Los jóvenes Jedi
Jedi bajo asedio
I
Jaina creyó que la advertencia era un signo de que Zekk aún se preocupaba por ella y por su hermano gemelo Jacen. Ella y sus amigos habían regresado a Yavin 4 hacía sólo unos minutos. Ninguno de ellos había dormido mucho en el viaje hiperespacial de regreso, pero todos ellos fluían en adrenalina. Jaina sentía que estallaría si no hacía algo de inmediato. Demasiados preparativos por hacer y que planear.
Junto a ella, cerca de la entrada del hangar, Jacen le dio un codazo. Cuando ella miró hacia él, sus ojos color café miraron directamente a los de ella.
—Oye, todo irá bien —dijo—. Tío Luke sabrá qué hacer. Ya ha pasado por bastantes ataques imperiales.
—Seguro, eso hace que me sienta un poco mejor —respondió ella, sin creérselo por un momento.
Como siempre, Jacen recurrió a una de sus armas favoritas para sacarle de la mente la batalla que ella tenía la certeza de que se acercaba.
—Oye, ¿Quieres oír un chiste?
—Sí Jacen —dijo Tenel Ka caminando a largos pasos para unirse a ellos—. Creo que el humor podría ser de alguna ayuda ahora.
La chica de Dathomir, refulgía del sudor de haber pasado los últimos diez minutos corriendo para estirar sus músculos en un esfuerzo para eliminar su propia tensión.
—Muy bien Jacen. Dispara —dijo Jaina fingiendo prepararse psicológicamente para lo peor.
Tenel Ka, tiró hacia atrás sus largas trenzas dorado-rojizas con su brazo. Su brazo izquierdo había sido cortado accidentalmente durante un entrenamiento con espadas de luz, y ella se negó a aceptar un sustituto artificial. Inclinó la cabeza hacia Jacen.
—Puedes proceder con el chiste.
—De acuerdo, ¿qué hora es cuando un caminante imperial da un paso en tu crono de muñeca? Jacen levantó sus cejas, esperando—. ¡Hora de comprar un nuevo crono!
Después de unos momentos de silencio sepulcral, Tenel Ka inclinó la cabeza y dijo con voz seria:
—Gracias Jacen. Tu humor es muy... adecuado. —La chica guerrera nunca mostraba una sonrisa, pero Jaina pensó que había detectado un destello en los calmados ojos grises de su amiga. Jaina aún gemía en su simulada agonía cuando Luke y el joven wookiee Lowbacca salieron de la Cazadora de Sombras.
Decidiendo que no había un momento que perder, Jaina se apresuró a su encuentro. Aparentemente el tío Luke debió sentir lo mismo ya que cuando Jacen y Tenel Ka trotaron detrás de Jaina, el Maestro Jedi comenzó a hablar sin preámbulos.
—Le llevará al Segundo Imperio algún tiempo instalar los nuevos componentes de ordenadores que robaron para su flota —dijo Luke—. Tendremos unos días aún, pero no quiero asumir ningún riesgo. Lowie, Tionne y Raynar salieron del Templo hacia el lago para realizar unos ejercicios de entrenamiento. Me gustaría que cogieses tu T-23 y los trajeses de vuelta. Necesitamos trabajar todos juntos.
Lowie rugió una afirmación y corrió hacia el saltacielos que su tío Chewbacca le había dado. Desde la cintura de Lowie, el droide traductor miniaturizado Teemedós dijo:
—Por supuesto, señor. Es un gran placer para el amo Lowbacca ser de utilidad. Considérelo hecho.
Reprendiendo al pequeño droide por sus adornos con un gruñido, el joven wookiee trepó en el pequeño T-23 y cerró la carlinga.
Luke recurrió a la joven guerrera de Dathomir.
—Tenel Ka, reúne a tantos estudiantes como puedas y dales un curso intensivo de combate en tierra contra ataques guerrilleros. No estoy seguro de qué estrategia utilizará la Academia de la Sombra, pero no puedo pensar en nadie mejor que tú para enseñarles los métodos de comandos.
—Sí, ella estuvo genial contra esos asesinos Bartokk en Hapes —dijo Jacen.
Tenel Ka asombró a Jaina por el rosado de su rubor antes de que diese una brusca inclinación de cabeza y se marchase a su cometido.
—¿Que hay acerca de Jacen y de mí, tío Luke? —preguntó Jaina, estallando de impaciencia—. ¿Qué deberíamos hacer? Queremos ayudar.
—Ahora que el Halcón Milenario se ha ido, necesitamos recuperar los generadores de escudos y activarlos para protegernos de un ataque aéreo. Venid conmigo.
El nuevo equipo principal de generadores de escudos defensivos estaba ubicado en la selva, al otro lado del río, pero los escudos se controlaban desde el Centro de Comunicaciones. Han Solo recientemente había traído los componentes desde Coruscant como subterfugio mientras la Nueva República se peleaba para reunir mayores defensas contra el inminente ataque Imperial.
—¿Oye, debería mandar un mensaje a mamá? —preguntó Jacen sentándose en una de las consolas.
—No hasta que no sepamos más —contestó Luke—. Vuestro padre y Chewie iban a contactar con ella y explicarles todo una vez que estuviesen en camino. Leia está muy ocupada reuniendo las tropas para situar algunas aquí permanentemente como protectores para la Academia Jedi. Por el momento, tenemos que hacer todo lo que podamos para protegernos a nosotros mismos.
—Entretanto, Jacen, monitoriza todas las bandas de comunicaciones. Mira si puedes recoger cualquier señal, especialmente lo que podrían ser códigos Imperiales. Jaina, demos energía a esos generadores de escudos y encendámoslos.
—Ya estoy en ello, Tío Luke. —Jaina le sonrió desde el puesto de mando—. Los escudos están alzados y a pleno rendimiento. Creo que deberíamos ejecutar un chequeo completo de disposición, solamente para estar seguros de que no hay aberturas en nuestras defensas.
Jacen se puso un casco auricular y comenzó a escanear a través de las diversas frecuencias de comunicaciones. Apenas había comenzado cuando un fuerte estallido brotó del audífono seguido de una voz familiar.
—...solicitando permiso para aterrizar y las demás cosas usuales. Ahí voy. Vara del Rayo fuera.
—¡Oye, espera! —dijo Jacen recuperando la voz al borde del pánico—, no puedes hacerlo quiero decir; tenemos que bajar primero nuestros escudos. Dame un minuto, Peckhum.
—¿Escudos? ¿Qué escudos? —La voz del viejo volvió a surgir—. Yo y el Vara del Rayo hemos hecho el suministro a Yavin 4 durante años. Nunca nos hemos preocupado por escudos antes.
—Nos encontraremos en la zona de aterrizaje y te explicaremos todo —dijo Jacen—. Espera un minuto.
—¿Voy a necesitar un código de entrada? —preguntó Peckhum—. Nadie me dio ningún código antes de que dejase Coruscant. Nadie me dijo nada sobre ningún escudo.
Jacen miró a Luke.
—Es el viejo Peckhum en el Vara del Rayo —dijo—. ¿Necesita un código de entrada?
Luke negó con la cabeza y dio una seña a Jaina para que dejase caer los escudos. Jaina se inclinó sobre la consola de control con su labio atrapado entre sus dientes. Después de un minuto dijo:
—Ahí, eso debe eliminarlos. Escudos bajados de nuevo.
Por alguna razón, ahora que los escudos estaban desactivados, Jacen sintió un retintín frío de vulnerabilidad subiendo por su cuello.
—Bien, Peckhum —dijo—, despejado para aterrizar. Pero hazlo rápido, así podemos volver a alzar los escudos otra vez.
Cuando el viejo dio un paso fuera de su maltratada lanzadera de suministros, parecía el mismo que las otras tantas veces que Jacen le había visto: piel pálida, pelo largo, mejillas grisáceas, y un traje de vuelo arrugado.
—Vamos Peckhum —dijo Jacen—. Te ayudaré a meter los suministros dentro. Tenemos que apresurarnos, antes de que lleguen los Imperiales.
—¿Imperiales? —El viejo se rascó la cabeza—. ¿Es por eso por lo que tienen los escudos de energía alzados? ¿Estamos bajo ataque?
—Está bien —dijo Jacen, impaciente por tener el Vara del Rayo descargado. Los escudos vuelven a estar alzados. Puedes verlos tu mismo.
El viejo, levantó su cuello y se quedó mirando el blanco cielo brumoso de la luna selvática.
—¿Y el ataque?
—Bien, escuchamos un rumor, uno bastante sólido —vaciló—. De Zekk. Él fue el que dirigió el asalto a las instalaciones de fabricación de ordenadores en Kashyyyk, y el fue el que advirtió a Jaina de que la Academia de la Sombra está en camino. Mejor entremos.
El viejo Peckhum miró a Jacen alarmado. El adolescente Zekk había sido como un hijo para él; habían convivido en los niveles inferiores de Coruscant... hasta que Zekk había sido secuestrado por la Academia de la Sombra.
A la vez que un familiar retintín avanzó por la columna de Jacen, Peckhum murmuró:
—Demasiado tarde —dijo apuntando al cielo—. Ya están aquí.
II
Desde la torre de observación más alta en la Academia de la Sombra, Brakiss, Maestro de todos los nuevos Jedi Oscuros miró hacia la insignificante luna verde. El asalto devastador iba a comenzar, y antes de que pasara mucho tiempo, Yavin 4 y su Academia Jedi serían aplastados bajo lo que podría ser el Segundo Imperio.
Como debía ser.
A través del sinuoso metal de los corredores de la estación, las tropas de asalto iban a sus estaciones de batalla, los recién entrenados pilotos de cazas TIE realizaban los chequeos de pre-vuelo en sus naves, y los ansiosos Jedi Oscuros se prepararon para su primera gran victoria.
La última batalla sería en dos asaltos dirigidos conjuntamente por la más poderosa de las nuevas Hermanas de la Noche y el protegido del propio Brakiss, Zekk, cuyo entusiasmo por hacer algo significativo en su vida le había hecho un blanco fácil para la conversión al Lado Oscuro. Brakiss cerró sus ojos e inhaló una profunda bocanada de aire reciclado procedente de los pozos de ventilación. Sus ropas plateadas formaron remolinos a su alrededor.
Aunque estaba sólo, podía sentir las aceleradas preparaciones que afectaban a todo el mundo en la estación; las tensiones acumuladas como hambre de batalla. En la corriente oculta de pensamientos remolinantes, él claramente sintió la total dedicación de las tropas hacia el gran líder del Segundo Imperio, el Emperador Palpatine. También detectó una ansiedad hacia el inminente ataque, pero eso, sólo hizo que sus labios se curvasen hacia arriba. El miedo daría un filo adicional a sus habilidades de lucha, lo suficiente como para hacerlos cautelosos, pero no lo suficiente como para paralizarlos.
Brakiss deseaba ver a Luke Skywalker derrotado. Años atrás, él se había infiltrado en la Academia Jedi como un estudiante para absorber los métodos de enseñanza de la Nueva República. Luego, los trajo de vuelta a los restos del Imperio. Pero Brakiss no había podido engañar al Maestro Jedi. En lugar de eso, Skywalker había tratado de desviar de él su devoción y debilitar su dedicación al Segundo Imperio. Skywalker había tratado de "salvarle", recordó con una mofa, y Brakiss había escapado.
Pero a raíz de su voluntad de acceder al Lado Oscuro, Brakiss, para ese entonces, había aprendido lo suficiente como para forjar su propio centro de entrenamiento de Jedi Oscuros.
Ahora, era el momento asombrosamente decisivo.
A su lado el aire brilló tenuemente. Brakiss abrió sus ojos calmados, beatíficos y sintió ominosa estática circundante a la proyección del Emperador. El gran misterioso líder del Segundo Imperio revoloteó delante de él en forma holográfica, una cabeza con el ceño fruncido tan alta como el cuerpo entero de Brakiss, una imagen de altura imponente con ojos amarillo brillantes y una cara arrugada pellizcada por las sombras.
—Estoy ansioso por volver a dominar otra vez, Brakiss —dijo el Emperador.
—Y yo estoy ansioso por otorgároslo, Mi Maestro —respondió Brakiss inclinando la cabeza.
Acompañado por cuatro de sus poderosos guardias Imperiales vestidos de rojo, el mismísimo Emperador recientemente había establecido su residencia en la Academia de la Sombra, llegando en una lanzadera acorazada especial. Mientras los temibles guardias, arropados en escarlata mantuvieron a distancia a todos los ojos indiscretos, el Emperador permanecía en una cámara opaca de aislamiento sellada. Palpatine nunca había hablado directamente a sus leales súbditos de la Academia de la Sombra, ni había conversado cara a cara con Brakiss. El Emperador se había mostrado solamente en transmisiones holográficas.
—Estamos listos para emprender nuestro ataque, mi Emperador —dijo Brakiss. Miró hacia arriba a la imagen severa—. Mis Jedi Oscuros garantizarán vuestra victoria.
—Bien, porque no tengo el deseo de esperar más —dijo la imagen del Emperador—. El resto de mi flota recién construida aún no ha llegado, aunque estará aquí dentro de horas. Mis navíos de guerra Imperiales están actualmente siendo equipados con los sistemas de ordenadores robados en Kashyyyk. Mis guardias me han comunicado que muchas naves están listas para luchar, y que el resto estarán operativas en poco tiempo.
Brakiss se inclinó respetuosamente otra vez, uniendo sus manos delante de él.
—Lo entiendo, Mi Señor. Pero conservemos la fuerza militar de ataque para nuestro siguiente gran asalto en los más fuertemente protegidos mundos de la Alianza Rebelde. En Yavin 4 tenemos solamente unas pocas débiles criaturas Jedi con las que tratar. No deberían causar problemas a mis soldados entrenados en la Fuerza.
Dentro de su capucha oscura, el Emperador parecía escéptico.
—No dejes que el exceso de confianza te traicione.
Brakiss continuó hablando con gran pasión. Dejó que sus sentimientos aflorasen, esperando convencer a su gran líder.
—Con este importante ataque a la Academia Jedi, el Segundo Imperio se convertirá en algo más que simplemente una banda indisciplinada de piratas robando equipos. Tenemos la intención de volver a tomar la Galaxia, Mi Señor. Esta batalla debe ser una guerra de filosofías, de fuerza de voluntad. Esto es el Imperio contra los Rebeldes, los aprendices de Skywalker contra los míos, Jedi contra Jedi. Un juego de sombras, si usted quiere, de la Oscuridad contra la Luz. No obstante tenemos la intención de acosarlos con cazas TIE desde el aire, pero el conflicto principal será directo y personal; ¡como debe ser! Podemos aplastar sus mismos corazones, no solamente sus defensas. —Brakiss sonrió, mirando hacia arriba para encontrar sus ojos con los encendidos ojos amarillos del Emperador. Y cuando los derrotemos completamente con los poderes del Lado Oscuro, el resto de los Rebeldes se esparcirá por toda la Galaxia y se esconderán, temblando en sus propias pesadillas, mientras nosotros recuperamos lo que legítimamente es nuestro.
La cara holográfica del Emperador hizo algo inusual. Los labios marchitos, arrugados, se encresparon en una sonrisa satisfecha.
—Muy bien. Será como solicitas Brakiss, Jedi contra Jedi. Puede comenzar el asalto cuando esté listo.
III
La Academia de la Sombra dejó caer su dispositivo de camuflaje, disolviendo su escudo de invisibilidad. A medida que la estación aparecía sobre Yavin 4, dos cazas TIE especiales despegaron del hangar. Silenciosamente y uno detrás de otro, se zambulleron en la brumosa atmósfera.
Los cazas habían sido recubiertos con un casco que eliminaban sus firmas sensoras, y la salida de sus motores iónicos gemelos de alta potencia habían sido amortiguadas. Su misión era para un ataque secreto, no como demostración de fuerza. El comandante Orvak se lanzó en picado, mientras el segundo caza TIE, pilotado por su subordinado Dareb, lo flanqueaba. Conjuntamente, descendieron alrededor de la pequeña luna y pasaron rozando las capas inferiores de la atmósfera, subiendo vertiginosamente alrededor del ecuador de regreso a las coordenadas de las ruinas del antiguo templo donde Skywalker había establecido su Academia Jedi.
Orvak volaba con los controles firmemente agarrados por sus manos enguantadas de negro. Sentía la calma tamborileando en los motores del caza Imperial como si estuviese cabalgando una bestia de carga sin domar. Pilotaba con meticulosa concentración, bailando en las corrientes de aire abofeteado por tirones termales ascendentes procedentes de la selva de abajo.
—Mantente estable —masculló para sí mismo.
Aquel vuelo precisaba de una habilidad y precisión extremas de pilotaje. Junto con una nueva hornada de pilotos de cazas TIE seleccionados de las jóvenes tropas de asalto, Orvak había completado las simulaciones repetidas veces de camino hacia el sistema Yavin. Pero esto era real. Ahora, el Emperador dependía de él.
Los árboles Massassi formaban una caótica alfombra verde debajo. Las nudosas ramas empujaban la gruesa canopia como si fuesen las garras de un monstruo. Orvak planeó a baja altura, observando la estela de su paso asustando a las criaturas de las copas de los árboles que escapaban del retumbar de su caliente eductor. Su compañero Dareb habló por un canal preparado para la visión directa entre dos naves. Las palabras del otro piloto eran encriptadas y descodificadas por un sistema especial de codificación en la cabina de Orvak.
—Los sensores de largo alcance recogen la energía de un campo de protección —dijo Dareb—. Los generadores de escudo están donde nuestra información secreta dice que estarían.
—Blanco verificado —respondió Orvak, hablando por el micrófono de su casco—. Lord Brakiss, quien residió algún tiempo aquí, conoce muy bien el trazado de la Academia Jedi; si los Rebeldes no han movido mucho las cosas.
—¿Por qué lo harían? —dijo Dareb—. Están lejos de estar satisfechos, y estamos a punto de demostrarles su locura.
—Solamente no me demuestres tu locura —dijo Orvak—. Basta de charla. Diríjase hacia el blanco.
Los escudos invisibles se cernían como un paraguas protector sobre una sección de la selva donde un río cortado por los árboles y una antigua pirámide de piedra se elevaba majestuosamente. Orvak esperaba que para el final del día, el Gran Templo de Skywalker dejase de existir. Pero antes de que la Academia de la Sombra pudiese comenzar el asalto principal, Orvak y Dareb tenían que completar su misión preliminar: derribar ese generador de escudos y abrir las puertas de par en par para el ataque devastador.
Orvak comprobó sus sensores. Por los infrarrojos y otros espectros electromagnéticos, podía ver las ondulaciones mortales del domo del campo de fuerza que se cernía y protegía la Academia Jedi. Pero por los altos árboles Massassi, el escudo no alcanzaba el nivel del suelo, deteniéndose en lugar de eso, a unos cinco metros por encima de las copas de los árboles. Cinco metros de abertura superficial entre el follaje y la energía chisporroteante, pero lo suficientemente ancha para que un experto piloto pudiese pasar. Aquí y allá, algunas ramas sobresalientes había sido chamuscadas y ennegrecidas donde se habían interpuesto al crujiente domo de energía.
—Será un estrecho apretón —dijo Orvak—. ¿Estás preparado?
—Siento que podría acabar con toda la Alianza Rebelde yo mí mismo —dijo Dareb.
Orvak no se dio por enterado de ese despliegue de exceso de confianza.
—Aproximándonos —dijo.
Descendió el sigiloso caza TIE más aún, rozando las copas de los árboles. Las ramas pasaron murmurando bajo él, raspando y rozando contra las alas de su nave. El aire, pareció ondear frente al caza, una leve indicación del escudo de energía, y esperó que los sensores estuviesen en lo correcto.
—Mantente sobre el blanco —dijo—. Una vez bajo los escudos, comenzará nuestro verdadero trabajo.
Una vez pasaron por debajo de la demarcación invisible, Dareb dio un viraje hacia un lado para evitar una rama musgosa que se elevaba un metro por encima del dosel arbóreo. El joven piloto sobre compensado, golpeó la esquina de uno de los paneles de sus alas contra otra rama que le hizo dar vueltas.
—¡No puedo mantenerlo! —gritó por el sistema de comunicación—. ¡Estoy fuera de control!
El caza TIE de Dareb giró elevándose hacia el mortífero campo de fuerza y explotó cuando golpeó la disgregante pared. Con determinación para con su misión, Orvak se movió a gran velocidad, mirando a través de las cámaras traseras los escombros llameantes de su compañero cayendo del cielo. Apretó sus dientes e inspiró profundamente a través de la máscara de oxígeno en su casco.
—Todos somos prescindibles —dijo Orvak, tratando de convencerse a sí mismo—. Prescindible. La misión es de suma importancia. Dareb era mi respaldo. Ahora, depende de mí. Solo.
Tragó saliva, con la seguridad de que ahora, los Rebeldes debían haberse dado cuenta de su misión encubierta. Sin pausa, Orvak se dirigió hacia la aislada estación que generaba el escudo. La maquinaria parecía un conjunto de discos altos medio sepultado en la maleza de la selva, rodeado por un área despejada para el mantenimiento que proveía del suficiente espacio para que él aterrizase su pequeño caza Imperial. Visible en la distancia, estaba la gran pirámide que alojaba la Academia Jedi de Skywalker. Cerró los motores gemelos de iones y abrió la carlinga del piloto, alzándose y saliendo del caza. Metiendo la mano en el compartimiento de almacenaje detrás de su asiento de piloto, recuperó el paquete de suministros que contenía todos los explosivos que necesitaría para toda una jornada de trabajo. Orvak dio un paso sobre las aplastadas plantas que cubrían la tierra. La selva se cernía sobre él, confusa y amenazadora. En lo alto, podía oír el zumbido crujiente del escudo de energía que había destruido a su compañero. Comparado con la limpia y estéril Academia de la Sombra, Yavin 4 se sentía repugnantemente vivo. Estaba repleto de alimañas, plantas creciendo en todas partes, pequeños roedores, insectos, y extrañas criaturas que se movían en todas direcciones y se escondían en cada grieta. Anhelaba los preciosos e inmaculados corredores de la Academia de la Sombra, donde sus botas podían sonar fuertes y claras en las frías planchas de blindaje, duras y metálicas, y donde podría oler el aire reciclado fluyendo a través de los ventiladores, donde todo era regimentado y estaba en su lugar constitucional... tal como el Imperio perseguía otra vez la victoria sobre los Rebeldes. Orvak se acomodó sus sólidos guantes de cuero y el casco que le protegían de la infestación por las criaturas parásitas de aquel mundo incivilizado.
Cogiendo el paquete que contenía su equipo de demolición, corrió a toda velocidad fuera de su caza TIE hacia la zumbante estación del generador del escudo. Creado sobre él, poderoso pero indefenso. Condenado.
Aunque los generadores de escudos eran obviamente nuevos, las enredaderas, plantas trepadoras y los helechos, crecían en enredada profusión cerca de la maquinaria caliente. Orvak pudo ver los finales cortados de ramas donde alguien había despejado el follaje en un intento de conservar una vía de acceso. La irresistible selva, sin embargo, mantenía una presión ventajosa. Orvak negó con la cabeza pensando en la locura de aquellos Rebeldes.
Cuando alcanzó la palpitante estación, Orvak se encorvó sobre ella, recorriendo con la mirada de lado a lado, esperando a los defensores Rebeldes de un momento a otro. Abriendo su paquete, sacó dos de sus seis detonadores termales de alta potencia, y configuró las cargas que colocaría contra las células de energía del generador. Aquellos dos explosivos, serían más que suficientes para hacer caer los escudos de la Academia Jedi. Guardaría el resto de explosivos para la segunda parte de su misión.
Orvak sincronizó los cronómetros. Luego, cogiendo su brújula recalibrada y recorriendo con la mirada las coordenadas programadas en ella, se internó y abrió paso por la maleza hacia su siguiente blanco, que estaba a cierta distancia a través de la selva y de un río. El Gran Templo.
Hizo una pausa solo un momento para observar la explosión, viendo como los cronómetros corrían hacia cero y los explosivos detonaban. El estruendo fue ensordecedor, y un pilar de fuego se elevó hasta la altura del cielo, chamuscando los árboles Massassi circundantes. Orvak satisfecho, se felicitó a sí mismo por una excelente explosión. Espectacular.
Pero la siguiente, sería mejor aún.
IV
Con Raynar y Tionne apretujados atrás, Lowie pilotó el saltacielos T-23 de vuelta a la Academia Jedi a toda velocidad. A la vez que pasaron rozando las copas de los árboles, Lowie les explicó la situación lo mejor que pudo con Teemedós traduciendo.
—...y es por eso por lo que el Maestro Skywalker pidió al amo Lowbacca que os trajese a toda prisa —acabó el pequeño droide.
—Bien, bien, bien —dijo Raynar con voz agria—. Supongo que pensáis que esto va a volver a convertiros en héroes por volver a salvar la Academia Jedi. Estoy seguro de que podría habérmelas ingeniado muy bien sin vuestra ayuda. Mientras estabais fuera de juego, yo estaba aquí entrenando con Tionne.
Lowie pudo entender por el tono de voz del chico de pelo rubio que no estaba nada contento por estar apretado en el asiento trasero, con sus ropas brillantemente coloreadas enredadas y arrugadas sobre sí mismo. Los padres de Raynar, habían sido parte de la realeza menor de Alderaan, antes de que el planeta fuese destruido por la Estrella de la Muerte, y ahora, se habían convertido en ricos comerciantes. Él no estaba acostumbrado a tomar el asiento trasero de nadie.
—No, Raynar —le regañó Tionne. La Maestra Jedi de pelo plateado, pestañeó con sus extraños ojos color madreperla—. Ninguno debe hacer frente sólo al enemigo; debemos trabajar en equipo para prepararnos. Sin preparación, la batalla está casi perdida.
Raynar bufó, tratando de enderezar sus ropas.
—¿Batalla? Aún no sabemos si va a haber una batalla. ¿Por qué deberíamos creer en la palabra de un niño traidor que se ha pasado al Lado Oscuro? Podría estar mintiendo para tenernos ocupados. Probablemente, estará riéndose de nosotros ahora mismo.
Los gruñidos de Lowie retumbaron más fuerte que el motor del T-23.
—El amo Lowbacca quiere que les diga —dijo Teemedós—, que Zekk por muchos años fue un íntimo amigo del amo Jacen y la ama Jaina.
Raynar hizo pucheros.
—Entonces, Jacen y Jaina deberían ser más cuidadosos con las amistades que escogen.
—Algunas veces —dijo Tionne con voz firme—, la brecha entre un amigo y un enemigo no es tan ancha como se puede llegar a pensar. La ayuda, a menudo viene de fuentes inesperadas.
Lowie no estaba seguro de por qué, pero sus sentidos le urgían a ir aún más rápido. El pequeño saltacielos se estremeció y se zambullo a medida que apuraba sus motores al límite y más allá. Entró volando entre los árboles, bajo el mortífero domo del escudo de energía que protegía la Academia Jedi frente a un ataque aéreo.
—¡Oye, cuidado con esa gran rama! —gritó Raynar a la vez que Lowie hacía un viraje hacia un lado—. Ahórrate los heroísmos hasta que aparezca la Academia de la Sombra, si es que aparece.
Sin embargo, Lowie estaba satisfecho con sus percepciones; Tionne no solo estaba tranquila, sino que realmente aprobaba la forma en la que pilotaba el pequeño T-23.
Lowie miró hacia el cielo y entendió el por qué tuvo la repentina necesidad de acelerar. Dio un brusco ladrido señalando hacia la ominosa forma de anillo con púas apenas visible como una silueta a través de la capa de la atmósfera.
—El amo Lowbacca dice… ¡Oh Dios! ¡Parece que la Academia de la Sombra ha llegado!
Raynar se quedó callado sin encontrar nada más que replicar por la forma de pilotar de Lowie. ¿Hasta cuando? Una espada de sonido perforó el silencio seguido por varias explosiones. Según los sensores de Lowie, el oscilante escudo de energía de arriba, había fallado. Lowie gruñó la noticia a sus compañeros.
Sin esperar una traducción, Tionne dijo:
—Todavía podemos regresar a la Academia Jedi, pero deberíamos dejar el T-23 en el borde de la selva. Tengo el presentimiento que no es seguro acercarse al campo de aterrizaje del Templo o la bahía del hangar. Debe estar bajo ataque —ella se enderezó entre los dos jóvenes aprendices de Jedi—. Ya ha comenzado.
El Gran Templo Massassi, había resistido casi inalterado por miles de años. Los bloques de piedra de las paredes y el suelo eran tan sólidos como el día que fueron colocados. Aún así, Jaina sintió una vibración en el piso del centro de control de la Academia Jedi. Las luces de alerta se encendieron a lo largo de la consola del generador de escudos.
—Algo está mal, Tío Luke —dijo Jaina—. Ha habido una explosión en la jungla... ¡Oh no! ¡Nuestro escudo defensivo ha caído!
Luke estaba detrás de la silla donde Jacen se sentaba a los controles de comunicaciones. Inclinó la cabeza desagradablemente hacia Jaina.
—¿Puedes conseguir poner los escudos en línea desde aquí?
Ella, frenéticamente giró los interruptores y comprobó las conexiones, tratando de volver a levantar los escudos. Escudriñó las pantallas y las diagnosis continuamente apretando botones.
—No lo creo —replicó—. No hay energía. El generador entero ha dejado de existir.
Su hermano Jacen, dejó escapar el aire y se empujó hacia atrás desde la consola de comunicaciones.
—Tengo un mal presentimiento acerca de esto —dijo pasando sus dedos por los rizos de sus pelos color café—. Apostaría que ha sido sabotaje.
Luke miró a los ojos a Jaina, y luego a los de Jacen, y entonces tomó una decisión.
—No reuniremos todos en cinco minutos. Podríamos necesitar despejar el Gran Templo y escondernos en las selvas, donde podemos desviar el asalto. Envía un mensaje a tu madre de que estamos bajo ataque y que necesitamos refuerzos de inmediato. Luego nos encontraremos en la gran cámara de audiencias.
Jacen miró hacia su hermana en una condición cercana al pánico.
—Mis animales... —dijo—. No los puedo dejar en sus jaulas si la Academia Jedi está bajo ataque. Tendrán más oportunidades de sobrevivir si están libres. Y si el tío Luke va a evacuar a todos los estudiantes...
—Vete delante —dijo Jaina, señalándole el camino—. Cuídate de tus mascotas. Yo enviaré el mensaje a mamá.
Ya casi alcanzando la puerta, Jacen lanzó un agradecimiento por encima de su hombro. Jaina se dejó caer en la estación de comunicaciones, seleccionó una frecuencia de transmisión y trató de hacer una conexión a Coruscant. No recibió respuesta, sólo estática. Con un suspiro de disgusto por el funcionamiento del viejo equipo, Jaina probó una nueva frecuencia. Todavía nada. Extraño, pensó. Tal vez la pantalla principal de comunicaciones no está funcionando. Se puso el casco auricular e hizo una selección de otra frecuencia. Estática. Cambió de nuevo. La estática era más fuerte, como su algo se hubiese tragado de golpe su señal desesperada. Pronto, el siseo crujiente, se convirtió en un chirrido lo suficientemente agudo como para hacerle rechinar los dientes. Jaina se quitó el casco auricular de las orejas y lo lanzó con un estremecimiento.
—¡Estamos siendo interferidos! —Jaina, comprobó las lecturas en la consola de comunicaciones solamente para estar segura. Sus transmisiones de largo alcance estaban siendo interferidas por la Academia de la Sombra. Tenía que hacérselo saber a Luke de inmediato...
En su cámara dentro del antiguo templo, Jacen abrió el cerrojo de cada una de las puertas de las jaulas que contenían su colección de animales salvajes inusuales. Pudo ver que Tionne los había mantenido perfectamente alimentados mientras estuvo en Kashyyyk. La serpiente invisible de cristal de escamas iridiscentes, brilló intensamente con lánguida satisfacción, pero la familia de arañas saltadoras púrpuras de la jaula contigua, rebotó a lo largo y ancho por la agitación.
—Esta bien —Jacen envió el mensaje con su mente—. Tranquilas. Estaréis a salvo si alcanzáis la jungla. Meteos en la jungla.
Una jaula traqueteó con dos clamorosos y trabajadores arilos, roedores arborícolas con ojos saltones y largas mandíbulas llenas de afilados dientes. En otro cercado acuoso, cangrejos nadadores diminutos miraron a hurtadillas desde sus nidos de barro. Las salamandras mucosas ligeramente rosadas se deslizaron por su tazón de agua, tomando gradualmente una forma distinta. Los iridiscentes escarabajos-piraña azules se apiñaban contra los alambres resistentes de su jaula, y la masticaban ansiosos por ser libres. Los puso en libertad uno por uno, llevándolos hacia la ventana tan cuidadosamente como pudo, moviéndose con una urgencia controlada. Jacen acababa de poner en libertad a su última criatura favorita, un lagarto de la cepa, cuando escuchó rugir a un wookiee, seguido por la voz de Teemedós.
—Oh, menos mal, no estamos solos en el Templo después de todo.
Jacen se giró para encontrar a Lowie, Teemedós, Tionne y Raynar en el dintel de su puerta.
—¿Se han marchado los otros sin nosotros? —preguntó Raynar con aspecto de preocupación desamparada en su cara.
—Todo el mundo está en la gran cámara de audiencias —dijo Jacen—. Necesitamos llegar tan rápido como nos sea posible. El Maestro Skywalker dará las últimas instrucciones antes de que la batalla comience.
Cuando el grupo salió del turboascensor en la grandiosa cámara de audiencias, Jaina estaba allí, hablando en voz baja con Luke y Tenel Ka, mientras los otros estudiantes estaban sentados en un silencio alarmante.
Una mirada de alivio se dejó ver en la cara de Luke cuando vio que Lowie había regresado con éxito de su misión. Tionne estiró una mano hacia Luke y le dio un breve apretón.
—Me complace ver que estás a salvo —dijo Luke.
—¿Qué ha dicho mamá? —pregunto Jacen a su hermana.
Jaina mordió su labio inferior y Tenel Ka respondió por ella.
—La Academia de la Sombra interfiere nuestras señales. No hemos sido capaces de enviar nuestra señal de socorro.
Jacen sintió su sangre desapareciendo de su cara. ¿Cuanto tiempo tardarían en llegar los refuerzos si no podían enviar una llamada de socorro?
Luke habló en voz alta, digiriendo la palabra a los estudiantes congregados.
—No podemos confiar en ayudas externas para salvarnos. Debemos pelear esta batalla por nosotros mismos. Creo que el Gran Templo será el blanco principal del ataque. Tenel Ka os ha dado instrucciones de las tácticas de comandos, por eso vamos a llevar esta batalla a la selva, donde el territorio es nuevo para las tropas de la Academia de la Sombra, pero familiar para nosotros. Nos opondremos a ellos de uno en uno. Pero debemos evacuar la Academia Jedi inmediatamente.
V
Desde la abarrotada bahía del hangar de la Academia de la Sombra, Zekk observó las preparaciones finales para el ataque. El frenesí que agitaba a las tropas, unido a su amenazante cólera y su deseo de destrucción, le incitaron. Sintió como si las líneas de la Fuerza a su alrededor hubiesen sido establecidas a fuego.
El centro de la actividad era una inmensa plataforma de batalla que dominaba la bahía del hangar. Construida específicamente para el asalto más importante a la Alianza Rebelde, la plataforma táctica móvil estaba encrespada de armamento. Tropas de asalto gateaban sobre su superficie blindada, disponiéndose para el lanzamiento. Dirigida por la ominosa Hermana de la Noche, Tamith Kai, la plataforma sería el punto de inicio para el combate en tierra, Jedi contra Jedi. Frente al timón de la plataforma de batalla, esperaba ansiosa la venganza. Su larga capa negra reptó alrededor de ella con un silbido parecido al ataque de una serpiente. Púas del caparazón de un insecto asesino gigante, se proyectaban sobre sus hombros. Su pelo negro rizado alrededor de su cabeza era como alambres de ébano, contorsionándose y crujiendo con poderes oscuros, cada hebra aparentemente viva y malevolente. Los ojos violetas de Tamith Kai, ardían a la vez que ordenaba a las tropas de asalto abordar la plataforma de batalla, reuniendo poder en su interior. Su armadura de escamas negras, se pegaba a su cuerpo musculoso y bien estructurado. Su conducta demostraba poder y confianza, y un anhelo de destrucción. Zekk atendió a sus propios deberes. Él mismo había sido blanco de sospechas por parte de Tamith Kai. La Hermana de la Noche no confiaba en él. Ella consideraba que su compromiso con el Lado Oscuro no era lo suficientemente fuerte, ciego por su antigua amistad con los gemelos Jedi, Jacen y Jaina Solo.
Zekk había sido adiestrado como un estudiante privilegiado de Lord Brakiss, y había derrotado al propio protegido de la Hermana de la Noche, Vilas en un duelo a muerte. Ganando el duelo, Zekk había ganado el título de Caballero Oscuro. Y Tamith Kai, quizás porque era simplemente una perdedora, o por sus oscilantes dudas, raramente le dejaba fuera de su control. Pero Brakiss le había dado a él el mando de las nuevas fuerzas de la Academia de la Sombra, que serían la vanguardia de la batalla para reclamar la Galaxia. Él mismo guiaría la fuerza de ataque de Jedi Oscuros, descendiendo como la muerte de los cielos para exterminar a los aprendices del Maestro Skywalker.
Zekk hizo una profunda inspiración, saboreando el fuerte olor a metálico en el fresco aire. Escuchó el líquido de refrigeración bombeando, los motores encendidos, el estrépito de las armaduras de las tropas de asalto; señales preparatorias de que los sistemas estaban cerrados. Estaban preparados para despegar.
Zekk se giró hacia su grupo de guerreros dotados de la Fuerza. Llevaba puesta su capa negra y su armadura de cuero; su espada de luz a un costado esperaba a ser utilizada. Estaba seguro que su pelo oscuro recogido en una coleta y sus ojos verde esmeralda, brillaban intermitentemente frente a los congregados.
—Sentid la Fuerza dentro de vosotros —dijo para los otros aprendices. Dieron un mudo apoyo con sus mandíbulas en alto, con sus ojos alerta, ansiosos por la batalla. Habían sido adiestrados para esto.
Gesticuló hacia la plataforma, y los Jedi Oscuros, se movieron fluidamente a medida que entraban en la nave blindada.
—Atacaremos la Academia Jedi ahora, antes de que perdamos el elemento sorpresa.
El casco de piloto de caza TIE se ajustaba perfectamente a su cabeza de pelo gris. Junto con la máscara de respiración, las gafas, el traje de vuelo negro, los guantes acolchados, y las botas pesadas, el uniforme parecía transportar a Qorl de vuelta a un tiempo diferente, un tiempo cuando él era más joven... un piloto del primer Imperio. Años atrás, había volado con su escuadrón de cazas TIE de la primera Estrella de la Muerte, para atacar la desesperada flota de Ala-X Rebeldes. Había sido derribado en el combate, cayendo hacia la selva de Yavin 4. Cuando había mirado hacia atrás para su completo horror e incredulidad, Qorl vio la invencible Estrella de la Muerte estallar, dejándole desamparado en aquella miserable y pequeña luna. Después de recuperarse de sus lesiones, Qorl había vivido como un ermitaño durante más de veinte años hasta que cuatro jóvenes aprendices de Jedi se habían tropezado con él, poniendo en movimiento los acontecimientos que le devolvieron al Segundo Imperio.
Y ahora Qorl se encontraba subiendo a otro caza TIE, para lanzarse a otra batalla para volver a derrotar a los Rebeldes. Esta vez sin embargo, estaba seguro de que acabaría diferente. Esta vez, el Imperio no cometería errores.
Qorl estaba delante de su escuadrón de doce cazas TIE. Apretados en un lado de la bahía de lanzamiento, los pequeños cazas despegarían tan pronto como la plataforma de batalla lo hiciese.
Se giró hacia sus tropas, todos eran cazas sin probar, y los pilotos, escogidos entre los más ambiciosos de los soldados de asalto recién entrenados. Los nuevos pilotos nunca habían visto un combate. Sólo habían practicado, realizando simulación tras simulación, pero sabía que morirían en un combate real. Los pilotos se mantenían junto a sus cazas, vestidos con sus trajes y cascos negros.
Uno de los nuevos pilotos, se movía nerviosamente con obvia ansia, recorriendo con la mirada el caza TIE, estudiando las torretas de los cañones láser, ansioso por irse. Finalmente, dio un paso adelante. El piloto se quitó el casco y lo colocó contra su pecho. Aún sin ver la ancha cara del joven, Qorl sabía que era Norys, el antiguo líder de la pandilla de Los Perdidos.
—Perdóneme, señor, tengo una sugerencia —dijo Norys—. En vista de mi desempeño durante las simulaciones donde acumulé más puntos que cualquiera de los otros, creo que debería ser yo el que guiase este escuadrón.
Qorl reprimió su cólera.
—Entiendo tus razones, Norys. Has hecho un excelente trabajo en tu entrenamiento como piloto de caza TIE y como tropa de asalto. Estás ansioso por aprender y probablemente por servir al Segundo Imperio. Pero debo rechazar nuevamente tu petición.
—¿Basándose en qué?
Sintiendo el desafío en la voz del joven, Qorl mantuvo su respuesta firme y directa.
—En base a que Brakiss me escogió para dirigir esta misión. Si prefieres no seguir las órdenes, como quieras... —se encogió de hombros, dejando la implicación de sus palabras en el aire entre ellos.
El chico era grosero y muchas veces insubordinado, y si no hubiese demostrado una aptitud muy buena para el manejo del armamento y la lucha, Qorl le habría dejado atrás. Había demasiado en juego en esta misión como para permitirle a un joven demasiado ansioso echar a perder las cosas.
Norys sonrojado dijo:
—Creo que tienes miedo Qorl. Eres viejo y no has volado en una misión en años. Tú lideras el escuadrón y nos quieres para cubrir tus propios fracasos.
—¿Eso es todo? —dijo Qorl con una voz calmada, pero con una tensión que cortó el aire—. Te doy la elección: di una palabra y te dejaré fuera de esta misión, o contén tu lengua y lucha por tu Emperador.
En aquel momento, a Qorl no le importaba la elección que hiciese aquel rudo joven. Gustosamente, utilizaría un escuadrón más pequeño si era la única forma de asegurarse que todos sus pilotos eran adecuadamente disciplinados.
Humeando, Norys luchó para mantenerse en silencio y colocó con rudeza el casco negro sobre su cabeza.
Qorl habló, más para desviar la atención de aquel arrebato que por cualquier otra razón.
—Exitosamente, hemos bloqueado todas las señales de la Academia Jedi. Son incapaces de pedir refuerzos. Desde que no han visto naves de guerra en órbita, esos tontos Caballeros Jedi dan por supuesto que sus poderes y su insignificante escudo de energía podrán frustrarnos. Según nuestros sistemas de vigilancia, nuestro primer comando Imperial ha tenido éxito en eliminar sus escudos. La Academia Jedi yace indefensa y vulnerable a nuestro ataque. Cuando Tamith Kai lance su plataforma de batalla para guiar el ataque militar, Lord Zekk llevará a sus aprendices de Jedi Oscuro y entablará directamente, batalla contra los Caballeros Jedi. Nuestro escuadrón realizará ataques de hostigamiento desde el aire. Aunque debemos causar daños, nuestra misión es de apoyo, no para servir de línea de ataque. ¿Entendido?
Los pilotos murmuraron afirmativamente. Qorl no pudo decir si la voz de Norys se había unido a las de sus compañeros.
—Muy bien, a vuestras naves —dijo.
Sus pilotos gatearon hasta las cabinas, y Qorl se colocó tras los controles del caza TIE que estaba en cabeza. Inspiró profundamente a través de la máscara respiratoria, laboreando la deliciosa y familiar química del aire de sus tanques. Sonrió. Se sintió bien por poder volver a volar nuevamente.
Desde el timón de la plataforma táctica de batalla, Tamith Kai gritó:
—Nos vamos. ¡Regresaremos victoriosos antes de que acabe este mismo día!
Las gigantescas puertas del hangar se abrieron revelando la negrura del espacio compartido con la luna esmeralda detrás de la cual surgía amenazadoramente el gigantesco planeta gaseoso de Yavin. La insignificante luna contra el panorama del Universo era el blanco de la Academia de la Sombra, destinada a convertirse en un furioso campo de batalla y una victoria Imperial.
Tamith Kai ordenó que la plataforma de batalla se alzase sobre sus repulsores y saliese de la Academia de la Sombra. La nave militar parecía una gran barca de transporte, aplanada y de esquinas redondeadas, con dos niveles a gran altura y una cubierta superior que se abriría al aire una vez alcanzaran la atmósfera. Las tropas de asalto y las fuerzas de tierra llenaban su primer nivel, mientras Zekk y sus Jedi Oscuros tomaban sus posiciones en el fondo de la bahía, cerca de las puertas de descenso.
La plataforma de batalla descendió a través del espacio hacia la uña delgada de atmósfera alrededor de la luna verde. A medida que pasaban los minutos, Zekk se paseaba de un lado a otro. Se asomó a la ventana y vio el anillo lleno de púas de la estación sobre ellos menguando a medida que la plataforma de batalla aumentaba la velocidad hacia Yavin 4.
—¿Mochilas preparadas? —preguntó, ajustando el equipo de correas a su pecho y espalda. Su capa negra colgaba sobre ella, con su forro color escarlata brillando intermitentemente a medida que se movía. Su brigada de Jedi Oscuros, comprobó sus armas, espadas de luz idénticas manufacturadas a bordo de la Academia de la Sombra. Los miembros del equipo se ajustaron sus mochilas repulsoras en los hombros. Uno por uno afirmó su disposición.
La negrura del espacio estaba vetada de neblina blanca a medida que la plataforma de batalla descendía rápidamente hacia la atmósfera. Zekk sintió la vibración a medida que los vientos arañaban las placas blindadas. El casco se calentó y Zekk pudo sentir el grito ionizado de la onda de choque a través del aire, pero Tamith Kai pilotó la plataforma de batalla expertamente, sin titubear, directamente hacia su blanco.
La voz dura y profunda de la Hermana de la Noche, vino del intercomunicador.
Nos estamos aproximando a la altitud de objetivo. Zekk, prepara a tus Jedi Oscuros para la partida. Las puertas de salto se abrirán en un minuto estándar.
Zekk golpeó ruidosamente sus manos enguantadas, ordenando a los Jedi Oscuros que se colocaran en fila.
Las mochilas repulsoras os transportarán dijo, pero utilizar vuestras habilidades en la Fuerza para guiar el descenso. Debemos atacar directamente. Estos son nuestros enemigos jurados, los Caballeros Jedi de Luke Skywalker. El futuro de la Galaxia depende de nuestra victoria de hoy.
Zekk fijo su penetrante mirada en cada uno de los aprendices, tratando de darles un fragmento de su determinación. Eran valientes guerreros que juraron tener éxito en su cruzada. Pero Zekk aún no se había ocupado de su confusión interna. Sabía en su corazón que las dudas de Tamith Kai sobre su lealtad estaban bien fundadas por la amistad que le unía a su estimada amiga Jaina y su hermano Jacen. En las profundidades de los bosques de Kashyyyk, él había advertido a Jaina que se mantuviese alejada de la Academia Jedi. Él no quería que ella tomase parte en la batalla de hoy. No quería que ella se convirtiese en una víctima. Pero sabía con total certeza que Jaina Solo no se mantendría alejada para salvarse a sí misma y dejar a sus amistades morir. Temía pensar que ella estuviese allí abajo preparada para luchar con él. Zekk agradeció ser interrumpido en sus pensamientos cuando el suelo vibró y las puertas de salto se abrieron. Una delgada línea de luz apareció ante sus pies, y luego se hizo más ancha. Las copas de los árboles eran visibles desde abajo, puntuadas por las prominentes torres de piedra de los antiguos templos Massassi.
—Muy bien, mis Jedi Oscuros —gritó Zekk por encima del ulular del viento—. Es nuestra hora. ¡Saltad!
Dirigiendo el ataque se dejó caer al cielo, encendiendo su mochila repulsora y dirigiéndose hacia la desprotegida Academia Jedi. Detrás de él, los otros Jedi Oscuros se dejaron caer de la plataforma de batalla uno por uno, descendiendo como aves de rapiña. En vuelo, Zekk encendió su espada de luz, agarrándola como un faro encendido. Miró hacia atrás viendo a los otros Jedi del grupo extendiendo sus resplandecientes armas, con sus capas revoloteando detrás de ellos. Los Jedi Oscuros cayeron como lluvia del cielo.
VI
El chillido de los motores iónicos gemelos, desgarró parte de la relativa calma de la gran cámara de audiencias. Los rápidos reflejos de Tenel Ka surgieron incluso antes de que reconociese la fuente del sonido y se encontró corriendo y encorvándose hacia la abertura más cercana de una de las ventanas con Jaina, Jacen y Lowbacca directamente detrás de ella. A través de la abertura de la pared de piedra, Tenel Ka vio cazas TIE en una carrera de bombardeo directamente hacia la Academia Jedi.
—Maestro Skywalker, estamos bajo ataque —gritó Tenel Ka.
Luke Skywalker alzó su voz para hacerse oír por toda la cámara.
—Que todo el mundo permanezca en la selva hasta que la batalla haya terminado. Pelead con todas vuestras aptitudes y habilidades. Recordad vuestro entrenamiento... y que la Fuerza os acompañe.
Una serie de explosiones huecas puntuaron su orden. Un ruidoso crujido hizo ecos a través de la cámara cuando una bomba de protones golpeó los niveles inferiores y cavó un cráter en el terreno de la selva fuera de la pirámide.
Desde donde estaba, Tenel Ka observó a los otros aprendices de Jedi y juzgó sus admirables reacciones con respecto a las órdenes del Maestro Skywalker. Varios de los estudiantes se quedaron sin aliento por la sorpresa, y Tenel Ka pudo sentir sus emociones contradictorias; nervios anticipados, nostalgia por su casa, confianza en la Fuerza, temor por la posibilidad de tener que matar. Pero no percibió indicios de confusión, terror o negativa.
Fuera y en espera de más instrucciones, los estudiantes Jedi salieron en tropel de la gran cámara de audiencias. Luke Skywalker se precipitó hacia la ventana donde el grupo de Tenel Ka estaba y dio una seña a Peckhum para que se les uniera. El viejo piloto se agachó rápidamente a medida que el suelo de piedra vibró por los impactos de más allá. El Maestro Jedi comenzó a repartir instrucciones inmediatamente, y Tenel Ka se maravilló con lo calmado que parecía en medio de aquella confusión.
—Jacen, lleva la Cazadora de Sombras a órbita. Mira a ver si puedes penetrar a través de la señal de interferencia y enviar a tu madre un mensaje de que estamos bajo ataque. R2-D2 está en el hangar esperando junto a la nave. Él es todo el copiloto que necesitas.
Jaina quien amaba volar, estaba a punto de protestar cuando Luke recurrió a ella.
—Necesito que vayas a través del río y revises el equipo del generador del escudo. Mira a ver si es posible recuperar nuestros escudos defensivos. Lowie, quiero que tú y Tenel Ka...
El comunicador de Luke colgado de su cinturón le interrumpió dando la señal de que tenía un mensaje urgente.
Otra explosión vibró a través del Gran Templo, más cercana que las otras. Tan pronto como Luke conectó el comunicador, los sonidos agudos de alarma y silbidos de R2-D2 fueron emitidos.
—¿Qué pasa R2? Cálmate —dijo Luke.
—Sí usted me lo permite, Amo Skywalker —dijo Teemedós—, puedo analizar gramaticalmente el mensaje de su droide astro mecánico y proveerle de una traducción. Estoy versado en unos seis millones de formas de comunic...
—Gracias Teemedós —Luke recortó la pequeña charla de droide—, eso sería muy útil.
—R2-D2 comunica que... ¡Oh Señor!, la parte frontal del hangar ha sido alcanzada. Los escombros han sellado completamente la entrada. Ninguna nave puede entrar o salir. La Cazadora de Sombras está atrapada en el interior.
—¡Oye! —dijo Jacen después de un momento de pensamiento—, Peckhum, ¿que hay del Vara del Rayo? No estaba en el interior.
Tenel Ka sintió un fruncimiento de ceño que plegaba su frente, al pensar que Jacen iba a encarar un ataque Imperial con una vieja lanzadera de cargamento.
—El Vara del Rayo no tiene la armadura de quantum de la Cazadora de Sombras —señaló Luke.
—Demasiado peligroso —dijo Jaina.
—Eh, que todos estamos en peligro aquí —dijo Jacen con voz baja pero firme—. Y tenemos que enviar un mensaje fuera del sistema.
—Seguro que podemos hacerlo —dijo el viejo Peckhum—. Aprendí algunas maniobras evasivas bastante buenas en su día, moviéndome en órbita sin recibir impactos.
Justo entonces, Lowbacca dio un agudo aullido preventivo señalando hacia la abertura de la ventana. Gravitando sobre la selva a lo lejos, había una construcción siniestra, una gigantesca plataforma táctica claveteada de armas, como una mortífera balsa transportando tropas enemigas.
Tenel Ka sintió una punzada de reconocimiento.
—Tamith Kai está ahí; puedo sentirla —dijo.
—Parece que ella dirige la batalla terrestre desde allá arriba —dijo Luke.
—Entonces, debemos inutilizar esa plataforma de batalla —contestó Tenel Ka sin interrupción—. Me presento voluntaria. La Hermana de la Noche es mía.
Lowbacca ladró un comentario.
—El amo Lowbacca desea señalar que su T-23 está fuera, cerca de la pista de aterrizaje. Usando el saltacielos, él y el ama Tenel Ka, fácilmente podrían alcanzar esa plataforma en unos minutos.
Luke inclinó la cabeza.
—Cada uno tiene su misión. Haré un último barrido de la pirámide para asegurarme de que nadie se quedó atrás. Os veré a todos en el punto de reunión en la selva.
A medida que los jóvenes Caballeros Jedi corrían escaleras abajo en el interior del Templo, la mente de Tenel Ka comenzaba a pensar en el inminente enfrentamiento. La adrenalina bombeaba por sus venas y su mente estaba alerta. Ella había sido criada y adiestrada para la batalla. Aunque pelear con un único brazo presentaría nuevos desafíos, no se sintió asustada ni demasiado confiada. Simplemente preparada. Un Jedi siempre debía estar listo, ella lo sabía. El Maestro Skywalker y Tionne les habían entrenado a todos muy bien. Tenel Ka tenía su espada de luz y sus habilidades en la Fuerza. Conjuntamente, estaba segura de que eran suficientes para derrotar a cualquier enemigo.
Cuando todos ellos alcanzaron la zona de aterrizaje, Jaina ya se había separado del grupo, zambulléndose hacia el río y la estación generadora del escudo. Tenel Ka se sorprendió al notar que el viejo piloto Peckhum se había mantenido a la altura de ellos, cuando él y Jacen corrieron hacia la vieja lanzadera de suministros. Esquivando rayos de energía de los cazas TIE que se abalanzaban sobre sus cabezas, Tenel Ka y Lowbacca abordaron el saltacielos T-23 mientras Peckhum y Jacen abordaban el Vara del Rayo.
Mirando a Jacen subiendo la rampa del Vara del Rayo, Tenel Ka sintió un tirón de sus emociones que no pudo explicar, ni siquiera para sí misma, y al mismo tiempo, Jacen reapareció y clavó los ojos en los de Tenel Ka con una expresión seria. Su cara rompió en una gran sonrisa.
—Te contaré un chiste cuando regresemos; uno realmente bueno esta vez.
Luego, se fue otra vez.
A la vez que Lowie encendía los motores del T-23, Tenel Ka dio una contestación, aunque ella sabía que él no la podía escuchar.
—Sí, mi amigo Jacen, me gustaría escuchar tu chiste. Cuando todos hayamos regresado.
VII
Los motores del Vara del Rayo gimieron a medida que la nave se esforzaba contra la gravedad. Poco después de alzar el vuelo, la vieja nave dio una brusca sacudida. Las alarmas resonaron dentro de la cabeza de Jacen.
¡Nos han dado! gritó sin molestarse en comprobar las lecturas.
—No —contestó el viejo Peckhum—. El Vara del Rayo ha estado haciendo eso desde que cambié el acoplador de energía a los repulsores traseros. Me imagino que tendré que echarle un vistazo otra vez un día de estos.
El nudo de pánico en el estómago de Jacen se alivió un poco, pero solo un poco.
—Tal vez Jaina pueda ayudarte con eso más tarde —dijo.
Un rayo de energía pasó a su lado a medida que un caza TIE rugió detrás de ellos en su descenso hacia la Academia Jedi.
—¡Eh, eso ha estado demasiado cerca! —dijo Jacen.
—Demasiado cerca —asintió Peckhum—. Espera joven Solo, voy a intentar algunas maniobras evasivas.
Lowie enfocó su concentración en llevar el T-23 al cielo. Con su visión periférica, podía ver a otros estudiantes Jedi evadiendo el fuego de los cazas TIE a la vez que corrían a toda velocidad a la seguridad de los árboles. Cuando alcanzaron el linde del bosque, el wookiee tiró de su saltacielos, haciéndolo subir en un ángulo bien definido. La densa red de frondosas ramas siempre había significado protección para Lowie, y anhelaba unos momentos tranquilos en las copas de los árboles. Pero la paz no es lo que aguardaba a Lowie y Tenel Ka allí arriba. No esta vez. Lowie empuñó los controles de dirección apretadamente y zigzagueó a través del campo de ramas entre las copas de los árboles, tratando de despistar a cualquier perseguidor que estuviera tras su pista. Hoy el problema llovía sobre ellos, por lo que no podía escapar a una altura segura. Su mejor apuesta era quedarse entre los árboles. Un disparo de energía más allá de la T-23, levantó una bola de suciedad y turba chamuscada detrás de ellos.
—Deja que la Fuerza te guíe, Lowbacca, amigo mío —dijo Tenel Ka desde el asiento del pasajero detrás suyo.
Lowie rugió un reconocimiento y cogió una profunda y tranquilizadora bocanada de aire. Voló hacia adelante, dejando a la Fuerza controlar el rumbo y las evasiones. Fueron hacia el ancho y verde-marrón río sobre el cual Tenel Ka y Lowbacca habían visto la siniestra plataforma de batalla de la Hermana de la Noche. Incluso a medio kilómetro de distancia podían ver los rayos láser disparados desde la nave blindada, incinerando árboles a lo largo de las orillas. Repentinamente, Tenel Ka dio un grito de sorpresa.
—¡Mira!, ¡Allí!
Desde el cielo, un grupo de figuras descendían como aves de rapiña con forma humana. Jedi Oscuros descendían de las nubes en un patrón disperso de ataque, con las espadas de luz brillando a medida que controlaban su dirección con sus mochilas repulsoras. Una alarma de proximidad sonó un momento y desvió la atención de Lowbacca, y un disparo láser de un caza TIE los golpeó. Un chorro a presión de humo y chispas fueron arrojadas de los motores trasero del T-23. El pequeño saltacielos osciló fuera de su rumbo y se movió bruscamente en el aire. Con un chillido de metal resquebrajándose, una de las aletas de control de altitud cedió.
—Oh, mi... —gimió Teemedós—. No puedo soportar mirarlo.
Lowie, reaccionando con el instinto de su entrenamiento Jedi, forcejeó con los controles. Dirigido por la Fuerza, una de sus manos voló por el tablero de mandos mientras la otra guiaba el descenso. El humo entró a raudales en la cabina del piloto, y el saltacielos chisporroteó y se meció. Sin saber muy bien cómo lo hizo, Lowie cortó los motores traseros y purgó el impulso en una subida ascendentemente pronunciada. Luego, dejando caer la pequeña nave hacia atrás sobre la copa de los árboles, utilizó por última vez los repulsores para desacelerar su descenso lo suficiente, o esperaba. El T-23 se estrelló en la jungla.
Con cada respiración, Tenel Ka dibujó fuego en sus pulmones doloridos. Cerca, el wookiee gimió, pero ella no podía entender el significado de sus palabras expresadas con gruñidos. Ella no podía ver nada.
—¡Ama Tenel Ka! —Una estridente voz electrónica rompió su nublada consciencia.
—El amo Lowbacca demanda urgentemente su ayuda para abrir la carlinga del T-23.
Tenel Ka trató de mirar alrededor. Sólo podía ver enturbiado, alternándose entre la luz y la oscuridad. Los patrones alternantes punzaron sus ojos y ella los cerró apretadamente. Una voz lo suficientemente fuerte como para despertar a un Maestro de un trance curativo gimió en los oídos de Tenel Ka.
—Oh, maldigo mi lento procesador, Soy demasiado lento. ¡Está muerta!
Lowbacca bramó una fuere negativa. Al mismo tiempo, algo la alcanzó y le dio una busca punzada.
—No —logro articular Tenel Ka—. Estoy viva.
Lowbacca dio unos cuantos ladridos precisos, y Tenel Ka se encontró respondiendo a sus instrucciones incluso antes de que Teemedós se lo tradujese.
El amo Lowbacca le pregunta si podría empujar contra la carlinga con todas sus fuerzas mientras echa su peso hacia el lado de babor... hacia la izquierda, como sabrá.
Tenel Ka lo sabía. Empujó y se meció.
A pesar de las asfixiantes nubes de humo de los motores súper calientes, ella tuvo la suficiente calma como para dejar a la Fuerza fluir a través de ella. Incluso a través de sus párpados cerrados, Tenel Ka podría decir cuando Teemedós cambió el brillo amarillo de sus sensores ópticos para atravesar el humo.
Parece dijo el pequeño droide que la carlinga del T-23 está enganchada contra una rama del árbol. ¡Oh, estamos condenados! Luego, apenas el pequeño droide terminó su lamento, la carlinga el pequeño saltacielos se abrió con un sonido explosivo y el aire fresco inundó la cabina del piloto. Ambos, Tenel Ka y Lowbacca se quitaron sus cinturones de seguridad y gatearon fuera de los restos.
A medida que se apartaban de la incandescente nave, jadeando en busca de respiración y esperando que su vista se despejase, la mano de Tenel Ka descendió automáticamente a su espada de luz, para asegurarse de que aún estaba firmemente colocada en su cintura. Estaba.
—Dios mío —exclamó Teemedós con su voz metálica—. Ahora probablemente estaremos perdidos en la selva y seremos capturados por salamandras peludas. Tenga cuidado Amo Lowbacca. Me repugnaría volver a repetir esa atroz experiencia.
Balanceándose en una rama de árbol junto a Tenel Ka, Lowbacca contempló la T-23 estrellada y pronunció una nota baja, triste. Tenel Ka pudo ver que su desasosiego no provenía del pensamiento de las criaturas de la selva, sino de su amado vehículo. La chica guerrera entendía la pérdida. Estiró su única mano y tocando brevemente el brazo de Lowbacca, dejó que la Fuerza le reconfortase. Luego, como si fuesen uno, giraron en busca de su destino: la gigantesca plataforma de batalla y la malvada Hermana de la Noche.
Para alivio y sorpresa de Tenel Ka, Lowbacca había logrado caer apenas a doscientos metros donde la plataforma de batalla revoloteaba encima de las coronas de los árboles Massassi. Antes de que ella pudiese hablar, su amigo wookiee dio un bajo ladrido de advertencia y apuntó hacia abajo para cubrirse. Tenel Ka entendió inmediatamente y gateó entre las hojas y las ramas hasta que estuvo escondida. Si ellos podían ver la gigantesca plataforma de batalla, también podían ser descubiertos. Necesitaban lograr llegar astutamente a la plataforma de batalla bajo las ondeantes hojas verdes como nadadores por debajo de la superficie del océano. Con un solo brazo para ayudarse a balancearse y deslizarse, Tenel Ka tuvo que confiar en la Fuerza para colocar sus pies firmemente a cada paso. Incluso aceptó la ayuda de Lowbacca cuando se la ofreció para cruzar ramas débiles o grandes agujeros en el dosel. Tenel Ka no estaba segura de por qué se sentía obligada a hablar. Quizás el aire de tristeza que emanaba de su amigo wookiee.
—Pasaremos muchos días agradables reparando tu T-23, amigo Lowbacca, tú, Jacen, Jaina y yo. Después de que termine esta batalla.
El wookiee se detuvo, la miró enigmáticamente por un momento y luego hizo un ruido corto y explosivo de risa. Después de una serie de ladridos, Teemedós dijo:
—El amo Lowbacca dice que más probablemente, al amo Jacen le encantaría tener una audiencia para entretenerla con sus chistes.
Tenel Ka sintió que sus espíritus se iluminaban con ese pensamiento, y avanzaron a un paso más rápido. Su mente enfocó su atención en la meta de derrotar al Segundo Imperio de una vez por todas.
Repentinamente, sintió un hormigueo subiendo por su columna.
—¡Alto! —dijo.
Un caza TIE se abalanzó a través de los árboles, moviendo las hojas a medida que giraba sobre el estrellado saltacielos inspeccionándolo.
Lowbacca gruño, y Tenel Ka sujetó su brazo para reprimir cualquier acción impulsiva. La nave Imperial giró sobre los restos buscando supervivientes. Tenel Ka esperó que el piloto no bombardease al ya derribado saltacielos convirtiéndolo en chatarra y escombros. Después de un momento tenso, la nave enemiga rugió y salió en busca de una nueva presa. Ella y Lowbacca siguieron adelante a través de los árboles hacia donde la plataforma de batalla esperaba.
Pareció que no paso el tiempo antes de que Teemedós dijese:
—A menos que mis sentidos se hayan descalibrado completamente por el impacto, deberíamos estar directamente bajo el borde anterior de la plataforma de batalla en este momento.
Lowbacca levantó una mano, dando una seña para que Tenel Ka esperase, y se movió unas pocas ramas hacia arriba para comprobar su posición. En su bajo ladrido de triunfo, Tenel Ka se encaramó después de él y sacó su cabeza por encima de la frondosa canopia.
Allí, revoloteando a diez metros por encima de las copas de los árboles, estaba la parte inferior de la gigantesca plataforma de batalla, maciza y amenazadora, acorazada para el asalto y encrespada de armas.
—Debería ser una tarea bastante sencilla el destruirla —dijo Tenel Ka.
Los sonidos de órdenes gritadas y el repiqueteo de botas corriendo les llegaron claramente. Lowbacca apuntó hacia arriba y luego se encogió de hombros como diciendo. ¿Y ahora? La plataforma estaba a demasiada altura por encima de los árboles para dar un salto, y habían llevado mochilas repulsoras.
Tenel Ka trató de alcanzar el garfio y el cable que llevaba en su cinturón.
—Tendremos que trepar por ella —dijo.
La plataforma revoloteaba más alto de los que Tenel Ka estaba acostumbrada a apuntar, pero el garfio se enganchó firmemente en el borde blindado en su segundo lanzamiento. Tenel Ka comprobó su peso sobre el cable. El garfio no se movió. Luego, enrollando su brazo y sus piernas alrededor del cable, y comenzó a encaramarse, utilizando la Fuerza para ayudarse a levitar cuando su único brazo no podía proveerla del suficiente agarre. Más arriba, sobre la plataforma esperaban las tropas de asalto con sus armas pesadas y una Hermana de la Noche de Dathomir.
Tenel Ka tragó saliva. Sabía que aunque la Fuerza estaba con ellos, las probabilidades, definitivamente no lo estaban.
VIII
El río verde-marrón que fluía perezosamente a través del primitivo bosque, era ancho y poderoso, pero externamente calmado. La corriente no demostraba la menor señal de disturbio de la titánica lucha entre el bien y el mal que se estaba desarrollando en Yavin 4.
El río hospedaba numerosas formas de vida: plancton invisible, protozoos carnívoros, plantas acuáticas, árboles que dejaban sus raíces colgando en el flujo, y depredadores camuflados disfrazados como partes innocuas del paisaje. Pero cuando los disparos de bláster y el zumbido de los espadas de luz canturreaban a través de la selva, otras criaturas eran las que se movían entre las gruesas ramas sobre el río y dentro de la misma agua... criaturas entrenadas para utilizar la Fuerza. Los redondeados hocicos de tres reptiles rompían la superficie del lóbrego río. Aberturas en ellos se elevaban, dejando ver sus fosas nasales recibiendo el oxígeno. Las tres escamosas criaturas, se movieron lo suficientemente lento que sólo unas leves ondas murmuraron a través del agua. Colocándose en posición en el profundo barro, inhalaron por la nariz y esperaron al acecho por el camino del borde del río. Sus enemigos vendrían pronto.
Andando con mucho sigilo, pero radiando un poder sobrenaturalmente confiado, tres de los aprendices de Jedi Oscuro de la Academia de la Sombra, caminaron a grandes pasos a través de la maleza, cortando ramas y las densas enredaderas con las hojas de sus espadas de luz. Alcanzaron la ribera e hicieron una pausa para consultarse los unos a los otros aún buscando a sus oponentes.
—Los aprendices Jedi de Skywalker son unos cobardes —dijo uno—. ¿Por qué no vienen y pelean? Se esconden en la selva como roedores aterrados.
—¿Como no nos van a tener miedo? —dijo otro—. Reconocen el poder del Lado Oscuro.
Consultando silenciosamente, con una tenue corriente de burbujas como comunicación, tres de los reptiles cha'a, aprendices Jedi de Luke Skywalker se abalanzaron desde el río, arrojado una corriente de agua a sus enemigos. Utilizaron la Fuerza para crear una ola que martilleó desde el río, una columna torrencial que se levantó como una serpiente y cayó de nuevo. Las hojas de los espadas de luz de los Jedi Oscuros, chisporrotearon y humearon. Los tres cha'a sisearon y castañetearon riendo a medida que convocaban más y más agua.
Los empapados Jedi Oscuros se movieron agitadamente de un lado a otro a la vez que trataban de convocar los poderes del Lado Oscuro para contraatacar a sus adversarios reptiles.
Justo entonces, del denso refugio de los árboles de arriba, un trío de avians emplumados dejó su seguridad y descendieron. Dieron un alto y aflautado grito de batalla.
Los Jedi Oscuros estaban perturbados momentáneamente, divididos entre dos enemigos. Entonces, los avians cayeron sobre ellos, tirándolos al suelo y dejándolos inconscientes. Los avians trinaron y chillaron por su victoria a la vez que los cha'a salían goteando fuera del barro fluvial y avanzaban con dificultad hacia sus tres nuevos cautivos. Trabajando juntos, los aprendices Jedi de Skywalker no humanos cogieron gruesas enredaderas de la maleza y ataron las manos y las piernas de sus prisioneros conjuntamente. Uno de los cha'a recogió los espadas de luz de la Academia de la Sombra, estudiando la pobre construcción y la poca imaginativa artesanía que contenían. Uno por uno, lanzó las contaminadas armas dentro del agua. Salpicaron y se hundieron sin dejar señal.
Mientras, los avians se encorvaban sobre sus cautivos inconscientes y utilizaban sus poderes Jedi para sondear las mentes de los estudiantes de Brakiss. Añadieron fuertes sugestiones a través de la Fuerza para asegurarse de que sus enemigos continuarían durmiendo por mucho tiempo...
Tionne lanzó su largo pelo plateado hacia atrás fuera de su camino. Necesitaba su vista despejada, sin distracciones.
Miró a los otros estudiantes Jedi con sus destellantes ojos color madreperla. El Maestro Skywalker frecuentemente le confiaba el entrenamiento de estos estudiantes, y ahora, Tionne libraría la batalla. La Academia de Yavin 4 a menudo, había sido el blanco de las Fuerzas Armadas del mal, pero los verdaderos Caballeros Jedi habían ganado antes, y ella, no tenía dudas de que ganarían otra vez.
Ella y sus estudiantes, permanecían alrededor del mármol rectangular y las columnas destruidas de lo que una vez había sido un Templo Massassi antes de haber sido tragado por la selva. Aquel era el lugar que habían escogido para resistir.
—¿Estáis todos preparados? —dijo Tionne—. Recordad que hemos sido adiestrados. No lo intentaremos. Debemos tener éxito en derrotar a los guerreros del Lado Oscuro.
Sus estudiantes gritaron su consentimiento, mirando a sus ojos llenos de confianza, habilidades y su plan. Una de las jóvenes mujeres asintió con la cabeza hacia Tionne, tomó una respiración profunda, y luego se fue corriendo hacia la selva en busca de los Jedi Oscuros invasores. En unos momentos la joven gritó, alzando la voz y desafiando a los aprendices de la Academia de la Sombra.
Tionne escuchó una espada de luz sisear. Las ramas cayeron... y luego, escucharon el sonido de pasos a través de la selva a medida que su estudiante volvía rápidamente hacia la trampa que habían preparado. Tionne gesticuló silenciosamente para que lo otros se preparasen.
—¡Ven aquí, sabandija Jedi! —dijo uno de los enemigos, escondido en unos matorrales.
Cuatro Jedi Oscuros vinieron a través de la selva, irrumpiendo en el espacio despejado del Templo donde la estudiante jadeante estaba al otro lado de una gran placa de mármol que pendía sobre sus cabezas. La estudiante de Tionne miró derrotada.
Los invasores dieron un paso adelante.
¡Aplastaremos tu mente con el Lado Oscuro! dijo uno de ellos.
—¡Ahora! —gritó Tionne. Desde sus escondites oscuros, cuatro de sus estudiantes especiales extendieron la mano con la Fuerza: en un movimiento inesperado, irresistible, arrebataron las cuatro espadas de luz de las manos de sus enemigos. Los Jedi Oscuros gritaron alarmados sorprendidos por perder sus armas. Entonces, Tionne y sus estudiantes emergieron de la maleza y les rodearon.
—No necesitamos nuestras espadas de luz para derrotaros. ¡Todavía podemos aplastaros con nuestro poder! —dijo el primer adversario demasiado confiado—. ¡El poder del Lado Oscuro!
Los cuatro Jedi enemigos se colocaron en un grupo apretado, espalda contra espalda, levantando las manos.
—Yo no me engañaría si fuese tú —dijo Tionne serenamente, dejando sus pálidos labios exteriorizar una breve sonrisa—. No querrás distraernos; una breve fluctuación en nuestra concentración, podría convertirse en una aplastante derrota para ti. —Ella levantó la mirada. Sus cuatro estudiantes, estaban inmóviles con sus ojos cerrados, enfocados en su tarea.
Los Jedi Oscuros miraron hacia arriba y vieron que la losa de mármol que habían pensado era el techo del Templo desmoronado, estaba completamente sin apoyo, un rectángulo de roca que revoloteaba aguantando muchas toneladas, balanceándose sobre sus cabezas. Flotaba ahí, firmemente sujeta nada más que por el poder de la Fuerza. Los estudiantes de Tionne mantenían su concentración.
Los Jedi Oscuros, tragaron saliva.
—Podéis tratar de escapar si queréis —dijo Tionne—. Tal vez tengáis suficiente poder como para doblegarnos a todos nosotros además de atrapar ese bloque de piedra antes de que caiga sobre vuestras cabezas. Tal vez. —Se encogió de hombros—. Es vuestra elección, por supuesto. Pero yo no me aventuraría—.
Los cuatro Jedi Oscuros, intercambiaron miradas incapaces de encontrar palabras. Finalmente, uno por uno bajaron sus manos y se rindieron.
Tionne lanzó un calmado pero sincero suspiro de alivio.
Otro árbol se levantaba en la selva, abruptamente e hizo acrobacias con su grueso tronco. Las ramas se extendían de tal modo que, si lo mirabas desde cierto ángulo, tenía un aspecto casi humanoide: uno de los Jedi del Maestro Skywalker; una planta que se movía despacio y longeva. A menudo solía pasar días a la luz del sol, realizando la fotosíntesis para su nutrición, absorbiendo minerales del terreno, el agua del río y el dióxido de carbono del aire. Estaba días, a veces muchos, simplemente contemplando la Fuerza y su lugar en el Universo. Los árboles permanecían vivos por mucho tiempo, y no se precipitaban en acciones imprudentes; no obstante, en momentos como aquel, lograba moverse lo suficientemente rápido. Entendía la importancia de proteger la Academia Jedi.
Ella había recibido el entrenamiento para entender la Fuerza, y había jurado defender el lado de la luz, encontrándose ahora en una batalla definida contra la Academia de la Sombra.
Los Jedi Oscuros enemigos, recorrían la selva en busca de víctimas, pero el Maestro Skywalker había adiestrado bien a sus aprendices. Los estudiantes del lado de la luz se defenderían bien.
El árbol Jedi se quedó inmóvil, observando, detectando la selva… y supo que sus enemigos vendrían a él. Sólo tenía que esperar. Sus raíces cavaron más profundo en el terreno, extendiéndose para alcanzar una mayor energía. Sintió la savia pulsando a través de ella, hirviendo en sus venas que le permitiría ganar velocidad para la inquebrantable acción que necesitaría esa vez... esperaba.
Eligió bien su sito, cerca de un árbol Massassi enfermo y alto con sus ramas extendidas. Su tronco estaba anidado de enredaderas y hongos parasitarios que se había introducido en el corazón del árbol, empezando a devorarlo desde el interior.
El Jedi podía contar que su gran bisabuelo había vivido durante siglos y siglos... Era la forma de las cosas, el ciclo del bosque. Las plantas crecían, sembraban a sus jóvenes, y luego desaparecían y se descomponían convirtiéndose en caldo y fertilizante para el bosque y sus subsiguientes generaciones.
Parecía un viejo árbol Massassi recostado, observando la selva circundante... esperó.
Extendió una mano con la Fuerza sutilmente, con delicadeza, a fin de que los expertos del Lado Oscuro no supieran que estaban siendo manipulados.
Venid aquí, pensó, difundiéndolo repetidas veces. Al menos uno de ellos percibió la llamada. Ellos pensarían que habían detectado a uno de sus enemigos del lado de la luz, pero era todo lo que la planta estaba haciendo. Después de un período indeterminado (ella no medía el tiempo en pequeños intervalos), sintió una torpe perturbación: dos atacantes de la Academia de la Sombra, aparecieron a través de la selva, como si el delicado ecosistema no fuese nada más que una molestia que erradicar completamente, dándole la oportunidad.
El Jedi esperó. Tenía que concentrarse. Tenía que actuar en el momento oportuno y no podía perder el tiempo pensando, o si no, pasaría su oportunidad.
Enrollado dentro de una de sus ramas nudosas, un apéndice como una mano, se encontraba una espada de luz construida para acomodarla a su agarre de madera. Los dos Jedi Oscuros vinieron a espacio abierto y se detuvieron.
—No veo a ninguno por aquí —dijo uno.
—Lord Brakiss estaría decepcionado de ti y Lord Zekk te quitaría la espada de luz. Los poderes del Lado Oscuro se desperdician en ti.
—Te lo he dicho, lo sentí —dijo el otro. Dio un paso adelante, mirando de lado a lado y estudiando la tranquila selva. Su compañero se mantenía a su lado, con el ceño fruncido.
En ese momento, el Jedi usó todas sus reservas almacenadas y actuó. Encendió la espada de luz y cortó lateralmente con su brazo de rama, como un joven árbol, se dobló repentinamente.
—Lo siento, Bisabuelo —dijo y su hoja cortó a través del viejo tronco del árbol Massassi, sesgándolo por el tocón y permitiendo que la gravedad lo abrazase. La parte superior de sus anchas ramas se inclinó y el árbol chocó sobre los dos Jedi Oscuros intrusos.
Sólo tuvieron tiempo de mirar hacia arriba y con una exclamación amortiguada de sorpresa, un meteoro de ramas y enredaderas se hicieron pedazos sobre ellos.
EL Jedi desactivó su espada de luz, luego, sintió un estremecimiento a través de todo su cuerpo de madera. En una acción, había reducido drásticamente los meses y meses de acumulación de energía. Estiró sus ramas hacia la luz del sol y cavó sus raíces más profundo. Le llevaría mucho tiempo recuperarse de ese día.
IX
Después de pasar el río, Jaina se abrió paso a la fuerza a través de la selva, buscando un camino adecuado a través de la maleza más gruesa mientras se mantenía oculta de los asaltantes. Ahora mismo, la enmarañada selva era su aliada, y la usó como ventaja de cobertura. Ella no tenía miedo de combatir contra los Jedi Oscuros que amenazaban la Academia, pero tenía en mente una misión vital...algo más de su gusto.
Mientras los escudos defensivos de energía estuviesen caídos y el generador dañado, el área entera era vulnerable a los repetidos ataques aéreos. Los aprendices Jedi de Luke Skywalker se defendían... pero si Jaina en cierta forma podía reparar el generador de escudos y el alcance del campo protector de fuerza volvía a elevarse, entonces, los nuevos Caballeros Jedi podrían cuidarse de esos audaces enemigos uno cada vez.
Jaina finalmente, logró llegar por medio de la astucia al claro donde su padre y Chewbacca habían instalado el nuevo generador de escudos de energía. Con un único vistazo vio que la maquinaria era irreparable, a pesar de su talento natural para utilizar y arreglar cosas.
Normalmente, podía hacer reparaciones temporales y volver a hacer funcionar los sistemas, al menos por un tiempo. Pero no en este caso. Un saboteador Imperial había utilizado detonadores termales para arrasar la central eléctrica por completo.
Estaba destruida sin esperanzas, una pila de restos; no podía hacerse nada.
Sin embargo, la atención de Jaina se quedó fija más allá del generador por un momento. Ella recuperó su aliento.
Allí, en el claro, estaba aterrizado un caza TIE en perfectas condiciones.
Desde que Chewbacca le había dado a Lowie el saltacielos T-23, Jaina había anhelado tener su propio vehículo. Eso, de hecho, había sido el ímpetu de su deseo de reparar el caza TIE que los jóvenes Jedi habían encontrado estrellado en la jungla; el caza TIE de Qorl.
Se detuvo con la mirada fija, congelada con excitación y aprensión. Pero aparte de los ruidos amortiguados de la batalla en la selva, los disparos y los gritos distantes cerca del Gran Templo, ella no escuchó ningún sonido.
Jaina sacó su espada de luz y presionó el botón de encendido. La hoja brotó hacia fuera, resplandeciendo con un violeta eléctrico. Luego avanzó a hurtadillas en condición de pelear si el piloto del TIE emergía con su bláster disparando. Pero ella no sintió a nadie alrededor y no oyó ningún ruido procedente de la nave.
—¿Hola? —llamó Jaina—. ¡Será mejor que se rinda si es Imperial! —Esperó—. Uh, ¿Hay alguien ahí?
Solo los ruidos de la hirviente selva le contestaron.
Avanzando, y dejando que su ansia se apoderase de ella, fue a la carrera hacia el abandonado caza TIE. La nave se veía siniestra: la cabina del piloto redonda suspendida entre dos imponentes paneles hexagonales lacónicos de poder, con dos motores gemelos iónicos que propulsaban al pequeño caza a través del espacio, y con dos mortíferos cañones láser.
Las ideas y las posibilidades tronaron a través de su mente. Si ella podía pilotar esa nave entre el enemigo, Jaina estaría camuflada. Podía introducirse entre ellos y no sabrían que era un enemigo... hasta que fuese demasiado tarde.
Apagando la espada de luz, Jaina abrió la escotilla de la cabina del piloto y gateó adentro. Había estudiado cómo operaban los cazas TIE cuando ella y sus amigos habían reemplazado los componentes de la nave estrellada de Qorl. Sabía cuales eran los botones de los paneles de control, y sabía como activar los sistemas.
Aunque el viejo piloto perdido había emprendido el vuelo con su nave antes de que Jaina hubiese tenido la oportunidad de pilotarla, ella confiaba que podría manejarla.
Se colocó en el asiento del piloto, notando los olores aceitosos de lubricantes rancios y los agrios olores que el Imperio no se había molestado en cambiar. Una pequeña máscara respiradora colgaba al lado de la pequeña consola del soporte de vida.
Las paredes de la cabina del piloto se cerraban alrededor de ella como si de una concha protectora se tratase, dándole poco espacio para moverse, pero todos los controles estaban en la punta de sus dedos. A través de las portillas delanteras de la nave, podía ver el exterior.
Jaina encontró el interruptor de encendido y lo tocó sintiendo los motores tamborilear, el encendido de los sistemas y las baterías cargándose. Las luces del tablero de mandos parpadearon en un pequeño remolino brillante a su alrededor. Tomó una profunda respiración y se colocó dentro, agarrando firmemente los controles.
—Todos los sistemas listos —murmuró para sí misma. Recorrió con la mirada el cielo, buscando las motas negras de otras naves Imperiales. Bien cazas TIE, preparaos para tener compañía. —La nave Imperial se elevó a medida que Jaina operaba los controles. Despejando las copas de los árboles de la selva, sintiendo la euforia de estar realmente volando. La nave parecía increíblemente tranquila desde dentro, hasta que se dio cuenta de que los más ruidosos motores primarios estaban atenuados. Aquel caza TIE volaba tan silenciosamente porque sus motores estaban preparados. ¡Así es como el piloto enemigo se había metido debajo del escudo pasando inadvertido! Sin duda, los sistemas originales permanecían intactos, pero el comando enemigo había entrado silenciosamente sin el familiar aullido de los motores de un caza TIE. Muy bien entonces, pensó Jaina, puedo ser tan silenciosa y mortífera igualmente. Finalmente, pasando rozando las copas de los árboles, escudriñó alrededor buscando blancos. Disparó hacia adelante, deleitándose en la emoción del vuelo, con el paisaje verde moviéndose bajo ella como un borrón verde moteado. Por encima de ella vio seis cazas TIE volando en formación disparando a las copas de los árboles, martillando las ruinas del Templo, e incluso estructuras que nunca habían servido para el entrenamiento Jedi. El palacio del Woolamander, una antigua ruina casi colapsada fue golpeada como por un puño por las vetas brillantes de los cañones láser, aunque Jaina no creía que ninguno de los Caballeros Jedi hubiese ido allí. Mantuvo encendidos los canales Imperiales de comunicaciones, escuchando así las órdenes bruscas de cómo los pilotos de los TIE discutían su plan global, escogiendo blancos y disparando a las figuras que corrían al abrigo de los gruesos árboles Massassi.
Jaina mantuvo su micro apagado mientras se unía a la formación de cazas TIE, entrando silenciosamente por la retaguardia. Por el sistema de comunicaciones les escuchó agradecer su llegada. En vez de hacerles sospechar hablando con la voz de un joven, solamente dio un clic sobre el micrófono.
Luego energizó sus cañones láser.
Uno de los cazas TIE comunicó.
—Hay suficientes blancos aquí para todo el mundo. Vamos a causar algunos daños.
Jaina mordió su labio inferior e inclinó la cabeza.
—Sí —murmuró para sí misma—, vamos a causar algunos daños.
Dejó a sus ojos cerrarse parcialmente y se concentró, sintiendo la Fuerza. A pesar de los sensores y sistemas disponibles en el caza TIE; ninguna cosa podía igualarse a las percepciones Jedi para realzar sus movimientos. Necesitaba apuntar y disparar y volver a apuntar con la velocidad del rayo. Sólo tenía una oportunidad.
Jaina agarró la palanca de control de sus armas y enfocó la atención en los mecanismos de puntería, volando llanamente detrás del ingenuo Imperial. Tenía que incapacitarlos con un solo disparo a cada uno. No podía arriesgarse a un tiroteo con un solo blanco porque una vez comenzase a disparar, se volverían en su contra. Jaina buscó los puntos más vulnerables: sus motores y los acoplamientos donde se agarraban los imponentes paneles laterales.
Si los cazas TIE se volviesen contra ella, podría bombardearlos en grupo, siendo un blanco grande imposible fallar. Contando hacia atrás para sí misma, Jaina apuntó los láseres hacia la nave más cercana. ¿A qué estoy esperando?, se preguntó a sí misma.
Apretó los dientes, y disparó un solo tiro, luego giró los cañones láser, moviéndose con hiper-velocidad para apuntar a un segundo caza TIE. Antes de que el segundo rayo golpease la estrecha juntura junto a la cabina del piloto rebanándole el panel solar, el primer caza TIE entró en barrena girando alocadamente. Jaina bombardeó de nuevo los motores traseros de la segunda nave. El caza TIE explotó frente a ella, cegándola momentáneamente, pero rápidamente desvió los ojos. A medida que apuntaba los cañones sobre un tercer blanco, Jaina escuchó a los pilotos de los TIE gritando el suceso con pánico. La formación comenzó a dispersarse.
No tenía mucho tiempo.
El tercer caza TIE cambió de dirección hacia ella, y Jaina bombardeó a través de su superficie, separando uno de los paneles solares y dando a las portillas de la cabina del piloto. La tercera nave cayó derribada, pero aún quedaban tres Imperiales que había dado la vuelta y se dirigían directamente hacia ella. Jaina parpadeó a medida que los rayos de sus disparos pasaron junto a ella. Metió su caza TIE en un giro. Ahora, utilizando la Fuerza para anticiparse a los disparos que se acercaban, exactamente como su Tío Luke utilizaba la espada de luz para rechazar disparos de bláster, ella giró y cambió de dirección y se inclinó, y luego, comenzó a volar a la velocidad máxima de su caza. Pero los tres cazas Imperiales la siguieron, soltando una constante descarga de fuego láser, ignorando los múltiples blancos que tenían debajo y adquiriendo uno sólo... el traidor de sus propias filas.
Jaina descendió y esquivó, ya sin disfrutar de la emoción del vuelo. Tenía un mal presentimiento sobre su ataque impulsivo. Se movió a gran velocidad sobre la selva, con los tres cazas TIE quemándole la cola.
X
El oscuro bosque cerca del Gran Templo era tierra familiar para Luke Skywalker y la mayor parte de sus aprendices de Jedi. Aún con una batalla entre la luz y la oscuridad a su alrededor encontraba tranquilizador estar en la selva. La selva era rica en vida, y por consiguiente rica en la Fuerza que vinculaba a todas las cosas vivas.
Mirando hacia abajo para confirmar que su espada estaba segura y atada a su cinturón junto al comunicador, Luke se adentró en la Fuerza. Dejó que fluyese a través suyo y mostrarle las escaramuzas a su alrededor.
Alertado por las emociones de sus estudiantes, Luke extendió la mano para dar aliento a la confianza de uno de sus aprendices, para avisar a otro contra un ataque inesperado, y enviar ánimos a otros que se sentían cansados.
Un rayo de energía de un caza TIE partió los árboles a corta distancia y prendió fuego a la maleza, obligando a Luke a retirarse detrás de un matorral para evitar el humo asfixiante de la vegetación ardiendo.
Con su mente, buscó el centro de la batalla, el lugar donde podría hacer el mayor bien. Décadas atrás, cuando la Estrella de la Muerte había venido sobre la luna selvática, su misión había sido clara. El súper láser de la estación de combate podía convertir un planeta entero en escombros. Luke no había dudado en su mente que el arma más poderosa del Imperio debía ser destruida. Y con la Fuerza para guiarle, había tenido éxito.
Pero la batalla de hoy era diferente. Esta vez no había superarma que destruir. Las transmisiones de largo alcance de la Academia Jedi había sido interferidas y los escudos defensivos saboteados. Con R2-D2 y la Cazadora de Sombras atrapados en la bahía del hangar del Gran Templo, Luke no tenía forma de alcanzar la órbita para oponerse directamente a la Academia de la Sombra.
El asalto de tierra era dirigido desde una gigantesca plataforma de batalla que sobrevolaba las copas de los árboles a unos pocos kilómetros de distancia, pero Luke sospechaba que el componente militar de ataque era un mero hostigamiento.
Los cazas TIE habían hecho ataques directos al Gran Templo e incluso las fuerzas de tierra y los Jedi Oscuros habían sido enviados para luchar en un combate directo contra los estudiantes de Luke. Con una estrategia diferente, la victoria de la Academia de la Sombra habría sido más fácil, pareciendo como si Brakiss quisiera engañarlo de la forma más complicada. Luke sabía que esa debía ser la respuesta.
Una señal de mensaje entrante en su comunicador le sobresaltó. Los estudiantes de la Academia de Yavin raramente llevaban comunicadores, pero el Maestro Jedi tenía uno consigo durante los momentos de confusión por lo que podría ser localizado más fácilmente. Aún con la Academia de la Sombra interfiriendo las transmisiones de largo alcance, las señales locales de R2 aún podían ser recibidas.
Luke conectó el comunicador.
—No te muevas R2. Te sacaremos cuando la batalla termine.
Antes de que pudiese decir algo más, la voz de un hombre sonó con gran estruendo a través del pequeño aparato.
—...nsaje para Luke Skywalker. Repito: este es un mensaje para Luke Skywalker. Si alguien puede escucharme, respóndame inmediatamente.
Luke clavó los ojos en el pequeño dispositivo antes de contestar.
—¿Quién es?
Pero antes de escucha la respuesta, sus sentidos Jedi le dijeron la identidad del hombre.
—Puede llamarme Maestro Brakiss —dijo la voz—. Dígale a su Maestro que estoy transmitiendo en todos los canales. Querrá hablar conmigo.
—Soy Luke Skywalker —dijo—. Si tienes un mensaje, Brakiss, puedes dármelo directamente. El corazón de Luke golpeó contra su pecho por la sorpresa más que por miedo.
Una risa educada se escuchó del comunicador.
—Bien, mi viejo profesor... el hombre que una vez llamé Maestro. Es un placer.
—¿Qué quieres Brakiss? —preguntó Luke.
—Una reunión —contestó la suave voz—. Sólo nosotros dos. En terreno neutral. Como iguales. No tuvimos la posibilidad de terminar nuestra... conversación cuando viniste a mi Academia de la Sombra a rescatar a tus mocosos Jedi.
Luke hizo una pausa para considerarlo. ¿Una reunión con Brakiss? Tal vez esa fuese la respuesta al problema que había estado tratando de resolver. Después de todo, ¿quién debía ser más central en aquella batalla que el propio líder de la Academia de la Sombra?
Si podía razonar con Brakiss, desviarle del Lado Oscuro, entonces aquella batalla podía ser ganada antes de que se perdieran demasiadas vidas.
—¿Dónde Brakiss? ¿Qué territorio neutral propones?
—Creo que tu Academia y la mía están fuera de consideración ahora mismo.
—Estoy de acuerdo—.
—Fuera de la lucha, entonces. A través del río, en el Templo de La Constelación de la Hoja Azul. Pero debes venir solo.
—¿Y tú? —preguntó Luke.
Brakiss dio una sustanciosa risa ahogada.
Por supuesto. No tengo necesidad de refuerzos, y se que tú eres un hombre de palabra.
Luke hizo una pausa para reconfortarse a sí mismo de que la Fuerza ciertamente guiaba sus acciones. Ambos, él y Brakiss eran suficientemente fuertes en la Fuerza como para sentir cualquier traición procedente del otro.
—Muy bien, Brakiss. Nos encontraremos allí.
—Solo. Debemos resolver este asunto de una vez por todas.
XI
—Oye, no ha sido tan difícil —dijo Jacen, inclinándose hacia adelante en el puesto del copiloto del Vara del Rayo. El sillón rechinaba, su almohadilla tenía incontables jirones pequeños en el cojín. Los motores retumbaban, tosían y lloriqueaban a medida que la lanzadera de cargamento finalmente quedó libre de la atmósfera.
—¿Tenías que decirlo, verdad, chico? —Dijo Peckhum a medida que las alarmas sensoras sonaban sobre los tableros de mandos. Naves enemigas se acercaban. Otra vez.
—Tenemos cuatro cazas TIE acercándose. Parece que han sido lanzados directamente desde la Academia de la Sombra.
Jacen tragó, estudiando el patrón y negó con la cabeza.
—¡Oh, rayos desintegradores! Será mejor que transmitamos nuestro mensaje antes de que nos alcancen. De otro modo, la ayuda para la Academia Jedi puede llegar demasiado tarde.
Peckhum miró hacia él, con sus ojos bordeados de rojo y su cara seria.
—Tendrás que encargarte de ese mensaje tú mismo, Jacen. Voy a estar algo ocupado haciéndola volar (si es que se mantiene entera). —Palmeó los controles del piloto—. Siento hacerte esto pequeña, pero no te llamé Vara del Rayo por nada. Demostremos a esos Imperiales de qué estamos hechos.
Jacen tocó nerviosamente el sistema de comunicaciones poco familiar, las frecuencias de sintonización y se sintió completamente limitado. Deseó que su hermana hubiese estado allí; ella era la experta en aquellos sistemas. Ella sabría cómo hablar, la cháchara y obviar el bloqueo de transmisiones Imperial.
Envió un mensaje subespacial barriendo todas las frecuencias en los niveles máximos de volumen y capacidad del Vara del Rayo, manteniendo la energía de los escudos.
—Soy Jacen Solo —dijo. Luego aclaró la voz. No sabía que decir, pero supuso que los detalles exactos no tenían importancia—. Atención, Nueva República. ¡Tenemos una emergencia! Soy Jacen Solo de Yavin, solicitando asistencia inmediata. ¡Estamos bajo ataque de la Academia de la Sombra! Repito. Cazas Imperiales están atacando la Academia Jedi. Necesitamos ayuda inmediatamente. Nuestros escudos han caído. Hay tropas tomando posiciones para atacar por tierra y cazas TIE por aire. Necesitamos asistencia inmediata. —Cortó la transmisión y luego miró a Peckhum—. Oye, ¿Que tal lo he hecho?
—A pedir de boca, chico—dijo Peckhum, y giró la nave hacia un lado para entrar en un giro a medida que los cuatro cazas TIE pasaron a toda velocidad, vomitando fuego de sus cañones láser.
Uno de los disparos golpeó el escudo inferior del Vara del Rayo, pero los otros rayos pasaron sin posibilidad de dañarlos perdiéndose en el espacio, intersecando el vacío donde la lanzadera de carga había estado un momento antes.
—Solía ser un piloto bastante bueno en su día —dijo Peckhum—. Y lo sigo siendo... creo.
Uno de los cazas TIE se separó de los otros y girando, disparó sin apuntar, rociando el espacio con su mortífero fuego. Peckhum descendió, pasando rozando la atmósfera, por lo que la parte baja del casco del Vara del Rayo se calentó. Luego, volvió a salir al espacio, dando la vuelta en un apretado rizo dirigiéndose hacia arriba por encima del decidido caza TIE que disparó una y otra vez. Las chispas saltaron de los paneles de control del viejo transporte de suministros. Las luces rojas parpadeaban en la diagnosis de sistemas.
—Uh, ¿Peckhum? ¿Qué significan todas esas alarmas? —preguntó Jacen.
—Quieren decir que nuestros escudos han caído.
¿No tienes ningún arma en esta nave? —Jacen escudriñó los paneles, buscando algún sistema de puntería o controles de fuego.
Peckhum tosió y metió la nave en una zambullida bien definida hacia Yavin 4.
—Esta es una nave de carga chico, y ha visto mejores días. No esperaba llevarla a una batalla, ¿sabes? Caray, si soy afortunado de que los dispensadores de comida aún funcionen.
El resto del escuadrón Imperial descendió para mantener el ataque sobre la Academia Jedi, pero el persistente caza TIE vino nuevamente sólo. Esta vez los tenía localizados en el objetivo, por lo que la mayor parte de sus explosiones láser golpearon el Vara del Rayo.
—Este tipo realmente quiere borrarnos del espacio —dijo Jacen.
Peckhum apretó los aceleradores más allá de los niveles máximos de seguridad. El Vara del Rayo gimió y rechinó cuando cayó a través de la atmósfera, zarandeándose por la turbulencia del aire. Jacen fue arrojado de lado a lado. Agarró nuevamente el sistema de comunicaciones.
—Soy Jacen Solo con un mensaje personal esta vez. Estamos en grandes problemas. Tenemos a alguien a la cola. Necesitamos ayuda. Por favor, ¿Puede alguien ayudarnos?
Peckhum le miró.
—Nadie va a venir a tiempo.
Jacen recordó historias de cómo Luke Skywalker había estado en una situación similar en la trinchera de la Estrella de la Muerte, tratando de introducir un torpedo de protones a través de una pequeña portilla eductora termal. Su Ala-X estaba en las miras de Darth Vader, incapaz de quitarse los cazas TIE y los interceptores de encima. Las cosas se habían puesto desesperadas y entonces, el padre de Jacen, Han Solo, había aparecido de la nada, salvando el día. Pero Jacen no pensaba que su padre estuviera cerca ahora, y no podía imaginar a nadie que inesperadamente apareciese en los cielos para eliminar a su enemigo. Era esperar mucha suerte.
Con un estallido de estática del sistema de comunicaciones, una ruda y regodeante voz habló, pero no en su rescate.
—Bien... ¡Jacen Solo! Tú eres uno de esos mocosos Jedi que condujimos a los niveles inferiores de Coruscant. ¿Me recuerdas? Soy Norys. Era el líder de la banda de Los Perdidos. Tú nos robaste aquel huevo de Halcón-murciélago y creo que ahora vamos a compensar las viejas cuentas. ¡Hah!
Jacen sintió un temblor en su columna cuando recordó al matón ancho de hombros que tenía un ávido apetito de destrucción.
Norys continuó.
—El pequeño recolector de basura, Zekk, se unió a nosotros en el Segundo Imperio, pero tú has elegido mal, chico. Sólo quería que supieras quién iba a bombardearte hasta convertirte en chatarra. —El piloto del TIE dio por concluido el asunto y continuó la conversación a través de sus disparos láser.
—Bien, estoy contento de que se tomase la molestia de contactarnos —dijo Peckhum peleando con los controles, incapaz de continuar con su patrón evasivo. Trabajó con todas sus capacidades para mantener el Vara del Rayo en el aire—. No creo que lleguemos más lejos, y estoy seguro de que ese niño, Norys hubiese odiado hacernos estallar antes de tener la oportunidad de decir su pequeño adiós.
Los motores del Vara del Rayo comenzaron a echar humo. Más alarmas sonaron con gran estruendo en los paneles de control. Detrás de ellos, el caza TIE de Norys continuaba disparando despiadadamente, golpeando su casco e intentando abrir brecha en la estropeada nave de carga. Jacen clavó los ojos en la unidad de comunicaciones, pero pensó que no haría ningún bien el emitir otra señal de socorro.
Las copas de los árboles de la selva pasaron deprisa debajo de ellos. Jacen miró con los ojos desorbitados de lado a lado.
—Supongo que no es un buen momento para contar un chiste —dijo.
Peckhum negó con la cabeza.
—No me siento muy animado ahora mismo.
XII
Las gruesas ramas de la húmeda y oscura selva se cerraban a su alrededor, ejerciendo presión. A Zekk le recordaron los lóbregos niveles inferiores de Coruscant. Se sentía casi como en casa.
Él y sus tropas de Jedi Oscuros, habían bajado de los cielos con mochilas repulsoras.
Después de detenerse finalmente en las ramas superiores, se habían abierto camino hasta el nivel del suelo y se dispersaron para rodear a los aprendices de Jedi a los que el Maestro Skywalker había lavado el cerebro con filosofías Rebeldes.
Zekk sabía un poco de política. Él sólo entendía que sus amigos y defensores eran los que le habían traicionado. Como Jacen y Jaina... especialmente Jaina. El había pensado que era su amiga, una compañera cercana. Sólo más tarde, después de que Brakiss se lo había explicado, Zekk pudo entender que Jaina realmente no pensaba en él, infravalorando su potencial Jedi y la posibilidad de que él pudiese ser un igual para ella y su hermano gemelo. Pero Zekk tenía el potencial, y lo había aprovechado.
Aún así, esperaba que Jacen y Jaina no se opusieran a él porque tendría que demostrarles su poder y su lealtad al Segundo Imperio. Recordó su primera prueba contra Vilas, el estudiante predilecto de Tamith Kai, y Vilas había pagado con su vida.
En las ramas superiores de un alto árbol, uno de los Jedi Oscuro se había quedado enredado.
Zekk observó cómo el arco brillante de una hoja de espada de luz cortaba completamente las ramas distantes, despejando un camino para que el combatiente bajase a los niveles inferiores.
En lo alto, un grupo de cazas TIE tronó a través de los cielos, disparando a la selva.
Los Jedi Oscuros se dispersaron, buscando víctimas potenciales por sí mismos. Zekk congregó a tres de los combatientes más próximos a su lado y marcharon hacia adelante, cruzando a través de la maleza.
Alcanzaron el borde del ancho río cuyo caudal verde-marrón se movía tranquilamente a través de la jungla, impresionante y frondosa. Más allá, cerca de las altas ruinas del Templo Massassi, vio suspendida la plataforma de batalla de Tamith Kai. Zekk se mantuvo junto a sus Jedi Oscuros en la ribera. Los otros combatientes intercambiaron miradas y apuntaron al cielo.
Zekk inclinó la cabeza, sabiendo lo que deseaban hacer.
—Sí —dijo—. Conjuremos una tormenta, un gran viento para golpear la selva y a esos Jedi cobardes.
Miró hacia los cielos azul claro, y llegando a lo más profundo de su corazón, encontró una sombra de cólera, el dolor que sentía en su vida. Sabía utilizar su cólera como herramienta, como arma. Zekk reunió los vientos. A su lado, sintió a los otros guerreros del Lado Oscuro haciendo lo mismo, atrayendo los truenos, hasta que las nubes negras grumosas vinieron del horizonte. El viento apareció y se enfrió, cargado de electricidad estática. El forro escarlata de la capa de Zekk se arremolinó a su alrededor. Sus pelos oscuros se batían alrededor de su cara a medida que el viento los arrebataba de su coleta.
Los relampagueantes rayos se movían rápidamente de una nube a otra. El estruendo de la tormenta ahogó por completo el sonido de los cazas TIE que se entrecruzaban sobre sus cabezas.
Zekk sonrió. Sí, una tormenta venía, una tormenta de victoria.
Pero a medida que las nubes se reunían, desatando la poderosa energía del clima, Zekk escuchó el repetir de los cañones láser disparando desde el cielo, donde otra batalla tenía lugar: una violenta pelea desigual. Una nave humeante, perseguida por un solitario caza TIE que disparaba una y otra vez, golpeando despiadadamente con sus rayos a su presa. Zekk asombrado, reconoció la forma del Vara del Rayo, la vieja nave de carga de su amigo Peckhum, el hombre con el que había vivido muchos años.
¡Peckhum! Habían sido amigos cercanos, buenos amigos a pesar de lo poco que tenían en común. Demasiado tarde, recordó que el viejo piloto ganaba créditos extra haciendo embarques de suministros para la Academia Jedi de Skywalker. ¿Podía ser que su viejo amigo estuviese ya en la luna selvática cuando comenzó el ataque por la mañana?
Su corazón se hundió, y una súbita desilusión retorció su estómago. Su concentración en la tormenta vaciló. Como efecto, los vientos batieron los árboles cercanos, soplando y bifurcándose a medida que los otros Jedi Oscuros luchaban por mantener el control.
—¡No, Peckhum! —dijo Zekk mirando hacia arriba observando como el caza TIE bombardeaba el desventurado Vara del Rayo. Una pequeña explosión llameó en la nave, y Zekk sabía que la vieja nave de suministros acababa de perder sus escudos.
El Vara del Rayo estaba cayendo y no había ninguna cosa que él pudiese hacer. Escuchó los gritos de sorpresa a su lado a medida que los Jedi Oscuros flaqueaban en su control de la reunión de la tormenta. Los vientos continuaban rompiendo ramas y arrancando los árboles jóvenes, entonces, gradualmente desaparecieron a medida que los guerreros del Lado Oscuro dejaron de manipular el clima. Su atención fue atraída por un joven aprendiz de Jedi que descubrieron en la maleza, alguien que, o había estado avanzando lentamente hacia ellos, o simplemente escondiéndose del avance de Zekk.
El niño se revolvía en la maleza, con el pálido pelo cubierto de restos totalmente enmarañado alrededor de su cara. Sus ropas y túnica estaban ridículamente impregnadas de colores (púrpuras brillantes, verdes, color oro y rojos) que lastimaban los ojos de Zekk. ¿Cómo pudo ocurrírsele a aquel joven esconderse mientras vestía eso?
El chico parecía asustado pero decidido. Empujó su labio inferior y permaneció con sus brazos en sus caderas, con sus ropajes color arco iris ondeando alrededor suyo a medida que los últimos vestigios del enojado viento se disipaban.
—Muy bien, no me dais elección —dijo el niño, y luego aclaró su garganta—. Soy Raynar, Caballero Jedi... Uh, aprendiz. Os rendiréis ahora o me obligaréis a atacaros.
Dos de los compañeros de Zekk rieron con diversión, encendieron sus espadas, y fueron hacia el joven atrapado. Raynar dio un paso atrás hasta que se topo con el tronco áspero de un árbol. Apretó sus ojos cerrados, luchando por concentrarse. Contuvo su aliento hasta que su cara se tornó roja brillante y luego amoratada. Zekk sintió un leve empujón invisible a medida que el niño trataba de utilizar la Fuerza para empujarlos de vuelta. Los dos Jedi Oscuros que llevaban las espadas de luz parecieron no darse cuenta siquiera.
Zekk descubrió sin embargo, que no tenía estómago para una matanza categórica. Aquel niño parecía orgulloso y descarado, pero había algo en él,… inocencia.
Pensando rápidamente, antes de que sus dos compañeros pudiesen acercarse a Raynar para hacer su trabajo, Zekk extendió una mano a la Fuerza y agarró al niño por sus brillantes ropas, levantándolo del suelo. Con un golpecito de su mente, arrojó a Raynar sobre las cabezas de sus compañeros, lanzándolo al río. Raynar aulló mientras volaba, luego descendió rápidamente en las lodosas aguas. Los dos Jedi Oscuros se giraron mirando encolerizadamente a Zekk. Fuera del agua, Raynar chapoteó por el bajío, completamente cubierto de barro, y con sus ropas cubiertas del limo fluvial.
—Es mayor victoria humillar completamente a tu enemigo que simplemente matarle —dijo Zekk—. Y hemos humillado a este Jedi de una forma que nunca olvidará.
Los guerreros del Lado Oscuro a su lado rieron ahogadamente por la observación, y Zekk supo que había aplacado su cólera... por el momento al menos. Luego, miró anhelosamente el cielo, esperando divisar cualquier huella del Vara del Rayo, pero sólo vio una nube de humo que se disipaba en lo alto. Deseaba poder encontrar algún camino par ayudar a su amigo; ¿Podría la Fuerza contar la pérdida de Peckhum como parte de la victoria?
La nave dañada había desaparecido de la vista hacia donde la batalla alcanzaría su resultado inevitable. Estaba seguro de que nunca volvería a ver el Vara del Rayo o a Peckhum otra vez.
XIII
El caza TIE de Qorl voló bajo sobre la selva, trazando un mapa de blancos para su escuadrón de asalto. El resto de su escuadrón tenía sus órdenes, y volaban con sus propios patrones de ataque.
Dudaba, sin embargo, que su estudiante Norys se molestase en seguir órdenes una vez la batalla comenzase realmente y que los disparos láser comenzasen a volar. El matón haría disparates de blanco a blanco, como un arma desquiciada, probablemente causando daños tanto para los planes Imperiales como a los Rebeldes.
Qorl sintió un frío interior, consternación líquida convirtiéndose en hielo. Debería sentirse eufórico volando y luchando otra vez, pilotando su caza TIE en combate para el Segundo Imperio. En vez de eso, sólo sentía reservas y dudas. Temía que existiera la posibilidad que por tomar una mala decisión, el Segundo Imperio tuviese que pagar el precio.
Norys continuaba siendo una gran desilusión. Cuando Qorl había seleccionado al difícil joven, sabía que la personalidad del matón se había endurecido durante los años de ruda vida, aunque había tenido el dominio sobre los Perdidos en Coruscant. El chico de anchos hombros había sido dedicado, jurando convertirse en un soldado Imperial porque le daba una sensación de poder y confianza, exactamente lo que el Segundo Imperio necesitaba. Sin embargo, un soldado leal estaba también obligado a obedecer órdenes. Un servidor del Imperio no podía ser un cañón suelto, obedeciendo a sus deseos en lugar de las órdenes de sus superiores. A medida que se había ido acostumbrando a la situación, Norys se había vuelo progresivamente irrespetuoso, e incluso insubordinado.
El matón estaba verdaderamente sediento de sangre, queriendo simplemente dominar y provocar dolor para lograr la victoria absoluta. No luchaba por la gloria del Segundo Imperio, o por revivir el Nuevo Orden o cualquier otra meta política. Peleaba simplemente por pelear. Y eso era una actitud mortífera, no importaba de qué lado luchase.
Qorl dio vueltas, apuntando hacia un rugiente incendio en la selva que había comenzado con un bombardero TIE, luego cruzó velozmente el río hacia la plataforma de batalla de Tamith Kai que sobrevolaba los árboles, cuando por el canal de comunicaciones de la cabina del piloto escuchó una fuerte transmisión y desesperada en todas las bandas, y reconoció la voz.
—Atención, Nueva República. ¡Tenemos una emergencia! Soy Jacen Solo de Yavin, solicitando asistencia inmediata. ¡Estamos bajo ataque de la Academia de las Sombras!
Qorl se puso derecho, ajustó su casco negro y voló firmemente. Recordaba a los jóvenes gemelos que habían ayudado a arreglar su caza TIE, el hermano y la hermana que habían sido sus prisioneros alrededor del fuego en su campamento en las profundidades de la selva. Le habían ofrecido su amistad... y habían tratado de volver su lealtad para con el Segundo Imperio. Pero él había sido bien adoctrinado. La rendición es traición.
Así es que Qorl había escapado y logrado llegar por medio de la astucia a la Academia de la Sombra, donde había observado cómo los gemelos habían sido traídos para ser adiestrados bajo la tutela asesina de Tamith Kai y Brakiss. Qorl se había inquietado con la violencia de su instrucción y el poco aprecio a las vidas de los estudiantes.
Nadie había descubierto que Qorl discretamente había ayudado a sus jóvenes amigos a escapar cuando huyeron de la Academia de la Sombra. Después de que Qorl privadamente hizo todo lo que pudo para expiar su indiscreción, haciendo el asalto al convoy Rebelde para robar los núcleos de hiperespacio y las baterías turboláser, luego trabajó duramente para entrenar a Norys y los otros nuevos soldados de asalto.
Una nave humeante se movía a gran velocidad sobre su cabeza: un viejo transporte de carga lleno de cicatrices de fuego láser. Qorl reconoció el modelo de la nave, una nave de transporte desarmada de un diseño viejo. Sus motores eran lentos y sus escudos no estaban diseñados o reforzados para el combate. Y vio que estaba siendo perseguido implacablemente por un caza TIE.
Qorl estaba avergonzado de ver al piloto del TIE fallar disparo tras disparo, aunque la pura suerte permitió que alguno de sus rayos de energía golpeasen el casco. Sería cuestión de tiempo antes de que la nave carguero explosionase en el aire.
Qorl afinó su sistema de comunicación de la cabina en un canal directo con el otro caza TIE.
—Piloto TIE, identifíquese. —La brusca voz que respondió no fue una sorpresa para Qorl.
—Soy Norys, viejo. No me molestes, tengo un blanco en las miras.
Qorl tragó, pero su garganta permaneció seca.
—Norys ya has inhabilitado el blanco. Esa nave de carga no es nuestro objetivo principal. Tus órdenes son incapacitar la Academia Jedi. Esa nave no causará más problemas al Segundo Imperio.
—Márchate, viejo —dijo Norys—. Esta es mi presa y voy a apuntármela.
Qorl trató de mantener a raya su cólera.
—No necesitamos apuntar tantos, Norys. Esta batalla es para el Segundo Imperio, no para tu gloria personal.
—Vete y mete la cabeza en un tubo eductor —dijo Norys—. No voy a dejar que un viejo cobarde me diga lo que tengo que hacer. —Entonces, el matón cortó el sistema de comunicaciones y se lanzó detrás del carguero ardiendo, disparando con absoluto abandono.
La desilusión de Qorl se estaba convirtiendo en ultraje. La actitud de aquel joven destruía todo lo que el Imperio tenía de admirable.
Qorl recordó su entrenamiento con cazas TIE tiempo atrás, de cómo pilotaba y sus compañeros en grupo, como si fuesen piezas de una maquina: precisos, bien compenetrados, y respetuosos, escuchando las órdenes y promocionando el estilo de vida que el Emperador había traído a la Galaxia. Por eso sí valía la pena luchar. Pero Norys no representaba tal filosofía. No le importaba.
La señal de comunicación en banda ancha surgió nuevamente del altavoz.
—Soy Jacen Solo con un mensaje personal esta vez. Estamos en grandes problemas. Tenemos a alguien a la cola. Necesitamos ayuda. Por favor, ¿Puede alguien ayudarnos?
Qorl voló por debajo del combate aéreo, justamente por encima de las copas de los árboles, angustiado. Jacen Solo fue un adversario honorable. El niño tenía un corazón fuerte, aunque él sabía que se había encontrado con el bando Rebelde en lugar del Segundo Imperio. ¿Podría ser culpa del niño? Después de todo, su madre era la Jefe de Estado del Gobierno Rebelde.
Norys sin embargo, tenía opciones. El chico de anchos hombros sabía para lo que se estaba adiestrando. Había aceptado su uniforme y su nave Imperial voluntariamente... e incluso ahora, rehusaba ceñirse al reglamento. Norys no era mejor que un matón cruel y asesino.
El caza TIE perseguidor continuaba volando en la cola de la lisiada nave de carga. El humo negro salía de sus motores, y Qorl observó el preciso momento en el que sus escudos dejaron de funcionar. Aún así, Norys volvió a disparar, martilleando el casco de la nave con una cuchilla de ampollas negras.
Qorl activo los cañones láser y el sistema de puntería. El Vara del Rayo explotaría en cuestión de segundos bajo el asedio continuado de Norys. Si lo hiciese, Qorl no se hubiese sorprendido de que el matón hubiese seguido disparando a los restos fundidos para asegurarse de que no habría supervivientes.
El asco fluyó de él. Desconectando el sistema de comunicaciones, masculló:
—¿Cómo puedo perder mi honor destruyendo a alguien que no lo tiene?
Qorl había estudiado cada subsistema de los cazas TIE Imperiales. Conocía sus puntos débiles. Qorl sabía cómo destruirlos. Apuntó hacia los eductores del reactor de Norys.
Ignorando a su maestro completamente, Norys volvió a disparar. Sus disparos se habían contraído a un ritmo más lento, como si ahora estuviese saboreando esos últimos momentos. El Vara del Rayo dio bandazos en un indefenso intento de capear el fuego láser.
Qorl se acercó a la nave de Norys.
Y disparó.
El caza TIE de Norys explotó en el are, aniquilado tan rápida y completamente que el joven matón no tuvo tiempo de sorprenderse. Avergonzado de que su actitud fuese una traición al Segundo Imperio, Qorl no hizo intento de contactar con el Vara del Rayo. Simplemente, cambió de curso y giró hacia el campo de batalla principal, mientras el titubeante Vara del Rayo luchaba por mantenerse arriba... o al menos en aterrizar sin colisionar duramente.
XIV
Mientras la batalla se recrudecía sobre la Academia Jedi y las selvas a su alrededor, el comando Imperial Orvak avanzó arrastrándose hacia adelante con determinación para con su misión. Había dejado su caza TIE en la estela de explosiones de las instalaciones del generador de escudos, pero regresaría una vez terminase allí. Por horas, había seguido su camino abriéndose paso a hurtadillas a través de la espesura. Varios árboles ardían en la selva cercana, enviando columnas de humo gangrenoso procedente de la húmeda vegetación. Escuchó el fuego de los bláster y los gritos, y el zumbido distante de las espadas de luz. Se mantuvo agachado y tranquilo, no deseando arriesgarse a revelar su posición.
Los Jedi de Skywalker habían abandonado el Gran Templo para emprender escaramuzas dispersas en la selva... dejándolo abandonado y sin protección para que él hiciese su trabajo.
Acercándose al antiguo edificio y aún escondido por la selva, Orvak vio las vetas negras en las gruesas piedras, disparos de blásters y las cicatrices de los explosivos protónicos arrojados desde los bombarderos TIE. Las omnipresentes enredaderas que se pegaban a los lados del Templo, se habían marchitado bajo el fuego desprendiéndose en montones. Una explosión cercana había destrozado la puerta de la bahía del hangar del Templo, impidiendo a la flota defensiva de Skywalker despegar.
Entonces, pensó Orvak, después de todos estos milenios, esta antigua estructura finalmente ha sido dañada pero no lo suficiente.
Él se encargaría del resto.
Moviéndose con precaución y manteniendo su casco bajo, avanzó a rastras a través del follaje, entre las formidables enredaderas y los helechos hasta que finalmente emergió de la maleza detrás del alto Templo. Por encima de su cabeza, los cazas TIE se movían a gran velocidad como aves de rapiña a través del cielo. Orvak miró hacia arriba, apremiándolos silenciosamente.
Hacia un lado de la pirámide, vio una extensión de baldosas de piedra recién colocadas. A través de ella, en la base de la estructura de piedra había una entrada oscura. Imaginando el tipo de espantosos ejercicios que los estudiantes Jedi realizaban allí, entró cautelosamente en la extensión de piedra.
Las raíces arrancadas ya habían comenzado a empujar nuevamente entre las losas. La selva reclamaría el terreno en unos meses después de que él destruyese el Templo, y sería una buena eliminación para el lugar, pensó. Para ese entonces, esperaba estar de regreso en la Academia de la Sombra, o quizás promocionado a rango de oficial en un Destructor Estelar... si su misión de hoy se daba lo suficientemente bien.
Cuando la pelea se volvió particularmente ruidosa, y los explosivos protónicos explotaban a lo lejos en la selva, Orvak hizo su movimiento. Atravesó rápidamente las pesadas losas hasta el portal oscuro que desembocaba en el Templo secreto de los Rebeldes.
Hizo una pausa en el umbral por un momento, contento de llevar su casco en caso que algún vapor venenoso pudiese rezumar desde el interior. ¿Quién podía saber que trampas podían haber colocado los brujos Jedi?
Utilizó los sensores de su casco en busca de trampas, pero no encontró ninguna... lo cual no era una sorpresa ya que el ataque de la Academia de la Sombra había sido completamente inesperado; los Caballeros Jedi no habían tenido tiempo de prepararse.
Orvak entró en el Templo Massassi, cargando al hombro su paquete de demolición. Corrió por los pasillos, poco familiarizado con el plano de la pirámide. Vio habitaciones, comedores,... nada suficientemente importante que destruir.
Decidió ir hacia la bahía del hangar sellada por los escombros, donde pensaba podría colocar sus detonadores y causar mayor efecto, destruyendo todos los cazas estelares rebeldes. Pero cuando emergió del turboascensor, miró de reojo en el oscuro alumbrado, incapaz de creer lo que veía. Orvak sólo encontró una nave, lisa y brillante llena de curvas y ángulos. Nada más. Ninguna flota espacial, ni defensas principales.
Bufó por la incredulidad.
Repentinamente, las alarmas sonaron fuera de la había del hangar. Las relampagueantes luces rojas apuñalaron sus ojos. Un pequeño droide de cuerpo de barril, se lanzó hacia él, chiflando y chillando. Rayos azules que se iniciaban en su brazo soldador se proyectaban de su torso cilíndrico. Orvak se metió ruidosamente de vuelta al turboascensor, apretando los controles para sellar las puertas. ¿Podían los Jedi haber instalado una fuerza de droides asesinos? ¿Máquinas que esgrimían armas letales, que nunca, nunca podrían perder?
Pero a medida que las puertas se sellaban y subía el turboascensor, su último vislumbre fue de que su asaltante era simplemente un droide astro mecánico rodando a través del suelo, haciendo sonar las alarmas instaladas en su base. Aparentemente, sin embargo, no quedaba nadie en el Templo para escucharlas.
Se rió nerviosamente. ¡Un droide astromecánico! Le molestaba cuando una insignificante máquina tenía un sentido demasiado grande de su importancia. Ya no temía ninguna trampa. Orvak tenía que encontrar otro lugar para sus propósitos de todos modos. Algún lugar más especial.
Finalmente, lo encontró en el nivel más alto de la Gran Pirámide. Llevando su paquete al hombro y manteniendo su bláster preparado para disparar a cualquiera que saliera de las sombras, el comando Imperial entró en la gran cámara de audiencias.
Aquí, las paredes estaban pulidas y decoradas con piedras multicolores. Al final de la sala había una gran plataforma, de la cual Orvak pudo imaginar que los Rebeldes la utilizaban para dar conferencias a sus estudiantes, y darles medallas después de sus victorias contra los gobernantes constitucionales de la Galaxia, quizás para realizar sus repugnantes rituales.
Sí, pensó. Perfecto.
Moviéndose rápidamente, y con el corazón acelerado por la emoción de lograr la misión que ya le había costado la vida a su compañero Dareb, Orvak descolgó su paquete.
Se quitó su casco negro para ver mejor a la luz filtrada por los tragaluces del Templo.
El humo ennegrecido en el cielo, parecía una pintura ardiendo a través del aire. Los sonidos distantes del permanente ataque hacían eco dentro de la gran cámara de audiencias. Pero no escuchó a nadie más cerca, ningún movimiento. El Templo estaba vacío y él tenía tiempo para trabajar. Orvak dio una zancada hacia la plataforma, con sus botas resonando sobre el suelo de piedra. Sí, aquel era el mejor sitio, una posición central donde la increíble explosión podría rebotar hacia todos los lados. Se quitó bruscamente sus pesados guantes para poder manejar perfectamente los controles electrónicos.
Trabajando cautelosamente, sacó los cuatro detonadores de alta potencia que le quedaban y los acopló. Bloqueó todos los explosivos en un cronómetro central de cuenta atrás y los repartió como los radios de una rueda en la grandiosa cámara de audiencias.
Sí, sería una buena explosión. Perfecta. Cuando todos los detonadores explotasen simultáneamente, la potencia de la explosión arrancaría de un solo golpe la parte superior del Templo como un volcán haciendo erupción. La onda de choque perforaría el piso hasta los niveles inferiores y haría reventar las paredes. La pirámide entera se derrumbaría, convirtiéndose en una pila de antiguos escombros como debería ser.
Orvak regresó a la unidad central y manipuló los controles, arrodillándose en la superficie pulida de la plataforma. Pensó con satisfacción que ningún Rebelde volvería a dar otra conferencia allí. Ningún Caballero Jedi aprendería las formas Rebeldes. Aquella habitación no albergaría más celebraciones de victorias. Pronto todo desaparecería.
Arrodillado sobre el suelo, Orvak tecleó el código de inicio. Alrededor de toda la cámara, las luces de los detonadores parpadearon en verde, en espera de que enviase la orden final.
Examinando su trabajo, sonrió y presionó el botón ACTIVAR. El cronómetro comenzó a contar hacia atrás. No le quedaba mucho tiempo a la Academia Jedi.
A medida que se movía, apoyando sus manos sobre el suelo, Orvak vislumbró una tenue luz de movimiento en el lateral de su vista... algo brillando intensamente y translucido, casi transparente; había atrapado un reflejo de la luz de alguna forma.
Cogió su bláster, colocándose en cuclillas.
—¿Quién esta ahí? —llamó.
Luego la vio otra vez, una forma sinuosa e iridiscente, reptando hacia él a través de la plataforma. Volvió a perderlo de vista.
Orvak disparó su bláster, abriendo agujeros en el suelo a su alrededor. Rayos de energía rebotaron a su alrededor. Se agachó en la plataforma, asustado por los rayos que rebotaban.
Ya no podía ver la trémula cosa invisible, y se preguntó que podía haber sido. El truco de algún brujo, sin duda.
Él no había bajado su guardia, pero el Jedi nunca apareció.
Justo entonces, Orvak sintió un doloroso aguijonazo en la mano. Miró hacia abajo viendo unas diminutas gotitas de sangre fluyendo de dos pinchazos en su palma, y la cabeza triangular de algún tipo de víbora, ¡Una serpiente cristalina!
—¡Oye! —gritó.
Antes de que pudiese emprenderla a golpes contra aquello, la serpiente de cristal se fue poco a poco, reptando hacia una estrecha grieta de la pared. Orvak vio una última escama de luz y luego, la serpiente desapareció...
Pero para ese entonces, eso ya no le importaba porque una niebla caliente de somnolencia había comenzado a caer sobre él. El dolor de la mordedura en su mano, era como un latido, y Orvak pensó adormecidamente, que un largo sueño podría hacerle sentir bien. Sufrió un colapso en un profundo sueño, junto al cronómetro de cuenta atrás.
Los números latían inexorablemente hacia el cero.
XV
Tenel Ka permaneció al borde de la plataforma de batalla Imperial, con sus músculos tensos y su cuerpo y reflejos en condiciones de reaccionar. Enrolló el cable antes de devolverlo junto con el garfio a su cinturón. Entonces, con su único y musculoso brazo, cogió el diente de rancor que era la empuñadura de su espada de luz y lo encendió.
A su lado estaba Lowbacca, con el pelaje de punta y los oscuros labios abiertos revelando los colmillos. El wookiee utilizaba sus dos manos para agarrar su espada de luz de hoja color bronce. Sorprendidos de ver a sus inesperados enemigos, los soldados de asalto en la plataforma de batalla se acercaron, sacando sus blásters, confiados de su victoria.
Teemedós gimió.
—Dios mío, amo Lowbacca, quizás deberíamos haber pensado este ataque un poco más a fondo.
Lowie gruñó, pero Tenel Ka se mantuvo de pie con su confianza firme.
—La Fuerza está con nosotros —dijo—. Es un hecho comprobado.
Un solitario bombardero TIE se abalanzó sobre sus cabezas, dejando caer un torpedo protónico en la selva. Los sonidos del fuego de blásters rebotaban alrededor de ellos.
En la elevada cubierta de la plataforma de batalla, la Hermana de la Noche, Tamith Kai yacía con su capa negra de ave de rapiña. Se giró con su pelo oscuro contorsionándose alrededor de su cabeza con electricidad estática y con sus labios oscuros rizados en una mofa. Tenel Ka y Lowie avanzaron tres decididos pasos hacia los soldados de asalto que esperaban.
Uno de los soldados de armadura blanca que aparentaba nerviosismo de ver a los dos jóvenes Caballeros Jedi, disparó su bláster y Tenel Ka movió su hoja de energía desviando el rayo hacia el cielo. Entonces, sin hablar, ella y Lowie cargaron gritando. Atacaron con tanta furia con sus espadas de luz que aunque los soldados de asalto enviaron una descarga de fuego de bláster, fueron diezmados. Lowie y Tenel Ka se abrieron paso a la fuerza entre ellos como un ciclón.
En la cubierta de mando, Tamith Kai caminó a grandes pasos con la mirada fija en la escaramuza de abajo.
—La chica es mía. Aplastaré su corazón yo misma —dijo.
Tenel Ka descargó su espada de luz, eliminando a otro soldado de asalto. Se giró. Su corazón latía con fuerza, pero su respiración era aún lenta. Sus músculos se tensaron. Se preparó para aquella pelea, segura de sus habilidades físicas. Aquella sería la mejor batalla de toda su vida.
—Eso deja a todos esos soldados de asalto para ti, Lowie —dijo saltando hacia la cubierta superior para enfrentarse a su Némesis.
El joven wookiee rugió un asentimiento, aunque Teemedós no sonó tan valiente.
—Por favor, sea cauteloso amo Lowbacca. No es de sabios tener delirios de grandeza.
Los soldados de asalto presionaron hacia adelante, quince contra un joven y desgarbado wookiee. Lowbacca no parecía pensar que las probabilidades fuesen demasiado malas.
Tenel Ka se colocó frente a la Hermana de la Noche, pareciendo alta y orgullosa, con su espada de luz de hoja color turquesa delante de ella. Recordó la primera vez que se había enfrentado a la malvada mujer cogiéndola por sorpresa y casi lisiándola.
—Entonces, ¿Como está tu rodilla, Tamith Kai?
Los ojos violetas de la Hermana de la Noche relampaguearon, y sacudió su cabeza burlonamente.
—¿No te rendirás ahora, niña debilucha? —preguntó—. Esto apenas es una prueba merecedora de mis habilidades. ¡Ha! Una niña manca que cree que me puede amenazar.
—Hablas demasiado —dijo Tenel Ka—. ¿O es que estás intentando utilizar tu fétido aliento como arma sobre mí?
—Has estado junto a esos mocosos gemelos Jedi demasiado tiempo —dijo Tamith Kai—. Has aprendido cómo faltar el respeto a un superior. —La Hermana de la Noche estiró sus dedos y envió un rayo azul-negruzco hacia la chica guerrera de Dathomir.
—No veo ningún superior a mi —dijo Tenel Ka, interceptando los rayos con la hoja de su espada de luz. Luego utilizó la Fuerza para fortalecer sus pensamientos positivos y sus sentimientos, los cuales lanzó hacia adelante como un escudo.
La Hermana de la Noche retrocedió un paso, tomada por sorpresa.
Un nivel más abajo, Lowbacca cortaba con su espada de luz de hoja color bronce en una mano, mientras en la otra retenía a una figura de armadura blanca. Lanzó al soldado de asalto contra otros tres oponentes, noqueándolos a todos.
Los soldados Imperiales se habían juntado estrechamente para utiliza sus blásters. Parecían intentar reducir al enojado wookiee mediante la pura fuerza del número. Era un gran error.
Sobre la cubierta de mando, la Hermana de la noche se movía en círculos, mirando a su joven presa con diversión. Tenel Ka mantuvo su espada de luz firme, mirando con sus ojos color granito a los violetas de su adversaria.
Sobre sus cabezas, los bombarderos TIE seguían abalanzándose sobre la selva, aunque sus pilotos parecían más interesados en el duelo sobre la plataforma de batalla que en su misión de bombardeo.
La Hermana de la Noche giró sus manos, y una bola de relampagueante energía azul crujió en cada palma ganando fuerza. Tenel Ka sabía que tenía que utilizar el momento de concentración de la Hermana de la Noche para una rápida sorpresa.
Tamith Kai se detuvo en el borde de la cubierta superior, mientras Lowie y los soldados de asalto mantenían una lucha un nivel más abajo. La Hermana de la Noche levantó sus manos.
El fuego malvado crujió en la punta de sus dedos, esperando a ser liberado.
Tenel Ka fintó con su espada y luego, sin previo aviso, utilizó la Fuerza para lanzarse hacia adelante con la mano extendida. Dio un codazo a la Hermana de la Noche, empujándola lo suficiente para hacerla tropezar sobre el borde. Con un chillido descabellado, Tamith Kai cayó hacia atrás. Los rayos azules rociaron sin dañar el cielo y por poco alcanzan a un bombardero TIE que bajaba en picado.
La Hermana de la Noche se estrello entre los soldados de asalto y Lowbacca quien le gruñó.
Los soldados de asalto se apresuraron sobre el wookiee tratando de debilitarle, pero Tamith Kai, desató su furia a ciegas, dispersándolos a todos de su lado. Desde la cubierta de mando, Tenel Ka miró hacia arriba escuchando el fuerte sonido de un motor que se acercaba y vio a un bombardero TIE acercándose a baja altura, apuntando sus cañones hacia ella. Los brillantes disparos se movieron a gran velocidad, abriendo huecos en el blindaje de la cubierta a sus pies.
La chica guerrera se movió de un lado a otro, utilizando los poderes de la Fuerza para adivinar dónde impactarían los rayos. Las armas de alta potencia, eran demasiado potentes para poder desviarlos con un espada de luz. Estaba sola, sin protección y siendo un blanco fácil.
Desagradablemente, tomó una decisión. A medida que el caza Imperial rugía sobre su cabeza, Tenel Ka apagó la hoja de energía de su espada de luz, y luego cuidadosamente estimó la trayectoria correcta. Bajó la mano y arrojó su espada de luz hacia la nave.
Ella había utilizado una gran cantidad de tiempo practicando su puntería, arrojando lanzas y cuchillos, acertando su blanco seleccionado cada vez. Pero aquí, la oportunidad del momento era apresurada y una gran distancia. Aún así, nunca dudó de su habilidad.
El bombardero TIE giró hacia arriba, ganando altitud en su carrera para el ataque final.
Su espada de luz giró en el aire, y con un destello resplandeciente color turquesa, golpeó un lateral del bombardero TIE. No rebanó uno de los paneles de energía como ella había esperado. En lugar de eso, la hoja de energía destruyó un dispositivo estabilizador y abrió una brecha en el casco del bombardero. Su espada de luz, lo atravesó completamente y luego cayó en picado a la espesa selva de abajo, cerca del río.
Incapaz de articular palabras, la Hermana de la Noche se abalanzó sobre la cubierta de mando con un aullido de furiosa venganza. Su capa negra aleteó como las alas de un cuervo bajando en picado para matar a su presa. Los ojos de Tamith Kai resplandecieron con furia violeta.
Viendo a la chica manca, sola y sin su espada de luz, la Hermana de la Noche comenzó a reírse. Su risa ahogada y gutural se llenó de ironía.
—Y ahora estás desarmada —se burló Tamith Kai mirando el muñón del brazo de Tenel Ka—. Malgastas mi tiempo, niña. ¿Por qué no nos evitas un problema y te tiras y mueres?
Tenel Ka miró a la Hermana de la Noche fríamente y se movió hacia adelante, sin mostrar signos de vacilación.
—Estaré desarmada —dijo—, pero nunca he necesitado un arma. —Con su pie izquierdo moviéndose a una asombrosa velocidad, pasó rápidamente alrededor y detrás de Tamith Kai, apresando su talón. Al mismo tiempo, Tenel Ka golpeó con su palma en el centro del pecho de la Hermana de la Noche y la empujó, haciéndole perder el equilibrio sobre la cubierta.
Ella escuchó a los soldados de asalto gritando con pánico, luego, sobre su cabeza, vio a un bombardero TIE sacudiéndose ruidosamente y en problemas. Tenel Ka levantó su mirada y reaccionó instantáneamente.
El bombardero TIE que había golpeado con su espada de luz, había logrado hacer un viraje, aunque ahora su compartimiento trasero estaba en llamas. Completamente fuera de control y moviéndose de lado a lado, la desesperada nave venía hacia la plataforma de batalla.
Tenel Ka vagamente podía sentir el terror del piloto. No sabía que hacer y vio la plataforma como su última oportunidad; un sitio donde hacer un aterrizaje de emergencia. Pero Tenel Ka podría decir que la velocidad de su descenso y la total falta de maniobrabilidad hacían del aterrizaje algo imposible.
No viendo nada más que su propia furia, la Hermana de la Noche se abalanzó para agarrar con su mano el tobillo de Tenel Ka. La mujer Oscura nunca advirtió el peligro entrante.
Tenel Ka no podía perder el tiempo peleando con ella. Soltó la presa de su pie y saltó por encima de la Hermana de la Noche, aterrizando entre las tropas de asalto y junto a Lowbacca.
Los soldados de asalto sin embargo, ya habían visto el bombardero TIE fuera de control y se habían dejado caer sobre la cubierta.
—Lowbacca, tenemos que irnos ahora —dijo Tenel Ka, agarrando su brazo peludo.
Él rugió y Teemedós intervino en la conversación.
—Ciertamente. Creo que es la sugerencia más sensata.
Ella y Lowbacca se apresuraron a ir al borde de la plataforma que revoloteaba y miraron hacia abajo al perezoso río y los sobresalientes árboles.
Arriba, sobre la cubierta de mando, Tamith Kai finalmente se percató del inminente peligro cuando el bombardero TIE entró con sus motores sonando como agua. La Hermana de la Noche gritó a los pilotos de la plataforma de batalla para que activasen sus motores repulsores y evadiesen inmediatamente el impacto.
Nunca lo lograrían.
Lowie y Tenel Ka se tiraron por la borda, con la esperanza de aterrizar en un lugar seguro.
Detrás de ellos, el bombardero TIE chocó violentamente contra la plataforma de batalla de la Academia de la Sombra y explotó al instante. Su cargamento restante de explosivos de protones reventó junto a los motores creando un gigantesco agujero a través de la inmensa plataforma. Las planchas de blindaje volaron como copos de nieve metálicos en todas direcciones. Una bola de fuego y humo maldito en el cielo, y la engorrosa plataforma de batalla, cayó en picado. La masa de escombros explotó varias veces más a medida que bajaba en picado hacia el río.
XVI
Los rayos láser de los cazas TIE perseguidores se acercaban a la nave Imperial robada de Jaina. Una carga explosiva crepitó fuera de una de las esquinas del imponente panel hexagonal, rociándolo con un chaparrón de chispas.
Jaina luchó por mantener el control de su nave que comenzó a dar vueltas. Perdía energía, pero su nave seguía avanzando, accionada en impulso silencioso. Los silenciosos motores estaban preparados para una acción encubierta, no para la velocidad. Detrás de ella, los furiosos cazas TIE se acercaban.
Jaina voló en una frenética acción evasiva, subiendo y bajando, descendiendo hasta las copas de los árboles de la selva y luego volviendo a elevarse, esperando que los pilotos Imperiales cometiesen un error, estrellándose contra la rama de un árbol, chocando uno contra otro, o cualquier otra cosa.
No hubo suerte.
Los tres perseguidores habían alcanzado un punto ciego en las miras, y Jaina realizó una última jugada. Utilizando la velocidad mental que le había proporcionado su entrenamiento Jedi, hizo girar su caza TIE como una pelota, arriba, pero un instante después, ella estaba fuera de su campo de visión, pero directamente hacia ellos. La distancia se redujo en un instante. Jaina sólo tenía tiempo para un único disparo.
Y no podía desaprovecharlo.
El disparo de su cañón láser desgarró el fondo de uno de los cazas TIE, cortando sus controles y rompiendo el cierre hermético de la cabina del piloto. El piloto cayó a través del hueco y dio volteretas hacia la selva.
Jaina rugió entre los otros dos cazas TIE, poniendo tan pronto como pudo espacio de por medio en dirección opuesta. Dieron media vuelta, tomándose más tiempo para completar los trescientos sesenta grados en el aire, pero en un momento volvían a continuar su persecución.
Jaina pasó su mirada por los paneles de control, buscando cualquier cosa que le pudiese ayudar, algún arma secreta que aquel caza TIE pudiese tener. Dudó encontrar cualquier otra cosa que sus perseguidores no pudiesen contrarrestar.
Entonces, sus ojos se centraron en un pequeño botón. DESVÍO A MOTORES IÓNICOS GEMELOS. Repentinamente, ella se percató de que eso conectaría los motores normales del caza TIE eliminando el estado silencioso que estaba utilizando. Sin titubear, presionó el botón desactivando el desvío con un chillido de poder, y su caza TIE salió disparado. La repentina aceleración la pegó contra el asiento de control, frunciendo sus labios en una mueca de disgusto. La nave se movió más rápido que cualquier otra cosa que Jaina hubiese tocado alguna vez.
Si podía ganar suficiente distancia directamente hacia la órbita, entonces podría girar alrededor de la luna selvática, cortando sus motores un tiempo e ir a la deriva por el negro espacio. El revestimiento sigiloso de la armadura de aquella nave sería una enorme ventaja. Si pudiera simplemente perderlos de vista, podría hacerse invisible... y estaría a salvo.
Haciendo uso de la aceleración de la nave y trabajando con sus manos contra la gravedad aumentada por el estruendoso vuelo, Jaina inclinó ascendentemente el curso a través de la atmósfera hacia el espacio.
El par de cazas Imperiales restantes, se movió a gran velocidad después de ella. Ella no sabía si su aceleración la permitiría volar mucho más rápido que los cazas TIE normales, pero sabía que tenía que ganar distancia utilizando todo su ingenio.
La delgada atmósfera dejó un color púrpura profundo, y luego, la medianoche azul del espacio. Para su súbita desilusión, vio que los restantes cazas TIE habían acortado la distancia otra vez, no tanto como antes, pero dentro del rango visual. Su plan nunca funcionaría si no podía evadirlos y desaparecer contra la silenciosa negrura del espacio. Su blindaje de camuflaje sería inútil ahora.
Jaina se preguntó si debía luchar de frente nuevamente. Había una oportunidad de que pudiese enfrentarse a los dos cazas Imperiales antes de que la derribasen a disparos... pero lo dudaba. Estaría acabada.
En aquel momento de desesperación, Jaina vio una trémula luz en la negrura del espacio, a medida que nuevas naves de refuerzo surgían del hiperespacio. ¡Naves de guerra de la Nueva República! Su corazón dio un vuelco. Era una pequeña flota, pero bien armada y en condiciones de enfrentarse a la Academia de la Sombra. La señal de socorro de su hermano finalmente, debía haber llegado.
Con un grito de alegría, Jaina cambió el curso y se dirigió como un proyectil hacia la flota de cañoneras corellianas y corbetas; las más rápidas que la Nueva República había podido reunir para socorrer a la Academia Jedi. Su caza TIE robado vibró a medida que empujaba el acelerador más allá de las líneas rojas. Continuaba perdiendo energía de su dañado panel lateral.
—Vamos, vamos —dijo Jaina mordiéndose los labios. La nave sólo tenía que aguantar unos momentos más. Sólo unos momentos.
La corbeta corelliana surgió amenazadoramente más y más cerca. Pero los cazas TIE enemigos seguían detrás de ella, aún disparando.
Jaina dio vueltas y esquivó hasta que finalmente entró dentro del alcance de las naves de la Nueva República.
Comenzaron a disparar enormes rayos de sus turboláser que se movían a gran velocidad tan cerca de su nave que los crujientes haces abrumaron sus ojos.
Le llevó un momento a Jaina darse cuenta de que las naves estaban disparándole a ella.
Rápidamente entendió su insensatez. Estaba allí, dirigiéndose a una flota con dos cazas TIE más justo detrás de ella, con sus cañones disparando. Les debía de haber parecido que las tres naves eran alguna clase de naves suicida.
Agarró el sistema de comunicaciones, cambiando el interruptor a un canal abierto, y habló en todo el ancho de banda.
—¡Flota de la Nueva República, no dispare, no dispare! Soy Jaina Solo. He robado un caza Imperial.
Más naves aparecieron a un lado, fuertemente armadas y de varias clases, portando la insignia de la Estación Buscadora de Gemas, la instalación procesadora de gemas Corusca de Lando Calrissian que orbitaba el gigante gaseoso de Yavin.
—¿Jaina Solo? —La voz de Lando se escuchó por el sistema de comunicaciones. Señorita, ¿Que haces aquí fuera?
—¡Convertirme en polvo espacial si ustedes no se encargan de esos dos cazas TIE de mi cola!
La voz del Almirante Ackbar interrumpió.
—Estamos apuntando —dijo—. No tengas miedo, Jaina Solo.
—Soy el que va en la delantera —les recordó nerviosamente—. ¡No le deis al caza TIE equivocado! Bien, ¿a que están esperando?
Una oleada de rayos de turboláser creó un denso patrón en el espacio alrededor de Jaina; una trama de fuego mortífero. Docenas de rayos fueron disparados desde las cañoneras corellianas y de la flota privada de Lando Calrissian. En unos momentos, los cazas TIE fueron vaporizados y Jaina dejó escapar un largo suspiro de alivio.
Enviando una señal desde la corbeta corelliana insignia, el Almirante Ackbar la guió hacia la bahía de atraque.
—Por favor sube a bordo, Jaina Solo —dijo—. Le ofrecemos refugio desde ahora mientras luchamos contra la Academia de la Sombra. Creemos que es el mejor camino para proteger al personal de la superficie.
—Encantada de oír eso —dijo Jaina—. Pero tan pronto como este despejado, quiero regresar a la superficie a luchar al lado de mi hermano y amigos.
—Si cumplimos bien nuestro cometido —dijo Ackbar—, no quedará mucha lucha.
Después de atracar, Jaina escaló por el caza TIE robado, transpirando con exceso y contenta de salir de la nave Imperial. Ya no sentía ese gran deseo de volar. Su primera experiencia había sido excitante, pero no una cosa que necesariamente quisiera repetir.
Saludando a algunos soldados de la Nueva República, Jaina pasó rápidamente sus dedos por su largo pelo marrón y luego, cogió un turboascensor. Cuando llegó al puente, se colocó junto al Almirante Ackbar y observó a la flota atacar la enorme estación cubierta de púas.
Las naves de guerra de la Nueva República golpearon el centro de entrenamiento de los Jedi Oscuros en órbita sobre Yavin 4. Los escudos energéticos de la Academia de la Sombra aguantaron pero el constante bombardeo se tomó su precio.
Las naves de Lando Calrissian, se acercaron más, añadiendo el fuego de sus armas. Bajo la acometida combinada, la Academia de la Sombra seguramente sería destruida en menos tiempo, pensó Jaina.
Ackbar envió una transmisión.
—Academia de la Sombra, prepárense para rendirse o serán abordados.
Sin embargo, Jaina no tuvo tiempo para relajarse.
La Academia de la Sombra no se molestó en dar una contestación, y uno de los oficiales tácticos repentinamente gritó —Almirante Ackbar, estamos detectando una fluctuación en el hiperespacio, por estribor. Parece como si una entera...
A medida que Jaina observaba la pantalla, un grupo de aterradoras naves Imperiales aparecieron, Destructores Estelares que parecían que habían sido ensamblados precipitadamente y modificados. Apresurado o no; su armamento era nuevo y letal.
—¿De dónde viene esa flota? —Graznó Lando sobre el canal de comunicaciones.
Nave tras nave Imperial llegaron, una completa y fuertemente armada fuerza de ataque que debía lealtad al Segundo Imperio. Antes incluso de orientarse, las naves Imperiales comenzaron a disparar sobre la flota de la Nueva República.
—¡Escudos arriba! ordenó el Almirante Ackbar. Se giró hacia Jaina con sus redondeados ojos de pez con apariencia alarmada—. Parece que podemos experimentar alguna dificultad después de todo —dijo.
XVII
Luke Skywalker llegó a través del río a la ruina Massassi conocida como el Templo de La Constelación de la Hoja Azul., una torre de piedra desmoronada. Vino solo, esperando negociar en lugar de pelear.
Este era el sitio que Brakiss había escogido para su reunión, su enfrentamiento... su duelo, si llegaba.
Luke escuchó los ruidos de la selva: la charla de las criaturas en la maleza, pájaros en las altas enredaderas y las explosiones desde los cazas Imperiales en el cielo. Le repugnaba estar allí, sólo, cuando podía estar junto a sus estudiantes, peleando para derrotar a las Fuerzas Armadas del Lado Oscuro. Pero Luke tenía una misión mayor, una más importante; la de detener al líder de aquellos Jedi Oscuros, un hombre que una vez había sido el propio estudiante de Luke.
Las ramas se dividían en matorrales a los lados de los pilares esculpidos de piedra. Un hombre salió andando, moviéndose con elegancia, una sombra líquida y confiada. Su perfecta forma y apuesta cara sonrió.
—Entonces, Luke Skywalker, una vez mi Maestro Jedi ha venido a entregarse a mí, espero. ¿Te inclinarás respetuosamente frente a mis habilidades superiores?
Luke no le devolvió la sonrisa.
—He venido a hablar contigo, como pediste.
—Me temo que hablar no será suficiente —dijo Brakiss—. ¿Has visto mi Academia de la Sombra ahí arriba? La flota de guerra del Segundo Imperio acaba de llegar. No tienes esperanza de victoria, a pesar de tus escasos refuerzos. Únete a nosotros y termina con este derramamiento de sangre. Sé el poder que podrías esgrimir, Skywalker, si alguna vez te permites a ti mismo lo que no has querido aprender.
Luke negó con la cabeza.
—Ahórratelo Brakiss. Tus palabras y tu tentativa por el Lado Oscuro no tienen efecto en mí —dijo—. Una vez fuiste mi estudiante. Has visto el lado de la luz, viste tus capacidades para el bien, y huiste de ellas como un cobarde. Pero no es demasiado tarde. Ven conmigo ahora. Juntos podemos explorar los restos del brillo de la luz en tu corazón.
—No hay brillo en mi corazón —dijo Brakiss—. No he venido aquí para hablar contigo. Si no eres sensato y te rindes, tendré que derrotarte y tomar por la fuerza el resto de tu Academia Jedi. —Sacó su espada de luz de la plateada manga de su túnica. Largas puntas como garras rodearon la hoja de energía que se entendía según pulsó el encendido. Brakiss lanzó un rápido suspiro. Me parece un derroche de esfuerzo.
—No quiero luchar contigo —dijo Luke.
Brakiss se encogió de hombros.
—Como desees. Entonces, te mataré donde estas. Eso me lo pone más fácil. —Dio un paso adelante e hizo girar su hoja.
Los reflejos de Luke actuaron en el último momento, saltando hacia atrás, utilizando la Fuerza para añadir intensidad a su movimiento. Aterrizó en cuclillas, y cogió su espada de luz de su cinturón.
—Me defenderé, Brakiss —dijo—, pero hay mucho que podrías aprender aquí en la Academia Jedi.
Brakiss se rió burlonamente.
—¿Y quién va a enseñarme? ¿Tú? Ya no te reconozco como Maestro, Skywalker. Hay mucho más que tú no conoces. ¿Crees que soy débil porque me fui antes de completar mi entrenamiento? ¿Quien eres tú para hablar? Tú solo estabas parcialmente adiestrado. Un corto tiempo con Obi Wan Kenobi, antes de que Darth Vader le matase, y luego un breve tiempo con el Maestro Yoda, antes de que le dejases... incluso te acercaste a la gran verdad cuando serviste al Emperador renacido… y te volviste atrás. Nunca has completado nada.
—No lo niego —dijo Luke manteniendo su espada de luz en una posición defensiva. Sus hojas crepitaban fuertemente con un sonido de chisporroteo.
Los labios de Brakiss se recogieron en una mueca de disgusto cuando nuevamente se abalanzó, pero Luke esquivó su ataque.
—Tú enseñas que el camino del Jedi es el auto-descubrimiento —dijo Brakiss—. Yo he continuado ese auto-descubrimiento desde que me fui. Abandoné tus enseñanzas, pero encontré más, mucho más. Mi auto-descubrimiento ha sido bastamente mayor que el tuyo Luke Skywalker, porque tú te has cerrado muchas puertas importantes. —Arqueó sus cejas y sus ojos destellaron un desafío—. Yo he mirado detrás de esas puertas.
—Una persona que voluntariamente entra en un peligro fatal, no es valiente —dijo Luke—, sino estúpida.
—Entonces, tú eres el estúpido —dijo Brakiss. Barrió el suelo con su espada de luz, con la intención de rebanar las piernas de Luke por las rodillas, pero Luke bajó su hoja de energía y pasó a la ofensiva, haciendo chocar ruidosamente las hojas, golpeando y llevando hacia atrás a su adversario. Las ropas plateadas del Jedi Oscuro se agitaron a su alrededor como alas de tinieblas.
—No puedes ganar Brakiss —dijo Luke.
—Observa. —El Maestro de la Academia de la Sombra, atacó con mayor furia abriéndose a la cólera, a fin de que su crueldad aumentara a medida que golpeaba una y otra vez.
Pero Luke mantuvo su centro de calma mientras se defendía.
—Siente la calma, Brakiss —dijo—. Déjala que fluya a través de ti... tranquilizadora y reconfortante.
Brakiss meramente se rió. Su perfecto cabello rubio estaba enmarañado y pegado a su cabeza por el sudor.
—Skywalker, ¿Cuantas veces tratarás de hacerme volver? Incluso después de abandonar tus enseñanzas, me perseguiste. ¿No sabes cuando has perdido?
—Recuerdo nuestra confrontación en aquella instalación de manufacturación de droides en Telti dijo Luke. Pudiste unirte a mí, como puedes hacer ahora.
Brakiss lo descartó con un bufido.
—Esos acontecimientos no significaron nada para mí, una mera diversión hasta que encontré mi camino, formando la Academia de la Sombra.
—Tal vez, necesitarías buscar un camino verdadero —dijo Luke. Cortó lateralmente para desviar el espada de luz de Brakiss otra vez.
Ahora Brakiss tomó una táctica diferente, formando remolinos a su alrededor. En lugar de embestir a Luke, cortó uno de los pilares que sostenían el alto Templo, un cilindro de mármol tallado con antiguos símbolos Sith y escritura Massassi. Las chispas saltaron por el golpe, y el espada de luz atravesó completamente la columna. Las enredaderas adheridas y la sobresaliente piedra, se hicieron inestables.
Luke miró a distancia cómo el pilar se dividía en dos. El dintel delantero de Templo de la Constelación de la Hoja Azul se vino abajo.
Las piedras y ramas chocaron por todos lados, la piedra cortada voló en todas direcciones, pero Luke esquivó a lo lejos, evitando lesiones.
—Pareces más ligero de pies, Skywalker —dijo Brakiss.
—Y tú realmente destructivo contra estas antiguas estructuras —dijo Luke. Gateó sobre los nuevos escombros, tosió por el polvo levantado y luego, chocó ruidosamente otra vez con Brakiss.
—Quizás deberías inspeccionar lo que están haciendo tus Jedi Oscuros. Mis estudiantes les están derrotando regularmente. —Escuchó la batalla que se desarrollaba en las selvas y deseó regresar con sus aprendices. La reunión con su antiguo alumno no había sido nada más que una distracción. No le llevaría a ninguna parte—. Esto se a alargado lo suficiente, Brakiss. O te rindes o te derrotaré directamente, porque tengo trabajo que hacer. Tengo que regresar para defender mi Academia Jedi.
Brakiss mostró una tenue luz de incertidumbre en sus ojos normalmente calmos y tranquilos cuando Luke atacó, esta vez con la intención de ganar. Luke golpeó otra vez con la espada de luz, manteniendo su foco y controlando, no dejando a la cólera tomar el control y haciendo solamente lo que deseaba hacer.
El Maestro de la Academia de la Sombra se defendió, y Luke vio la oportunidad de golpear. Alteró su blanco ligeramente, no golpeándole con la hoja de energía. Podía haber descendido la hoja cortado la mano de su antiguo alumno, igual que Darth Vader había cortado la del propio Luke, pero él no quería mutilar a Brakiss de ese modo. Sólo necesitaba destruir su arma.
La espada de luz fue cortada por la parte superior del mango de Brakiss, justamente bajo el nacimiento de la hoja de energía y por encima de los nudillos que la agarraban.
Los dos centímetros superiores del mango de la espada de luz de Brakiss, chisporrotearon y cayeron en una masa humeante y derretida. Brakiss gritó y dejó caer su espada de luz al suelo donde yació inservible, al rojo vivo, sin ser un arma; simplemente un trozo de componentes... con los que ya no podía luchar.
El Maestro de la Academia de la Sombra, levantó sus manos y se tambaleó hacia atrás.
—¡No me mates, Skywalker! ¡Por favor, no me mates! —El terror en la cara de Brakiss parecía todo menos una amenaza. Con seguridad, el Jedi Oscuro sabía que Luke Skywalker no era el tipo de persona que golpearía a un enemigo desarmado a sangre fría. Brakiss se agarró a su túnica plateada, tocando nerviosamente los botones.
Luke caminó a grandes pasos hacia él, con la espada de luz aún extendida.
—Ahora eres mi prisionero, Brakiss. Es hora de que termine esta batalla. Ordena a tus Jedi Oscuros que se rindan.
Brakiss dejó caer sus ropas, revelando un traje de vuelo y una mochila repulsora.
—No. Tengo otros asuntos que atender —dijo e inició la mochila repulsora.
A la vez que Luke se quedó mirando asombrado, Brakiss subió vertiginosamente hacia el cielo, volando fuera de su alcance. El Jedi Oscuro aterrizaría junto a su nave en algún lugar cercano, se dio cuenta Luke, y sin duda volvería directamente a su Academia de la Sombra.
Con súbita desilusión, Luke observó la fuga de su estudiante caído, una vez más derrotado, pero aún capaz de causar mucho daño. El dolor de la pérdida inundó la mente de Luke, como aquel día en el que Brakiss había huido de la Academia Jedi—. Brakiss, he vuelto a fallar en salvarte —gimió.
El otro hombre menguó hasta convertirse en un pequeño punto en el cielo y desapareció.
XVIII
En el espacio, la flota del Segundo Imperio, disparaba sus armas.
Ackbar gritó:
—¡Todo el personal a las estaciones de batalla! —El Almirante calamariano gesticuló con sus manos-aleta—. ¡Escudos arriba! ¡Preparados para devolver el fuego!
Dos Destructores Estelares modificados, se abalanzaron con sus baterías turboláser llameando. Los rayos verde brillante tomaron en sus miras la nave insignia de Ackbar.
Jaina junto al Almirante calamariano, mantuvo sus ojos cerrados a medida que los cegadores destellos se hacían pedazos contra los escudos delanteros.
—El Segundo Imperio habrá construido su flota en secreto —dijo—. La construcción de esas naves parece apresurada.
—Pero aún son mortíferos —dijo Ackbar, inclinando solemnemente la cabeza—. Ahora sabemos por qué robaron aquellos núcleos de hiperespacio y las baterías turboláser cuando atacaron el Inflexible.
Recurrió al sistema de comunicaciones, gritando órdenes con su voz grave.
—Cambien el blanco de la Academia de la Sombra. Esa estación de entrenamiento es una amenaza inferior frente a esas nuevas naves de guerra. Apunten a los Destructores Estelares Imperiales.
Los oficiales de armas trabajando en sus estaciones, gritaron su alarma y desilusión.
—¡Señor, nuestros sistemas de puntería no funcionan! Esas naves transmiten señales de identificación amigas. Somos incapaces de disparar.
—¿Qué? —dijo Ackbar—. Pero podemos ver a esos Destructores Estelares.
—Lo se, Almirante —gritó el oficial táctico—. Pero nuestros ordenadores no pueden disparar si piensan que esas son naves de la Nueva República. Está impreso en la programación.
Repentinamente entendiéndolo, Jaina exclamó:
—¡Los sistemas de guía y ordenadores que robaron en el asalto a Kashyyyk! Los Imperiales han debido instalarlo en sus naves precisamente para confundir a nuestros ordenadores de armas. Tendremos que cambiar nuestros sistemas de puntería, o no podremos disparar. El sistema de identificación de amigos o enemigos lo impedirá.
Lando Calrissian había estado escuchando por el canal abierto; su voz resonó sobre el sistema de comunicaciones.
—Pues mis naves de la Estación Buscadora de Gemas usan ordenadores diferentes. Adivino que la primera ronda depende de nosotros. —El grupo de naves independientes de Lando, barrieron el Destructor Estelar por todos lados, enviando una cortina de fuego y torpedos de protones a objetivos cruciales para disolver el escudo protector.
—Un pequeño truco que aprendí —aclaró Lando sobre la unidad de comunicaciones a la vez que Jaina permanecía junto a Ackbar observando—. Esto me recuerda la batalla de Tanaab. —Luego dio un grito de alegría al ver otra salva de torpedos detonando, y dos de ellos penetrando en los escudos y dejando una cadena de llamas blancas a lo largo de un costado del Destructor Estelar. Las naves de Lando continuaron disparando y disparando, pero ahora, los Imperiales comenzaron a apuntar a las naves más pequeñas, dejando las naves de Ackbar solas.
—Almirante —dijo Jaina—, Si el Segundo Imperio se cree tan listo como para utilizar nuestros sistemas contra nosotros, ¿no podemos cambiar las tornas usando nuestros sistemas de computadoras en contra de ellos?
Ackbar giró sus enormes ojos hacia ella.
—¿Que tienes en mente, Jaina Solo?
Ella mordió su labio inferior, luego inspiró profundamente. La idea era de locos, pero...
—Usted es el Jefe Supremo de la Flota de la Nueva República. ¿No habrá un programa interno en los ordenadores que acepten algún tipo de código de usted en casos de extrema emergencia como este?
Ackbar clavó los ojos en ella, boqueando como si necesitase beber agua o tomar una larga bocanada de aire.
—¡Por la Fuerza, Tienes razón Jaina!
—Bien, ¿A qué estamos esperando? —dijo, frotando sus manos conjuntamente—. Vamos a reprogramarlos.
Después de destruir a su estudiante Norys para rescatar a Jacen Solo, las entrañas de Qorl se insensibilizaron; como si el resto de su cuerpo se hubiese convertido en un droide... algo parecido a su brazo mecánico. Después de todos sus años de entrenamiento y lealtad, había traicionado al Segundo Imperio... ¡Traicionado! Había permitido a su corazón decidir en lugar de seguir una obediencia ciega y una fría ambición. Pero el joven Jacen había sido amable con él, había ayudado a rescatarle y le había mostrado el calor y la amistad, auque Qorl sabía que él se había cruzado de brazos orgulloso...
Había mantenido prisioneros a los gemelos, amenazando sus vidas y obligándoles a reparar su caza TIE estrellado, para así poder regresar al Imperio. Desde entonces, había intentado recompensarlos en secreto, como cuando cautelosamente les había ayudado a escapar de la Academia de la Sombra. Pero matar a su propio estudiante para protegerlos...
Qorl había cometido un grave error, haciendo suya aquella decisión. Debería haber tenido mejor criterio. No era su trabajo el tomar decisiones. Él era un piloto TIE, un soldado del Segundo Imperio. Él ayudó a instruir a otros pilotos y soldados de asalto. Su lealtad era para su Emperador y su Gobierno. Los soldados no tenían el lujo de tener mentes propias, sobre que órdenes seguir y cuales ignorar. Su mente estaba confusa y llevó su caza TIE a la órbita. La mayoría de su escuadrón había perdido la formación, atacado o destruido por las defensas desconocidas de Yavin 4. Debía regresar y dar parte a sus superiores. Tendría que decidirse ya fuese rindiéndose o confesando lo que había hecho frente a Lord Brakiss. La mandíbula de Qorl se apretó con fuerza. La rendición era traición.
¿Cómo podía estar deseando hacerlo? Los motores de su nave aullaron a medida que salía en línea recta de la atmósfera hacia la amenazadora Academia de la Sombra.
Con asombro, vio que había caído en medio de una enorme batalla espacial.
Naves de guerra de la Nueva República habían aparecido inesperadamente, disparando y disparando hacia la Academia de la Sombra. Pero entonces, apareció la flota del Segundo Imperio, Destructores Estelares armados apresuradamente; cruceros de combate Imperiales montados de restos rescatados de viejos astilleros. La nueva flota utilizaba los sistemas de ordenadores, los núcleos hiperespaciales y las baterías turboláser que el mismo Qorl había ayudado a robar. Pero ver las naves del Segundo Imperio, le llenaron de consternación. La nueva flota carecía de la grandeza y la impresionante presencia de la Armada Imperial original. Qorl había volado en la Estrella de la Muerte, y había servido como parte de la flota estelar Imperial de Gran Moff Tarkin.
Esta nueva fuerza de ataque se veía algo así como... desesperada, como si la gente cuyos sueños de resurgir el Imperio se hubiesen estirado más allá de los recursos que tenían para luchar. Qorl vio las naves del Segundo Imperio disparando a la flota Rebelde de rescate, pero mientras observaba, la marea cambió de dirección, y el grupo de naves inclasificables atacó a los Destructores Estelares. Entonces, los escudos defensivos de los Destructores Estelares, repentina e inexplicablemente cayeron, como si sus computadoras los hubiesen desconectado. ¡Como si se hubiesen puesto de acuerdo para rendirse!
Los cruceros de batalla Rebeldes, dispararon por la abertura todo su arsenal, abriendo grandes agujeros en los nuevos Destructores Estelares. ¿Pero que hacen? ¿Por qué sus camaradas no reestablecían los escudos?
A medida que Qorl volaba hacia ellos, frenético por ayudar en la batalla, cazas TIE de refresco salieron en tropel de los Destructores Estelares y comenzaron a disparar a las naves Rebeldes; aunque no parecían más que mosquitos diminutos contra la gran flota de Ackbar.
Qorl repentinamente vio su oportunidad de redimirse. Él ya había sido un traidor a sus rescatadores y amigos y al Segundo Imperio. No importaba la elección que hiciese, estaba maldito, y nunca podría vivir con esa traición.
Por el momento, sin embargo, Qorl podría unirse a la batalla a favor del Segundo Imperio, y no importaba el daño que pudiese haber hecho... el podría quizás morir luchando. Él era un piloto TIE. Se había entrenado para aquello. Hace mucho tiempo había volado desde la Estrella de la Muerte en una batalla similar, y ahora, podría hacerlo todo bien. Qorl energizó sus cañones láser, armas que habían sido disparadas contra la nave de Norys para terminar con su frenesí de asesino. Qorl podría utilizar las armas contra sus blancos asignados: la Alianza Rebelde.
Su caza TIE entró en el combate de la nada, disparando sobre una de las cañoneras corellianas, dejando un rastro negro de impactos a baja altura a lo largo de su costado. Otros cazas TIE se le unieron, volando en un patrón de ataque apenas reconocible. Los miembros de aquella flota obviamente no estaban entrenados, habiendo pasado muy poco tiempo en los simuladores. Pero el caos ofrecido por los nuevos pilotos sirvió adecuadamente mientras los cazas volaban alrededor de las otras naves más grandes, disparado y golpeando sin meta determinada, pero causando daños.
La flota Rebelde respondió con fuego pesado de turboláser, disparando en todas direcciones.
Con un resplandor cegador, uno de los Destructores Estelares, estalló, con su torre de mando en llamas. Otro Destructor Estelar se retiró, con sus defensas diezmadas; cambiando de dirección en un intento de salir de la batalla. Las armas de la flota Rebelde continuaban resplandeciendo. El Segundo Imperio estaba perdiendo. ¡Perdiendo!
Qorl disparó a la nave. Algunos de los cazas TIE se retiraron al espacio... aunque Qorl no tenía ni idea de a dónde tenían la intención de ir. Sus naves insignias habían sido destruidas y la Academia de la Sombra estaba bajo fuego enemigo. ¿Tenían la intención de rendirse?
—Rendirse es traición —masculló para sí mismo, y voló directamente hacia la línea de fuego de la nave insignia Rebelde.
Los rayos turboláser pasaron, pero Qorl siguió adelante, disparando sus insignificantes cañones láser y adentrándose en la garganta de la bestia. Nunca se rendiría. Aquello sería su último destello de gloria.
Los Rebeldes mejoraron su puntería y el fuego cruzado le golpeó. Qorl cerró sus ojos detrás de su casco TIE, esperando dejar de existir convertido en una brillante llama; una vela ardiendo por su Emperador.
Pero las armas de energía sólo habían logrado dar en uno de los motores y dañado parte del sistema de energía. El caza TIE de Qorl quedó fuera de control, alejándose de la flota de guerra. Incluso con sus cinturones de seguridad, Qorl fue arrojado de lado a lado dentro de su diminuta cabina. Qorl se agarró, esperando que su nave explotase de un momento a otro… todo el tiempo moviéndose fuera de control más y más lejos de la persistente batalla espacial. Aún girando, vio que la gravedad le había atrapado.
Se iba a estrellar otra vez. Estaba cayendo en picado hacia la luna selvática de Yavin...
XIX
Brakiss aceleró su ultrarrápida lanzadera personal fuera de Yavin 4 moviéndose a gran velocidad de vuelta a su preciosa Academia de la Sombra. Tecleó sobre los controles codificados que automáticamente le abrieron las puertas y le proveyeron del pasaje de vuelta a la seguridad de la estación Imperial de entrenamiento. La batalla espacial no le importaba. Era simplemente un acontecimiento que había salido mal ese día.
Su corazón aún estaba acelerado de su batalla con Skywalker abajo, en las ruinas del Templo. Sus pensamientos giraron, llenándose con las resonantes palabras de su antiguo Maestro. La cólera y la desesperación formaron remolinos, como una tormenta incontrolable a través de su mente, a través de sus emociones.
Cada método sabía que había fracasado en traer de vuelta sus pensamientos a la fría tranquilidad; niveles de tranquilidad que él necesitaba para atraer completamente sus poderes. Brakiss incluso había tratado de usar algunas de las técnicas de aplacamiento que el odiado Skywalker le había enseñado en sus días de estudiante de incógnito, pero ninguna cosa surtió efecto. Todo se desmoronaba. Sus grandiosos planes, su cuidadoso entrenamiento de los Jedi Oscuros, las tropas del Segundo Imperio titubeando en el umbral de los que debería haber sido su máximo triunfo; el golpe de gracia que haría temblar a la Galaxia. La destrucción de la Academia Jedi debería haber sido una simple victoria.
El Emperador destruiría a Brakiss por aquel fracaso, pero por el momento, él solo podía pensar que en el mismo Emperador yacía su última esperanza. Su única esperanza. Brakiss aceptaría su castigo más tarde; por ahora lo que necesitaba hacer era alzarse con la victoria.
Llevó su lanzadera al muelle de atraque casi vacío de la Academia de la Sombra, donde no hacía mucho tiempo, filas de cazas TIE y bombarderos TIE se preparaban para la batalla.
Tamith Kai había lanzado su plataforma blindada de batalla hacia la órbita con sus tropas de asalto y la brigada de guerreros oscuros de Zekk. Habían sido orgullosos, confiados, seguros de aplastar la luz Jedi.
Brakiss se encaramó rígidamente fuera de su lanzadera, alisando sus ropas plateadas y tratando sin éxito de recobrar su dignidad. No queriendo estar sin un arma Jedi, recogió de uno de los armarios de armas de pared otra de las espadas de luz de producción masiva. Pero, ¿Cómo podía defenderse? Había visto la plataforma de batalla de Tamith Kai caer en picado hacia el río, un flamante armatoste de chatarra derretida. Los Jedi Oscuros de Zekk habían sido derrotados, los escuadrones de cazas TIE destruidos en su mayor parte, y ahora, Brakiss observaba como la poderosa flota del Segundo Imperio era diezmada por naves de guerra Rebeldes que habían aparecido de la nada y de alguna forma habían desactivado los escudos Imperiales.
Brakiss caminó a grandes pasos hacia la bahía de atraque de la casi desierta Academia de la Sombra. Todas las tropas capaces se habían enviado a la superficie. Sólo unos pocos equipos de mando se quedaron allí para mantener segura la estación Imperial.
Los estériles corredores debían de haber sido anfitriones de una celebración de victoria, pero en lugar de eso, parecían una tumba, un paria abandonado.
El Emperador debe encontrar alguna forma de salvarnos, se dijo Brakiss a sí mismo, algo que cambie el curso de la batalla a fin de que el Segundo Imperio pudiese después de todo regir la Galaxia.
Palpatine había estafado a la muerte no una vez, sino dos. Después de haber perecido por primera vez a bordo de la segunda Estrella de la Muerte durante la batalla de Endor, se las había ingeniado para resucitarse a sí mismo, usando clones escondidos para prolongar su vida. Sin embargo, todos esos clones presumiblemente habían sido destruidos, y trece años más tarde, el Emperador había regresado sin dar ninguna explicación esta vez.
Cualquier hombre que lograse tales hazañas, seguramente podría lograr distorsionar la victoria de una pandilla mixta de Rebeldes y criminales, ¿O no?
Alzando su cabeza y haciendo un intento de convocar la esperanza y el orgullo Imperial, Brakiss caminó por los corredores blindados hacia la sección aislada de la estación. Tenía que ver al Emperador, y no sería rechazado. ¡El destino de la guerra dependía de los siguientes momentos!
Fuera de la entrada sellada, permanecían dos de los cuatro guardias Imperiales vestidos de escarlata. Llevaban puestos unos cascos siniestros, con forma de bala y una única rendija estrecha de color negro a través de la cual podían ver. Los dos guardias se tensaron, cruzando sus picas de energía negándole la entrada.
Brakiss caminó a grandes pasos y sin vacilar.
—Háganse a un lado —dijo—, Tengo que hablar con el Emperador.
—Ha demandado no ser molestado —dijo uno de los guardias.
—¿Molestado? —dijo Brakiss, consternado de escuchar esas palabras—. Nuestra flota está siendo derrotada; nuestros Jedi Oscuros han sido capturados. Nuestros cazas TIE están siendo destruidos. Tamith Kai ha muerto. El Emperador ya debería haber sido molestado. Háganse a un lado. Tengo que hablar con él.
—El Emperador no habla con nadie. —Se movieron un paso adelante, blandiendo sus armas.
Brakiss sintió su cólera hirviendo dentro. Le dio fuerzas. El poder fluyendo en sus venas conectó directamente con el Lado Oscuro de la Fuerza. Pudo ver por qué la Hermana de la Noche había encontrado la experiencia tan estimulante que la había guardado en una constante condición de furia reprimida.
Brakiss no tenía paciencia para tratar con aquellos obstáculos impertinentes vestidos de escarlata. Eran traidores al Segundo Imperio y les respondió, dejando que la Fuerza fluyese intensamente desde su interior. Su espada de luz se desprendió del interior de su manga y cayó firmemente en su mano. Su dedo oprimió el botón de encendido. Una hoja brillante surgió de la empuñadura, pero Brakiss no la utilizó para amenazar. Se había cansado de amenazas, juegos de palabras y los entretenimientos que impedían su progreso. Desató su cólera.
—¡He tenido bastante! —atacó salvajemente de lado a lado. Su cólera convirtió su vista en un túnel de estática negra que rodeaba a sus dos objetivos a la vez que intentaban utilizar sus picas de energía contra él. Pero Brakiss era un Jedi poderoso. El conocía los caminos del Lado Oscuro, y los guardias Imperiales no tenían oportunidad contra él.
En menos de un segundo, Brakiss los había derribado a los dos. Activó el mecanismo sellado de la puerta.
Los códigos de seguridad le negaron el paso, y entonces, utilizó la Fuerza para hacer estallar los circuitos. Con sus manos desnudas, torció la terca puerta a un lado y luego entró a grandes pasos en las cámaras privadas del Emperador.
—Mi Emperador, debe ayudarnos —llamó.
La luz a su alrededor era roja oscura, calurosa. Parpadeó con dificultad para ver, pero no encontró a nadie alrededor.
—¡Emperador Palpatine! —gritó—. La batalla se vuelve en nuestra contra. Los Rebeldes derrotan a nuestras tropas. Debe hacer algo. —Sus palabras crearon eco, pero no escuchó nada más: ni respuestas, ni movimientos.
Siguió a la siguiente habitación, sólo para encontrar una gran cámara de aislamiento de muros negros, con su puerta blindada sellada y los paneles laterales unidos con remaches pulidos. Aquel era el compartimiento adjunto que los guardias rojos habían sacado de la lanzadera Imperial especial. Voluminosos droides trabajadores lo habían sacado de la lanzadera y lo habían llevado allí.
Brakiss sabía que el Emperador se había recluido dentro de la cámara, protegido de influencias externas. Brakiss tenía miedo de que la salud del Emperador estuviese fallando y por eso Palpatine necesitaba aquel ambiente especial de soporte de vida simplemente para sobrevivir. Pero por el momento a Brakiss no le importaba. Estaba cansado de sólo tener puertas cerradas delante de él.
Él, el Maestro de la Academia de la Sombra, uno de los miembros más importantes del Segundo Imperio, no debería ser ignorado como un empleado civil.
Golpeó la puerta blindada.
—¡Mi Emperador, demando que me atienda! No puede dejar que esta derrota continúe. Debe usar sus poderes para arrancar la victoria de las manos de nuestros enemigos.
No recibió respuesta. Sus golpes en la puerta, produjeron un cambio en el color sangre que llenaba la cámara. El corazón de Brakiss se congeló, como si fuese un cometa perdido en los confines de un sistema solar.
Si el Emperador los había abandonado, entonces estaban perdidos. La batalla se había vuelto contra el Segundo Imperio y Brakiss no tenía nada más que perder.
Conectó su espada de luz otra vez, la mantuvo en alto y golpeó. La hoja de energía chisporroteó y brilló a medida que atravesaba la gruesa chapa de la armadura. Ni siquiera el hierro mandaloriano o el blindaje de duracero podría resistir la acometida de una espada de luz. Partió los goznes. El metal derretido humeó y corrió en riachuelos plateados a ambos lados de la puerta. Cortó otra vez, abriendo una entrada rasgando parte de la pared, como un droide obrero desmonta un contenedor de carga. Se hizo a un lado cuando un grueso trozo de blindaje cayó a la cubierta con un ruido metálico ensordecedor.
Brakiss estaba de pie esperando, congelado por la indecisión a que el humo se aclarase. Mantuvo firme su espada de luz... y finalmente entró.
Se quedó con la mirada fija de incredulidad. No vio al Emperador, ni habitaciones lujosas, ni complicados aparatos médicos para mantener vivo al viejo gobernante. En lugar de eso encontró a un impostor.
Un tercer guardia rojo se sentaba en una complicada silla de control rodeada por tres monitores y controles. Vio una biblioteca de holo-videos tomados durante el gobierno del Emperador: el alzamiento del senador Palpatine, el Nuevo Orden, los primeros intentos de aplastar la Rebelión... discursos registrados, memorándums; prácticamente cada palabra que Palpatine había pronunciado en público, y muchos mensajes privados. Los generadores holográficos energéticos ensamblaban los clips confeccionando imágenes parecidas a la realidad en tres dimensiones. Brakiss se quedó con una mirada fija y horrorizada a medida que todo comenzaba a tener sentido.
El guardia rojo se levantó sobre sus pies, con sus ropas color escarlata fluyendo a su alrededor.
—No puedes entrar aquí.
—¿Dónde está el Emperador? —dijo Brakiss, pero a medida que miraba a su alrededor, supo la respuesta—. No hay Emperador ¿verdad? Todo ha sido un engaño; una apuesta lamentable para alzarse con el poder.
—Sí —dijo el guardia—, sí, y usted ha desempeñado bien su papel. El Emperador ciertamente murió hace años, cuando su último clon fue destruido, pero el Segundo Imperio necesitaba a un líder y nosotros, cuatro de los más leales guardias de Palpatine, decidimos crear ese líder. Teníamos todas las grabaciones y geniales discursos que el Emperador había hecho. Teníamos sus pensamientos, sus políticas, sus registros. Sabíamos que podríamos hacer funcionar el Segundo Imperio, pero nadie nos obedecería. Tuvimos que dar a la gente lo que quería y querían recuperar a su Emperador, al igual que usted. Usted fue fácil de engañar, porque quería ser engañado —dijo el guardia rojo, inclinando la cabeza hacia Brakiss.
El Maestro de la Academia de la Sombra dio un paso al interior de la cámara, con su espada de luz resplandeciendo con fuego mortífero, frío.
—Nos habéis engañado —dijo, aún con el horror de la incredulidad—. Me has engañado. ¡A mi! Yo era uno de los más dedicados sirvientes del Emperador, pero le servía a él. ¡Nunca hubo una oportunidad para el Segundo Imperio, y ahora estamos siendo destruidos aquí por ti! Por tú pobre plan. Porque no hay un corazón oscuro para el Segundo Imperio.
Cegado por la furia otra vez, Brakiss fluyó como un ángel vengador, con su espada de luz en alto. El guardia rojo se tambaleó fuera de los controles, metiendo una mano en sus ropas escarlatas para sacar un arma, pero Brakiss no le dio la oportunidad. Mató al tercer guardia Imperial, quien cayó humeando sin vida sobre el imponente conjunto de controles que creaban al falso Emperador.
La ilusión había defraudado a Brakiss, la Academia de la Sombra, y a todos sus Jedi Oscuros... a todo el mundo que había dedicado su vida para recrear el Imperio.
—Ahora, el Imperio verdaderamente ha caído —dijo con su voz ronca y la cara ojerosa.
No volvería a estar calmado como una estatua, ya no volvería a ser un representante brillante y perfecto.
Escuchando un ruido fuera de puerta de la cámara de aislamiento que había abierto, Brakiss comenzó a ver el destello rojo del cuarto y último miembro de aquel grupo de charlatanes. Brakiss avanzó lentamente, sintiéndose inflexible, dolorido y completamente desanimado, pero no podía permitir que aquel último escapase. Su honor requería que los embaucadores pagasen. Brakiss corrió hacia él. Pero el guardia rojo había encontrado a sus compañeros muertos fuera y supo que Brakiss había visto los controles de vídeo y el aparato holográfico en la cámara de aislamiento. El cuarto guardia, sin titubear, corrió de vuelta por donde había venido.
Brakiss se percató con absoluta certeza que el sueño glorioso de un Imperio renacido había fallado. Sus Jedi Oscuros habían perdido la batalla abajo, en Yavin 4. Los cazas TIE estaban siendo destruidos, pero él no permitiría a aquel impostor, a aquel traidor, escapar con vida. Sería el momento final de la venganza de Brakiss.
Con pasos llenos de determinación, Brakiss fue a la carga detrás del hombre. El guardia rojo se movía con asombrosa velocidad, huyendo de la zona prohibida y alcanzando los corredores vacíos de la Academia de la Sombra. Brakiss corrió, pero el guardia rojo sabía exactamente a dónde quería ir. Exactamente.
El último guardia Imperial superviviente alcanzó la bahía de atraque y se metió en la lanzadera de ultrarrápida de Brakiss.
Llegando a la puerta de la bahía de atraque, Brakiss gritó:
—¡Alto! —Mantenía su espada de luz a gran altura, utilizando la Fuerza para que el guardia se congelase siguiendo su orden, pero el charlatán no vaciló. Se introdujo en la solitaria lanzadera, la elevó sobre sus repulsores y tecleó el código para abrir el campo magnético que contenía la atmósfera.
Brakiss hirvió de rabia contenida. Se preguntó si podría utilizar los sistemas de armas de la Academia de la Sombra y convertir al guardia en pedacitos de vidrio congelado flotando en el vació del espacio. Pero era demasiado tarde.
Se sintió completamente solo en la Academia de la Sombra. Un fracaso absoluto. Todo lo que había intentado se había vuelto contra él. Y aquel era el insulto final: Engañado por un... guardia.
Inesperadamente, un recuerdo vino a Brakiss.
Cuando la Academia de la Sombra estaba en construcción bajo la guía del Emperador Palpatine, un mecanismo infalible de enormes cantidades de explosivos conectados, habían sido implantados a través de la estructura de la estación. De ese modo, si Palpatine se sentía amenazado por esos nuevos y poderosos Caballeros Jedi Oscuros, entonces podría provocar la detonación y destrucción de la Academia de la Sombra, donde quiera que estuviese.
Brakiss, sólo en la bahía del hangar, observaba el diminuto punto de la lanzadera cada vez más y más lejos. Se le ocurrió que desde que no había Emperador renacido, entonces, los mismos cuatro guardias rojos eran los que debían de haber guardado en secreto los códigos destructores.
A medida que la nave de fuga huía de la Academia de la Sombra y del sistema de Yavin, el último guardia superviviente sabía que las Fuerzas Armadas militares que dejaba atrás serían derrotadas completamente. Con el éxito del contraataque Rebelde, probablemente no habría supervivientes Imperiales de la batalla de ese día.
El guardia tenía que preservar su secreto y mantener la ilusión que él y sus compañeros cuidadosamente habían construido como una forma para restaurar el poder ellos mismos. No podría permitirse dejar la Academia de la Sombra intacta, y esperaba que pudiera ocultar sus huellas. Con suerte podría encontrar una posición entre los muchos elementos criminales que insidiosamente trabajaban alrededor de la Nueva República.
El guardia rojo envió una breve señal, cuidadosamente cifrada. Transmitió una frase temida, una cuerda de impulsos que había esperado nunca tener que utilizar...destrucción.
Mientras su diminuta lanzadera iniciaba el viaje por el hiperespacio, el anillo de púas que era la Academia de la Sombra se convirtió en una bola de fuego; una flor que se abría a presión, de escombros y gases llameantes.
XX
Mientras andaba pesadamente, Zekk apenas podía ver dos metros delante suyo por la lobreguez de Yavin 4 y sus poco familiares selvas. La densa maleza, rasgaba su pelo y su capa, y su respiración se convirtió en jadeos. Su coleta se había deshecho totalmente. Aún así, Zekk siguió adelante. Ocasionalmente, miraba hacia atrás en busca de algún aprendiz de Jedi de Skywalker que le estuviese siguiendo. No sentía a nadie siguiéndole, pero no podía estar seguro. ¿Quién sabe? pensó. Podían usar trucos del Lado Luminoso de la Fuerza de los que nunca había escuchado nada; formas de encubrirse en la Fuerza para que él no notase su presencia.
Había visto muchas cosas inesperadas hoy. Cosas extrañas. Cosas horribles. Apenas tenía importancia que el sinuoso camino que seguía fuese incierto y difícil de ver: estaba ciego de todos modos. Su mente estaba parcialmente entumecida por las escenas que sus ojos habían presenciado hoy. Destrucción, terror, fracaso... muerte.
El pie de Zekk resbaló en un parche de hojas mohosas por la humedad y cayó de rodillas. Agarrándose a una rama baja, se levantó nuevamente sobre sus pies, desorientado por un momento.
¿En qué dirección había estado caminando? Sabía que iba a hacer algo... pero realmente no podía recordar el qué. Finalmente inconscientemente recordó y se puso en camino nuevamente. Repentinamente, un roedor de la altura de sus rodillas brotó de la maleza con sus garras extendidas. Los instintos Jedi de Zekk automáticamente se pusieron alerta. En un suave movimiento, Zekk sacó su espada de luz y se apartó del camino de la criatura. Su mejilla se cortó cuando chocó violentamente contra el tronco púrpura-marrón de un árbol Massassi; su pulgar presionó el botón de ignición de la espada de luz en ese momento. Antes de que Zekk pudiese parpadear o respirar, la hoja roja como la sangre salió de la empuñadura y partió al roedor en dos con un chillido que se quebró de improviso, y las dos mitades humeantes de la criatura cayeron al suelo del bosque. Aquello le recordó cómo tenía que matar.
El recuerdo de Vilas, el estudiante de Tamith Kai en la arena de gravedad zero de la Academia de la Sombra, era un recuerdo que no le reconfortaba.
La sangre goteó de corte en la mejilla de Zekk, pero el dolor estaba demasiado distante, demasiado lejos para sentirlo. Sus habilidades con la Fuerza le habían protegido precisamente ahora, después de todo, él era un Jedi Oscuro. Pero ¿Qué había de sus compañeros del Segundo Imperio? ¿Y sus poderes? ¿Por qué se habían equivocado en todo? Todo el día de hoy había visto a sus Jedi Oscuros, uno tras otro, perder sus batallas o siendo capturados por los aprendices de Skywalker. Tenía la terrible sospecha de que sólo quedaba él. Oh, el Lado Oscuro había obtenido sus victorias, sí. El comando Orvak obviamente había tenido éxito en destruir los generadores de escudos y no había dudado en moverse al siguiente paso de su misión. Y había habido otras veces durante el día que Zekk había sentido a los aprendices de la Academia de la Sombra alzarse con la victoria. Pero cada victoria había tenido una corta vida.
Brakiss, Tamith Kai, él y sus compañeros habían estado totalmente seguros de que iba a ser un rápido y decisivo triunfo. Con su entrenamiento en el Lado Oscuro, no deberían haber tenido problemas, se dijo Zekk a sí mismo, ¿No era eso por lo que Brakiss les había enseñado?
Unos minutos después, Zekk emergió de la oscuridad en un claro total y generoso, donde el ancho río corría entre los árboles. Su espíritu se elevó ligeramente, y Zekk caminó por el borde del rió y se detuvo a beber agua.
A pesar del color verde del agua, su reflejo estaba claro. Hundidos ojos color esmeralda con círculos negros a su alrededor le contemplaron desde la superficie del agua. Sólo la chispa más escasa de su anterior confianza aún asomaba de su expresión. Las marañas asquerosas pelo oscuro le daban marco a su cara pálida como la luna de su planeta de origen, Ennth. La sangre todavía manaba de la herida de su cara, contrastando agradablemente con las magulladuras púrpuras que la rodeaban. Eso le hizo pensar en Brakiss y sus rasgos finamente cincelados.
Un gemido de desesperación recorrió la cabeza del joven, haciéndole caer sobre sus manos y sus rodillas en el barro de la ribera. En un gesto fútil, Zekk presionó sus manos embarradas sobre sus orejas.
—¡Brakiss! —Gritó—, ¿Qué salió mal? —Apenas entendiendo lo que ocurría, Zekk miró hacia el cielo.
Por una fracción de segundo, reconoció el anillo de púas de la Academia de la Sombra en órbita baja sobre la luna selvática. Luego, sin previo aviso, la estación espacial se convirtió en una bola de fuego a gran altura por encima de él. La mandíbula de Zekk se aflojó viendo la escena. No había pensado que era posible sentir más dolor. Pero se había equivocado.
Brakiss. El nombre murmuró en la mente de Zekk. Sabía que su Maestro estaba a bordo de la Academia de la Sombra cuando explotó. Pudo sentirlo. Había sentido en su mente la desesperación de su maestro gritando. El Jedi de túnica plateada había acogido a Zekk cuando el joven no tenía ninguna esperanza de futuro ni propósito. Brakiss había entrenado a Zekk, le había dado un propósito, guía, posición y habilidades de las que enorgullecerse. En la Academia de la Sombra Zekk había tenido un lugar. Él se había convertido en el Caballero Oscuro. ¿Que le quedaba ahora? Todo para lo que había entrenado y vivido se había ido. El orgullo, los camaradas, el futuro... todo se había ido. No había duda en la mente de Zekk de que el Segundo Imperio había sido decisivamente derrotado ese día, y ahora, su mentor, el único hombre que alguna vez había creído en Zekk, estaba muerto.
No. No era el único hombre que creía en Zekk. Una fresca ola de angustia recorrió los pensamientos del joven. El viejo Peckhum siempre había creído en él también. Zekk había prometido que nunca más haría cualquier cosa que lastimase o decepcionase al viejo piloto. Sin embargo, había luchado contra los amigos de Peckhum.
A pesar de todos los defectos que Zekk tenía, admitió que nunca en su vida había mentido al viejo Peckhum. La cólera le invadió por haberse visto forzado a oponerse a su amigo, y haber tenido que tomar terribles elecciones. Sus músculos se apretaron hasta que la tensión interior pareció insoportable. Con un grito de angustia, zambulló sus dedos profundamente en el barro. Era oscuro, resbaladizo, traidor. Sí, eso era lo que había elegido: la oscuridad.
Se había mantenido observando como sus camaradas bombardeaban el Vara del Rayo en el cielo. Todo lo que sabía era que el otro hombre que alguna vez había creído en él, ahora podía estar muerto. Las manos de Zekk agarraron con fuerza el légamo y levantando el barro, se lo restregó en la cara. El barro picaba en el corte de su mejilla. Ahora podía sentir dolor otra vez. Pero no le importó. Se lo merecía.
Les había fallado a todos, a Brakiss, a los otros Jedi Oscuros, al viejo Peckhum,... a sí mismo. Lágrimas silenciosas caían de sus ojos a la vez que recogía más barro y lo frotaba en sus manos, antebrazos y cuello. Barro oscuro.
Esto, esto es en lo que se había convertido. Oscuridad. La había escogido y se había sumergido en ella. Estaba manchado de ella.
No habría vuelta atrás para Zekk nunca más. Había hecho su elección y era lo que era: un Jedi Oscuro. Eso no podría cambiarse. Aunque sus camaradas habían sido capturados o derrotados, y Brakiss muerto, Zekk nunca podría liberarse a sí mismo mientras viviese, por mucho tiempo que fuese. Ni aunque Jaina y Jacen, si aún estaban vivos, podrían perdonarle. Vista la batalla espacial, la destrucción de la Academia de la Sombra, los ataques en tierra, el mismo Zekk era el responsable de cien o más muertes hoy. Tal vez incluso la de Peckhum. Los gemelos lo sabrían. Nunca había creído que la decisión de Zekk de unirse a la Academia de la Sombra fuese la correcta, y nunca habían creído que podría convertirse en algo.
Pero había hecho su elección y lo había hecho lo mejor posible. Incluso le había advertido a Jaina en Kashyyyk que no volviese a Yavin 4, esperando dejarla fuera de la lucha aunque dudaba que le hubiese escuchado.
Se levantó nuevamente y miró su reflejo en el agua que se movía despacio. Su una vez hermosa capa colgaba andrajosa de sus hombros, con su forro color escarlata hecho trizas. El barro cubría su piel. Y sus hundidos ojos color esmeralda eran ahora desolados y desesperados.
Pero aún no había terminado. No pasaría nada más de lo que ya le había ocurrido, pero aún tenía elección. Le demostraría a los gemelos de lo que estaba hecho. Cambiando de dirección, se dirigió a lo largo de la ribera hacia el Gran Templo.
Zekk aún tenía una carta que jugar.
XXI
—Allá abajo —dijo Jaina señalando el claro de la selva que Luke había escogido como punto de cita.
Desde el asiento del piloto de su lanzadera personal, Lando Calrissian sonrió abiertamente, mostrando sus bellos dientes blancos. —Cierto, señorita —dijo—, La llevaré abajo. Parece que nos están esperando. La lucha deber de haber terminado.
Mientras Lando aproximaba la nave para un aterrizaje, Jaina utilizó las técnicas Jedi de relajación, pero no le hicieron ningún bien. Sus músculos estaban tensos como si aún estuviese en el diminuto caza TIE volando por su vida. Por alguna razón no podía relajarse. Por primera vez, hoy, ella había peleado como un Jedi, con otros Jedi, en contra del Lado Oscuro. Era todo para lo que había sido entrenada.
Cuando la lanzadera de Lando aterrizó, Jaina no perdió el tiempo con formalidades. Salio de la nave tan rápidamente como pudo, se dirigió a su tío y se tiró en sus brazos.
—Lo hiciste. ¡Estas vivo! —dijo sintiendo una oleada de alivio y júbilo.
—¡Luke, viejo amigo! —dijo Lando—. Vine a ofrecerte algo de ayuda, pero parece que tienes las cosas bastante controladas.
—Todavía podemos necesitar tu ayuda Lando —contestó Luke. Soltó el abrazo de Jaina y dijo sobriamente—, Me temo que muchos de los nuestros no fueron tan afortunados.
Cayendo en la cuenta de que no tenía ni idea de cómo había ido la batalla en tierra, Jaina mordió su labio y miró desatinadamente alrededor, esperando divisar a Jacen, Lowie y Tenel Ka. Lo que vio la conmocionó. Hasta donde pudo decir, ningún estudiante de la Academia Jedi había escapado ileso. Varios aprendices cojeaban. El brazo derecho de Tionne colgaba en un cabestrillo, y el cabello en el lado derecho de su cabeza estaba chamuscado. Otros lucían arañazos y magulladuras, así como otras lesiones más serias.
Jaina se quedó con cara de sorpresa cuando vio a Raynar, con su cara enlodada y sus brillantes ropas rotas y cubiertas de mugre, moviéndose entre los heridos y ofreciendo su ayuda donde podía. Parecía doblegado.
Cuando se dio cuenta de quién era el paciente que en aquel momento atendía Raynar, se quedó blanca y corrió hacia donde estaba Tenel Ka con mirada vehemente y sangrando con exceso de un sucio corte justamente sobre uno de sus ojos grises. Otra herida un poco más profunda recorría su muslo y acababa en la rodilla.
Raynar desgarraba tiras de tela del interior de su ropa relativamente limpias. Jaina hizo una pelota de tela y presionó la herida de la cabeza de Tenel Ka tratando de cortar el flujo de sangre, mientras Raynar vendaba el corte de la pierna. Jaina miró alrededor, buscando inquieta a Jacen. Sólo a unos pocos metros de distancia, aunque no le había advertido antes, Lowie permanecía en un trozo devastado de hierba, gimiendo silenciosamente y agarrando firmemente su costado. Alrededor del claro, Tionne, Luke y Lando ayudaban a los heridos rezagados. Sin embargo, no había señales de Jacen.
—Lowie, ¿estas bien? —preguntó Jaina.
El wookiee dijo con voz cavernosa algo sin ataduras ni compromisos, y ondeó una mano, como diciendo que terminase de cuidar de Tenel Ka primero.
—¡Oh, ama Jaina! Gracias a que está aquí —gritó Teemedós. La voz del pequeño droide sonaba extraña, y Jaina alcanzó a ver que el enrejado de su vocalizador estaba doblado—. No tiene la más mínima idea de por lo que hemos pasado los tres hoy. El amo Lowbacca y el ama Tenel Ka se vieron forzados a tirarse de la plataforma de batalla para evitar estallar con ella. Lo cual fue algo bueno, ya que la plataforma de batalla colisionó unos instantes más tarde. Cuando caímos a los árboles, el amo Lowbacca pudo frenar su caída, pero el ama Tenel Ka se golpeó en la frente con una rama. Casi cayó hasta el suelo de la selva, pero el amo Lowbacca se lanzó tras ella, atrapó su brazo e interrumpió su caída, aterrizando con su estómago primero en una rama ancha. Lo hizo valientemente, se lo aseguro, ama Jaina. No soy un droide médico, por supuesto, pero me temo que encontrará que el amo Lowbacca tiene un hombro desencajado y al menos tres costillas rotas.
Raynar presionó una nueva compresa sobre la herida de la cabeza de Tenel Ka y comenzó a enrollar un vendaje a su alrededor para mantenerla en su lugar.
—Vete —dijo inclinando la cabeza hacia Lowie—. Yo terminaré aquí.
Cuando dos estudiantes más se tambalearon heridos hacia el claro, Jaina observó esperanzadamente, pero ninguno era Jacen.
—¿Has visto a mi hermano? —preguntó a Raynar cuando fue junto a Lowie para examinar sus lesiones—. Se fue en el Vara del Rayo con el viejo Peckhum para pedir refuerzos. Ya debería estar de vuelta.
Raynar frunció el ceño y negó con la cabeza.
—Bien... bien... vi la lanzadera de suministros, el Vara del Rayo. Creo que uno de los cazas TIE le dio.
Jaina se quedó sin aliento.
—¿Chocaron?
Raynar apartó la mirada.
—No lo sé. La nave pareció bajar, pero... —se encogió de hombros inquietamente—. De cualquier modo fue hace unas horas.
Jaina mordió su labio inferior, utilizando la Fuerza y buscando a Jacen.
—No está muerto —dijo al fin—. Pero eso es todo lo que puedo decir. No puedo sentir al viejo Peckhum. No tengo un enlace con él como con Jacen, pero definitivamente mi hermano está ahí fuera en alguna parte.
Una sonrisa genuina apareció en la cara de Raynar.
—Bien, bien —dijo—. Eso es bueno.
—Creo que es el último de ellos —dijo Lando, caminando a grandes pasos y arrodillándose junto a Jaina—. ¿Cómo estas Lowbacca, viejo camarada? Parece que has visto algo de acción dura.
Lowie dio un urff de asentimiento.
—Creo que tenemos a todos en las inmediaciones —dijo Lando.
—Tenemos que encontrar a uno más —dijo Luke, llegando a su misma altura. Apuntó hacia el borde del claro, donde Tionne cuidaba de un Jedi parecido a un árbol con una extremidad rota.
Jaina contempló a su tío.
—¿Qué hay de Jacen?
—Está vivo —dijo Luke lentamente—. No sabemos más que eso.
—Sí —dijo Jaina—, ¿Pero dónde está? ¿No deberíamos salir a buscarle?
—Primero debemos llevar a los heridos al interior del Gran Templo —dijo Luke—. Si el viejo Peckhum y Jacen lograron descender el Vara del Rayo, entonces, el primer lugar donde se dirigirían es el campo de aterrizaje. No podrían aterrizar en un pequeño claro como este.
El espíritu de Jaina se iluminó. Era cierto.
Miró hacia Lowie.
—¿Puedes caminar? —preguntó.
Lowie expresó con gemidos una respuesta afirmativa.
—El amo Lowbacca cree que es realmente capaz de unirse a la búsqueda con un mínimo de atención médica —dijo Teemedós.
—Bien, entonces —dijo Jaina—, volvamos a la Academia Jedi. —Estaba ansiosa por ver a su hermano otra vez, ansiosa por saber que estaba bien.
Casi una hora después, el grupo de aprendices de Jedi heridos, finalmente emergieron de la selva cerca del campo de aterrizaje del Gran Templo. Para súbita desilusión de Jaina, la parcela de tierra despejada estaba vacía.
—No te preocupes, señorita —dijo Lando—, Te ayudaré a buscarles.
Jaina soltó un suspiro e inclinó la cabeza. Aunque sabía que Jacen estaba vivo, ella tenía el presentimiento de un peligro inminente.
—Muy bien —dijo Jaina—. Pongamos a los heridos dentro. Estarán a salvo y protegidos en el Templo. Aunque tendremos que entrar a través de la puerta del patio. La entrada del hangar esta bloqueada.
Cruzando el campo de aterrizaje sobre el patio de baldosas, le pareció a Jaina más largo de lo que recordaba, pero finalmente, la entrada estaba tan sólo a diez metros. Viendo su meta tan cercana, Jaina sonrió y aceleró. Repentinamente, una figura harapienta se tambaleó por el oscuro portal. Su cara estaba ensangrentada, amoratada y cubierta de una gruesa capa de barro, pero Jaina le habría reconocido en cualquier lugar. Zekk levantó la barbilla orgullosamente y se quedó obstaculizando la entrada.
—Nadie entrará en el Templo —dijo.
XXII
Cara a cara frente a su viejo amigo Zekk, Jaina no encontraba palabras. Su respiración rehusaba salir o entrar. Parecía haberse congelado en sus pulmones como un pedazo de invierno. Su corazón latía a toda velocidad y comenzaron a sudarle las manos.
Zekk no se movió.
Luke se acercó poniéndose al lado de Jaina. A su otro lado, aún parcialmente apoyado en ella, Lowie expresó un suave gruñido. Y detrás de ella, Jaina repentinamente sintió la presencia de todos los demás aprendices de Jedi que nunca se habían encontrado con Zekk antes, cuando dirigió el ataque contra la Academia Jedi. Ellos sólo veían a un enemigo, sin un indicio de su existencia o cualquier otra cosa.
Con ojos aún fijos en la cara cubierta de barro de Zekk, Jaina dijo:
—Esto es cosa mía, Tío Luke. Necesito resolver esto sola.
Luke vaciló por un momento. Jaina sabía que su petición era difícil para él. Su voz mantenía una corriente de advertencia cuando habló.
—Esto no es una máquina estropeada que puedas componer y arreglar.
—Lo sé —dijo suavemente—. No estoy seguro de que me escuche, pero se que no escuchará a nadie más.
—Recuerdo haber pensado lo mismo —dijo Luke—, cuando me propuse traer a Darth Vader de regreso al Lado Luminoso. Es una cosa peligrosa para intentar... y el éxito es muy raro. —Suspiró al pensar en Brakiss.
Jaina quitó los ojos de Zekk y comenzó a mirar a su tío.
—Por favor, déjame intentarlo —dijo.
Luke la estudió por un momento y luego inclinó la cabeza.
Jaina enfocó completamente su atención en Zekk, dejando fuera todas las demás distracciones a medida que Luke llevaba a Lowie a través del patio. Ella sacó valor de la Fuerza, pero estaba confundida respecto a qué decirle al joven. ¿Por dónde se comenzaba cuando se hablaba con un Jedi Oscuro?
Zekk, se recordó a sí misma. Este era su amigo. Ella dio un paso hacia él y subió la voz, pero sólo lo suficiente para que él pudiese escucharla.
—La lucha ha terminado, Zekk. Necesitamos entrar para atender a nuestros heridos.
Zekk se estremeció con un escalofrío. Dio un paso atrás y extendió sus brazos a través de la entrada del Templo.
—No. Habrá más heridos si no te detienes donde estás.
Jaina se planteó la amenaza. Necesitaba probar una táctica diferente.
Los ojos de Zekk se movían de lado a lado, como si evaluase la fuerza de los aprendices de Jedi, sus diversas heridas, preguntándose cuántos podría matar antes de que le redujeran.
—Déjame ser de nuevo tu amiga, Zekk —dijo Jaina—. Extraño tu amistad. —Se sobresaltó como si hubiese sido golpeado—. Deja el Lado Oscuro y regresa a la luz. ¿Recuerdas lo que nos divertíamos tú, Jacen y yo? ¿Recuerdas la vez que nos rescataste de aquel viejo módulo cortador y de que nos introdujimos en los ordenadores del zoológico holográfico?
Zekk inclinó la cabeza cautelosamente.
—Reprogramamos todos los animales para que cantasen canciones de tabernas corellianas —siguió Jaina. Una sonrisa triste alzó la esquina de su boca recordándolo.
—Fuimos atrapados —apuntó Zekk quedamente—. Y el zoológico restauró el programa original.
—Sí, pero muchos turistas demandaron unos meses más tarde al zoológico que añadieran nuestros animales cantores como una exhibición independiente. —Jaina pensó que vio un parpadeo de reconocimiento en sus ojos color esmeralda, pero entonces volvieron a endurecerse como trozos de mármol verde.
—Ya no somos esos niños, Jaina —dijo—. No podemos volver a estar como antes. No lo entiendes, ¿verdad? —Su mirada fija recorrió el patio y frotó una de sus manos sobre su frente y ojos, untándose de más barro.
—Muy bien, no lo entiendo dijo Jaina. Explícamelo.
Zekk tomó una profunda respiración, y comenzó a pasearse delante del oscuro portal, como si se tratase de una descabellada criatura atrapada en una jaula invisible.
—Ya no pertenezco a ningún sito Jaina. La Academia de la Sombra se convirtió en mi hogar. Y ahora ha sido completamente destruida. ¿A dónde puedo ir? El Lado Oscuro es parte de mí.
—No, Zekk —dijo Jaina—. Puedes dejarlo. Ven al lado de la luz.
Zekk se rió, un sonido lleno de cólera y un poco de locura. Arañó su mejilla con una mano y tendió los dedos a fin de que ella pudiese ver el barro allí. Una herida en su mejilla resumo sangre, pero él daba la impresión de no enterarse.
—El Lado Oscuro no es como este barro —dijo—. No puedes ponértelo por un tiempo y luego rasparlo completamente como un niño cuando ha terminado de jugar en la tierra. —Zekk se limpió la mano en su capa andrajosa.
—Ahora soy una persona diferente al niño callejero e inculto que conociste en Coruscant. Ya no pertenezco a allí. ¿Dónde tendría un sitio? He estado entrenando como Jedi Oscuro. —Su expresión se tornó desesperada—. Y ahora mi Maestro está muerto también. Me enseñó, creyó en mí, me dio mis habilidades y un propósito.
—Peckhum siempre creyó en ti también —dijo Jaina con voz tierna.
Zekk puso una mano embarrada sobre su pelo enredado, y le dio una mirada salvaje.
—Pero está muerto también, debe estarlo. Vi el Vara del Rayo cayendo.
Jaina sintió como si fuese golpeada en el estómago por una bestia loca de rebaño. ¿El Vara del Rayo se había estrellado? Entonces Jacen podría estar mal herido.
—Fallé a mi Maestro Brakiss, y está muerto —dijo Zekk. Gesticuló como si hablase—. Dirigió la Academia de la Sombra a la batalla, y todos mis compañeros han sido asesinados o capturados.
—Y si Peckhum esta muerto, entonces también es fallo mío. —Los ojos de Zekk se veían vidriosos y febriles; su respiración era rápida y superficial.
Jaina apretó los dientes en una terca determinación.
—Bien, Zekk. No quiero ver a nadie más morir por ti. Simplemente déjame entrar en el Templo y así podremos atender a nuestros heridos.
Zekk dejó de pasearse y la miró.
—¡No! Quédate ahí.
Jaina dio un paso adelante.
—Zekk, no queda nada por lo que luchar. ¿Qué posibilidades tienes de ganar?
Zekk negó con la cabeza.
—Nunca escuchas mis consejos. Siempre piensas que tienes mejor criterio. —A pesar de su obvia agitación, los movimientos de Zekk eran misteriosamente suaves, a medida que sacaba su espada de luz de su cinturón y encendía la roja hoja de energía con un seco siseo.
Entonces, en un movimiento instintivo que un momento después no pudo recordar, Jaina se encontró con su espada de luz en la mano y su hoja violeta eléctrica zumbando y palpitando.
Una sonrisa fiera se propagó por la cara de Zekk, casi alegrándose de haber llegado a aquello.
—Ya ves, Jaina —dijo dando un paso hacia ella y moviendo bruscamente su hoja de energía de lado a lado—, una vez entras, el Lado Oscuro es como una enfermedad para la cual no hay cura. —Se abalanzó hacia ella, y sus dos hojas de energía en encontraron con un chisporroteo de rojo contra violeta. Y la única forma de eliminar la enfermedad él se abalanzó una y otra vez, y Jaina esquivaba es, recorte, estocada, recorte, estocada, ¡recorte, estocada!
Jaina giró y mantuvo un ojo cauteloso sobre Zekk mientras daba vueltas, en espera de su siguiente movimiento. En la esquina de su visión, pudo ver a Luke observando la batalla con calmada aprobación. En ese momento, Jaina se dio cuenta de que había estado tratando de obligar a Zekk a volverse hacia el lado de la luz. Había estado intentando amarrarlo. Pero no podía. Era su elección. Ella sacó una profunda respiración, dejando que la Fuerza fluyese a través de ella, saliendo del camino de Zekk.
—No quiero pelear contigo, Zekk —dijo ella apagando su espada de luz y lanzándolo al suelo—. Aún hay bien en ti, pero tendrás que decidir qué dirección quieres tomar, empezando ahora. Es tu elección, así que haz lo correcto.
Sorpresa, cólera y confusión cruzaron la cara de Zekk.
—¿Cómo sabes que no te mataré?
En un lateral de su campo visual, Jaina vio a Lowie dar un paso adelante para protegerla, pero Luke puso una mano inhibidora en el hombro del wookiee.
Jaina se encogió de hombros.
—No lo se. Pero no quiero luchar contigo. Haz tu elección. —Jaina empujó hacia atrás su pelo color café y miró directamente a los ojos de Zekk con calmada seguridad, no con la seguridad de que no la mataría, pero sí con la seguridad de que había hecho lo correcto.
—Bien, ¿A qué estas esperando? —murmuró.
Con lenta deliberación, Zekk levantó su espada de luz de hoja roja encendida sobre la cabeza de Jaina.
XXIII
El comando Imperial Orvak finalmente se despertó, sintiendo dolor de cabeza y atontado. Sus pesadillas habían estado llenas de colmillos de serpientes y depredadores invisibles que salían a hurtadillas de las grietas de la pared. Cuando negó con la cabeza, una ola de vértigo y náuseas martilló a través de su calavera.
Orvak no podía recordar dónde estaba o lo que estaba haciendo. El suelo de piedra se sentía duro bajo su cuerpo. Había caído en una posición incómoda y aparentemente había dormido allí durante algún tiempo. Su mano palpitaba, y vio dos pequeñas heridas antes de que perdiese su borrosa visión. Había debido de quitarse sus guantes y su casco. ¿Qué había estado haciendo? ¿Dónde estaba?
Ya no escuchaba sonidos de combate alrededor de la Academia Jedi. ¿Que podía estar ocurriendo?
Luego, Orvak recordó su avance a hurtadillas hasta el antiguo Templo, su importante misión para con el Segundo Imperio... y la serpiente refulgente e invisible que le había atacado la mano. Por alguna razón, su veneno le había dejado inconsciente.
Acercó su mano a sus ojos, pero la claridad de su visión continuaba evadiéndole. Algún tipo de veneno... había sido drogado, pero estaba recuperándose. ¿Estaba cautivo de los brujos Jedi?
Orvak se sentó, y el Universo giró en círculos alrededor de su cabeza. Se agarró al frío y suave suelo para sostenerse. Había venido al Templo para colocar explosivos, para arrasar la gran pirámide de piedra. Entonces, todo el mundo vería la debilidad de la Rebelión y sus Jedi, y dejaría el campo sembrado para el Segundo Imperio. Pero algo había salido mal. Ahora escuchaba algo. Un tic-tac.
Negando con la cabeza nuevamente, miró hacia el extraño sonido. ¡Venía del contador de tiempo sobre la plataforma de piedra! Pestañeó y finalmente logró enfocar la vista. Sus ojos ardían, pero podía ver el retroceso de los números en la pantalla del reloj.
Doce, once...diez...
Se puso de pie demasiado rápido. El mareo le barrió de nuevo y cayó en una negra inconsciencia.
Nueve... ocho...
XXIV
El zumbido del espada de luz de Zekk llenó los oídos de Jaina a medida que su antiguo amigo lo bajaba lentamente hacia su cuello.
—Nunca entiendes, Jaina... No puedes entenderlo. Siempre has estado protegida. El Lado Oscuro es como una cicatriz que está en el interior.
Los ojos de Zekk miraron a los de ella. Sus manos permanecían estables, y empezó a hablar en voz baja, con sus palabras apenas audibles.
—Pero estas cicatrices no pueden ser curadas —él siguió—. Puedes tratar de cubrirlas completamente; hummm; buzzz. Pero siempre estarán ahí...en el fondo.
Un enjambre de insectos enojados zumbó cerca de la oreja derecha de Jaina, pero sólo era la espada de luz, ya no más encima de su cabeza, pero manteniendo su lento y agudo descenso.
Entonces, como desde lejos, Jaina escuchó nuevos sonidos: Un estallido de estática, y luego una voz retumbante procedente de un comunicador.
—Aquí el Vara del Rayo llamando a cualquiera que pueda escucharnos. Será mejor que despejen el campo de aterrizaje, y rápido. Estamos llegando. Oh, y si habéis restaurado esos escudos de energía, entonces será mejor que los bajéis ahora, ya hemos tenido suficientes problemas por hoy. Mi brazo está roto, por eso el joven Solo está pilotando, pero nuestros escudos se han perdido, y no estoy seguro de la maniobrabilidad de este bebé.
En ese momento de deleite y sorpresa, la espada de luz de Zekk vaciló y se apartó de ella. Un canturreante sonido capturó su atención, y Jaina echó un vistazo sobre su hombro para ver el Vara del Rayo entrando en el campo visual, por encima de las copas de los árboles, chisporroteando y moviéndose con dificultad.
—Vamos, Vara del Rayo —escuchó Jaina decir a Luke por el comunicador. Estás libre para aterrizar.
Zekk se quedó mirando asombrado la vieja nave aún intacta, y luego meneó la cabeza. Estiró su mano hacia ella.
—Jaina, no tenía la intención... —justo entonces, una ensordecedora explosión dividió el aire, ahogando todos los sonidos. La tierra vibró bajo los pies de Jaina, moviéndose bajo las ondas de choque.
—¡Agáchense! —gritó Zekk.
Ella se lanzó hacia la pared del patio y golpeó la tierra, jadeando por la sacudida del impacto que la atravesó como una lanza. Comenzó a rodar, mirando hacia arriba y viendo las columnas de humo que hicieron erupción procedente de una enorme explosión dentro del Gran Templo. Los restos desmoronados de piedras macizas se vinieron abajo por todos lados en una avalancha. Zekk corrió en busca de cobertura también, pero la granizada de roca cayó más rápidamente de lo que él podía esquivarlas. Un gran trozo de piedra le golpeó en la cabeza mientras otros fragmentos golpeaban su cuerpo como puños. Mientras Jaina observaba al joven de pelo oscuro hundirse en el suelo, un pensamiento le vino a la mente: él lo sabía.
Zekk sabía que el Templo iba a estallar.
Y los había salvado a todos.
XXV
Fuera, en las selvas inexploradas de Yavin 4, al otro lado de la luna donde Luke Skywalker había establecido su Academia Jedi, un caza TIE destrozado ardía lentamente después del impacto. La escotilla de la cabina del piloto se abrió, y Qorl gateó fuera tosiendo y respirando con dificultad. Con un gran esfuerzo de su brazo humano, levantó sus hombros y luego sacó el resto de su cuerpo. Su brazo droide chisporroteaba y crepitaba, dañado por el impacto.
Qorl no sentía dolor. Aún fluía lleno de adrenalina cuando salía de la nave. Sus piernas estaban entumecidas y rígidas, pero aún trabajaban. Descendió de su caza TIE estrellado, y luego se tambaleó hacia la protección de los árboles por si la nave explotaba.
Sólo en la selva, Qorl observó el humo del caza TIE hasta que se dio cuenta de que ninguno de sus motores alcanzaría la masa crítica. La nave estrellada, gradualmente dio su último suspiro y murió.
Los daños en la nave eran graves: el casco exterior había sido perforado por las ramas de los árboles Massassi parecidas a hierro, y sus dos imponentes paneles laterales sesgados oblicuamente; uno de ellos incluso arrancado completamente.
Mientras volaba, había sido alcanzado por las Fuerzas Rebeldes, había evadido los rayos de los turboláser hasta que un golpe fatal había puesto a Qorl fuera de control, viendo como los Destructores Estelares eran vencidos. Mientras forcejeaba con los controles de su caza TIE, había visto la Academia de la Sombra explotar detrás de él.
Sabía que todas las esperanzas del Segundo Imperio se habían esfumado. El mismo Emperador había estado a bordo de la Academia de la Sombra, al igual que Brakiss. Los restantes Jedi Oscuros en la superficie, sin duda habían sido acorralados y tomados prisioneros por los Rebeldes.
Qorl tenía mucho que lamentar. En vez de dejar que el gemelo Solo muriese, había elegido sacrificar a su estudiante Norys. Eso había sido traición, y se avergonzaba de ello. La rendición también era traición...
Pero Qorl nunca se había rendido.
Volvía a encontrarse desamparado en las selvas. Su nave no tenía reparación posible. El Segundo Imperio estaba derrotado. Qorl no tenía a donde ir, ni órdenes que seguir... nada aparte de buscar un nuevo sitio para vivir. Quizás era lo más conveniente.
Podría hacer una bonita casa allí. Conocía las selvas, las frutas comestibles y los animales fáciles de cazar. Qorl se dio cuenta, que a pesar de la gloria de regresar al Segundo Imperio y luchar otra vez por su Emperador, había disfrutado de aquellos años de soledad, de tranquila paz viviendo en soledad en las selvas. De hecho, decidió que aquel destino no era tan malo después de todo. Qorl se movió con paso pesado a través de la selva, buscando un nuevo hogar. Esta vez, tenía la intención de pasar el resto de su vida allí.
XXVI
La mañana después de la gran batalla en Yavin 4, amaneció fría y clara. En unas horas, la luz del brillante sol, prescindió de los persistentes jirones de niebla parecida al encaje que se pegaba a la base llena de escombros del Gran Templo y de los árboles alrededor de ella. En lo alto, el gigante gaseoso anaranjado del planeta Yavin llenaba el firmamento.
Esperando con Lowie y Jacen en el campo de aterrizaje, Jaina se maravilló de cómo podía cambiar su perspectiva una noche de descanso y una buena comida. Después de que Luke, Tionne, Lando y un par de ingenieros de la Estación Buscadora de Gemas determinasen que los dos niveles inferiores del Gran Templo estaban estructuralmente en buen estado, los restantes aprendices y el cuerpo administrativo habían vuelto a la pirámide, rescatando a un eufórico R2-D2 que había estado esperando. Los transportes del Almirante Ackbar, habían evacuado a los estudiantes más seriamente heridos, mientras que los que sólo tenían heridas menores, habían sido tratados y devueltos a sus cámaras en el Templo.
Jaina se sentía afortunada y un poco culpable de haber salido de la batalla prácticamente ilesa. Tenía unos pocos cortes y magulladuras donde las piedras la habían golpeado después de la explosión, pero eso era todo.
Jaina recorrió con ojo evaluador a su amigo Lowbacca. Su hombro había sido colocado en su sitio y su brazo colgaba en un cabestrillo de tela, y sus costillas rotas habían sido vendadas. El wookiee normalmente llevaba puesto su cinturón tejido hecho de fibras de la planta Syren, por lo que su cabestrillo y la gruesa faja blanca alrededor de su diafragma, parecían raramente fuera de su sitio.
Escuchó un gorjeo y sonido agudo detrás de ella y vio como R2 y su tío Luke, venían a través del campo de aterrizaje a su encuentro. La cara del Maestro Jedi mantenía una apariencia serena y de determinación, pero sus ojos mostraban un destello de humor.
—Creo que me veo peor que —dijo Luke sin preámbulos—, después de mi encuentro con el Wampa, la criatura del hielo en Hoth.
—Sí, pero pareces un poco mejor esta mañana —asintió Jaina.
Luke se rió.
—Realmente me refería al Gran Templo.
Jaina comenzó a estudiar la antigua pirámide Massassi. Los niveles más altos se habían derrumbado donde los detonadores habían explotado, y parte de sus caras habían caído bruscamente hacia abajo. Las paredes rotas y dentadas de la gran cámara de audiencias podían ser confundidas con almenas de algún tipo de fortaleza antigua.
—Al principio, pensé que tendríamos que trasladar la Academia a algún otro Templo —dijo Luke—, pero ahora...no estoy seguro de que necesitemos hacerlo.
—¿Quieres decir que podríamos reconstruirlo? —preguntó Jacen con un gemido—. Bien, más ejercicios de prácticas, levitando rocas, equilibrando rayos...
R2D2 pitó y emitió un bip como si le excitase la idea. Lowie retumbó pensativamente, luego gruñó por el dolor sujetando sus doloridas costillas.
—Sí —dijo Luke—. De una manera u otra, todos nosotros hemos sido heridos a lo largo de nuestros encuentros con el Lado Oscuro. Creo que reconstruir el Gran Templo podría ser una forma de cicatrizar cada uno nuestras heridas.
—Como Zekk —murmuró Jaina, tocando su contraído corazón dolorosamente—. Necesita mucha curación.
—Eso me recuerda, Tío Luke —dijo Jacen—, ¿Qué vas a hacer con los aprendices de Jedi Oscuro que capturamos?
—Tionne y yo estamos trabajando con ellos. Haremos todo lo que podamos para volverlos al lado de la luz, pero si no es posible... —desplegó sus manos—. Tendré que discutirlo con Leia y...
—¡Oh amo Lowbacca, mire! —Teemedós interrumpió desde su lugar en la cintura de Lowie.
Jaina observó que el diminuto enrejado del vocalizador del droide había sido enderezado y meticulosamente pulido.
—Oye, ya están de regreso —dijo Jacen.
La lanzadera de Lando, con los restos del T-23 de Lowie a remolque, aterrizó en una esquina del campo de aterrizaje, lejos del casco lleno de cicatrices del viejo Vara del Rayo. Pronunciando un aullido jovial, Lowie dio a Teemedós una palmada agradecida.
—Bien, ¿A que estamos esperando? —preguntó Jaina a medida que la lanzadera y el T-23 aterrizaban.
Jaina, Jacen y Lowie se apresuraron.
Para cuando la alcanzaron, la lanzadera había extendido la rampa de descenso, y Lando Calrissian caminó a grandes pasos con Tenel Ka en sus brazos. La capa de Lando formó remolinos detrás de él y sonrió con su aspecto más encantador.
—Vuestra amiga, es realmente una señorita muy resistente —dijo con aprobación.
—Es un hecho comprobado —repicó Tenel Ka sin la más leve huella de humor.
—Te lo podría asegurar —dijo Jacen—. ¿La encontraste?
Tenel Ka inclinó la cabeza, con un gesto satisfecho en su cara. Liberó su brazo y extrajo algo de su cinturón sujetándolo y mostrándoselo a Jacen. Era la espada de luz cuya empuñadura era un diente de rancor y que había perdido durante su encuentro con Tamith Kai en la plataforma de batalla.
—No fue tan difícil de localizar como me temía —dijo ella—. Quizás porque conocía al rancor del que proviene este diente pude detectar su posición.
Tenel Ka ya no se mostraba febril, y Jaina descubrió divertida que la chica guerrera había trenzado su pelo cuidadosamente alrededor de su cara a fin de que el vendaje pareciese una banda de guerra primitiva a través de su frente.
—He invitado a Tenel Ka a visitar la Estación Buscadora de Gemas, ya que se lo perdió la última vez —dijo Lando—. Tenemos algunos buenos tanques de bacta allí y podemos solucionar ese corte que tiene en la cabeza en un momento. Lowbacca tienes el aspecto de necesitar algunos días en nuestros tanques también.
Lowie ladró su aceptación y un agradecimiento.
—Oh, eso sería de extrema amabilidad por su parte, amo Calrissian —dijo Teemedós—. El amo Lowbacca está ansioso por completar su curación y comenzar la reparación de su vehículo incapacitado.
—Su pequeño saltacielos no es el único vehículo incapacitado. —Jaina saltó cuando la fuerte voz de Peckhum brotó como la espuma a su espalda.
—Sin embargo se a lo que te refieres. El chico y yo no aguantamos las ganas de comenzar a arreglar el Vara del Rayo. Pero creo que Zekk va a estar convaleciente aquí por un tiempo, recuperándose. —El viejo Peckhum estaba junto al dañado Vara del Rayo, con un brazo a través de los hombros de Zekk, y el otro brazo vendado.
La cara de Zekk estaba tan pálida como el apósito enrollado alrededor de la base de su cráneo. Sus ojos parecían curiosamente vacíos, su cara inexpresiva. No encontró la fija mirada de Jaina.
—Creo que tienes dos candidatos más para tus tanques de bacta, Lando —dijo Jaina—. ¿Podemos Jacen y yo acompañarlos, tío Luke?
R2D2 silbó.
—¡Oh, ciertamente! Eso es una maravillosa idea —dijo Teemedós.
—Prometemos que no nos dejaremos secuestrar esta vez —agregó Jacen con una sonrisa torcida al estilo Han Solo.
Luke se río.
—Bien, creo que eso sería bueno para todos. Vosotros, los jóvenes Caballeros Jedi sois más fuertes conjuntamente. Tenéis un tiempo para curaros, luego volveréis preparados para ayudarnos a reconstruir...preparados para un nuevo comienzo.
—Gracias, Tío Luke —dijo Jaina.
—Jacen, amigo mío —dijo Tenel Ka—. Quizás deberíamos irnos ya. No queremos que todos los estudiantes heridos quieran venir con nosotros y dejemos al Maestro Skywalker aquí solo.
Jacen miró a Tenel Ka con expresión interrogativa.
—¿Qué quieres decir? —dijo—. ¿Por qué te preocupas por eso?
—Porque —dijo Tenel Ka solemnemente—. Porque un Jedi debe ser paciente.
Jacen parpadeó, con la incertidumbre escrita en su cara. Entonces, una tímida sonrisa iluminó la cara de Tenel Ka. Era la primera vez que él la había visto sonreír tan ampliamente.
—No puedo creerlo —comenzó Jacen.
Jaina negó con admiración.
—Me suena como si acabase de contarte un chiste.
—¡Es un hecho comprobado! —dijo Jacen.
Lowie rió cortamente, pero con fascinación. Jaina rió nerviosamente. Rápidamente, todo el claro reía felizmente.
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