor...
¡Cazas TIE! ¿Qué pueden estar haciendo unos cazas TIE aquí? ¿Y contra qué están disparando?
Jaina, muy alarmada, se volvió hacia Chewbacca.
El wookie señaló en la dirección de la que habían llegado los sonidos y ladró una explicación: el complejo de fabricación de ordenadores.
Jaina soltó un gemido.
¡Tiene que ser el Segundo Imperio! Nunca pensamos que atacarían aquí. —Chewbacca lanzó un rugido lleno de ira, y Jaina no necesitó ninguna traducción—. Lo sé. Tenemos que ir allí. Pidamos ayuda... ¿Dónde está el comunicador más cercano?
El wookie corrió hacia el panel de comunicaciones instalado al lado de la puerta abierta del hangar, bajó el interruptor de un manotazo y dio la alarma con un potente grito. Jaina giró sobre sus talones cuando un zumbido entrecortado surgió de la nada detrás de ellos.
¿Y ahora qué?
El sonido procedía de la Cazadora de Sombras. Chewbacca y Jaina intercambiaron una rápida mirada y corrieron hacia la esbelta nave que habían estado reparando. A través del visor, Jaina pudo ver a una mujer no muy alta y de ondulada cabellera color bronce que vestía una coraza de piel de lagarto: era una Hermana de la Noche, y estaba dentro de la carlinga de la nave.
¿Cómo ha entrado ahí? —exclamó—. ¡Eh, está intentando robar la nave!
Los motores de la Cazadora de Sombras llenaron el hangar con un zumbido tan estridente como el que habría podido producir un enjambre de millones de insectos. El zumbido se interrumpió, volvió a sonar y después se detuvo nuevamente con una tos ahogada. Los motores se negaban a encenderse. El rostro de la Hermana de la Noche se tensó en una feroz mueca dentro de la carlinga. Las manchas oscuras de la rabia motearon su cremosa piel morena.
Jaina, igualmente enfurecida, alzó la mirada hacia ella.
Tenemos que detenerla.
Chewbacca se deslizó por debajo de la nave, tranquilizando a la joven con un seco ladrido wookie.
¿Estás seguro de que los motores no se encenderán? —preguntó Jaina—. ¿Cómo lo sabes?
Con la cabeza metida dentro del panel de acceso a los motores, que todavía estaba abierto, Chewbacca gruñó y empujó con el pie un componente que había encima del suelo. Jaina reconoció el módulo del iniciador primario que el wookie había sacado de la nave para repararlo.
La Cazadora de Sombras nunca se pondría en marcha —y mucho menos volaría— sin él.
El molesto zumbido volvió a surgir de los motores, y Chewbacca soltó un chillido. Hubo un potente ruido metálico, y el ruido cesó de repente en el mismo instante en que un chorro de chispas brotaba del panel de acceso a los motores. Chewbacca sacó la cabeza a toda prisa.
Jaina oyó el suave zumbido de una rampa de entrada brotando del casco. Pero antes de que pudieran subir corriendo a bordo para capturar a la ladrona fracasada, la Hermana de la Noche saltó al suelo del hangar y se encaró con ellos. Jaina pensó que había algo familiar en los rasgos de la mujer, como si pudiera reconocer su helada belleza y su gélida ira.
Chewbacca aulló un desafío, pero la esbelta guerrera se volvió hacia el wookie con los ojos llameando.
He venido a reclamar lo que me pertenece. Si te interpones en mi camino, estarás cometiendo una gran estupidez. La Cazadora de Sombras es mía.
Entonces tú eres esa Hermana de la Noche..., Garowyn —dijo Jaina—. Tenel Ka y el tío Luke me hablaron de ti.
La mirada llena de ira de Garowyn se volvió hacia Jaina.
¿Por qué no estás en la fábrica con el resto de tus amigos, mocosa Jedi?
¿En la fábrica? —preguntó Jaina.
No entendía nada. ¿Qué razón podían haber tenido sus amigos para ir allí?
No importa... Es demasiado tarde para salvarlos —gruñó Garowyn, alzando los brazos por encima de su cabeza como para lanzar algo, aunque sus manos estaban vacías—. Todo terminará aquí y ahora..., conmigo. —Se rió—. Nunca tuvisteis ninguna posibilidad.
Chewbacca le enseñó los colmillos y tensó el cuerpo, preparándose para saltar.
Y de repente el significado de las palabras de Garowyn quedó perfectamente claro para Jaina.
¡Tenemos que ayudar a los demás, Chewie! —gritó—. Olvídate de ella.
Jaina se agachó, esperando llegar a las puertas del hangar y el mecanismo del ascensor que los llevaría hasta los niveles principales de la ciudad arbórea.
¡No iréis a ningún sitio! —gritó Garowyn.
Una gran caja llena de componentes motrices se alzó repentinamente de una pila de cajas similares, voló por los aires y golpeó a Chewbacca en las rodillas. El wookie se derrumbó con un woof de dolor y sorpresa.
Garowyn estaba inmóvil junto a la rampa de la Cazadora de Sombras, las manos apoyadas sobre sus caderas recubiertas por la coraza de escamas de reptil. Con un fuego oscuro chisporroteando detrás de sus ojos, la Hermana de la Noche usó la Fuerza para levantar otros objetos pesados del sitio en el que se encontraban.
Jaina gritó cuando una caja similar a la anterior voló directamente hacia su cabeza y la desvió instintivamente, empujándola con la Fuerza. La situación le recordó las sesiones de adiestramiento a las que había sido sometida cuando estaba prisionera en la Academia de la Sombra. Las frías garras del miedo oprimieron su corazón mientras la Hermana de la Noche lanzaba barriles, grandes remaches, mazos, planchas metálicas, llaves hidráulicas y cualquier otra cosa que pudiera arrojar por los aires, velozmente y sin mover ni un músculo, contra sus dos cautivos.
Chewbacca intentó encontrar refugio detrás de un saltacielos medio desmantelado, pero Garowyn envió más objetos de bordes afilados contra él.
Mientras hacía cuanto podía para desviar los objetos volantes de ella y de Chewbacca, Jaina se acurrucó detrás de una de las cajas caídas y se concentró. Corría un gran peligro, pero eso no le hizo olvidar la apremiante necesidad de reunirse con Bajie, Sirra, Jacen y Tenel Ka.
Un chorro de lubricante sin filtrar escapó de un recipiente roto, y un charco de líquido oscuro que desprendía un olor acre se fue acumulando en el suelo. Jaina se sentía cada vez más frustrada por aquella terrible falta de tiempo que sólo le permitía reaccionar. Estaba demasiado ocupada defendiéndose para poder formular un plan.
Chewbacca no poseía defensas Jedi, pero tampoco tenía ninguna intención de ser un objetivo inmóvil. Jaina vio cómo se apartaba del fuselaje del saltacielos y levantaba una caja con sus fuertes y peludos brazos. El wookie lanzó la caja contra un barril de lubricante arrojado por la Hermana de la Noche, impulsándola con un potente empujón. Mientras el líquido iridiscente se esparcía por los aires y caía sobre los tablones del suelo, desparramándose alrededor de Jaina y Garowyn, Chewie cogió su caja de herramientas y subió con un ágil salto al casco de la Cazadora de Sombras.
¡Dime qué le habéis hecho a mi nave! —aulló Garowyn, pasando a dirigir el diluvio de objetos contra Jaina—. ¿Cómo puedo arreglarla?
La caja detrás de la que se había agazapado Jaina acabó haciéndose astillas bajo el ataque, y centenares de ciberfusibles salieron ruidosamente disparados en todas direcciones como una nube metálica. Jaina se apresuró a buscar otro refugio.
Jadeando, la joven esquivó algunos de los objetos arrojados contra ella y desvió otros con sus capacidades. La transpiración chorreaba de su frente y se le metía en los ojos, haciendo que le resultara difícil concentrarse.
Fue dañada por una tormenta de iones —logró decir mientras se pasaba un brazo por los ojos—. Nunca podrás hacer que vuele.
En ese caso, no me sirves de nada —replicó despectivamente Garowyn—. Me ocuparé de ti inmediatamente.
En el mismo instante en que la Hermana de la Noche extendía sus manos con los dedos envueltos en un chisporroteo de fuego azulado, Jaina ya estaba mirando a su alrededor en busca de una forma de distraerla.
Un comprobador de impedancias surgió de la nada y salió disparado hacia Garowyn, seguido por una llave hidráulica y un diluvio de tornillos y remaches especiales de gran tamaño. Chewbacca no necesitaba la Fuerza para lanzar objetos pesados.
Esta vez le tocó el turno a la Hermana de la Noche de esquivar y desviar. Garowyn dirigió su atención hacia el wookie y, mascullando una maldición, le lanzó un haz de siseante fuego azulado. Chewbacca aulló y esquivó el ataque, saltando por encima de la esbelta nave para caer al otro lado.
La distracción fue breve, pero resultó lo suficientemente larga para Jaina. La joven desplegó la Fuerza, cerrando los ojos para concentrarse mejor, y administró un potente empujón al cuerpo de la Hermana de la Noche.
Pillada totalmente por sorpresa, Garowyn resbaló sobre la capa de lubricante que había recubierto el suelo a su alrededor. Con otro potente empujón, Jaina hizo que su cuerpo se deslizara hacia la entrada del hangar.
Ríndete, Garowyn —dijo, con la voz enronquecida por el esfuerzo—. Nunca conseguirás llevarte la Cazadora de Sombras.
¡Todavía no os habéis librado de mí! —chilló la Hermana de la Noche.
Entonces, y para gran asombro de Jaina, en vez de tratar de frenar su veloz deslizamiento hacia la puerta, Garowyn usó el poder invisible de la Fuerza para empujarse a sí misma en esa dirección. Chewbacca intentó llegar hasta ella, pero el suelo estaba demasiado resbaladizo para que el wookie pudiera alcanzarla.
Cuando llegó a la entrada, Garowyn extendió un brazo para agarrarse a una barandilla vertical que corría a lo largo del quicio de la puerta. Después, y sin perder ni una fracción de su velocidad, usó el impulso que había acumulado para girar por los aires en un veloz semicírculo, que terminó llevándola al porche que corría a lo largo del hangar.
El viento silbaba alrededor de la puerta abierta. En el interior del hangar reinaba un estrépito general de equipo suelto que caía al suelo y pequeños componentes que se habían desparramado por todas partes al salir de las cajas rotas. Jaina hizo cuanto pudo para avanzar sobre las resbaladizas planchas del suelo, intentando llegar a la puerta por la que había escapado Garowyn. Pero la joven todavía no había podido llegar hasta allí cuando oyó un extraño zumbido entrecortado.
¡Deprisa, Chewie! —gritó—. Tiene una moto aérea.
Jaina fue tambaleándose hacia la entrada, resbalando y tropezando a cada paso que daba. La joven tuvo que agarrarse a una barandilla de la pared para no perder el equilibrio y precipitarse en una larga caída hacia el dosel de vegetación que se extendía por debajo de ella.
El corazón le dio un vuelco cuando vio aparecer a la Hermana de la Noche. Garowyn surgió por las puertas del hangar montada en una moto aérea y empezó a avanzar hacia el complejo de fabricación de ordenadores, que Jaina sabía estaba siendo atacado por las fuerzas imperiales.
Chewbacca saltó hacia adelante, moviéndose con una asombrosa velocidad. Jaina, horrorizada, vio cómo el wookie soltaba un feroz aullido y cruzaba el hueco de la puerta para lanzarse hacia el zumbante vehículo de Garowyn, con sólo el aire debajo de él...
...y se agarraba a un conducto de la moto aérea con una robusta mano peluda.
Jaina, con los pies todavía resbalando, se aferró a la barandilla y contempló cómo el wookie, la Hermana de la Noche y la moto aérea bajaban hacia el mar de hojas en una rápida espiral. La joven alargó una mano mientras seguía sujetándose con la otra, pero estaba demasiado lejos para poder ayudar a Chewbacca.
La moto aérea chocó con las copas de los árboles y Chewbacca recuperó rápidamente el equilibrio. La Hermana de la Noche, todavía cubierta por el viscoso líquido lubricante, desmontó y trató de agarrarse a una de las ramas. Chewie saltó a la rama más gruesa que había directamente debajo de ella y empezó a sacudir la rama a la que se había agarrado Garowyn, rugiendo un desafío mientras lo hacía.
Una áspera carcajada escapó de los labios de Garowyn y un resplandor de triunfo iluminó su cara. Jaina pudo oír su voz incluso desde aquella distancia.
Así que deseas morir, ¿eh? —La Hermana de la Noche extendió una mano envuelta en descargas de electricidad azulada que crujían y chisporroteaban—. Lo mereces por lo que le has hecho a mi nave.
Chewbacca, aunque indefenso frente a su descarga de poder oscuro, replicó con un feroz gruñido.
Jaina, desesperada, decidió usar el único truco que le vino a la mente. Dejó que sus ojos se entrecerraran y envió una ondulación a las hojas que había detrás de Garowyn. Esa vez el arado invisible produjo un ruido tan potente como el de una estampida.
La Hermana de la Noche giró sobre sus talones para defenderse del supuesto ataque por la espalda. Alzando un brazo para rechazar a su enemigo invisible, Garowyn perdió el equilibrio sobre la angosta rama y se cayó de espaldas.
Jaina jadeó cuando oyó cómo la cabeza de Garowyn y una rama de más abajo chocaban con un golpe sordo. Sin ningún otro sonido, el robusto cuerpo de la Hermana de la Noche cayó tan velozmente como una estrella fugaz, atravesando las ramas que intentaban detenerlo para precipitarse a las profundidades de la jungla.
13

Los sonidos ululantes que producían los cazas TIE al abrirse paso a través de la atmósfera hicieron que Jacen sintiera cómo un escalofrío de terror primigenio le recorría la columna vertebral. Sabía que el aullido no era más que el resultado de los gases que brotaban de los potentes motores, pero también estaba seguro de que los diseñadores de las naves imperiales debieron de quedar encantados con aquel ruido infernal.
Una cacofonía de alarmas brotaba de los altavoces de la plataforma y resonaba por todo el complejo. Anuncios compuestos por gruñidos y ásperos ladridos martilleaban el aire. Los trabajadores wookies corrían en todas direcciones, activando sistemas de seguridad o evacuando la zona.
Los bombarderos TIE llegaron volando a baja altura sobre los árboles y dejaron caer explosivos protónicos que incendiaron la gruesa red de ramas. Una humareda gris oscuro brotó de las hojas en cuanto empezaron a arder.
Debemos ayudar a defender el complejo de esta amenaza —dijo Tenel Ka.
La joven guerrera miró a su alrededor, buscando algún arma lo bastante eficaz para poder ser empleada contra los cazas invasores. Su rostro se había tensado en una mueca de pétrea decisión.
Sirra y Bajie soltaron aullidos llenos de rabia al presenciar la destrucción de las moradas arbóreas. El flaco androide del recorrido estaba haciendo girar su cabeza cuadrada de un lado a otro, como si tuviera dificultades para ver con claridad a pesar de sus numerosos sensores ópticos.
No se dejen dominar por el pánico. No teman —dijo con su voz metálica—. Debe de ser un simulacro. No había ningún ataque previsto para hoy.
Teemedós intervino desde la cintura de Bajie.
¡Conecta tus sensores ópticos, estúpido androide del recorrido! —exclamó con voz despectiva—. ¿No puedes ver que estamos en una situación de crisis? ¡Hmmmmf!
El androide miniaturizado murmuró un comentario despreciativo sobre el bajo nivel de inteligencia de los modelos de relaciones públicas.
El androide del recorrido siguió emitiendo mensajes tranquilizadores, aunque resultaba obvio que su cerebro electrónico era incapaz de pensar con mucha claridad.
Kashyyyk posee numerosos satélites defensivos. Ninguna nave enemiga puede acercarse a esta instalación. Contamos con sofisticados mecanismos de defensa que incluyen potentes cañones de perímetro. Deberían empezar a abrir fuego en cualquier momento.
¿Cañones de perímetro? —preguntó Tenel Ka, y un destello de excitación iluminó sus impasibles ojos grises—. ¿Dónde están? Tal vez podamos usarlos contra estos enemigos.
Sirra rugió y señaló con su largo brazo peludo para indicar que conocía el camino.
Una idea espléndida —dijo Tenel Ka—. Espero que no nos hagan pedazos antes de que podamos poner en práctica el plan del ama Tenel Ka. ¡Oh, cielos!
Como diría mi hermana, ¿a qué estamos esperando? —exclamó Jacen.
El muchacho, Tenel Ka y los dos jóvenes wookies pasaron corriendo junto al androide del recorrido y entraron en el complejo.
Sirra guió a los compañeros por un pasillo al aire libre entre el estrépito de las explosiones y los disparos láser. Llegaron a un conjunto de lianas movidas mediante poleas, una especie de ascensores de cuerda vegetal que permitían subir hasta un nivel más alto. Sirra se agarró a una liana y metió el pie en un aro, y la liana ascendió velozmente, llevándosela consigo hacia las plataformas más elevadas. Bajie hizo lo mismo. Jacen les imitó, bajando la mirada para observar a Tenel Ka, quien rodeó la liana con el brazo y metió el pie en un aro sin tener el más mínimo problema. Unos segundos después los cuatro se encontraron en una plataforma superior del perímetro exterior del complejo.
La rapidez de su reacción hizo que los compañeros llegaran a los cañones defensivos antes que los defensores wookies. Jacen vio varias baterías iónicas con fuentes de energía esféricas y cañones delgados como agujas apuntando al cielo..., pero sus ojos enseguida se posaron en un par de cañones láser cuádruples de un modelo bastante antiguo que eran totalmente idénticos a los instalados en los pozos artilleros del Halcón Milenario.
¡Eh, podemos usar esos de ahí! —exclamó. Corrió hacia el emplazamiento más cercano y echó un vistazo a los paneles indicadores—. Están activados y listos para hacer fuego.
Tenel Ka asintió con un gruñido y se instaló detrás del otro cañón.
Los dos wookies habían estado hablando a toda velocidad entre ellos, y siguieron haciéndolo durante unos momentos.
¡Amo Jacen! —gritó Teemedós—. El amo Bajocca y el ama Sirrakuk han decidido usar los ordenadores para averiguar dónde se ha producido la brecha en los sistemas defensivos de la instalación. Tal vez puedan evitar que más cazas imperiales lleguen hasta aquí. Oh, espero que tengan éxito.
Harán cuanto puedan —replicó Jacen.
El muchacho agarró los controles de puntería del láser cuádruple. Después se dejó caer en el voluminoso asiento instalado delante del cañón y sintió cómo la energía palpitaba en las palancas de disparo que tenía entre los dedos. Los controles habían sido diseñados para los enormes cuerpos de los wookies y se hallaban bastante separados, por lo que Jacen ajustó el círculo de centrado de la mira.
Los cazas imperiales seguían aullando por encima de sus cabezas y lanzaban nuevos ataques contra los distritos residenciales wookies, pero estaban dejando relativamente intactas las instalaciones de fabricación de ordenadores..., aunque las habían sumido en el caos más absoluto imaginable.
Una rápida mirada hacia la izquierda le permitió ver que Tenel Ka ya estaba en posición. La joven guerrera de Dathomir empuñaba la palanca de disparo con su mano derecha, y ya parecía estar totalmente familiarizada con los sistemas de control del arma. Unos segundos después, sus ojos empezaron a seguir las trayectorias de los cazas que se movían por el cielo.
Tres wookies entraron corriendo en la plataforma defensiva y ocuparon posiciones en los cañones iónicos, lanzando miradas de curiosidad a los dos humanos mientras lo hacían y pareciendo un tanto confusos ante aquella ayuda inesperada. Pero no perdieron el tiempo solicitando explicaciones. En vez de eso, empezaron a disparar los cañones iónicos.
Uno de los chisporroteantes haces blanco amarillentos acertó a un caza TIE que pasó a toda velocidad a través de su trayectoria. Los sistemas de control de la nave imperial quedaron desactivados con un último chisporroteo de energía, y el caza TIE empezó a girar por los aires con su motor reducido al silencio. Incapaz de recuperar el control, el piloto chocó con el lejano dosel de la selva produciendo una sorda explosión.
Jacen usó sus círculos de puntería para centrar la mira en un lento y poco maniobrable bombardero TIE cargado hasta los topes de explosivos que avanzaba hacia los grupos de estructuras residenciales. El bombardero se fue aproximando, adquiriendo más velocidad mientras se preparaba para dejar caer sus letales explosivos.
Jacen aferró los controles de disparo y apretó los dientes.
Vamos..., vamos... Acércate más —murmuró una y otra vez hasta que la mira parpadeó cuando el bombardero TIE quedó perfectamente centrado en ella.
Jacen presionó ambos controles, haciendo que los cuatro cañones emitieran cegadoras descargas de energía láser. Los haces se centraron en el bombardero un instante antes de que pudiera lanzar sus explosivos protónicos. En vez de destruir los hogares de centenares de wookies, el bombardero se convirtió en una resplandeciente bola de fuego y humo. El estrépito de las detonaciones se intensificó cuando las bombas protónicas del bombardero TIE estallaron bajo la repentina erupción.
¡Le he dado a uno! —canturreó Jacen.
Tenel Ka disparó repetidamente hasta que un par de cazas TIE estallaron en el aire.
Dos más —dijo.
Unos cuantos defensores wookies llegaron por fin para ocuparse de los cañones restantes. Jacen disparó una y otra vez, haciendo girar su asiento para seguir el veloz movimiento de los blancos. El joven logró hacer pedazos otro caza TIE.
Esto es igual que nuestras prácticas de tiro a bordo del Halcón Milenario —dijo—. Sólo que esta vez el acertar los blancos significa algo mucho más importante que vencer a mi hermana.
Es un hecho comprobado —dijo Tenel Ka.
Otra ala de cazas TIE descendió del cielo, y Jacen empezó a disparar frenéticamente contra ellos. «Hay tantos objetivos imperiales —pensó—, y todos están erizados de armamento letal...» Su cañón láser cuádruple escupió haces de energía, pero todos los disparos fallaron cuando los cazas ejecutaron una maniobra evasiva en el aire.
¡Oh, por todos los rayos desintegradores! —exclamó Jacen.
Seguían apareciendo wookies que bajaban de un salto de las lianas de ascensión para ir corriendo a sus posiciones, aunque a esas alturas ya había más defensores que cañones. Bajie y Sirra fueron corriendo hacia Jacen y Tenel Ka, hablando a gritos en wookie mientras venían. Sus gruñidos y resoplidos se confundían entre sí, por lo que Teemedós tuvo bastantes dificultades para traducir lo que decían.
¡De uno en uno, por favor! —exclamó el pequeño androide—. De acuerdo, creo haber entendido el significado básico de lo que están diciendo. El amo Bajocca y el ama Sirrakuk han llegado a la conclusión de que se ha producido un fallo defensivo en la torre de control de tráfico de esta instalación. No saben cómo ha podido ocurrir, pero todos los sistemas de mando centrales han caído en manos del enemigo. Parece ser que el ataque está siendo guiado desde allí.
Bajie rugió una sugerencia.
¡Oh, cielos! —exclamó Teemedós—. El amo Bajocca sugiere que obraríamos muy sabiamente yendo directamente al corazón del problema y dejando a estos artilleros wookies tan bien adiestrados para que continúen con el combate aquí. Mientras que estoy de acuerdo en que tal vez sería menos arriesgado entrar en el complejo, me siento un tanto escéptico acerca de la sabiduría que pueda encerrar el ir corriendo en busca de un peligro mayor.
Buena idea, Bajie —dijo Jacen, ignorando las advertencias de Teemedós. Disparó una vez más el cañón cuádruple, distraídamente y casi sin apuntar, y se asombró al ver que su ráfaga destruía el panel lateral de otro caza TIE, haciendo que perdiera el control y girase locamente por el cielo para acabar estrellándose entre las copas de los árboles—. Eh, le he dado a otro —murmuró.
Encerrado en la torre de control de tráfico, Zekk escuchaba cómo los wookies enfurecidos golpeaban la puerta sellada. Un siseo que parecía ir acompañado por un lento goteo de metal fundido se incorporó al ruido general de fondo cuando los wookies empezaron a usar sopletes láser de alta intensidad para abrirse paso a través del metal. Sus magníficamente bien construidas defensas estaban trabajando en contra de ellos, ya que habían diseñado el centro de mando de Kashyyyk con la intención de que fuera inexpugnable. Aun así, los wookies fueron haciendo lentos pero continuos progresos, derritiendo un centímetro de metal detrás de otro.
Zekk usó los monitores de seguridad para observara las criaturas peludas del pasillo. Una de ellas cogió una cañería metálica y empezó a golpear la puerta en un despliegue de rabia bestial..., sin conseguir nada, por supuesto, debido al grosor del blindaje, pero el wookie parecía satisfecho meramente con poder descargar su furia de aquella manera.
Tamith Kai cruzó los brazos sobre la coraza de piel de reptil que cubría su pecho.
El nivel de ruido de ahí fuera es altamente molesto —dijo, y volvió la mirada hacia el soldado de las tropas de asalto que montaba guardia junto a la puerta. Una idea malévola iluminó sus ojos violeta—. ¿Por qué no activamos el mecanismo de cierre y permitimos que los wookies entren de golpe? Podremos ocuparnos de todos ellos antes de que se hayan recuperado de su sorpresa.
Vonnda Ra soltó una risita.
Será un espectáculo muy divertido.
El soldado de las tropas de asalto activó los controles de la puerta antes de que Zekk pudiera protestar con indignación y recordarles que era él quien estaba al mando de aquella misión. El panel se hizo repentinamente a un lado, pillando totalmente desprevenidos a los ingenieros wookies que habían estado intentando acceder a la sala de control. Los wookies aullaron.
El soldado de las tropas de asalto usó su rifle desintegrador para acabar con ellos, y unos cuantos segundos bastaron para que no quedara ninguno en pie. Incluso estando recubierto por la armadura blanca, el lenguaje corporal del soldado mostró con toda claridad el placer que sentía. Después tecleó la secuencia para volver a cerrar la gruesa puerta, dejando a los wookies caídos en el pasillo.
Por fin tenemos un poco de paz y silencio —dijo Tamith Kai.
Los cazas y bombarderos TIE proseguían su ataque desde las alturas, esquivando las ráfagas de fuego láser lanzadas por las defensas del perímetro de la instalación arbórea. La cúpula reforzada mostraba la batalla que se libraba en el cielo. Varios contingentes de soldados de las tropas de asalto ya habían desembarcado.
Vonnda Ra se había instalado en uno de los terminales de ordenador y estaba examinando las imágenes de los sistemas de seguridad. Un minuto después, dejó escapar un jadeo de sorpresa y triunfo.
Ah, creo que he dado con ellos —dijo—. Las alimañas estaban disparando los cañones de perímetro, pero ahora están en los pasillos. Parece que van hacia... ¡Ah! Vienen hacia aquí. Delirios de grandeza, sin duda. Eso podría resultar muy conveniente para nosotros.
¿Quiénes vienen hacia aquí? —preguntó Zekk.
Vonnda Ra enarcó las cejas.
Pues esos mocosos Jedi, naturalmente. ¿Has olvidado tu otro objetivo en esta misión?
Zekk pensó en Jacen, Jaina y sus amigos.
No, no lo he olvidado —dijo. Pero no quería enfrentarse con los gemelos allí..., no delante de la malvada Tamith Kai. Aquello tendría que haber sido su batalla particular, y la consecuencia de las decisiones que él había tomado—. Iremos a su encuentro. Les tenderemos una emboscada. Averigua cuál es su situación actual.
Será muy fácil de hacer —respondió Vonnda Ra.
Zekk decidió reforzar su posición de mando, y giró bruscamente sobre sus talones para empezar a dar secas órdenes.
Tamith Kai, tú permanecerás aquí y seguirás organizando la misión. Nuestro objetivo principal es obtener esos sistemas de ordenadores "para el Segundo Imperio. Tú te quedarás aquí como guardia —añadió, dirigiendo una inclinación de cabeza al soldado de las tropas de asalto—. Vonnda Ra y yo nos ocuparemos de los jóvenes Caballeros Jedi.
Tamith Kai frunció el ceño al ver que le daban órdenes, pero Zekk se encaró con ella entre un revoloteo de su capa.
¿Te he asignado una misión que se encuentra más allá de tus capacidades, Tamith Kai?
Desde luego que no —replicó ella—. ¿Y tú? ¿Sabrás cumplir con tu misión? Asegúrate de que eliminas a esos mocosos.
En cuanto el soldado de las tropas de asalto hubo desbloqueado los sellos de la puerta blindada, Vonnda Ra siguió a Zekk y los dos salieron al pasillo, pasando por encima de los cuerpos inmóviles de los ingenieros wookies que yacían en el suelo para dirigirse hacia la confrontación con los antiguos amigos de Zekk.
Jacen corría a toda velocidad, avanzando codo a codo con Bajie y Sirra. Los pasillos interiores estaban llenos de humo, restos y ruido. Los paneles luminosos de los techos parpadeaban, encendiéndose y apagándose continuamente debido a las fluctuaciones de energía producidas por el ataque.
Jacen y Jaina empuñaron sus espadas de luz y se prepararon para utilizarlas. Tenel Ka cogió un largo cilindro metálico, un trozo de cañería medio destruida que se había desprendido de una instalación superior, y siguió corriendo detrás de ellos, protegiendo su retaguardia. La joven guerrera empuñaba la cañería como si fuese una lanza, igual que si esperase encontrar algún enemigo contra el que utilizarla
Bajie y Sirra doblaron la esquina del pasillo, y Jacen creyó reconocer la ruta que habían seguido para ir a la monolítica torre de control durante su visita con el androide del recorrido. De repente Bajie dejó escapar un rugido lleno de sorpresa y Sirra soltó un grito de alarma. Tenel Ka alzó su larga cañería metálica.
¡Eh, es Zekk! —exclamó Jacen, deteniéndose con tal brusquedad que las suelas de sus botas resbalaron sobre el suelo.
Inmóvil en el centro del pasillo, como si estuviera esperándoles, estaba el muchacho rebelde y solitario de cabellos oscuros que había sido amigo de Jacen y Jaina durante tantos años y que los había guiado en aquellas excursiones por los edificios abandonados y los oscuros callejones de Coruscant. Zekk había pasado del desaliño y la suciedad a llevar una magnífica coraza de cuero y una capa con forro escarlata..., y empuñaba una espada de luz de hoja carmesí. Tenía un aspecto realmente ominoso.
Tenel Ka también vio a Zekk, y alzó su cañería metálica. Jacen se acordó de la primera vez en que la joven guerrera había visto a Zekk, allá en Coruscant: el joven había saltado sobre ellos para pillarles por sorpresa, y Tenel Ka había movido su fibrocable a una velocidad vertiginosa y había atrapado a Zekk con su lazo antes de que éste pudiera apartarse de un salto.
Pero su accidente había dejado a Tenel Ka con una sola mano, y la guerrera de Dathomir prefirió no dejar caer su larga varilla de acero para empuñar su fibrocable o su espada de luz.
Durante un momento el rostro de Zekk pareció volver a ser el de siempre. El joven abrió los ojos, y dio la impresión de titubear.
Jacen —dijo—, yo...
Tenel Ka clavó la mirada en la Hermana de la Noche y habló en un susurro lleno de amenaza.
Sé que te llamas Vonnda Ra —dijo—. Vi cómo intentabas engañar a otros para que abandonaran el clan de la Montaña del Cántico en Dathomir. Me elegiste para ser adiestrada en la Academia de la Sombra cuando estábamos en tu campamento del Gran Cañón, pero en vez de permitir que te salieras con la tuya rescatamos a mis amigos..., y te derrotamos por completo. Volveremos a derrotarte.
La musculosa Hermana de la Noche alzó manos que parecían garras.
¡Esta vez no, mocosos Jedi! —exclamó—. Disfrutaré enormemente destruyéndoos.
Jacen sintió cómo su poder oscuro chisporroteaba en el aire, y alzó su espada de luz en una postura defensiva. Rayos de fuego azulado bailotearon alrededor de las yemas de los dedos de Vonnda Ra, ardiendo a través de su cuerpo y siseando detrás de sus ojos.
La Hermana de la Noche movió sus muñecas en un veloz giro para lanzar su relámpago oscuro contra ellos..., pero Zekk la apartó de un empujón. Los rayos de fuerza maléfica pasaron junto a ellos como llamas impregnadas de sombras y ennegrecieron las planchas del muro.
Vonnda Ra fulminó con la mirada a Zekk, pero éste no se inmutó.
¡Son míos, y yo me ocuparé de ellos! —dijo—. Yo soy el que manda aquí.
Con un atronador estrépito de botas, un contingente de combatientes imperiales llegó a la carrera por el pasillo. Jacen se volvió hacia ellos, muy alarmado. Habían llegado refuerzos..., muchos más de los que podía esperar mantener a raya con su espada de luz, incluso contando con la ayuda de Bajie, Sirra y Tenel Ka.
Jacen supuso que algunos soldados de las tropas de asalto habrían logrado llegar a las plataformas superiores. Al parecer el Segundo Imperio había venido al complejo de fabricación de ordenadores en busca de algo muy concreto. A juzgar por las alarmas y las explosiones, los imperiales ya se habían hecho con el control de la mayoría de las plataformas.
Zekk permanecía inmóvil esperando el momento de enfrentarse a los estudiantes Jedi, como si estuviera haciendo acopio de valor y furia, mientras la Hermana de la Noche hervía de negra ira. Los soldados de las tropas de asalto desenfundaron sus armas.
Y de repente Jacen supo con repentina certeza que nunca podrían salir vencedores de un combate cara a cara librado en aquel lugar. Tenel Ka dio un paso hacia adelante, blandiendo su tubería metálica.
Debemos retroceder —dijo, lanzándole una rápida mirada por encima del hombro.
Buena idea —dijo Jacen, mirando hacia atrás.
¡Has traicionado a Dathomir, muchacha! —aulló Vonnda Ra en el mismo instante en que Tenel Ka lanzaba la cañería contra ella.
El tubo metálico golpeó a la Hermana de la Noche, arrojándola a un lado. Los soldados de las tropas de asalto empezaron a avanzar hacia ellos mientras Bajie y Sirra se volvían para echar a correr por el pasillo.
¡A por ellos! —gritó Zekk, señalando a los fugitivos con una mano enguantada de negro.
Los soldados de las tropas de asalto se lanzaron ruidosamente a la carga en pos de los fugitivos. Vonnda Ra arrojó la cañería a un lado. El metal al rojo vivo había quedado abollado allí donde había sido super-recalentado por el fuego que brotaba de los dedos de la Hermana de la Noche.
Sirra le gritó algo a su hermano mientras los dos jóvenes wookies corrían por el pasillo, con Jacen y Tenel Ka detrás de ellos.
¿Escotilla de acceso? —tradujo Teemedós—. ¿Escapar? Sí, parece una idea excelente. Escapemos, escapemos.
Sirra se detuvo delante de un panel del suelo en una intersección de dos pasillos. La joven wookie se inclinó y metió sus largos dedos en los aros de la escotilla. Después tiró hacia arriba con toda la fuerza de sus poderosos músculos, levantando la pesada compuerta metálica para revelar la trampilla. Sirra gruñó y movió la mano.
Bajie saltó por el agujero sin ninguna vacilación y se agarró a una resistente liana que colgaba debajo de él.
¡Pero esto lleva a los niveles inferiores de la selva! —gimoteó la vocecita metálica del androide traductor—. No podemos bajar ahí, amo Bajocca. ¡Es excesivamente peligroso!
Bajie se limitó a gruñir y prosiguió su descenso. Tenel Ka bajó a continuación, deslizándose ágilmente por el borde de la trampilla y rodeando la liana con sus musculosas piernas. La joven guerrera de Dathomir se agarró a ella con la mano y fue descendiendo hacia la oscuridad.
Jacen se volvió justo a tiempo para ver cómo Zekk y Vonnda Ra corrían hacia ellos, flanqueados por varios soldados de las tropas de asalto.
A los niveles inferiores, ¿eh? —murmuró, mirando a Sirrakuk—. Parece que tendrás ocasión de completar esa aventura tan arriesgada que habías planeado antes de lo que te imaginabas.
Sirra respondió con un gruñido de asentimiento. Después los dos se deslizaron por el borde de la trampilla y descendieron a las oscuras profundidades llenas de hojas que se extendían por debajo de ellos.
Jacen siguió bajando, tratando de abrirse paso a través del follaje, y alzó la mirada a través de las frondosas ramas para ver las siluetas de Zekk y Vonnda Ra discutiendo en el borde del cuadrado de luz. Jacen pudo oír sus cada vez más débiles voces mientras se adentraba en la espesura de la selva.
Tendremos que seguirlos —dijo Zekk.
Deberías haber permitido que los destruyera cuando tuve la ocasión de hacerlo —replicó secamente la Hermana de la Noche—. Ahora nos causarán dificultades.
Zekk le respondió en un tono tan brusco como el que había empleado ella.
Yo estoy al mando de esta misión, y haremos las cosas a mi manera. —Se volvió hacia los soldados de las tropas de asalto—. ¡Venga, empezad a bajar! —les gritó.
Zekk, Vonnda Ra y los soldados de las tropas de asalto se internaron en el submundo de Kashyyyk para perseguir a su presa.
14

Brakiss iba y venía por los pasillos de la Academia de la Sombra como un general decidido a asegurarse de que sus tropas estaban preparadas para un combate inminente. Avanzaba con paso silencioso, y su túnica plateada susurraba a su alrededor.
El señor de la Academia de la Sombra tenía un aspecto demasiado impecable y hermoso para poder ser una ominosa amenaza. Sus manos continuaban empuñando con firmeza las riendas del poder que controlaban a sus nuevos Jedi Oscuros, pero su mente se hallaba concentrada en la difícil tarea de resolver sus propias dudas interiores.
Brakiss permitió que un destello de ira —la ira, el corazón del poder del lado oscuro— ardiera en su interior. Su puño derecho se tensó..., pero enseguida reprimió la emoción. Brakiss se dijo que no debía perder el dominio de sí mismo, pues ese camino sólo llevaba a la mayor debilidad imaginable. Tenía que ser fuerte.
Había creado la estación espacial blindada para que sirviera como centro de adiestramiento de los Jedi Oscuros, y había trabajado duramente y durante mucho tiempo. Había hecho todo aquello para la gloria de su Gran Líder, para ayudar a que el Segundo Imperio extendiera su poder y la galaxia volviera a conocer el orden y un firme control paternal. Se había esforzado tanto, había corrido tantos riesgos...
Y de repente el Emperador había rechazado despectivamente su presencia.
Desde que el transporte secreto imperial había llegado a la Academia de la Sombra y los cuatro guardias de capas carmesíes habían llevado la cámara de aislamiento sellada de Palpatine a una sección de acceso restringido, Brakiss no había visto al Emperador ni había hablado con él, y eso a pesar de sus muchas solicitudes de que se le concediera una audiencia. Se había sentido tan honrado al saber que el Gran Líder iba a visitar la Academia de la Sombra.
Pero la llegada de Palpatine había sembrado el caos en sus pensamientos y en sus planes.
Brakiss avanzó en silencio por los pasillos curvos. La intensidad de las luces había sido disminuida para el ciclo de sueño, y la mayoría de aspirantes a convertirse en Jedi Oscuros ya habían sellado las puertas de sus habitaciones para la noche. Un turno reducido de soldados de las tropas de asalto continuaba cumpliendo con sus deberes de patrulla.
Qorl había tenido un éxito considerable a la hora de adiestrar nuevos reclutas partiendo de la banda de los Perdidos de Coruscant. El antiguo piloto de cazas TIE había prestado particular atención al corpulento Norys, quien poseía un don especial para dominar las técnicas de represión imperiales..., aunque la insolencia de que había dado muestra Norys constituía un nuevo motivo de preocupación para Brakiss. Aun así, era muy raro que los futuros soldados de las tropas de asalto mostrasen tal... entusiasmo.
Mientras caminaba por los pasillos sumidos en el silencio, Brakiss deseó durante un fugaz momento llevar puesta una armadura de las tropas de asalto para que sus pasos pudieran producir un imperioso retumbar metálico. Pero por desgracia semejante demostración de ira y resentimiento habría sido considerada indigna de un superior Jedi.
Brakiss era un hombre poderoso..., o eso había pensado hasta la llegada del séquito del Emperador. Los guardias rojos parecían considerar que sólo era el más ínfimo de los sirvientes. Brakiss se dijo que aquello era terriblemente injusto, porque pasaba por alto todos sus logros. El Emperador tal vez estuviera realmente enfermo, y cabía la posibilidad de que el Segundo Imperio corriese un peligro todavía mayor de lo que se temía Brakiss. Decidió que sería preferible hablar directamente con el Emperador y ver con sus propios ojos qué estaba ocurriendo.
Había tenido paciencia. Había hecho cuanto se le pidió. Había acatado hasta el último capricho transmitido por los guardias imperiales carentes de rostro..., pero Brakiss necesitaba respuestas.
Respiró hondo para recuperar la calma y concentrar sus pensamientos hasta que alcanzaran un gélido y cortante filo de tranquila decisión. Impulsado por aquella creciente confianza en sí mismo, Brakiss giró sobre sus talones y se encaminó hacia los aposentos meticulosamente aislados en que habían sido alojados el Emperador y sus seguidores.
Esta vez Brakiss no se dejaría detener por nadie.
La sección reservada al grupo del Emperador parecía estar todavía más oscura que el resto de la Academia de la Sombra. La luz había sido polarizada mediante algún procedimiento desconocido por Brakiss, y como resultado contenía un matiz rojizo que hacía que resultara bastante difícil ver con claridad. La temperatura ambiental parecía más baja que en el resto de la estación.
Dos guardias rojos estaban inmóviles en el cruce de los pasillos. Sus impresionantes siluetas se alzaron sobre Brakiss a medida que se iba aproximando a ellos, y los pliegues de sus capas carmesíes brillaron bajo la luz rojiza como si hubieran sido recubiertos de aceite. Los guardias empuñaban lanzas de energía, armas de aspecto altamente ominoso que podían ser simplemente ornamentales..., pero Brakiss no sentía ningún deseo de someter a prueba esa teoría.
No se permite el paso a ningún intruso —dijo uno de los guardias rojos.
Brakiss se plantó delante de él.
Creo que estás mal informado. Soy Brakiss, señor de la Academia de la Sombra.
Estamos al corriente de su identidad. Ningún intruso puede ir más allá de este punto.
No soy un intruso. Ésta es mi estación —dijo Brakiss, dando otro paso hacia adelante e intentando que sus palabras sonaran lo más firmes y decididas posible.
Uno de los guardias inclinó su lanza de energía hacia él.
Esta estación pertenece al Emperador, y el Emperador ostenta el derecho a reclamar la propiedad de cuanto considere tiene algún valor para su Segundo Imperio.
Brakiss decidió que seguir el hilo de aquel razonamiento no le beneficiaría en nada.
Debo hablar con el Emperador —dijo.
Eso es imposible —respondió el guardia.
Nada es imposible —replicó Brakiss.
El Emperador no ve a nadie.
Pues entonces dejadme hablar con él por el comunicador. Estoy seguro de que en cuanto hayamos mantenido una breve conversación deseará verme.
El Emperador no siente deseo alguno de mantener «una breve conversación»..., ni con Brakiss, ni con nadie.
Brakiss apoyó las manos en las caderas.
Y cuándo delegó el Emperador la autoridad para hablar en su nombre... —pronunció las palabras con voz despectiva—, ¿en quienes sólo son sus guardias? ¿Qué derecho tienes a convertirte en su portavoz? No reconozco tu autoridad, guardia. ¿Cómo sé que no mantenéis prisionero al Emperador contra su voluntad? ¿Cómo sé que no está enfermo o drogado?
Brakiss cruzó los brazos sobre el pecho.
Sólo acepto órdenes del Emperador. Y ahora déjame hablar con él inmediatamente, o haré venir a todas las tropas que tengo a bordo de esta estación y os arrestaré por haberos amotinado contra el Segundo Imperio.
Los dos guardias rojos permanecieron inmóviles.
Quien nos amenace comete una gran imprudencia —dijeron al unísono.
Brakiss no se dejó impresionar.
Y quien me ignore también —replicó.
Muy bien —dijo uno de los guardias, y se volvió hacia un comunicador mural.
Brakiss vio cómo el guardia pulsaba un botón y, aunque no oyó ninguna palabra procedente del casco, la voz del Emperador surgió al instante de la rejilla como un sonido formado por miles de serpientes.
Soy tu Emperador, Brakiss. Tu insolencia me irrita.
Sólo deseo hablar con vos, mi señor —dijo Brakiss, haciendo un gran esfuerzo de voluntad para evitar que le temblara la voz—. No os habéis dirigido a la Academia de la Sombra ni a mí desde vuestra llegada aquí. Estoy preocupado por vuestro bienestar.
Olvidas cuál es tu lugar en el gran plan, Brakiss. No puedes hacer nada para protegerme que yo no sea capaz de hacer..., con diez veces más poder.
Brakiss sintió cómo su ira se iba extinguiendo rápidamente, pero se aferró a su orgullo durante un último momento.
No he olvidado cuál es el lugar que me corresponde, mi señor —dijo—. Estoy al frente de la Academia de la Sombra y debo crear un ejército de Jedi Oscuros para vos y para vuestro Segundo Imperio. Mi lugar está junto a vos..., no rechazado e ignorado como si fuese un burócrata insignificante.
Palpatine pareció reflexionar durante unos instantes antes de replicar secamente a través del altavoz.
No olvides que cuando esta estación fue construida hice que se colocaran explosivos repartidos por toda la superestructura para poder estar seguro de tu obediencia, Brakiss. Puedo destruir la Academia de la Sombra cuando me plazca. No me tientes.
Jamás se me ocurriría hacerlo, mi señor —dijo Brakiss, sintiéndose cada vez más preocupado—. Pero si debo formar parte de vuestros planes de conquista, entonces se me ha de consultar. Se me debe permitir que contribuya con mi aportación, porque sólo yo puedo proporcionaros los valiosos combatientes que necesitáis para derrotar a los rebeldes y a sus arrogantes nuevos Caballeros Jedi.
¡Conocerás mis planes cuando yo desee que los conozcas! —replicó secamente el Emperador—. Tal vez necesitas que se te recuerde que no eres más que un sirviente del que se puede prescindir sin ninguna dificultad. No pidas volver a verme. Saldré de mis aposentos cuando quiera hacerlo.
El comunicador se desconectó con un chasquido tan seco como el de un hueso al romperse. Brakiss se sentía peor que nunca. Jamás se había sentido tan insignificante y tan confuso.
Los guardias rojos imperiales no se habían movido de sus posiciones y continuaban empuñando sus lanzas de fuerza.
Y ahora deberá irse —dijo uno de ellos.
Brakiss giró sobre sus talones sin replicar, y avanzó en silencio por los pasillos desiertos y llenos de ecos de la Academia de la Sombra.
15

Al principio Jaina estaba demasiado aturdida para moverse, y se limitó a quedar colgando del borde de las puertas del hangar en la plataforma construida a gran altura por encima del resto de copas arbóreas. Bajó la mirada, contemplando con involuntaria fascinación el lugar por el que Garowyn se había precipitado entre las ramas. Repasando la escena en su mente, todavía incapaz de creer en lo que acababa de presenciar, vio a la Hermana de la Noche cayendo..., cayendo...
Cuando Jaina por fin consiguió apartar la mirada de allí, Chewbacca ya estaba montado encima de la moto aérea y volvía velozmente hacia ella. El wookie soltó un rugido apremiante y señaló las explosiones y destellos de los cañonazos láser en el distante complejo de fabricación de ordenadores. Los cazas TIE revoloteaban en el cielo, atacando las zonas residenciales con cegadores haces de energía.
Chewbacca movió un largo brazo peludo y señaló el asiento posterior de la moto aérea. Jaina tragó saliva. No pretendería que los dos montaran en aquel trasto, ¿verdad? El diminuto vehículo ya resoplaba y silbaba bajo el considerable peso del wookie.
Por otra parte, aquella mañana los dos habían ido al hangar de reparaciones caminando y no disponían de ningún otro vehículo que pudiera llevarlos hasta la fábrica asediada..., y tenían que ayudar. No había tiempo para llamar a un bantha. Jaina esperó que su hermano y sus amigos estuvieran bien.
Chewbacca dejó la moto aérea precariamente suspendida delante del hangar de reparaciones y llamó a la joven con un gesto de la mano para que subiera a ella. Jaina olvidó sus reservas y se instaló detrás del wookie. Encontró poco sitio para sentarse, y sus piernas todavía estaban cubiertas por la capa resbaladiza del lubricante derramado, por lo que estiró al máximo los brazos, tratando de rodear con ellos el ancho pecho de Chewie, y hundió los dedos en su espeso pelaje para no resbalar del sillín.
El peso añadido de Jaina hizo que la moto aérea descendiera un poco. Chewbacca dio más potencia al motor, y partieron. Aunque su avance era más rápido de lo que había esperado Jaina, el vehículo siguió perdiendo altura hasta que casi se encontraron rozando las frondosas copas de los árboles. El motor empezó a toser. Jaina pudo sentir cómo las punteras de sus botas rozaban las ramas más altas y sus hojas. El viento que soplaba en su cabellera la agitaba salvajemente, esparciendo los mechones en todas direcciones.
Jaina subió el pie para evitar una rama que sobresalía del dosel arbóreo y estuvo a punto de hacer volcar el pequeño vehículo aéreo. Pero Chewbacca percibió el repentino cambio producido en el equilibrio de la moto, y consiguió compensarlo desplazando su peso hacia la dirección opuesta. Jaina se aferró a su pelaje y volvió a erguirse con un suspiro de gratitud.
¿No podemos ir más deprisa? —gritó, pegando los labios a la oreja cubierta de pelos del wookie.
El corazón le latía a toda velocidad, y la fría brisa de su frenético vuelo evaporaba el sudor del miedo. El wookie respondió con un rugido, dejando claro que comprendía el peligro al que podían estarse enfrentando sus amigos.
Cuando llegaron al complejo de fabricación de ordenadores, Jaina apenas pudo dar crédito a sus ojos. Humaredas blanco grisáceas brotaban de media docena de ventanas y claraboyas de la fábrica. Ramas de árboles wroshyr ennegrecidas y astilladas yacían por todas partes como los juguetes rotos de un gigante malcriado. Los cazas imperiales todavía volaban en formación por los cielos, pero se estaban empequeñeciendo en la lejanía y se preparaban para volver a la órbita de la que habían llegado.
¿Ya ha terminado el ataque? —preguntó Jaina con incredulidad.
El rugido de Chewbacca fue como un eco de su sorpresa.
El wookie tuvo bastantes dificultades para controlar la moto aérea durante el descenso, y tanto él como Jaina acabaron saliendo despedidos de sus asientos cuando el vehículo se posó en el suelo. Sin molestarse en echar un vistazo a los golpes sufridos, los dos se incorporaron a toda prisa y corrieron hacia la entrada más cercana, llamando a gritos a Jacen, Bajie, Tenel Ka y Sirra.
En el interior de la fábrica reinaba el caos más absoluto. Los wookies corrían frenéticamente de un lado a otro aullando órdenes, apagando pequeños incendios, levantando la maquinaria volcada y ayudando a amigos heridos o atrapados. El olor de la madera quemada y el pelo chamuscado hirió las fosas nasales de Jaina como una repentina cuchillada. Una pálida humareda química le llenó los ojos de lágrimas, pero la mayoría de los incendios ya habían sido contenidos, y una brisa fresca entraba por las ventanas abiertas para disipar el humo.
Chewbacca lanzó un rugido de reconocimiento y echó a correr hacia su hermana Kallabow, la madre de Bajie y Sirra. La wookie estaba inclinada sobre otro trabajador herido y se ocupaba de sus heridas. Las hábiles manos de Kallabow habían rasurado el pelaje alrededor de un corte que sangraba, y lo habían cubierto con un vendaje coagulante.
La madre de Bajie alzó la cabeza, con sus ojos llenos de perplejidad abriéndose y cerrándose velozmente entre los rizados mechones de pelaje dorado rojizo, y ella y Chewbacca se enfrascaron en un veloz intercambio de ladridos. Jaina sólo comprendió algunas partes de la conversación, pero se enteró de lo suficiente para saber que el devastador ataque había terminado. Los imperiales habían atacado con la velocidad del rayo, causando enormes daños en las instalaciones..., pero al parecer su objetivo principal había sido saquear los almacenes de equipo y robar componentes de ordenador y sistemas de codificación.
Jaina se acordó de la incursión contra el crucero de aprovisionamiento de la Nueva República Inflexible llevada a cabo por Qorl, cuando el antiguo piloto de cazas TIE se adueñó de todo un cargamento de núcleos hiperimpulsores y baterías turboláser. No cabía duda de que el Segundo Imperio estaba planeando librar una guerra a gran escala..., y muy pronto.
Jaina se inclinó junto a Kallabow.
¿Ha visto a Bajie y a Sirra? Y a mi hermano Jacen, o tal vez a Tenel Ka...
La madre de Bajie respondió con toda una serie de ladridos, gruñidos y gemidos llenos de preocupación. Después extendió los brazos para indicar el pandemonio de que estaban rodeados, y luego puso una mano sobre el hombro de Jaina y le pidió que encontrara a sus hijos. Otro wookie gemía de dolor pasillo abajo. Kallabow, todavía un poco aturdida, parpadeó cansadamente y pasó junto a Jaina para ayudar a levantarse a aquella víctima del ataque.
Tenemos que encontrarlos —dijo Jaina, y Chewbacca asintió vigorosamente.
Chewie se adentró por los niveles interiores de la fábrica, ayudando allí donde podía y ladrando frases incomprensibles para Jaina. La joven, que nunca había sido el tipo de persona que se conforma con retorcerse las manos ante una emergencia, ayudó a vendar heridas leves y apagar pequeños incendios. De vez en cuando usaba la Fuerza para ayudar a musculosos wookies que trataban de apartar los restos de equipos destrozados. Pero cada vez que preguntaba por su hermano y sus amigos, sólo recibía respuestas llenas de ignorancia y confusión.
La cacofonía que la rodeaba se fue incrementando a cada momento que pasaba, reforzándose con una incomprensible mezcla de chillidos, aullidos y gruñidos wookies. La joven deseó que Teemedós hubiera estado allí para poder traducir todos aquellos matices. Notó que la cabeza le empezaba a dar vueltas de puro aturdimiento, y sintió un gran alivio cuando vio que Chewbacca estaba llamándola con un gesto de la mano para que le ayudara a atender a una ingeniero herida.
¿Qué has averiguado? —preguntó, mordiéndose el labio inferior.
La ingeniero herida habló con un hilo de voz, produciendo un curioso sonido que estaba a medio camino entre el jadeo y el ronroneo. Jaina, que seguía sin poder entender nada, se volvió hacia Chewbacca para pedirle que le hiciera de intérprete. La ironía de la situación tal vez podría haberle parecido divertida si las circunstancias no hubieran sido tan serias.
Chewbacca se lo explicó lo suficientemente despacio para que Jaina pudiera entender lo ocurrido. La ingeniero había visto a los dos jóvenes wookies y dos visitantes humanos corriendo por el pasillo detrás de ella. Poco después, también había visto a algunos atacantes imperiales en el mismo pasillo: había soldados de las tropas de asalto y humanos que llevaban capas oscuras.
¿Hay alguna salida en esa dirección? —preguntó Jaina, sintiendo una repentina esperanza—. ¿Pueden haber escapado?
La ingeniero meneó la cabeza. No había ninguna salida, sólo trampillas de mantenimiento que daban a la selva impenetrable y llena de peligros que se extendía por debajo de ellos.
Trampillas...
Chewie acabó de vendar las heridas de la ingeniero, le dio las gracias y fue a toda prisa por el pasillo que les había señalado. Jaina frenó su carrera de repente, deteniéndose justo delante de un gran agujero abierto en el suelo por un haz desintegrador: el disparo había arrancado de sus goznes la escotilla de acceso. Chewbacca tuvo que tirar de ella para hacerla retroceder y evitar que la joven se precipitara al vacío. El wookie gruñó y olisqueó los bordes quemados del metal.
Jaina asintió.
Si, esto parece obra de los soldados de las tropas de asalto. Debieron de pensar que las trampillas tenían que ser más anchas e hicieron un trabajito de remodelación. —Dejó escapar lentamente el aire que había estado conteniendo en sus pulmones e intentó calmarse—. Bajie nos explicó lo peligrosos que son esos niveles inferiores de la selva. Pero supongo que eso no los detuvo.
Chewie abrió un compartimento de emergencia de la pared. El wookie sacó de él dos mochilas llenas de suministros, y arrojó una a Jaina. Después señaló el agujero del suelo y emitió un gruñido apenas audible.
Tienes razón, claro —dijo Jaina—. ¿A qué estamos esperando? —La joven clavó la mirada en la oscuridad inferior, que era tan negra como la tinta—. Es tu jungla —añadió después—. Supongo que será mejor que vayas delante.
16

Bajocca sintió cómo su corazón se contraía bajo las garras del miedo primigenio dentro de su peludo pecho. El joven wookie había sabido desde su infancia lo peligroso que era descender a las profundidades de las junglas salvajes e indómitas de Kashyyyk. Aquellos niveles inferiores sumidos en la oscuridad solían resultar mortíferos incluso para quienes entraban en ellos contando con la ventaja de las armas y el entrenamiento.
Nadie iba a los niveles inferiores voluntariamente..., pero con Zekk, Vonnda Ra y los soldados de las tropas de asalto detrás de ellos, Bajie sabía que la jungla primigenia era su única esperanza.
La última vez que se había atrevido a abandonar la seguridad de las ciudades arbóreas había sido para ir en busca de las lustrosas fibras de la planta syrena, con las que tejió su preciado cinturón. Bajie había pensado que era muy valiente por haber conseguido llevar a cabo aquella arriesgada empresa en solitario.
Raaba, la amiga de Sirra, también había ido a la jungla sola..., porque Bajie lo había hecho antes. Sin embargo, y a pesar de sus habilidades y su valor, la joven wookie de oscuro pelaje jamás había regresado. Pero aquella vez Bajie no estaba solo. Él y sus amigos se enfrentarían juntos a cualquier peligro que les reservara la selva.
Podía oír el estrépito de las botas y los chasquidos de las ramitas partiéndose encima de él y a su espalda mientras los imperiales acorazados seguían su rastro, paseando los potentes haces de sus iluminadores por los húmedos niveles de la noche eterna y asustando a criaturas exóticas que nunca habían visto la luz del día. Unos cuantos disparos hechos al azar resonaron entre la espesura cuando los soldados de las tropas de asalto aniquilaron a varios animales de la selva. Las hojas quemadas ardieron durante unos momentos, y después se apagaron con una última nubécula de humo.
Bajie y Sirra hacían cuanto podían para guiar a Jacen y Tenel Ka, y utilizaban su visión wookie adaptada a la oscuridad para encontrar ramas anchas y sólidas en los troncos de los árboles wroshyr. Jadeando a causa de aquel esfuerzo desesperado, Bajie logró emitir un ladrido de ánimo. Los cuatro amigos siguieron avanzando casi a ciegas, sin ningún destino determinado y sabiendo únicamente que debían seguir adelante si querían despistar a sus perseguidores en el laberinto del submundo selvático.
Los círculos amarillos de los sensores ópticos de Teemedós proyectaban su claridad sobre la penumbra. Los fugitivos no podían permitirse ninguna iluminación más intensa.
Tenga mucho cuidado con esas ramas, amo Bajocca —dijo el androide mientras una ramita arañaba su carcasa—. No me gustaría nada que una de ellas me arrancara de su cintura y me hiciera caer al vacío. No sé si recordará que eso ya me ocurrió en una ocasión, y fue una experiencia espantosamente desagradable.
Bajie soltó un gemido ahogado, y se acordó de aquel percance sufrido en Yavin 4. Perder al androide traductor también había causado otros problemas, dado que en la Academia Jedi nadie había podido entender las advertencias de Bajie cuando consiguió volver para decirles que Jacen y Jaina habían sido capturados por Qorl, el antiguo piloto de cazas TIE.
Un rayo cegador atravesó la oscuridad detrás de ellos, y las ramas crujieron cuando los soldados de las tropas de asalto volvieron a abrir fuego. Bajie se agachó instintivamente, y Sirra se dejó caer sobre una rama inferior sin comprobar su solidez antes. Los haces desintegradores ardieron a través de la jungla, creando repentinas erupciones de llamas y espesas humaredas.
¡Eh, tened cuidado! —gritó Jacen.
Tenel Ka se agarró a una rama y descendió hasta reunirse con Sirra.
¡Por aquí! —dijo—. Estaremos más protegidos.
Bajie saltó hacia ella con un brazo alrededor de la cintura de Jacen, y después echó a correr sobre las ramas cubiertas de musgo. A medida que se iban alejando del calor y la luz del sol, cada nivel de la selva tenía un ecosistema distinto compuesto por plataformas de lianas entrelazadas, ramas que crecían unas junto a otras y acumulaciones de materia vegetal medio podrida en las que florecían otras plantas que lo llenaban todo de hongos, líquenes y flores extrañamente viscosas. Miles de insectos, roedores, pájaros y reptiles huían de los sonidos producidos por los intrusos.
Bajie se volvió hacia los demás y les gruñó que fueran detrás de él. Corriendo velozmente sobre sus planos pies de wookie, Bajie arrugó su negra nariz y olisqueó aquella atmósfera saturada de olores. Sus fosas nasales temblaron al percibir un olor aterrador..., un olor que ya había captado en el pasado. Aquel olor brotaba de una criatura que estuvo a punto de acabar con él.
La débil claridad de los sensores ópticos de Teemedós permitió que Bajie pudiera distinguir las fauces abiertas de una planta syrena. Los lustrosos pétalos amarillos que se extendían sobre el tallo color rojo sangre parecían una boca abierta que aguardase la llegada de la comida. La planta había echado raíces en un hueco entre dos ramas que brotaban del mismo punto del árbol, y se alimentaba con los moradores de aquel nivel de la selva. Las fibras relucientes que formaban una especie de penacho en el centro de la flor carnívora brillaban con un tentador despliegue de colores, mientras que un aroma delicioso traía a las víctimas, que no sospechaban cuál iba a ser su espantoso destino.
Sirra también olisqueó el aire junto a él y captó la proximidad de la mortífera planta. La joven wookie dejó escapar un gruñido de expectación, y su pelaje curiosamente rasurado se erizó. Pero Bajie le puso una mano en el brazo, meneó la cabeza y después la sujetó firmemente por el brazo. Sabía que su hermana quería hacerse con las preciadas fibras de la planta syrena y demostrar su valor lo más pronto posible.
Sirra respondió con un gruñido de desilusión, pero estaba claro que comprendía cuáles eran sus prioridades. Detrás de ellos, y a unos cuantos niveles por encima, los soldados de las tropas de asalto que perseguían a los cuatro compañeros volvieron a disparar, esta vez contra alguna criatura de gran tamaño que estaba avanzando ruidosamente por los niveles arbóreos.
Era demasiado peligroso. Los imperiales se encontraban demasiado cerca.
Sirra abrió la marcha con un nuevo gruñido, y Bajie fue guiando a sus amigos detrás de ella.
Tenel Ka corría a través del laberinto de ramaje, agachando la cabeza para evitar que sus trenzas dorado rojizas se engancharan en espinos o ramas bajas, y disfrutaba de aquel ejercicio que estaba obligando a su cuerpo a dar el máximo de sí mismo. Pero hubiese preferido poder hacerlo sin la amenaza de una muerte súbita surgida del cañón del desintegrador de un soldado de las tropas de asalto.
Su coraza de escamas de reptil sólo le cubría el torso, y no podía proteger sus miembros de los arañazos y las picaduras de los insectos..., pero la joven guerrera no se dejó distraer por molestias tan insignificantes.
Mientras los compañeros continuaban internándose en la jungla, Tenel Ka trató de conservar el equilibrio y cuidar de su amigo Jacen. El joven poseía una considerable habilidad natural para detectar la presencia de formas de vida extrañas, pero sus capacidades físicas eran inferiores a las de Tenel Ka. Aquello era una persecución, una cacería. En la selva, Tenel Ka se hallaba en su elemento natural.
Pero en aquel momento Tenel Ka no era la cazadora, sino la presa.
Su incapacidad para poder ver algo a través de las sombras de la selva había agudizado sus reflejos. La espada de luz podría haber iluminado su camino, pero Tenel Ka no se atrevía a activarla por miedo a atraer la atención sobre su posición. Tenía que concentrarse en seguir corriendo, y no podía hacer nada más.
La joven guerrera de Dathomir podía percibir los peligros que acechaban a su alrededor, y se dio cuenta de que se iban volviendo más temibles y amenazadores a medida que saltaban de un nivel al siguiente, descendiendo hacia capas cada vez más frondosas de espesura primordial. Tenel Ka también se dio cuenta de que los dos wookies percibían la creciente amenaza: Bajie y Sirra se estaban moviendo con más cautela que antes, sosteniéndose el uno al otro mientras utilizaban su visión nocturna para elegir un camino.
Los wookies, jadeando y gruñendo, se detuvieron para recuperar el aliento en una especie de intersección despejada donde se unían varias ramas muy gruesas. Jacen se dejó caer sobre una rama junto a Tenel Ka, totalmente exhausto. Los cuatro sabían que no podían estar parados durante mucho rato.
Tenel Ka permaneció de pie durante aquel breve descanso. La joven guerrera fue girando en un lento círculo, con sus ojos color gris granito entrecerrados, manteniéndose agudamente atenta a cualquier posible movimiento que pudiera indicar la proximidad de algún depredador al acecho en los árboles cercanos. Sus sentidos Jedi no detectaron la presencia de ningún animal peligroso, y sólo percibieron aquel vago cosquilleo de amenaza subyacente que se iba volviendo más y más intenso.
Y de repente un tentáculo vegetal tan duro como el cuero se enroscó alrededor de la cintura de Tenel Ka y se tensó en un veloz apretón. Delgadas espinas atravesaron su coraza de pieles de reptil para hundirse en su carne. La joven guerrera gritó..., y de repente el aire pareció cobrar vida a su alrededor en un súbito estallido de lianas convulsas que cayeron sobre ellos.
Los dos wookies aullaron y se debatieron. Jacen chilló. Las lianas espinosas tiraron de él hasta dejarlo suspendido en el aire mientras Jacen pataleaba y agitaba las manos. Un instante después Tenel Ka empuñó su espada de luz y activó la hoja color turquesa, decidiendo ignorar la amenaza de revelar su posición a los soldados de las tropas de asalto que ello suponía. Su brazo se movió en un veloz tajo lateral y cortó las lianas que le rodeaban la cintura.
Jacen volvió a chillar y también consiguió empuñar su espada de luz. La alzó por encima de su cabeza y descargó la hoja de energía sobre los tallos de aquella temible planta con un siseante sonido líquido. El olor a especias de la savia quemada impregnó repentinamente el aire.
Bajocca rugió y activó su arma Jedi, golpeando a derecha e izquierda con la hoja de energía color bronce fundido. Varios tentáculos ávidos de presas serpentearon hacia él. La planta quería elevar al wookie hasta el sitio en el que la masa principal de las lianas se unía en una abertura cavernosa, un oscuro orificio del que brotaba un ruido como el que podrían haber producido varias rocas chocando unas con otras, y arrastrarlo hasta esas fauces babeantes que estaban dispuestos a triturarlos y convertirlos en fragmentos digeribles.
Dos de las lianas lograron caer sobre Sirrakuk y se deslizaron alrededor de sus brazos. La hermana de Bajie mostró sus agudos colmillos de wookie y, tensando sus poderosos músculos, arrancó las lianas de su tallo central en un impresionante despliegue de fuerza bruta. La planta no pareció darse cuenta: siguió agitando sus tentáculos, y sus fauces abiertas continuaron debatiéndose en aquel movimiento de trituración.
Las hojas resplandecientes de tres espadas de luz cortaron los tentáculos en cuestión de segundos, y sólo dejaron muñones que se retorcían encima de la voraz criatura vegetal.
¡Hemos escapado! —exclamó Teemedós—. ¡Oh, qué maravilla!
Es un hecho comprobado —asintió Tenel Ka. La joven guerrera examinó los verdugones rojizos y los arañazos ensangrentados que le había infligido la planta durante la batalla, y después alzó la mirada hacia el siguiente nivel de ramas—. Pero nuestras espadas de luz han atraído al enemigo.
Los demás se volvieron para seguir la dirección de su mirada. En las ramas que se extendían por encima de ellos, y rodeando por completo al grupo, había un contingente de soldados de las tropas de asalto armados hasta los dientes cuyos desintegradores apuntaban a los jóvenes Caballeros Jedi.
Jacen desactivó el haz esmeralda de su espada de luz y se acuclilló sobre la rama, respirando entrecortadamente mientras recorría con la mirada el círculo de soldados de las tropas de asalto inmóviles a su alrededor. En otras circunstancias, el submundo de Kashyyyk le habría parecido fascinante, lleno como estaba de insectos y árboles, helechos, lianas, flores, lagartos... Aquel lugar le ofrecía un millón de nuevas mascotas que inspeccionar para dejarlas en libertad después. Muchas de las formas de vida eran incomprensibles, y no se parecían a ninguna de las que había conocido hasta aquel momento. Incluso entonces, con los soldados de las tropas de asalto inmóviles como pálidas estatuas encima de él, con sus desintegradores preparados para hacer fuego y apuntándole, Jacen podía percibir la presencia de todas aquellas criaturas ocultas cerca de él.
Jacen se fijó en un gran trozo de corteza, que relucía con un brillo líquido junto a un soldado que se había apostado al lado de una rama medio podrida. Era como si hubiese una enorme lengua moteada curvada alrededor del árbol, y debajo de aquella lustrosa viscosidad había un leve movimiento a nivel celular.
Dos nuevas siluetas se reunieron con los soldados de las tropas de asalto. La ominosa Hermana de la Noche Vonnda Ra, con sus fuertes músculos, anchos hombros y reluciente coraza de escamas de reptil, se alzó junto a Zekk, que llevaba la oscura cabellera pulcramente recogida en la nuca mediante una tira de cuero y cuya ondulante capa forrada de carmesí no había sufrido ningún daño a pesar del roce con las ramas y las hojas. Los soldados de las tropas de asalto conectaron sus iluminadores y dirigieron el resplandor de las varillas hacia abajo.
Estáis atrapados, mocosos Jedi —exclamó Vonnda Ra—. Ver cómo os arrastráis suplicando que se os perdone la vida podría resultar divertido..., pero puedo aseguraros que no os serviría de nada.
No tenemos ninguna intención de arrastrarnos —dijo Tenel Ka, y la Hermana de la Noche fulminó con la mirada a la joven guerrera de Dathomir.
Jacen concentró su atención en la misteriosa mancha oscura de aspecto resbaladizo que se curvaba alrededor de la rama. Parecía un río de cuero mojado, y a medida que se fue concentrando más y más, el joven percibió una débil consciencia y captó la presencia de un cerebro rudimentario que apenas era algo más que un conjunto de reflejos. Pero en aquel momento Jacen no necesitaba nada más que esos reflejos.
Siento que todo tenga que terminar así —dijo Zekk—, pero ahora debo fidelidad al Segundo Imperio, y sois mis enemigos jurados. Ya no puedo seguir negándolo por más tiempo. Ésa fue mi elección.
A pesar de sus palabras, la expresión de abatimiento que había en su rostro delgado de pómulos muy marcados y el brillo de preocupación de sus verdes ojos indicaron a Jacen lo afectado que se sentía en realidad.
Un soldado de las tropas de asalto se hizo a un lado para tener una línea de tiro más despejada.
Jacen siguió su movimiento con los ojos. «Un poquito más, sólo un poquito más...»
Quizá envió el pensamiento junto con un zarcillo de la Fuerza, pues el soldado de las tropas de asalto llegó a dar un paso más. Su pesada bota cayó sobre aquella sustancia de aspecto húmedo y viscoso.
Y la criatura reaccionó sin ninguna advertencia previa.
Una masa aleteante de carne húmeda y viscosa que" tenía la forma de una monstruosa oruga se alzó del lugar en el que había estado durmiendo. El movimiento hizo que el soldado perdiera el equilibrio, derribándolo de la rama y precipitándolo hacia las profundidades del bosque para perderse en ellas con un interminable alarido.
La enorme oruga continuó alzándose más y más y más, balanceándose de un lado a otro con un ensordecedor ruido de chapoteo y derribando a otros dos soldados de sus posiciones. Los soldados imperiales sucumbieron a la confusión, y empezaron a gritar y disparar.
Jacen hizo un desesperado esfuerzo para enviar un pensamiento a la criatura, identificando a los guardias de corazas blancas como el enemigo e introduciendo en su primitivo cerebro la idea de que Jacen, los dos wookies y Tenel Ka eran amigos de aquel ser casi totalmente carente de inteligencia.
Los soldados de las tropas de asalto abrieron fuego contra el monstruo, pero los haces desintegradores no parecieron producir ningún efecto superior al de una leve molestia que lo enfureció. Las ramas crujieron y se partieron. Los haces de energía rebotaron locamente por toda la selva mientras la gigantesca oruga proseguía su ataque reflejo.
Jacen se había quedado inmóvil, fascinado por la batalla y por toda la destrucción que ya había causado la bestia. Zekk y Vonnda Ra gritaban órdenes contradictorias.
El impacto del cuerpo de Tenel Ka sacó a Jacen de su estupor y lo arrojó a un lado. Un haz desintegrador pasó rozándole mientras Tenel Ka se envolvía el brazo con una liana, agarraba a Jacen por la cintura y se lanzaba hacia una rama inferior. Los dos wookies ya estaban huyendo velozmente por delante de ellos.
Aprovechando rápidamente la diversión, los jóvenes Caballeros Jedi siguieron descendiendo..., en una caída interminable hasta el fondo de los niveles inferiores de la jungla.
17

La oscuridad de la selva era tan espesa que Jaina prácticamente podía saborearla. Seguía al ágil Chewbacca más gracias al sonido que por cualquier otro sentido, y descubrió que estaba empezando a confiar cada vez más en la Fuerza para guiar sus manos y sus pies. El aire estaba más frío allí que debajo del dosel de vegetación. Jaina se estremeció, aunque dudaba de que eso fuese totalmente debido al descenso de la temperatura.
Chewie abría la marcha sin ninguna vacilación gracias a su aguda vista de wookie. De vez en cuando ladraba una advertencia para prevenirla de la presencia de una rama menos sólida de lo habitual o una extensión de musgo resbaladizo. Ninguno de los dos se esforzaba demasiado por no hacer ruido: su única preocupación era alcanzar a sus amigos antes de que fuese demasiado tarde.
Los ojos de Jaina se fueron acostumbrando a la oscuridad lo suficiente para que pudiera distinguir las borrosas siluetas de los troncos de los árboles, masas negras que se recortaban contra el gris del cielo. Eso no la ayudaba mucho a la hora de avanzar, pero siempre servía de algo. Chewbacca emitió un resoplido ahogado y soltó un suave ladrido de triunfo.
¿Vinieron por esta dirección? —preguntó Jaina,
El wookie respondió con un chillido afirmativo. Sus olores estaban allí. Chewbacca detectaba cuatro..., no, cinco rastros olfativos, así como un débil olor a metal. Jaina decidió que debía de estar captando el olor de Teemedós. Chewie soltó un gruñido gutural y explicó que también estaba percibiendo otros olores: plastiacero, ramas quemadas y el olor a tormenta del ozono producido por las descargas desintegradoras.
Jaina sintió que el corazón le daba un vuelco.
No cabe duda de que parece como si las Hermanas de la Noche hubieran traído soldados de las tropas de asalto aquí abajo con ellas —comentó.
Chewie incrementó la velocidad y empezó a seguir aquel nuevo rastro. En un momento dado, Jaina calculó mal su siguiente paso y estuvo a punto de caer por entre un par de ramas que estaban más separadas de lo que había pensado.
Apenas puedo ver, Chewie —dijo.
El wookie se detuvo durante unos momentos con un resoplido de comprensión, hurgó en la mochila de emergencia que había cogido en la fábrica y sacó de ella un pequeño recipiente hecho con rejilla metálica. Jaina reconoció un reclamo para fomoscas. El wookie rompió el sello.
Unos momentos después, como si los puntitos luminosos se hubieran materializado directamente a partir del aire, la superficie del reclamo estaba cubierta de diminutos insectos fosforescentes. Chewbacca colgó el reclamo de una tira de cuero en la cintura de Jaina. La «luz» proyectaba una claridad rosada que ondulaba delante de ella como la cola de un cometa con cada uno de los movimientos de la joven.
Chewbacca señaló hacia abajo, indicando una rama recién quemada y las señales oscuras dejadas por los disparos. Los demás habían ido por allí.
Tienes razón —dijo Jaina—. Puedo sentir su presencia delante de nosotros y no muy lejos.
El wookie la ayudó a cruzar la brecha en la vegetación y reanudaron su descenso. Jaina fue bajando lentamente detrás del wookie, observando con más atención los asideros y lugares donde se podían poner los pies gracias al resplandor de las fomoscas que iluminaban su camino. Una vaga sensación de inexplicable temor fue creciendo en su interior a medida que iban descendiendo un nivel detrás de otro. Jaina podía sentir el peso opresivo y asfixiante de la jungla que se extendía por encima de sus cabezas.
Depredadores invisibles avanzaban a grandes saltos sobre las ramas llenas de hojas en persecución de sus presas. Los gritos de las víctimas caídas en aquella interminable cacería resonaban por el laberinto del ramaje. Criaturas todavía más pequeñas trinaban, zumbaban y parloteaban. A juzgar por los sonidos que producían, Jaina pensó que ninguna de ellas parecía amistosa.
Jaina sabía que sus amigos eran grandes combatientes, pero también sabía que incluso Bajie, el más fuerte de todos ellos, temía las junglas de Kashyyyk. Por sí solo eso ya era un motivo de preocupación, pero los jóvenes Caballeros Jedi y Sirra tenían algo más que temer aparte de las mortíferas plantas y animales que moraban en los niveles inferiores de la jungla.
Jaina tuvo el presentimiento de que estaba a punto de ocurrir algo terrible.
¡No hay tiempo que perder! —dijo con voz apremiante.
Apretó el paso. Chewbacca percibió su preocupación y la imitó, tomándose el tiempo justo para poner los pies en una rama antes de saltar a una más baja.
Jaina oyó un grito lejano, una voz humana que parecía estar llena de terror y que se confundió con los sonidos de la selva. Cuando se detuvo para mirar en esa dirección, vio destellos luminosos y oyó el siseo chisporroteante de un rifle desintegrador.,
Y entonces la rama medio podrida sobre la que había puesto los pies crujió y amenazó con partirse. Su apresuramiento había hecho que Jaina no se tomara la molestia de inspeccionar la rama antes de subirse a ella. Chewbacca giró sobre sus talones y alargó el brazo para ponerla a salvo sobre una rama más gruesa que se encontraba más cerca del tronco. Jaina se debatió frenéticamente en un desesperado intento de recobrar el equilibrio.
Pero todo aquel lado del árbol wroshyr debía de haber quedado debilitado por la podredumbre o alguna enfermedad, pues la rama sobre la que se encontraba el corpulento wookie también cedió en ese mismo instante. La madera se partió con un ruidoso chasquido y dejó de sostener su peso.
Con la boca abierta en un alarido silencioso, Jaina vio cómo Chewbacca caía en el vacío, precipitándose ruidosamente hacia la oscuridad inferior.
18

Zekk, agotado, se quedó inmóvil con la espada de luz todavía empuñada en su sudorosa mano. La atmósfera húmeda y sofocante del submundo empezaba a parecerle casi irrespirable.
Los despojos humeantes de la gigantesca oruga, que había quedado hecha pedazos, yacían esparcidos sobre las ramas. La mucosidad quemada que había brotado de su cuerpo ardía desprendiendo un terrible hedor. Pequeños incendios provocados por los haces desintegradores que habían prendido fuego a algunas zonas del denso follaje crujían y siseaban a su alrededor. Los soldados de las tropas de asalto supervivientes intercambiaban gritos por los comunicadores de sus cascos, completando la evaluación de los daños sufridos.
Vonnda Ra temblaba, con la mandíbula apretada y el rostro muy tenso, como si la furia a la que había dado rienda suelta para combatir al monstruo la hubiera dejado inexplicablemente agotada. Se suponía que las nuevas Hermanas de la Noche eran inmunes a los efectos físicos nocivos de los poderes maléficos que invocaban, pero la tremenda batalla que Vonnda Ra, Zekk y los soldados de las tropas de asalto habían librado contra aquella oruga sin mente la había dejado exhausta y envejecida.
Zekk apoyó la espalda en un tronco y sintió el suave roce del musgo azul mezclado con el contacto viscoso de líquido que había brotado de las heridas de la oruga.
Sólo les quedaban cuatro soldados de las tropas de asalto. La oruga había aplastado a los demás o los había arrojado a las profundidades invisibles de los niveles inferiores. Restos de la criatura muerta se fueron desprendiendo de las ramas más gruesas, descendiendo en un lento rezumar hacia los roedores y carroñeros, que no tardaron en agitarse por toda la oscuridad en un salvaje frenesí alimentario.
Zekk oyó un ruido sordo y el crujido de ramitas que se partían muy lejos de ellos. Un repentino cosquilleo percibido a través de sus sentidos de la Fuerza le indicó que estaban siendo seguidos por dos criaturas inteligentes que intentaban alcanzarlos..., y Zekk identificó a uno de los perseguidores. El joven, confuso y asombrado, abrió y cerró sus verdes ojos entre las sombras del bosque y desplegó el poder concentrado de sus sentidos.
Es Jaina Solo —le dijo a Vonnda Ra—. Está detrás de nosotros, y viene hacia aquí.
Zekk plantó firmemente sus negras botas sobre la rama. Tenía que elegir, pero no podía hacerlo. Después de todas las promesas de Brakiss, nunca había pensado que le iba a resultar tan difícil.
Jacen, Bajocca, Sirra y Tenel Ka habían conseguido escapar a la persecución imperial y huían por delante de ellos..., pero Jaina, que no sabía nada de lo ocurrido, venía directamente hacia allí. Zekk tendría que enfrentarse con ella.
Debemos dividirnos —dijo—. Yo volveré por donde hemos venido y detendré a Jaina. Los demás continuaréis persiguiendo a los otros.
Sí. —Vonnda Ra clavó la mirada en el laberinto de la selva. La Hermana de la Noche hervía de rabia—. ¡Haré que paguen lo que nos han hecho!
Con un gesto de su mano parecida a una garra, la Hermana de la Noche y los soldados de las tropas de asalto supervivientes partieron en pos de los jóvenes Caballeros Jedi.
Jacen intentaba no perder de vista a sus compañeros, pero aquel nivel de las profundidades de la jungla se había vuelto tan oscuro que tenía la sensación de estar nadando en un lago de tinta. Por fin, y de manera sorprendente, los abismos selváticos empezaron a brillar con el resplandor iridiscente de un nuevo prodigio. Jacen se encontró contemplando la fría iluminación de organismos fosforescentes, insectos luminosos, hongos palpitantes y líquenes que desprendían una luz química desprovista de calor y disipaban la asfixiante oscuridad.
El joven miró a su alrededor y pudo ver un centelleo parecido al de la luz estelar en las ramas y las hojas, como si —en vez de estar en los niveles inferiores de una frondosa jungla— se hallara en una llanura bajo un cielo nocturno totalmente despejado. Jacen pensó que era un espectáculo impresionante, y puso la mano sobre la cálida y suave piel del brazo de Tenel Ka para atraer su atención. La inmensidad de aquel despliegue de luces resultaba abrumadora. Nunca había imaginado que llegaría a vivir una experiencia tan maravillosa en aquellas oscuras profundidades.
Y mientras él y Tenel Ka alzaban la mirada para compartir en silencio aquella experiencia, una ráfaga de haces desintegradores atravesó la jungla como un inesperado estallido de fuegos artificiales. Un globo de llamas al rojo blanco avanzó hacia ellos con la vertiginosa velocidad de un meteoro: los soldados de las tropas de asalto habían lanzado una superbengala que proyectaba chorros de luz en todas direcciones.
La superbengala acabó chocando con el tronco de un árbol cercano y quedó alojada en él como un sol diminuto, siseando y crujiendo mientras continuaba ardiendo con su potente resplandor. La repentina claridad dio contornos más nítidos a las sombras e impregnó el aire húmedo de la selva con una luz fantasmagórica, desvaneciendo las capas de oscuridad que lo habían envuelto todo hasta aquel momento.
Jacen, consternado, vio que había cuatro soldados de las tropas de asalto de pie encima de una gruesa rama y que estaban apuntando con sus armas a los agotados estudiantes Jedi, aunque el resplandor de la bola de fuego también los había dejado deslumbrados.
Tenel Ka apartó a Jacen de un empujón.
¡Escóndete! —le gritó.
La joven guerrera echó a correr por las gruesas ramas. Jacen se agachó justo a tiempo de esquivar un haz desintegrador que arrancó un humeante trozo de madera por encima de su cabeza.
Un crujido entre las ramas le indicó que Bajie y Sirra también habían huido. Jacen oyó ruidos producidos por otro cuerpo, pero sólo podía ver a los cuatro soldados de las tropas de asalto. Se preguntó si podría ser Zekk..., y también se preguntó si aquel joven de cabellos oscuros que había sido su amigo tendría alguna compasión de ellos.
Oh, por todos los rayos desintegradores —exclamó mientras otro haz de energía desgarraba el aire demasiado cerca de él—. ¡Ja! Ni lo sueñes, chico —murmuró para sí mismo.
El parpadeo estroboscópico de los disparos sólo le permitió discernir una nube de colores que bailoteaba delante de sus ojos doloridos. Después entrevió el veloz movimiento de una esbelta silueta que hizo aparecer repentinamente una deslumbrante hoja de energía color turquesa: era Tenel Ka con su espada de luz... ¡y se encontraba justo debajo de los cuatro soldados de las tropas de asalto!
Los soldados imperiales también la vieron. Lanzaron gritos llenos de excitación y dirigieron sus armas hacia ella..., pero demasiado tarde.
Tenel Ka cortó la rama que sostenía a los soldados con un solo mandoble de su hoja de energía. Su espada de luz, hecha con un diente de rancor, llameó, y chorros de chispas salieron despedidos en todas direcciones mientras la hoja atravesaba aquella rama que tenía siglos de edad.
Tenel Ka se echó a un lado para esquivar la rama. La madera crujió y las lianas se partieron, y las hojas fueron arrancadas de sus tallos bajo el enorme peso de los sorprendidos soldados imperiales. Los cuatro dispararon al azar, intercambiando gritos incoherentes y llenos de pánico por los comunicadores de sus cascos mientras empezaban a precipitarse hacia el suelo de la selva. Los cuatro soldados de las tropas de asalto cayeron a sus muertes, con sus rifles desintegradores todavía escupiendo haces de energía.
Tenel Ka desactivó su espada de luz y se la colgó del cinturón con una mueca de salvaje satisfacción en el rostro. Jacen se volvió hacia ella y obsequió a la joven guerrera con un aplauso silencioso.
Más abajo, en el refugio que ofrecía el tronco retorcido y nudoso de un árbol, Bajocca estaba agazapado junto a su hermana Sirra cuando la gruesa rama, con los cuatro infortunados soldados de las tropas de asalto encima, pasó velozmente junto a ellos y se precipitó en la oscuridad. Los ojos adaptados a las tinieblas del joven wookie le permitieron ver que Sirra olisqueaba el aire, dando la impresión de que esperaba que ocurriese algo.
Sirra parecía estar obsesionada con la idea de estudiar la atmósfera y examinar los alrededores. Un instante después Bajie percibió una débil vaharada de un nuevo olor: era el cosquilleante y aterrador aroma de una planta syrena, un ejemplar de gran tamaño que se encontraba debajo de ellos.
El joven wookie soltó un gemido ahogado y recorrió la zona con sus ojos dorados hasta que vio la monstruosa flor carnívora entre la espesa vegetación del suelo, con sus lustrosos pétalos amarillos desplegados y el tallo central rojo como la sangre que emitía aquel perfume tan tentador. Sirra avanzó cautelosamente hasta quedar encima de la peligrosa planta, y después empezó a buscar una manera de llegar hasta ella que no la pusiese en peligro.
Y entonces Vonnda Ra surgió repentinamente de la nada y cayó sobre Bajie, con sus manos emitiendo chisporroteos y rayos de fuerza maléfica. Chorros de electricidad recorrieron el cuerpo de Bajie, y su pelaje empezó a humear mientras el joven wookie, aturdido y desorientado, retrocedía tambaleándose y lanzaba un rugido ensordecedor.
Sirra se unió a la contienda en un terrible remolino de garras y dientes, enseñando sus temibles colmillos de wookie. Sus fuertes brazos apartaron a Vonnda Ra de su hermano. La Hermana de la Noche se volvió hacia Sirra y le lanzó uno de sus rayos siseantes de poder maléfico.
Sirra soltó un chillido de dolor y se tambaleó, y después recuperó las fuerzas y se impulsó con los potentes músculos de sus piernas para caer sobre Vonnda Ra. Las dos se deslizaron por la resbaladiza rama cubierta de musgo y acabaron saliendo de ella, sin dejar de luchar ni un solo instante.
Sirra y Vonnda Ra cayeron al vacío.
Bajie lanzó un aullido de desesperación mientras las dos combatientes se precipitaban directamente hacia las fauces de la planta syrena.
Sirra continuó debatiéndose y luchando mientras caían, y consiguió colocarse encima de su enemiga. Con un impacto lo suficientemente potente para dejar sin aliento a un gundark, la joven wookie y la Hermana de la Noche se estrellaron contra los enormes pétalos mortíferos. La espalda de Vonnda Ra chocó con los tejidos blandos y altamente sensibles del interior de las fauces de la planta syrena. Sirra se incorporó de un salto al instante, pero los gigantescos pétalos se juntaron en una ávida acción refleja.
Bajie saltó de la rama con un rugido, ardiendo en deseos de hacer algo. El joven wookie concentró su atención en los lustrosos pétalos, que ya habían empezado a contraerse y se iban doblando sobre sus nuevas víctimas. Jacen y Tenel Ka empezaron a gritar desde la rama más alta en la que se encontraban.
Vonnda Ra se removió mientras la presa de la planta se volvía aún más firme. Bajie vio cómo la cabeza de su hermana desaparecía debajo de aquellos gruesos pétalos llenos de fibras musculares. Sólo un brazo de pelaje minuciosamente recortado quedó visible, sobresaliendo por entre las letales fauces de la flor.
Bajie llegó a la planta syrena, agarró los pétalos duros como el cuero con sus manos y hundió sus garras en ella para empezar a tirar con todas sus fuerzas. Las raíces de la planta se removieron, hundiéndose más profundamente en el blando suelo de la selva.
Bajie no se atrevía a activar su espada de luz y hacer pedazos a la planta porque sabía que eso mataría a su hermana con tanta seguridad como iba a hacerlo la planta. El joven wookie tiró, gimiendo y jadeando, y los pétalos sellados se separaron ligeramente. La planta syrena emitió un áspero gorgoteo. La mano de Sirra seguía asomando de la abertura, flexionándose y retorciéndose, como si estuviera padeciendo terribles dolores.
Mientras Jacen se agarraba a una liana y empezaba a bajar, Tenel Ka aterrizó de un ágil salto junto a Bajie, con uno de sus cuchillos arrojadizos en la mano. La joven guerrera empezó a clavar la hoja en el resistente muro vegetal, pero su cuchillo no podía atravesar aquella piel tan dura.
Y un instante después un repentino estallido de rayos negros y estática surgido del interior hizo que la planta se convulsionara. Los pétalos se abrieron de golpe, como en un espasmo de agonía. Vonnda Ra intentó incorporarse, rechinando los dientes y con los ojos iluminados por el poderío llameante de la Fuerza Oscura acumulada en su interior. Bajie aprovechó aquella oportunidad para meter las manos dentro de la planta, agarrar a Sirra y tirar de ella.
Respirando entrecortadamente, la joven wookie se deslizó tan rápidamente como pudo sobre los resbaladizos y temblorosos pétalos. Tenel Ka alargó la mano hacia el brazo extendido de Sirra y tiró de él. La planta syrena empezó a contraerse. Jacen agarró el borde de un pétalo de aspecto cerúleo para frenar el movimiento de cierre, y empezó a hablarle a la planta en un suave murmullo tranquilizador. Bajie tensó los músculos y se echó hacia atrás, tirando de su hermana con todas sus fuerzas. Los pies de Sirra quedaron libres de los pétalos en el mismo instante en que la planta syrena volvía a cerrarse..., con Vonnda Ra todavía dentro de ella.
Aquellos carnosos pétalos amarillos de engañosa belleza tensaron músculos que tenían la potencia de tenazas de hierro y aplastaron a la presa que no había conseguido escapar. Unos cuantos destellos de luz oscura brotaron del interior de la planta, y Vonnda Ra emitió un último grito ahogado. El bulto atrapado en los pliegues de la flor tembló una, dos veces, y acabó quedando totalmente inmóvil.
Bajie abrazó a Sirra, sabiendo que podía estar herida y que tal vez necesitara ayuda para volver a los niveles superiores. Sintió una punzada de angustia al ver las quemaduras en el pelaje de su hermana, allí donde había sido chamuscado por el poder de Vonnda Ra..., mas para gran asombro suyo, Sirra parecía feliz, e incluso encantada. La joven wookie les saludó con un rugido.
Sus ojos chispearon mientras alzaba el otro brazo para que Bajie pudiera ver lo que sus dedos sujetaban tan firmemente como si fuese el mayor tesoro que habían sostenido en toda su vida. Durante su terrible prueba en el interior de la planta syrena, y antes de que ésta se hubiese abierto lo suficiente para que pudiera escapar, Sirrakuk había conseguido agarrar un puñado de las delgadas fibras con su mano atrapada, y las había arrancado de un potente tirón.
Sirra alzó las sedosas hebras con una mueca de triunfo y Bajie dejó escapar una carcajada llena de orgullo. Después abrazó a su hermana y la felicitó, palmeándole afablemente la espalda con la fuerza suficiente para agrietar la coraza de un soldado de las tropas de asalto.
19

Jaina se trasladó hasta una rama más sólida, se agarró al tronco del árbol para tener la seguridad de que no perdería el equilibrio y se inclinó sobre el abismo, contemplando con preocupación las profundidades de la selva en las que se había precipitado Chewbacca.
¡Chewie! —gritó.
Oyó cómo un aullido de dolor wookie subía hacia ella desde las sombras. Chewie seguía vivo —y estaba consciente—, aunque Jaina sabía que debía de estar herido.
La joven se asió con más firmeza al tronco recubierto de lianas del árbol wroshyr y se inclinó un poco más para proyectar la pálida luz rosada de las fomoscas sobre las hojas de abajo. Tal como había sospechado, la luz no podía llegar lo bastante lejos para permitirle localizar a su amigo.
¡Estoy aquí, Chewie! —gritó, utilizando la Fuerza para amplificar su llamada—. ¿Puedes moverte? ¿Puedes trepar hasta aquí?
Oyó roces y crujidos lejanos entre las ramas a los que siguió un potente chillido. Chewbacca soltó un gemido de consternación y después rugió algo sobre una pierna fracturada.
Sus palabras extinguieron el alivio de Jaina tan deprisa como un torrente de lluvia helada apagaría la llama de una vela. Una oleada de debilidad se agitó detrás de sus ojos. Jaina se agarró al árbol y pegó el rostro a la áspera corteza.
La jungla de Kashyyyk ya resultaba lo suficientemente peligrosa para un humano adulto que tuviera a un wookie igualmente adulto como guía, pero Jaina no tenía ni idea de cómo salir de ella..., y mucho menos llevando consigo a un amigo herido con el que indudablemente tendría que cargar. Y después, ¿cómo podría ayudar a su hermano y a los demás?
Y mientras tanto la herida de Chewbacca incluso podía atraer a depredadores que esperasen encontrar una presa fácil...
Esa nueva idea hizo que Jaina lograse vencer a la debilidad que se había adueñado de ella durante unos momentos. Tenía que pensar, y tenía que ayudar a Chewie. Se estaba adiestrando para convertirse en una Jedi..., y la joven se dijo que aquel problema no podía ser imposible de resolver. Tenía que empezar por el principio. Lo primero que debía hacer era bajar hasta Chewbacca. Pensar que había desperdiciado unos segundos preciosos con su pánico hizo que se sintiera avergonzada de sí misma.
¡Sigue llamándome hasta que te encuentre, Chewie! —gritó.
Tendría que actuar con rapidez. Buscó una liana lo más resistente posible, tirando de las que había a su alrededor hasta que encontró una áspera fibra vegetal que podría sostener su peso. Jaina pegó las punteras de sus botas al tronco del árbol y fue bajando en un lento descenso, descolgándose con las manos y teniendo que dar rodeos para evitar los tocones de las ramas rotas por la caída del wookie.
Ya voy, Chewie —dijo, hablando tanto para tranquilizarse a sí misma como para dar ánimos al wookie.
Cuando por fin hubo conseguido dar con el wookie herido, le dolían los pies y tenía las palmas de las manos llenas de quemaduras, y todos los músculos de su cuerpo temblaban de cansancio. Jaina descolgó la lámpara de fomoscas de su cintura y la sostuvo sobre el cuerpo de Chewbacca para poder echarle un vistazo. La tenue claridad se bamboleaba con cada movimiento que hacía.
Un rápido examen de sus heridas indicó a Jaina que estaban metidos en un buen lío. Los pequeños arañazos, cortes y morados podían ser curados sin ninguna dificultad, pero el wookie tenía una pierna rota. Chewbacca nunca podría salir de allí andando.
Jaina sabía que no podía transportar a un wookie herido en una ascensión de centenares de metros hasta el dosel arbóreo ni aun suponiendo que utilizara la Fuerza. Después de todo, había faltado muy poco para que no consiguiera ni bajar hasta allí.
Además, su hermano y los otros seguían necesitando su ayuda. Jaina no sabía qué podía hacer por ellos.
Siguió intentando encontrar una solución al problema mientras utilizaba algunos de los suministros de emergencia de sus mochilas para limpiar las heridas de Chewie. El wookie gimió e hizo cuanto pudo para ayudarla.
Estaba claro que Jaina no tenía más elección que abandonar su búsqueda de los demás. Jacen, Tenel Ka y los dos jóvenes wookies seguían huyendo de los imperiales. Jaina no sabía seguir rastros, y tenía muy pocas posibilidades de encontrarlos allí abajo.
Pero Jaina y su hermano gemelo siempre habían compartido un vínculo mental desusadamente intenso, muy parecido al que unía a su madre Leia con Luke, su gemelo. Si le enviaba un grito mental pidiéndole auxilio, Jacen tal vez fuera capaz de encontrarles.
Jaina concentró todas sus energías mentales y le envió un grito —« ¡Ayúdame!»— que resonó a través de su mente con tanta potencia como el impacto de un mazo chocando con un gong.
La joven abrió los ojos y volvió a inspeccionar la fractura de la pierna de Chewbacca. Los fragmentos de hueso no se habían abierto paso a través de la piel, pero aun así se trataba de una lesión bastante seria. Jaina alzó su luz de fomoscas y miró a su alrededor, buscando algo sólido que pudiera utilizar para entablillar la pierna.
El resplandor rosado cayó sobre un par de botas negras.
¿Has pedido ayuda? —preguntó una voz familiar.
Jaina se sobresaltó tanto que estuvo a punto de caer de la rama. Chewbacca gruñó y enseñó los colmillos, pero no podía moverse para atacar.
¿Qué estás haciendo aquí, Zekk?
Jaina, todavía confusa y asombrada, se incorporó y alzó un poco más su luz, pero la figura vestida de cuero dio un paso hacia atrás, manteniendo su rostro parcialmente oculto entre las sombras.
Tenía cosas que hacer en Kashyyyk.
¿Y esas cosas tienen algo que ver con el Imperio? —preguntó Jaina, y se mordió el labio apenas hubo acabado de hablar. Una punzada de dolor le contrajo el corazón—. ¿Qué te ha ocurrido, Zekk? ¿Cómo pudiste quedarte en la Academia de la Sombra? Creía que éramos amigos.
Zekk ignoró la pregunta, y en vez de responderla le formuló dos a su vez.
¿Por qué estás aquí, Jaina? ¿Por qué no has podido mantenerte lejos de este sitio? No quiero hacerte daño.
Aquellas palabras hicieron que Chewbacca soltara un gruñido de advertencia, aunque al mismo tiempo no pudo reprimir un siseo de dolor debido a su herida.
Pues entonces no me hagas daño, Zekk —dijo Jaina, empleando el tono más tranquilo y razonable de que fue capaz. La joven dio un paso hacia su antiguo amigo, avanzando lentamente sobre la rama—. No supongo ninguna amenaza para ti. Soy tu amiga. Me importas mucho, y estoy muy preocupada por ti.
¡Atrás! —replicó secamente Zekk—. No te interpongas en mi camino. Ya es demasiado tarde para los demás.
Jaina se tambaleó y cerró los ojos mientras sentía cómo su rostro palidecía bruscamente. ¿Le estaría diciendo la verdad? ¿Y si Zekk había matado ya a Jacen, Bajie, Tenel Ka..., e incluso a una desconocida inocente como Sirra?
No, acabó decidiendo, no podía ser, porque en ese caso Jaina lo habría notado a través de la Fuerza. Su hermano y sus amigos seguían con vida. Tenían que seguir con vida. No podía creer que el corazón de Zekk hubiera llegado a volverse tan negro y consumido como para que pudiese matar a alguien a quien había llamado amigo en el pasado.
En un esfuerzo para distraerle, tal como había hecho con Garowyn, Jaina volvió a probar suerte con su truco. La joven utilizó la Fuerza para agitar las hojas de las ramas alrededor de Zekk, como si un viento helado hubiera empezado a soplar a través de la jaula claustrofóbica de los niveles inferiores de la selva.
Zekk alzó la mirada, sus verdes ojos relucientes incluso estando rodeados de sombras, y sólo necesitó un momento para comprender lo que estaba haciendo Jaina. Sus pálidos labios se curvaron en una sonrisa, y después movió una mano. El viento se intensificó y las ramas crujieron y chocaron entre sí, y una tempestad de hojas y ramitas bruscamente arrancadas hizo temblar el aire con la fuerza de un pequeño tornado.
Jaina cerró los ojos, protegiéndoselos y encogiéndose ante el torbellino. Chewbacca aulló, pero Zekk no prestó ninguna atención al wookie.
Tus trucos no me impresionan, Jaina —dijo—. No intentes jugar conmigo.
Y un instante después, una cegadora brillantez acompañada por un silbido ensordecedor se abrió paso a través de los párpados de la joven. Jaina abrió los ojos para ver a Zekk empuñando el arma de un Jedi, su rostro iluminado por su palpitante resplandor escarlata.
No intentes usar tu espada de luz, Jaina —le advirtió.
La joven meneó la cabeza.
No alzaré un arma contra ti, Zekk —dijo—. Y tampoco creo que seas capaz de matarme.
El rostro del muchacho reflejó el caos de emociones encontradas que se agitaba en su mente.
Pues entonces mantente alejada de la Academia Jedi. Si consigues salir de aquí, no vuelvas nunca a ese sitio. El Segundo Imperio no tardará en atacar Yavin 4..., y yo lucharé como un guerrero leal por el bien de mi Emperador.
¿Tu Emperador? No sabes lo que estás diciendo, Zekk —dijo Jaina con voz suplicante.
¡Deja de tratarme como si fuera un ignorante mocoso de las calles! —rugió Zekk—. Siempre habéis subestimado mis capacidades y me habéis negado cualquier oportunidad. Pero Brakiss no es como vosotros. Él me ha mostrado de qué soy capaz.
Zekk alzó la cabeza para contemplar el oscuro nido de ramas que se extendía sobre su cabeza, como si pudiera ver la luz del día muy por encima de él.
Ya he enviado una señal para que me recojan —dijo—. Creo que nuestra incursión ha sido un éxito total. Es hora de que vuelva a la Academia de la Sombra.
Zekk movió su espada de luz de un lado a otro, como si estuviera agitando un dedo en un gesto de advertencia.
Esta vez te perdono la vida por la amistad que nos unió en el pasado, Jaina —dijo—. Pero no vuelvas a poner a prueba mis lealtades.
Con una áspera carcajada, Zekk alzó su espada de luz en un veloz mandoble y produjo una tempestad de ramitas y hojas que cayeron sobre Chewie y Jaina, arrancando el recipiente de las fomoscas de su mano. Jaina se agachó y se tapó la cabeza. No podía ver nada.
Y un instante después Zekk ya había desaparecido, con su hueca carcajada resonando detrás de él mientras los dejaba atrapados en la oscuridad.
20

Sola de nuevo, Jaina volvió a gritar a través de la Fuerza mientras los sonidos de la selva se iban volviendo más intensos y amenazadores a su alrededor. Los depredadores escondidos entre las ramas llenas de hojas se fueron acercando cautelosamente, atraídos por los quejidos de dolor que Chewbacca intentaba reprimir. Percibían la presencia de unas víctimas indefensas que se convertirían en presas fáciles.
¡Necesitamos ayuda! —gritó.
Pero sus palabras no tardaron en desvanecerse, absorbidas por el silencio de la oscura jungla.
Y de repente un estallido de claridad que contenía todos los colores del arco iris se abrió paso por entre las sombras: un destello turquesa, una explosión de verde esmeralda, un rayo de bronce fundido... Las espadas de luz apartaron la vegetación, cortándola con tanta facilidad como si fueran machetes al rojo vivo. Jacen, Bajie y Tenel Ka corrieron hacia ellos, con Sirrakuk pisándoles los talones mientras sus labios se curvaban en una sonrisa tan radiante que sus colmillos relucían bajo aquella palpitante claridad.
Chewbacca rugió un saludo, y Bajie y Sirra se apresuraron a trepar a la rama para ayudar a su tío.
¡Eh, Jaina! —gritó Jacen—. ¿Estáis bien?
La joven, todavía muy afectada por el inesperado encuentro con su antiguo amigo, se limpió los rastros de suciedad que las lágrimas habían dejado en sus mejillas.
Sobreviviré —dijo, y después respiró hondo—. Zekk ha estado aquí. Dijo que el Segundo Imperio va a destruir la Academia Jedi, y que él iba a luchar a su lado.
Bajie gruñó y apartó la mirada de Chewbacca durante unos momentos. Tenel Ka permaneció rígidamente inmóvil, sosteniendo el diente de rancor que formaba la empuñadura de su espada de luz delante de ella.
No si podemos evitarlo —dijo.
Jaina señaló al wookie herido.
Tenemos que levantar a Chewie y sacarlo de aquí. Creo que tiene rota una pierna, pero no es nada que un androide médico y unas cuantas horas dentro de un tanque bacta no puedan arreglar. Pero si no volvemos a las copas de los árboles, todos acabaremos convirtiéndonos en el almuerzo de alguien.
Sirra respondió con un gruñido de desafío. Había triunfado en su peligroso enfrentamiento con la planta syrena, y la hermana de Bajie parecía capaz de plantar cara a toda la jungla sin ayuda y salir vencedora del combate.
Mientras los dos fuertes jóvenes wookies iban incorporando a su tío con mucho cuidado hasta que Chewbacca estuvo en pie, Jacen y Tenel Ka hicieron cuanto pudieron para ayudar, utilizando la Fuerza y sus manos. Jaina abrió la marcha junto con Sirra, y fue despejándoles el camino con su espada de luz.
Y así, juntos de nuevo, los compañeros iniciaron el lento regreso hacia la luz.
21

La lanzadera de asalto camuflada flotó en el vacío del espacio, aguardando recibir la confirmación, hasta que la Academia de la Sombra desconectó sus escudos de invisibilidad. El ominoso anillo erizado de protuberancias metálicas de la estación de adiestramiento imperial se hizo visible con un parpadeo iridiscente durante el tiempo suficiente para que Zekk diera la orden de atracar. El joven, no muy seguro de cómo le recibiría Brakiss, sintió que una creciente tensión se adueñaba de él a medida que se iban acercando a la estación.
Tamith Kai, inmóvil junto a él en el puente de mando, hervía de ira en silencio. Sus labios color vino estaban fruncidos en una delgada línea, pero no decía nada. Zekk no sólo había perdido al grupo de soldados de las tropas de asalto que se hallaba directamente bajo sus órdenes en la ciudad arbórea, sino que también había perdido a dos de las aliadas más poderosas de la Hermana de la Noche. Tanto Vonnda Ra como Garowyn habían sido dadas por muertas, y nadie esperaba que regresaran de las profundidades de las junglas de Kashyyyk.
Zekk no había estado con ninguna de las dos Hermanas de la Noche cuando murieron o desaparecieron, pero Tamith Kai le consideraba culpable de aquella catástrofe, al igual que de la muerte de Vilas, quien había sido su mejor estudiante. Tamith Kai no podía soportar su presencia..., aunque teóricamente tanto ella como Zekk hacían cuanto estaba en sus manos para asegurar la victoria final del Segundo Imperio. Zekk pensaba que cualquier pérdida debía ser considerada simplemente como el precio a pagar por aquel triunfo futuro.
Pero Tamith Kai no estaba nada complacida con el joven y con su comportamiento en Kashyyyk. Como consecuencia, Zekk se había mantenido lejos de la Hermana de la Noche durante todo el viaje de regreso de aquella fatídica misión, y había evitado el contacto directo con ella.
El joven dirigió la maniobra de aproximación de la nave de asalto, sentado en el sillón de mando mientras otros pilotos imperiales manejaban los controles e iban guiando la nave hacia el interior del hangar de atraque de la Academia de la Sombra. Cuando estuvieron dentro vieron otra lanzadera blindada —un impresionante transporte imperial rodeado por mortíferos campos de energía—, y se preguntaron qué habría ocurrido durante su ausencia.
La maltrecha nave de asalto, con su preciosa carga de componentes de ordenador robados, se posó sobre la cubierta del hangar con un sonido curiosamente parecido a un suspiro de alivio mecánico.
Hemos llegado, noble Zekk —dijo el piloto.
El oficial táctico estudió los controles.
El sistema de camuflaje de la Academia de la Sombra ha sido reactivado —dijo—. La estación vuelve a ser indetectable para los sensores rebeldes.
Las escotillas se abrieron y la tripulación empezó a salir de la nave. Los soldados de las tropas de asalto surgieron del interior de la Academia de la Sombra para rodear la maltrecha lanzadera, preparándose para descargar los componentes robados en cuanto Zekk lo permitiera.
Tamith Kai había permanecido inmóvil junto a él en la carlinga. La Hermana de la Noche echó hacia atrás su negra capa erizada de pinchos con un veloz movimiento del hombro. Sus dedos de largas uñas se tensaron hasta convertirse en puños mientras intentaba contener la furia que hervía dentro de ella. El fuego eléctrico que llameaba en sus ojos violeta burbujeaba como una erupción de lava.
Zekk cerró sus ojos esmeralda ribeteados de círculos oscuros y respiró hondo para centrar sus pensamientos y reforzar su concentración. El joven permitió que la ira se extendiera por su mente como una oleada incontenible, y luego dejó que se fuera disipando. Su mayor preocupación era Brakiss y cómo se enfrentaría a él. Su maestro esperaba grandes cosas de Zekk, y tal vez se mostrara todavía más disgustado que Tamith Kai. Pensar en la probable desilusión de su mentor resultaba más doloroso para Zekk que cualquier exhibición de ira que pudiera llevar a cabo la siempre entrometida e insoportable Hermana de la Noche de Dathomir.
El joven irguió los hombros, pasó las manos por encima de su coraza de cuero y se puso bien la capa negra forrada de carmesí. Después recogió su larga cabellera en la nuca y se volvió hacia la escotilla de la lanzadera de asalto, convirtiéndose en una silueta imponente, ominosa y amenazadora. Zekk había aprendido aquellas posturas observando a la misma Tamith Kai, y le divirtió pensar que podía utilizar sus propias técnicas de intimidación contra ella.
Con la alta y delgada silueta de la Hermana de la Noche siguiéndole, Zekk bajó por la rampa como un héroe que volviese de la victoria..., pero el temor iba creciendo dentro de su corazón con cada paso que daba.
Su maestro, hermoso como una estatua e igual de impasible, estaba esperando al final del hangar, desde donde había contemplado el procedimiento de atraque. Cuando Zekk salió de la nave, Brakiss avanzó hacia él con sus fluidas y ágiles zancadas. Su túnica plateada flotaba a su alrededor como una aureola de susurros.
Zekk mantuvo erguido el mentón y sostuvo la límpida mirada de Brakiss. El señor de la Academia de la Sombra juntó las manos delante de él.
Bien, joven Zekk, el más tenebroso de todos mis Caballeros Oscuros... Has vuelto de tu primera misión. Preséntame tu informe. ¿Habéis tenido éxito?
Zekk tragó saliva y relató lo ocurrido.
Por desgracia, noble Brakiss, nuestra misión no se desarrolló con tanta fluidez como habíamos planeado. Durante nuestras batallas en la fábrica fortificada de los wookies, perdimos catorce cazas y bombarderos TIE, así como también a once soldados de las tropas de asalto.
»También tengo el deber de informar que perdimos a dos de las Hermanas de la Noche que nos acompañaban: perdimos a Vonnda Ra en los niveles inferiores de la selva, y también hemos perdido a Garowyn, que al parecer fue asesinada cuando intentaba recuperar nuestra Cazadora de Sombras.
Brakiss no mostró ninguna reacción y aguardó en silencio.
Pero los componentes de ordenador, los sistemas tácticos y de guiado... —dijo por fin—. ¿Conseguisteis obtener esos recursos vitales que tanto necesita el Segundo Imperio?
Zekk tardó unos momentos en responder.
Sí, noble Brakiss —dijo por fin—. Todos los componentes de ordenador están almacenados dentro de este transporte de asalto, listos para ser distribuidos al Segundo Imperio.
Brakiss aplaudió.
¡Excelente! Entonces vuestra misión ha sido un éxito, y las pérdidas de personal son aceptables. Esos otros... percances resultan insignificantes en nuestro conflicto global. Habéis logrado alcanzar nuestra meta más importante.
Los ojos de Tamith Kai se llenaron de ira y su rostro, normalmente tan pálido, se cubrió de manchones rojizos.
¡Noble Brakiss! —siseó—. Zekk también afirma haber eliminado a esos mocosos Jedi. Pero aunque Vonnda Ra le acompañó a ese enfrentamiento, Zekk volvió solo..., afirmando haber obtenido la victoria.
Zekk permaneció rígidamente inmóvil.
Los jóvenes Caballeros Jedi han dejado de suponer un problema para nosotros —dijo—. Lo juro.
Estaba claro que Tamith Kai no le creía. Pero Brakiss sí le creyó, y eso era todo lo que importaba.
Zekk no sabía durante cuánto tiempo podría seguir con aquella mascarada. Se había entregado al lado oscuro..., y también había protegido a sus amigos. Las dos cosas parecían incompatibles. Tarde o temprano, Brakiss se enteraría de lo que había hecho..., y entonces Zekk se enfrentaría a una elección imposible. Pero, como siempre, nadie podía decidir por él..., y nadie más se enfrentaría a las consecuencias de sus decisiones.
El Segundo Imperio aplaude tus esfuerzos, Zekk —dijo Brakiss—. La historia de la galaxia te recordará como un guerrero que desempeñó un papel importantísimo en la victoria de nuestra gran causa.
Zekk sabía que debería haberse sentido mejor, más orgulloso de lo que había hecho..., pero parecía incapaz de sentir ninguna emoción aparte del miedo y la amargura de haber sido infiel a sí mismo. Ya no estaba seguro de adonde acabarían llevándole las decisiones que había tomado en el pasado.
Uno de los soldados de las filas de tropas de asalto que seguían en posición de firmes delante del hangar se removió nerviosamente. Zekk centró su atención en aquel soldado tan corpulento..., e identificó instintivamente a Norys. Qorl estaba junto al matón, y dirigió un fruncimiento de ceño de desaprobación a la blanca armadura de su estudiante. El líder de los Perdidos todavía estaba resentido con Zekk, y el resultado de ese resentimiento era una actitud perpetuamente malhumorada.
Un repentino parpadeo iridiscente hizo temblar el aire en el enorme hangar. Zekk alzó la mirada mientras los soldados de las tropas de asalto retrocedían. Brakiss se envaró junto a él, casi como si tuviera miedo, pero logró mantenerse firme ante la proyección.
Una imagen se formó en el aire: era una gigantesca cabeza encapuchada, con los ojos amarillos y el rostro devastado por el paso del tiempo, que emanaba un oscuro poder. Las facciones del Emperador Palpatine podían distinguirse con increíble claridad, como si la transmisión procediera de algún lugar muy, muy cercano.
Súbditos de la Academia de la Sombra —dijo la aterradora voz del Emperador—, compañeros de lucha por la causa del Segundo Imperio... ¡Me complace saber que esta misión se ha visto coronada por el éxito! Gracias a nuestras distintas incursiones y a que hemos ido reuniendo los restos dispersos de mi perdida gloria imperial, ahora contamos con el poderío necesario para pasar a la fase siguiente de nuestro plan de conquista. Los nuevos núcleos hiperimpulsores y baterías turboláser ya han sido instalados en nuestra flota de batalla secreta. He ordenado que los nuevos componentes de ordenador sean incorporados inmediatamente. Debemos volver a atacar mientras los rebeldes todavía se están tambaleando.
Zekk sintió que un estremecimiento helado iba recorriendo su columna vertebral por debajo de la coraza de cuero.
Ahora debemos eliminar la única auténtica línea defensiva contra nosotros de que disponen los rebeldes. Me prometiste una fuerza invencible de Caballeros Jedi Oscuros, Brakiss. Ha llegado el momento de utilizarlos.
Juntos, y como campaña principal del Segundo Imperio, atacaremos y destruiremos la Academia Jedi de Luke Skywalker. Los Jedi del lado de la luz serán aplastados y quedarán convertidos en polvo bajo nuestros pies.
Os ordeno que os pongáis en marcha. Que las fuerzas de la Academia de la Sombra se pongan en movimiento. Debemos transportar nuestra estación hasta la luna selvática de Yavin 4 sin más tardanza. En cuanto hayamos eliminado a los nuevos Caballeros Jedi, la galaxia estará indefensa y podremos conquistarla.
Zekk había quedado completamente aturdido. Brakiss contempló la imagen del Emperador con el rostro lleno de asombro y vio cómo se iba desvaneciendo ante sus ojos. Después, igual que si alguien hubiera accionado un interruptor, todos los soldados de las tropas de asalto se pusieron en movimiento.
La Academia de la Sombra se dispuso a prepararse para la más grande de todas sus batallas.
22

Después del devastador ataque padecido por el complejo de fabricación de ordenadores de los wookies, Jaina sabía que no podían permitirse el lujo de esperar. Había demasiado en juego..., y tenían que actuar inmediatamente.
Mientras las fuerzas de la Nueva República enviaban unas cuantas naves cercanas con un contingente de ingenieros y soldados para que ayudaran en las actividades de reparación, Jaina y Bajie trabajaron incansablemente con Chewbacca para completar las reparaciones en la Cazadora de Sombras. El alto y corpulento wookie todavía cojeaba un poco y seguía teniendo la pierna bastante dolorida, pero casi todas sus heridas se habían curado, y Chewbacca no estaba dispuesto a permitir que unos cuantos músculos envarados le impidieran trabajar.
Jaina, la más pequeña de los tres, se introdujo en el angosto mamparo suministrador de energía de la Cazadora de Sombras, y se fue deslizando por los huecos más reducidos para conectar las entradas de energía y desactivar los sensores y aparatos de diagnóstico. Todos los repuestos habían estado listos para ser instalados antes del ataque imperial contra Kashyyyk, pero la esbelta nave aún necesitaba algunas horas de trabajo.
Conectad la energía antes de que salga del mamparo —dijo Jaina—. Todos los circuitos están protegidos y con las tomas de tierra conectadas, pero quiero asegurarme de que todo va bien antes de salir de ese laberinto.
Bajie gruñó y accionó un interruptor del sistema de energía. Después él y Chewbacca lanzaron un rugido simultáneo de afirmación.
Jaina dejó escapar un suspiro de alivio.
Bueno, me alegra que la nave vuelva a funcionar —dijo—. Tenemos que salir de aquí y volver a Yavin 4 antes de que empiece el ataque. Debemos estar preparados para enfrentarnos a la Academia de la Sombra. —Tragó saliva—. Llevamos mucho tiempo adiestrándonos para esto.
Bajie rugió para indicar que estaba totalmente de acuerdo con Jaina, aunque él, Chewbacca y Sirra parecían un poco entristecidos. Después Sirra emitió una serie de ásperas notas musicales.
El ama Sirrakuk dice que se quedará aquí para ayudar a su gente a terminar las reparaciones —tradujo Teemedós—, pero que comprende que su hermano debe volver para luchar al lado de los otros Jedi. Hay muchos wookies que pueden ayudar aquí en Kashyyyk, pero no hay muchos Caballeros Jedi..., y se siente enormemente orgullosa de que su hermano sea uno de ellos.
Bajie se lo agradeció con un gruñido ahogado.
Creo que está muy contenta de él —añadió Teemedós.
Sirra dio una palmada a su hermano mayor en su peludo hombro y después deslizó orgullosamente una mano sobre su nuevo cinturón, que había sido trenzado con las lustrosas fibras vegetales obtenidas de la planta syrena. Jaina sabía que las oportunidades personales de Sirra habían adquirido un nuevo y amplísimo horizonte: todas aquellas posibilidades para su vida siempre habían estado allí, pero lo ocurrido haría que Sirra pudiera aprovecharlas mejor.
Jacen subió corriendo a la Cazadora de Sombras con la pequeña jaula que contenía a su mascota Ion y sus bebés, y trató de calmar a los peludos roedores con murmullos tranquilizadores.
Tenel Ka le acompañaba, impasible y segura de sí misma con su coraza de escamas de reptil recién limpiada y frotada. La joven guerrera había vuelto a trenzar meticulosamente toda su cabellera, y se había cepillado los cabellos y los había recogido utilizando la nueva técnica de una sola mano que Anakin Solo había inventado para ella.
Estamos preparados para partir —dijo—, y estamos preparados para luchar como verdaderos Caballeros Jedi.
Bajie lanzó un rugido lleno de entusiasmo. Sirra abrazó a su hermano mayor, y después abrazó a cada uno de los jóvenes Caballeros Jedi.
Chewbacca subió cojeando por la rampa, se sentó en el sillón de pilotaje de la Cazadora de Sombras y se puso el arnés de seguridad. Bajie se instaló en el asiento contiguo al de su tío, y empezó a activar los distintos subsistemas y a conectar los paneles de control. Los dos wookies repasaron una lista de comprobaciones previas al despegue, intercambiando una rápida serie de ladridos.
Sirrakuk salió de la esbelta nave y se quedó en la pista para contemplar la partida mientras la Cazadora de Sombras se preparaba para despegar. Unos instantes después, la nave se alzó sobre sus haces repulsores para llevar su mensaje de advertencia a Luke Skywalker y su Academia Jedi.
Acabamos de enviar la alerta a Yavin 4, pero ahora tenemos que ir allí —le dijo Jaina a su hermano—. El tío Luke ya ha vuelto de su misión de exploración con papá..., pero la Academia Jedi sigue corriendo peligro.
Sí, y todo esto me huele muy mal —asintió Jacen.
Tenía la jaula encima de su regazo, y seguía murmurando palabras tranquilizadoras a sus ocupantes. Tenel Ka estaba sentada junto a Jacen, ardiendo en deseos de volver a Yavin 4. La joven guerrera deslizó los dedos sobre las armas de su cinturón y pensó en el combate que les esperaba.
Chewbacca gritó una breve orden de que se preparasen para la aceleración, y después la Cazadora de Sombras salió despedida hacia los cielos. Unos minutos después hicieron una vertiginosa entrada en el hiperespacio y dejaron atrás Kashyyyk.
Volverían a Yavin 4 a toda velocidad, sabiendo que debían prepararse para el mayor desafío de sus vidas.
La Academia de la Sombra no tardaría en atacar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

http://arkaiko.activoforo.com/index.htm
RUEGO QUE AL HACER EL COMENTARIO, AL FINAL, PONGAIS VUESTRO MAIL, POR TENER UNA REFERENCIA EN CASO DE QUE PASARA ALGO, ASI TAMBIEN SI TENEIS ALGUNA IDEA PARA CONTINUAR, O SI EN FORMA DE BLOG, O COMO UN FORO...
SNAKE
http://arkaiko.activoforo.com/index.htm ; alli, se puede hablar mas abiertamente de lo visto, leido, sentido, o de lo que quieras, estas en tu casa