PARA PODER LLEGAR A ENTENDER MUCHAS DE LAS COSAS QUE AHY AQUI, HAY QUE MIRARLAS CON LOS OJOS DEL "CORAZON".

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domingo, abril 26, 2009

Crimen en Marte -- Arthur C.Clarke

Crimen en Marte
Arthur C.Clarke


- En Marte hay poca delincuencia - observó el inspector Rawlings con tristeza -. En
realidad, éste es el motivo principal de que regrese al Yard. De quedarme aquí
más tiempo, perdería toda mi práctica.
Estábamos sentados en el salón del observatorio principal del espaciopuerto de
Phobos, mirando las grietas resecas por el sol de la diminuta luna de Marte. El
cohete transbordador que nos había traído desde Marte se había marchado diez
minutos antes y ahora iniciaba la larga caída hacia el globo color ocre que colgaba
entre las estrellas. Media hora más tarde, subiríamos a la nave espacial en
dirección a la Tierra..., planeta en el que la mayoría de pasajeros nunca habían
puesto los pies, si bien aún lo llamaban «su patria»
- Al mismo tiempo - continuó el inspector -, de vez en cuando se presenta un caso
que presta interés a la vida. Usted, señor Maccar, es tratante en arte, y estoy
seguro que habrá oído hablar de lo ocurrido en la Ciudad del Meridiano hace un
par de meses.
- No creo - dijo el individuo regordete y de tez olivácea al que había tomado por
otro turista de regreso.
Por lo visto, el inspector ya había examinado la lista de pasajeros; me pregunté
qué sabría de mí y traté de tranquilizar mi conciencia, diciéndome que estaba
razonablemente limpia. Al fin y al cabo, todo el mundo pasaba algo de
contrabando por la aduana de Marte...
- La cosa se acalló - prosiguió el inspector -, pero hay asuntos que no pueden
mantenerse en secreto largo tiempo. Bien, un ladrón de joyas de la Tierra intentó
robar del Museo de Meridiano el mayor de los tesoros... la Diosa Sirena.
- ¡Eso es absurdo! - objeté -. Naturalmente, no tiene precio... pero no es más que
un pedazo de roca arenisca. Lo mismo podrían querer robar La Mona Lisa.
- Eso ya ha ocurrido también - sonrió sin alegría el inspector -. Y tal vez el motivo
fuese el mismo. Hay coleccionistas que pagarían una fortuna por tal objeto,
aunque sólo fuese para contemplarlo en secreto. ¿No está de acuerdo, señor
Maccar?
- Muy cierto - aseguró el experto en arte -. En mi profesión, hallamos a toda clase
de chiflados.
- Bien, ese individuo, que se llama Danny Weaver, debía recibir una buena suma
por el objeto. Y a no ser por una fantástica mala suerte, habría llevado a cabo el
robo.
El sistema de altavoces del espaciopuerto dio toda clase de excusas por un leve
retraso debido a la última comprobación del combustible, y pidió a varios
pasajeros que se presentasen en información. Mientras esperábamos que callase
la voz, recordé lo poco que sabía de la Diosa Sirena. Aunque no había visto el
original, llevaba una copia, como la mayoría de turistas, en mi equipaje. El objeto
llevaba el certificado del Departamento de Antigüedades de Marte garantizando
que «se trata de una reproducción a tamaño natural de la llamada Diosa Sirena,
descubierta en el mar Sirenium por la Tercera Expedición, en 2012 después de
Cristo (23 D.M.)»
Era raro que un objeto tan pequeño causara tantas discusiones. Medía Poco más
de veinte centímetros de altura, y nadie miraría el objeto dos veces de hallarse en
un museo de la Tierra. Se trataba de la cabeza de una joven, de rasgos levemente
orientales, con el cabello rizado en abundancia cerca del cráneo, los labios
entreabiertos en una expresión de placer o sorpresa... y nada más.
Pero se trataba de un enigma tan misterioso que había inspirado un centenar de
sectas religiosas, haciendo enloquecer a varios arqueólogos. Ya que una cabeza
tan perfectamente humana no podía ser hallada en Marte, cuyos únicos seres
inteligentes eran crustáceos... «langostas educadas», como los llamaban los
periódicos. Los aborígenes marcianos nunca habían inventado el vuelo espacial, y
su civilización desapareció antes de que el hombre apareciera sobre la Tierra.
Sin duda, la Diosa es ahora el misterio Número Uno del sistema solar. Supongo
que la respuesta no la obtendrán durante mi existencia..., si llegan a obtenerla.
- El plan de Danny era sumamente simple - prosiguió el inspector -. Ya saben
ustedes lo muertas que quedan las ciudades marcianas en domingo, cuando se
cierra todo y los colonos se quedan en casa para ver la televisión de la Tierra.
Danny confiaba en esto cuando se inscribió en el hotel de Meridiano Oeste, la
tarde del viernes. Tenía el sábado para recorrer el museo, un domingo solitario
para robar, y el lunes por la mañana sería otro de los turistas que saldrían de la
ciudad...
»A primera hora del domingo cruzó el parque, pasando al Meridiano Este, donde
se alza el museo. Por si no lo saben, la ciudad se llama del Meridiano porque está
exactamente en el grado 180 de longitud; en el parque hay una gran losa con el
Primer Meridiano grabado en ella, para que los visitantes puedan ser fotografiados
de pie en los dos hemisferios a la vez. Es asombroso cómo estas niñerías
divierten a la gente.
»Danny pasó el día recorriendo el museo como cualquier turista decidido a
aprovecharse del valor de la entrada. Pero a la hora de cierre no se marchó, sino
que se escondió en una de las galerías no abiertas al público, donde estaban
disponiendo una reconstrucción del período del último canal, que por falta de
dinero no habían terminado. Danny se quedó allí hasta medianoche, por si todavía
había en el edificio algún investigador entusiasta. Luego abandonó el escondite y
puso manos a la obra.
- Un momento - le interrumpí -. ¿Y el vigilante nocturno?
- ¡Mi querido amigo! En Marte no existen esos lujos. Ni siquiera hay señal de
alarma en el museo porque, ¿quién quiere robar trozos de piedra? Cierto, la Diosa
estaba encerrada en una vitrina de metal y cristal, por si algún cazador de
recuerdos se entusiasmaba con ella. Pero aun en el caso de ser robada, el ladrón
no podría ocultarla en ninguna parte, y, claro está, todo el tráfico de entrada y
salida de Marte será registrado.
Esto era exacto. Yo había pensado en términos de la Tierra, olvidando que cada
ciudad de Marte es un pequeño mundo cerrado por debajo del campo de fuerzas
que la protege del casi vacío congelador. Más allá de las protecciones electrónicas
existe sólo el vacío altamente hostil del exterior marciano, donde un hombre sin
protección moriría en pocos segundos. Y esto facilita las leyes de seguridad.
- Danny poseía una serie de herramientas excelentes, tan especializadas como las
de un relojero. La principal era una microsierra no mayor que un soldador, con una
hoja sumamente delgada, impulsada a un millón de ciclos por segundo, gracias a
un motor ultrasónico. Cortaba el cristal o el metal como mantequilla... y sólo
dejaba el corte del espesor de un cabello. Lo importante para Danny era no dejar
rastro de su labor.
»Ya habrán adivinado cómo pensaba operar. Cortaría la base de la vitrina y
sustituiría el original por una de las copias de la Diosa. Tal vez transcurriesen un
par de años antes de que un experto descubriera la verdad, y entonces el original
ya estaría en la Tierra, disimulado como una copia, con un certificado de
autenticidad. Listo, ¿eh?
»Debió ser algo espantoso trabajar en aquella galería a oscuras, con todos
aquellos pedruscos de millones de años de antigüedad, todos aquellos
inexplicables artefactos a su alrededor. En la Tierra, un museo ya es bastante
siniestro de noche, pero... es humano. Y la Galería Tres, donde está la Diosa,
resulta especialmente inquietante. Está llena de bajorrelieves con animales
increíbles luchando entre sí; parecen avispas gigantes, y la mayoría de
paleontólogos niegan que hayan existido alguna vez. Pero, imaginarios o no,
pertenecieron a este mundo, y no trastornaron tanto a Danny como la Diosa, que
le miraba a través de las edades, desafiándole a que explicara la presencia de ella
allí. Y esto le daba escalofríos. ¿Cómo lo sé? El me lo confesó.
»Danny empezó a trabajar con la vitrina con el mismo cuidado con que un
diamantista se dispone a cortar una gema. Tardó casi toda la noche en rajar la
trampilla, y amanecía cuando descansó, guardándose la microsierra. Aún faltaba
mucho que hacer, pero la parte más penosa había terminado. Colocar la copia en
la vitrina, comprobar su aspecto con las fotos que llevaba consigo y ocultar todas
las huellas le ocuparía gran parte del domingo, pero esto no lo inquietaba en
absoluto. Le quedaban otras veinticuatro horas y recibiría con agrado la llegada de
los primeros visitantes del lunes, momento en que podría mezclarse con ellos y
salir de allí.
»Fue un tremendo golpe para su sistema nervioso, por tanto, cuando a las ocho y
media abrieron las enormes puertas y el personal del museo, ocho en total, se
dispusieron a iniciar el día de trabajo. Danny corrió hacia la salida de emergencia,
abandonándolo todo: herramientas, la Diosa... todo.
»Y se llevó otra enorme sorpresa al verse en la calle; a aquella hora debía estar
completamente desierta, con todo el mundo en casa leyendo los periódicos
dominicales. Pero he aquí que los habitantes de Meridiano Este se encaminaban
hacia las fábricas y oficinas, como en cualquier día normal de trabajo.
»Cuando el pobre Danny llegó al hotel ya le aguardábamos. No hacía falta ser un
lince para comprender que sólo un visitante de la Tierra, y uno muy reciente había
pasado por alto el hecho que constituye la fama de la Ciudad del Meridiano. Y
supongo que ustedes ya lo habrán adivinado.
- Sinceramente, no - objeté -. No es posible visitar todo Marte en seis semanas, y
nunca pasé del Syrtis Mayor.
- Pues es sumamente sencillo, aunque no podemos censurar excesivamente a
Danny, puesto que incluso los habitantes del planeta caen ocasionalmente en la
misma trampa. Es una cosa que no nos preocupa en la Tierra, donde hemos
solucionado el problema con el océano Pacífico. Pero Marte, claro está, carece de
mares; y esto significa que alguien se ve obligado a vivir en la Línea de Fecha
Internacional...
»Danny planeó el robo desde Meridiano Oeste... Y allí era domingo, claro... y
seguía siendo domingo cuando lo atrapamos en el hotel. Pero en el Meridiano
Este, a menos de un kilómetro de distancia, sólo era sábado. ¡El pequeño cruce
del parque era toda la diferencia! Repito que fue mala suerte.
Hubo un largo momento de silencio.
- ¿Cuánto le largaron? - inquirí al fin.
- Tres años - repuso el inspector.
- No es mucho.
- Años de Marte..., casi seis de los nuestros. Y una multa que, por exacta
coincidencia, es exactamente el precio del billete de regreso a la Tierra.
Naturalmente, no está en la cárcel... pues en Marte no pueden permitirse tales
gastos. Danny tiene que trabajar para vivir, bajo una vigilancia discreta. Les dije
que el museo no podía pagar a un vigilante nocturno, ¿verdad? Bien, ahora tiene
uno. ¿Adivinan quién?
- ¡Todos los pasajeros dispónganse a subir a bordo dentro de diez minutos! ¡Por
favor, recojan sus maletas! - ordenó el altavoz.
Cuando empezamos a avanzar hacia la puerta, me vi impulsado a formular otra
pregunta:
- ¿Y la persona que contrató a Danny? Debía respaldarle mucho dinero. ¿Le
atraparon?
- Aún no; la persona, o personas, han borrado las huellas completamente, y creo
que Danny dijo la verdad al declarar que no podía darnos ninguna pista. Bien, ya
no es mi caso. Como dije, regreso al Yard. Pero un policía siempre tiene los ojos
bien abiertos... como un experto en arte, ¿eh, señor Maccar? Oh, parece haberse
puesto un poco verde en torno a las branquias. Tómese una de sus tabletas contra
el mareo espacial.
- No, gracias - repuso el señor Maccar -, estoy muy bien.
Su tono era desabrido; la temperatura social parecía haber descendido por debajo
de cero en los últimos minutos. Miré al señor Maccar y al inspector. Y de pronto
comprendí que la travesía sería muy interesante.

BREVE- Alquimia - LA ALQUIMIA COMO CIENCIA DEL ARTE HERMETICO

- Alquimia -
LA ALQUIMIA COMO CIENCIA DEL ARTE HERMETICO

...
Que no ha sido extraída de los libros de otro, sino que ha sido
justificada y probada por experiencia propia; puesta a la luz, por un filósofo
reconocido como tal, para honor y gloria de los hijos del Arte, en los Idus
de Septiembre del año 1720

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I La alquimia es un estudio que imita a la naturaleza y va
mucho más lejos que esa sirviente de la divinidad
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II No es la lectura de los libros de filosofía lo que constituye
la filosofía, antes bien es la práctica, precedida por los
descubrimientos de un amigo fiel que nos demuestra el arte.
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III Nuestro arte es fácil y difícil, muy precioso y vil, según el
sujeto que a él se aplica y se aficiona.
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IV Es fácil en tanto y cuanto se conduce conforme a la vía de
la simple naturaleza.
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V Pero es difícil en tanto y cuanto nos descubre todos los
misterios de esa sabio obrera, haciéndonos confidentes de sus
resortes ocultos.
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VI Es muy precioso en relación a aquellos que buscan
nuestro arte en las cosas caras y preciosas.
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VII Es vil en tanto saca su origen de una cosa que, si bien no
es vil, cuanto menos es muy común.
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VIII La materia de los filósofos es única en esencia y en
número, y no depende de muchos sujetos.
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IX No es en el reino astral donde conviene buscar nuestra
materia, aunque ella contenga toda la virtud de los astros.
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X Tampoco es entre los elementos, aunque ella los tenga
concentrados en sí misma.
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XI Ni mucho menos nos la puede proporcionar el reino
animal, aunque ella esté dotada de una alma muy noble.
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XII El reino vegetal no nos puede proporcionar nuestra
materia, aunque en ella exista un espíritu vegetal y una virtud
mucho más multiplicativa que la de los vegetales.
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XIII Está, en fin, en la última familia de la naturaleza, quiero
decir: en el reino mineral, donde es preciso descubrirla, aunque
no sea ni oro, ni plata, ni mercurio vivo, ni ningún otro de los
otros metales y minerales, mayores o menores, a excepción
hecha de eso que los filósofos llaman su Electro Mineral
inmaduro, o la Magnesia Filosófica, a la que llaman su Saturno,
que en modo alguno es el (Saturno) común y que es
incomprensible al ordinario sentido de los químicos vulgares.
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XIV La materia de los filósofos ha de estar cruda, es decir,
no ha de haber pasado jamás por el fuego.
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XV Nuestra magnesia es la verdadera y única materia de la
piedra filosofal, en nuestra vía universal, que es húmeda y seca.
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XVI La disolución de nuestra materia es, o violenta, o suave,
o benigna.
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XVII El fuego de los filósofos, siendo como es el mayor, es
también el primero entre sus secretos (ya que es el único
conocimiento que distingue al filósofo de los sofistas), es triple: el
natural, el sobrenatural y el elemental.
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XVIII El fuego natural es el que hace el azufre de oro de la
magnesia.
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XIX El fuego sobrenatural es el menstruo disolvente de los
filósofos, que no es corrosivo. Es un fuego no ígneo, una agua no
acuosa, un espíritu corporal y un cuerpo espiritual, en una
palabra, un fuego frío, cuyo calor lo lleva, sin embargo, sobre el
natural y el artificial. Solamente este calor puede disolver
radicalmente al oro sin corrosión alguna, hacerlo fusible y
potable, que es, entre todas las medicinas y entre todos los
remedios, el mejor y el más eficaz.
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XX
El fuego elemental es la clave del natural y del
sobrenatural.
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XXI El fuego natural es la madre del mercurio de los
filósofos; el natural es su padre y el elemental es su nodriza y
gobernante.
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XXII El mercurio de los filósofos es simple, o doble, o triple.
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XXIII El simple es la fuente agria de los filósofos, o su
Vinagre Filosófico, que es el primer fundamento y el único
principio de la piedra, él es quien extrae los azufres de los
metales, resolviendo y volatilizando sus sales.
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XXIV
El doble, que es la tierra foliada filosófica, es un
perfume y un Oxicrates muy dulce, una agua que no moja las
manos; es, en fin, aquello que los filósofos llaman su Azoth.
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XXV El mercurio triple es la primera materia de los filósofos,
que contiene sus tres principios, a saber: la sal, el azufre y
mercurio filosóficos, unidos inseparablemente por el ligamen de la
conjunción. Ese mercurio es, finalmente, quien se sella
herméticamente a sí mismo y esa agua mezclada de fuego.
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XXVI Tenemos cinco disoluciones de nuestra materia:
1ª. De la materia cruda para extraer de ella el fuego de los filósofos.
2ª.Con objeto de que ese fuego secreto, después de haber sido
extraído, haga aparecer el Fuego Vitriólico no común, sino
filosófico, que se llama Plomo de los filósofos.
3ª. Que ese fuego vitriolico pase por la putrefacción en el caos de los filósofos.
4ª.Del oro filosófico, por el propio imán mercurial.
5ª. De la tierra filosófica, a fin de formar de ella el mercurio doble.
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XXVII Aparecen dos putrefacciones: la de nuestro Vitriolo y la de la
Tierra Adámica, llamada así por los Filósofos, a fin de preparar
con ella la tierra foliada, o mercurio doble.
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XXVIII Los Filósofos no tienen más que un Imán y dos
aceros.
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XXIX El mercurio simple de los filósofos es el imán de su
azufre. Por medio de él extraemos el oro de los filósofos que es
mucho más precioso que el oro vulgar. También es el Imán de la
sal filosófica; es con él que lavamos la tierra filosófica y la
hacemos volátil, con objeto de que se junten exactamente y
compongan lo que se llama mercurio doble.
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XXX
Uno y otro aceros, tanto el sulfuroso como el salino, se
han de hacer cocer once veces con el imán mercurial, a fin de que
adquieran por medio de esta cohobación reiterada, una
naturaleza regenerada muy noble.
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XXXI
La volatilización de la tierra filosófica por medio del
espíritu del mercurio ( a fin de que sea engendrada la sal de los
metales, que es la piedra misma) reclama un artista ingenioso,
asiduo y paciente.
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XXXII El gran misterio consiste en saber volatilizar la tierra
filosófica: sin esa volatilización los restantes trabajos son inútiles
y vanos. Los filósofos han sido muy reservados en este punto.
Ramón Llull, Basilio Valentín, Teofrasto, Paracelso, Geber, Arnau
de Vilanova, Melchor, Michel Sendivogius, el conde Trevisano,
Morien y otros muchos han sido muy secretos y muy oscuros y no
han descrito el procedimiento más que con diversos jeroglíficos,
hablando de él con términos muy variados. Con respecto a la
diversidad de fenómenos que aparecen en esta elaboración, unos
le han dado el nombre de, Nitro virgen extraído de la tierra
adámica; otros lo han llamado, Días grandes de Salomón; a
veces, Campos de Marte; además, Verdor bendito de Venus; en
otras ocasiones, Cosecha de hojas y frutos; ocasionalmente,
Aceite de talco de los Filósofos; más tarde, Mercurio
amalgamado; otras, Masa de perlas listas para coagularse, Masa
Estigiana, Mar Glacial; a veces, Luna preñada de Mercurio; y en
otras, Diamante filosófico, Tierra foliada, Tártaro de los Filósofos,
Maná, Dragón que devora su propia cola. No terminaríamos
nunca de citarlos.
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XXXIII La tierra foliada de los filósofos se
compone con su propio oro líquido, según el peso de la
naturaleza: para entonces ella es primera materia a la cual, si se
le proporciona el Fuego graduo filosófico (que los filósofos llaman
Aceite de Saturno, o Sello de Hermes) esa tierra será conducida
al elixir blanco y rojo; se tiñe y se perfecciona por sus propios
elementos, que son el aire y el fuego y se multiplica al infinito.
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XXXIV
No hay vía particular que no sea emanada de la
fuente universal. No hay que dar crédito, pues, a las fábulas de
los sofistas de los tiempos presentes que saben arrancar el dinero
de las gentes demasiado crédulas, engañándolos con la
esperanza de una futura ganancia que no llegará jamás.
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XXXV Los particulares reales se hacen con el simple espíritu
del mercurio de los filósofos, que es solar y lunar, como la piedra
de fuego de Basilio Valentín, el aumento del oro y de la plata, el
cobre conducido hasta los grados de la perfección. La
transmutación del oro y de la plata en una tintura tingente. La
maduración del mercurio vivo en plata y en oro, y otros muchos.
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XXXVI
El doble mercurio de los filósofos nos proporciona el
aceite de talco, llamado por algunos su Gut. Conserva la flor de la
juventud hasta la más avanzada vejez. Puede disolver muchas
perlas pequeñas para hacer otras más grandes, más hermosas, y
con mucho, en calidad y en belleza, que las naturales.
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XXXVII La tintura perfecta, además de la transmutación de
los metales, multiplicada al infinito, restablece y fortifica la salud,
hace fecundas a las mujeres estériles, transmuta los cristales en
piedras preciosas y diamantes, exubera a estos últimos en
carbunclos y hace maleable al vidrio.
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XXXVIII En una palabra, los
misterios de la piedra son tan grandes que a duras penas puede
la razón humana concebirlos.
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XXXIX Es así, como dice Hermes, que Dios creó el mundo.
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XXXX
La piedra contiene en ella, finalmente, los secretos, las
riquezas, los milagros y las fuerzas de los tres reinos. El todo
proviene de una sola cosa. Por muy celebre medico o químico que
seas, resuélveme, si puedes y si te place, este Silogismo; si no y
si me das ocasión, estoy preparado para resolvértelo
demostrativamente.
-
No dudo, señor, de que este programa arrojará a todos los
lectores a las experiencias con los minerales, dado que designa
ese Electro Mineral inmaduro, como materia de la piedra. Voy a
explicaros lo que los filósofos entienden por su Electro Mineral.
Nuestra materia, dicen todos, se encuentra sobre el mar y sobre
la tierra y dicen verdad, pero en otro lugar advierten que no
puede ser encontrado en ningún lugar del mundo, y no nos
engañan.
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Por los minerales se entiende cualquier tipo de sales; es esa
sal filosófica de la que habla Filaleteo a la que llama primer ser de
todas las sales, a la que es preciso hacerla tal, es decir,
componerla por medio de un imán atractivo de las virtudes
celestes que es el Electro Mineral, apareciendo bajo la forma de
un "fray de ranas" (fray de grenoüilles).
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No se han equivocado pues de excluir todos los metales y
todos los minerales dado que mineral está formado por el artista
de una cosa extraída a partir de una minera, que no es nada
menos que las minas ordinarias y esta cosa es el iman de las
virtudes celestes; también exclaman: Nuestra materia tiene sus
propias mineras.
.
Lo que también ha engañado a una infinidad de artistas que
han trabajado infructuosamente sobre la verdadera materia, es
que han tomado el sello de Hermes por un vaso lutado, ya sea
con la lámpara de esmaltar o más exactamente, taponado con un
luten; pero yo creo que es necesario que nuestra materia se haga
por sí misma un luten, es decir, que el gusano de seda se
encierre por si mismo en su capullo (Buchère, Amy-Sage,
Flamel).
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Además creo que alguno de los fuegos de los químicos no
debe intervenir en la obra, en consecuencia, como atestiguan los
filósofos, excluyo todos los fuegos de hornos a viento, de retorta,
de reverbero, de lámpara, de vientre de caballo y me limitaré a
su fuego secreto. Pero ¿cual es ese fuego secreto? He aquí la
piedra de tropiezo.
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La materia de la piedra y el fuego secreto han hecho
tropezar a una gran cantidad de habilidosos: no ha sido acordado
a todos los hombres el poder penetrar en los misterios más
sublimes de la naturaleza, entre los que la piedra filosofal ocupa
el primer rango. He leído a todos los autores que tratan de este
gran arte, sin poderlos profundizar enteramente.
He consultado a quienes que tenían mayor reputación sobre
estas materias; no he negligido los manuscritos y confieso que
todos los conocimientos que he podido sacar de ellos aún son
muy imperfectos. Me pongo, a pesar de todos mis desvelos, en el
rango más bajo entre aquellos que los adeptos llaman profanos.
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Incluso tengo la temeridad de pensar que muchos autores
que tienen la reputación de haber operado la gran obra, no la han
adquirido más que escribiendo oscuramente y copiando los
pasajes de los verdaderos filósofos, en la interpretación de los
cuales habían hecho vanos esfuerzos.
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No es que niegue la posibilidad de la gran obra, por el
contrario, estoy convencido de ella. No fuera posible que tantos
grandes hombres, que han compuesto tan vastos tratados hayan
podido consagrar el más serio estudio de su vida a una quimera,
o si hubieran sido arrastrados por una ciega credulidad no
leeríamos entre ellos, que hicieron los más auténticos sermones,
el tomar por testigos a las cosas más respetables y más sagradas
de la verdad que os quieren anunciar. Reconozco que muchas
gentes han sido seducidos por la impostura; convengo que una
infinidad de desdichados han tomado impunemente el nombre de
filósofos.
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Seguro es que esos mismos han tenido una buena baza para
imponerse a la mayor parte de los hombres en lo que concierne a
la transmutación metálica
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Todos los químicos vulgares con un poco de experiencia
saben, sin ningún género de dudas que desulfurando con
corrosivos los dos metales perfectos y arrojando ese azufre sobre
una parecida cantidad o peso de mercurio, o metales imperfectos,
la transmutación se opera al instante. Sin embargo, la mayor
parte de los hombres clama milagro ante experiencias parecidas:
las bolsas se abren y el fraudulento alquimista se aprovecha de
su simplicidad.
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La piedra de los filósofos es de otra naturaleza bien distinta:
transmuta los metales sin necesidad de tomar prestados los
azufres de los otros metales perfectos y es la soberana medicina
para curar los mixtos de los tres reinos. El fragmento que os
acabo de dar es suficiente para dar una idea justa del arte, no
menos que para hacer ver aquello que miles de volúmenes han
escrito sin orden alguno; en una palabra, una especie de tesis
que un señor alemán pretende sostener ante la faz del universo.
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Se entrega para el partidario del torneo (tenant du tournoi) y
parece invitar a la disputa sobre esta materia a los sabios, a la
manera de Alemania, donde se sostienen tesis públicas sobre
esta ciencia. Esta pequeña obra ha sido escrita en latín, pero
debería ser traducida a todos los tipos de lenguas para bien y
comodidad de los hijos del arte que no están letrados.

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Traducción del Latín