miércoles, abril 27, 2011

El tesoro oculto de los Templarios

El tesoro oculto de los Templarios



Oro, piedras preciosas, libros, documentos, reliquias... ¿quizás objetos sagrados del Templo de Salomón? No sabemos a ciencia cierta qué componía el tesoro templario, por que la orden se encargó de esconderlo tan bien que nunca más se supo de él. Sí sabemos que su riqueza no era sólo material y que sus claves podrían estar ocultas en jeroglíficos de piedra, en sus construcciones, con mensajes iniciáticos. Sepamos cuál era la verdadera riqueza de los templarios y cómo y para qué la consiguieron.
El Tesoro Oculto de los Templarios (Ed. Martinez Roca, 2001) nos ofrece una visión muy particular de la experiencia de Moisés en el Sinaí, de la llamada Arca de la Alianza y, también del Grial. Una tradición oral que haría a los templarios poseedores de las Tablas de la Ley y recuerda el retorno de los primeros templarios a Occidente en 1128. No es que renunciaran a la misión sino que, seguramente, volvieron para la consecución de la misma. En este sentido convienen tener presente el preliminar de la regla que, por aquel entonces, les dio San Bernardo: "La obra se ha llevado a cabo con la ayuda de Nos. Y los caballeros han sido convocados de la Marca de Francia y de Borgoña, es decir, en Champagne, allí donde pueden tomarse todo tipo de precauciones contra la inherencia de los poderes públicos o eclesiásticos; allí donde, en esta época, se puede asegurar del mejor modo posible un secreto, una custodia, un escondite."
Según Josep Guijarro los conocimientos aplicados a las grandes catedrales góticas dimanan de esta fuente iluminadores que se relaciona con el Grial. Para el autor de este libro, Guijarro, el Grial es una piedra de origen meteórico sobre la que Moisés escribió la esencia del conocimiento primordial, pero es, también, un símbolo para esconder una línea dinástica de reyes que entroncaría con el mismísimo Jesús de Nazaret.
Al amanecer del 13 de octubre de 1307, las tropas del rey Felipe el Hermoso irrumpieron al unísono en todas las encomiendas templarias de Francia. A pesar de estar acostumbrado a combatir, el ejército templario no opuso resistencia. Aquel histórico viernes otoñal, las fuerzas del Rey, so pretexto de acabar con los herejes, pretendían apoderarse de todas las posesiones de los monjes guerreros y, en particular, de sus pretendidas riquezas. Una ingente cantidad de oro y piedras preciosas que poco antes había contemplado en la sede del Temple en París, el rey Felipe IV y que codiciaba en sobremanera.
Tras tres años de duros pleitos con los reyes de Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y los reinos de España, el "tesoro" debía ser repartido a partes iguales entre los monarcas cristianos y la Orden del Hospital de San Juan. Las fracciones de los tesoros templarios debían ser distribuidas en función de las cantidades de obraban en poder de recaudadores, síndicos, contables y tesoreros reales, así como de los banqueros lombardos y judíos. Sin embargo nunca se halló una sola moneda. O la célebre orden vivía inmersa en la pobreza o los templarios habían sido lo suficientemente listos como para hacer desaparecer 1.500 cofres de oro, plata y piedras preciosas. ¿Dónde estaba el tesoro?
Los soldados del Rey no hallaron nada ni en París ni en ninguna otra posesión de la orden. Aquella frustrada incursión daría origen, además, a uno de los procesos inquisitoriales más vergonzosos de la Historia, que concluyó en primera instancia con la "suspensión temporal" de la poderosa orden de monjes guerreros y culminó con la muerte del último Gran maestre de los Templarios Jacques de Molay, en marzo de 1314, frente a la catedral de Notre Dame. Ni las torturas ni las humillaciones sirvieron, sin embargo, para conocer el paradero del oro de los templarios...¿Pudieron los templarios poner a salvo sus riquezas materiales así como las importantes reliquias, libros y conocimientos adquiridos durante sus cerca de dos siglos de existencia? Es muy posible que así fuera. De hecho no tenemos noticias de que los oficiales del rey de Francia se apoderaran del oro y la plata y en el remoto caso de que hubiera sido así ¿por qué apoderarse de los documentos? Los Hospitalarios heredaron las encomiendas de la orden rival y, que se sepa, en ninguna fue hallado escondite alguno que guardara el botín. Lo más lógico, entonces, es que los templarios pusieran a buen recaudo sus bienes dinerarios y, sobre todo, sus documentos "secretos".
Un ataque sin sorpresas
La clave está en que la incursión de las tropas del rey en las encomiendas templarias era del conocimiento de los dignatarios del Temple. Sabemos que poco antes de las detenciones, el gran Maestre, Jaques de Molay, hizo quemar muchos de los libros y las reglas de la orden. Los templarios enviaron a sus preceptorías de Francia una nota en la que subrayaban que no facilitaran información alguna sobre sus costumbres y rituales. A un caballero que se retiró de la orden en aquel momento el tesorero de la misma le dijo que su decisión era extraordinariamente "sabia", toda vez que era inminente una catástrofe. ¿Intuían una acción de Felipe el Hermoso?
"La nota oficial -destaca Josep Guijarro en El Tesoro Oculto de los templarios- hacía hincapié en el hecho de no proporcionar información relativa a las prácticas iniciáticas de la orden". No era para menos. Felipe IV tejió en torno a las mismas la mayoría de acusaciones. Fueron culpados de negar los dogmas de la fe cristiana, de escupir u orinar sobre la cruz durante sus rituales secretos de iniciación, de ungirse con la sangre o el sebo de los niños sin bautizar, de cometer actos de sodomía e incluso de venerar al diablo mediante un cráneo o cabeza llamado Baphomet.
Los inquisidores se empecinaron en materializar el Baphomet en una suerte de ídolo andrógino, cornudo y barbudo que evoca la figura del diablo, como la representación que vemos en el frontispicio de la iglesia de Saint Merry en el barrio templario de París, que constituye además un compendio de símbolos alquímicos. Pretendían así acusar a los templarios de idolatría al maligno y tacharlos de herejes.
Según Guijarro tanto el Baphomet como el ritual secreto al que estaba asociado se relacionan con el Grial, un "objeto" sagrado del que tenemos referencias a través de leyendas medievales y que experimentó coincidiendo con la Orden del Temple. Más allá de 1314 estos relatos sobre la reliquia desaparecieron ¿es casualidad? El Tesoro Oculto de los Templarios postula que las historias sobre el Grial fueron inspiradas por la famosa orden y que en sus páginas se esconden numerosos símbolos y datos frente a los que un iniciado podría localizar la esencia de esa reliquia: uno conocimiento trascendente.
Una misión secreta
Y es que al margen del tesoro material del temple hay otro simbólico y poderoso asociado a sus años de permanencia en el Templo de Salomón. En efecto, la orden monástico-militar nacía en 1118 cuando nueve caballeros liderados por
Huges de Payns se presentaron ante el rey de Jerusalén, Balduino II, para ofrecerle la defensa de los santos lugares a cambio de poder instalar su residencia en los terrenos que antiguamente, ocupaba el Templo de los Judíos. ¿Cómo podían nueve hombres acometer la protección de cientos, sino miles de peregrinos que recorrían tierra Santa? ¿Se escondía algún otro propósito tras la fundación de la orden?
Así lo piensa el erudito
Michel Lamy al comprobar que estos nueve Pobres Caballeros de Cristo permanecieron encerrados en el antiguo templo por un período de nueve años dedicados a la oración y la meditación.
Durante ese misterioso período no defendieron, que se sepa, ni una sola vez a ningún viajero ni tampoco se enfrentaron a los infieles. ¿A qué venía, entonces, la implantación de la nueva orden? ¿tenía que ver con la devoción mostrada por el Templo de Salomón? ¿Qué buscaban allí los templarios con tanto Ahínco? El Tesoro Oculto de los Templarios sostiene que el propósito real de la orden monástico militar era la búsqueda de los tesoros del Templo de Salomón y, en concreto, de la mítica Arca de la Alianza, una suerte de talismán para las huestes cristianas que pretendía ser utilizado para vencer a los infieles pero también, como acceso al Conocimiento, en mayúsculas. En su revelador ensayo, Josep Guijarro sostiene que la importancia de la misión no radicaba en la localización del Arca misma sino en su contenido, especialmente en lo tocante a las tablas de la Ley.
Acceso al conocimiento Sagrado
Guijarro asegura que "
las tablas eran importantes para los templarios porque contenían algo más que los Mandamientos. Inscritos en ellas estabas las tablas del Testimonio, la ecuación cósmica: la ley divina del número, medida y peso que el sistema críptico de la cábala permitía descifrar". Y desde luego tuvieron que enfrentarse al problema de descifrarlo porque, como ilustraban Gérard y Sopie de Sède, los templarios mantuvieron contacto en Oriente con los Bâtini d'Alamût y, en Egipto, visitaron la famosa Casa de las ciencias del Cairo.
La que los israelitas y también los musulmanes habían reunido los libros y los instrumentos que resumían todos los conocimientos de la época. Debieron de conseguirlo, por que a partir de 1130 la Orden del Temple comenzó a levantar el vuelo e inició por cuenta propia sus primeras incursiones en el campo arquitectónico con la aplicación de la llamada ecuación universal. "Gracias a las tablas del testimonio -asegura el investigador catalán- los constructores del Temple pudieron aplicar la ley cósmica y la geometría sagrada a la edificación de los monumentos religiosos más hermosos que el mundo cristiano haya conocido." Pero hay más.
Guijarro sostiene que el Temple era la cabeza visible de un plan secreto urdido años antes de su fundación por las familias nobles de Champagne, en Francia, junto con el reformador del Cister, Bernardo de Claraval, para transformar la sociedad y propiciar en anunciado segundo advenimiento de Cristo. Siguiendo la pista a las investigaciones iniciadas hace quince años por los autores de El Enigma Sagrado, Guijarro analizará en las páginas de su libro la intervención del llamado Priorato de Sión, una organización secreta contemporánea a la primera Cruzada pero de la que duda haya podido sobrevivir hasta nuestros días.
El Priorato de Sión, tuvo, en cualquiera caso, una importancia capital en los primero años de la Orden del Temple. La "Sociedad" cortó su conexión tras lo que se conoce como la "traición" de su Gran Maestre Gerard de Ridefort, que, en 1188, arrastró a los templarios a la batalla de Horns de Hattin, que supuso, a la postre, la pérdida de Jerusalén. El análisis de la influencia del Priorato de Sión en la Orden del Temple conducirá al investigador catalán a establecer un nexo de unión entre el misterio de los templarios, la aldea de Rennes-le-Château y el castillo de Gisors, donde pudo ser escondido temporalmente el tesoro de la orden.
Y es que según la hipótesis defendida en este libro, los monjes-guerreros pretendían transportar el tesoro hasta Escocia pero, por alguna razón, nunca llegó su totalidad hasta allí. Los templarios, forzados por la persecución inquisitorial, debieron de esconder el tesoro en algún lugar y asegurarse que el secreto para encontrarlo pudiera ser transmitido, pero sólo para los ojos de los iniciados, los únicos capaces de descifrarlo. Éste puede ser, por ejemplo, el objeto del llamado graffiti de Chinon y otros hallados en la Torre del Prisionero de Gisorso, incluso en España, en la ermita de San Bartolomé.
El graffiti del castillo de Chinon, en las inmediaciones de Tours, se halla en una pared de la torre de Coudray donde fueron encarcelados algunos altos dignatarios de la orden de la cruz paté durante la constitución de las comisiones pontificias de investigación. Los templarios grabaron en los muros que les privaban de libertad unos símbolos de particular calidad. Se trataba claramente de dibujos iniciáticos, una suerte de jeroglífico para que el poseedor de la clave pueda interpretarlos. Entonces un "error" en el símbolo puede tener un significado especia para el criptógrafo.
Este sistema de los "errores" calculados protagoniza una fascinante historia de misterios y tesoros- también relacionada con el Temple- que nos remite a la aldea de Rennes-le-Château,e el Razés. Su párroco se tomó la molestia de decorar el interior de la iglesia con imágenes del via crucis que contienen sibilinas instrucciones... Los templarios, seguramente, ocultaron su botín material y también el más simbólico y poderoso bajo un acompleja tela de jeroglíficos dispersos en sus construcciones que todavía hoy nadie ha descifrado. ¿Y dónde? Sé preguntará el lector.
Cuando el rey de Portugal recibió la bula papal, la demoró lo necesario para que los caballeros de Tomar se refugiasen en el extranjero. De acuerdo con sus homónimos de Castilla y Aragón, el rey luso, Don Dinis, un ferviente seguidor del espíritu templario, consiguió en 1310 la inocencia de la orden del llamado Concilio de Salamanca. Esto dio lugar a una nueva bula papal promulgada dos años más tarde en la que confiaba a los soberanos peninsulares la posesión de los bienes del Temple. Algunos años después se creaba la Orden de los Caballeros de cristo en Portugal, que administró todos los bienes de los monjes guerreros. Y, seguramente, gracias a este monarca y al infante Enrique, fundador de la Escuela de Sagres, dedicada a las técnicas y descubrimientos náuticos, podemos deducir una hipótesis de trabajo tan perspicaz como heterodoxa:¿Consiguieron los templarios cruzar el atlántico? En el caso afirmativo podríamos especular con la idea de que los templarios escondieran allí sus riquezas tanto materiales como simbólicas.
Uno de los indicios más fascinantes de la incursión templaria en tierras americanas nace de una leyenda familiar en escocia. El conde Henry Saint Clair partió en 1338 hacia América con 300 colonos y doce embarcaciones. Su travesía condujo a la expedición hasta la costa noroeste de los Estados Unidos, concretamente donde hoy radica Massachussets. Allí pasaron la primavera de 1399 para, después, regresas algunos de ellos a su lugar de origen.
Un descendiente de este nombre, Niven Sinclair, inició en 1989 una profunda investigación encaminada a demostrar la realidad de esta leyenda familiar. Las pistas le condujeron a una vieja posesión: la capilla de Rosslyn, ubicada en un promontorio al sur de Edimburgo. En una losa de esta capilla construida en 1446 los miembros del clan Sinclair descubrieron la vinculación de sus antepasados con los templarios y comprobaron como, tras la disolución de la orden, un nutrido gripo de caballeros se refugió en las propiedades escocesas de los Sinclair. Según la tradición familiar, los templarios llevaron consigo parte de sus documentos y riquezas a la capilla de Rosslyn, entre ellos el mítico Santo grial, que quedaría oculto en la construcción.
Lo verdaderamente importante es que según pudo demostrar Niven, su familia gastó, desde entonces, gran cantidad de dinero y riquezas que , al parecer, procedían de América. Éste fe su gran secreto. Un secreto que ha quedado reflejado en un antiquísimo sello, datado en 1214, en el que puede leerse Secretum Templi al tiempo que muestra a un ¿indio? con plumas. Y no es el único. En el corazón de Francia, concretamente en el tímpano del atrio de Vézelay, fechado alrededor de 1150, se halla representado otro "indio". Éste tiene grandes pabellones auditivos, como muchos indígenas americanos. ¿estuvieron los monjes-guerreros, entonces, en América antes que Colón?
Las crónicas aseguran que los soldados de Hernán Cortes no salían de su asombro al comprobar que los aztecas tenían ritos tan parecidos a los católicos y sacramentos como la comunión y la confesión. Otras ceremonias y costumbres parecían procedes directamente de la tradición hebrea y así se confirmaría no tardando mucho con las pruebas abundantes e irrefutables de las expediciones judías a América. Pero eso será objeto de otro artículo...quien sabe cuando.